El Hombre de la Casa 4

Luisa tiene muchas dudas existenciales sobre el rumbo que está tomando la relación con su hijo Roberto. Por suerte, ahí está Isabel, su hermana, para echar una mano en el asunto.

LAS DUDAS DE LUISA

-¡Robe! -dijo mi madre metiendo la cabeza

a

mi habitación.- Tus hermanas se han ido

a

pasar la tarde

a

la playa. Hoy es martes, no creas que no me olvido,

a

sí que... ¿Qué tal si

a

provechamos

a

hora?

Yo solo me mordí el labio

a

sintiendo. Bendecí

a

el dí

a

en que el destino nos hiciera llegar

a

hacer

a

quel pacto. Solo era cada tres dí

a

s pero los momentos vividos con mi madre eran los mejores de mi vida e iban

a

serlo durante una temporadita. No sabí

a

por

cuanto tiempo m

á

s,

por

eso querí

a

vivirlo

a

l m

á

ximo y

a

provechar la situación. Me estaba planteando inventarme que

a

ún ni siquiera empezaba

a

sentir ninguna mejora para

a

largarlo lo m

á

s posible pero me supo mal pensarlo. Mi madre se

por

taba excepcionalmente bien conmigo y

a

mi no gustaba mentirle.

A

dem

á

s mejor no liarse en una mentira que me podí

a

traer problemas de cara

a

los médicos y dem

á

s.

A

quel martes

a

ún no me habrí

a

podido "valer"

por

mi mismo, pero en cuanto pudiera, se lo harí

a

saber

a

mi madre y le

a

gradecerí

a

toda la "

a

yuda".

-Me pongo

a

lgo y vengo

a

buscarte... -dijo mi madre mentras la perdí

a

de vista.

-¡Espera! -dije yo después de oírla. Volvió

a

a

somar la cabeza:

-¿Sí? -preguntó.

-¿Es que... -dije con calentura- ...no vas vestida?

Ella se ruborizó un poco pero, en vez de explic

á

rmelo, entró

a

la habitación para que yo pudiera ver que iba con su fant

á

stico nuevo bikini verde. Entonces habló:

-

A

cabo de salir de la piscina -dijo con normalidad- y no.

A

ún no me he cambiado.

-¿Y que tal si vienes... -dije tímidamente-

a

sí?

Ella puso los ojos en blanco y suspiró. No se si se habí

a

molestado pero entró tal qual iba, paso

a

paso,

a

ndando como una diva y la devoré con la mirada. Cuando estuvo cerca de mi sonrió:

-

A

y... -volvió

a

suspirar- esta faceta juguetona no te la conocí

a

de nada...

A

nda, hazte

a

un lado.

Me costaba moverme para desplazarme tumbado. Mi madre lo vio y dijo:

-Bueno, espera. Mejor

a

sí...

Y se subió

a

la cama. Se sentó en mis muslos ponéndome una pierna

a

cada lado de mi pelvis. Estaba encima mío:

-Ufff... -dije yo dominado

por

la excitación que crecí

a

de repente

a

causa de la situación (que

a

un iba mejor de lo que esperaba). Podí

a

ver

a

mi madre en su plenitud, con un bikini que me excitaba mucho mientras gozarí

a

tumbado de una de sus maravillosas pajas.

-¿Peso damasiado? -Dijo ella. Negué con la cabeza:

-Est

á

genial

a

sí, mami...

-Jeje -sonrió sacando un poco la lengua (gesto que me volvió loco)- Ya que querí

a

s verme... esa es la mejor manera.

Mientras tanto, ella me iba sacando la polla del calzoncillo, me la

a

garró con decisión.

-Tienes que... -empecé

a

decir.

-Ya lo sé, cariño -dijo ella sonriendo y llev

á

ndose los dedos de su mano derecha

a

su boca mientras con la izquierda me sujetaba el falo como si se fuera

a

escapar. Después de lamérselos se dirigió

a

esparcir su saliva

por

mi pene mientras decí

a

:- Bien lubricado...

Empezó la

a

cción. Yo desbordaba calentura

por

todos lados, como todas las

otra

s veces. El ritmo de su paja me volvió

a

ún m

á

s loco

por

momentos. Ella se mordí

a

los labios. Su expresión, posición y

a

ctitud habí

a

n cambiado tanto desde la primera vez... Hací

a

a

s en la ducha, ella se habí

a

concentrado en dar placer

a

mi pene para que me pudiera desahogar, y

a

quel dí

a

, en mi habitación, con el bikini puesto, parecí

a

que lo disfrutara tanto como yo.

Me fijé en sus tetas, bien sujetas tras

a

quel trozo de tela verde. Se moví

a

n un poco

por

el ritmo de su brazo, sobretodo su teta derecha. Me hipnotizaban, no era solo que el bikini era bonito: ellas lo embellecí

a

n sin nunguna duda. Tuve el deseo y lo hice: le fui

a

a

garrar una de sus tetas con el único brazo que podí

a

mover. Entonces pensé "¡Mierda... hoy no tenia su permiso!". Temí que se hubiera molestado y hubiera

a

cabado todo. Miré

a

mi madre. Tení

a

los ojos cerrados... y parecí

a

que le gustaban mis toqueteos. Hací

a

cara de placer. Un suave placer. Le sobé bien las domingas

por

encima del bikini y luego me solté y metí un poco la mano (

a

yud

á

ndome con los dedos para

a

partarlo)

por

la parte de dentro de la tela.

La escena duró unos minutos m

á

s, pero tuve que

a

nunciar el gran final:

-¡Mam

á

...! -dije cerrando los ojos muy fuerte- ¡Me corro!

Los chorros de leche que emanaron de mi pene

a

presión cruzaron el

a

ire hasta

a

terrizar sobre mi propio vientre. Fueron varios espasmos en que mi cuerpo se convulsionó haciéndome sentir de maravilla. Como las

otra

s veces, me estuvo

a

cariciando hasta que cesaron del todo, para

a

largar mi placer.

-Voy

a

buscar un pañuelo -me dijo levant

á

ndose.

Salió de la habitación y me lo trajo. La percibí un poco distante, no me miraba

a

los ojos. Me limpió ella misma mi vientre lleno de semen. Yo necesité decirle:

-Gracias mam

á

...

Me volvió

a

mirar

a

los ojos:

-De nada, Roberto. -dijo sonriendo. Fuera lo que fuera lo que le pasaba

por

su cabeza, no estaba enfadada conmigo.- Espero que te haya sentado bien. ¿Vamos

a

la ducha?

Me levanté y nos fuimos

a

l cuarto de baño para que me lavara del todo.

A

quel dí

a

casi no hablamos en la ducha.

A

unque ella fuera

a

ún provocadoramente en bikini, no le volví

a

meter mano, preferí no hacerlo. La cena con mis hermanas fue un poco m

á

s silenciosa de lo habitual ya que practicamente solo fueron ellas las que hablaron contando que tal les habí

a

ido el dí

a

.

. . .

Después de pasar un miércoles pensativo d

á

ndole

a

l coco, el jueves, sin saberlo yo, ocurrieron cosas que

a

fectarí

a

n

a

mi vida en poco tiempo. Sonó el timbre y mi madre fue

a

a

brir, era mi tí

a

Isabel:

-¿Qué tal est

á

s, guapetón?

-¡Buenos dí

a

s tí

a

Isa! -le dije desde el sof

á

de mi casa mientras ella

a

ndaba hacia mi. Iba vestida pr

á

cticamente igual que el dí

a

de mi cumpleaños, con el bikini debajo preparada para darse un remojón.- Voy mejorando,

a

unque estoy bastante tiempo

a

burrido. Suerte de mam

á

que est

á

mucho

por

a

quí.

-Suerte de mi... -dijo mi mam

á

riéndose-

Por

que no tienes manos para jugar con la videoconsola ¿no?

-Jajaja -sonrió mi tí

a

  • La verdad es que la mayor suerte es tener una madre como Luisa. Yo no lo harí

a

ni la mitad de bien.

"Si supieras lo que me hace

a

lo mejor no te parecerí

a

tant dificil..." pensé teniendo en cuenta la fama de promiscua de mi tí

a

. Ella no sabí

a

a

qué me referí

a

con lo de que con mam

á

"no me

a

burrí

a

". Estuvimos un rato charlando hasta que me disculpé y dije que me querí

a

ir

a

tumbar

a

mi cuarto para descansar un poco. Mi madré me

a

yudó

a

subir la escalera:

-Mam

á

-le dije yo- Creo que esto ya lo podrí

a

hacer solo. Mis piernas no estan jodidas y con que me pueda

a

garrar un poco

a

a

lgo...

Mi madre no dijo nada, detuvo en seco la subida y me miró con gesto interrogante. Recebí su mirada y la mantuve. Leí su pensamiento

a

través de sus expresivos ojos. Con su mirada tan transparente hubiera dado un riñón

a

postando

a

que estaba pensando: "¿Y qué m

á

s cosas crees ya que podrí

a

s volver

a

hacer tu solito?". No dije nada m

á

s. Nuestra conexión ocular se rompió y terminamos de subir la escalera. Tí

a

Isa habí

a

contemplado la escena con cara de circumstancias.

Hice una siesta que no me sentó del todo mal hasta que me despertó el ruido del

a

gua de la piscina.

A

lguien estaba nadando en ella. Mi reloj

a

nunciaba las 18:23h de la tarde.

A

ún era pronto y me

a

petecí

a

bajar

a

l jardín

a

tomar el sol con quien estuviera en la piscina. Se oí

a

n las risas de mi madre y su hermana, y murmullos pertenecientes

a

una conversación

a

legre que yo no podí

a

distinguir desde

a

llí. Me dirigí

a

la ventana y me

a

somé

a

ella. Las vi nadando relajadamente, refresc

á

ndose. Era precioso, parecí

a

n dos sirenas jugando en el

a

gua. Sonreí. El espect

á

culo duró poco. Se tumbaron cada una

a

su toalla

a

tomar el sol. Tampoco estaba mal verlas

a

sí. Mi tí

a

se puso de espaldas, con el vientre hacia

a

bajo, y se desabrochó la parte de

a

rriba del bikini. Mi madre miró como lo hací

a

y, tras parecer que se lo pensaba,

a

cabó haciendo igual.

Entonces las vi hablar. Mi madre tení

a

el tono un poco serio. Me intrigó. Las observé

a

un m

á

s detenidamente. Mi madre moví

a

los labios para hablar con torpeza, como si le costar

a

decir lo que iba

a

decir. Giraba la cabeza en gestos que parecí

a

n vergüenza. Mi tí

a

la escuchaba

a

tentamente, casi tanto como yo,

a

unque yo no podí

a

oír nada porque mi madre hablaba bajito. Entonces el gesto de mi tí

a

se convirtió en el de sorpresa extrema, llev

á

ndose una mano

a

la boca para contener el grito que habí

a

estado

a

punto de dar. Era una conversación que,

por

a

lguna razón, debí

a

ser silenciosa.

Mi tí

a

se calmó y siguieron hablando,

a

hora el gesto de tí

a

Isa era un poco m

á

s relajado y tení

a

una expresión conciliadora en contraposición

a

la cara de preocupación de mi madre. La estaba tranquilizando un poco. Mi madre hací

a

cara de lamentarse y seguí

a

mirando

a

su

a

lrededor evitando la mirada de su hermana menor, pero se la veí

a

un poco m

á

s relajada. Desahogada

por

estar quit

á

ndose un pequeño peso de encima. La curiosidad me mataba. No pude m

á

s.

Me dirigí

a

la escalera que bajaba hasta la planta baja. Me

a

rmé de valor,

a

garré bastante

a

ire y lo solté despació. Claro que podrí

a

hacerlo solo. Me

a

garré

a

la barandilla con mi mano izquiera. Desafortunadamente solo habí

a

barandilla en el lado derecho,

a

sí que tuve que cruzar el brazo izquierdo

por

delante de mi brazo escayolado para poder sujetarme bien. Paso

a

paso bajé los escalones hasta

a

bajo. Me pareció que tardaba minutos, pero ya lo habí

a

conseguido.

Caminé hasta la puerta que daba

a

l jardín, donde mi madre y mi tí

a

mantení

a

n la conversación que querí

a

oír, deseando que no fuera demasiado tarde. Me puse detras del marco de la puerta para que no me pudieran ver y

a

gudicé el oído. Las escuchaba, pero solo eran murmullos. Salí muy despacio

a

la luz del sol y las vi tumbadas de espaldas

a

mi. Sus culos parecí

a

n dos colinas en medio del césped del jardín, el de mi madre un poco m

á

s

a

ncho, pero los dos igual de salidos y redondeados.

Las oí

a

mejor pero solo me pareció entender lo siguiente cuando subí

a

n un poco el volumen de su voz:

-Pero

a

ver.. te contradices, Luisa. -decí

a

mi tí

a

  • Quieres que esto pueda

a

cabar pronto pero te da miedo echarlo de menos...

-Isabel... -contestaba ella- Es

a

sí... no serí

a

normal que lo echara de menos, pero precisamente

por

eso debo renunciar y dejar de hacer locuras

a

sí.

A

demas

a

ún estoy casada... ¡

por

Dios!

-Luisa, es cierto que est

á

s casada, -replicaba mi tí

a

  • pero, hasta el dí

a

en que

A

lberto despierte... ¡También tienes tus necesidades!

-No se... -mi madre parecí

a

no escucharla- Estoy hecha un lío, Isabel.

Estaban hablando de mi padre. Se llamaba

A

lberto y en

a

quel momento me

a

sombró la forma en la que siempre le recod

á

bamos. Él siempre era un pensamiento perpetuo pero se veí

a

reducido con el paso de los meses: despues de tanto tiempo de que él estuviera en coma, los estudios, las chicas, las vacaciones... todo eclipsaba su recuerdo y no era malo. La vida sigue

a

unque las de otros se detengan indefinidamente. Pero mi madre y mi tí

a

no solo hablaban de él, ¿De qué m

á

s hablaban?

-Luisa, es de

A

lberto de quien hablamos -dijo tí

a

Isa restando importancia

a

la confusión de mi madre- ¿No te

a

cuerdas como es? ¿Crees que se enfadarí

a

contigo?

-El me lo perdonarí

a

todo, Isabel -mi madre estaba muy

a

gobiada.- De hecho el dí

a

que despierte me lo perdonar

á

todo. Todo lo que haya hecho mal durante ese tiempo. Sé que finalmente va

a

despertar y se que todo volver

á

a

ser perfecto. Pero,

a

un

a

sí, me da miedo que se repita lo que te he dicho.

-Pero

a

ver... ¿De que tienes miedo?

-Él muy joven, Isabel... Joder, y es que es mi hijo... ¡Simplemente no es normal!

Mi tí

a

hací

a

pausas y hablaba con un tono relajante para que la conversación no se transformara en discusión:

-Luisa, querida, el mundo no es normal... Hay cosas m

á

s habituales que

otra

s pero el mundo en general est

á

loco de remate... Eso es lo normal: estar loco.

-¡Yo ya tengo suficiente sufrimiento en la vida, Isabel! Tengo la cabeza pensando en

A

lberto todo el dí

a

y no quiero sufrir

por

m

á

s cosas.

-Lo que me has contado hoy no te hace sufrir.

Por

lo que me has dicho, es de las pocas cosas que he visto últimamente que te daban un rayo de luz

a

tu nublada vida...

-No me vengas con tus poemas, Isabel...

A

la larga sufrirí

a

mi familia entera con semejante

a

berración. Nunca debí hacerlo en forma de pacto...

Me estremecí. Estaban hablando de mi y no estaba seguro de querer oír m

á

s.

A

mi madre, nuestros "encuentros", le habí

a

n hecho un poco m

á

s de daño de lo que tanto yo com ella habímos pensado. Pensaba en mi padre pero se ve que

a

quel no era el mayor problema... ¿Decí

a

que lo que le preocupaba era disfrutarlo?

Por

otro lado se me cayó el mundo

a

los pies. Ella habí

a

roto el pacto: uno de los puntos era mantenerlo en secreto.

A

dem

á

s me sentí

a

como un niño pequeño...

A

quel tema me incumbí

a

. ¿No podí

a

hablarlo conmigo? Sentí un poco de rabia. Me trataba como carne de psicólogo en su conversación con tí

a

Isa. Entonces precisamente esta última dijo

a

lgo que me sorprendió:

-¿Y él? -dijo de golpe.- ¿Has pensado en como se puede sentir él?

Mi madre se calló y tardó en responder:

-Es

por

su bien también. -dijo poco

a

poco, bajando el tomo y oblig

á

ndome

a

escuchar con m

á

s

a

tención- Puede que, como dices realmente

a

él le vaya bien, le guste y no le vea ningún problema... Es joven y es un sol... Pero

a

lgo tan raro... no puede ser.

-¿Entonces mientras no pueda... "valerse"? -dijo mi tí

a

interrogativa.- ¿Qué har

á

s? Dices que no quieres hacerlo m

á

s (

a

unque veo claro que sí que quieres, y precisamente

por

quererlo tanto te da miedo hacerlo de nuevo...).

-No lo sé... Isabel -dijo mi madre nerviosa.- ¿Que coño hago?

-No se -dijo tí

a

Isa muy pausadamente.- Bueno...

a

ver... -suspiró.- si me escuchas te digo una idea, pero tienes que estar tranquila...

No sé si hice

a

lgún ruido o

a

lgo pero mi madre se giró percibiendo una presencia. Me miró

a

mi, con ojos de sorpresa e incomodiad dijo:

-¡Roberto!

-Hola mami, -dije

a

ctuando como si no llevara

a

llí un buen tiempo y

a

dem

á

s fuera sordo.- Me he despertado y me ha

a

petecido salir

a

que me de el sol. Espero no molestaros.

Mi tí

a

se giró hacia mi y me guiñó el ojo.

A

quel gesto me desconcertó. Mientras lo hací

a

dijo:

-Tranquilo, no molestas. Me

a

legro que quieras que te de el

a

ire un poco, buena señ

a

l.

Mi madre no se pudo contener en interrogarme:

-¿Como has bajado? ¿Desde cuando llevas

a

quí? -

a

quella última pregunta la habrí

a

delatado si yo no hubiera sabido que hablaban de mi

a

escondidas. Pero seguí haciendo como si nada.

-

A

cabo de bajar, mam

á

... Ya te he dicho que podrí

a

ir

por

la escalera yo solo. Se hizo el silencio mientras mi madre me seguí

a

mirando fijamente.

A

l final solo dijo:

-Vale, cielo. Pero la próxima vez

a

vísame que

a

l menos esté cerca

por

si pasa

a

lgo, y ve con mucho cuidado.

-Vale, mami -dije sonriendo,

a

unque

por

dentro sentí

a

una gran confusión.

Me quité la camiseta y tomé el sol con ellas.

A

penas hubo m

á

s conversación. Mi tí

a

me miraba intrigada cuando creí

a

que yo no la veí

a

a

ella. También echaba ojeadas

a

mi madre. Cuando el sol se poní

a

, entramos en casa. Tí

a

Isa

a

nunció que se iba

a

ntes de la hora de cenar. Mi madre se fue

a

despedirla

a

la puerta. Tardé mucho

a

oír el

por

tazo que indicaba que mi tí

a

ya no estaba. Ella y mi madre estuvieron hablando otro buen rato hasta que

por

fin lo oí. Mi madre entró

otra

vez

a

l comedor con cara pensativa. Y me miró

a

los ojos. Poco después esquivó mi mirada.

A

lgo se me escapaba. ¿Qué estaba ocurriendo exactamente?

. . .

Me levanté el dí

a

siguiente con muchas incógnitas. No sabí

a

lo que ocurrí

a

entre mi madre y yo. Habí

a

otra

duda: simplificando, tení

a

la incógnita de si

a

quel dí

a

, tal y como habrí

a

tocado, mi madre seguirí

a

cumpliendo su parte de nuestro pacto. El dí

a

pasó y,

por

la tarde, mis hermanas salieron de casa, en donde era difícil

a

guantar el calor. Supongo que

a

quel momento era el que yo habí

a

estado esperando. Tení

a

que sacarle el tema

a

mi madre y preguntarle si

a

quel dí

a

también me

a

yudarí

a

con mi desahogo...

No pude. Me evitaba constantemente. Estaba m

á

s rara que nunca. Se fué

a

la cocina con el teléfono fijo inal

á

mbrico y

a

llí hizo una llamada. Oí

a

los murmullos pero no distinguí

a

nada de lo que decí

a

. Me estaba sacando de quicio

a

quella incertidumbre. Me fui

a

mi habitación con la intención de tumbarme un rato. Cuando estaba en la cama me

a

cordé: en mi casa tenemos un teléfono en el comedor, pero también tenemos otros cuatro: uno en cada habitación. Muchas han sido las veces que

a

lguien estaba hablando

por

teléfono y

otra

persona, desde

otra

habitación, habí

a

cogido el suyo y se habí

a

metido sin querer en la conversación. Lo normal era pedir perdón y colgar de immediato, pero

a

quel dí

a

me sentí tentado de coger mi teléfono y escuchar qué conversación estarí

a

teniendo mi madre y con quien. Jadeé. Yo no era

a

sí de cotilla. Estaba un poco harto de no enterarme de nada, pero decidí tumbarme y esperar

a

ver qué pasaba, era mejor

a

sí.

En la cama seguí

a

reflexionando. Mi madre estaba hecha un lío y se lo habí

a

contado todo

a

mi tí

a

, eso estaba claro. Pero no habí

a

oído la totalidad de lo que ellas dos habí

a

n hablado. No sabí

a

si mi madre ya se habí

a

decidido del todo y habí

a

dejado de dudar, y

a

ún menos cual serí

a

a

quella conclusión, si es que existí

a

. Pasaron minutos, muchos minutos. Mi cabeza era un remolino de preguntas y pensamientos varios. ¿Tení

a

que hacer como si no pasara nada y esperar? ¿Y si iba

a

hablar seriamente con mam

á

para

a

clararlo todo? Oí los pasos de mi madre hacia mi cuarto. Luego

llamó

a

mi puerta.

-

A

delante -dije.

-Roberto, cielo, -dijo mi madre empujando la puerta.- ¿Puedo pasar?

-Claro, mam

á

-contesté con naturalidad. Iba

otra

vez de estar

por

casa. Pantaloncito muy corto y camiseta de tirantes sin sujetador debajo.

-¿Qué tal te encuentras?

-Voy haciendo, mam

á

-dije suspirando, intuyendo que evitarí

a

temas complicados como los que reinaban en mi cabeza.- No me quejo.

-Estupendo, cariño... -y se calló. ¿Solo habí

a

venido para decirme

a

quello? Cuando yo iba

a

forzar una conversación para romper la incomodidad de la situación ella volvió

a

hablar.-

Por

cierto... -

otra

pausa- ¿Sabes que hoy es viernes, no?

-Sí... -dije yo. Empezaba

a

ver

por

donde iba la cosa...

-Bien, ¿Y sabes lo que significa..?

Entonces... ¿Ya estaba? ¿Me estaba diciendo que me tocaba disfrutar

otra

vez de ella y

a

sí se harí

a

? Quiz

á

me estaba poniendo

a

prueba para saber si habí

a

escuchado de forma muy cotilla la conversación del dí

a

a

nterior, tal y como habí

a

hecho. No respondí.

-Lo que pasa... -empezó

a

a

clarar mi madre.- Hijo, ya sabes que siempre he pensado que esto que hemos estado haciendo no es lo m

á

s normal del mundo...

-Pero tu misma dijiste que no te molestaba hacerlo... Si los dos tení

a

mos el pacto...

-Bueno...

por

lo que dices ya veo que intuyes que hoy... -hizo

otra

pausa.-

Por

favor hijo,

a

ntes escucha y te explico... Ya sabes que como madre me siento muy rara.

A

parte de todo est

á

tu padre, ya lo sabes... Pero es que lo peor de todo es que eres mi hijo. Y

a

dem

á

s

a

ún eres muy joven. Lo he pensado mucho y no creo que me siente nada bien en general... Pero también lo siento muchísimo...

-¿Se

a

cabó el pacto entonces?

-Yo necesitaba parar esto... -dijo con los ojos llorosos,- ...pero creo que eres mi hijo, del que estoy cuidando, y creo que también debo pensar en lo que necesitas tu...

Se hizo el silencio. Me sentí tentado de preguntar "¿Entonces...?". Pero mi madre,

a

rmada de valor, continuó:

-Me sabrí

a

realmente mal, mientras no estés recuperado... romper

a

sí el pacto. Pero yo,

por

lo que

a

mi respecta, me niego

a

seguir.

Otra

vez silencio ¿Habí

a

a

cabado de hablar?

-

A

unque considero que tengo que

a

tar cabos, Roberto, tu no tienes la culpa. Es injusto como te dejo...

No la entendí

a

. Seguí escuchando

a

tentamente y ella continuó:

-Ver

á

s...

a

unque no sea yo quien continue "

a

yud

á

ndote"... ¿Qué te parecerí

a

...

otra

persona?

-¿Como? -dije sorprendido- ¿Quien? Mam

á

... ya sabes que tu me gustas m

á

s que nadie...

-Roberto -dijo mi madre muy poco

a

poco, ignorando de nuevo mi sinceridad.- Si

a

ti no te parece bien, intentarí

a

mos buscar

otra

solución.

A

dem

á

s tengo que pedirte perdón,

a

unque creo que ya lo sabes... He hablado de esto con otra persona...

-Lo sé... -dije yo- Con tí

a

Isa. Os vi hablar

a

yer...

-Sí, cariño -respondió ella.- Y ella, después de mucho pensar me insinuó esta solución...

No estaba seguro de seguir bien la conversación. Tí

a

Isa estaba... ¿implicada?

-¿Que te parecerí

a

que... tí

a

Isabel?... En fin... Ella se ofreció...

-Mam

á

, para un segundo. No se si lo estoy entendiendo bien pero... ¿Estas diciendo que tí

a

Isa podrí

a

... "substituirte"?

Hizo una mirada

a

l suelo y dio un suspiro.

-Sí, Roberto -concluyó.- Yo no lo tení

a

nada claro, pero tu tí

a

me recomendó meditarlo. Ella lo veí

a

una buena solución pero

a

mi la situación me sigue haciendo sentir muy rara.

A

unque... si pienso que ya hace años que tienes edad para empezar

a

estar con chicas y solo es eso lo que haces...

a

unque sea con mi hermana... Pues, si lo dejo como que es

a

lgo que os

a

rreglais entre ella y tu... Isabel es la persona en la que m

á

s confío y se que ella no te harí

a

daño como podrí

a

hacértelo una cualquiera. He pensado mucho durante todo el dí

a

y

a

l final me he decidido

a

llamarla diciéndole que te lo iba

a

proponer.

-Entonces... sabe que ya me lo has dicho....

-Dijo que, si tu decí

a

s que sí,... -hizo una pausa para respirar- ...podí

a

venir hoy mismo, que es el dí

a

en que te tocarí

a

.

-Mam

á

... -dije incrédulo,- No me est

á

s tomando el pelo ¿Verdad?

-No, Roberto. -dijo negando con la cabeza, temblorosa-

A

hora tu decides.

Me quedé

a

bsorto en mis pensamientos. Estaba claro que habí

a

terminado el contacto sexual con mi madre: esta idea me entristecí

a

por

que me gustaba de verdad. Me gustaba tanto ella físicamente como lo que me hací

a

cuando me

a

liviaba. Pero

por

otra

parte... ¡Mi tí

a

Isabel! De fama promiscua, siempre com hombres detr

á

s. Una chica que est

á

buenísima, manteniéndose joven y radiante,

a

bierta, divertida y extrovertida

a

l m

á

ximo.

A

dem

á

s con la experiencia que seguro que tení

a

, yo disfrutarí

a

muchísimo. Y siempre me habí

a

cuidado muy bien siendo su único sobrino varón. La verdad es que tení

a

bastante claro que mi respuesta serí

a

a

firmativa:

-Mam

á

-empecé.-

A

ntes que nada, siento cualquier cosa que te haya hecho sentir incómoda y mal. Te juro que no era mi intención...

-Roberto... -me interrumpió mi madre.- Eso ya lo se...

-Vale -le respondí.- Querí

a

decir que te entiendo y que, evidentemente, respeto tu decisión.

Por

lo que respecta

a

a

Isabel...

a

cepto.

-Entonces... -dijo ella respirando mejor que minutos

a

ntes- ¿No te importarí

a

que fuera tu tí

a

quien...?

-Mam

á

... -dije interrumpiéndola- Tu eres la mujer que m

á

s me gusta de todas...

A

y! -se sonrojó- Que tontito...

-Pero,

a

l igual que contigo, no me voy

a

escandalizar si ella me "

a

yuda".

A

dem

á

s...

-

A

dem

á

s... ¿Qué? -dijo mi madre

por

la pausa que yo habí

a

hecho.

-...tí

a

Isa est

á

bien buena -dije sonriendo.

-

A

veces eres bruto ¿eh? -dijo ella sin malicia.- En fin ¿la llamo?

-Ll

á

mala... -y

a

ntes que mi madre se fuera de mi cuarto pude decir:- ¡Mam

á

! Gracias...

-Hijo -contestó gir

á

ndose,- esta vez no tienes

a

bsolutamente nada que

a

gradecer. De hecho lo siento todo en el

a

lma...

-Mam

á

-la interrumpí

por

última vez en

a

quella conversación.- Tampoco hay nada que perdonar

por

mi parte.

Se

a

cercó

a

mi cama y me

a

brazó bes

á

ndome la frente. Después sí que

a

bandonó mi habitación y se dirigió

a

l teléfono para llamar

a

mi tí

a

para que viniera

a

masturbarme. Supongo que

a

mam

á

le hubiera dado corte que yo la escuchara hablar con mi tí

a

,

por

eso no cogió el teléfono de mi habitación y se fué

a

la suya para hacer la llamada. Volví

a

sentir la tentación y

a

quella vez no me resistí. Cogí mi teléfono y me puse el

a

uricular en la oreja, tapando el micrófono

por

si

a

caso, la conversación entre las dos hermanas

a

cababa de empezar:

-¿Como ha ido, Luisa? ¿Se lo has dicho?

-Sí... ha ido bien. Ha dicho que sí, Isabel.

-¿Que sí? Estupendo... ¿Voy para

a

ll

á

?

-Creo que tiene bastantes ganas que vengas.... -decí

a

mi madre en tono de broma.

-Genial... -respondí

a

mi tí

a

con tono meloso.- No tardo nada.

Colgaron. Yo también colgué poco

a

poco mi teléfono. Miré mi paquete. Estaba muy excitado y caliente

por

lo que me esperaba.

El timbre sonó en un momento en el que no estaba pendiente de él. Habí

a

n sido

a

penas cuarenta minutos y mi tí

a

ya estaba en casa. Oí pasos que subí

a

n las escaleras. Llamaron

a

la puerta.

-¿Puedo pasar? -dijo mi tí

a

desde detr

á

s de la puerta entreabierta. Yo estaba nervioso, excitado y flipando.

-Pasa... -dije- ¡

A

delante!

-Hola, guapetón... -dijo tí

a

Isa entrando en mi habitación.- He venido

a

ver qué tal est

á

s... -comentó fingiendo que no sabí

a

que lo que sucederí

a

en

a

quella habitación estaba todo planeado.- ¿Todo bien?

-Hola, tí

a

Isa -la saludé. Me fijé en como iba. Llevaba una camisa

a

zul cielo,

a

justada y con las mangas muy cortas. También tení

a

una minifalda como las que solí

a

llevar

a

menudo. Era un

a

uténtico monumento, con su pelo liso suelto, unos pendentes preciosos y un toque de maquillaje.- Sí, todo va bien, gracias.

-Me

a

legro... -dijo ella recre

á

ndose en marcar las curvas de su cuerpo cuando entendió que me la estaba comiendo con los ojos.

-Est

á

s... muy guapa -me

a

treví

a

decirle.- ¿Te has

a

rreglado para...?

-¿Para ver

a

mi sobrinito? -dijo riéndose- Claro que sí... sobretodo teniendo en cuenta para qué vengo ¿no? -

a

ñ

a

dió guiñándome un ojo.

-Tí

a

, mi madre me lo ha contado todo...

A

sí que te

a

gradezco mucho que tu misma te ofrecie...

-Sht... -dijo ella poniéndose un dedo

a

los labios y con una sonrisa radiante. Cerró la puerta detr

á

s de ella- No hace falta

a

gradecer nada, hombre... ¿No prefieres dejar la charla para después?

-La verdad tí

a

es que

a

parte de raro... me siento bastante cachondo. -dije mostrando mi paquete.

-Ya veo chico... -dijo ella mordiéndose el labio.- ¡Como lo tienes!

Caminó hací

a

mi.

A

quella visión se

a

poderó

por

completo de mi ser y me sentí totalmente suyo, la deseaba con fuerza. Se subió un poco la minifalda y se puso en la misma posición en que habí

a

estado mi madre la última vez, sentada encima mío. Se empezó

a

desabotonar la camisa y vi como

a

quel monumento se transformaba en un

a

uténtico ángel.

-Hace un calor

a

quí... -dijo despoj

á

ndose de la camisa y dej

á

ndola

a

un lado de mi cama. Iba con un sujetador morado de lo m

á

s sexy. Tení

a

una figura perturbadoramente

a

petecible, un vientre plano de gimnasio y cuerpo hecho para el pecado en general.

A

unque ya la hubiera visto en bikini,

a

quella vez me podí

a

deleitar

por

completo con sus encantos sin ningún pudor.- Roberto, guapo, ya sé que

a

tu mami se le hací

a

n muy raras esas cosas... Eso es

por

que ella no es tan

a

bierta de mente como yo. Conmigo puedes estar tranquilo... Yo no me voy

a

molestar

por

casi nada.

Entendí lo que me habí

a

dicho y

a

caricié

a

quel vientre con

a

quel piercing tan bonito en el ombligo. Subí mi mano izquierda hasta su pecho y,

a

ún con el sujetador puesto, se lo toqué. Decidí disfrutar el momento y lo

a

masé con ganas, mi tí

a

miró

a

l techo suspirando:

-

A

y Robe... que fogosito est

á

s creciendo -dijo mientras me poní

a

una mano en el paquete y lo

a

cariciaba. Nos estuvimos tocando

a

sí un rato hasta que se puso de pie

otra

vez- Espera, pong

á

monos m

á

s cómodos y podemos empezar...

Se quitó la minifalda y se quedó

por

completo en ropa interior. Llevaba un tanga

a

juego con su sujetador que

a

dem

á

s... ¡era semitransparente! No en su totalidad: tapaba el coño pero se podí

a

n ver los pocos pelos que tení

a

mi tí

a

en el pubis y en su monte de venus. Cuando se puso de espaldas para dejar su ropa en la silla que hay en mi cuarto, le pude ver el culo, con el hilo del tanga perdido entre sus nalgas. Lo tení

a

redondeado y precioso. Dios mío,

a

quello era una maravilla:

-Joder, tí

a

, que buena est

á

s... -le confesé.

-Jaja... Gracias, Roberto -dijo ella. Mientras me guiñ

a

ba un ojo

a

ñ

a

dió- Tu tampoco est

á

s nada mal...

No supe si creérmelo pero me sentí halagado.

A

ntes de volver

a

sentarse encima de mi, se deshizo de mis calzoncillos y liberó mi pene.

-¡Joder, que buena polla! -me volvió

a

halagar mi tí

a.

  • De haber sabido

a

ntes que era tan bonita te hubiera metido mano

a

ntes...

Flipé con

a

quel comentario y me reí. Mi tí

a

se estaba volviendo

a

colocar encima mío. Cuando ya estuvo preparada dijo:

-Bueno... vamos

a

ver...

Y me

a

garró el falo con delicadeza.

A

ntes de que yo pudiera decir nada, ella misma ya se lubricó los dedos con saliva para facilitar la fricción. Y empezó

a

masturbarme.

A

ún no buscaba mi eyaculación,

por

el momento concentraba sus caricias en los puntos que me hicieran estremecer de placer. Con una forma muy lasciva que nunca en la vida le habí

a

visto, me preguntó:

-¿Te gusta

a

sí, Robe?

-Sí, tí

a

...

-Vamos

a

hacer que te desfogues, pero también que lo disfrutes...

A

cto seguido se desabrochó el sujetador de forma muy sexy y sus impresionantes tetas

a

parecieron

a

nte mi vista. Eran muy redondas y estaban totalmente en su sitio. Eran las tetas de una treintañera que

a

ún conserbaba cuerpo de veinteañera. Grandes (

a

unque no tanto como las de mi madre) y preciosas. Los pezones era pr

á

cticamente como los de mi madre, tanto de tamaño como de color.

-Joder tí

a

-dije mientras me dirigí

a

a

sobar

a

quellas tetas que ya se dejaban tocar en su totalidad- ¡Qué tetas tienes!

-¿Pero tu no has visto las de tu madre?  -dijo ella

a

ument

á

ndo el ritmo se su paja e iniciando un camino hacia mi orgasmo como objetivo- ¡

A

quello sí que impresiona! Puede que se me

a

guanten mejor que

a

ella, pero es

por

que son m

á

s pequeñ

a

s...

-Tí

a

... -respondí jadeando- Las tienes grandes... muy grandes. Lo que pasa es que las de mi mam

á

no son solo grandes.. son enormes...

-¿Te gustan las tetas de tu mami, eh? -preguntó ella jugando

a

ser mala y estruj

á

ndome el nabo con gran maestrí

a

.

-Sí...

-¿M

á

s que las de tu tí

a

?

-Me gustan las de las dos, tí

a

... Las tuyas tambien me encantan...

-Buen chico -dijo ella sonriendo muy lascivamente.- Te has ganado comérmelas...

Se levantó y se

a

cercó. Me hundió la cara en ellas mientras

a

ún seguí

a

paje

á

ndome. Mientras me comí

a

sus tetas, que reposaban en mi cara, chupaba sus pezones, lamí

a

su canalillo y me recreaba en disfrutar de

a

quel momento, sentí que tuve que decir que me corrí

a

, me costó un poco sacar la boca de

a

quellos pechos para decirlo:

-Tí

a

... Me corro...

-¿Ya...?

Ella se concentró en la paja y la hizo muy intensamente para que disfrutara de cada espasmo. La corrida salió espesa y muy blanca,

a

borbotones. El placer fue indescriptible.

-Oh, sí... -gimió mi tí

a

  • Buen chico...

Como habí

a

hecho mi madre, se estuvo unos minutos

a

carici

á

ndome el pene mientras los espasmos

a

ún se producí

a

n d

á

ndome una sensación deliciosa y mi erección iba bajando sin ninguna prisa.

-Gracias, tí

a

Isa... -pude decir cuando recuperé la capacidad de hablar- Muchas gracias.

-De nada, guapetón -respondió ella- Espera, que te limpio...

Cogió un pañuelo y fue recogiendo toda la leche que habia esparcido

por

mi vientre. Mientras lo hací

a

me dijo:

-Has sacado mucho... se ve que lo necesitas... no se yo si es suficiente una vez cada tres dí

a

s...

-Bueno, tí

a

-dije extasiado,

a

ún disfrutando del gustillo.- Eso es lo que quedamos con mam

á

...

-Yo no soy "mam

á

" -me guiñó un ojo sonriendo.- Este pacto es entre tí

a

y sobrino, y yo soy el pendón de la familia...

-¡Tí

a

! -dije escandalizado- Que te guste la libertad de tu cuerpo no significa que seas un pendón...

-¡Jeje! Tranquilo, guapo -me respondió riendo.- Lo digo en broma. Esta bien reírse de uno mismo ¿Sabes? Solo querí

a

decirte que nuestro pacto puede ser diferente...

A

mi no me molestarí

a

venir siempre que tu lo necesitaras...

Me estremecí de la emoción:

-¿De verdad, tí

a

?

-Claro, Roberto, -respondió ella con tono

a

mable.- Eso sí: mejor que tu madre sea la única que se entere

a

parte de nosotros dos. Sigue siendo una cosa rara lo que hacemos,

a

unque ni

a

ti ni

a

mi nos parezca mal.

-Tranquila tí

a

-dije yo con seguridad.- Nadie se enterar

á

.

Mientras charl

á

bamos calmadamente yo le palpaba las tetas (que

a

ún no se habí

a

cubierto) y ella se dejaba hacer sin ningú problema. Sellamos el pacto y dijo:

-Entonces, cuando lo necesites, ll

á

mame

a

l móbil y vendré siempre y cuando pueda. Ll

á

mame

a

horas normales, ¿eh?

-Jeje, vale tí

a

... -le sonreí.- Muchas gracias.

-De nada, niño, yo también me lo he pasado bastante bien. La verdad es que tu madre se lo pierde

por

que... -y se calló.

-¿

Por

que qué..?

-

A

cabo de

a

cabo de cambiar de opinión sobre una cosa y te lo quiero comentar. Tenemos que hablar...

-¿Cual? -pregunté.- ¿De qué quieres hablar?

-Mira, Robe, creo que ya sabes que yo he venido

a

quí

por

que tu madre me pidió consejo sobre

a

lgo que

a

ella se le hací

a

muy dificil de llevar.

-Sí... lo sabí

a

. -respondí.- Me lo ha contado todo...

-Supongo que me preguntó

a

mi

por

que soy su hermana y,

a

parte de eso, sabe que soy

a

bierta de mente y que soy comprensiva con "cosas raras". En fin, le di el consejo de que siguiera su corazón

por

que pensé que no podí

a

decidir

por

ella, no era justo. Cuando dijo que habí

a

decidido que no querí

a

seguir con eso, pero que tampoco querí

a

dejarte

a

la estacada, me ofrecí para "

a

yudarte" yo... -cogió

a

ire y canvió el tono de lo que estaba diciendo

a

uno m

á

s enérgico.- Pero he pensado, igualmente, mucho en el tema y creo que voy

a

retirar mi

a

nterior consejo y le daré uno nuevo. -Hizo

otra

pausa y miró mis interrogantes ojos.- Si

a

ti te parece bien... voy

a

darle

a

lgún buen consejo de hermana y de

a

miga. Y creo que te parecer

á

bien,

por

que cuando te estaba haciendo la paja y te he hablado de Luisa he visto claro que te gusta tanto o m

á

s que yo.

Por

lo tanto eso te beneficiar

á

bastante...

Escuché

a

tentamente.

CONTINUAR

Á

...