El hombre maduro del supermercado
Una historia real con un hombre en un supermercado
En primer lugar, agradezco vuestros comentarios e intentaré seguir explicando mis vivencias a partir de las historias que me han ido sucediendo a lo largo de mi vida.
Esto me sucedió en una temporada de mi vida que me enviaron a trabajar a un proyecto en Girona. Para los que no lo conozcáis, es una gran ciudad de unos 90mil habitantes, con mucha historia, una gran gastronomía, paisajes increibles y lo suficientemente alejada de Barcelona para estar fuera del turismo de masas. Por su tamaño, puedes ir caminando a todos los lugares, la gente es muy agradable pero algo cerrada y, cuando yo estuve, todavía era difícil encontrar el tipo de hombres que a mí me gusta... ni siquiera en las aplicaciones aparecían muchos perfiles locales... por suerte podía volver a Barcelona algún fin de semana si necesitaba desfogarme...
Para los que no me conozcáis, soy un chico normal, en aquel momento tenía 32 años, deportista, tímido, agradable,... y procuro aparentar normalidad en la mayoría de ámbitos de mi vida. Además de eso, siento atracción por los hombres maduros, masculinos y aparentemente normales.
Durante esa época, al estar desplazado, no tenía un círculo social muy grande más allá de compañeros de trabajo (los cuales procuraba mantenerlos al margen de mi vida privada). Así pues, fue una época que me volqué con el deporte, nadaba por las mañanas antes del trabajo e intentaba correr o ir con la bici por las tardes. El gimnasio no tenía nada que ver con mis experiencias de Barcelona... pocos hombres y aún menos por la labor (aunque las duchas eran más morbosas). Tenía unas rutinas muy marcadas que giraban alrededor del deporte, es por ello que iba a comprar únicamente los lunes al supermercado para tener la comida de toda la semana. En esto soy muy práctico y siempre suelo ir a una gran cadena de supermercados y comprarlo todo a la vez. Aunque no tenía mucha esperanza de encontrar hombres, siempre estaba atento y observaba discretamente aquellos que se ajustaban a mi perfil. La mayoría de veces, ni se enteran, otras hacen un gesto de desprecio, y en muy pocas ocasiones te mantienen la mirada para seguir el juego.
Cuando ya te conoces el supermercado y sabes más o menos el tipo de productos que adquieres, la tarea se vuelve rutinaria y cada vez más rápida, consiguiendo la máxima optimización del recorrido dentro del supermercado. Un lunes de esos en los que iba con el piloto automático dentro del supermercado, observé un hombre que me parecía atractivo. Debía tener poco más de 50 años, moreno, un poco bajito, con algo de barriga, se le veía algo de pelo por el canalillo de la camisa, guapo de cara, bien afeitado, masculino, arreglado. La primera vez que le observé (podríamos decir que le pasé escáner), fue de esas que ni se enteró. Volvimos a coincidir de frente en otro pasillo y yo le volví a observar, donde mantuvimos la mirada pero seguimos cada uno a nuestro camino. En el tercer pasillo, ya tuvimos un juego interesante de miradas. Yo finalicé mi ruta y él ya estaba situado en la cola de cajeros. Me puse detrás. No nos dijimos nada, pero tuvimos varios cruces de miradas. Él salió antes que yo, pero hizo lo posible para que viera en qué coche entraba. Estaba cerca del mío, así que dejé mi compra en el maletero de mi coche y me acerqué al suyo. Hice el gesto de decirle algo por el cristal, pero él, sin mediar palabra todavía, me invitó a subir a su coche. Mi corazón estaba a cien, era muy atractivo y quería pasar un rato agradable con él, pero por otro lado, no lo conocía de nada y este tipo de situaciones siempre me han dado mucho miedo. Además, por mi educación y entorno tan tradicional y conservador, en situaciones de este tipo tengo la sensación de estar haciendo algo mal. En ese momento estaba muy caliente y me armé de valor para subir al coche. Era un coche elegante. Lo único que me dijo era que no tuviera miedo, que me llevaba a un lugar donde podíamos estar más tranquilos. En menos de 10 minutos estuvimos en un polígono medio abandonado, donde aparcó en una zona muy tranquila. Se giró hacia mí, se abalanzó y me besó. Yo no me podía aguantar, también lo besé y le empecé a meter mano por todo el cuerpo. Por muy elegante que sea un vehículo, es muy incómodo para cualquier encuentro sexual... pero creo que todos lo hemos sobrellevado de la mejor manera para dejarnos llevar por nuestras pasiones más ocultas. Nos estuvimos morrenado, desnudando, tocando, chupando por todo el cuerpo... nos bajamos los pantalones y dejamos que nuestros sexos salieran disparados. El suyo era más pequeño que el mío, pero estaba duro como una piedra y envuelto de una mata de pelo bien cuidada. Allí ya seguimos disfrutando del placer por todo el cuerpo con fogosidad y desacomplejadamente. Los dos nos corrimos a la vez. Fue muy rápido. Ahí ya intercambiamos nuestros nombres (por lo menos yo le di el mío de verdad) y charlamos un poco mientras se nos bajaba la calentura. Él me volvió al parquing del supermercado y se fue. Me dejó un mail para contactar con él si otro día quería repetir... el móvil era demasiado pedir...
Y así acabó este encuentro... fugaz... discreto... y pasional! Posteriormente repetí alguna otra vez con él en mi piso con más calma, pero debo confesar que ninguna de las otras veces fue como la primera.
PD: gracias por leerme, agradezco comentarios y sugerencias porque estoy empezando en esto. Tengo muchas historias por contar, con mis morbos, historias y mis fantasías por los hombres maduros. Espero que os gusten