El hombre de la playa

Un extraño hombre envuelve de sensualidad la playa...

EL HOMBRE DE LA PLAYA

Habíamos ido con mi familia a la playa. Era un verano realmente radiante de soles y calor. Mucho calor ese año.

Yo era un joven que se aburría con todo, esa es la verdad. Mis hermanas, eran divertidas y se la pasaban haciendo bromas y yéndose de un lado a otro. Yo soy mas bien tranquilo.

Mis hermanas son mayores que yo. Eso siempre me ha molestado, ellas me han tratado como a un idiota, siempre, tienen cierto grado de maldad. Tal vez porque nunca quisieron un hermano, vaya a saber.

Además de que siendo mas pequeño me usaban de juguete. Era su bebe. Me ponían pañales, jugaban con mis genitales. Además de que mas de una vez me vestían de niña y yo tenía que andar así por la casa hasta que llegaban mis padres.

En fin, todo eso había quedado en el pasado. Ellas se iban de fiesta en fiesta, porque eran de hacer amigos rápidamente. A mi siempre me costó mucho más.

Bueno así llegamos a aquella playa muy serena y tranquila con toda la familia. Nos instalamos y en la tarde me asomé a dar una vuelta por la playa, con mis padres detrás.

Ellos enseguida se pusieron bajo las sombrillas coloridas que habíamos traído. Mi padre se fue al mar y mi madre quedó semi dormida a pleno sol. Encremada y brillante.

Yo miraba para todos lados buscando nada. Mi remera verde y mis bermudas, volaban al viento, se movían, ondeaban. Camine un poco hacia el borde del agua. Olas iban y venían. El mar igualmente estaba tranquilo.

Había poca gente. Las chicas eran muy chicas y había algunos chicos jugando al fútbol y molestando a todo el que pasaba.

De pronto sentí una presencia a mi lado. Observe distraídamente y  efectivamente, el hombre me sonrió, porque estaba mirándome en ese momento.

__¡Me aburre un poco el mar!__ comentó a la nada

__¡Sí!__ afirmé

__¿A ti te pasa lo mismo?

__¡Un poco!

__¿Quieres caminar un rato?__ preguntó aquel elegante hombre que andaría por los sesenta, calcule. Bronceado al punto de casi parecer dorado con los rayos del sol que iluminaban unos dientes completamente blancos y parejos. Se sonreía de forma fácil.

El viento en la playa sacudía y traía fragmentos de polvo a nuestros rostros. Yo lo seguí de manera casi hipnótica. El hablaba de manera suave, casi sin levantar la voz. Era agradable. Nos metimos por raros y escondidos senderos. El sol caía a pleno por sobre nuestras cabezas incendiadas.

__¡Así que eres de la ciudad!

__¡Si a unos doscientos kilómetros de aquí!

__¡Yo vivo todo el año aquí, me hice una casita y bueno cuando me separé, me vine definitivamente!

__¿Antes venías con tu familia?__ pregunté inocentemente

__¡En realidad con mi esposa, no tengo hijos!

__¡Oh, raro!__ dije por decir algo

__¡La naturaleza, que se yo, nunca lo pensé demasiado!__ dijo y nos sentamos en unas salientes rocas que se perdían de la vista de todo ser que pudiese andar por allí.

__¡Creo que nunca deseamos tener hijos en realidad, hicimos poco por tenerlos!

__¡Ah!...¡este lugar es muy lindo!

__¿Te gusta?

__¡Sí claro!

__¡De noche es mucho mejor, deberías venir una de estas noches!__ dijo el sonriendo siempre. Mire su entrepierna y no supe porque en ese momento, me pareció que su poronga estaba dura como piedra, se notaba una tremenda inflamación, me encanto. Después pensé que tal vez me había parecido a mi. Eso igualmente me excito mucho.

__¡Pero no es peligroso aquí de noche!__ dije

__¡Claro que no!¡ A lo sumo puede haber alguna pareja o algo, pero nada violento!__ dijo sonriendo y mirándome a la cara. Me sonroje o sentí que lo hacía.

__¿Qué pasa?__ me atreví a preguntarle

__¡Nada, eres un chico raro!

__¿Raro?

__¡Bueno extraño, pero eso no quita que eres precioso!__ mis mejillas se sonrojaron esta vez estaba muy seguro, el aprovecho y acarició mi rostro. Sentí que volaba de calentura. Sus dedos rozaron mi rostro y mis labios. Noté que sus pezones se levantaron urgentes. Su pecho se veía enorme e inflado, duro y trabajado. Sus ojos miel tenían un brillo especial, quizá por la excitación que tenían nuestros cuerpos. En un momento su rostro de bellos rasgos estaban sobre mi y me dio un pequeño y tierno beso en mis labios, finos y sedientos. Mi calentura se puso a mil.

__¡Porque no te quitas la remera o acaso no tienes calor!__ propuso dulcemente aquel maduro macho que me estaba revolucionando la sangre. Accedí ayudado por las manos fuertes y masculinas.

Acarició mi lampiño pecho. Mis tetillas, por supuesto se levantaron poniéndose como piedras.

__¡Mira que lindo torso que tienes, cariño!__ hablo dulcemente otra vez en mi oído. Sus manos juguetonas iban y venían por sobre mi piel, se detenía en mis pezones y yo gemía al punto de casi lloriquear. Frotaba mi vientre plano y liso, vibraba, con la punta de su lengua lamía, apenas, el borde de mi oreja. Sus inquietos dedos se movían, llegando a través de la tela, a mi pija dura como roca.

__¡Ohh cariño, veo que te gustan mis caricias, humm!!!__ gimió en susurros aquel desconocido que me gustaba tanto. Mi aburrimiento había sido evaporado de un manotazo.

Con los dedos rozó apenas mis bolas gordas y llenas de leche. Me retorcí, el no retiró sus dedos malvados. Con unas pocas maniobras bajó mi bermuda hasta casi las rodillas. No dejaba de pasar y apretar mis pezones erguidos. Parecían frutillas chorreando azúcar. Con la lengua seguía en mi oreja, todo sincronizado, un momento aquí, otro momento allá. En eso hacía valer su clara experiencia.

Masajeaba mi verga a todo lo largo, dándome un placer exquisito. Yo abría instintivamente las piernas, sabía que en cualquier momento, largaría mis jugos. Al pasar unos momentos, empezó levemente a escarbar en mi culito sediento, llegó con uno de sus largos dedos, lo metió suave, como hacía todo, aquel macho caliente.

__¡Ohh cariño eres tan tierno…deberías venir a mi casa esta noche…dejemos para otro día este lugar…ahhh!!!__ decía y hundía cada vez mas su dedos, entrando a fondo en mi colita ardiente y gustosa.

Mientras lamía en mi oreja profunda, escarbaba con sus dedos en mi ojete, yo largaba gruñendo mi leche sobre su mano, su antebrazo, mi bermuda, bueno, por todos lados. Me sacudí como en una convulsión de placer, el dejo un poco más sus dedos en mi cola abierta y caliente. Volvió a besar mis labios, sin abrir la boca. Yo chorreaba deseo y calentura.

__¿Qué dices?__ preguntó tomando aire

__¿Sobre qué?__ esgrimí confuso y buscando aire, mientras subía mi pantalón

__¡De venir a mi casa esta noche, vivo solo!

__¡Sí claro!__ me dio su dirección. Estaba tan caliente y asombrado por lo ocurrido que me abrazó y volvió a rozar los labios en los míos y luego desapareció de mi vista. Regresé a la casa de la playa pensando si había sido real o un sueño.

Ansioso a la hora señalada ya por la noche caminé esas cuatro cuadras que me separaban del extraño hombre de la playa.

La luna me miraba desde lo alto del cielo y una brisa pequeña acompañaba mis pasos. Era una noche de verano con miles de estrellas que surcaban aquel cielo azul negro.

Toqué a la puerta y el abrió cubierto en una bata azul, liviana. Largaba un aroma a perfumes exóticos que envolvían el alma y el corazón y los genitales.

__¡Como estas entra preciosura!__ dijo el sonriendo. Yo también estaba limpio, bañadito y perfumado.

__¡Te esperaba ansioso, no sabes cuanto me gustas!

__¡Gracias!__ dije como un tonto. El acarició mis cabellos. El cuello, las mejillas.

__¿Quieres algo de beber?

__Una cerveza__ dije muy caliente. Fue a buscar las bebidas el también se trajo una cervecita. Me guió y salimos a un balcón amplio e iluminado solo por las estrellas y la luna gigante. Se oía a los lejos el rumor del mar encrespado.

Se acercó de frente a mi y sin decir agua va, abrió mi boca con la suya y metió la lengua al fondo. No fue el besito casto y tranquilo de la tarde, este fue húmedo, profundo, caliente. Su lengua recorrió las profundidades de mi boca, casi me hace atragantar.

Me sacudió de la calentura. Tomo una de mis manos y abriendo su bata encontré un garrote magnánimo y supremo, venoso, rígido. Gimió. Masajee alzado. Rumores, susurros. Gruñidos.

Entre beso furioso y paja, me quitó velozmente la ropa. Acarició mis nalgas extasiado y hambriento, gustoso de conocerme.

__¡Que cola hermosa cariño, necesitas una verga en ese culito y yo te la daré quieres!!!

__¡Si quiero, dámela, siii me encantas!!!__ dije casi en un suspiro de niña virgen. Sin dejar su tremendo caño entre mis manos.

Me giro y me hizo apoyar en la baranda que tenía allí, yo saqué mi cola fibrosa y redonda. Su bata cayó al piso. Los dos desnudos y calientes. Abrió mis nalgas, y una lengua jugosa y rápida se baboseó en mi agujerito que explotaba de calentura. Me retorcí como un bicho, sacando mas y mas mi colita ya abierta y dilatada. El seguía llenando de saliva mi orificio. Lo comía con ganas, con una precisión que hacía saltar mi leche por todo el piso. Su lengua paseó también por mis bolas y eso ayudó a que se vaciaran tan rápidamente a la vez que la gran calentura iba en aumento.

El macho de la playa me abrió bien las carnes con su machete rozó mi agujerito y lentamente la fue poniendo dentro de mi.

__¡Ohh cariño que colita tienes, ahh, me vuelves loco, eres una divinura, deja que entre, ahh, ohh, Uhhh, eres increíble muchachito, un belleza!!!__ gemía aquel macho salvaje y realmente alzado. Su tremenda y vigorosa poronga me atravesó por completo, mis sentidos se perdieron y disfruté de cada estocada en aquella profunda y machacante penetración, sus bolas chocaron mis carnes.

Gemí como una gatita mojada y caliente. Aullaba de placer. El iba y venía dentro de mi. Mordía mi cuello, lo chupaba, me dejaba sus marcas de macho posesivo y dominante.

__¡Dime si te gusta!¡Dímelo preciosa, gatita, amorcito, belleza!!

__¡Si papi, ay, ay, ahhh, me gusta, cógeme, dame tu pija, la quiero, ohhh, ay ya!!!__ gemí como una loca sintiendo el placer que me daba aquel maduro macho. Aquel desconocido en realidad porque no sabíamos ni nuestros nombres pero poco nos importó. El me taladraba a gusto, ardiendo, pellizcando mis pezones duros y paraditos. Acelero, gritando y golpeando, ensartándome hasta el fondo hasta que al fin explotó en mi ojete hecho fuego, me llenó, me inundó de leche, que prontamente rebalsó mi canal y comenzó a chorrear entre mis piernas, el sacó su sable y girándome me comió la boca una y otra vez, yo sentía que su poronga se restregaba en mi muslo sin decaer del todo. Yo con mis manos me adueñe de su pedazo y allí en el balcón me arrodillé y empecé a mamar.

__¡Oh querido que dulce, traga, cómela es para ti!!__ decía el apoyado en la baranda y acariciaba mis cabellos. Yo besaba su poronga. Lamía. La espada se iba poniendo cada vez más dura y a mi me encantaba, era gruesa y poderosa. Yo desesperado la chupaba sin descanso logrando que aquel macho gimiera y rogara que no parara, que no me detuviera.

El se sacudía. Me entregaba su poronga para que yo me engullara como desesperado aquella enormidad de vara, solo para mi.

__¡Si bebe, cariño, come, come, ahhhhh, es toda para ti, muérdela suave, así, ohh, así, bebe, ahhh, ya viene, ya viene, ohhh, Arghhhh!!__ aquel macho apuró las embestidas y salvajemente me llenó de leche la boca entre gritos, suspiros, parecía que se iba a desmayar de tanto placer.

La bese hasta dejarla bien limpia y recién ahí me puse de pie. El macho volvió a comer mi boca y me siguió cogiendo durante toda aquella primera noche.-