El hombre de los -hot pants-

No me gustan los gays pero este verano un contacto inesperado me hizo asumir una excepción... y prolongarla.

EL HOMBRE DE LOS "HOT PANTS"

Por cosas de la vida conduzco un taxi en horario nocturno, desde que me quedé en el paro con la friolera de 48 años cuando cerró la pequeña empresa de componentes en la que había trabajado casi veinte años. Tuve la suerte de que un amigo taxista me ofreció hacer el turno de noche y aquí estoy. El caso es que era mediados de agosto, y teníamos en Barcelona un calor húmedo y agobiante, a pesar de que eran apenas las ocho de la mañana. A esa hora ya pensaba en las ganas de hacer el relevo, pero ese día mi amigo me había pedido que siguiera hasta las once, porque tenía que hacer antes una gestión. Yo soy bastante grueso y sufro mucho el calor, estaba empapado en sudor cuando en la estación de tren subió al taxi un tipo llamativo, con una gran bolsa de viaje en color azul eléctrico.

Menudo cante el tío. Estaría más cerca de los cuarenta que de los treinta años, pero era delgado, con cintura muy marcada, vientre plano y muslos muy torneados. Iba vestido como un adolescente maricón en una fiesta, con unos "hot pants" vaqueros por debajo del ombligo y tan cortos que dejaban ver parte de sus cachetes, un camiseta rosa escotada y sin mangas también muy corta dejándole el vientre descubierto y unos tenis también de color rosa. Su cuerpo, brazos y piernas se veían muy bronceados y totalmente depilados, sin rastro de vello ni siquiera en las axilas. La melena rubia y ondulada se notaba enseguida que era un pelucón, porque sus cejas, aunque finas de línea, eran de moreno oscuro. Llevaba en el cuello una especie de gargantilla de cristales de colores, un brazalete en el brazo izquierdo, unas pulseras en la muñeca derecha y una "esclava" de perlitas blancas en el tobillo derecho.

El tipo me preguntó si le podía llevar a Sitges, un pueblo cercano a Barcelona y que tiene mucho "ambiente gay". Le dije que sí, abrí el maletero para que pusiera la bolsa de viaje y se sentó a mi lado, en el asiento delantero del taxi. Me di cuenta de que, al sentarse, los cortos "hot pants" le dejaban las nalgas desnudas sobre el asiento, y que los pechos, aunque de forma masculina, se marcaban bastante generosos en la ceñida camiseta rosa. Yo nunca había tenido relaciones sexuales con maricas, bueno, quitando un par de polvos a travestis en alguna noche de juerga, hasta soy un poco agrio y burro con ellos, pero noté cierto calorcillo en los huevos y pensé que realmente esta maricona tenía un buen revolcón. Sus muslos morenos y sin un pelo parecían estar pidiendo un buen macho que los abriera a lo bestia para follarle. Arranqué.

"Hola, me dijo, soy Jaime, Jimmy para los amigos. Vaya calor que hace." Por decir algo le pregunté de dónde venía, aunque por la hora ya suponía que acababa de llegar en el nocturno de Madrid. Me contó que estaba agotado, a pesar de haber viajado en coche cama. Le pregunté si había dormido mal. "¿Mal? No he dormido nada. Joder, era una cabina de cuatro literas y los otros tres eran unos marroquíes que vienen a trabajar a Barcelona y decidieron darse una buena fiesta. Se han puesto ciegos a follarme, no se ni la de polvos que me han echado". El tipo no se cortaba un pelo. Me contó que le habían follado por la boca y por el culo, que se lo habían hecho boca arriba abriéndole y levantándole las piernas y boca abajo, poniéndole a cuatro patas y con las nalgas en pompa, y que uno de ellos le había calentado bien las nalgas a correazos, que luego les tenía que limpiar bien las pollas a lametazos con la lengua y que otro le había estrujado los pechos (el decía las tetas) como si quisiera ordeñarle. A esas alturas, yo, a pesar de ser muy macho, notaba que mi miembro se había puesto duro con el expresivo relato del muy maricón.

Le dije que bueno, que él también lo había pasado bien, que por cómo iba vestido se veía que le gustaba hacer de hembra y que se le notaba más puta que las gallinas, como se dice. Se echó a reír y me contestó que sí, que era "muy puta" y que le gustaba que los machos le follasen, pero que había sido demasiado, sobre todo porque uno de ellos tenía un pollón enorme, largo y grueso, que le había hecho ver las estrellas y llorar de dolor cada vez que se lo clavaba. De pronto, su tono de voz cambió, se hizo insinuante y se estiró en el asiento, metiendo aún más el vientre y haciendo resaltar más los pechos en la camiseta. En la fina tela se marcaron los pezones, tiesos como pequeños garbanzos. "Te gustaría probarme ¿quieres que te de unos buenos lametones en el pene y los huevos y luego me follas todo lo que quieras?". Noté que mis huevos y mi polla se habían puesto a explotar. Estábamos ya saliendo de Barcelona hacia Casteldefells, a la altura de una zona industrial en la que, por las fechas, había algunas naves cerradas. Yo conocía alguna, con una zona junto a ella muy protegida y en la que se podía parar y echar un polvo a salvo de miradas ajenas, así que sin decir nada salí a la vía de servicio y me detuve en ese lugar.

Me bajé la cremallera y saqué mi polla, que estaba ya dura como un palo. El tal Jimmy se sonrió y con gestos sensuales y lentos se desabrochó los "hot pants" y los deslizó por sus piernas hasta dejarlos caer al suelo del taxi. Llevaba debajo una braguita tanga negra con muchas puntillas y caladitos. Me di cuenta de que su pene era muy pequeño, apenas seis o siete centímetros así, sin empalmar, pero no podría crecer mucho más. Se inclinó hacia mí y bajo la cabeza hasta mi polla tiesa, que empezó a acariciar con su lengua. Primero la punta, luego, mientras retiraba mi piel la lengua iba recorriendo el miembro, finalmente extrajo mis huevos del pantalón y los lamió con avidez. La verdad es que yo me estremecía de placer mientras la lengua de la maricona subía y bajaba ansiosa por mi polla y mis huevos. Con voz entrecortada le ordené que siguiera lamiendo y de pronto, sin poder contenerme, la sujeté la cara y hundí mi polla en su boca hasta el fondo, hasta su garganta. No se resistió, dentro de la boca su lengua seguía moviéndose ansiosa en torno a mi polla.

Yo estaba realmente a mil y pensé que podía correrme en cualquier momento, así que retiré mi polla y le hice erguirse en su asiento. La vista de los pezones tiesos marcándose en la camiseta me excitó aún más. Con brusquedad le hice sacarse la camiseta y le agarré los pechos con tanta fuerza, estrujándolos, que soltó un grito de dolor y le saltaron lágrimas a los ojos. Así desnudo, sin más que la braguita y los adornos, le hice salir del taxi y le hice apoyar el pecho en el capó. Se dio cuenta de que iba a follarle y separó las piernas y levantó las nalgas ofreciéndose. Recordé lo que me había contado de los correazos y me quité el cinto, le bajé la braguita a la mitad de los muslos y empecé a descargar correazos con todas mis fuerzas sobre sus nalgas desnudas. El maricón gemía de dolor, pero levantaba aún más las nalgas y las movía como una fulana de cabaret. Me excitaba ver ese trasero cruzado por las marcas de los azotes. Mi polla iba a explotar, así que dejé caer la correa y escupí saliva en el ano entreabierto, la extendí con los dedos que penetraron sin dificultad, primero dos, luego tres y finalmente cuatro. Le agarré fuerte las caderas, puse la punta de mi pene en el agujero entreabierto y se lo clavé entero de un solo empujón, hasta aplastar mis huevos contra sus nalgas.

Yo aguanto mucho follando hasta correrme, pero estaba tan excitado y me ponían tan a mil los gemidos femeninos del tipo que noté enseguida cómo mis huevos expulsaban su carga y los chorros de semen subían por mi pene y se proyectaban dentro del recto del maricón, cuyos esfínteres parecían literalmente ordeñarme. Solté un rugido de placer y me dejé caer sobre su espalda, sin sacar mi polla de su culo. Así estuvimos un par de minutos, jadeando los dos, hasta que, como siempre me sucede después de correrme, noté ganas de orinar, pero no saqué el pene y disfruté al notar que el chorro de orina penetraba caliente en su interior. Llevé una de mis manos a su pequeño pene, estaba tieso, apreté con la mano el pene y los huevos y casi en el acto el maricón se corrió, echando todo el semen en el cuenco de mi mano. Era lo que yo quería, levanté la mano hasta su boca, le ordené lamer hasta la última gota de su propio semen, y lo hizo sin rechistar. Entonces le hice volverse, le puse de rodillas y le ordené limpiarme la polla con la lengua. Yo tenía la polla con restos de semen, gotas de orina, incluso residuos de su propio ano, pero sin la menor resistencia limpió todo ello con la lengua mientras yo me divertía estrujándole los pezones.

Tras unos minutos de descanso me guardé la polla, subí la cremallera del pantalón y volví a colocarme al volante. Le di un paquete de pañuelos de papel para que se limpiara un poco el culo y la cara, se subió la braguita y volvió a ponerse la camiseta y los "hot pants". Con voz sumisa y agradecida me dijo: "gracias, me lo has hecho muy bien". Ahora fui yo quien me eché a reír: "Desde luego se debieron dar una buena fiesta contigo en el tren, mira que eres hembra y puta". Le pedí el número del móvil y mientras lo grababa en el mío le pregunté si le gustaría hacer de puta para un grupo de amigos un poco bestias. Asintió con la cabeza, mientras se acariciaba dulcemente el vientre bajándose los "hot pants" y susurró: "Me encanta saber que tu semen está aquí dentro, ya me gustaría que los tíos me pudiesen preñar".

Mientras yo arrancaba de nuevo el taxi y volvía a la carretera, juntó los muslos desnudos en una postura muy femenina y se reclinó en el asiento. Cuando llegamos a Sitges, ya en la puerta del hotel, después de recoger la bolsa de viaje, se aproximó hacia mí y antes de que pudiera evitarlo me besó en la boca. Apreté los labios, me aparté y le propiné un fuerte y sonoro bofetón. Volvió a sonreír y se limitó a decirme de nuevo "gracias". Le llamé unos días después, vaya si le llamé, y la orgía que montamos fue inolvidable, pero le seguirían otras casi hasta mediados de setiembre, cuando se fue. Las escribiré en detalle, pero ahora, que va a volver a Barcelona para las vacaciones de fin de año, quería publicar esta primera parte del relato, para que Jimmy viera lo bien que recuerdo aquel ligue sorprendente e inesperado.