El Hombre de la Casa 7

Roberto ya no tiene su molesta escayola. En este nuevo estado puede disfrutar mucho mejor de la vida sexual que tiene con su madre y su tía a parte de aprovechar los días de verano que quedan yendo a la playa.

LAS VACACIONES SIN ESCAYOLA

Volvía de la consulta hacia mi casa en coche, con mi madre conduciendo a mi lado. Yo me miraba el brazo derecho y lo movía mientras sonreía embobado. ¡Cuanto había hechado de menos la mobilidad en aquel brazo! No sabía si me acordaría de escribir o de coger los cubiertos con la mano con la que lo había hecho toda la vida. Mi madre me habló:

-Estás contento ¿Eh?

-Sí, claro -respondí fascinado.- No te puedes imaginar que sensación tan buena... Es fantástico poder volver a tener dos brazos.

-Aún quedan días de verano, te dará tiempo de disfrutarlo sin escayola...

-Mamá -le dije mirándola.- Ya he estado disfrutando mucho todo este verano.

Ella sonrió con cierta ilusión. Yo lo decía de todo corazón y además ella tenía razón. Me quedaban aún dos buenas semanas de Agosto para disfrutar de las vacaciones y de esta situación tan increíble que estaba viviendo con mi madre y mi tía. La verdad es que con esta primera había podido aprovechar y disfrutar algunas pocas noches en que nos quedábamos solos en casa viviendo experiencias muy placenteras mientras mi movilidad iba volviendo poco a poco. Fue en el momento de haberme quitado el yeso del brazo derecho cuando experimenté la euforia de volver a sentirme yo, con plenas intenciones de vivir aún más de aquellas situaciones tan geniales.

Era mediodía cuando llegábamos a casa. Por fortuna del destino ninguna de mis dos hermanas estarían para la hora de comer, por lo que se sobreentendía que mi madre y yo tendríamos tiempo para celebrar mi recuperación en la intimidad. Cuando llegamos, ella abrió la puerta con la llave y me invitó a entrar a mi primero. Me siguió y cerró de colpe la puerta detrás de mi. Me giré y la sorprendí con un abrazo muy intenso por su espalda.

-Hijo... -me dijo jadeando por lo inesperado.- No tienes paciencia ¿Eh?

Yo me quedé abrazándola en silencio y sin una respuesta clara a su acierto. Ella continuó hablando:

-Y me encanta... -Se giró hacia mi y nos fundimos en un apasionado beso lleno de deseo. Allí mismo la empecé a magrear con mis dos manos... ¡Por fin con las dos! Me separé unos centímetros de ella y agarré cada una de sus tetas con cada mano. Las apreté suavemente y las subí un poco. El canalillo que le dibujaba la camiseta de tirantes ajustada que llevaba para ir por la calle, se acentuó. A mi se me caía la bava por comérmelas de nuevo.

-Ay, mamá -balbucée.- No sabes las ganas que tenía de poder hacer esto.

-Ay, cielo -me respondió con la respiración acelerada.- ¡No sabes tú las ganas que tenía yo de que lo pudieras hacer!

Estuve amasándolas unos segundos y no tardé en lanzar mi cabeza a aquel canalillo cual depredador. Con mi lengua empecé a recorrer aquella línea que me enloquecía.

-Vamos arriba -le sugerí.

-Vamos... -me contestó entre más respiraciones agitadas.

Llegamos a la escalera y ella misma me preguntó:

-¿A mi habitación o a la tuya?

Sonreí por aquella pregunta y me atreví a sugerir:

-Vamos a la mía. Quiero hacerlo donde me hice las pajas imaginándome esto. Antes de pensar que pudiera llegar a ser real.

-Vale, cariño -respondió mientras andaba apresurada.- Hoy estás de celebración así que lo mejor será que nos montemos la fiesta en tu cama...

-La fiesta de cumple que me hubiera encantado al empezar el verano. -dije mientras le acariciaba la cintura subiendo por las escaleras.- Cuando empecé a desearte tantísimo.

-Más vale tarde que nunca -dijo ella cogiéndome de la mano y llevándome a mi propia habitación.

Cuando llegamos nos lanzamos a la cama y nos seguimos comiendo los labios. La volví a tocar con dos manos y me sentí increiblemente bien. Aún no tenia el 100% de mi energía ya que aún me faltaban algunos días para una recuperación plena. Igualmente iba a emplear toda la que tuviera en aquel momento en follarme a mi madre de la forma que siempre había deseado hacerlo.

La desnudé quitándole primero su camiseta, a lo que ella respondió haciendo lo mismo con la mía. Me puse a comerle las tetas para deleitarme al máximo, aún con su sujetador puesto pero casi siendo arrancado por mis manos antes de desatarlo, liberando esos pezones deliciosos que acabaron irremediablemente en mi boca. Le acariciaba la espalda para acabar de quitarle aquella prenda y en vez de tan solo chupar, empecé a dar unos suavísimos mordiscos.

-¡Joder Roberto, me vas a volver más loca de lo que estoy!

Sus manos me habían estado acariciando el torso y la espalda, pero una de ellas se dirigió a desabrocharme el pantalón con maestría. Oí el ruido de mi cremallera y no me quise quedar atrás, así que fui a deshacerme también del suyo. Nos deshicimos de los pantalones y nuestras manos empezaron a acariciarse mutuamente los genitales, yo por encima de su tanga y ella por encima de mis calzoncillos.

-Solo así ya puedo notar lo mojada que estás, mamá -le dije en pleno éxtasis.

-Me mojo cuando noto lo duro que estás tú -me explicó.- Y quiero que me folles con eso...

-Hoy me voy a poner arriba, -anuncié.- Quiero hacerlo así y moverme yo.

-Vale Robe, -contestó cada vez más perdida en su propio placer.- Como tú quieras...

Sin quitarnos la ropa interior que nos quedaba, ella se abrió de piernas y yo me puse encima de ella haciendo coincidir a la misma altura mi pene y su vagina. Empujé hacia ella para crear un maravilloso roce y apreté mi erección cubierta por la tela de ropa con su humedad también tapada. Estuve un rato así hasta el punto que ella me dijo casi gimiendo:

-¡Por favor, hijo, métemela ya! ¡No puedo aguantar más!

Con mi mano derecha aparté la tela de su tanga sin quitárselo. Mojé mis dedos en sus fluídos densos y calientes, los deslicé buscando lo que ya estaba aprendiendo que era el clítoris, dándole cuidadosamente una ligera estimulación.

-¡Oh, Dios! -gritó mi madre, con un leve intento de contenerse.- ¡Esto es genial!

Me bajé por fin los calzoncillos, y aproveché que su tanga estaba apartado para poder penetrar aquella vagina mojada con mi polla endurecida. Mi madre emitió un gemido muy intenso cuando la sintió dentro.

-¡Oh! ¡Sí! -pronunció.- ¡Roberto!

Yo iba más que salido y sabía que no duraría demasiado, no obstante quería follar con toda aquella intensidad por primera vez en mi vida. Empecé a moverme yo, a enloquecer y a dejarme ir a mi propio placer. Mi madre ya estaba fuera de si y seguía gimiendo. Miré sus tetas, como se movían al ritmo de mis embestidas. Me pareció una imagen divina. Sentí que no podría durante mucho más tiempo, pero intenté aguantar.

No fue hasta pasados unos minutos en que sentí que sería inevitable:

-Mamá... Me... Corr...

-¡Córrete a gusto, hijo! -Me interrumpió.

No desobedecí. Cerré los ojos, apreté los dientes y sentí como mi leche caliente impregnaba el interior de mi querida madre. El placer se multiplicó hasta el puro éxtasis durante los segundos maravillosos que duró mi orgasmo. Yo seguía con mi intesidad para sentirlo al máximo, pero poco a poco fui bajando el ritmo. No la saqué immediatamente por puro vicio. Me encantaba estar a dentro mientras aún sentía espasmos. Por si se me ocurriera lo contrario mi madre me suplicó:

-¡No la saques Robe!

Allí me quedé. Aún con un suave movimiento de entrada y salida vi como ella dirigía sus dedos a su clítoris y empezaba a masajearlo. Yo me quedé muy sorpendido ya que nunca había visto una masturbación femenina en directo. Pocos segundos le bastaron a mi madre para poder decir con convicción:

-Me corro... ¡Me corro! ¡Ohhh!

Y gimió como nunca la había oído gemir hasta enconces. Por mi parte noté las paredes de su vagina contraerse hacia mi pene, que aún se movía y resbalaba en los deliciosos fluídos de aquel mojado agujero. Tuvo que pasar un tiempo para que tanto ella como yo respiráramos con mucha más tranquilidad.

Ella abrió los ojos y me sonrió:

-Buff... Que maravilla...

-¿Y esto último? -pregunté con mi polla aún dentro.

-Te habías corrido y yo estaba a punto... -respondió.- El orgasmo llega con la estimulación del clítoris.

-Sí... Dije. Sé lo que és...

-No te preocupes. -continuó.- Nadie nace enseñado. Seguro que vas aprendiendo un montón ahora que te puedes mover tan bien.

-Mamá, te quiero -le dije con emoción.

-Yo también a ti, cariño -me contestó. Y nos volvimos a dar un tierno y apasionado beso, estando aún yo dentro de ella.

. . .

Agosto iba avanzando con persistencia. Yo no sentía en absoluto mi verano desaprovechado, pero quería asegurarme de disfrutarlo al máximo, ya que al fin y al cabo no sabía como se desarrollarían los acontecimientos a partir de Septiembre, cuando empezara el nuevo curso escolar. Un día cenando surgió una interesante conversación.

-Tete -me dijo Marta, mi hermana más joven.- Que alegría verte tan bien por fin. Recuperado y con unos días de verano aún por delante. ¡Debe haber sido duro estar encerrado mientras los demás han podido disfrutar tanto de las vacaciones!

-Pues sí -dije fingiendo para ocultar que realmente mi accidente había resultado en una de las mejores cosas que me habían sucedido en la vida.- A ver si puedo aprovechar los días que quedan.

-¿Y tus amigos? -preguntó mamá.- ¿Los has ido llamando para decirles como estás?

-Juan estará en el pueblo hasta el último día de Agosto... -respondí con cierta nostalgia.

-¿Y aquella chica..? -continuó mi madre.- ¿Ainara?

Marta me miró mucho más callada, con una expresión un tanto misteriosa. Laura en cambio hizo una sonrisa más bien cínica, alzando una ceja. Yo contesté a la pregunta con tanta naturalidad como pude, sorprendido por la repentina curiosidad de mi madre por mi relación con chicas de mi edad:

-Está de viaje por Europa con su familia...

-Ya es una lástima, -respondió mi progenitora.- Pero seguro que encuentras a alguien con quien salir, ir a la playa...

-¡Sí, claro que sí! -dijo Marta.- Yo este año ya he ido un montón a la playa con las de mi clase, ¡Pero a la próxima podemos ir los dos! Mañana mismo si quieres.

-¡Estupendo! -exclamó mamá.- Laura, con lo que a ti te gusta la playa, ¿No vas a ir con ellos?

Miré a Laura, que puso una cara de aburrimiento bastante evidente antes de decir:

-Pues no sé... Quizás tenga mejores planes, la verdad.

-¿Alguno de tus novios? -preguntó Marta con un marcado tono cotilla.

-¿Ilguini di tis nivis? -le contestó Laura poniendo voz infantil para no tener que responder a la pregunta. No lo hizo en tono agresivo, lo que provocó las risas de toda la mesa.

-Bueeno... -dijo mi madre, conciliadora como siempre. Dejémos la vida de Laura para ella, que ya es mayor.

-Pero podríamos ir algún otro día los cuatro -comenté yo.- O se lo decimos a tía Isa... ¿Tu mañana no te apuntas, mamá?

-Yo precisamente he quedado con ella mañana, hace tiempo que no nos ponemos al día -me dijo con cierta mirada de reojo.- ¡Id vosotros dos y pasadlo bien! Ya iremos otro día los cinco, ¿De acuerdo?

-Vale... -dijo Laura dándose por aludida.- De acuerdo...

-Bueno, de momento vamos los dos mañana -insistió Marta.

-Sí... -dije yo animándome con la idea.- ¡Mañana vamos!

. . .

El día siguiente me desperté con una dulce voz sonando a la puerta de mi habitación:

-¡Buenos días, tete! ¡Vamos si quieres aprovechar el día!

Me desperecé y vi a Marta ya preparada para la ocasión. Iba cubierta con un bonito pareo naranja y una bolsa de donde sobresalía la toalla.

-Buenos días -dije remoloneando.- ¿Qué hora es?

-¡Las nueve y media! -contestó Marta con muchísima energía, dirigiéndose a mi cama.- ¡Arriba dormilón!

Se sentó a mi lado y me empezó a zarandear en broma. Yo la abracé cariñosamente y seguí con la broma:

-¡Joo... Cinco minutitos más!

-Vengaaa -se rió ella.- Arriba.

Me percaté de mi erección matutina. Por suerte iba tapado con la sábana porque solo con el pantalón corto de pijama se me habría notado seguro.

-Ahora voy -dije más serio.- Ya me levanto, de verdad. Espérame abajo.

-¡Vale! -contestó con alegría.- Te espero abajo y desayunamos.

Se fue y me quedé solo en mi habitación. Aquel día sería más duro de lo que había imaginado, y nunca mejor dicho. Me quité los shorts del pijama y busqué mi bañador en el armario. Antes de ponérmelo vi mi polla. Aquella erección sería muy difícil de bajar a menos qué... No. No había tiempo. Me puse el bañador y acomodé mi pene dentro de forma que se notara lo menos posible. Por desgracia se notaba de cualquier de las maneras. En fin... Cogí una toalla, una camiseta ligera y me preparé para ir. Antes de eso me fui al baño y allí, despues de evacuar, me relajé más y se me pudo bajar un poco. Pude llegar a la cocina con una sonrisa y ganas de pasar un día de sol en la playa con mi hermana.

Desde mi casa no había mucho tiempo andando hasta la playa, así que caminamos por la calle bajo un sol radiante. Agradecí tan solo aquel momento, pasear tranquilamente con el buen tiempo de mediados de Agosto, con mi cuerpo refortalecido y dispuesto a disfrutar de lo que quedaba de verano. Fuimos a un sitio mucho más apartado que el que solía estar más concurrido por turistas y familias domingueras.

-Aquí es mi sitio favorito -recordé.- Mucho más tranquilo que la zona del paseo marítimo.

-Estoy muy de acuerdo -asintió Marta.- Aquí se está mucho mejor.

Llegó el momento de buscar un sitio en la arena y poner allí nuestras toallas. Lo hicimos a una buena distancia del agua, sin quedar muy lejos de ella. Puse mi toalla al lado de la suya y me quité la camiseta. Vi que ella se iba a quitar el pareo y no pude evitar mirarla de reojo.

Cuando se descubrió apareció su joven cuerpo cubierto por un bikini muy distinto al que le había visto en las anteriores ocasiones. Era uno azul marino que le cubría mucho menos las tetas. Supe que debía disimular mi cara de embobado para que no se me notara. Quizás no tenia la cintura tan estrecha como mi otra hermana, pero sus tetas ya eran oficialmente más grandes. ¿Como podían haber crecido tanto? Aquello era una locura. Ella siguió instalándose en el sitio y se agachó hacia su bolsa.

-Antes que nada -dijo sacando algo de su interior.- Hay que ponerse crema. ¿Tu llevas?

Me mostró un bote de crema solar con una amplia sonrisa.

-¿Eh?... -respondí saliendo de mi estado distraído.- No...

-Ay, Tete... -se rió.- Menos mal que tu hermanita pequeña piensa en todo...

-Jejeje -me reí yo nerviosamente.- Pues sí. Menos mal.

Se sentó en su toalla y yo hice lo mismo en la mía. Como no tenía mi propia crema no pude hacer más que esperar mi turno  mientras observaba con deleite como ella se embadurnaba de cuerpo entero. Cuando lo hizo en la parte visible de sus pechos, intuí lo suaves que debían ser y deseé con todas mis fuerzas haber podido ser yo quien les aplicara crema.

Poco más duró la escena hasta que me dijo:

-Esto... ¿Me pones en la espalda?

-Claro... -respondí mostrando seguridad.

Se puso de espaldas a mi y acabé su tarea conformándome en poner la crema tansolo allí.

-¡Gracias, Tete! -me dijo al terminar.- ¡Toma!

Me dió el bote a mi para que me pudiera poner la crema. Me la apliqué de cuerpo entero y al final ella me dijo:

-¿Te pongo en la espalda?

-¿Eh? -contesté sorpendido.- Sí...

Le devolví el bote e hizo conmigo lo mismo que yo había hecho con ella justo antes.

-Gracias -le dije.

-¡De nada! -exclamó con alegría. Acto seguido me abrazó desde detrás y las noté. Noté sus tetas en mi espalda, calientes por el sol y desprotejidas, ya que no nos separaba nada más que un bikini de fina tela. ¡Que sensación más buena! Me besó en la mejilla tal y como estaba y se separó de mi con naturalidad.

-¿En un rato nos vamos al agua? -preguntó.- Cuando la crema se haya absorvido...

-Por supuesto -dije aún disimulando mi excitación.- Este año aún no me he bañado en el mar.

Me senté para ocultar la erección entre mis piernas y procuré relajarme con el ambiente de la playa poco concurrida. Pasados unos minutos, ya estaba más tranquilo cuando ella dijo:

-¿Vamos?

Andamos hasta la orilla y el agua del Mediterráneo abrazó mis pies. Caminamos hacia dentro del mar mientras nuestros cuerpos iban asimilando el cambio de temperatura. Por fin pude meterme de cuerpo entero y me sentó genial. ¡Qué felicidad! En el agua jugamos, como no podía ser de otra forma. Nos ahogábamos el uno al otro en broma y yo agradecía cada tipo de roce que sentía con su piel mojada. Me encantaba sentirla mientras se reía feliz conmigo.

Cuando nos cansamos de jugar y nadar nos fuimos a las toallas otra vez y nos tumbamos bocabajo. No pude evitar decir:

-Se está genial...

-Sí, -contestó Marta.- Qué relax...

Y se hizo el silencio. Un silencio de calma y tranquilidad acompañado de la suave música de las olas del mar. No sé cuantos minutos pasaron hasta que ella volvió a hablar:

-Tete...

-¿Sí? -murmuré volviendo a la realidad después de navegar en mis pensamientos de bienestar y felicidad.

-¿Piensas a veces en papá?

La pregunta me pilló por sorpresa. Tardé un poco en responder:

-Claro... -dije con un poco de vergüenza.

-Creo que hoy mamá y tía Isa han ido a verle -explicó.- Hace tiempo que no vamos y creo que deberíamos.

-Tienes razón. -contesté.- Mamá siguie yendo a menudo, pero nosotros no vamos nunca.

-Creo que mamá ya no va tan a menudo como antes -comentó.- Este verano se ha esfozado mucho por cuidarte, y le ha ido bien para distraerse.

Me sentí mal. Por mi culpa mi madre estaba descuidando a papá. Y era por cosas peores de las que Marta pudiera imaginar. Yo sabía que mi madre le hablaba cuando iba al Hospital pero ¿Qué le contaría de los últimos acontecimientos? ¿Y si mi padre lo pudiera oír todo en su estado? ¿Y si experimentaba un shock emocional?

-Robe, lo digo de verdad -dijo Marta viendo que yo no respondía, con toda mi cara de preocupación.- No te ralles porque a mamá la ha ido muy bien retomar la vida familiar y la veo mucho más alegre. Debemos ir con Laura a ver a papá y contarle lo felices que estamos. Explicarle como seguimos adelante y decirle que seguiremos así. Que cuando vuelva a estar con nosotros se encontrará una família preciosa. La que siempre ha tenido.

La miré con sorpresa. La más joven de la casa estaba madurando mucho. No podría evitar que me sintiera culpable por follar con la mujer de mi padre comatoso, pero desde su punto de vista y conocimiento tenía toda la razón del mundo.

-Vale -concluí.- Vamos a ir a verlo. Los tres.

-Yo se lo digo a Laura -me tranquilizó.- Ya sé que entre vosotros os cuesta hablar de estas cosas.

-Gracias Marta -dije yo después y antes de otros paréntesis de silencio.

-Lo hecho de menos ¿Sabes? -dijo ella volviéndolo a romper. Había mucha nostalgia en su hablar.

-Yo también... -añadí. Le cogí la mano y ella me la agarró suavemente.

-Cuanto más creces, más te pareces a él, Tete.

No respondí. Estaba acostumbrado a ese mantra. Todo el mundo decía que era calcado a él cuando este tenía mi edad. Seguimos cogidos de la mano un buen rato.

La mañana pasó y se acercaba la hora de comer. Ella se puso el pareo y yo la camiseta. Després de recoger las cosas pusimos rumbo a nuestra casa. Cuando llegamos no había nadie. Tansolo una nota de mamá:

"Voy a comer con tía Isa. Si coméis en casa tenéis sobras de los macarrones de ayer para calentar. Os quiero."

-Mamá nos ha dejado comida. -comenté a mi hermana.

-Vale -contestó.- ¡Pero antes te enseño un truco para quitarnos rápido la arena de playa!

-¿Como dices? -me reí.

-Ven... -me cogió de la mano.

Me llevó hasta la piscina y se volvió a quitar el pareo. Se puso debajo de la ducha exterior y yo no pude evitar volver a mirarla embobado. Se duchó enfrente de mi y vi como las gotas de agua recorrían aquel potencialmente voluptuoso cuerpo solamente cubierto por aquel despampanante bikini.

-¡Burr! -gritó ella.- ¡Que fresquita!

Luego se fue alegremente brincando hasta la piscina y saltó al agua. Yo no hice exactamente lo mismo que ella: me duché de la misma forma pero después de apagar el agua me dirigí a la piscina, bajando tranquilamente por la escalera.

-¿No te tiras? -me preguntó mientras nadaba.

-Me trae malos recuerdos -bromeé. Aunque había parte de verdad.

-¡Ven aquí, Tete! -me gruitó entusiasmada.

Fui nadando hacia ella y me agarró en un intenso abrazo. Me había llegado a acostumbrar a sentir aquellas tetazas apretadas contra mi, pero igualmente me encantaba la sensación y se me volvió a endurecer la polla. Creo que la rocé con su pierna. Ella quizás notó algo, porque su sonrisa pasó a tener cierto aire misterioso. Nos separamos con naturalidad. Y me dijo:

-¿Ves? Nada de arena de playa.

Sonreí ante su euforia y energía. Me fascinaba.

Después del rápido baño y otra ducha en el jardín, cada uno fue a su habitación para quitarse el bañador mojado y ponerse algo más cómodo. Comimos los macarrones y nos tumbamos en el sofá. Con la tele encendida para hacer una más que apetecible siesta.

A media tarde, mi madre y mi tía entraron por la puerta de casa:

-¡Muy buenas! -dijo tía Isa con su habitual alegría.- ¿Hay alguien en casa?

-Buenas tardes -dije yo desde el sofá.- Aquí estamos.

-¿Como ha ido el día de playa? -nos preguntó mi madre.- ¡El tiempo hoy está genial!

-Muy bien, mami -respondió Marta.- ¿Y vuestro día?

Mi tía se calló y dejó hablar a mi madre:

-Bueno, bien -comenzó.- Hemos ido a ver a vuestro padre. No hay ninguna novedad desde el Hospital. Todo tranquilo.

-Ya me imaginaba que habíais ido... -dijo Marta.- En la playa hemos dicho que un día tenemos que ir los tres hermanos a verle.

-Me parece una idea genial, Marta -dijo mi madre con el corazón enternecido.- Y otro día podríamos ir los cinco, antes de que acaben las vacaciones. Como hacíamos las primeras veces.

-¡Claro que sí! -respondió tía Isabel con una gran sonrisa.

Tía Isabel se quedó a merendar. Como siempre surgió una entretenida charla con ella:

-¿Y la hermana mayor? -nos preguntó.- ¿Donde está Laura?

-A saber -dijo Marta riéndose.- Va a su bola.

-¿A quen habrá salido? -insinuó mi madre mirando a tía Isa de reojo.

-¡A mi no me mires! -exclamó mi tía entre carcajadas. Le devolvió la mirada y añadió:- Mis genes no los tiene...

-¿Yo? -contestó mamá teatralizando su expresión.- Pobre de mi...

Nos reímos un buen rato entre bromas varias.

-¿Y tú, Roberto? -Me interrogó tía Isabel.- Ahora que ya te encuentras bien... ¿Ya estás aprovechando para salir de casa? ¿Ya quedas con tus amiguetes para salir por la noche?

-Pues casi todos están fuera. -dije resignado.- Es difícil tener plan así.

-¡Bueno! -dijo mi tía quitándole hierro al asunto.- ¡Ya te irán saliendo planes, estoy segura!

Pasó la tarde en poco tiempo. Aunque había bastante luz se acercaba la hora de cenar. Tía Isa se despidió y se marchó. Subí a la habitación una horita más tarde y cogí el móvil por fortuna. Había un mensaje sms.

"Guapo, si no tienes plan esta noche... ¿Te apetece salir a cenar? Yo invito ;-)"

. . .

Me encontraba frente a mi tía, que llevaba un elegante pero informal vestido escotado y muy ceñido. Yo me había puesto camisa de manga corta para la ocasión. Estábamos sentados en una mesa de restaurante de precio moderado y no se si la gente nos estaría mirando por llamar la atención a causa de nuestra diferencia de edad. Mi madre ya era una madre joven de por si, pero mi tía, además de serlo más que ella, aparentaba aún menos edad. Quizás colábamos como hermanos de distintas generaciones pero nuestra vestimenta parecía más la de una pareja, por lo que algo raro debíamos de tener a los ojos de miradas desconocidas.

-Entonces... -me preguntó ella leyendo la carta.- ¿A tu madre se lo has dicho?

-Pues sí -contesté yo.- Cuando Marta no escuchaba le pregunté si podía ir por ahí contigo. La verdad es que sonrió con ilusión al decirme que sí.

-Bentida tu madre -se rió.- Lo lleva con una naturalidad brutal, me recuerda a lo loca que estaba de joven.

-La que se ha extrañado es Marta -continué.- Me ha dicho tal cual "¿Pero tú hace un rato no decías que no tenías con quien salir?". Me he inventado que hay un par de compañeros de clase que aún están por aquí.

-Pobre Marta -dijo mi tía.- Es inocente y tiene una bondad...

-Exacto -contesté.- Me sabe mal mentirle pero habría flipado si le digo que voy a cenar a solas contigo.

Cenamos y charlamos de como había ido el día, de como estábamos los dos, de como estaba mi madre y también sobre mis hermanas. Tía Isabel me miraba fascinada cuando yo hablaba de ellas, pero no hizo ningún comentario al respecto. Naturalizamos muchos temas que en ocasiones anteriores no se hubieran hablado con tanto desparpajo. El vínculo sexual que teníamos desde hacía semanas nos permitió tratarlos como si nada en la conversación. Ella nunca tenía problemas para hablarnos de sus relaciones que nunca implicaban compromiso, pero en aquella ocasión profundizó más en el tema:

-Y luego está Javier, -me contaba.- Que desde que supo que soy bisexual está obsesionado en encontrar otra chica para hacer un trío.

-¿Perdón? -dije yo sobresaltándome.- ¿Como has dicho?

-¿Qué ocurre? -preguntó antes de beber de su copa de vino con expresión de indiferencia.

-No nos habías dicho que fueras bisexual... -respondí.

-Tampoco recuerdo haberte dicho nunca que sea heterosexual -dijo alzando media sonrisa y una ceja.- No hay que dar siempre tantas cosas por sentado.

-Jajaja -me reí.- Tienes razón. Me surgen tantas preguntas... En serio.. ¿Un trío?

-Seguro que tienes muchas preguntas Roberto. -dijo en un tono más adulto.- Pero es natural... Estás en tu despertar sexual y, en tu extraordinario caso, lo estás descubriendo todo con tu madre y con tu tía. Es un proceso muy curioso, pero seguro que siendo nosotras podemos enseñarte bien -terminó de hablar mientras me guiñaba un ojo.

Me excité de oír lo que había dicho y de ver su expresión facial. Noté su pie totalmente desnudo rozarme la pantorrilla por debajo de la mesa de forma disimulada, ella se había quitado la sandalia veraniega y mi pierna también estaba descubierta porque llevaba pantalones piratas. Me mordí el labio y recé para que trajeran pronto la cuenta.

Cuando llegamos a su piso de soltera y cerramos la puerta detrás de nosotros nos sentimos al fin aislados del mundo exterior lleno de leyes y morales que no aprobarían lo que íbamos a hacer. Literalmente nos empezamos a devorar mútuamente mientras íbamos hacia su habitación.

-Espérame aquí -dijo después de que yo me sentara en su cama.

Se fue y volvió con una botella de cava y dos copas. La abrió allí mismo y vertió parte de su contenido en ellas. Cogí una de las copas y brindamos.

-Por tu mejor verano hasta el momento -dijo ella.- Chin-chin.

Solamente sonreí con lujuria. Bebí y luego vi como ella bebía más. Yo solo me habia pimplado una cuarta parte de la botella de vino del restaurante y ella se había bebido el resto, así que tenía los colores subidos. Realmente estaba preciosa. Despues de beber nos seguimos comiendo las bocas mientras nos desnudábamos. Me encantó como de aquella manera desabrochó cada uno de los botones de mi camisa, uno a uno. En aquella ocasión, puso su mano por debajo de mi calzoncillo para agarrar directamente mi falo antes de quitármelo. Yo hice lo mismo y le toqué la entrada de su vagina mojada por debajo de su tanga. Llegó el momento de acabarnos de quitar la ropa interior cuando ella se tumbó bocarriba y se abrió de piernas. Yo le comía las tetas mientras las apretaba. No había tanta carne para coger como en las de mamá, pero eran simplemente preciosas. Me miró con una de sus expresiones más traviesas y me dijo sonriendo:

-Es el momento de que te enseñe algo que te prometí.

Lo entendí enseguida. Me acordaba de aquello que estaba pendiente.

-Baja más -me pidió,- y observa mi coño, Robe...

Obedecí. Me puse a la altura de este y lo miré con atención. Iba un poco depilada però no al 100%. Lo abrió con sus dedos para mi deleite. Empezó su explicación didáctica:

-Ya conoces bien este agujero, y creo que ya sabes donde está el clítoris, lo sabes encontrar bien con los dedos...

-Gracias.. -dije sonriendo.

Con tu lengua también está bien que lo estimules, ¿Sabes? Pero hay que conocer bien a cada persona para hacérselo bien de verdad... No hay dos coños iguales.

-Qué te parece... ¿así? -pregunté antes de lamer un poco por el costado, acercándome cada vez a la raíz de su placer. Con mi lengua busqué el sitio donde debía estar su clítoris y la deslicé por este.

-Bien, bien... -gimió ella.- Pero cuidado no seas bruto, a mi me va la caña pero no a todas...

-Vale -dije yo dirigiéndome a la vagina para seguir.

-Oh... -continuó disfrutando ella al sentir mi lengua en su interior.- Espera... Túmbate aquí.

Me hizo un gesto para que me tumbara boca arriba. Se colocó encima de mi, sentada en mi vientre y, de espaldas a mi, dirigió su hipnotizante culo hasta mi cara, aterrizando su coño en mi boca.

-Prueba así ahora -me dijo.

Continué lamiendo y le puse una mano en cada nalga. Fue un auténtico disfrute empezar a darle los cachetes que tanto le gustaban mientras le comía el coño. Ella empezó una de sus laboriosas mamadas en aquella misma posición. Allí experimenté con aquel coño, ya que estaba totalmente a mi alcance. Probé metiendo mis dedos, metiendo mi lengua, lamiendo distintas zonas... Algo debí hacer bien porque ella gemía de lo lindo, hasta el punto que me dijo:

-Oh, quiero meterme esa polla...

Ella misma se levantó y cogió rápidamente una caja de preservativos del cajón la mesilla de noche, como si ya tuviera mucha práctica en aquel mismo gesto. Me puso uno y en aquella ocasión se puso de cara a mi para iniciar la penetración:

-Oh sí... -siguió gimiendo.

Pero aquella vez fue distinto. Yo podia seguir el ritmo de sus movimientos y agarrar su trasero con las dos manos para moverlo al mismo compás que mis caderas. Aquello era una auténtica pasada. El placer aumentaba por momentos y nos estábamos volviendo locos mirándonos a los ojos con expresiones de placer y ceño fruncido. Mis cachetes en su culo aumentaron su intensidad y ella rozaba su clítoris por mi pubis de una forma muy desesperada. Poco después se puso recta y fueron sus propios dedos los que empezaron a estimulárselo. Me recordó al gesto que había hecho mi madre la última vez, y el resultado fue el mismo:

-¡Oooh.. Síí! -se deshizo del todo.- Me corro...

Pasados varios espasmos se rindió encima de mi. Pero en vez de dar la sesión por finalizada, dijo en aquella misma posición:

-Roberto... ¿Te has corrido?

-No... -contesté.- Aún no.

-¿Quieres hacerlo de otra manera? -me preguntó con picardía.

-¿Como por ejemplo? -dije con curiosidad.

-No me has soltado el culo en todo el rato -señaló mi tía.- Solo para darme cachetes... ¡A ver si ahora vas a ser más de culos que de tetas!

-Jajajaja -me reí.- Creo que me gusta todo. Y tu culo es una pasada...

-¡Ay! Gracias cariño... -me dijo con ilusión antes de darme un beso tierno en los labios.- ¿Quieres que me ponga a cuatro patas y así ves mi culo mientras me follas?

Abrí los ojos de par en par.

De aquella manera fue como no tardé demasiado en correrme, mientras seguía agarrando y dando cachetes a su trasero, penetré su vagina y disfruté una vez más de mi movilidad. Ella siguió gimiendo de lo lindo hasta que llegó mi inevitable corrida.

-Ooooh... -gemí.- ¡Tía!

-¡Córrete sobrino! -me ordenó.

Una vez más llené un preservativo con mi esperma, dentro de la vagina de mi tía mientras me agarraba fuerte a su redondeado culo. Luego de aquello me quedé a dormir en su piso y en su cama. Mi madre ya estaba avisada de que podría ocurrir y ella misma mentiría a mis hermanas diciendo que pasaría la noche con un grupete de compañeros de clase en casa de uno de ellos.

CONTINUARÁ...