El hombre sin miedo

La muerte en extrañas circunstancias de un famoso torero retirado, hace que nuestro protagonista realice una investigación en profundidad sobre las causas de la misma. Esta historia se la quiero dedicar a C. mi musa virtual que me ha animado a escribir esta historia. Gracias.

El hombre sin miedo

-        El hombre sin miedo, era como lo llamaban. -Me decía mi buen amigo el inspector Sánchez, mientras yo evitaba no quitar la vista del cadáver que tenía delante de mí.

-        Efectivamente, Julio Díaz era el hombre sin miedo, aunque ahora nunca sabremos si era cierto. -Le contesté yo.

Mi nombre es Paco Montoya, soy periodista de investigación. No trabajo para ningún medio en exclusiva, soy un free-lance que se  vende al mejor postor, aunque siempre recibo ofertas de varios medios para trabajar en exclusiva. La verdad es que me gusta hacerlo así, tengo mucha inseguridad laboral, pero gano más dinero y como todavía soy joven, tengo 39 años, siempre digo que hay tiempo para estar en nómina.

Esa noche estaba durmiendo en casa cuando sonó el teléfono. –Tienes que venir, tengo algo interesante, me dijo mi amigo el inspector Sánchez. En verdad que lo era, no siempre se encontraba uno con la escena del crimen del gran torero Julio Díaz. No necesité preguntar quién era como buen aficionado a la fiesta que era. Al llegar al sitio me encontré con todo acordonado por la policía. Era un descampado a las afueras de la ciudad.

-        Bueno, cuenta ¿Cuál ha sido la causa de la muerte?, dije yo con impaciencia nada más llegar.

-        Ha sido provocada por algo parecido en un punzón, la muerte ha sido inmediata mira…dijo señalando a la nuca del cadáver.

-        Joder……no puede ser, dije yo.

-        ¿por qué?, contestó el poli.

-        Coño, ¿no lo ves?, es como si lo hubieran descabellado.

-        ¿Como a los toros?, dijo él con cara de incrédulo.

-        Sí, como hacen los toreros para rematar a los toros. ¿Hay alguna marca más?

-        No, apareció desnudo aquí en el descampado, lo encontraron unos críos que se juntan en este solar para jugar al fútbol.

-        Vaya putada, sólo acerté a decir.

-        ¿Qué piensas?, ¿podrían ser los grupos anti-taurinos radicales?. Dijo Sánchez

-        No creo, Julio Díaz llevaba retirado de los ruedos más de diez años. Además era tan esquivo con su vida que dudo que por muy organizados que fueran tuvieran capacidad de saber quién era este hombre.

-        ¿Entonces?

-        Bueno, creo que tengo que mover unos hilos, te iré informando.

-        Mas te vale, me dijo Sánchez con gesto serio.

Me despedí de la escena del crimen. Como ya eran más de las siete de la mañana decidí ir a desayunar a un bar cerca de uno de los periódicos de la capital. Estaba absorto en mis pensamientos, consultando información sobre el personaje en cuestión con ayuda de mi tablet. La verdad es que las fuentes que consulté, no decían nada que yo no supiera antes. Julio Díaz era un personaje opaco, lo era cuando lideraba el escalafón de toreros. Era muy escrupuloso con su vida privada, yo diría que era bastante huraño, no se sabía nada de él fuera de los ruedos y era algo francamente curioso. Por norma general, los toreros son personajes muy populares en este país, la prensa del corazón los persigue hasta la saciedad, pero este no era el caso. De hecho aborrecía la vida social, no acudía nunca a recoger un premio, no tenía amigos dentro de la profesión ni aparentemente fuera de ella. Viendo los resultados nulos de mi búsqueda, decidí ir a la hemeroteca del periódico en cuestión, me llevaba muy bien con el director ya que consiguió el puesto gracias a un par de trabajos míos. Por eso siempre me dejaba consultar y usar las instalaciones. Al acceder al edificio del mismo, me encontré con la secretaria de Augusto, el director. Mónica era una mujer increíble en todos los aspectos, era inteligente, divertida y además me llevaba genial con ella. Siempre tonteábamos como críos pero por pura diversión.

-        Montoya, ¡qué alegría!

-        Hola Mónica, guapa.

-        ¿Qué haces tú a estas horas por aquí?, dijo ella con cara divertida.

-        Venir a ver a la mujer más guapa del mundo. –Le contesté con un deje guasón.

-        Eso se lo dirás a todas, zalamero, en serio, ¿Qué haces hoy aquí a las ocho de la mañana?

-        Vengo a ver a Augusto.

-        Hoy tiene reunión del consejo de administración, no creo que pueda verte, lleva una semana con el tema que no veas. Tiene un día largo y duro, está intentando evitar el desembarco del fondo soberano árabe en el capital social de la empresa.

-        Bueno, sólo quería pedirle permiso para consultar la hemeroteca del periódico.

-        Sabes que para eso no te hace falta pedirle permiso. –Dijo Mónica con una sonrisa en la boca.

-        Ya, pero siempre me gusta saludarle, sabes que siempre se ha portado como un hermano mayor conmigo.

-        Bueno, no exageres. Tú también le te has portado bien con él. O no te acuerdas cuando el periódico estaba mal de pasta y tú le regalaste un par de artículos de investigación que nos colocaron en la cresta de la ola.

-        Ya, pero era por puro agradecimiento, él confió en mí, cuando era un ex-miliar con la carrera de periodismo recién terminada. Había que agradecerlo.

-        Bueno, tú pasa conmigo que luego se lo comento yo. -Dijo ella.

-        Vale, gracias…pero me gustaría abusar más de vosotros. ¿Me puedes presentar al nuevo responsable de la información taurina?

-        Vaya y yo que me estaba haciendo ilusiones, bueno….más días en modo spiderman.

-        Joder…ya sabes que eso no es un placer, tener sexo contigo es un privilegio que no está al alcance de simples mortales como yo.

-        Anda pasa, que no sé cómo no te he follado antes.

-        Porque tú no quieres. –Le contesté riéndome.

Pasamos a la redacción del periódico, era algo mágico, la actividad ya era frenética y eso que no habían hecho nada más que entrar, ya estaban consultando agencias para coger ideas para la edición de mañana. Era genial, estaba absorto con el espectáculo cuando Mónica me llamó.

-        Montoya, mira esta es Lucía, nuestra redactora de información taurina.

-        Montoya….¡qué alegría!. Encantada de volverte a ver.

-        Lo mismo digo, Lucía. –Le contesté dándole un beso en la mejilla.

-        ¿Pero ya os conocéis?..dijo Mónica con cara divertida.

-        Sí, de una vida anterior, ¿qué haces por aquí? -Contestó Lucía.

-        Te traigo una exclusiva, han asesinado a Julio Díaz.

-        ¿Qué?, ¿En serio? - Dijo ella con cara descompuesta.

-        Sí, lo han encontrado muerto en un descampado, ha sido asesinado.

-        Pobrecillo,-dijo ella sentándose.

-        ¿Lo conocías?

-        Sí, lo conocí, mi padre fue subalterno suyo, en realidad él me pago los estudios, cuando mi padre murió.

-        Vaya, no lo sabía. No sabes cuánto lo siento.

-        Sí, siempre se portó muy bien con nosotros. –Dijo ella con un llanto contenido.

-        Oye, -le dije. Viendo las circunstancias, me gustaría hacer una investigación seria sobre él, creo que no se merece que la gente diga que murió por un asunto de drogas.

-        No sabes cuánto te lo agradecería.

-        Mira, voy a la hemeroteca a indagar un poco, si quieres te invito a comer y hablamos un poco. Además hace tiempo que no nos vemos.

-        Sí, desde que te hice la entrevista siendo estudiante.

-        Más o menos.

Lucía y yo nos conocíamos de eso, sin más. No hubo sexo y no por falta de ganas, porque la niña estaba realmente buena. Morena, con la piel oscura pero todo ello aderezado con unos ojos oscuros y profundos que hacían derretirse al más templado. Yo, empezaba a ser conocido por el mundo gracias a mi primer reportaje de investigación sobre la droga y los políticos. De hecho, provoqué la dimisión de un par de altos cargos que se ponían de coca hasta los ojos. Ella ni corta ni perezosa, me abordó un día en los toros y me pidió una entrevista con un desparpajo impresionante. Accedí y bueno quedamos un par de días para hacerme un reportaje en profundidad. Lamentablemente no fue tan en profundidad, como a uno le hubiese gustado.

Al llegar a la hemeroteca, me senté cómodamente con todas mis cosas alrededor y tomando notas. Pero no había más que crónicas taurinas y poco más. Una entrevista de cuando empezaba y poco más. Bueno y la famosa entrevista de Lucía, creo que fue un favor personal para que pudiera encontrar trabajo. Se notaba por el tono de la misma que se conocían bien. Así que decidí dejar la hemeroteca para centrarme en Lucía, ella sabía más de lo que decía saber. Estaba absorto en mis cavilaciones, cuando note una mano sobre mi hombro.

-        ¿Qué has visto?

-        Poca cosa, Lucía. A parte de tu entrevista, no mucho más.

-        Julio era una persona tremendamente opaca, ¿Te cuento un secreto?

-        Claro.

-        La entrevista me la inventé, luego se la enseñé para que me diera el visto bueno, contándole que era imprescindible para obtener un puesto de trabajo en el periódico. Hice un par de fotos y punto.

-        Curioso, aunque si él dio el visto bueno, es como si fuera una entrevista.

-        ¿Lo conocías mucho?, -le pregunté.

-        Sí, en mi casa era uno más, cuando preparaba la temporada con mi padre, vivía en casa. Era muy raro, mi padre sufría mucho con él. Pero se apreciaban mucho, creo que fue a la única persona que realmente respetó dentro del mundillo. –Dijo ella.

-        Sí, creo que tu padre fue el único que le aguantó. ¿Por qué no le duraban los subalternos?; -Le pregunté.

-        Bueno, eso es sencillo. Sólo toreaba alimañas, ya sabes, Miuras, Victorinos, Dolores Aguirre, toros extremadamente difíciles. Pero cuando les coges el punto, son los que de verdad te dan la gloria. Para él, torear un Daniel Ruiz o un Juan Pedro Domecq, era aburrido. Tener una cuadrilla dispuesta a aguantar su nivel de exigencia era realmente difícil. Mucha gente no quería trabajar con él. Pagaba muy bien, pero sólo mi padre, que estaba loco, y pocos más le aguantaban.

-        Eso ya lo sabía. Pero antes, me has dicho que él pagó tu carrera, si pagaba tan bien con lo que toreaba, tu padre debió ganar un buen dinero.

-        Sí, mi padre era un excelente banderillero, pero un pésimo administrador. Invirtió todo lo que tenía en Afinsa y bueno ya conoces el resto.

-        Sí, a mi madre también le robaron un pico. –Le contesté.

-        El caso es que mi padre, tenía allí todos nuestros ahorros, cuando se enteró no tuvo mejor idea que suicidarse, de pura vergüenza. –Mientras recordaba a su padre, no pudo reprimir que un par de lágrimas le resbalaran por la cara.

-        Entiendo, oye por qué no te invito a comer y seguimos. -Dije yo.

-        Bueno, yo ya hecho mi trabajo aquí, de hecho acabo de escribir el obituario de Julio. Y no tengo muchas ganas de currar, creo que me vendrá bien.

-        Genial,  yo también quiero salir de aquí cuanto antes ya sabes que no aguanto mucho entre cuatro paredes.

-        Pues, déjame coger mis cosas y nos abrimos cuanto antes.

-        Ok, te acompaño.

Salimos de la redacción, para coger mi coche. Ella no pudo reprimir la risa cuando lo vio, sí la verdad es que era un mini hecho polvo de con incontables bullones y muy viejo, pero era cojonudo para moverme por una gran ciudad. Y no me preocupaba mucho dejarlo en la calle, no creo que hubiera nadie que lo quisiera robar.

-        Yo, en esta mierda de coche, no me subo. ¿Cuánto tiempo hace que no lo lavas? –Dijo ella.

-        Bueno, la semana pasada llovió. –Le contesté.

-        Ya veo. ¿Tan poco te pagan para no poder permitirte algo mejor?. –Dijo ella entre risas.

-        Bueno, este lo tengo para el callejeo, ¿subes?

En realidad era mi coche de diario, tenía otros dos más, un Mitsubishi Montero, para mis correrías para el campo, equipado para hacer el cabra y la niña de mis ojos, un Volvo P-1800 del año 72, el coche del santo.

La llevé a un restaurante al que solía ir con frecuencia, más que nada porque era el de un colega de armas, bueno y por que la comida era realmente buena. Al llegar le pedí un reservado para que pudiéramos hablar tranquilos, pedimos la comida todo ello regado con un buen vino, un 200 monjes para que nos animáramos un poco. La velada transcurrió de lo más animada, ella me contó algunas anécdotas del torero. Según contaba Lucía, Julio, era perfeccionista hasta la desesperación. Obligaba a su cuadrilla a un estado físico envidiable, la pretemporada era brutal. Se pasaban un mes recluidos en hoteles de alta montaña, de hecho, fue el primer torero con preparador físico, algo que sólo se veía en los deportistas de élite. Luego, se tiraban otro mes toreando en el campo, de hecho tenía un par de ganaderías de tercera que les compraba la camada entera. Se entrenaban con toros de seis y siete años. Una locura, pero Julio era así, dijo ella. Cuando terminamos, ella me invitó a su casa donde podíamos seguir hablando y así me invitaba a una copa.

Al llegar ella me preparó un gin-tonic, Lucía era una sibarita de mucho cuidado, sobre todo viendo el esmero con los hizo. Seguimos hablando, yo reuní una información muy precisa sobre el diestro. Cosas que nadie sabía, por ejemplo, que no tenía familia. De hecho, estuvo viviendo en un centro de acogida hasta los dieciocho años, porque nadie lo adoptó. Creo que de ahí venía su despego hacia la gente y sobre todo era el motivo por el que odiaba a los pelotas que se intentaban pegar a su alrededor.

Según contaba, el aprendió a torear porque uno de los guardias había sido un maletilla y con él practicaba toreo de salón.  No fue nunca un interno conflictivo por lo que no le costó mucho convencer al gerente del centro para que le dejara ir a la escuela taurina. Luego vino su presentación en las novilladas de promoción, becerradas y bueno un cazatalentos, reparó en él y el resto es de sobra conocido. Una tarde apoteósica tras cortar las cuatro orejas a los dos toros de su lote nada menos que en Madrid, simplemente salió al centro del ruedo con unas tijeras y se cortó la coleta. Vamos, que se retiró. Hizo un posterior y breve comunicado de prensa donde decía que lo dejaba que la fiesta había dejado de tener aliciente para él. Nunca más se volvió a saber de él hasta ahora.

Llevábamos más de cinco horas charlando realmente a gusto, ella hablaba y yo escuchaba atentamente, se me había olvidado lo guapa que era, estaba tanteándola fijándome en su canalillo marcado por un jersey de pico, cuando mi teléfono sonó.

-        Era Sanchez, quería enseñarme el informe de la autopsia. ¿Por qué no te vienes?, -le dije.

-        No sé si estoy preparada para esto.

-        No vamos a ver el cadáver, simplemente le vamos a echar un ojo al informe del forense, además hemos quedado en un bar cerca de la comisaría.

-        Vale, mi parte periodística puede más que mi vena sentimental. –Dijo ella.

Agarramos mi coche y nos fuimos al lugar indicado, una vez allí, mi buen amigo estaba ya allí sentado tomando un refresco. Nada más llegamos, no pudo reprimir una mirada de arriba abajo a mi compañera, añadiendo una sonrisa socarrona en la que podía leer algo así como, “¡Qué suerte tienes cabrón!”. Una vez hecha las presentaciones, y vencida la suspicacia del policía sobre mi acompañante, me extendió una carpeta, tras leerla detenidamente. Se la devolví, no pude más que decir:

-        ¿Esto es cierto?, -dije yo con cierta incredulidad.

-        El doctor García, es de lo mejor a nivel nacional. No creo que haya escrito lo que ha escrito sin venir a cuento.

-        ¿Qué pasa?, -dijo Lucía.

-        Déjale que lo lea, -le pedí a mi amigo.

-        No tengo que decirte que esto es totalmente extraoficial, ¿entendido guapa?

-        Soy periodista, de sobra sé lo que hay. –Dijo Lucía visiblemente molesta, mientras agarraba la carpeta.

-        Oye Montoya, lo me que me mosquea es el tatuaje del brazo.

-        A mí también, más de lo que te imaginas. ¿Tenéis base de datos de estas cosas?

-        Tío, ves demasiado la tele.

-        Pues…..no sé donde ahora mismo, pero yo he visto este tatuaje antes. ¿Me dejas hacerle una fotografía con el móvil? –Le dije yo.

-        No es lo acordado, pero yo también estoy mosqueado con el tatuaje….vaaa, hazla.

-        Gracias, te debo una caña y un pincho de tortilla.

-        ¿uno sólo? ¿Cuándo me vas a llevar a comer donde tú compañero de las GOE? –Dijo el policía.

-        Pronto….de momento a esta ronda invito yo….

-        Vale, pero sólo porque me caes bien.

Nos reímos los tres, sabía que había algo raro, algo que no cuadraba, el informe de la autopsia, el tatuaje, todo era muy raro. Volvíamos los dos en mi coche, sin hablar. Cada uno con sus cavilaciones, al llegar a casa de Lucía, paré el coche y ella mirándome con sus ojazos, me dijo:

-        ¿Quieres pasar la noche conmigo?, no hace falta que follemos, sólo me vale con dormir abrazada a ti.

-        ¿Estás segura? –Le dije yo.

-        Sí, hoy no quiero estar sola.

Algo me impulsó a besarla, una fuerza interior me lo pedía a gritos, la atracción era mutua, por lo que nos fundimos en un beso interminable, donde una especie de corriente eléctrica recorría mi espalda estimulando todos mis sentidos. Subimos por el ascensor sin separar nuestras bocas más que lo imprescindible para coger aire y respirar. Todavía no sé cómo, pero sin darme cuenta ya estábamos los dos desnudos en la cama, la respiración se nos entrecortaba, sobre todo a ella cuando me dejé arrastrar por su espalda combinando mordisquitos con besos, hasta llegar a sus muslos para posteriormente darle la vuela y subir dando besos hasta sus poderosos pechos. Mientras ella jugueteaba con mi polla que de por sí estaba dura. Luego bajé a su vagina para darme un atracón de ella, muy peludita pero con unos labios rosados que suplicaban mi lengua a gritos. Comencé a lamer como si de un helado se tratara, ella me agarraba la cabeza mientras levantaba sus caderas con tal de sentir más. Luego pasé a su clítoris inflado jugando con la punta de mi lengua, ella no aguantaba más y me pedía, es más me imploraba, que se la metiera toda ella, sus jugos vaginales la delataban, estaba deseando que la penetrara. ¡Follame!, me gritaba como una descosida, yo como antiguo militar era pura obediencia, así que marcando un ritmo marcial como el de la legión. La taladré de manera inmisericorde, primero con la postura del misionero compaginando mis embestidas, a la vez que le mordía sus pezones oscuros y grandes. Cuando estaba a punto de llegar al punto de no retorno la saqué para poder aguantar un poco más.

Pero ella se retorcía, pedía su ración de carne como si de un monstruo se tratara. La puse a cuatro patas, se habían acabado las contemplaciones, había que follarla duro, para poder hacerla llegar al clímax no tenía otra opción, me agarré a sus nalgas que eran grandes y muy duras, para impulsarme hacia delante para metérsela de golpe hasta los huevos, repetía este ritmo muy lentamente mientras le daba pequeñas cachetadas, en cada una ella no podía reprimir un gemido de placer. Pero tenía que jugar sucio así que me lamí el dedo pulgar de mi mano derecha para ir introduciéndolo lentamente en su ano, fue como un fin de fiesta, mi amante no lo soportó más y se corrió, llenando la habitación de gritos de placer para caer derrumbada acto seguido, pero yo no me había ido así que asiéndola de las caderas me tumbe encima de ella y seguí penetrándola mientras le mordía su precioso cuello, no fueron más que dos culadas, para correrme dentro del condón que ella me había puesto con maestría con la boca. Nos quedamos abrazados, para posteriormente dormir plácidamente. Había sido el broche de oro a un día largo y lleno de emociones de todo tipo.

Me despertó el ruido de la ducha, Lucía, mi amante se veía en todo su esplendor debajo de una cortina de agua, mientras se frotaba sus partes íntimas con una esponja natural que rezumaba espuma en abundancia, yo no pude soportarlo y me introduje en la ducha para poder frotar ese cuerpo ideado para el mejor de los pecados. Repasaba con cuidado todos y cada uno de los recovecos de su cuerpo. Jugaba con mis dedos dentro de su concha, hinchada por los juegos carnales de la noche anterior. Para mi deleite ella se dio la vuelta y nuestras lenguas chocaron en un intenso beso, para luego ir arrastrando su lengua por mi torso hasta mi polla que volvía a pedir a gritos acción. Con sumo cuidado, recorrió con su lengua mi aparato desde el glande hasta los huevos y sin más, se la introdujo entera mientras su mano jugaba con mis testículos que estaban duros a más no poder. Se la tragó entera, al mismo tiempo que con la otra mano jugaba a masturbarse, no pude más. La levanté y utilizando la espuma como lubricante, se la fui introduciendo lentamente por su culo. Escapando un grito de dolor, porque nadie antes se había atrevido a hacerlo. Pero ella era pura lujuria y sabría apreciarlo, primero un poco, aguanté hasta que su ano iba dilatando lentamente, mientras su mano jugaba con su coño. Al poco rato, su culo estaba totalmente entregado a mí. Joder qué gozada es desvirgar un culo virgen, nos corrimos a la vez mientras sus contracciones apretaban más mi polla hasta exprimirla.

Terminamos de ducharnos entre juegos de abrazos y besos, Lucía era una mujer genial en toda regla. Inteligente, divertida y además era una auténtica tigresa en la cama. Nos secamos y nos vestimos, tuve la suerte que tenía alguna ropa de su hermano que de vez en cuando pasaba algún fin de semana en su casa, por lo que al menos no tenía que ir con la ropa sucia del día anterior. Como buen caballero, le preparé un desayuno abundante con zumo de naranja, tostadas con aceite de oliva y un buen tazón a rebosar de café con leche. Una vez terminamos, mientras lavaba los platos, ella me preguntó.

-        ¿Qué piensas hacer hoy?

-        Bueno, pensaba ir a mi casa para investigar un poco, hacer un par de llamadas y ver si puedo sacar algo en claro, y tú ¿tienes pensado algo?

-        No, hoy volveré a mi rutina aunque es difícil, dado los acontecimientos.

-        Ha sido genial, me encantaría volver a estar contigo. -Le dije con cara sonriente

-        Mira, Montoya….yo también he disfrutado, pero sólo quiero tener sexo contigo, sólo he tenido otro amante que me ha podido seguir el ritmo.

-        Y….¿qué le pasó?, -Le pregunté con evidente curiosidad malsana.

-        Se cruzó una rubia por nuestro camino, ahora vive en Alemania.

-        Genial…..por cierto, si quieres te invito hoy a cenar y te cuento lo que he descubierto.

-        No, mi culo tiene que asimilar tanta novedad…mejor nos vemos este sábado.

-        Vale, como quieras, te recogeré a las nueve.

-        Ok, el sábado a las nueve de la noche me recoges, pero por favor ven al menos con el coche limpio….jajajajaja.

Nos besamos y la llevé a la redacción del periódico.

Continuará……..