El hombre de mi vida (2)
Tras varios días sin saber nada de Antonio y pensando que sólo ha sido un divertimento para él, Sabrina decide enrollarse con uno de sus compañeros de trabajo.
Capitulo 2
Durante los siguientes días no le vi, ni supe nada de él, por lo que pensé que sólo había sido un pasatiempo para él, un ligue de una noche y nada más. Así que cuando Roberto (un compañero de trabajo), por enésima vez, me invitó a salir con él acepté, a pesar de saber que su intención iba más allá de invitarme simplemente a cenar.
Roberto era rubio y con los ojos azules, alto y muy simpático. Pensé que podría hacerme olvidar a Antonio.
Así pues, el viernes por la noche a eso de las nueve Roberto vino a buscarme, yo me había puesto un vestido muy sexy, bastante estrecho y con un escote muy grande en la espalda que dejaba totalmente desnuda.
Guau, estás guapísima me dijo Roberto nada más verme tras abrirle la puerta.
Pasa le indiqué - ¿Quieres tomar algo?
Bueno, un gin-tonic.
Vale.
Me dirigí hacia la cocina para coger los vasos y las tónicas y los puse sobre una bandeja para sacarlos al comedor, allí los puse sobre la mesa y tras abrir el mueble- bar saqué la ginebra y llené los vasos hasta la mitad y entonces sentí unas manos acariciando mi espalda.
Estás muy sexy hoy dijo Roberto. Me están entrando ganas de follarte ahora mismo, sobre esa mesa añadió acariciando mi culo.
¿Y que te impide hacerlo? le desafié, pues estaba ansiosa por tener un sexo masculino entre las piernas.
No sé, quizás el rechazo observó él acariciándome los pechos por encima del vestido y apretándolos con suavidad.
Pues ya ves que de momento no lo hay le señalé yo.
Me besó en la nuca y añadió:
Es cierto.
Y así continuó besando mi espalda poco a poco, bajando por ella hasta llegar al final. Volvió a levantarte y cogiendo los tirantes del vestido me los bajó y muy despacio me quitó el vestido, haciéndolo descender por mis piernas hasta quitármelo, dejándome solo con las bragas y las medias. Traté de darme la vuelta para besar a Roberto, pero este me indicó:
No, no te gires.
Con sus manos acarició todo mi cuerpo y seguidamente me quitó las bragas, dejándolas caer al suelo mientras seguía besándome la nuca y el cuello y sus manos acariciaban mis pechos duros por la excitación. Siguió acariciándome y con sus manos descendió hasta mi sexo, buscó mi clítoris entre los pelos y lo acarició suavemente.
¡Uhm! gemí excitada al sentir aquella caricia.
Estas ardiendo musitó en mi oído, mientras sus dedos se introducían en mi vagina y mi cuerpo se convulsionaba de placer.
¡Ah, oh! volví a gemir empujando mis hombros hacía Roberto.
¡Oh, sí, disfruta zorra! exclamó.
¡Uf, oh! seguí yo gimiendo y convulsionándome de placer mientras el paseaba sus dedos de un lugar a otro.
Repentinamente, sentí la otra mano acariciando mis nalgas y luego un dedo intentando introducirse en mi ano.
¡No! protesté sin dejar de estremecerme de placer.
Tranquilla, te gustará trató de calmarme él, mientras introducía su dedo y lo movía un poco.
Luego lo sacó e inmediatamente sentí como restregaba su pene erecto por mis nalgas y como lo introducía entre estas sin llegar a hacerlo por mi ano.
¡Uhm, que delicioso! farfulló Inclínate sobre la mesa me ordenó.
Hice lo que me ordenaba inclinándome sobre la mesa. Roberto dirigió su erecto miembro hacía mi ano y de nuevo me quejé:
¡No, por favor, por ahí no!
No me digas eso, llevo mucho tiempo soñando con follarme este culito protestó él, dirigió su polla hacía mi sexo y la introdujo haremos una cosa, lubricaré mi polla con tus jugos y luego lo intentaremos ¿vale?.
¡Uh! Bueno pero con cuidado acepté.
Roberto empezó a moverse en un lento mete-saca que acompasadamente fue aumentando de ritmo. Poco a poco sus acometidas se hacían más firmes y fuertes, haciendo que mi cuerpo vibrara de placer.
¡Ah, ah! gemía yo mientras él empujaba cada vez con más fuerza - ¡oh, me corro! grité.
¡Si, si! ¡Córrete! musitó Roberto embistiéndome más rápidamente.
¡Oh, si, si, siiiiiii! bramé en pleno éxtasis.
Eso es preciosa
Cuando dejé de agitarme, Roberto sacó su falo de mi y lo dirigió a la entrada de mi ano, empujó levemente y sentí como su cabeza entraba produciéndome un gran dolor.
¡Ah, no, ay, no, no! protesté.
Tranquila dijo él se pasará.
Permaneció quieto unos segundos mientras yo soplaba por el dolor que sentía. Cuando estuve nuevamente calmada dio otro empujón introduciendo un poco más su sexo.
¡Ah, no, sácala! le supliqué al sentir un resquemor en mi ano - ¡Sácala!
No, tranquila, tranquila trato de calmarme abrazándome y besándome en la nuca. De nuevo se quedó quieto unos instante.
¡Uf! resoplé sintiendo un par de lágrimas resbalar por mis mejillas. Roberto acercó sus labios a mi mejilla y me besó.
No llores. Ya verás como te gusta dijo sensualmente- Un último empujón y estará toda dentro, cariño.
Se incorporó nuevamente y cogiéndome con fuerza por las caderas, dio un último envite, tras el cual sentí como su pene llenaba mi ano por completo y sus huevos chocaban contra mi vagina aún húmeda. Nuevamente se quedó inmóvil y tras un rato empezó a empujar introduciendo y sacando su sexo una y otra vez, primero despacio para que me acostumbrara a aquel sexo y luego aumentando el ritmo poco a poco. Así cuando hubo pasado aquel dolor, comencé a sentir el placer que me producía aquel sexo explorando aquel agujero. Al cabo de unos segundos volví a gemir de placer.
Te gusta ¿verdad? preguntó Roberto.
Si, sí le respondí yo.
Oh, que estrecho y maravilloso agujero exclamó él, sin dejar de penetrarme una y otra vez - ¡oh, oh, me voy a correeeer! gimió Roberto empujando con más fuerza .
Entonces sentí su líquido caliente llenando mi ano y también yo me corrí en ese momento.
¡Ah, ah, ah!
¡Oh, oh, aaaaahhhh! ¡Dios que maravilloso culo! dijo él sacando su sexo de mi y reincorporándose, yo también me reincorporé y girándome nos abrazamos.
¿Ves como te ha gustado? apuntó Roberto.
Si, ha sido excitante le respondí mirándole a los ojos.
¿Aún tienes ganas de ir a cenar? me preguntó.
Podríamos cenar aquí sugerí.
Vale.
Así que nos pusimos cómodos, pedimos una pizza para cenar y vimos una película, al terminar Roberto decidió irse.
¿De verdad no quieres quedarte? le pregunté antes de que marchara.
De verdad, tengo que preparar el temario de la semana y quiero levantarme pronto mañana se excusó.
Bueno, como quieras.
Le acompañé a la puerta y tras darnos un beso en la boca le pregunté con curiosidad:
¿Nos veremos mañana o pasado? Podríamos quedar.
No sé, ya te llamaré repuso él.
Vale. Aunque también puedes venir cuando quieras.
Bueno, ya veremos dijo él.
Cerré la puerta y decidí irme a dormir.