El Hombre de la Casa 5

Isabel materializa la ayuda que quiere brindar a su hermana y sobrino, pero quiere ir más allá hablando con Luisa para que esta sea sincera consigo misma.

UN SUEÑO HACIÉNDOSE REALIDAD

Siempre había pensado que mi tía estaba un poco loca pero no hasta aquel punto. No me había dado ningún detalle de lo que hablaría con mi madre pero me había asegurado que, si salía bien, podría volver a tener sexo con ella, y no solo "simples" pajas... No me lo acabé de creer. Decidí pasar de cotillear más lo que hablaran o dejaran de hablar y simplemente vivir mi vida. De hecho tener a mi tía praticamente a mi completa disposición ya era un chollo muy grande. No tardé mucho en llamarla, al día siguiente de nuestro primer encuentro ya busqué su número en la agenda del móbil y lo marqué:

-¿Sí? -contestó tía Isa.

-Hola, tía... -dije yo- ¿Qué tal?

-Muy bien, Roberto ¿y tu?

-Voy haciendo, tía... -le respondí un poco nervioso por la rara situación.- Cada día me encuentro un poco mejor...

-¡Ese es el espíritu, sobrino! ¿Querías algo?

-Ehm... bueno -dije.- Ya sabes... como me dijiste que te llamara cuando...

-Ah, es eso... -se rió mi tía con maldad.- Jejeje... Pues me pillas sin mucho que hacer así que, si quieres vengo, pero me teneis que invitar a vuestra fantástica piscina. Quiero aprovechar bien el viaje...

-¡Claro que sí, tía! -le dije contento.- Usa la piscina cuando quieras. Ya lo sabes. Aunque te tendrás que bañar sola, no hay nadie en casa en todo el día. Mi madre se ha ido de compras con Marta y Laura a un centro comercial y a ver algo al cine...

-Uy, -dijo mi tía con una sorpresa alegre- ¿Toda la piscina para nosotros dos?

-Tía, -contesté con resentimiento.- Yo aún no me puedo bañar...

-Bueno, niño. -dijo mi tía obviando los problemas.- Vengo en unos veinte minutos y ya veremos lo que hacemos.

Los veinte minutos los pasé degustando el sabor a que lo inevitable se acercaba. Llamó al timbre y fui a abrir con toda la agilidad que pude.

-¡Hola guapo! -me dijo dándome un beso muy cariñoso a la mejilla y abrazándome con un brazo. Iba vestida con un vestido y el bikini debajo. Nada más. Estaba espléndida y tenía muchas ganas de comérmela entera.

-Hola tía -le devolví el saludo.- Pasa...

-¿Aun no llevas el bañador? -preguntó sorprendida.

-Tía -le respondí- Te he dicho que no me puedo bañar...

-Tu te vienes a la piscina conmigo y nos hacemos un poco de compañía -respondió ella casi sin escucharme,- que almenos te dará el sol.

-Vale... -dije yo rindiéndome. ¿Pero que no venía a pajearme?

-Además, puedes ponerte el bañador y sentarte en la escalerita, que al menos se te refresquen las piernas.

-Vale... voy a ponérmelo... -dije dando a entender el tiempo que necesitaría para hacerlo.

-Uy, espera. -dijo ella.- Subo y te ayudo...

Sonreí. Ella subió conmigo hasta mi habitación y allí me dijo:

-Venga, te quito los pantalones y te pongo el bañador...

Y así lo hizo. Cuando me bajó los calzoncillos mi polla la recibió con alegría: sabía lo que le esperaba. Ella no pudo evitar comentarlo:

-¡Veo que sí! Tu cuerpo te pide guerra hoy también... eres fogosín y creo que te viene de família.

-Se alegra de verte -le dije a mi tía.- Después de lo de ayer quiere un poco mas...

-Sht... -dijo mi tia agarrándome el glande con la mano entera- Has dicho que teníamos toda la tarde... tu ahora ponte el bañador...

Me lo puso ella y guardó mi erección en aquel bañador ancho, que no evitaba que mi paquete se notara mucho. Bajamos a la piscina y allí se quitó el vestido enseguida. Se quedó en su fantástico bikini marrón y naranja. Pusimos las toallas una al lado de la otra en el césped y ella se dirigió a la ducha para poderse bañar. Yo caminaba hacia ella, que terminó de ducharse rápido y, sonriéndome, me cogió el brazo. Noté sus tetas pegadas a mi.

-Te ayudo a sentarte a la escalera, pero no te vayas a resbalar y a caerte...

-Muy bueno, tía -dije con tono sarcástico.- No voy a volver a resbalar en la vida...

Mi tía me ayudó a que me sentara y el agua me cubrió hasta el culo, refrescándome bastante de cintura para abajo.

-Voy a nadar un poco -dijo mi tía. Acto seguido me guiñó un ojo.- No tardaré en volver...

Se fue a la zona que mas cubría de la piscina y se sumergió. Nadó de todas las maneras que supo y se relajó mucho. El símil de una sirena volvió a mi mente y la observé con satisfacción. Su cuerpo curvado y practicamente perfecto, ese culo redondo, esas tetas tan notorias embelleciendo el bikini que las sujetaba, su pelo largo liso completamente mojado y suelto dejándose llevar por el vaivén del agua... era una diosa. Tal y como me había anunciado no tardó en volver hacia mi, esta vez completamente empapada de arriba a abajo: estaba preciosa.

-¿Qué tal? -me preguntó- ¿A que se está bien aquí?

-Sí... -dije contento de volverla a tener cerca- Me encantaría poder nadar, pero me conformo con mirar...

-¿Que me estabas mirando, depravadito? -dijo con tono meloso e irónico.- ¿A la hermana de tu madre? -se iba acercando a mi muy sensualmente y me puso muy malo. Me besó en el cuello con mucha suavidad.- Que pervertido, mi sobrino...

Se sentó a mi derecha, en el mismo escalón que yo. Noté su cuerpo junto al mío, pero aquella vez todo era más refrescante. La calidez de mi habitación era sustituída por el olor a cloro y el agua de la piscina que impregnaba la piel de nuestros dos cuerpos. La mano de mi tía se dirigió a mi glande y lo agarró, aún por encima del bañador. La caricia me sentó genial y terminé de ponerme bien a tono. Mi tía habló golosa:

-Vamos a darte un poco de la marcha que necesitas...

Me sacó la polla del bañador y la empezó a masajear con delirio. Estaba toda mojada pero, por muy fresca que estuviera el agua, mi polla estaba caliente y aguerrida. Nos miramos a los ojos y me sonrió mientras yo fruncía el ceño de placer. Me empezó a pajear en toda regla y miré al cielo gimiendo. No podía imaginar mejor forma que aquella de disfrutar de la piscina. Le fui a sobar las tetas y se las amasé. En un arrebato se apartó los triángulos del bikini y se las sacó. Tenía los pezones muy duros por el agua y por la excitación. Me dijo desesperada:

-Toma... ¡chúpamelas!

Se las chupé. Sabían a agua de piscina y estaban más fresquitas que nunca, pero me parecieron gloria. Hundí la cabeza entre ellas, como tanto me gusta hacer, y prácticamente berreé de la euforia. Mi polla era sometida a una masturbación muy intensa por su parte. Estaba genial. Tardé un poco más en correrme que el día anterior y el placer fue fantásticamente más largo. Lo anuncié como siempre:

-Me corro, tía... -y así lo hice. Mientras ella se acercaba a mi falo para verlo de cerca yo recosté la cabeza en su hombro izquierdo gimiendo por el placer. El ruido del agua hacía evidente que aceleraba el ritmo de su brazo para que yo gozara de un orgasmo frenético.

Cuando pude recuperar mi respiración me incorporé y le di las gracias. Después de reírnos un rato, los dos nos fuimos a la toalla, ella ya en topless directamente. Allí le volví a dar las gracias por como se estaba portando conmigo y con mi madre y me respondió:

-Tranquilo, chico, no me supone ningún esfuerzo. También lo disfruto yo, ya te lo dije. Y tu madre lo disfrutaría también si aceptara la realidad...

-¿Qué realidad? -pregunté intrigado.

-Sabes que la realidad es que a ti te gusta ella... tanto o más que yo -miré para otro lado.- No te preocupes -dijo apresuradamente con una sonrisa.- No soy nada celosa... El caso es que tu madre no se asustó simplemente de lo que hacía (que ella estaba convencida que era algo temporal, sin repercusión)... He vuelto a hablar con ella y estoy segura que el motivo por el que se asustó fue que le gustaba lo que hacía. Le gustaba a ella y te gustaba a ti... Por eso te dije lo de ayer... Te dije que volvería a hablar con ella y ya lo he hecho. No veo tan dificil convencerla de que es algo entre vosotros dos, que no tiene porque ser malo a pesar de lo que diría una sociedad que tampoco tiene porque enterarse... -se calló y recuperamos la mirada, el uno del otro.- Tú no te preocupes: mientras ella se lo piensa y le doy algún empujoncito..., si quieres un poco de contacto femenino aquí está tu querida tía.

No supe muy bien que decir. Me parecía todo muy disparatado. Devolví la sonrisa a mi tía y tomamos el sol un ratito más. Se fue no mucho más tarde y horas despues llegaron mi madre y mis hermanas. Marta, cuando me vió, me contó todo lo que habían hecho durante el día con su alegría desbordante y luego me dijo de hacer una partida a la consola (en el juego de tenis en modo zurdo porque solo podía utilizar mi mano izquierda por motivos obvios). Laura hizo algún comentario sobre que me iba a quedar fosilizado pasando tanto tiempo en casa (como si tuviera otra opción...). Mi madre no estaba nada rara y, aquella noche, me duchó sin ningún problema ni erección.

. . .

Las duchas con mi madre se habían convertido en solo duchas. A veces mi pene se podía duro pero ella simplemente lo ignoraba y no sacaba ningún tema de conversación sexual. Por otra parte la relación en general con ella era prácticamente como la de hacía ya demasiado tiempo: pocas sonrisas y un gesto de preocupación y fatiga constante. Mi madre volvía a vivir en lo gris de sus problemas y ya no luchaba para escapar. Bastante tenía con seguir simplemente adelante, llevando toda la carga que se veía obligada a llevar. Tampoco me preguntaba qué tal me iba con tía Isa y estoy seguro que ella sabía que el día anterior su hermana había estado aquí durante su ausencia. Ellas hablaban mucho por teléfono y yo, aunque hubiera decidido no ser más cotilla de lo que ya había sido, no pasé por alto esas llamadas.

Aquella ducha, un día después de la última visita de mi tía, era extrañamente silenciosa, aunque ella iba sacando varios temas de conversación que no llevaban a nada. Tuve la sensación de que me quería decir algo y no sabía como enfocarlo. Después de ducharme me dijo que mis hermanas no estarían aquella noche porque, como no, se quedaban a dormir en casa de amigas, respectivamente.

-Vamos a tener una cena íntima entonces -me dijo con un tono que me cogió muy por sorpresa.- ¿Te parece bien?

-¿Íntima? -pregunté atónito.

-Sí, claro -dijo ella en tono bromista.- Vamos a estar solos, tú y yo.

-Ay, mamá.. Desde luego, que bromas tienes...

-Ay Roberto, perdona... No quiero decir nada que te siente mal -se calló y cambió a un gesto muy sincero.

-Mamá... ¿Qué te ocurre? -le pregunté.- Estás muy rara...

Cogió aire y abordó el tema que se había estado guardando:

-He pensado mucho en lo de los últimos días... y mi hermana me ha estado informando de prácticamente todo... Y también me ha animado a que me plantee cosas... Así que quiero aprovechar esta cena para hablar contigo. -yo seguí escuchándola, hablaba muy pausadamente, meditando cada palabra.- Hay cosas que me he callado por miedo ¿Sabes? Y también hay cosas que me dijiste tú que no escuché por la misma razón.

-¿Qué cosas?

-No sabía como sacar el tema y ahora ha salido de golpe, cariño -me explicó ella.- ¿Lo hablamos durante la cena?

-Como quieras mamá... Ayudame a vestirme antes, por favor.

-Claro, cielo -dijo ella.

Nos fuimos a mi habitación y me senté en la cama mientras ella abría mi armario en busca de algo de ropa.

-Ya sé... -me dijo con la cabeza metida en el armario- Ponte esto...

Sacó una camisa azul que tenía para ocasiones de gala. Era de manga corta y era ideal para el verano.

-¿Una camisa? -dije sorprendido.- ¿Y eso?

-Hace mucho que no te veo con ella puesta. Vas a estar guapísimo...

Me ayudó a ponérmela. Después dijo:

-¿Lo ves? Seductor... -y me acarició el moflete con delicadeza dirigiendo la mano a mi mentón. Yo me estaba poniendo malo y no entendía nada.- Yo no voy a ser menos, tranquilo. No pienso cenar tan de estar por casa como voy ahora. Voy a cambiarme y a prepararlo todo. Tu lee o juega un rato aquí y no te preocupes ¿Vale? Recuerda que aún estás de reposo absoluto...

Antes de irse se giró y me hizo una pregunta:

-Ya sé que he dicho que esperaríamos a la cena para hablar... pero antes necesito saber algo y no puedo esperar... -con un tono muy piadoso siguió hablando- ¿Me podrías decir si me guardas rencor por algo en concreto?

-Mamá... -dije yo sorprendido por la pregunta, que consideraba más que innecesaria.- Por supuesto que no te guardo rencor.

-Vale, cariño -sonrió ella mordiéndose el labio.- Gracias. -se volvió a acercar a mi antes de irse y me besó la frente.

Se fue y me quedé mirando como entrecerraba la puerta. Cogí el libro que me estaba leyendo últimamente. Una hora más tarde mi madre llamó a la puerta. Ya era la hora de cenar.

-Voy, mami... -dije sin mirar que ella misma abría la puerta.

Me levanté de la cama y me dispuse a caminar cuando giré la cabeza hacia ella y me quedé paralizado. Se había puesto zapatos de tacón y un vestido de un granate muy oscuro. Era un vestido que le llegaba hasta medio muslo y se le arrapaba lo suficiente como para marcar lo mejor de su figura. Sus caderas la convertían en toda una mujer segura de si misma, que se habría podido comer el mundo entero si hubiera querido. La parte del pecho de aquel vestido constaba de un hipnotizante escote, en forma de pico, que dibujaba un perturbador canalillo debido a sus grandes pechos. Encima de aquel canalillo maravilloso reposaba un collar precioso a juego con los pendientes que llevaba. Era una auténtica diva. Llevaba también una ligera capa de maquillaje.

-La cena está servida -me dijo sonriendo como una diosa.

-Mamá... estás... -No sabía que decir.- Nunca te había visto así, ni en mis mejores sueños. -Me salió del alma.

-Gracias, Roberto -dijo ella un poco ruborizada.- Eres un sol.

-¿Y ese vestido? -pregunté- Me suena, pero ya ni me acordaba...

-Es viejo, -dijo ella suspirando.- Muy viejo. Pero ya ves... ¡aun me entra!

-Claro que te entra, mamá... -dije con tono molesto por su exageración,- ¡Estás delgada!

-No estoy gorda... vale. -contestó- Pero delgada, lo que se dice delgada... lo había estado más en otros tiempos... Antes estaba como tu tía... Y, aún hace mas tiempo, estaba como tu hermana Laura.

-Para mi estás perfecta.

-¿Vas a estar piropeándome toda la noche -preguntó riéndose de una forma maravillosa,- o bajamos a cenar?

-Vamos, mami.

Y los dos bajamos al comedor. Cuando vi lo que me esperaba no supe como reaccionar. La mesa estaba puesta con el mantel bueno, que reservamos para ocasiones especiales. Había dos velas que iluminaban un poco el comedor, ya que la mayoría de luces estaban apagadas. Tambien había, aparte del plato de verduras con y setas que mi madre había preparado, dos copas y una botella de vino que me trajo recuerdos agridulces. Era una botella igual a la de la noche de mi accidente. Mi madre me puso una mano en el hombro mientras veía el panorama. La miré y me sonrió. Le devolví la sonrisa.

Nos sentamos en la mesa y empezamos a comer. Acompañamos la comida con el vino pero los dos nos moderamos mucho aquella vez. Hablamos de como iban las cosas últimamente sin tocar temas "extraños", los chicos con los que se veía a mi hermana Laura últimamente y varios cotilleos más. Me preguntaba hasta cuando aguantaría sin sacar el tema que habíamos quedado en hablar. Cuando la comida ya se había acabado prácticamente, mi madre dijo:

-Pues hoy, cuando hablaba con tu tía Isabel, me ha dicho que vio a Laura con un rubio muy alto paseando por el paseo marítimo... Ella aún es más cotilla que yo... ¡Que conste! -cogió la servilleta y se limpió con delicadeza los labios, muy acuradamente para que el pintalabios no se le corriera.- Tu tía está bien loca y siempre ha tenido unas ideas tan diferentes al resto de la gente...

-¿En serio, mamá? -pregunté más interesado.- ¿Siempre ha sido así?

-Desde pequeña -dijo entre sorbos de vino. Sujetaba la copa con mucha elegancia.- No es de extrañar que ahora no vea raras algunas cosas que yo siempre había tenido por impensables.

-Te refieres a...

-Me refiero a tener sexo con un miembro tan cercano de la familia como puede ser su sobrino... -dijo cortándome y dejando la copa de nuevo en la mesa (aún era la segunda, por lo tanto su sinceridad y formas tan claras de hablar no se veían muy afectadas por el alcohol, quizás solo un leve matiz).- O incluso parecerte normal que tu hermana mayor tenga sexo con su propio hijo... y que le guste.

-Mamá... de verdad -dije yo un poco nervioso.- Si crees que no está bien, no hace falta...

-Siempre he creído que no estaba bien -me volvió a interrumpir.- Por favor, Roberto, dejame hablar y luego me dices lo que piensas. Se me hace un poco dificil pero creo que debo intentarlo.

-Está bien, mamá -dije silenciándome.- Te escucho.

-Tía Isabel me ha hecho muchas preguntas a raíz de lo que le conté. Prácticamente no me ha dejado tranquila hasta que no le he respondido todo con absoluta sinceridad. -tragó saliva y siguió hablando- Gracias a las preguntas que me ha hecho, me he oído a mi misma respondiéndolas y me he sorprendido de algunas cosas que he llegado a decir... -Miró al techo con los ojos y volvió a coger fuerzas para seguir hablando.- Me ha estado preguntando mucho acerca de qué era exactamente lo que me daba miedo de tener estos acercamientos tan poco habituales entre una madre y un hijo... Roberto -se preparó para la parte que le costaba más,- me he oído decirle, con el corazón abierto, que lo que me aterrorizó de verdad fue descubrir que, en cierta manera, yo también disfrutaba... Yo también esperaba los dos días con ansias para que llegara el tercero. -Se hizo el silencio hasta que me atreví a preguntar:

-¿Sufrías las esperas como yo?

-Sí -asintió después de unos largos segundos.- Y no solo eso... alguna vez me había tenido que encerrar en la habitación y masturbarme para calmarme. No quería que rompiéramos el pacto y, para saciar las ganas de tocarte de nuevo, me tocaba yo... Me aferraba al pacto y a sus limitaciones como representación de la poca cordura que aún consideraba que me quedaba... Me decía a mi misma que me masturbaba solo porque me apetecía, que no era un acto substituto para saciar mis ganas de tener sexo contigo... Pero cuando tu tía me ha preguntado si pensaba en ti cuando me masturbaba... No he podido decirle que no. -tragué saliva y concentré los cinco sentidos en ella.- ¡Me aparecías mucho a la cabeza, hijo! Yo intentaba callar esos pensamientos, pero no los controlaba... Pensé que era inebitable tenerlos pero no les haría caso en absoluto. Me hice la fuerte y caí rápido... Necesité huír sexualmente de ti, como ya sabes.

-Lo se... -dije mientras descansaba de su discurso.- Dijiste que no te sentaba bien, que eran muchas cosas... entre ellas papá.

-Papá... -dijo mi madre sonriendo, mirando hacia arriba- Tu padre es la persona más comprensiva que conozco... tu has heredado su buen corazón, hijo. Cada día que pasa es un día más que no se despierta y no sabemos ni si lo va a hacer nunca... -respiraba poco a poco y le temblaba un poco la voz.- Mi vida sigue girando entorno a él, pero yo veo cada día como necesito hacer más cosas por mi misma. ¿Sabes? Necesito ser yo misma y esperarle de otro modo... Viviendo mi vida, ya que con uno que no pueda vivir la suya ya es demasiado. -le caía una pequeña lágrima de su ojo izquierdo.- El no se enfadaría ni siquiera por esto...

-Yo también le echo de menos, mamá...

-Pues claro, Roberto. Es normal -me sonrió muy ampliamente.- Es tu único padre y yo por él he sentido los sentimientos más fuertes de mi vida. Y tu te pareces tanto a él...

-¿Eso es que tú también me echas piropos?

-Tómatelo como quieras, Roberto. -respondió respirando otra vez más tranquila- Pero tu tía me ha ayudado a sincerarme conmigo misma y reconocerlo... Le he acabado confesando a ella que te quiero hijo, aunque eso no es nada raro... soy tu madre.

-Yo también te quiero, mamá...

-Lo sé -respondió ella.- Y también sé que me deseas...

Quizás instintivamente se empezó a contornear como una auténtica seductora mientras hablaba.

-Mamá... te lo dije muchas veces y me decías que eran tonterías mías...

-Y te pido perdón por ello -me interrumpió.- Espero que me perdones por haber tardado tanto y, además, haber tenido que hablar con otra persona para darme cuenta del todo. Por muy raro que me parezca y muy poco habitual que sea eso en una madre y un hijo... Me he dado cuenta de que me haría más daño que lo ocultáramos. Es mejor dejarlo salir y no pensar, Roberto. Lo que tu sientes por mi y lo que yo siento por ti...

-Lo que tu sientes por mi...

-No solamente te amo como a mi propio hijo, que ya es muchísimo... -me miró a los ojos para que la frase me llegara al alma, entrando por cada poro de mi piel- también te deseo, Roberto. Y no se ni cuanto tiempo hace, en realidad.

-Mamá...

Se levantó y caminó hacia mi. Se agachó sin darme tiempo a que yo me levantara y me abrazó con toda su pasión, poniendo la cabeza en mi hombro. Oía de cerca su respiración. Se fue separando de mi muy poco a poco, pero sin soltarme. Aún me agarraba con sus brazos. Mientras se alejaba puso su bello rostro delante de mi cara. Nos encontrábamos a escasos centímetros el uno del otro. Le podía ver cada poro de su piel y esas preciosas pecas tan claritas que tenía en los mofletes y que solo se veían de cerca. Nos miramos a los ojos y, como si el destino nos invitara a hacerlo, los cerramos mientras acercábamos nuestros labios y nos fundimos en un tierno beso de amantes, largo, lento y cálido. Mis labios contra los suyos, y nuestras dos lenguas acarciándose la una a la otra. Podría jurar que duró minutos pero que habría llagado a desear pasar el resto de mi vida así. Era mi primer beso, y era con mi propia madre.

Separamos los labios y sonrió. Fue una sonrisa que salía directamente de su alma. Le correspondí la sonrisa y nos volvimos a besar, más apasioadamente, mientras nos empezábamos a acariciar con las manos. Ella me besaba el cuello y yo le olía el pelo. Estaba en éxtasis. Mientras seguía sonriendo me dijo muy tiernamente:

-Hay chocolate en la nevera para el postre... Pero puede que prefieras pasar del postre y venirte conmigo a mi cuarto. En mi cama.

-Con mucho gusto, mami.

Me cogió de la mano izquierda y me llevó poco a poco hacia la escalera. La subimos como dos amantes de cine erótico, ella aun cogiéndome de la mano y guiándome hasta donde yo ya sabía ir. Yo estaba un poco nervioso porque, si bien ya sabía que allí arriba tendría a mi madre como siempre la había deseado, desconocía hasta que punto llegaría con ella (y no me atrevía a preguntárselo). Entramos en su cuarto y me dijo:

-Siéntate en la cama, cariño. Aún estás débil y no deberías hacer ningún esfuerzo...

Le hice caso. De hecho, hubiera obedecido cualquier orden suya. Cuando estuve sentado al borde de su cama, se agachó y me volvió a morrear. Entonces aproveché para magrearla mucho más. Le toqué el culo y se lo apreté con fuerza para sentirlo bien en mi mano. Era una pena poder mover solo una mano: no podía tocarla tanto como hubiera querido. Con mi única mano disponible recorrí muchos sitios de su cuerpo, pasando por su espalda, su nuca, su cuello, su pecho (apretándolas por encima de aquel vestido tan increíble), sus muslos... No sabiendo muy bien como seguir en estos últimos. Ella me besaba los labios, pero también el cuello, el torso, el pecho... Me fue desabotonando la camisa mientras sus labios y su lengua me daban carícias cada vez en más sitios diferentes. Cuando llegó al último botón me quitó la camisa con mucha suavidad. Volvió a besarme, esta vez con más pasión, agachándose más para llegar a mi vientre. Si bien es verdad que no tenía los abdominales muy marcados, por lo menos mi vientre lucía plano.

Yo no sabía qué decir. Sencillamente respiraba con ganas e intentaba disfrutar del momento, aunque eran tantas las novedades que mi cabeza iba a mil por hora. Mi madre seguía bajando y me puso una mano en el pecho para acariciármelo. Su cara llegó a mi cintura y se volvió a levantar. Me miró a los ojos y me sonrió con ternura, creo que buscaba en mi mirada la complicidad y la seguridad para seguir haciendo aquello que, por mucho que se hubiera decidido a aceptar, aún le seguía pareciendo raro. Yo le devolví la sonrisa preguntándome aún hasta donde llegaría con mi madre aquella noche. Ella volvió hacia mi y puso sus manos en mi paquete. Aquel día llevaba pantalón largo para la ocasión. Ella desabrochó el botón y la cremallera sin ninguna dificultad, pero tampoco ninguna prisa. Me bajó lentamente el pantalón hasta el suelo y se volvió a incorporar.

Mi boxer ya reflejaba mi estado, mostrando un paquete abultado con ganas de ser liberado y mimado. Mi madre me volvió a mirar y sonrió más ampliamente, se le habían subido los colores y tenía las mejillas un poco rosadas.

-¿Me permites? -dijo mientras se dirigía a abajarme el calzoncillo.

-Claro... -dije yo mientras ya lo estaba haciendo. Mi polla resplandecía de alegría cuando apareció en la escena. Estaba dura, muy dura, dispuesta a hacer un buen papel, fuera cual fuera... Mi madre se lamió su mano con mucha saliva y la fue a esparcir directamente desde la punta de mi capullo hasta los huevos, pasando a lo largo de todo mi falo. Me acarició cuando estuve totalmente lubricado, pareciéndose más a unas caricias infernalmente placenteras que a una paja con la eyaculación como objetivo. Se estuvo así un buen rato y yo me estremecía de puro gusto, no podía creer que pudiera sentir tanto placer. El que había sentido con mi tía había sido muy intenso, pero aquel era un poco diferente, era algo delicioso y pausado... Quizás solo una madre te puede dar unos mimos tan delicados.

Después de estarme masajeando la polla unos minutos, la soltó. Se volvió a levantar y caminó hacia su mesilla de noche. Cogió una goma para el pelo y volvió hacia mi haciéndose una coleta para que este quedara todo recogido detrás de su cabeza. Mientras se la terminaba de hacer me habló:

-Espero que te guste, cariño. Voy a hacerlo para que te desfogues como nunca y lo pases bien ¿De acuerdo? Así que dime si te gusta... Creo que no te lo han hecho nunca, pero si lo hago mal o algo... dímelo. Yo hace tiempo que no lo hago.

Temblé de incertidumbre y de emoción. ¿Me estaba insinuando que iba a...? No me lo podía creer. Se puso de rodillas delante mío, subiéndose un poco el vestido para no forzar el tejido de este. Com su mano derecha me sujetó la polla por la base y, con su mano izquierda, se puso detrás de la oreja un poco de pelo que no era suficientemente largo para formar parte de la coleta que se había hecho. Me miró con sus preciosos ojos y fue abriendo la boca mientras estos también bajaban hacia mi entrepierna. Llegó con los labios abiertos hasta mi capullo y allí los cerró suavemente, envolviéndolo.

Descubrir que siempre hay un peldaño más en la escala del placer era algo fascinante. En aquel punto no podía ni pensar con claridad, tenía mi epicentro del placer dentro de la boca de mi madre y ella iba a cuidarlo como nadie. Así fue: su lengua se empezó a desplazar por mi glande con unas suaves caricias que contenían y juntaban lo mejor de unos mimos maternales y lo mejor de la lengua de una amante entregada al placer de su compañero de cama.

Prontó empezó a mover el cuello y temblé. Entendí que aquel proceso me acabaría llevando al orgasmo por otro camino diferente al de una paja. Donde en una paja hay fricción y presión, allí había caricias y estimulación de los puntos clave, utilizando sus labios y su lengua. Predije que sería muy intenso, aunque no sabía bien hasta que punto. Sus labios frotaban el tronco de mi pene endurecido de arriba a abajo, iban desde medio glande hasta casi la mitad de todo el falo, y luego volvían hacia atrás. Su lengua no se veía, pero se movía en círculos, dando increibles golpecitos a mi frenillo. Era la sensación más maravillosa que había probado nunca.

A veces se sacaba la polla de la boca y se quedaba un rato besándola y lamiéndola por todos los sitios, para luego volver a engullirla. Yo cada vez la tenía más enrojecida y a punto de estallar. Ella pasó de ir a un ritmo lento-medio a acelerar un poco sus movimientos y aún aluciné más. En un momento que era demasiado bueno paró, y mi parte que le gusta rogar disfrutó de aquel detenimiento. Me gustaba desearla, y desear que continuara. Con la boca vacía me habló:

-¿Te parece que me quite el vestido? -preguntó con los colores muy subidos de su esfuerzo para darme placer.- ¿Me quieres ayudar?

Se giró de espaldas a mi para que le bajara la cremallera de detrás. Con la mano izquierda temblorosa agarré la cremallera entre dos dedos y la deslicé hacia abajo. Ella se agarró un tirante con cada mano y los ayudó a caerse con un movimiento que me cautivó. El vestido se redujo a la mínima expresión y ya no era tan bello, arrugado en el suelo. Ahora lo verdaderamente bello era mi madre en ropa interior, con un conjunto negro con motivos granates bordados. Nunca había vista nada tan precioso como aquella visión. Os lo juro.

Se giró de nuevo hacia mi y la pude contemplar unos segundos, cautivado por su esplendor. Me volvió a morrear agachándose un poco. Aquella vez su boca sabía diferente, por el hecho de haber estado teniendo mi pene dentro, pero no me importó. Mientras me morreaba me volvió a agarrar el falo y me lo pajeó con tranquilidad. Su boca volvió a bajar por mi pecho y mi vientre y volvió a aprisionar mi pene entre sus labios.

Siguió haciéndome besar el cielo y yo le empecé a acariciar las tetas. Mientras lo hacía, vi que se volvía a sacar mi polla de la boca y se ponía más recta, para que su pecho quedara a la altura de esta. Agarrándomela por la base con su mano, propició con ella pequeños golpes a sus tetas, en la parte que no estaba cubierta por su sujetador. Mejor aún fue el momento en que, mientras seguía haciéndolo, con su otra mano se lo desabrochó con gran maestría.

Las volví a ver... Aquellas grandes mamas, tan bonitas de ver, con aquellos hipnotizantes pezones rosados... Las acaricié y sobé a mi gusto cuando mi madre hizo que mi polla volviera a golpear sus tetas, ahora en su totalidad, pero centrándose en el pezón. Luego cambió el movimiento y pasó a deslizar mi falo, que seguía bien mojado de saliva, por la superficie de sus pechos. Entendí que había otra gran forma de disfrutar del pecho de una mujer que con las manos, la cara o la lengua... Se trataba de mi orgáno mas sensible recorriendo su órgano más tentador... Tocarle las tetas con la polla. La llegó a aprisionar entre las dos y creo que subí al siguiente escalón del placer.

No me hizo correr con ellas porque quiso volver a degustarme. Volvió a sus movimientos de cuello, esta vez más rápidos que nunca, y noté que empezaba la cuenta atrás. Con su lengua estimulaba mi frenillo, que era la parte que hacía que la puerta que encerraba mi leche en mis huevos amenazara con abrirse de un momento a otro. Faltaban pocos segundos y ella no cesaba su mamada, totalmente entregada a su querido hijo. Tenía que avisarla:

-Mamá... -dije con la poca claridad que aún podía sacar de mis palabras.- Cuidado... Me falta poco...

Se sacó la polla de la boca para hablar, pero sustutuyó el movimiento con su mano derecha, yendo exctamente a la misma velocidad que iba con su cabeza. Habló muy rápido para perder el menos tiempo posible:

-Cariño, no te preocupes y córrete a gusto en mi boca... -y la volvió a chupar.

Me lo tomé como una orden directa. Sentí que algo crecía desde la base de mi polla hasta la punta. No lo podía ver, pero mi semen brotaba de mi con una intensidad enfermiza. No podía ver ni oír nada. Por un momento, todo fue placer. Creo que notaba su lengua lamiéndome y sus labios que iban más rápido que nunca a lo largo de mi polla, pero lo que antes no me costaba tanto de distinguir, se había convertido en placer sin medida, sin ninguna explicación más.

El mundo volvió poco a poco. Volví a ver a mi madre con el mismo movimiento que me había provocado aquel orgasmo. Lo hacía cada vez más lento y mis espasmos seguían en forma de ráfagas de placer absoluto. Fueron mermando con los segundos que pasaron y finalmente cesaron, aunque mi madre aún no se había detenido. La seguía chupando o se la sacaba de la boca y la lamía mientras la apretujaba con su mano para que no quedara ni una gota de semen en el interior de mi pene. Esas gotitas salían tímidas desde mi puntita y mi madre las lamía rápido dejándome el capullo limpio y reluciente: se lo había tragado todo.

Con la cara enrojecida me miró fijamente a los ojos y me sonrió, esta vez con complicidad, con cariño. Subió a mi altura y me acarició la mejilla. Me dió un suave beso en los labios sin abrir la boca y, cuando se apartó, dijo:

-Cariño, espero haberte desfogado más que nunca. Lo he hecho con todo mi amor... eres mi hijo y te quiero, ya lo sabes...

Mi expresión reflejaba la incredulidad de vivir en aquel sueño. Pero debía decir algo:

-Gracias, mamá... Muchas gracias... Me ha gustado mucho... Nunca me habías ayudado tanto...

-Cielo, es un placer ayudarte -dijo ella.- Pero he aceptado que no solo lo hago por ayudarte... es algo que también me gusta... es algo que deseo hacer... Así que, si a ti te parece bien... si los dos lo deseamos... podemos.

No dije nada. Solo asentí con la misma cara de incredulidad que hacía un rato. Mi madre volvió a hablar:

-¿Quieres dormir conmigo esta noche? Laura y Marta no vuelven hasta mañana...

Volví a asentir, pero esta vez también hablé:

-Claro, mamá... Me encantaría.

Cuando apagamos la luz nos tumbamos en su cama tal qual íbamos: ella en bragas y yo completamente desnudo. Nos deseamos las buenas noches con un beso en la boca que se alargó unos instantes. Yo no tenía sueño y tampoco creí ni por un momento que me fuera a dormir así como así. Pasados unos minutos mi madre y yo nos volvimos a acurrucar. A pesar del calor que hiciera queríamos estar cerca. A oscuras le palpé el pecho y me sentí protegido pegándome a él. Nos volvimos a morrear y a acariciar, esta vez sin decirnos absolutamente nada. Estábamos de lado el uno enfrente al otro, pegados, muy pegados. Mi polla se endurecía de nuevo por momentos. Fui a comerle las tetas tal y como me sentía: era su bebé otra vez, aunque ahora era diferente. Me pegué más a su cuerpo y tuve la idea de que, si había alguna forma de morir para elegir, esta sería ahogado con la cabeza entre aquellos pechos. Pasó un buen tiempo, quizás horas, de magreo y de no dejar dormir al otro, aunque prefería mil veces estar de aquella manera que dormir. Me pegué al máximo a su cuerpo y ella notó mi pene endurecido totalmente presionado contra ella. Más concretamente contra sus bragas.

-Hijo... -habló en susurro.- Ya vuelves a estar como una moto, cariño...

-Mami, me gustas mucho...

-Vaya por Dios, Roberto... -dijo apartándome un poco para poder tocar con su propia mano mi polla.- No recordaba la marcha que teneis los adolescentes...

-Es por ti... tu me pones así...

Se rió muy bajito y me apretó también contra ella en aquel abrazo cada vez mas pasional, sin soltar mi falo.

-Mamá... -dije yo aún en susurros.- Contigo nunca me canso... Repetíria para siempre lo que me haces. Lo haría contigo toda la noche...

-¿Harías...? ¿El qué? -preguntó ella.

-Pues eso... -respondí tímidamente.- Como me la tocas y como me la chupas...

-Ah, entiendo... -hizo una pausa prudente- ¿Pero también te gustaría hacer algo más...?

-¿Algo más...?

-Me ha parecido entender... -empezó ella, pero luego se calló.- Da igual, déjalo.

-No, mamá... -dije insistente, ahora ya sin susurrar.- Dime lo que habías entendido...

-No sé, cariño... -dijo ella evadiendo la situación muy pobremente.- Tampoco se si querrías... conmigo...

Confirmé las sospechas de haber entendido lo que me había parecido entender. No sabía que decir, ¿Se estaba ofreciendo para...?

-Mamá... Si tu no quieres no te preocupes...

-Sé que estamos hablando de algo más que tocarte y dejarme tocar. Pero tampoco veo una diferencia abismal con lo que ya hemos hecho... Y si tu realmente quisieras... Por mi... Pues... No se... se puede hablar.

-Mamá... -dije yo dando paso a otro silencio imperante. Luego volví a hablar.- Me encantaría. Si tu quisieras, me encantaría.

-Hijo... -dijo ella con ternura y sinceridad.- Me lo había preguntado... Me había preguntado si tu querrías, pero ahora mismo estás débil aún y ya me lo había quitado de la cabeza. No puedes hacer esfuerzos.

-Sí que me siento débil -dije yo, volviendo a magrearla bien.- Pero me muero de ganas de hacerlo, mamá. Hacerlo contigo...

-Hijo... si tu quieres, sin que hagas ningún esfuerzo... -dijo ella pensando lo bien en lo que quería decir.- Yo te lo dejo probar.

-Mamá... -dije yo en pleno éxtasis mental.- Muchas gracias... Me muero por probarlo así que...

-Sht... -me puso un dedo en los labios para que me callara y se incorporó en la cama. Encendió la luz de la mesilla de noche que iluminó ténuemente la habitación con tonos muy cálidos y anaranjados. La volví a ver solo en bragas, con aquellas tetas espléndidas, aquellas caderas anchas y aquel pelo, otra vez suelto, que le llegaba hasta un poco más abajo de los hombros. Volvió hacia mi pero esta vez se colocó de rodillas en la cama mirándome y me empezó a acariciar con una mano dando varios viajes por muchas partes de mi cuerpo, recorriéndolas todas. Yo estaba tumbado bocarriba y con la polla bien tiesa, preparada para explorar cosas nuevas, aunque yo ya hubiera estado allí dentro hacía muchos años.

Mientras yo tenía ese pensamiento ella se sentó en la cama y se empezó a quitar las bragas. Yo la obsevé con detenimiento. Cuando vi su pubis me percaté que lo tenía arreglado y un poco depilado por la zona del bikini, con el pelo recortado para que no se le rizara y quedara solo una fina capa de vello. Cuando hubo terminado de quitárselas se sento encima de mis muslos, con una pierna en cada lado de mi cuerpo, mirándome a mi.

-¿Peso? -me preguntó.

-Mamá... -dije lleno de excitación.- Ya te dije el otro día que no...

Ella me sonrió con amabilidad y me cogió mi mano izquierda. Se la dirigió a los muslos, concretamente entre sus piernas, y me guió hasta el preciado objetivo que representaba la culminación de todos aquellos deseos que nos llevaban a encontrarnos aquella noche allí, en su cama, con la idea en la cabeza de fundirnos el uno con el otro. Acercó mi mano a su coño y lo toqué por primera vez. Primero noté la sensación del vello. Era suave pero, con el afeitado y el recorte que se había hecho, los pelillos crecían algo fuertes. Luego exploré más aquella nueva zona.

Cuando separé sus primeros labios vaginales empecé a notar el calor y la humedad. Mi madre gimió y me adentré un poco más, notando la viscosidad y calidez del órgano que estaba descubriendo. Me gustaba. Meter la polla ahí debía de ser una delicia. Mi madre habló entre pequeños jadeos:

-Roberto... uhm, sí... Eso, Roberto, ahora tócame tu a mi... Ponme más caliente...

Me sorprendió oír a mi madre hablar de aquella manera. Me pareció muy surrealista, como si la escena no lo hubiera sido hasta entonces. Ella siguió hablando con un vocabulario que me siguió confundiendo y excitando:

-Te has tocado pensando en este momento, seguro... Mucho ¿Verdad?

-Si, mamá... -le respondí, también muy caliente.

-En el momento en que te vas a follar a tu madre...

Ahí ya estuve al borde del colapso. Entre la excitación y la sorpresa de oír a mi madre hablando de aquella manera tan cachonda necesité más que nunca penetrarla y gozar de ella. Volver al agujero de donde una vez había salido. Le introduje más los dedos en aquel agujero y terminé de notar lo mojada que estaba.

-Oh, sí... -gimió ella.

-Mamá... lo necesito... -dije casi suplicando.- Quiero follar metértela...

Mi madré se incorporó para diponerse a ser penetrada por mi. Vi que se levantaba un poco y tuve que decir:

-¡Mamá..! Tengo condones en la habitación por si alguna vez los necesitaba... Me tendría que poner uno ¿No?

-Hijo... -me dijo mi madre llena de ternura con una amplia sonrisa, deteniendo su acercamiento.- Adoro que sigas mis consejos... Ya sé que siempre te digo que te lo tienes que poner siempre... pero conmigo no hace falta, cariño. Yo tomo la pastilla para regularme la regla, no me puedo quedar embarazada...

-Vale, mamá... -dije agradeciendo no tener que levantarme e intentar ponerme torpemente un preservativo sin tener ni idea.

Ella siguió con su movimiento mientras decía:

-Pero cuando lo hagas con cualquier otra persona... ¡Póntelo! ¿Vale?

-Vale, mamá...

Ella había arqueado el cuerpo hacia delante y me había acercado mucho los pechos a la cara. Su coño estaba un palmo por encima de mi polla, que lo apuntaba con ansias. Me agarró la polla pasando su brazo entre sus piernas para llegar a ella. Lo hizo para que la punta de mi falo apuntara mucho más concretamente, como una flecha, a su agujero. Solo le faltaba bajar y sentarse... ya estaría hecho. La estaba a punto de penetrar. Me miró a los ojos y me habló:

-¿Preparado?

Asentí con la cabeza y ella bajó todo su cuerpo. La punta de mi polla chocó contra sus labios vaginales buscando la entrada. Ella tenía aún sujeta mi polla con la mano y la movió para que encontrara ese agujero. Sentí un placer maravilloso con aquella fricción y di un soplido de puro gusto. Le costó un poco entrar, cuando encontró el agujero tuvo que hacer un poco de esfuerzo para poder relajar el cuerpo y sentarse del todo encima mío. Entonces mi pene entró en su vagina y sentí, a lo largo de todo el tronco, la suavidad, la humedad y el calor de mi madre por dentro. Ya estaba dentro. No puedo explicar con palabras la sensación que sentí, tanto física como mentalmente. Mi madre jadeó:

-Oh... Robe... ahora estás dentro... Otra vez... -sonrió.

-Mamá... Lo estamos haciendo...

-Si hijo sí. -respondió ella entre jadeos mordiéndose el labio de placer.- Tu no te preocupes, no hagas ningún esfuerzo... me voy a mover yo... espero acordarme aún...

Y empezó a mover su culo hacia arriba y hacia abajo, notando yo su vagina acariciándome. Era el mismo gesto que hacía con su mano alrededor de mi polla cuando me masturbaba, pero al hacerlo con el coño, la sensación era infinitamente diferente. Se arqueó más hacia mi para facilitar su movimiento y apoyar sus manos en el colchón y me encontré con sus tetas prácticamente en mi cara. Las agarré con mi única mano funcional y las chupé. El ritmo de su culo aumentaba muy gradualmente. Puse mi cara entre sus pechos y me abandoné al frenesí. Mi madre empezó a gemir cada vez más fuerte y aumentó el ritmo aún más.

-Mamá... te quiero...

-Lo sé -dijo ella entre gemidos.- Sabes que yo a ti también...

-Mamá... creo que me correré otra vez...

Su ritmo creció más:

-Claro, cariño... Hazlo si te apetece...

La sujeté de su culo con la mano izquierda y le ayudé a marcar el ritmo acelerándolo aún un poco más. En mi polla el placer crecía y crecía y la cara de mi madre se iba rompiendo en una expresión de placer absoluto. Mi polla se endurecía hasta llegar a su máximo: lo siguiente era estallar en un orgasmo. Mi madre jadeaba casi con dificultad, cerraba los ojos y se mordía el labio. Como si mi semen me sobrara, sentí que tenía que salir cuanto antes e inundar el sitio del que yo nací.

-¡¡¡Mamá... me corro!!!

-Yo... tamb... ién...

Y gemimos los dos como posesos. Mientras mi polla explusó todo el semen que le quedaba, su vagina la estrujó y comprendí cual era el peldaño más alto en la escalera del placer. El cuerpo de mi madre se convulsionó y entendí como era un orgasmo femenino. Jadeó y gimió como una posesa. Nuestros movimientos fueron cesando y volviéndose deliciosamente tranquilos, con el placer mutuo convirtiéndose en un gran gusto que se prolongaba hasta más no poder. Mi madre buscó mis labios con los suyos y me besó en aquel fantástico momento.

-Cielo... -dijo cuando recuperó el aliento.- ¿Como estás...?

-Mamá -dije yo.- Ha sido increible... Aún no me lo creo, mamá...

Me volvió a besar y no dijo nada. Aquella noche ya no tardamos en dormirnos, y lo hicimos abrazados, sin importarnos la temperatura del verano.

FIN

Muchísimas gracias a quien haya llegado hasta aquí. No es perfecto pero estoy contento con el resultado hasta ahora. Hace tiempo empecé a escribir un sexto capítulo que nunca salió a la luz porque (aunque tuviera muchas ideas en cuanto a la línea argumental) no me vi capaz de continuar con una calidad semejante, ni mucho menos superior.No obstante, el final de este quinto capitulo puede bien ser un final abierto a la imaginación de cada persona. Aunque, quien sabe... ¡La inspiración puede ser muy repentina!

Si algun día esta serie sigue, será por los comentarios de ánimo recibidos y que estoy eternamente agredecido por seguir recibiendo. Me teneis a vuestra disposicón medinte correo electrónico en mi perfil, ya que me hace tremenda ilusión cuando sé que alguien ha disfrutado leyéndolo tanto como yo escribiendo. Muchas gracias por todo.