El hombre que llegó con prisa
Estoy de espalda contando la caja para hacer el resumen de las ventas del día, siento una voz varonil a mis espaldas que me estremece: Me das una caña antes de cerrar, si no te es molestia. Y cuando me vuelvo era él.
El hombre que llegó con prisa.
Son aproximadamente la una de la tarde, estoy atareado en los últimos detalles de la comida que vamos a ofrecer en nuestro restaurante de Gijón, cuando de repente se me aparecen 4 tíos con intenciones de comer. Me preguntan sino es muy temprano, pero que ellos tienen prisa, pues están trabajando en una obra cercana y tienen poco tiempo para comer. Yo de repente les digo que casi tengo la comida lista, pero de inmediato me siento como enloquecido por estos hombres, constructores y que huelen a macho por cada uno de sus poros, por eso reacciono y les digo: que en lo fundamental todo está listo, solo faltan algunos detalles que puedo resolver mientras ellos comienzan a tomar el vino y comer el pan. No puedo permitir que estos tíos se me escapen y se vayan a comer a otro sitio. Así que casi los siento de la mano, mientras corro, casi vuelo a la cocina para traerles el pan y el vino. En unos segundos estoy de regreso y les pregunto que desean de primero en el Menú del Día.
Ahora, mientras los escuchos los puedo ir detallando de uno en uno. No se quien es más varonil, pero de todos ellos hay uno con un encanto especial, uno que rápidamente capta toda mi atención. Es un tío de cabellos castaños, tiene una camisa de mangas cortas que le permiten lucir unos brazos fuertes y velludos y como descuido tiene el primer botón de su camisa sin abrochar, por los que se puede ver el comienzo de un hermoso pecho de macho. Me tienen un poco desconcertado y casi no consigo en retener en mi mente lo que me están pidiendo y tengo una salida elegante y les digo: Como ustedes tienen prisa y estamos solos, para no perder tiempo me dicen lo que primero les traigo y luego, mientras comen piensan y me van diciendo lo que les preparo después.
Así me voy corriendo a la cocina y pronto tienen en sus mesas lo que me pidieron, cuando les traigo este primer plato sin proponérmelo el tío que me había encandilado es el que comienza a ayudarme a recoger los platos de presentación de la mesa y darle a sus amigos sus primeros platos y de una forma inesperada siento como sus rudas manos rozan las mías, lo que me provoca un nerviosismo del cual él se percata. De verdad no se si el resto de sus compañeros ha caído en este incidente, pero a mi en realidad eso me suda los huevos y cuando regreso a la cocina mi corazón está latiendo fuertemente.
Luego me acerco de nuevo a la mesa, esta vez por el lado en que está el tío y les voy preguntando que les preparo de segundo. Cuando estoy tomando nota de esto, siento como la pierna del tío roza la mía, lo que me produce un desconcierto enorme que trato de disimular, pero mi polla se me empalma de golpe y siento como unas gotas de líquido preseminal sale de la cabeza de mi polla.
A los pocos minutos y antes de que terminen de engullirse el primer plato ya les tengo el segundo. Me retiro a esperar a que coman y me siento en una mesa cerca de la barra del bar desde donde puedo observar como están comiendo mis clientes para cuando estén terminando llevarles el postre que me pidieron. Desde mi posición puedo observar la cara de mi enamorado a primera vista, con el disimulo de que estoy observándolos para que no pierdan tiempo, también puedo dedicarme a disfrutar del rostro varonil de mi reciente y fugas enamorado, pues de seguro esto no pasará de aquí.
El tío observa que yo lo estoy mirando, casi devorando y me hace un gesto con los ojos que dice mucho. Ese gesto dice como si se lamentara de estar en presencia de sus compañeros. Yo aprovecho que casi no les queda pan en la mesa y como buen maricón me voy a la cocina, lleno de pan una cesta y la llevo a la mesa y retiro la vacía y de paso con toda intención me doy el gusto de rozar con los míos los brazos de mi tío. Vuelvo a mi punto de observación y la sonrisa de él lo dice todo, algo así como ahora no puedo, pero no te me vas a escapar, pues se donde estás.
La comida de mis clientes termina, es el tío al que me estoy refiriendo es el que viene a la barra del bar a pagar la cuenta, no sin antes pedirme un chupito de whisky con una piedra de hielo y al traérsela los dedos de nuestras manos se rozan y sin ningún miramiento el tío se queda sujetando uno de mis dedos, mientras me mira a los ojos. Yo tiemblo como un niño, cobro la cuenta, doy el vuelto, se despiden y al marcharse siento como mi corazón late sin cesar.
Luego me digo que tonto soy, lo más probable es que no lo vuelva a ver nunca, pero no puedo contener un profundo suspiro. Después llega uno de mis empleados y comienza el trabajo rutinario de nuestro restaurante. El día transcurre sin nada relevante, como todos los días de trabajo rutinario y a las 9 de la tarde cuando ya todo está listo para cerrar el sitio, cuando ya se marcharon todos mis empleados, cuando ya no queda ningún cliente en el bar, estoy de espalda contando la caja para hacer el resumen de las ventas del día, siento una voz varonil a mis espaldas que me estremece: Me das una caña antes de cerrar, si no te es molestia. Y cuando me vuelvo era él.
Inmediatamente respondo: ¿Cómo no? Y se la sirvo, me voy a la cocina a prepararle algún pincho, pongo unos chorizos a la sidra en un pequeño platico en el microondas y siento un cuerpo caliente que se acerca a mis espaldas, me vuelvo y el tío me abraza y nos sumergimos en un beso muy intenso, el sabor de sus labios me enloquece, su barba del día araña mis labios y hace que pronto me ardan, mi mente como se queda en blanco y cuando reacciono me doy cuenta de que el sitio está abierto y que si alguien entra pueden vernos, se lo digo con la intención de ir a cerrar y de nuevo sus fuertes brazos me retienen y me dice: no te preocupes, yo revisé el local, fui a los baños, no hay nadie en el lugar y al venir para acá cerré la puerta. Nadie puede venir a sorprendernos. Y diciendo esto apaga la luz de la cocina, se puede ver por el resplandor de las luces de la calle, pero el sitio parece cerrado y de nuevo nos sumergimos en un profundo beso, sus brazos me retienen con fuerza y con mis manos puedo acariciar su espalda, mientras él deja mis labios ardiendo y ahora con su lengua saborea la piel de mi cuello y yo retorciéndome entre sus brazos voy desabotonando uno a uno como puedo, con nerviosismo y lujuria intensa cada uno de los botones de su camisa, dejando a mi disfrute aquel hermoso pecho que por la mañana solo pude ver en su inicio.
Mientras él se deleita con mi cuello y me hace retorcer de placer yo tengo en mis manos su pecho desnudo y lo puedo acariciar apasionadamente. Luego él sin dejar de saborear mi cuello me quita la camisa y me deja el pecho desnudo. Unos instantes lo observa con placer y pronto su lengua no deja de disfrutar de cada una de mis tetillas. Yo estoy enloquecido. Jamás había tenido la posibilidad de disfrutar de semejante ejemplar de macho. Ahora poco me preocupa que alguien pudiera entrar en el sitio, pues la puerta no está cerrada con la doble seguridad, solo quiero disfrutar de este hombre que ni siquiera se su nombre. Mis manos no dejan de acariciar su pecho, su espalda, mientras él poco a poco me va despojando de toda mi ropa y me tiene totalmente desnudo en la cocina del bar. Yo me siento con el derecho de ver mejor a este macho y le voy desabrochando la bragueta de su pantalón, que veo como este cae de golpe al piso y puedo ver ahora sus piernas velludas y algo que me espanta, su boxer está reteniendo, como que reprimiendo a un aparato de proporciones bastante grande. La cabeza de su polla ha mojado el calzoncillo. El tío termina de sacar los pies del pantalón y pronto deja libre a su tremenda polla. Ver aquel aparato me dio un tremendo susto, si este trasto me lo mete por el culo me va a destrozar y trato de parar pero ya es tarde. Ahora el tío me abraza de nuevo y nuestros dos cuerpos desnudos por primera vez se restriegan y esto me enloquece y me saca de la cabeza el terror de la tremenda polla del tío, su dura polla se introduce entre mis piernas y yo siento como si estuviera montando sobre un animal salvaje. Su lengua se introduce en mi boca y yo se la voy chupando y me siento sujeto por su polla y su lengua y estoy entrando en un éxtasis extraordinario. Me estoy entregando al macho sin la menor resistencia. Se que su aparato va a destrozar mi culo, pero no tengo voluntad para parar al macho que me tiene enloquecido.
Después de nuestro profundo beso, me suelta y dirigiéndose al refrigerador del que abre su puerta, me pregunta que sabor de yogur te gusta más. La pregunta me deja perplejo. Le digo por decir que el de fresa. El toma un yogur grande de fresa en su mano, lo destapa, mete la cabeza de su polla que casi no cabe en envase y la saca embarrada de yogur de fresa y me dice: Pues date gusto. De inmediato entiendo su sugerencia y meto en mi boca la caneza de su polla embarrada en yogur y se la limpio y de nuevo él la vuelve embarrar en el yogur y me la vuelve a meter en la boca. El yogur chorrea por mi boca y él con su polla lo recoge y me lo vuelve a introducir en la boca diciéndome que no desperdicie ni una gota. Cuando acabo de tomarme todo el yogur me hace seguir mamándole la polla, yo estoy de rodillas ante él mientras él me sujeta con sus manos la cabeza e introduce su tranca hasta lo más profundo de mi garganta, siento como ruge su miembro y poco antes de correrse me saca la polla de la boca y se aguanta. Estamos sudando copiosamente. Ambos estamos llenos de una lujuria sexual intensa.
Ahora toma en sus manos un pomo con aceite de oliva y se embarra sus manos con el mismo me abraza contra su pecho y sus manos embarradas de aceite aprietan con fuerza mis nalgas y mientras nos besamos siento como sus dedos gordos van masajeando mi culo. Poco a poco el aceite y sus masajes hacen que mi culo vaya cediendo. Sus besos son fogosos y sus manos implacables. Lo abrazo con fuerza, sus dedos me penetran y mi boca saborea el sudor de la piel de sus hombros. Primero un dedo, lo mete y lo saca. Luego cuando sale el dedo de una mano entra el de la otra. Luego cuando sale un dedo de una mano entra otro de la misma y finalmente me pone de espalda y con una mano inclina mi espalda hacia delante y con la otra dos de sus dedos continúan penetrándome y dilatándome. Sus dedos son tan gordos que me siento a tope.
Finalmente veo como se engrasa la polla con el mismo aceite de oliva y la presenta en mi culo. Su gorda cabeza juega con mi culo dilatado. Sus fuertes manos sujetan mi cintura y de un solo golpe, lenta pero imparablemente me mete la polla hasta los mismos cojones. Siento como restriega sus huevos con mis nalgas. Me quejo de dolor, se detiene en lo más profundo unos segundos. Pienso que voy a explotar y luego me la saca casi totalmente. Solo me deja adentro la cabeza de la polla que pronto me la vuelve a empujar hasta el tope. Trato de incorporarme, no aguanto más, pero una de sus manos hace que agache de nuevo mi espalda y repite la operación una y otra vez y cada vez y paulatinamente va aumentando el ritmo de sus embestidas.
Mis piernas tiemblan, pero él continúa gozando mi culo. Lo hace a un ritmo tal que creo que me voy a desmayar. Finalmente saca su polla de mi culo y la vuelve a lubricar, presenta de nuevo la cabeza en mi esfínter y de un solo golpe seco me la mete hasta lo más profundo. Me viro, lo miro con terror, tratando de protestar, pero él me da un beso, me la saca, la vuelve a lubricar y me vuelve a clavar de esa forma salvaje. Me ha untado tanto lubricante que cada vez me entra más fácil, en cada embestida siento el placer de estar dándole placer a mi macho y comienzo a desear que continúe embistiéndome de esa forma tan salvaje.
Luego se vuelve a aguantar de mi cintura y comienza a follarme a un ritmo que me enloquece. Comienzan a salir gotas de leche de mi polla, trato de masturbarme, pero él me lo impide y comienzo a sentir un placer incontrolable, me estoy enloqueciendo, suelto gotas de leche de mi polla, pero no acabo de correrme.
De pronto me la saca. Estamos completamente sudados, nos besamos. El se sienta en una silla que tengo en la cocina. Su polla sigue dura como un palo y él me pide que me instale. Le pregunto que quiere decir y él me dice: Que te sientes en mis piernas frente a mi y te metas tu mismo mi polla. Le obedezco. Presento su polla a la entrada de mi culo, tengo temor a metérmela, pero él agarra mis caderas, me la mete completamente y yo restriego mi pecho sudado y velludo contra el suyo. Con movimientos de cadera hace que su polla entre y salga de mi culo mientras yo abrazo y beso continuamente al macho que está destrozando mi culo. Así estuvimos largo rato hasta que me dijo el muy cabrón, prepárate que voy a acabar de follarte.
Se paró de la silla, me viró de nuevo y metió su polla por mi culo dilatado violentamente y comenzó a embestirme a un ritmo que hizo que todo mi cuerpo temblara. De nuevo comenzó a gotear leche de mi polla. Su ritmo aumentó, apretó con mucha fuerza mi cuerpo y comencé a sentir sus exclamaciones de placer y los chorros de su leche caliente que entraban en mis entrañas unos tras otros. Cuando acabó de correrse continuó dándome caña mientras me pajeaba con sus manos engrasadas que hicieron que me corriera en poco tiempo. Mi leche embarró sus manos y así continuó pajeándome. Mi polla ahora estaba más sensible. Todo mi cuerpo se estremecía y nunca en la vida había salido tanta leche de mis huevos. Finalmente de un golpe sacó su polla de mi culo, me puso frente a él y me dio uno de los besos más tiernos que recuerdo, mientras yo acariciaba su espalda deliciosamente.
Como pudimos nos limpiamos un poco. Nos vestimos, estábamos los dos muy cansados de tanto ejercicio, pero muy satisfechos de tanto placer. Lo invité a un café, nos lo tomamos y fue entonces que le pregunté su nombre. Supe entonces que él se llamaba José y que le gustaba que le dijeran Pepe. Yo le di mi nombre y nos despedimos.
Al día siguiente volvió a mi restaurante a comer con sus compañeros. A mi su aparición me dio una alegría enorme. Me corté un poco cuando él no tuvo reparos en saludarme efusivamente, puso su mano en mi espalda y ante sus amigos, acarició mi pecho y me dio un apretón en una de mis tetillas. Aquello me sorprendió, pues pensé que sus compañeros no sabrían nada de nuestras cosas, pero me pareció que a él poco le importaba que lo supieran o no. Y cuando se fueron delante de ellos me dijo, luego paso a recogerte para tomarnos unas copas y yo acaricié uno de sus brazos velludos.