El hombre del parque (y 2)

...continúo siendo usada por ese hombre...

EL HOMBRE DEL PARQUE (y 2)

la sentí entrar violentamente y grité mientras intentaba mantenerme erguida, pero su segunda embestida hizo que me incrustara en Alberto, las dos pollas que me invadían llegaron lo más profundo de mis entrañas

  • ¡¡¡SIIIIIIIIIIIIIIIII!!! – aullé mientras sentía como empezaban a moverse dentro de mí.

Mi grito fue como la señal de salida, sus miembros comenzaron su carrera para abatir mi cuerpo. Ramalazos de placer recorrían mi cuerpo mientras sus pollas entraban y salían de mis dos orificios, parecía que no era la primera vez que lo hacían juntos porque se entendían a la perfección y a pesar de la violencia con que me penetraban ni una sola vez se salieron de mí. Mi cuerpo se movía al ritmo que ellos imponían mientras que un fuego interior me consumía, me estaban colmando de placer. Acerqué mi boca a la de Alberto, y le dije con pasión

  • Cométela… es tuya

Me mordió los labios y abrí la boca para él, pronto nuestras lenguas luchaban y recorrían cada rincón de la boca del otro, creo que era el primer amante al que yo le pedía que me besara, normalmente eran ellos los que, cuando me tenían vencida, tomaban mi boca. Su lengua y los dos miembros que me llenaban, me estaban llevando al éxtasis, ya hacía rato que mi cuerpo convulso pedía a gritos la culminación, mi vientre temblaba y mis jadeos y gritos retumbaban por toda la estancia

  • Yaaaa…por favor… inundadme con vuestro semen

Sentí como el amigo de Alberto aumentaba la velocidad de su penetración mientras oía su cada vez más agitada respiración. Levanté mis caderas y esperé su descarga que llegó pronto, sentí el caliente líquido que me llenaba y me vacíe de nuevo mientras me volvía a desplomar sobre el pecho de Alberto, Después de mi nuevo orgasmo y tras sentir como la polla que tenía en el culo se salía de él, me volví a dedicar en cuerpo y alma a mi hombre del parque, él continuaba machacando mi sexo con un ritmo incansable, volví a besarle con pasión

  • Sigue… acaba conmigo…soy tuya… haz de mí lo quieras… - musité a su oído.

Estaba muy caliente, sus embestidas y sus manos que sobaban todo mi cuerpo, me mantenían en un estado de excitación total, estaba al borde de la extenuación pero no quería que esa sensación cesara nunca, estaba completamente sometida a ese hombre que tanto placer me estaba dando…mi cuerpo ardía

Haciendo un pequeño esfuerzo, me tomó por la cintura y me hizo girar, ahora era yo la que estaba debajo de él, colocó mis piernas sobre sus hombros y mirándome con lujuria me preguntó

  • ¿Que más quieres putita? -

  • Que me sigas follando y no pares hasta que me llenes con tu semilla…destrózame y no pares aunque yo te lo pida… - le contesté mientras que sentía como mi coño se licuaba por enésima vez.

Los ataques de su polla se iban haciendo cada vez más intensos, yo no tenía fuerzas para intentar follar con él, estaba siendo follada y esa sensación de abandono total ante el macho me encantaba… le pertenecía, era suya y quería que poseyera hasta el último rincón de mi cuerpo, estaba exhausta pero feliz, emitía suspiros de placer mientras que Alberto se apoderaba cada vez más de mi… cuando noté que se iba a correr quise levantar mis caderas para salir a su encuentro, pero no pude, terminó de follarme totalmente sometida y cuando su semen invadió mi vientre una sacudida hizo temblar todo mi ser…grité mientras me hundía en un orgasmo increíble…se derrumbó sobre mí y perdí la consciencia. Cuando me recuperé vi que seguía tendida en el sucio colchón, Alberto estaba a mi lado y tenía una de sus manos encima de mi coño, nuestros cuerpos brillaban por el sudor y mi vientre aún sufría pequeñas sacudidas, ese hombre me había dado lo que quería. Me abracé a él agradecida y busqué su boca, la encontré caliente, nuestras lenguas se encontraron y lucharon buscando cada uno lo más recóndito del otro, sus dedos acariciaron suavemente mis labios vaginales, noté como se abrían

  • ¡Dios mío! – pensé - ¿Aún no tengo bastante?

Sus dedos subieron al clítoris y un gemido salió de mis labios, sentía su ardiente lengua en mi boca y mi calentura subía

  • Nooo, por favor… - le pedí.

Bajó su boca a mi pecho y comenzó a lamerlos y besarlos, mis gemidos se hicieron más audibles. Mientras, su mano ya recorría mi sexo a su antojo, mis caderas se movían sin control y oía el sonido de su semen y mis jugos que, bajo las caricias de sus dedos, se mezclaban aún más en mi vagina,. De nuevo sentí el calor en mi cuerpo, era como si tuviera fiebre, me sentía arder y él sabía como alimentar el fuego… ya de mi boca no solo salían gemidos, también palabras que brotaban incontenibles rogándole que me usara aún más

  • Si… si… siiii… no pares…quiero más…soy tuya…dámelo todo

El hombre del parque no hablaba solo actuaba, mi cuerpo vibraba y se retorcía de placer bajo sus manos y boca, le miraba y no lo veía, estaba totalmente ida… me quemaba y quería que eso no acabara nunca. De repente se quedó quieto

  • No, no pares… – musité con un hilo de voz.

  • Nos vamos – oí su voz como en un sueño.

Se levantó y tendiéndome la mano hizo que me pusiera de pié, me tuvo que sostener porque me caía, me abracé a él. Tomó mi vestido y me lo puso, yo me dejaba hacer, estaba totalmente desorientada y me aferraba a Alberto como un naufrago a una tabla. Me había pasado un brazo por el hombro y yo le abracé por la cintura con las dos manos poniéndole la cabeza en su pecho, cuando salimos del edificio estaba poniéndose el sol, no sabía cuanto tiempo habíamos pasado allí. Vi a una pareja de chavales que venían hacia nosotros e hicieron un comentario obsceno sobre mí, entonces observé que iba prácticamente desnuda me intenté cubrir, pero Alberto metió su mano en mis escote y me sobó las tetas, cerré los ojos y busqué su boca, los chicos se quedaron helados. Alberto se paró y me comió la boca sin dejar de acariciarme los pechos, yo jadeaba totalmente entregada… mi coño comenzó a licuarse de nuevo, me estaban magreando delante de los dos chavales que, mudos, nos contemplaban… me gustaba

Nuevamente Alberto reemprendió la marcha, yo seguía agarrada a él y me dejaba conducir, no sabía hacia donde íbamos ni me importaba, me podía llevar a cualquier sitio que le seguiría. En ese momento me sentía como una adolescente enamorada, mi corazón saltaba, mi cuerpo ardía, miraba con arrobo a mi hombre… no me importaba nada, estábamos en la calle y no pensaba que podía verme algún conocido… o podía detenernos la policía por escándalo público porque Alberto me sobaba por todos lados, hasta mi coño recibía sus toques mientras yo me dejaba hacer.

Me llevó a un hostal que parecía lo que en realidad era, una especie de picadero para parejitas, el hombre que nos atendió me miró descaradamente lo que no me extrañó porque mi aspecto debía ser para llamar la atención, pero no me inmuté, seguía abrazada a él y esperando el momento de llegar a la habitación para me tirara encima de la cama y me follara hasta que se cansara. Recogió la llave y subimos en un viejo ascensor, inmediatamente me levantó el vestido y me metió dos dedos en el coño, di un pequeño grito pero la verdad es que entraron sin resistencia, yo estaba más que lubrificada. Me abrió por completo el vestido, estaba prácticamente desnuda y seguía sin importarme me apreté aún mas contra él mientras sentía su mano jugar con mi ardiente sexo, el ascensor paró e intenté cerrar el vestido, no me dejó, me tomó de la cintura y me condujo a la puerta de la habitación, ahora eran mis pechos los que acariciaba y pellizcaba casi con violencia, no podía contener ni mis gemidos ni el río que bajaba por mis piernas. Por fortuna no nos encontramos a nadie pero de haberlo hecho, tampoco me hubiese importado mucho. Entramos y suspiré, necesitaba su polla dentro de mí, pero, al parecer, Alberto tenía otras intenciones, me apoyó contra la puerta y me besó, terminó de quitarme el vestido al tiempo que su lengua se paseaba por mi boca, otra vez estaba desnuda y a su disposición. Comenzó a besarme y morderme los pechos mientras sus manos me recorrían de arriba abajo

  • Follame – le supliqué.

  • Todo a su tiempo – repuso.

  • Te quiero dentro de mí ahora – le insistí.

Se separó un poco de mí y se desnudó, miré sin disimulo su polla, estaba erecta y brillante por sus jugos, la tomé en mis manos y sopesé sus hinchados testículos, exhalé un suspiro…deseaba que me tomara ya

Alberto se arrodilló entre mis piernas y con dos dedos me abrió los labios vaginales, abrí las piernas para facilitarle un acceso completo a mi intimidad y, enseguida, su boca se apoderaba de ella. Me quedé pegada a la puerta mientras él me llevaba al paraíso, casi lloraba de placer mientras sentía como ingles, clítoris, labios, vagina…eran recorridas una y mil veces por su incansable lengua; mi vientre convulsionaba mientras escupía sin cesar ríos de flujo que el recogía con su boca. Mi resistencia estaba llegando al límite, sentía como mis piernas temblaban y se negaban a sostenerme

  • Tómame por favor… no resisto más…hazme lo que quieras…pero fóllame ya

El no parecía escucharme, pero cuando vio que realmente me desplomaba, levantó rápidamente y me metiendo un hombro por mi cintura me levantó como un fardo, noté como caminaba conmigo unos pasos y me arrojaba encima de la cama, estaba exhausta y permanecí en la postura en que caí. Sentí como tiraba de mis piernas hasta dejarlas colgando de la cama y las abría completamente, me estremecí esperando su penetración pero, para mi sorpresa, fueron dos o tres dedos los que invadieron mi vagina. Esperé su próximo movimiento… y pronto llegó, aquellos, como si fueran una cucharilla comenzaban a atacar la pared superior de mojada cueva y muy cerca de la entrada, sentía como las yemas de sus dedos machacaban sin piedad esa zona, en segundos una sensación desconocida me atravesaba, soy una mujer multiorgásmica y me he corrido muchas veces, pero aquello fue otra cosa, oleadas y oleadas de flujo salían de mi inconteniblemente, grité como si me estuviesen golpeando mientras mi vientre se levantaba violentamente

  • ¡¡¡Yaaaa… yaaa…bastaaaa...!!! – sollozaba

Mis piernas intentaban cerrarse pero esos dedos se lo impedían, ya era mi cuerpo entero el que se convulsionaba mientras mis jugos no cesaban de manar

  • ¡¡¡ No puedo maaasss!!! Me estás matando

Aun continúo durante no se cuanto tiempo, supongo que no mucho, pero cuando retiró sus dedos, mi caliente liquido ya no salía y mi cuerpo no se convulsionaba, estaba totalmente inmóvil, solo mi pecho se movía al ritmo de mis sollozos

Cuando se retiró de mí no me moví, no reaccionaba a la experiencia que acababa de vivir, nunca antes había sentido lo que lo que aquella tarde, no era mejor ni peor que otras veces, era simplemente diferente… pero mi cuerpo había estallado

Abrí los ojos y vi como el hombre del parque, de pié, me observaba. Me incorporé y me senté en la cama, hasta entonces no me di cuenta de lo que había pasado, el borde inferior de la cama estaba mojado, al igual que el suelo y el pecho de mi amante no brillaba de sudor, sino por mis jugos.

Alberto de tendió en la cama y yo también lo hice, apretándome contra él

  • ¿Qué tal? – preguntó - ¿Te he decepcionado?

Le besé en el pecho mientras bajaba la mano y le apretaba la polla

  • Ha sido increíble – le contesté –

  • ¿Todo? – inquirió.

Sabía a que se refería y le contesté sinceramente:

  • Absolutamente todo…incluido tu amigo… -repuse.

Su polla ardía y continué manipulándola, ahora estábamos solos y quería devolverle lo que él me había dado solo unos momentos antes. Recordé las palabras de mi hermana - "perro ladrador poco mordedor" – y sonreí, el perro me había convertido en su perra y como tal quería que me follara. Me bajé a su entrepierna y me metí la polla en la boca, mordí levemente su glande y se quejó, mi lengua bajó a sus testículos y los chupó a conciencia, oía como su respiración se hacía más agitada y eso me hacía emplearme más a fondo. Su miembro temblaba en mi mano y su pubis se levantaba espasmódicamente, mi lengua recorrió el camino entre sus huevos y el ano, dio un respingo cuando mi lengua comenzó a lamer su orificio

  • ¡¡¡Siiiiii!!! – exclamó.

Uno de mis dedos de la mano libre comenzó a acompañar a mi boca, arañaba sus muslos y, de vez en cuando, introducía el dedo. Alberto bufaba como un toro, estuve como cinco minutos jugando con esa zona y ya su cuerpo se retorcía sin control, mi mano notaba como su polla latía intensamente, le puse al borde del orgasmo y entonces me arrodille en la cama de espaldas a él

  • Follame como a una perra… - le dije –

Sentí el calor de su cuerpo cuando se aproximaba y, de pronto, sentí como me penetraba con su ardiente barra, en segundos me batía el coño con todas sus fuerzas, yo le animaba

  • ¡¡Más… más fuerte… más dentro…quiero sentirte en lo más profundo de mi…!!!

Me estaba follando con todas sus fuerzas y yo me sentía como una verdadera perra...

  • Más…más…más… - le repetía sin cesar.

Mi flujo bajaba por mis muslos y veía mis tetas moverse al ritmo que Alberto imprimía, mis palabras se iban transformando en jadeos y mis brazos que me sostenían de rodillas, comenzaban a fallar ante las acometidas de mi amante. Pronto mi pecho se hundió en la cama mientras mi culo se mantenía en alto gozando de la polla que me estaba llevando a un nuevo orgasmo. Mi vientre estaba a punto de entrar en erupción y mis gemidos debían escucharse en todo el hotel

  • Así… así…así… – repetía una y otra vez.

  • ¿Quieres que te preñe puta? – preguntó.

  • Siiii –respondí – quiero lo que tú quieras, follame… préñame…pero no pares

Dos o tres embestidas más profundas me avisaron de que el momento se acercaba

  • Ahora perra… ahora… córrete conmigo… -le oí decir –

Mi vientre estalló en el momento que sentí su caliente semen en el fondo de mi cueva

  • ¡¡¡¡Aaaaaaahhhhhh!!!! - grité mientras mi cuerpo volvía a vibrar bajo el cuerpo de un hombre.

Me derrumbé con él encima, sentía como nuestros jugos mezclados rebosaban de mi coño y los latidos de su miembro en mi interior me hacían estremecer de nuevo. Se salió de mí y me hizo dar la vuelta y tenderme a su lado, guardó silencio durante unos minutos y luego me preguntó

  • ¿Eres así con todos? –

  • Con todos los que son capaces de arrastrarme a estas situaciones – respondí.

  • Desde la primera vez que te ví, lo supe –dijo.

  • ¿Supiste qué? – pregunté.

  • Que eras muy caliente y que te llevaría a la cama – contestó.

  • Yo también supe que me follarías – le dije.

Me abracé a él y le besé en la boca

  • Me has vuelto loca… de verdad. Sabes que tengo familia y que voy a volver con ella, pero hoy estoy enamorada de ti… te quiero, me has hecho gozar y he disfrutado como pocas veces… me has hecho sentir como una adolescente y, al mismo tiempo, me has dado lo que necesita una mujer. Te repito, te quiero.

Me puso tendida encima de él y puso sus manos en mis nalgas, sentía su ahora blanda polla en mi vientre y sus dedos jugando alrededor de mi ano. Una sensación de lasitud me recorrió mientras me manoseaba y abriendo mi boca busqué la suya, permanecimos largo tiempo besándonos. Después de la intensa sesión de sexo que habíamos tenido, nos relajamos acariciándonos como dos novios.

Miré mi reloj por primera vez desde que salí de casa y me sobresalté, eran las diez de la noche, busqué pero no había teléfono en la habitación. Me puse el vestido por encima le dije que iba a hacer una llamada, bajé a recepción y pregunté si había teléfono público al señor que atendía, era el mismo que nos recibió, me señaló uno sobre una mesa me dirigí a él sintiendo su mirada en el culo.

  • Espera – me tuteó – te doy línea.

Me senté en una silla y marqué, enseguida mi hermana atendió la llamada

  • Me tenías preocupada, ¿Dónde estás? – preguntó.

Le mentí:

  • He estado en el cine y ahora nos vamos a tomar una copa, ¿te importa quedarte?

  • ¿Mucho tiempo? –

  • Espero que no – contesté.

Aceptó pero creo que no se trago la mentira. Cuando colgué miré hacia el recepcionista, las tenía fijas en mis pierna, me di cuenta que las tenía un poco abiertas y, supuse, que le había dado un pequeño espectáculo. Enrojecí y cuando me acerqué para preguntarle que le debía me miró con ojos de deseo, me hizo apartar la mirada

  • Nada si me dejas tocarte un poco – contestó.

Sentí que me ahogaba

  • Creo que se está equivocando… - comencé a decirle –

  • ¿Si? – preguntó con sorna - ¿Es tu marido el que te está follando, preciosa? Debe hacerlo bien… lo digo por tus gritos. ¿Le has regalado tus bragas?

Mi boca estaba seca y mi corazón latía con fuerza, no sabía que hacer y cuando se me acercó y metió la mano entre mis piernas, me quedé paralizada, me sobó el coño y me metió dos dedos en él y los sacó manchados de semen y flujo..

-¡¡Guarra, chupalos!! – gritó mientras me los metía en la boca.

Los abrí mecánicamente y los lamí…Sonrió y me tocó las tetas por encima del vestido... me estremecí pero reaccioné y corrí hacia el ascensor, entré y pulsé rápidamente el número de la planta en la que estaba. Intenté tranquilizarme para que Alberto no notara nada y no hubiera problemas, no sabia como había dejado que ese tipo me tocara, pero tuve que reconocer que su contacto me había producido una punzada en el vientre

Llamé y me abrió la puerta, estaba desnudo y me abracé a él.

  • ¿Por qué has tardado tanto? – preguntó.

  • Hablaba con mi hermana – repuse.

Me tomó de los pechos y me arrastró a la cama, me tendí y le ofrecí mi cuerpo, me lamió desde la cabeza a los pies, su lengua recorría cada rincón de mi cuerpo, que poco a poco se iba rindiendo a su ataque. En pocos minutos volvía ser la jovencita enamorada que se rendía ante la experiencia de su amante maduro, de nuevo había hecho arder mi cuerpo, otra vez la fiebre me invadía, estaba caliente como una perra – así me sentía con este hombre – y me retorcía de placer entre las manos y la boca de ese hombre. Me mantuvo más de media hora en tensión y me hizo vibrar, rogar, suplicar…pero no me llevó al orgasmo. Repentinamente me dijo nos vamos se vistió rápidamente y me dijo que me pusiera el vestido, me sentí decepcionada, esperaba que me hubiera usado toda la noche y no entendía su reacción

  • ¿Qué pasa? – le pregunté.

  • Nada, vístete y nos vamos – repuso

  • Tengo que ducharme… y tú también – le dije.

  • Ya tendrás tiempo cuando llegues a casa, ahora tenemos cosas que hacer –

Nuevamente se acercó y me puso el vestido y dejó sin abotonar la misma zona que por la mañana, mientras lo hacía volvió a acariciar mi cuerpo… el calor regresó. Bajamos y no quise mirar al tipo de recepción, cuando estaba en la puerta volví la cara… él me miraba sonriente.

A pesar de ser tarde, había alguna gente por la calle, Alberto ya tenía su mano dentro de mi escote y me estrujaba las tetas, también bajaba una de sus manos y me apretaba el coño o recorría mi hendidura con uno de sus dedos. Mi calentura crecía si es que ello era posible. Me condujo a la parada del autobús que iba a mi barrio, pensaba que me llevaba a casa. Mientras esperábamos no cesó de acariciarme y besarme, al igual que por la tarde, mi descontrol era completo, me manejaba a su antojo y yo le seguía, ni el hecho de ir en una línea en la que podía verme algún vecino, me hacía reaccionar. Cuando llegó el autobús subimos y me condujo al final del mismo, por fortuna solo iban tres o cuatro personas y me sentó alejado de ellos, me abrió el vestido y sus manos se perdieron en mis pechos y mi coño, mi cuerpo hervía y mi único anhelo era sentirlo dentro de mí

  • No puedo más, no quiero que me dejes así – le dije –

No contestó y continuó sobándome el cuerpo. De pronto me tomó de la mano y me levantó, solo abrochó dos botones en la cintura, tenía los pechos fuera y mi pubis a la vista. Apretó el botón de parada y cuando se detuvo el autobús me hizo bajar rápidamente, no miré a las pocas personas que quedaban en él, por lo que nunca sabré si alguno vio mi desnudez. Estábamos en la parada del parque y hacia él me arrastró, a esa hora estaba cerrado, pero el me condujo a un sitio por el que pudimos entrar… yo temblaba… quería follarme donde me conoció, en su terreno… y yo quería que lo hiciera. En cuanto entramos me quitó el vestido y en un pequeño prado me tendió en la hierba y me penetró, noté como me abría para él y lo abracé con mis piernas, lo sentí dentro, muy dentro y consiguió arrancarme dos o tres orgasmos, cuando noté que se iba a correr le dije

  • Quiero beber tu semen… dámelo… -

Se salió de mi y me acercó la polla a la boca, me la introduje con ansia, mi caliente boca y me lengua no le dieron tregua y en pocos segundos emitió un gemido y su semilla me inundó… tragué hasta la última gota y nos abrazamos con pasión.

Esa noche no terminó allí, paseamos desnudos y mi hombre del parque me volvió a tomar una vez más llenándome el vientre de semen, mientras me corría sintiendo como me lo inyectaba deseé, sinceramente, que me hubiera preñado. Me dejó en mi casa a las dos de la madrugada, me acompañó al ascensor y allí hice la última locura le masturbé rogando que no llegara ningún vecino trasnochador y logré arrancarle unas gotas de semen que restregué por mi cuerpo.

Nos despedimos con un profundo beso y subí a casa semidesnuda, sucia, rota y, sobre todo, satisfecha

FIN