El hombre que vino con la lluvia
De pronto y en medio de este torrencial aguacero siento que tocan en la puerta de mi cabaña. ¿Quién coño puede venir a mi cabaña en medio de esta tormenta?...
El hombre que vino con la lluvia.
Después de una buena comida en aquel restaurante campestre a la orilla de un lago artificial provocado por una represa, lo que apetece es dirigirse a nuestra cabaña y pasarnos un rato en la cama y dormir una restauradora siesta, acariciado por la fresca brisa del campo. Eso hago y pronto me llega ese delicioso sueño que sobreviene cuando nuestro estómago comienza la digestión. Duermo un corto tiempo que no puedo precisar, pues súbitamente siento que la temperatura comienza a refrescar, el cielo se ha nublado y es evidente que se avecina una tormenta tropical. Y así ocurre, de pronto empiezo a escuchar los truenos y comienza a caer un aguacero que parece que ha llegado de nuevo el diluvio universal.
Llueve copiosamente, me levanto cierro las ventanas y puedo ver a través de sus cristales como la lluvia lo golpea. Es un espectáculo fantástico, nada es más agradable que ver llover y no mojarse. Pienso que la tarde no está para salir a explorar los paisajes campestres de la zona, como lo tenía planeado. Pongo un poco de música y me decido a pasar la tarde dentro de la cabaña en espera de que mejore el tiempo. Pues después que caiga tanta agua, el fango de los caminos debe llegar a los codos y de verdad que no me apetece embarrar mis zapatos en tanto lodo.
De pronto y en medio de este torrencial aguacero siento que tocan en la puerta de mi cabaña. ¿Quién coño puede venir a mi cabaña en medio de esta tormenta? Me pongo el pantalón y bajo al salón de la cabaña. Abro la puerta para ver de quien son esos toques y que quiere. Al abrir me encuentro a un hombre de unos 40 años que está totalmente mojado, tiene toda la ropa mojada y la tela se le pega al cuerpo permitiendo notar que bajo esta ropa hay un cuerpo musculoso, fuerte y muy atractivo. De verdad que no se necesita preguntar que es lo que desea, pues por su estado es fácil darse cuenta que este hombre por alguna razón fue sorprendido por la tormenta en medio del campo y está buscando abrigo del temporal. Por eso lo invito a pasar y me dispongo a ver de que forma puedo evitar que este hombre contraiga un resfriado. Busco rápidamente una toalla y se la doy para que se seque. Además le digo que se quite esa ropa mojada, pues estoy solo en mi cabaña y no hay ningún problema.
El tío se quita la camisa y me la da, yo busco algún lugar donde tenderla, mientras me quedo como en una sola pieza al quedar a la vista aquel hermoso pecho velludo y masculino. Me voy con la camisa a tenderla en algún lugar del baño y cuando regreso el tío se ha quitado los pantalones y la toalla se la ha puesto a la cintura. Esta escena me recuerda a como se ponen los hombres en una sauna y solo pensar eso me enloquece. Se ha sentado en un pequeño sofá del salón y ahora es que entablamos una conversación.
Resulta que como yo, está de vacaciones en este sitio campestre, que después de comer cogió una hamaca y la tendió entre dos árboles, allí se quedó dormido y allí lo sorprendió la lluvia. Era tan copiosa la lluvia que lo mojó totalmente y como su cabaña está del otro lado del lago, pues no le ha quedado más remedio que molestarme y pedir abrigo hasta que pase la tormenta. Que lamenta las molestias que me está causando y que nada más mejore el tiempo se marcha, pues no importa que esté su ropa mojada, se puede poner el bañador mojado y piensa que no tendrá problemas para llegar a su cabaña. Yo me apresuro a decirle que para mi no es ninguna molestia brindarle abrigo en mi cabaña y que no tenga apuro ninguno. Así nos presentamos y pude saber que Ramón, que así se llamaba el hombre, era un montador de puertas especiales que trabajaba para una importante empresa y que vino a este sitio en busca de pasarse unos días de vacaciones solo, en la tranquilidad del campo, que recientemente se había divorciado y que de verdad buscaba tranquilidad para asumir su nueva situación de hombre libre.
Comenzamos a conversar animadamente, mientras la tormenta continuó arreciando, y a mi mente vino que una de las cosas que más me gustaba era en estos días de mal tiempo, darme unos tragos en casa y meterme en la cama a follar. De verdad que él tío que tenía ante mis ojos era fantástico para el tema, pero a pesar de que lo tenía desnudo en mi cabaña, no se me ocurría como invitarlo a un poco de sexo, pues no daba indicación por ningún lado de ser un homosexual. Pero como estaba en mi casa y poco me importaba lo que pudiera pensar, pues fui directamente al grano y le comenté que estas tardes de mal tiempo para lo que estaban buenas era para darse unos tragos y meterse en la cama a follar. Lo dije así, directamente y sin ningún preámbulo. Su respuesta fue bastante interesante pues me comentó que tal como estaban las cosas, lo de los tragos tenía solución, pero lo de follar, como no fuera conmigo, no le veía otra alternativa.
No contesté nada, me fui a la cocina, tomé una botella de buen ron que allí tenía y saqué de la nevera par de latas de Coca Cola y regresé al salón, tomé dos pequeños vasos y le dije: Te propongo dar un brindis por nuestra nueva amistad con un par de Cubalibres. Puse en la mesita del centro del salón los dos vasos, preparé los dos tragos y luego tomé uno de los vasos y se lo di, aprovechando el momento para rozar su mano. Y luego le propuse brindar por nuestra nueva amistad. Ramón tomó un trago del vaso y puso el vaso sobre la mesita donde estaban las latas de Coca Cola y la botella de ron. De nuevo se recostó en el sofá y sin mediar palabra, con uno de sus brazos me trajo hacia él y me pegó un beso en la boca que me dejó sorprendido, pues no esperaba esta reacción. Estaba deseando follar con él desde el mismo instante que lo vi en la puerta de mi cabaña totalmente mojado. Pero su actuación fue tan directa que a pesar de que yo había sido el que había dejado entrever el tema, me había dejado sorprendido. De inmediato actué con timidez pero el sabor de sus labios y el roce de su barba me sacó de mis casillas y comencé a corresponder a aquel beso. Sus manos acariciaban mi cabeza, mientras su lengua se introducía en mi boca y ahora podía disfrutar del sabor de su saliva.
Después de unos besos tan intensos, vino la calma, Ramón dejó de besarme y yo rápidamente me abalancé sobre él y empecé a saborear la piel de su cuello. Su piel tenía un encantador sabor a macho y de su cuello me fui su pecho y no quedó un solo vello de su pecho, desde el que le cubría las tetillas hasta el que tenía en torno al ombligo que no lo mojara con mi saliva y no lo acariciara con mi lengua. Notaba que le estaba dando placer, por lo que retiré la toalla que le cubría la cintura y lo dejé totalmente desnudo. Tenía la polla dura como un palo, la cabeza la tenía babeante, unas venas gordas le daban un toque viril y no pude contener mis deseos y fui directamente a besar sus huevos. Ramón cerró los ojos. Poco a poco fui subiendo desde el mismo comienzo de su rabo hasta llegar a aquella cabeza jugosa que pedía desesperadamente ser chupada por aquellos movimientos pendulares que ejecutaba. La chupé una vez, pero luego la solté y esperé a su próximo movimiento pendular para volver a chuparla. Así lo hice varias veces hasta que de forma glotona me la introduje en mi boca y traté con todas mis fuerzas de metermela totalmente en la misma. Su polla rugía como un volcán a punto de comenzar una erupción. Traté entonces de sacarme aquel enorme aparato de mi boca para tratar de tomar aire, pero las manos de Ramón aguantaban mi cabeza y no dejaban que su polla pudiera salir de mi boca. Ante este hecho yo decidí mamarla con mayor intensidad. Si quería correrse en mi boca le iba a dar una mamada inolvidable. Comencé a mamar con intensidad feroz mientras acariciaba sus nalgas con mis manos. Ramón me follaba por la boca cuando mis dedos comenzaron a acariciar su culo. Noté de inmediato que el masaje de mis dedos a su esfínter lo sacaba de paso, como que no quería, pero ahora era yo quien no le soltaba ni la polla ni su culo. Mi abundante saliva le mojaba todos los huevos y con esa misma saliva le fui lubricando el culo, hasta que comenzó a ceder y uno de mis dedos hizo entrada triunfal en su ano.
Ahora notaba como Ramón se estremecía, estaba al borde de correrse, pero mi dedo en el interior de su culo lubricado lo estaba dejando sin fuerzas ni voluntad. Constantemente repetía que no, que no quería que jugara con su culo, pero yo no me detenía y continuaba con mi masaje circular. Los músculos de su vientre se contraían, estaba al borde de correrse y yo no quería que eso ocurriera todavía, me había percatado que el culo de Ramón era virgen y que en el estado de perdida de voluntad en que lo tenía sometido lo podía desvirgar y decidí dejar de mamarle la polla, voltearlo y caer sobre él y comenzar a mamarle el culo furiosamente. Ramón trataba de escapar de mi mamada, pero le era imposible, no podía sacarme de arriba de su espalda y mi boca continuaba con una intensa mamada de culo que cada vez le hacía perder más su voluntad, con mis brazos abrí sus piernas y mi lengua entraba por su culo dilatado cada vez con más facilidad. Con sus fuertes manos daba golpes al colchón, pero ya no hacía nada por librarse de mi mamada, me di cuenta que lo tenía totalmente dominado. Mi polla estaba dura y babeante, no la tenía tan grande como él, pero lo suficiente como para hacerle pasar un buen susto. No podía darle tregua, cuando dejara de mamarle el culo tenía que atrabancarlo de inmediato para no darle oportunidades de reaccionar. Y así hice, le dejé el culo totalmente inundado de saliva, con dos de mis dedos continué trabajándolo y rápidamente me puse sobre su espalda, la cabeza de mi polla colimó su ojete. Ramón se percató de que lo iba a penetrar, trató con todas sus fuerzas de escapar pero yo me abracé a su espalda con fuerza y aunque tenía planeado penetrarlo con delicadeza no me pude controlar, y le metí un buen pedazo de mi polla. El se quejaba, protestaba y yo para dejar claro mis intenciones hice un leve movimiento, le saqué un par de centímetros de mi tronco y luego con un fuerte movimiento de mis caderas le empuje mi polla hasta sentir como mis huevos chocaban con sus nalgas. Ramón metió un grito desesperádado de ¡Nooo!. Yo me detuve unos instantes disfrutando de la presión de aquel culo que estaba empezando a perder su virginidad, él se retorcía de dolor, trataba de escapar de aquello, pero le era imposible. Yo lo sujetaba con fuerza, mientras le daba cariñosos besos en su cuello y luego comencé a sacarle un poco mi aparato y de nuevo volví a visitar lo más profundo de sus entrañas. Así lo fui acostumbrando poco a poco a resignarse y entregar su virginidad y su orgullo de macho y aquello me daba un placer que hacía que todos mis músculos vibraran de placer y al fin Ramón empezó a aceptar poco a poco la follada que le iba a dar. Continué embistiéndolo rítmicamente, ya no hacía esfuerzo por escapar y ahora sus manos se aferraban a las mías ante cada embestida.
Yo quería más, quería que el gozara al sentirse follado y por eso lo iba a trabajar a tope. Cada vez mis embestidas eran más profundas, le sacaba mi gran polla casi totalmente del culo y de nuevo sin miramientos se la metía hasta lo más profundo y comencé a pedirle cuando mis huevos chocaban con sus nalgas a que moviera su culo. Al principio Ramón no atinaba a nada pero poco a poco comenzó a obedecerme y como podía cuando estaba bien atrabancado movía sus caderas. Y en ese momento comencé a hacer un movimiento en el que me elevaba sobre sus nalgas y hacía que mi polla al entrar frotara su próstata y eso comenzó a darle un enorme placer. Ramón empezó a mover su culo glotonamente y yo continué follándolo cada vez con más intensidad. Ahora él comenzó a sentir un cosquilleo que empezó a enloquecerlo. Me di cuenta que pronto se estaría corriendo y yo aproveché y aumenté el ritmo de mis embestidas de forma que cuando él no pudo más y empezó a correrse como una puta, yo descargaba toda la leche contenida en mis huevos sobre su maltrecho culo, que ya no le quedaba nada de virginidad. Nos corrimos los dos casi al unísono, nuestros cuerpos se estremecían, cada vez que su polla soltaba un chorro de leche su culo apretaba la mía y eso provocaba un nuevo chorro de leche de la mía y finalmente nos quedamos extenuados y abrazados en ese delicioso climax que se siente tras un suculento orgasmo. Ramón besaba mis manos como homenaje al macho que le había desvirgado y yo sentía un enorme placer por esto. Finalmente nos quedamos dormidos, mientras la lluvia afuera no dejaba de caer.
Nos despertamos abrazados y ya era de noche. Ramón estaba como desconcertado y yo lo invité a darnos un baño, para después salir a cenar al restaurate del motel. La lluvia ya había dejado de caer. Ramón se fue a dar una ducha y pronto, cuando él se estaba enjabonando yo me introduje en la bañera con el objetivo de volver a follarmelo. Ahora su cuerpo desnudo estaba de nuevo mojado y él comenzaba a frotarse con el jabón, empezando por las partes velludas de su cuerpo. Yo al meterme con él en la bañera comencé con mis manos a restregar el jabón por todo su cuerpo y él comenzó a hacer lo mismo con el mío. Así nos estuvimos restregando el uno al otro durante largo rato. Nuestras manos no dejaron ni un solo centímetro de nuestra piel sin acariciar. Yo me deleitaba enjabonando su polla y su culo y él hacía lo mismo. Estábamos de nuevo empalmados hasta el tope. Ramón metió su polla por entre mis piernas y yo sentí como si estuviera montando a un caballo. Sus manos apretaban con fuerza mis nalgas y luego sus dedos me masajeaban mi culo. Al principio yo no pensé que estaba corriendo peligro de ser follado, pero pronto comenzó a besarme con intensidad, mientras yo sentía como uno de sus dedos entraba con facilidad por mi culo enjabonado. Ramón comenzó entonces a chupar mi cuello y yo me fui cada vez dejándo llevar por el placer que me daba su boca que no le importaba el jabón de nuestros cuerpos para hacerme vibrar. Y así en un momento me puso de espaldas a él y puso la cabeza de su polla en la entrada de mi culo y yo en ese momento a pesar de que sabía la clase de aparato que se mandaba el tío, sentí un enorme deseo de que él gozara también de mi culo virgen y lo dejé hacer.
Y aquello entró en mi culo de forma salvaje, el jabón no permitió que mi culo hiciera la menor resistecia. Sus manos se aferraban con fuerza a mis cadera y con sus movimientos comenzó a embestirme rítmicamente. Yo sentí que aquello estaba casi destrozando mi culo, traté de levantar mi espalda, pero su mano pronto hizo que mi espalda bajara y de nuevo mi culo quedó a su merced. Yo me quedé como petrificado, porque Ramón cada vez sacaba más parte de su polla en cada embestida, hasta que la sacó completamente y de un solo golpe seco me la metió hasta el mismo troco. Yo traté de protestar, pero al virarme él me dio un beso y de nuevo me la sacó completamente y me volvió a embestir sin piedad y aquello fue un tormento enloquecedor. Porque continuó follándome de esa forma durante un largo rato, mientras mis piernas temblaban, hasta que me pidió que pusiera un pie en el borde de la bañera. Yo lo obedecí de inmediato y ahora mi culo se abría más y más ante cada una de sus embestidas. Hasta que llegó el momento en que yo también empecé a sentir como mi polla se corría mientras él a los pocos instantes descargó toda la leche de sus huevos en mis entrañas.
Finalmente nos aclaramos el jabón con agua, nos secamos y salimos los dos desnudos a vestirnos en la habitación. Su ropa aún estaba mojada, por lo que tuvo que ponerse cosas mías. Y no volvimos a meternos en la cama a follar de nuevo porque estábamos hambrientos y teníamos temor a que el restaurante cerrara y no tuviéramos nada que comer. Y porque tener apuro, cuando teníamos muchos días para continuar disfrutándonos el uno del otro.