El hombre de otra

Relato corto sobre infidelidad. Erótico, no pornográfico.

EL HOMBRE DE OTRA.

Al final, se trata de lo de siempre. Un hombre guapo. Ya ves qué cosa tan tonta, tan predecible: una mujer que queda paralizada por una mirada imposible. Ocurre en todas partes, todo el tiempo. Miles de tontas pierden el aliento por un hombre de ojos azules y pelo negro. Y algunas veces, (como esta en concreto) resultas ser tú.

Es una cuestión de estadística. De genética y proporciones. Mi deseo pesaba exactamente la suma de tu pelo y tus dientes, del tejido erectil que guardabas bajo los pantalones, apenas unos gramos. Sobraron para arrastrar mis cincuenta kilos.

Pero yo...

Tendría que haberte dicho que no. Que no era una de ésas. Haberte contado alguna estupidez sobre solidaridad femenina, la conocida tontería de que todas las mujeres somos amigas en potencia, incluida tu Corinne. El hecho de que seguramente fuera una zorra pretenciosa y gritona no la eximía en absoluto. No señor. Una no se lleva al catre a un tío con pareja, especialmente en esos delicados momentos en los que "se están dando un tiempo".

No se le aplauden los chistes ni se aceptan sus copas. No se ríe compulsivamente cada vez que te mira, que te toca, que te aparta el flequillo y palmea el hombro o la rodilla, tanteando antes de atacar. Y, desde luego, tampoco se le acaricia a él.

No se le besa, no se le lame el contorno de la boca, los lunares de la quijada ni el hueco del mentón: toda esa cantidad de saliva estaría en el sitio equivocado. En la propiedad de otra persona, terreno prohibido, vedado. Privado, en definitiva... con el gusto que da allanar parcelas y vidas, plantar la pica y enarbolar la bandera; ejercer de okupa sentimental o sexual.

La temeridad del acto, la impunidad del delito sólo son delicias añadidas, un cóctel de adrenalina (cuando no directamente Molotov). Nada sabe mejor que un pastel robado. Nadie folla tan bien como el marido de otra. O el ex-marido. O ex- ajuntado. Confieso no haber puesto mucho empeño en resolver esa cuestión. Ojos que no ven (oídos que no escuchan) conciencia que no tortura. El del amor es un mercado que funciona con información imperfecta, y es bueno que siga siendo así.

Que siempre sea posible decir "yo nunca quise..." o "yo no sabía...".

Dos medias mentiras ( por una propiedad multiplicativa ) acaban siendo una verdad.

...Pero, por supuesto, no lo hice. Me había dejado la decencia en casita, bien guardadita para no perderla

Y lo cierto es que habría llegado a quitarme mucho más, aunque no hubo tiempo material para eso. Tus besos me guiaban hábilmente hacia la salida. Tenías prisa y yo, miedo de que nos amaneciera. De que te volviera la conciencia con la primera luz del día: me ha pasado alguna que otra vez. Hombres que lloran al descubrir que son basura, con la consistencia moral del papel higiénico, y te culpan por seguir lo que ellos han empezado.

Gentuza inconsecuente, que no vale ni para ser un cabrón.

Pero no, tú no. Tenías algo demasiado sucio en la mirada como para ser un simple funcionario con ciertos problemas en casa. Estaba claro que no se trataba de un infiel primerizo o un buen chico borracho. Te encontrabas tan, tan tranquilo, con esos iris enormes y fríos muy fijos en mí, como la lámpara de un interrogatorio.

Tus ojos antiguos, de un millón de años.

Era de noche y el calor se nos escapaba por cada poro, a la salida de la sala de fiestas. Yo me pegaba a ti, y tu bufanda gris se balanceaba entre nosotros hasta que me la pusiste, como un nudo corredizo. Como un guiño de verdugo.

Como la correa de una perra, para poder tirar de mí.

Mi dulce e improbable Mr X, interesante como sólo puede serlo un error. Como sólo puede serlo un psicópata, de apetitos peculiares. Marginales. Extremos.

Criminales.

Fetichista de la sangre y las pistolas.

El mejor puto tirador de su promoción. Ojalá no hubiera sabido ya quién eras.

Ojalá no tuviera que verte también en el trabajo...

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Los comentarios serán bienvenidos y muy agradecidos.