El Hombre de la Casa 8

Robe se prepara para decir adiós a unas vacaciones que nunca hubiera podido imaginar, pero antes deberá cumplir con sus obligaciones familiares y luego la fortuna le va a sonreír con la mejor despedida posible.

DESPIDIENDO EL VERANO

-Tete, ¿Te falta mucho? -preguntó Marta desde el pasillo, sin entrar en mi habitación.

-Un segundo. No tardo nada. -contesté.

Había llegado septiembre y el calendario marcaba la fecha que habíamos acordado para ir a ver a nuestro padre al hospital. En aquel momento me terminaba de vestir con una ropa lo suficientemente discreta pero también fresca, ya que el calor aún persistía en el ambiente.

Bajé las escaleras y vi a Laura desayunando en la cocina. Estaba callada y pensando en sus cosas:

-Buenos días -le dije.

-Ah... Buenos días, Enano -me contestó acabándose de percatar que ya estaba allí.

Marta apareció en la cocina diciendo:

-Bueno, bueno... En cuanto terminéis de desayunar podemos ir. -Y nos mostró el ramo de flores que había comprado para la ocasión.- Yo ya estoy preparada.

Nos fuimos casi en silencio al Hospital donde estaba mi padre ingresado. El camino a pie no era muy largo desde nuestra casa, pero aún así se nos hizo un poco raro caminar sin hablar demasiado. Realmente no tenía nada que decir y Laura, como de costumbre, no hacía ningún esfuerzo para entablar ninguna conversación. Marta, en cambio sí que iba haciendo comentarios amenos sobre temas varios, pero desistió al poco rato al ver que ninguno de los dos contestaba con respuestas que dieran paso a más réplicas.

-Bueno -dijo ella finalmente.- Hemos llegado.

Cuando llegamos nos fuimos directamente a la habitación donde estaba, ya que nos sabíamos el número de memoria. Cuando estuvimos delante de la puerta nos detuvimos un segundo antes de seguir. Marta fue la primera en entrar y yo fui después de ella. Laura entró detrás de mi.

-Buenos días, papá. -dijo Marta un poco emocionada por la situación. Allí estaba él: el hombre de quien decían que yo reprsentaba una versión mucho más joven. Tumbado boca arriba y con gesto de paz y calma absoluta, sumido en el profundo coma del que no sabíamos cuando despertaría.

-Antes que nada -continuó mi hermana más joven.- Perdona el tiempo que llevamos sin venir. Espero que estés contento de que hemos hecho lo posible para pasar unas vacaciones de verano tan buenas como hemos podido.

Marta siguió contándole cosas sobre su verano: cosas alegres típicas de las chicas de su edad. Cuando terminó, nos miró a Laura y a mi sin decir nada. Lo entendí enseguida: nos estaba preguntando con su mirada si queríamos hablar.

-Papá... -dije yo cogiendo fuerzas.- Quiero que sepas que, como ha dicho Marta, estamos bien. Supongo que mamá ya te habrá contado lo de mi accidente... -me paré ahí. No sabía como continuar.- Pero realmente no fue nada y ahora estoy mejor que nunca. Tenemos muchas ganas de que despiertes y puedas volver a casa. Seguro que cada día falta menos.

Y no supe qué más decir. Me lo pensé un rato, pero justo cuando iba a seguir, oí hablar a Laura a mi lado:

-Papá -dijo con un hilo de voz.- Te echamos mucho de menos. -La miré y vi que se le empañaban los ojos mientras pronunciaba aquellas palabras.- Despierta pronto, por favor.

Y rompió a llorar. Marta se giró hacia nosotros y nos miró paralizada. Entonces yo abracé a Laura. Esta me devolvió el abrazo mientras sollozaba y pensé que hacía muchísimo tiempo que no nos abrazábamos con esa sinceridad. Se calmó poco después.

Estuvimos un rato más haciendo compañía a mi padre, ya con mucha menos tensión de la que había cuando habíamos entrado en aquella habitación por primera vez sin la compañía de mi madre, después de tantos meses yendo con ella, aunque cada vez menos a menudo. Seguimos hablando y contándole cositas del verano (yo por supuesto no entré en detalles). En un momento determinado Laura nos dijo que salía un rato al pasillo. En un acto reflejo le pregunté:

-¿Estás bien?

-Sí -dijo mirándome de reojo y con la voz muy calmada.- Gracias, Enano.

Me quedé alucinado. No le había oído un "gracias" en mucho tiempo, y aún menos uno que sonara de todo corazón como aquel. Miré a Marta y me sonrió sin decir nada. Creo que le alegraba ver que nuestra querida hermana mayor no escondía sus sentimientos bajo una coraza de frialdad, aunque solo fuera en aquel preciso instante. Me senté al lado de mi padre mientras Marta seguía h

abl

ándole de pie y me uní

a l

a conversación durante un rato. Pasado un tiempo nos percatamos de que Laura no volvía y entonces le dije a Marta:

-¿Te parece que vaya a buscar a ver si la encuentro y a ver como está?

-Claro, Tete -respondió ella.

Salí y caminé por el pasillo de aquel Hospital. Realmente había algo muy deprimente en el ambiente, pero también se notaban rayos de esperanza y de vida al ver a familiares reunidos y sonriendo. Encontré a Laura sentada en una de las salas de espera que había girando a la izquierda al final del pasillo, mirando al suelo pensativa.

-Buenas -la saludé.

-Ah, -dijo sorpendida pero tranquila.- Hola, Roberto...

Me pareció que incluso sonreía un poco al verme, aunque pensé que debía ser mi imaginación. Me senté a su lado.

-Que situación, de verdad... -dijo justo después de un largo silencio.- Y mira que cada vez hace más tiempo de su accidente... Pero no me acostumbro. Te juro que no me acostumbro.

No respondí, pero mostré gestualmente toda mi atención en sus palabras:

-Yo intento hacer mi vida, Roberto. Hacerme mayor, ser adulta... Pero a veces me pongo triste cuando pienso en él y me lo niego. Me lo niego rotundamente.

-Yo creo que es normal -dije cuando hubo terminado.- Una cosa no quita la otra, Laura. Papá... Antes del accidente ya estaba feliz de vernos crecer, de ver como nos convertimos en adultos... Pero tenemos derecho a estar tristes también... Mientras seguimos adelante ¿No crees?

-Supongo -contestó.- Pero me da miedo estar demasiado triste y sufrir.

-Creo que este miedo -dije immediatamente,- es mucho más sufrimiento que el estar triste en si.

-No lo sé, Roberto -concluyó.- Cada uno tenemos nuestra forma de funcionar, y a mi me gustaría ser como Marta. ¿Como puede ser tan fuerte y tan positiva siempre? Y tan madura, con lo joven que es...

-Bueno... -dije yo.- Supongo que también lo sufre a su manera.

-Venga, vamos. -respondió armándose de coraje.- Está sola con papá y dijimos que iríamos los tres para hacerle compañía.

Volvimos a la habitación y encontramos a Marta en la misma situación en que la había dejado unos minutos atrás, pero con signos visibles de haber derramado lágrimas por sus ojos.

-Oh, ya estáis aquí... -dijo con vagos intentos de disimular que había estado llorando.- ¿Os importa si me voy a pasear yo un rato? No tardo nada... Quizás me coja una chocolatina de la máquina. ¿Queréis algo?

-Por mi no, gracias -dijo Laura un poco más seca que antes.

-Bueno... -dije sacando un par de monedas de mi cartera y dándoselas.- Una chocolatina para mi estará bien.

Y nos quedamos Laura y yo en la habitación de nuestro padre. Nos miramos y los dos entendimos que Marta también sufría por la situación. Había estado llorando pero también se sobreponía a ello tanto como podía. Laura caminó hacia papá poco a poco, agachó su cabeza y le besó la frente con mucha dulzura.

-Te quiero, papi... -dijo en voz baja, emanando mucha paz en sus palabras.

Cuando Marta volvió con las chocolatinas disfrutamos de otro momento de calma. Cuando decidimos despedirnos y volver a casa Marta le anunció a mi padre la decisión familiar:

-¡Volveremos pronto, lo prometemos! ¡Y con mamá y tía Isa!

. . .

Un p

ar de dí

a después de l

a visit

a

al hospit

al, nos encontrábamos comiendo los cuatro en nuestra casa. Mi madre nos anunció una cosa:

-Pues dice tía Isabel que esta noche quiere que salgamos ell

a y yo

de copas. Así que os dejo cuid

ando l

a c

as

a ¿V

a bien?

-V

ay

a, v

ay

a... -dijo L

aur

a que h

abí

a recuper

ado su h

abitu

al cinismo.- L

as rein

as de l

a noche...

-Jejeje -se rió mi m

adre.- Bueno,

le he dicho que sí porque dice que h

ace f

alt

a que me distr

aig

a un poco

antes de que empiecen otr

a vez l

as cl

ases

. Os juro que no tr

am

amos n

ad

a m

alo. -bromeó.

-L

a verd

ad es que tiene r

azón. -

añadí.-

No h

as

aprovech

ado el ver

ano porque casi todo te lo has pasado cuidándome por lo de la caída.

-Ay, hijo... -contestó mi m

adre en tono muy c

ariñoso.- Evidentemente que te he cuid

ado, porque lo primero sois vosotros tres. Y estoy muy feliz de h

aber podido est

ar por ti todo este tiempo y el que haga falta.

Creo que percibí algúna especie de doble sentido en lo que dijo. Fuera como fuese, yo quise entender ese doble sentido.

-Y yo no sé como

agr

adecerte lo bien que me h

as cuid

ado -continué.- Por eso es muy buen

a ide

a que s

alg

á

is

a divertiros. Yo hoy no tengo ningún pl

an, como de costumbre.

-Yo t

ampoco -soltó L

aur

a con cierto tono de

am

argur

a

.

-Uy... -

adió M

art

a.- Eso es que ninguno de tus pretendientes est

á

disponible...

-Pero ser

á

s... -contestó efusiv

amente L

aur

a sin mostr

ar un enf

ado evidente.

-Pues con mis

amig

as decí

amos de ir en c

as

a de S

andr

a

a ver

algun

a peli... -contó M

art

a.- Y quiz

á

s nos qued

amos

a dormir.

-V

ale -contestó mi m

adre. H

acéis bien en

aprovech

ar l

as v

ac

aciones que os qued

an. Luego

a concetr

arse en los estudios los tres. ¿Eh?

-Cl

aro -dijo M

art

a.

Mi m

adre no podí

a quej

arse en ningún c

aso

de nuestro rendimiento escol

ar, pero siempre intent

ab

a est

ar encim

a de nosotros (sin

agobi

ar)

p

ar

a que no f

all

ár

a

mos en n

a

d

a y siguier

amos con nuestr

as buen

as not

as.

. . .

Después de que tía Isa recogiera a mi madre y de que Marta se fuera, la casa se quedó en silencio. Me fui al sofá y encendí la televisión. Al poco rato vino Laura y se sentó a mi lado. La miré de reojo y vi que solo llevaba una camiseta de tirantes larga que le tapaba hasta el muslo. Se puso cómoda y el muslo se vió aún más, ya que no hacía ningún esfuerzo para taparse. Además vi que claramente no llevaba sujetador. Que sus tetas fueran las más pequeñas de las chicas de la familia no significaba precisamente que tuviera una talla modesta, y además sus pezones se notaban bien por debajo de la ropa. Por si esto fuera poco, se veía el lado de estas ya que la apertura de los brazos era muy grande y casi se podía decir que le quedaba más cerca de la cintura que de la axila. Yo le eché un par de miradas de reojo disimulando tanto como pude. De repente ella habló con la mirada fija a la televisión:

-¿Qué estás viendo?

Me sobresalté muy asustado. Entonces caí en la cuenta que se refería a la tele. Estaban dando un late-night de humor pero no le había prestado atención hasta entonces. Respondí:

-Pues... Lo que pongan. Si quieres coge el mando y pon lo que quieras.

El mando a distancia estaba justo a mi lado, así que tuvo que acercarse a mi para cogerlo, momento en que la volví a mirar de reojo, viendo si el movimiento me permitía ver más superficie de sus tetas. Creo que las vi balancearse aunque puede que solamente fuera el morbo y mi imaginación con esas ganas de ver más. Sin decir nada se puso a hacer zapping y me centré en mirar a la pantalla del televisor para ver qué ponía. Acabó dejando el mismo canal diciendo:

-Bueno, a ver si al menos nos reímos un poco.

Fue muy curioso que lo dijera con la misma seriedad de siempre acompañada del cansancio y el bajón del momento triste que había tenido aquel día. Aunque era arisca le gustaba reír, pero siempre lo hacía con un tono amargo. Me dio un poco de pena y recordé la conversación de la mañana. La primogénita se sentía la más inmadura emocionalmente y eso debía ser duro para ella.

Cuando le hacía gracia algún chiste del programa se le dibujaba alguna mueca que derivaba en sonrisa, cosa que me dio un poco más de alegría por ella. Yo también me reía pero estaba bastante cansado y vi que me tendría que ir a la cama en poco rato.

Terminó el programa y dirigí su mirada de nuevo hacia ella para decirle que me iba a dormir pero me sorprendió descubrir que ella ya se había dormido allí mismo, en el sofá. Me quedé contemplándola atentamente y vi que se había puesto mas cómoda según se había ido durmiendo. Pero lo que más me sorprendió fue ver que uno de sus pechos asomaba por el tirante de su camiseta, de tal forma que casi se le empezaba a adivinar el pezón. Me quedé embobado y, a pesar del cansiancio, noté como se me endurecía el miembro. Me lo acaricié instintivamente pero reflexioné: era mi hermana mayor ¿Y si me descubría? Así que me quedé mirándola sin más.

Tanto duró mi estado de congelación absoluto que no fui consciente que en la tele empezaban anuncios de aquellos que solo aparecían de madrugada, anuncios para descargar pornografía mediante sms con imagenes de gente follando de fondo. Los gemidos de los anuncios y las voces en off exageradamente sexualizadas estaban a un volumen más alto que el programa que había terminado unos minutos antes. Miré a la pantalla casi asustado por el cambio de temática en la programación. Entonces oí su voz:

-Vaya, Enano... -dijo en tono burlón.- ¿Te has quedado despierto viendo guarradas?

Se había despertado e incorporado. Además también se había puesto bien la camiseta. No sé si se preguntaría si había visto como se le saía la teta shacía un momento.

-¿Qué? -dije yo alteradísimo per la cantidad de estímulos recibidos a la vez.

-¡Jajaja! -se rió ella, esta vez con carcajadas de verdad.- Tranquilo que ya no eres un niño. Te lo dejo ver y a lo mejor aprendes algo.

-Muy graciosa, como siempre -le respondí con sarcasmo.

Pero el caso es que ella se quedó también mirando la pantalla y se hizo otro silencio. Con Laura siempre había largos silencios, pero este era el más incómodo que pude recordar, mientras se oía aquella melodía de saxofon y se escuchaban gemidos los dos mirábamos a la pantalla callados. Cuando la miré de reojo pude apreciar claramente que ella también me estaba mirando de reojo, pero no a mi cara. Miraba mi paquete que seguía erecto, y se me notaba en el pantalón corto que llevaba. "Mierda", pensé. La situación ya era incómoda de por si y además ella se había percatado de mi estado. Con la poca comunicación que teníamos, aquello era lo más embarazoso que me podía imaginar. Yo (y supongo que ella también) volví a mirar a la pantalla, intentando simular un estado de indiferencia que era evidente que era falso. Me volví a atrever a mirarla de nuevo con un disimulo extremo y esta vez ella estaba mirando al vacío. Estaba sonrojada y con los ojos muy abiertos. Claramente también estaba incómoda y tampoco sabía qué decir.

Respiré preparado para decir que me iba a dormir definitivamente, y a pesar de ser también incómodo decir cualquier frase en aquel momento, era lo único que se me había ocurrido para terminar de una vez por todas con aquella situación. Pero antes de que lo dijera se oyó la puerta de nuestra casa abriéndose. Ahí sí que nos miramos con auténtica cara de terror, ya que eso significaba que nuestra madre estaba entrando. A pesar de que no estuviéramos haciendo nada malo y todo fueran las casualidades que nos habían llevado ahí, la vergüenza que sentiríamos si ella nos encontraba a los dos viendo porno (además con mi bulto en el paquete) nos provocaría un estado de vergüenza crítica.

Tanto mi hermana mayor como yo buscamos el mando a distancia a toda velocidad y nuestras manos chocaron con torpeza. Finalmente ella lo pudo agarrar bien y pulsar el botón de apagar la tele directamente. Mientrastanto, se oían risas que entraban por la puerta en medio de una conversación muy animada. La voz de mi tía Isabel decía:

-¡Pero si el tío te miraba más a ti! ¿A mi qué me cuentas?

-¡Yo te juro que te mato! -decía mi madre entre carcajadas.- Eres el mal en persona.

Entraron en el salón y, cuando nos vieron, se quedaron calladas. Iban muy elegantes, aunque mi madre fuera un poco más recatada, la camisa que llevaba no le disimulaba para nada el tamaño de sus increíbles pechos. Mi tía iba más bien escotada, de una manera muy parecida a la que se había vestido para nuestra cita días antes. Eran dos bellezones llegando a casa un poco ebrias y de muy buen humor.

-¡Uy! -dijo mi madre sorprendida.- ¿Todavía despiertos?

Seguro que les pareció muy raro que Laura y yo estuvieramos en el sofá, con el televisor apagado como si mantuviéramos una conversación, cuando nunca en la vida eso había sucedido.

-Yo no sé ni qué hora es -dijo tía Isa entre un medio bostezo.- Buenas noches, chavales.

-De hecho -dije yo deseando poder encerrarme en mi cuarto de una vez.- Justo ahora me iba a dormir.

-Sí -habló inmediatamente Laura después de mi.- Yo me voy a la cama ya.

Se lenvantó y dijo:

-Buenas noches.

Y se fue intentando disimular no tener prisa alguna. Andaba como un robot.

Mi madre y mi tía le dedicaron un "buenas noches" casi al unísono. Yo lo dije justo después con un hilo de voz.

-¿Qué le pasa? -preguntó tía Isabel bajando mucho el tono de su voz para que no nos oyera.

-No sé -dije yo en el mismo volumen.

-¿No habreis discutido? -preguntó mi madre con un tono muy directo.

-No, de verdad -contesté.- Se estaba durmiendo aquí y estará ya muy cansada de todo el día.

-Vale, vale. -dijo mamá.

-Haya paz, haya paz... -proclamó mi tía con tranquilidad.- Yo me voy para mi casa.

-Hazme una perdida cuando llegues -le pidió mi madre.

-Claro, mami -le bromeó su hermana menor.- Vosotros pasad buena noche también... -dijo con una sonrisa malvada y unas miraditas de reojo.

Entonces el ánimo de mi madre, pasó de aquella alegría un poco etílica a ponerse seria como casi nunca la veía. No dijo nada pero movió los labios señalando hacia la dirección por donde se había ido Laura. Claramente pronunció "con Laura en casa, NO" aunque no sonara.

-Vale, vale... -contestó tía Isa susurrando.- Perdona, era una broma y me he pasado.

Mi madre respiró hondo y se relajó:

-Vale, Isabel, pero por favor ten mucho más cuidado.

-Lo tendré -contestó asintiendo.- Me voy ya -añadió sonriendo de una forma encantadora.- Me lo he pasado muy bien, Luisa.

-Yo también -contestó mi madre con la misma sonrisa. Ahí vi el parecido físico que a primera vista no se les notaba en absoluto.

-Buenas noches, crack -dijo mi tía guiñándome un ojo.

-Buenas noches, tía -respondí mucho más tranquilo.

Se fue por la puerta y me quedé en el salón a solas con mi querida madre. Se hizo el silencio de nuevo, y ella se acercó lentamente a mi mientras yo me quedaba paralizado otra vez. Se acercó y me besó en los labios en una combinación de pasión y ternura absoluta. Yo me dejé hacer, porque me encantaba esa sensación, pero estaba muy sorprendido porque hacía nada que ella misma había dicho que con Laura en casa teníamos que mantener las formas al cien por cien. Cuando nos separamos yo mismo le dije susurrando nerviosamente:

-Pero Laura...

-Lo sé ,lo sé -me contestó recuperando la cordura.- Perdona, es que he bebido un poquito. -y sonrió con una mirada pícara de esas que me vuelven loco.- Buenas noches -me dio un pico mucho más cariñoso para despedirme.

Cuando llegué a mi habitación maldecí que Laura estuviera en casa porque tenía muchas ganas de follar con mi madre. Antes de dormirme me pajeé como un loco hasta correrme de forma escandalosa, ahogando mis propios gemidos para no hacer ruido. Lo curioso es que cuando me corrí, la imagen que me vino a la mente no fue la de mi madre, ni tampoco la de mi tía. Fue la de Laura tumbada con su camiseta de tirantes en el sofá.

. . .

Mi madre ya estaba yendo por las mañanas a la escuela donde trabaja para preparar el curso escolar, pero tanto yo como mis hermanas aún no empezábamos las clases, así que aún nos quedaban unos preciados días de vacaciones y de suficiente calor como para seguir usando la piscina de vez en cuando. Una mañana me encontré que Marta y Laura tomaban el sol en bikini cuando salí a darme un chapuzón. Ya me había acostumbrado a verlas más a menudo, pero me seguían pareciendo tan bellas y deseables como me lo parecieron el día de mi cumpleaños. Las tetas de Marta cada día parecían más grandes y el culo redondo y respingón de Laura me hipnotizaba de una forma inimaginable.

Yo aguantaba el tipo ante estas situaciones y pero volví a masturbarme bastante a menudo. Echaba de menos los momentos íntimos con mi madre y tía Isabel también empezaba a ir bastante liada con sus movidas, pero llegó aquel bendito segundo fin de semana de septiembre. Días antes, mi madre nos dijo mientras cenábamos:

-Antes de que empiecen las clases estaría bien hacer algo en família ¿no?

-¿Como por ejemplo? -preguntó Marta.

-Una escapadita a la montaña de un par de días, -contestó mi madre con cierta emoción.- Aprovechando que el viernes es festivo, podemos ir el viernes y volver el domingo.

-No sé... -dijo Laura.- Esto es dentro de unos días y yo este finde ya había quedado...

-Ya estam... -dijo Marta con su sonrisa maliciosa.

-No sigas -la interrumpió Laura en seco.- No estoy de humor.

Yo lo escuchaba todo sin abrir la boca. Laura siempre le replicaba a Marta siguiendo sus bromas, pero aquel día no le apetecía bromear en absoluto, por lo visto. Marta recondujo la conversación:

-Pues Sandra tiene entre ceja y ceja que quiere despedirse de la playa este finde y casi que me lo está suplicando para que vayamos todas.

-Bueno, da igual -se resignó mi madre.- Tenía que haberlo propuesto con más tiempo. En otro momento será.

Se hizo el silencio, entonces hablé:

-Pues a mi me gustaría...

Mi madre me miró con cara de lástima:

-Bueno Robe, planificamos algo con más tiempo para otr...

-Como quieras -respondí.- Pero si a ti te apetece hacer una escapada, yo creo que te lo mereces y te puedo acompañar si te parece bien.

Mamá me miró con cierta sorpresa. Creo que le pasó por la mente lo mismo que a mi. Tres días y dos noches para nosotros dos solos. Entonces vi la cara de Laura, que la observaba a ella con cierta curiosidad. Combinada con la expresión de mala leche que llevaba aquel día, me dio mucho miedo porque si algo no era Laura, era tonta. Pero ¿Como se iba a imaginar algo así? Mi madre tardó unos segundos en contestar:

-Ay, hijo... Pero ¿seguro que a ti te apetece?

-Sí -dije. Entonces Laura me miró a mi con una cara más bien de póquer. No dijo nada y siguió comiendo. Marta nos había estado escuchando tranquilamente y añadió:

-Jolines, pues estaría muy bien ir los cuatro, pero si podeis ir vosotros... Mamá, te lo mereces.

-Pero entonces -dijo mi madre en tono de madre,-vais a cuidar las dos de la casa ¿No? Podeis invitar a gente a la piscina pero que esté todo perfecto cuando volvamos, ¿vale? Me fio de vosotras.

-¡Prometido, mamá! -dijo Marta sonriendo.

-Sin problema -dijo Laura justo después.- Que lo paséis bien.

Sentí un escalofrío. Viniendo de Laura y de un día de mal humor este cumplido sonaba hasta envenenado. ¿Eran paranoias mías o realmente se estaba imaginando cosas?

Más tarde aquella misma noche vi a mi madre con el ordenador portátil en el sofá. Estaba reservando habitación en un hostal.

-Mira, Robe -me dijo al verme.- ¿Que te parece este?

-El que a ti te guste, mamá -dije sonriendo.

-He estado mirando unos cuantos y me quedo con este -sentenció ella.

Vi como con el cursor elegía las opciones de la habitación. Una de ellas era cama doble o dos camas individuales. Me miró levantando una ceja pero manteniendo una expresión de indiferencia. Yo me puse un poco tímido y sonreí mirando hacia un lado. Ella sonrió mucho más, casi riéndose, y vi como elegía la opción de la cama doble.

. . .

-¡Joder, hijo! -dijo mi madre ahogando sus gritos- ¡Me vas a romper el coño!

No podíamos elevar la voz porque sospechábamos que desde la habitación de aquel hostal se podría oír cualquier cosa. Aún así era un auténtico placer tener a mi madre a cuatro patas delante de mi mientras yo penetraba su interior con mi pene endurecido y todas las ganas que llevaba acumuladas. Hacía pocos minutos que habíamos llegado a la habitación que ella había reservado unos días antes. Al encontrarme a solas con ella en aquel ambiente de intimidad no había podido resistir las ganas de abalanzarme sobre su cuerpo, ya que llevaba días acumulándolas. Despúes de quitarle la ropa (incluído un sujetador gris más bien de estilo deportivo) y de comerle las tetas un buen rato, ella me empezó a mamar la polla con el mismo entusiasmo. Y así no tardamos demasiado en llegar a aquel gratificante coito. No duré mucho, pero no me importaba porque tenía todo el tiempo del mundo con ella en aquella escapada de tres días.

-Me corro... ¡Me corro! -temí haberlo dicho demasiado fuerte, pero estaba disfrutando de una forma bárbara de aquel polvo. Descargué una buena cantidad de leche en la vagina de mi madre.

-¡Córrete! -contestó mamá.- ¡Lléname de tu leche!

Descargué una buena cantidad de leche en la vagina de mi madre.

Después de caer extasiados en la cama que aún seguía hecha, mi madre me miró sonriendo y dijo:

-Vaya si llevabas ganas acumuladas...

-Pues sí -reconocí.- Pero aún sigo teniendo, ¿Eh?

-Ese es mi chico -me dijo mi madre mientras me daba un apasionado morreo en los labios.

Como habíamos llegado a aquel pueblo del Pirineo el viernes cerca del mediodía, aún no habíamos comido, así que nos vestimos con ropa de montaña y fuimos a buscar algún sitio para comer antes de hacer la excursión que planificábamos para aquella tarde. La sintonía que tuvimos mi madre y yo caminando tranquilamente por la naturaleza fue de ensueño, en algunas ocasiones nos cogíamos de la mano y caminábamos por aquellos senderos como si fueramos una pareja convencional. Compartir aquellos momentos fue precioso, pero yo también esperaba la hora de volver a nuestra habitación.

Ya atardecía cuando llegamos de nuevo al hostal. Cuando entramos a la habitación, mi madre dijo:

-Nos damos una ducha y nos vestimos para salir a cenar ¿vale?

-¡Vale! Vamos a la ducha.

Sin decir más, entramos los dos en el cuarto de baño. Ella me miró con su sonrisa juguetona y se empezó a quitar la camiseta sudada de tanto andar. Debajo llevaba el mismo sujetador deportivo de antes, que le apretaba las tetas y las disimulaba lo poco que se podían disimular. Yo también me desnudaba mientras no le quitaba ojo, cosa de la que ella era plenamente consciente y que hacía que sonriera aún más, con una pizca de vergüenza.

Se quitó el sujetador y las bragas negras que llevaba en el mismo momento en que yo me quitaba el calzoncillo y me empezaba a a empalmar de forma claramente visible. Se mordió el labio inferior y dijo sonriendo:

-Tu primero.

Era una ducha lo suficientemente ancha como para caber los dos, así que no tuvo problema en seguirme. Yo mismo encendí el agua e intenté encontrar una temperatura adecuada para ambos usando el regulador. Ella se juntó mucho a mi y el agua nos empapó cayendo desde arriba, momento en el que nos abrazamos y nos empezamos a besar apasionadamente. Yo disfruté de poder tocar su culo con el agua tibia bajando por sus nalgas y de hacer lo mismo con sus impresionantes tetas. Ella también me empezó a acariciar de arriba a abajo.

Cuando tocó enjabonarse, los dos nos llenamos las manos de gel y empezamos a enjabonar el cuerpo del otro, con caricias y toqueteos incluídos. Sus tetas fueron (como no podía ser de otra forma) uno de los puntos donde me entretuve por más tiempo, amasándolas a la vez que quedaban resbalosas y cubiertas de pompitas y espuma. Ella iba haciendo lo propio por todo mi cuerpo y de repente dijo:

-Esto me trae recuerdos de cuando yo te tenía que duchar...

-Es verdad -respondí.- Ahora hacía tiempo que no me limpiabas...

-Recuerdo limpiar con especial cariño... -començó a decir mientras me agarraba la polla dura con su mano enjabonada.- Esto...

-Buff -suspiré.- Mamá, me encanta...

Y sin ningún tipo de disimulo me empezó a pajear allí mismo. Atrás habían quedado aquellas pajas en la ducha de nuestra casa, llenas de reparo y dudas, aquello era una placentera paja hecha por una madre con mucha devoción para su amado hijo.

Yo le sobaba los pechos mientras me dejaba hacer, me apetecía muchísimo disfrutar así de nuevo de los cuidados de mi madre, y ella no quiso que la cosa se quedara tansolo en una paja.

Paró un momento y cogió más gel de baño para enjabonarse bien la parte de entre sus tetas, justó después se arrodilló diciendo:

-Ponla entre mis tetas, como a ti te gusta.

Obedecí. De pie, puse una mano mía encima de cada uno de sus hombros mientras ella se agarraba los pechos y apretaba mi polla con ellos. Ella empezó a hacer fricción a mi pene moviendo sus berzas con sus manos y yo contribuí a crear más fricción moviendo mi pelvis hacia atrás y hacia adelante y follándomelas. La sensación era indescriptible. No sé cuantos minutos tardé, pero finalmente noté que me iba a correr. Cuando mis gemidos se intensificaron, ella lo vio bien claro y exclamó:

-¡Córrete en las tetas de tu madre, Robe!

Volví a obedecer a mi querida madre. Un potente chorro de leche blanca salió despedido desde la punta de mi pene hasta que aterrizó otra vez en ella, pringando sus pechos y escurriéndose por su canalillo. Mi madre sabía que mis espasmos podían durar minutos, así que aún después de sacar unos cuantos chorros más de denso esperma, ella continuó haciendo que mi polla siguiera haciendo fricción entre sus tetas resbalosas de agua, jabón y semen. Finalmente la agarró con su propia mano y ella misma la deslizó con delicadeza por sus enormes senos, parando en sus pezones en algunos momentos.

-Joderrr... Mamá... -dije sin poder disimular los espasmos.

-¡Ay, Robe! -se rió.- ¡Me encanta ver hasta que punto lo disfrutas!

Sonreímos y nos miramos. Ella estaba preciosa de rodillas delante de mi, con mi polla en su mano deslizándose por esas partes de ella que me volían loco. Entonces dijo justo antes de levantarse:

-¡Venga, que hay que buscar un sitio para cenar!

Después de acabarnos de limpiar debidamente, nos secamos y nos vestimos. Ella se puso un conjunto de ropa interior morado que yo ya conocía. Era de lo más sexy que había visto entre sus distintas indumentarias:

-Mamá, me encanta este conjunt...

-Lo sé -me interrumpió ella sintiéndose halagada.- Por eso me lo he traído. Para ti.

-Mamá... -dije emocionado abrazándola y besándola.

-Guarda energía para después de cenar, que acabas de descargar -me dijo entre risas.

Se puso la misma ropa que se había puesto para salir con tía Isa varios días antes. La encontraba preciosa, aunque mi madre en público no solía ponerse escotada, a mi me habría gustado poder cenar con ella delante enseñando un poco más. Encontramos una pizzería muy buena y charlamos animadamente sobre muchas cosas, algunas de ellas importantes como el estado emocional de mi hermana mayor, Laura:

-Espero que Laura recupere el ánimo pronto -decía mamá.- La veo muy angustiada.

-Bueno -respondía yo,- Ya sabes que es más bien de carácter cerrado.

-En fin -dijo mi madre con cierto tono melancólico.- Va a empezar el curso, así nos distraemos con otras cosas.

Cuando volvíamos a la habitación, lo hacíamos agarrados como una pareja. Habíamos bebido vino durante la cena y estábamos un poco alegres, así que casi se podría decir que por la calle ni siquiera disimulábamos.

Al volver a estar en la intimidad, vi claramente que mi madre traía muchísimas ganas de volver a follar. Yo había descargado dos veces aquel día, por lo que quizás podría aguantar más tiempo en correrme del habitual. Besándonos apasionadamente nos quitamos la ropa y pude contemplarla en el conjunto morado que me volvía loco. Más que contemplarla tenía ganas de tocarla, de estrujarla, de acariciarla y de lamerla entera, y eso mismo hice. Ella estaba totalmente desatada, entre euforia, lujuria y ebriedad disfrutamos de aquel momento al máximo. Le comí el coño simplemente apartando las bragas y ella no se quiso quedar atrás pondiéndome el miembro bien duro utilizando su boca. Después le follé el coño en un misionero delicioso en el que ella tenía las piernas muy abiertas y me acariciaba la espalda mientras sus tetas se balanceaban de forma hipnótica. Se tocó el clítoris hasta tener uno de sus fascinantes orgasmos y al cabo de un buen rato fue ella quien se puso encima de mi. Mientras estaba tumbado boca arriba y me miraba de frente, sus tetazas quedaron a la altura de mi cara y se las pude agarrar y chupar mientras seguíamos follando, con un fantástico movimiento de pelvis conjunto.

Con mi cara entre sus tetas, sintiendo todo el peso de ellas, y mis manos agarrando fuerte sus nalgas, intenté decir sin ahogarme:

-Mmmfh... ¡Me corro!

-Eso es -balbuceó ella.- Córrete a gusto...

Y me volví a vaciar en el coño de mi madre.

Ya estábamos apagando la luz para descansar después de aquel día tan ajetreado cuando ella dijo:

-Ay, hijo... Que buena idea tuviste de hacer esta escapada los dos.

-¿Pero qué dices, mama? -contesté.- Si la idea de hacer una escapada fue tuya.

-Sí, pero tu propusiste que fuéramos solo los dos -me respondió.- Y esa me parece una muy buena decisión. -dijo sonriendo traviesa.

-Mami... -continué.- Te quiero.

-Y yo a ti, mi niño.

Y nos dimos en los labios uno de aquellos besos de buenas noches tan llenos de ternura y pasión que no los habría podido imaginar mejores.

A la mañana siguiente me desperté notando una extraña pero agradable sensación. Al abrir los ojos lo comprendí: mi madre me estaba despertando con una mamada. Cuando vio que ya me había despertado se quitó mi polla de su boca para mirarme sonriendo y decir:

-¡Buenos días, cariño! -y siguió mamando muy concentrada.

Me relajé y disfruté de mi regalo matutino, aquella era una gloria con la que apenas podría haber soñado. Mi madre se esmeró y aquello duró unos geniales minutos, pero ella lo hacía tan bien que no pude contenerme más, por lo que lo intenté anunciar:

-Mamá... Que me... Mmh...

Ella lo entendió e hizo un riudo de "Mmmmhhh" mientras mi polla empezaba a expulsar leche directamente dentro de su boca. Como era habitual, mis espasmos se alargaron mucho y ella hizo lo posible para alargar mi disfrute al máximo con lametones cuidadosamente ejecutados. Cuando la cosa se calmó, sacó mi polla de su boca y tragó lo que yo le había echado dentro.

-¡Venga, dormilón, que hoy tenemos una excursión larga para hacer y tenemos incluído el desayuno! -dijo aún con una gota de leche que le caía desde los labios hasta la barbilla.- Aunque se podría decir que yo ya he desayunado.

Se relamió los labios para no perder ni una gota de mi esperma y nos pusimos a reír en aquel momento de felicidad absoluta.

La tónica general de nuestro pequeño viaje fue aquella. Más unidos que nunca, madre e hijo disfrutábamos del senderismo y de la naturaleza en público y del sexo apasionado en privado. Recuerdo la última noche de aquel fantástico fin de semana, después de follar como salvajes, tumbados en la cama desnudos y abrazados, hablando:

-Estos días han sido un regalo magnífico, Robe -me decía ella.

-Tienes razón, mamá. -le contesté.- Ha sido fantástico.

-Pero ahora ya empieza el curso y ya sabes que toca concentrarse en los estudios... -continuó.- Sabes perfectamente que en casa no tendremos tanta intimidad y que esto es un secreto absoluto para tus hermanas. ¿Eres consciente de ello, verdad?

-Sí... -dije resignado.- Durante el curso siempre van a estar Marta y Laura... ¿Entonces no podremos...?

-Bueno -dijo ella.- Me gusta pensar que algún momento vamos a encontrar... Pero no creo que sea muy a menudo, la verdad.

-Sea como sea, -dije yo.- Ahora mismo he disfrutado mucho de estos días y esto no lo voy a olvidar, mamá. De verdad.

-Yo tampoco, hijo -y sentenció la conversación con un beso.

El día siguiente, com mi madre al volante y yo a su lado, hicimos el camino de regreso a casa. La miré y la encontré muy bella, como siempre la veía. Di gracias al destino por todo lo vivido, pasara lo que pasara a partir de entonces.

CONTINUARÁ...