El hombre que deseaba
El recuerdo de ese sueño me estaba angustiando y debía encontrar la manera de acabar con esa desazón. ¿Y qué pasó en ese sueño para que me encontrara tan atormentada?
El recuerdo de ese sueño me estaba angustiando y debía encontrar la manera de acabar con esa desazón. ¿Y qué pasó en ese sueño para que me encontrara tan atormentada?
Me desperté completamente sobresaltada y de un brinco me senté sobre la cama. No daba crédito a lo que estaba soñando. El principio del sueño no me pareció tan anormal ya que reflejaba un poco lo vivido la pasada tarde con el chico que solía salir a menudo. Nos habíamos besuqueado, pero él deseaba ir bastante más allá de esos besos y ligeros tocamientos a lo cual me negué. El chico me gustaba, pero sin más, distaba mucho del hombre que a mi juicio fuera digno de entregarle mi virginidad.
Pues bien, que los derroteros del sueño en el inicio se desarrollaran entre besos y magreos, no era de extrañar, pero el desarrollo del sueño no quedó ahí, las caricias y tocamientos sobre mi cuerpo del sujeto al que no ponía resistencia, iban avanzando hasta llegar a tener sobre mí sexo la punta de su miembro erecto. No hubo ningún impedimento por mi parte para que el pene de ese hombre fuera penetrando a lo largo de mi conducto vaginal. Ello me producía un estremecimiento en todo mi cuerpo, signo del goce que debía sentir al tener dentro de mí todo el miembro de esa persona.
¿Si era un deleite sentir dentro de mí ese pene erecto, qué pasó para que me despertara sobresaltada y angustiada?
Puedo decir que durante el sueño, al parecer, algo me impedía distinguir la imagen del hombre que me poseía; fue al final cuando mis ojos percibieron con claridad su rostro. No me lo podía creer, era impensable que hubiera sido poseída y entregada por completo a ese hombre: ¡era mi padre!
Me levanté rápidamente y me fui directamente al baño. Mi cabeza y mi cuerpo necesitaban recibir una ducha de agua bien fría y con ello intentar hacer desaparecer de mi mente ese rostro que apareció en mi sueño.
Por mucho que me frote la cabeza, la figura de mi padre seguía presente en mi mente. En verdad, si había algo claro en ese final del sueño era ese rostro inconfundible perteneciente a mi progenitor. Salí del baño e intenté calmarme y pensar que todo lo vivido en ese sueño era solo una pesadilla que no tenía más trascendencia.
Durante el día quise apartar de mi pensamiento ese sueño, pero este se aferraba y no podía desecharlo por completo. Prueba de ello era la nula atención que presté a las clases en la universidad. Estaba a un paso de poder licenciarme en ADE (Administración y Dirección de Empresas) y no podía o no debía descentrarme y ello me encolerizaba.
Para colmo, el chico con el que solía salir me esperaba a la salida de clase para según él retomar nuestros sobeos. Solo faltaba, le hacía culpable de que hubiera surgido ese sueño por sus tocamientos en la tarde anterior y no lo mandé a la mierda de milagro. Mi necesidad era encerrarme en casa, tranquilizarme y poner en orden mis ideas.
Y allí me encontraba, sentada en el sofá e intentando reflexionar y dar respuesta al por qué me causaba tanto abatimiento el final de ese sueño. Me negaba a admitir una de las causas que siempre llevaba en mi pensamiento: solo perdería mi virginidad con el hombre que en verdad fuera digno de merecerme. El caso era que siempre ponía a mi padre como modelo para que ese hombre tuviera sus mismas cualidades, en verdad era el único hombre que admiraba.
De ahí vino mi irritación y desespero; al no tener en mi mente otra persona con los ideales que yo requería, el sueño se valió de la figura del hombre que admiraba para que él fuera el que me poseyera. Era un disparate: ¡era mi padre! Esto se apartaba de todos los principios éticos y morales. Debía apartar de mi pensamiento esa atrocidad.
El admirar a mi padre no era solo por el hecho de ser mi progenitor, desde la muerte de mi madre e iba para doce años, él se volcó completamente hacia mí y en ningún momento me dejó sola, salvo cuando por motivos de trabajo tenía que ausentarse, pero se las ingeniaba para que estuviera en compañía de alguna persona de confianza.
Daba la casualidad de que ese día estaba ausente y tardaría un par de días en volver a casa, pero claro, en estas circunstancias yo ya estaba en una edad de no necesitar ningún acompañamiento y bien me valía por mí sola para todos los menesteres caseros. Pues bien, intenté dejar ahí mis pensamientos, puse un poco de música y me preparé algo para llenar el estómago.
Esa noche no tuve ningún sueño significativo y parecía que ya tenía superado el sueño de la noche anterior. Ese nuevo día y el siguiente mi interés se centro en los estudios. Era para mí muy importante terminar ese año la carrera.
Pues bien, pasados esos dos días me encontraba en casa cuando mi padre entró en ella y como siempre, se dirigió a mí para darme dos besos en las mejillas y preguntarme:
-¿Qué tal a pasado estos días mi princesa?
-Bien y tú –respondí,
-No han estado mal, pero con ganas de volver a casa.
-Pues ya estás en ella, ¿quieres que te prepare algo?
-No te preocupes, mi cielo, primero voy a pegarme una ducha que vengo sudoroso y luego preparamos algo entre los dos.
Ese era mi padre, yo ya no era una niña ni una adolescente, pero seguía siendo conmigo atento y cariñoso. Le seguí mientras se iba con la mirada y a mi pensamiento vino el sueño vivido: ese era el hombre que en mi pesadilla había sido poseedor de mi cuerpo.
Pasaban los días y ya no era ese sueño vivido el que me inquietaba, era una realidad el que viera a mi padre como ese ser al cual brindar la perdida de mi virginidad. Era una locura; ese deseo se apartaba de todos los principios éticos de la sociedad, pero el pensamiento es muy libre y a veces no hay manera de dominarlo, tanto, que no había noche sin que me desfogara con mi ración de tocamiento a mis pechos y el recibir mi vagina el contacto de mis dedos. Esa era mi lucha interna y externa que no podía dominar, Mi padre algo diferente notaba en mí y no dudó en apuntármelo:
-¿Te ocurre algo? Te veo a veces como ausente y si algo te preocupa no dudes en decírmelo a ver si yo te puedo ayudar.
Bien podía decirle cual era mi verdadera preocupación, pero mi respuesta fue por otros derroteros.
-Estoy preocupada porque ya tengo encima los exámenes finales y no me gustaría fallar en ninguna de las asignaturas.
-Si es esa tu verdadera preocupación me dejas más tranquilo, siempre has salido bien en todos los exámenes y estos no van a ser distintos. El premio que te ofreceré como final de carrera lo tienes asegurado.
Era verdad que no había tenido nunca problemas en aprobar todas las asignaturas, pero esta alteración de mi pensamiento acompañado de esas masturbaciones, teniendo como centro la figura de mi padre, no me ayudaba a afrontar con dignidad el final de carrera. Además, ese deseo de ser poseída en verdad por mi padre se incrementaba cada vez más. Algo se me ocurrió de repente al pensar en el premio que podía requerir a mi padre si me iban bien todas las pruebas de final de carrera, pero para eso debía de ponerme bien las pilas y centrarme en el estudio.
Bien me fueron los exámenes y con ello alcanzaba la licenciatura de ADE. Me encontraba eufórica, por una parte culminaba con éxito los cuatro años de carrera y por otra esperaba que se hiciera realidad ese propósito que había desarrollado mi mente; tocaba ya ponerlo en práctica.
Había ya atardecido cuando llegué a casa y ahí se encontraba mi padre esperándome para que le informara del resultado de los exámenes. No tardé en hacerle partícipe de mi logro.
-Estoy verdaderamente satisfecho y orgulloso de ti, nunca me defraudas, mi cielo -fueron las palabras con las que me obsequió.
A esas palabras le acompañaron un abrazo y ¡oh, sorpresa! Me dio un tremendo beso en plena boca. No me lo esperaba, pero todavía faltaban unas palabras más para animarme a llevar acabo mi idea preconcebida. Y no tardaron en venir esas palabras esperadas.
-Tenemos que celebrarlo por todo lo alto, lastima que mañana me tengo que marchar por varios días, pero tu premio está asegurado, pídeme lo que más deseas y no dudes que te lo concederé.
Ahí estaban esas palabras esperadas y mi deseo lo manifesté de inmediato:
-Desearía perder mi virginidad con el hombre que más quiero.
Se quedó estupefacto ante mi requerimiento. Esperaba esa reacción y solo faltaba confirmarle cual era ese hombre. No me dio tiempo a decírselo en ese momento porque mi padre saliendo de su asombro me dijo:
-Cariño, me dejas pasmado con ese deseo, creía que ya te habías acostado con alguno de los chicos que has salido.
-Pues ya te digo que no.
-Bueno, ese deseo te será fácil conseguir, siendo como eres una mujer tan bella, ese hombre que tanto quieres estará deseoso y encantado de hacerte perder la virginidad.
No noté entusiasmo en sus palabras, más bien parecía que las decía para no desilusionarme, pero enseguida vino la pregunta deseada:
-¿Y puedo saber quien es ese hombre tan afortunado?
Llegó el momento y mi respuesta fue contundente e inmediata:
-¡Tú!
-¡Yo! –exclamó casi gritando.
-Sí, tú. Tú eres ese hombre que más quiero.
-Cariño, ya sé que me quieres, pero no te olvides que yo soy tu padre.
-Pero también eres un hombre.
Mi padre se encontraba pasmado y aturdido, no sabía que decirme hasta que salieron estas palabras de su boca:
-Vamos a olvidar esta conversación y no sé como se te ha ocurrido pedirme esto. Sabes que es una locura, somos padre e hija.
Desde luego, de ninguna manera iba a olvidar lo dicho. Me había costado un mundo llegar a este punto y seguiría adelante con mi deseo.
-En principio has dicho que te pidiera lo que más deseaba y me sería concedido. Pues está dicho y no me pidas que lo olvide. No puedo olvidar que te tengo en el pensamiento como hombre y ese hombre que me atrae quiero que haga realidad mi deseo. Además, si me ves como una mujer tan bella no te será difícil aceptarme y poseerme.
Esperaba otra reacción de mi padre, pero al igual que no esperaba ese beso en la boca, me sorprendió al acercarse a mí, darme un tremendo abrazo y emocionado me dijo:
-Mi cielo, esto es de locos, pero no puedo aguantar más. He intentado persuadirte de ese deseo porque me parece inmoral el tener sexo entre un padre y su hija, pero como veo que a ti no te importa y consientes tenerlo, no tengo por qué negarte esa petición, hay actos más inmorales en esta sociedad. Y ahora quiero que sepas la verdad de lo que yo siento: hace ya un tiempo que te veo como dices, una mujer atractiva y bella, pero también te veía como una mujer deseable y eso me hacía sentir el ser una persona despreciable, no podía ser que deseara a mi propia hija. Me valía en esos viajes que hago por el trabajo para buscar alguna mujer con la que descargar ese ardor que tú me causabas, pero no servía de mucho ya que al verte de nuevo seguía con la misma excitación. Ya está todo dicho y por fin me siento aliviado.
Su explicación parecía una copia de lo que me pasaba a mí, salvo que yo en lugar de desahogarme con otro hombre me aliviaba conmigo misma. No pude por menos que abalanzarme hacia mi padre, y darle un beso en plena boca. Era el comienzo para que llegara a cumplirse y ser concedido ese premio tan deseado.
Me sentí como si me izara a la gloria cuando mi padre me cogió en brazos, me agarré a su cuello y mientras caminaba mi boca no dejaba de besar toda su cara. Era apoteósico saber cual era nuestro destino: su habitación. Con suavidad fui tendida en la cama y con la misma ternura fue desprendiendo la vestimenta de mi cuerpo hasta que los ojos de mi padre contemplaron todo mi ser por completo desnudo. Su mirada fue repasando cada zona de mi cuerpo para después decirme:
-Alucinante. Desde que eras pequeña no he vuelto a verte por completo desnuda y es apoteósico poder contemplar toda tu hermosura. Eres bella por cualquier parte que te mire.
Sonreí ante sus palabras y le invité a que él también se desprendiera de su ropa y no tardé en ver su desnudez. Nunca le había visto por completo desnudo y no me defraudó. Un cuerpo atractivo y no digamos su majestuoso pene, si no estaba por completo erecto poco le faltaba. Pronto todo su cuerpo lo tuve a mi lado y no tardó en ofrecerme su boca para que nuestros labios se unieran en un interminable beso y nuestras lenguas se enzarzaran entre ellas. Eso fue el preludio.
Estaba claro que llegar a perder mi virginidad era mi deseo, pero no había prisa, todo mi cuerpo se estremecía ante las caricias que recibía de los labios y las manos de ese hombre que tenía ante mí. Mi cara, mi cuello, mis pechos, mi vientre… Era una delicia sentir sus besos por todo mi cuerpo, hasta que su boca se posó en mis labios vaginales y su lengua los lamía. Era más apoteósico de lo que imaginaba, mi vagina se iba humedeciendo y eso dio lugar para que mi padre, más bien esa divinidad de hombre manifestase:
-Mi vida, ¿estás preparada para perder tu virginidad?
Qué le iba a contestar, me encontraba ansiosa de sentir sobre mí su majestuoso pene y ser penetrada por él.
-Sí, mi amor, quiero ser por completo tuya.
No tardé en notar sobre mi vagina el glande es ese pene por completo erecto. Creía que iba a sentir un pequeño dolor cuando comenzase a ser penetrada, pero no. Ese soberbio pene se adentró con suavidad por todo mi conducto vaginal. No cabía duda que toda la humedad que había en él facilitaba la penetración. Me sentía, aparte de satisfecha por lograr mi deseo, llena de gozo y placer. Mi sueño distaba mucho de esa realidad que estaba viviendo. Cada desplazamiento de ese miembro viril a lo largo de mi vagina me producía tal goce que de mi boca no dejaba de desprender unos gemidos estridentes. Y llegó ese momento culminante en el que mi cuerpo se estremeció por completo y mi garganta desprendió un grito sublime. No se oyó solo ese grito en la habitación, enseguida fue acompañado por un chillido emitido por la boca de ese hombre que había descargado todo su semen en lo más profundo de mi satisfecha vagina.
Mi deseo estaba cumplido; había perdido mi virginidad y nunca hubiera imaginado encontrarme tan dichosa. El goce y placer que había sentido superaban con creces todas mis fantasías.
Nos habíamos quedado los dos tendidos en la cama completamente extenuados, pero no le faltaron fuerzas a mi padre, aunque más bien se había convertido en mi amado y deseado hombre, para acercar su cara a la mía y tras darme un efusivo beso, me dijo:
-Mi cielo, esto ha sido para mí algo maravilloso y me gustaría saber si he sido capaz de cumplir bien a tu deseo y si te encuentras satisfecha de haber perdido tu virginidad. No me perdonaría si me dijeras que te he decepcionado.
Me eche a reír e inmediatamente me volqué a él para abrazarle y llenarle la cara de besos. No podía haber encontrado mejor hombre para que me follara por primera vez y satisficiera mi deseo, pero claro, no podía quedarse en poseerme una sola vez. Necesitaba reafirmar la perdida de mi virginidad y no tarde en alterar de nuevo ese miembro viril para sentir como se erguía y poner a su disposición mi acalorada vagina. Su penetración fue inmediata y suavemente fue desplazándose hasta casi alcanzar mi cuello uterino. Era prodigioso sentir de nuevo las caricias de ese pene por las paredes de mi vagina. Además, hasta descargar dentro de mí todo su líquido seminal, fue más duradero el frotamiento entre nuestros sexos y el disfrute fue mayor.
Apoteósico es decir poco, nuestros cuerpos se estremecían y de nuestras bocas salían jadeos, resoplidos y toda clase de sonidos. Me encontraba completamente excitada y varios orgasmos se produjeron en mi cuerpo hasta que el cuerpo de mi divino hombre cayó rendido sobre mí tras vaciar esa descarga de esperma en mi fondo vaginal.
Completamente exhaustos, nos quedamos tendidos sobre la cama unidos en un abrazo hasta que nos quedamos dormidos. Cuando desperté ya no se encontraba mi padre en la cama ni en ningún lugar de la casa, se había marchado a cumplir con sus obligaciones de trabajo; supuse que me habría visto profundamente dormida y no quiso despertarme. La verdad era que hacía muchos días que no dormía tan placidamente y tantas horas. Me encontraba por completo exuberante de alegría, no tenía por qué darle mas vueltas a mi pensamiento, se había hecho realidad mi gran deseo y también había acabado con éxito mis estudios.
Un folio ampliamente escrito encontré encima de la mesa de la cocina cuando me dispuse a desayunar. Estaba escrito por mi padre y en él decía: «Hola mi cielo, estabas tan placidamente durmiendo que no he querido despertarte, un beso te he dado antes de marcharme y ni siquiera te has inmutado. Me he imaginado que te iría bien descansar, la noche ha sido agitada y además te servirá ese descanso para liberarte del agotamiento del estudio. Espero no haberte defraudado en ese deseo de perder tu virginidad conmigo, aunque no sé si he obrado bien. No dejo de pensar que soy tu progenitor y aunque nos queramos mucho nuestra relación debiera quedarse ahí, seguir queriéndonos mucho, pero solo como padre e hija. Debemos los dos aceptar esta decisión, aunque he de confesar que si he sabido cumplir bien tú deseo y estás satisfecha de haberlo logrado, no puedes imaginar lo que ha supuesto para mí el llegar a poseerte. Me he sentido un hombre privilegiado al poder gozar del cuerpo de una mujer tan bella. Y sí, te puedo decir que solo te veía como hombre, el cual tenía ante él una atrayente y escultural mujer. Pero como te digo, no dejo de pensar que soy tu padre y mejor que esto quede entre nosotros como algo maravilloso, aunque no lo debemos repetir. Bueno, cariño, me tengo que ir y estaré sobre unos diez días fuera, pero cuando regrese nos iremos a un buen restaurante para celebrar tu ganada licenciatura y además, ves pensando en el regalo que te mereces y serás complacida. Espero que sea de otro tipo. Muchos besos hija mía, eres una mujer extraordinaria»
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Para no ser tan extenso mi relato he optado por finalizarlo en una segunda parte.