El Hombre de la Casa 2

Después de su desventura, Roberto tiene que ser cuidado por su atenta madre para recuperarse del todo poco a poco.

VOLVIENDO A CASA

No sabía si ya me encontraba en condiciones. En el hospital se me había dado tratamiento para el dolor y he de confesar que iba bastante atontado en general. El día en que llegué a casa me sentía muy débil y adolorido. Pero agradecí estar ya en un entorno familiar sin la frialdad del hospital y las horas de aburrimiento absoluto. Aún me quedaba un buen tiempo para recuperarme del todo. El resultado de mi caída habían sido varias contusiones, una bastante seria en el homoplato izquierdo (por suerte solo el golpe, aunque dolía bastante), y, además el brazo derecho completamente roto. Por lo tanto una escayola me lo había immobilizado y lo haría aún por muchas semanas más.

-Bienvenido a casa -dijo mi madre cuando cruzamos la puerta.- Espero que aún te acuerdes. Dijo en una broma amable.

-La verdad, lo no sé -dije intentando reírme- Me parece que he estado una eternidad en el hospital.

-Ahora descansa, -dijo ella- ya sabes: reposo absoluto.

-¡En el hospital no he hecho otra cosa! -dije yo- Pero igualmente... ¿Sabes qué? Ahora no me apetece nada más que eso.

Y era verdad. Por mucho que reposara, mi abatimiento me pedía más descanso. Y ahora, por fin sería en mi cama, mi cómoda cama, con mi suave almohada y mi fantástico colchón.

-Mamá... me voy a dormir... El cuerpo me lo pide.

-Claro cariño, -dijo ella sonriendo a duras penas- tu cama ya está preparada. Te ayudo a subir la escalera y a ponerte el pijama.

Cuando me senté en la cama mi madre me desnudó pero yo ya estaba medio dormido como para percatarme de lo raro de la situación. Luego dormí. Dormí un largo sueño. Profundo. Aunque mi cerebro no dejó de funcionar. Varias imágenes se me fundían en la cabeza entre sueño y realidad. Veía a mi madre, sentía dolor, percibí

a

su olor, not

ab

a

el agua de la piscina, sentía su suavidad, sus pechos, de repente olía todo a hospital, vi a mi padre junto a mi en el hospital... No sé cuanto rato dormí. Me desperté cuando mi cuerpo ya no podía dormir más y me agradecía el descanso. Miré por la ventana. Era atardecer. Bostecé y intenté incorporarme, pero me costó un sobreesfuerzo. Me percaté de una cosa: Noté mi pene endurecido. Ya ni me acordaba: mi sexualidad había quedado tan abatida como yo durante mi hospitalización, pero debía ser verdad que ya me estaba recuperando.

Con la mano izquierda aparté el pantalón del pijama y mi polla endurecida apareció. Estaba muy rígida y vigorosa. Me la acaricié con mi mano izquierda y la sensación fue muy agradable. Me apetecía darle una alegría a mi cuerpo adolorido. Un poco de placer para contrarrestarlo. Me mojé los dedos con saliva y agarré el falo. Pensé en mi madre, la que había sido la reina de mis últimas pajas tambíen lo sería de esta primera, después del accidente. Empecé a mover el brazo izquierdo. Un movimiento, dos movimientos, tres... hasta que no pude más. Estaba realmente flojo, no tenía fuerzas. Para nada me valió el esfuerzo, tuve que dejarlo en cuestión de segundos, realmente no podía con mi alma. Tuve que esperar a que se me bajara ella sola mientras volvía a la posición de reposo.

-¡Mamá -dije tan fuerte como pude en el momento que vi que estaba en condiciones de mantener una conversación coherente- estoy despierto!

Oí pasos, luego llamó a la puerta y dije:

-Pasa...

-Cariño, -dijo ella- has dormido unas cuantas horas. ¿Te apetece cenar?

-Vale... Supongo que tengo hambre... Ahora bajo...

-¡Ni hablar! -me cortó ella- almenos hoy cenarás en la cama, reposo ABSOLUTO.

No comí demasiado aunque agradecí volver a probar los guisos de mamá y no la comida de hospital. Después de cenar me aburrí mucho en la cama, sin poder conciliar el sueño. Pensamientos desordenados en mi cabeza. Poco a poco mi madre tomó otra vez protagonismo de ellos. La imaginé desabrochándose su bikini de espaldas y después girándose hacia mi. Retuve lo que pude del flash que vi de sus tetas el dia de mi caída y me las idealicé para verlas bien en mi mente. Las imaginé tal y como las creía recordar. Mi polla reaccionó. Otra vez estaba erecto. "Lo necesito", pensé. Era el momento de hacerlo ya que no podía dormir. Concentré todas mis energías en mi mano izquierda. Esta vez logré aguantar unos minutos pero volví a quedarme hecho polvo antes de conseguir nada: otro fracaso. "Mierda", pensé. Aunque aquel agotamiento me ayudó a dormirme y, esa vez, dormí hasta la mañana siguiente.

. . .

El día siguiente transcurrió lento y pesado. Volví a intentar masturbarme dos o tres veces más pero no tenía energía ni tampoco mucha intimidad. Al tenerme de nuevo en casa, ninguna de las tres chicas con las que convivo habían salido. Mis hermanas iban y veían a ratos de mi habitación a darme un poco de conversación. De Marta no tenía duda de su buena fe, pero creo que Laura iba más que nada obligada por mi madre para que yo no me aburriera ni me sintiera solo:

-Enano, mira que eres torpe -me dijo ella en un momento dado.

-Que te den -dije yo.

No estábamos enfadados: hablabamos así y era nuestra manera de ser hermanos. Un tipo de relación que nunca habría tenido con Marta, mi hermana menor, que es mucho más aprensiva, inocente y cariñosa. En cambio Laura, mi hermana mayor, es una chica muy "echada pa'lante (como se suele decir)", que dice las cosas por su nombre aunque puedan doler y a veces ofende un poco sin pretenderlo. Hay que quererla y yo la quiero mucho tal y como es.

-Mira que caerte dos días después de estrenar la piscina... ¡ya puedes jurar que te has quedado todo el verano sin bañarte por culpa de la escayola!

-¿Sería repetirme si te digo otra vez "que te den"?

-¡Pues sí! -Se rió, y se quedó sonriendo diciendo tiernamente- En fin... tendremos que cuidar al niño de la casa.

-De verdad.. -suspiré- si solo venir a reírte de mi para ti ya es cuidarme... prefiero morirme aquí mismo.

-¡Serás..! -Hizo el gesto de pegarme pero, evidentemente, no no hizo. Si yo hubiera estado en perfectas condiciones nos habríamos liado a hostias fraternales durante un ratito. Después de un silencio solté un lamento que me mató por dentro al asimilarlo del todo:

-Joder... a la mierda la piscina... -dije mirando la pared.

-Pues sip, enano, y ya te convendría remojarte un poco.

-¿Como dices? -pregunté yo.

-Pues que entre el hospital y todo... -Laura no sabía como seguir, ahora hablaba en serio no quería reírse de mi en broma.- Niño, hueles un poco a chotuno...

Era muy sincera y me percaté de lo mucho que me apetecía darme una ducha. Pero entonces me vino una duda a la cabeza. ¿Como? Yo estaba hecho puré y alguien me tendría que ayudar sin duda. ¿Mi madre? Ella me había duchado y bañado hacía un montón de años. ¿Lo haría otra vez con mi cuerpo tan desarrollado? Mi duda tardó pocas horas en desaparecer.

-Roberto, cielo -dijo mi madre entrando en el cuarto después de llamar- ¿Qué tal una ducha?

-Mamá... no se ni si puedo moverme -dije sinceramente.

-¿Lo dejamos para mañana, cariño?

-¡Ni hablar! -dije- Huelo fatal y quiero limpiarme.

-Bien... -hizo una pausa tragando aire como si le costara decir lo que iba a decir.- Pues te tendré que ayudar, amor.

-Vale mami, gracias... -dije yo un poco incomodado tambien.

Nos fuimos al cuarto de baño y la vi con mas luz. Iba vestida con una camiseta de tirantes azul marino muy fresca, el escote era inebitable debido al tamaño de sus tetas. No llevaba sujetador pero la camiseta era apretada para que no le bailaran allí dentro, con lo cual la visión me traicionó delante de mi propia madre. Me empalmé en cuestión de segundos y me iba a tener que desnudar allí mismo.

-Venga Robe, te ayudo a quitarte la ropa.

-¿Ya? -dije yo.

-¡Claro, hombre! -dijo ella sorprendida por mi aparentemente tonta pregunta.- ¿A qué quieres esperar?

-Es que.. -no sabía ni como decírselo, ella notó algo raro en mi- Ahora yo...

Lo entendió. Miró los pantalones de mi pijama. Aunque llevara calzoncillos se veía el bulto. Ella no supo que decir y me miró a la cara. ¿Me tocaba hablar a mi?

-Mamá.. en el hospital no me pasó ni una vez y ni siquiera me había dado cuenta... en cambio desde que estoy en casa... bueno... que me pasa mucho más. Eso será que estoy mejor ¿no?

-Supongo... -dijo ella colapsada- Venga, me da igual, vamos a desnudarte.

Me quitó todo lo de arriba y después fué a por los pantalones, cuando los bajó, el bulto que vio en mis calzoncillos la dejó patidifusa:

-Hijo... ¡Como lo tienes, de verdad! -dijo ella apartando la vista.

-Ya lo sé, mamá... lo siento mucho.

-Tranquilo, no es culpa tuya... Tanto tiempo... -hizo una pausa- Ya me imagino el problema que tienes con la mano derecha... ¿pero no puedes hacerlo con la izquierda?

Ya habíamos abarcado el tema de pleno. Me puse rojo como un tomate:

-Con la izquierda soy muy torpe. Aún estoy hecho polvo y me canso en dos segundos... Me duele todo, mamá... lo intento con la izquierda pero no llego a...

Se hizo un silencio incómodo.

-¿Eyacular? -dijo al fin mi madre, buscando el término más apropiado y más técnico para hablar sobre correrse.- En fin, pues tarde o temprano podrás, no te preocupes... es cuestión de paciencia.

Sacó el plástico para cubrir mi escayola y me lo puso antes de terminar de desnudarme, quizás para retrasar lo inevitable. Luego no le quedó más remedio: mal que le pesara, me tenía que quitar los calzoncillos. Hizo un suspiro:

-Vamos allá...

-Tira bien de la goma.. que no me duela...

-Vale...

Lo hizo lo mejor que pudo pero era un poco dificil que mi polla saliera sin hacer roce con el calzoncillo. La sensación fue una mezcla de molestia placentera que me hizo sentir de maravilla una centésima de segundo, además, la libertad total de mi pene era de muy agradecer después de aquel encierre a presión. Mi madre intentó no hacer ninguna mueca ni decir nada, pero, a pesar de que a duras penas murmulló un "Dios santo...", su cara de asombro y sus ojos más abiertos que nunca la delataban totalmente.

-Entra a la ducha. -me dijo.

Eso hice. Ella me ayudó a no caerme aguantándome con fuerza. Cerró un poco la cortina excepto por el lado en el que ella se iba a poner para lavarme y esperó a que encontrara bien el equilibrio para abrir el agua. Con mi débil mano izquierda me apoyé a la pared para aguantarme un poco mejor. Al principio estaba un poco fría, pero en seguida se calentó. El agua empezó a recorrer mi cuerpo mientras ella sujetaba el teléfono de la ducha dirigiéndolo para que ninguna parte de mi cuerpo quedara sin mojar. Yo la miraba a ella. Evidentemente había momentos en que se tenía que agachar y su escote se pronunciaba ante mi. Sus tetas. Siempre sus tetas. ¿Era normal que me gustaran tanto? No podía olvidarlas. En cierto modo ellas habían causado un poco mi accidente. ¿Se sentiría mi madre culpable? ¿Habría notado que me había caído por el hecho de estarla mirando cuando se despojaba del bikini? ¿Y si en vez de culpable se sentía molesta o incluso enfadada conmigo?

Entonces vi que ella iba soltando miradas fugazes a mi entrepierna, cuando me estaba dirigiendo el chorro de agua miraba fijamente al sitio que estaba limpiando, pero no podía contener esas milésimas de segundo en que sus ojos se dirigían a la evidencia de mi excitación. Ella no me miraba a la cara así que eso me daba libertad para seguir mirando sus tetas... hasta que me miró a los ojos para hablarme. Creo que me pilló de pleno, aunque disimuló:

-Bueno... -dijo intentando aparentar normalidad, con un desesperado intento de hacer que la situación fuera cómoda.- Primero el champú...

Me enjabonó la cabeza y la aclaró despúes. Tocaba ponerme el suavizante y así lo hizo. Luego cogió el jabón mientras el suavizante hacía efecto.

-Ahora te voy a limpiar entero.

Hablaba por hablar, para que el silencio no nos matara como lo había estado haciendo todo aquel rato. Pero oír eso de "entero" me hizo estremecer. En mi família nunca hemos usado esponjas, y creo que mi madre lo estaba lamentando, me tendría que tocar todo con sus manos. Mi vista no se podía apartar de su escote. Se puso un chorro de jabón en las manos y empezó a escampármelo por el pecho, los hombros, el cuello, el brazo que no tenía escayolado, el vientre, la cintura... ¿Y ahora? Si pasaba de largo quedaría evidente el corte que le llegaba a dar tocar mis partes aunque solo fuera para enjabonarlas, pero si las tocaba... Y con una mano llena de jabón me agarró el falo.

Hice tanto como pude para no gemir, pero la sensación fue increible. El jabón lubricaba esa mano que me agarraba la polla y me lo esparcía por ella con un gesto muy similar al de masturbarme. Se estuvo el suficiente tiempo como para que todo fuera fantástico. Yo no sabía cuanto llevaba sin correrme pero lo necesitaba de sobremanera. Mi sexualidad ya se había recuperado antes que otras partes de mi cuerpo y necessitaba echarlo todo. Y con aquella excitación... Mi madre se encargaba de que mi glande también quedara limpio cuando no pude más y gemí.

-Roberto..! -dijo mirándome a los ojos y soltándome la polla- ¿Te he hecho daño?

-No... es que... -y me callé. Ella lo entendió enseguida, estoy seguro.

-Cariño... -dijo ella en tono piadoso pero impotente. Era una madre y, como tal, ¿hasta donde podía llegar? Su gestó volvió al de concentración por hacer las cosas bien y como Dios manda. Dijo:- Acabo enseguida.

Vovió a por las partes de mi zona íntima que faltaban y volví a gemir. Estaba a segundos del orgasmo.

-Cariño... repitió ella. -esta vez sin quitar la mano, gracias al cielo- ¿Que vas a...?

No dijo el verbo pero sabía a qué se refería. Esta vez en mi cerebro no salió la palabra eyacular, solo apareció "correrse". Correrse como un cabrón, disfrutarlo como el que más. ¿En qué plan me estaba haciendo en la pregunta? ¿Solo quería la información? ¿Era un "si quieres, puedes"? ¿Era un.. "pues ni te atrevas"? Creo que ni ella lo sabía. Mi cerebro iba a mil por hora y a la vez no podía pensar en nada. Mi madre habló:

-Cariño... -me dijo parando otra vez de tocarme, con lo que maldecí un poco la situación- Ya sé que lo necesitas. No es culpa tuya nada de esto. Yo podría no hacértelo -pensé: "Por favor ¿Por qué? ¡Hazlo!"- porque soy tu madre... -se hizo otro silencio- Mira, entiendo que estés excitado por la situación, llevas mucho tiempo sin tocarte y tu re-despertar sexual está siendo muy furioso, pero precisamente si la situación te ha excitado tanto no te costará nada darte ahora un poco con la izquierda y acabar. Prometo no mirar.

"A mi me da igual que mires" pensé yo, "así verias lo que he hecho tantas veces pensando en ti...".

-Pero -balbuceé yo- ¿como me sujeto para no caerme? -me sentía inseguro y con poco equilibrio. Menos aún con el orgasmo bestial que estaba presintiendo.

-Yo te aguanto, cariño, -dijo con un tono relajado y muy amoroso- ven aquí... -y me abrazó. Con fuerza para aguantarme pero era un abrazo fenomenal. Sus pechos se pegaron a mi cuerpo mojado y enjabonado y el contacto con aquel cuerpazo de mujer me hizo perder el norte del todo. No le importaba ir ella vestida y mojarse la ropa de agua y jabón con tal de que yo pudiera desahogarme. Sintiéndome bien sujeto me atreví a despegar mi mano izquerda de la pared y dirigirla a mi enrojecida y enjabonada polla. Realmente estaba al borde de la corrida. Mi débil brazo izquierdo no tuvo que hacer mucho esfuerzo para mi desahogo. Un chorro de semen salió disparado perdiéndose en la blanca bañera. Un segundo chorro más intenso, pero menos veloz, salió como un borbotón mientras yo sentía que el placer me elevaba sobre todas las cosas. Todo esto mientras mi madre me abrazaba fuerte. Era una sensación increíbe. Varios espasmos más siguieron, con pequeñas cantidades de semen que seguían surgiendo. Me relajé del todo. Estaba en la gloria.

-Mi amor -me dijo mi madre separándose muy poco a poco de mi, pero aún sujetándome con los brazos- ¿Estás mejor?

-Sí, mamá -dije yo temblando, casi sin voz, hice una pausa, no sabía si tenía que decirlo pero lo dije:- muchas gracias.

Se hizo un silencio que temí otra vez eterno pero apenas duró unos segundos.

-¿Por qué gracias? -dijo ella con media sonrisa- ¡Yo no he hecho nada!

-Sabes que sí... -dije yo bajando la cabeza pero a la vez insinuando que mi mirada se iba a sus pechos. La miré luego a la cara, de reojo y la vi semiruborizada. No obstante, no había abandonado su media sonrisa, amable y pacífica, curiosamente volví a ver el tipo de rostro por el que mi madre se había caracterizado años atrás: Alegre y afable, pero que despertaba paz interior y seguridad.

-Anda tonto -dijo con un tono de lo más divertido. Yo la veía mucho más relajada.- Vamos a aclararte que si no no terminaremos nunca.

Me volví a sujetar y se separó de mi. Entonces vi su camiseta mojada y con un poco de jabón por haber pegado su cuerpo vestido al mío enjabonado. Una imagen bonita aunque un poco surrealista, como todo lo que estaba ocurriendo. Antes de nada, cogió una toalla y se la pasó por la ropa para, almenos, quitarle el jabón. Yo no la perdía de vista.

Me aclaró y mientras lo hacía percibí que mi pene no había bajado mucho mas de "morcillón". Me encontraba mejor pero la verdad es que con un solo orgasmo es dificil saciar tanto tiempo sin liberar nada de esperma. Una vez terminamos me pasó una toalla y me empezó a secar aún de pie en la ducha, aunque pronto me hizo salir y me sentó en el WC, donde ya había puesto otra toalla. Una vez sentado me secó a fondo, todo entero. Su expresión seguía siendo mucho más tranquila. Problablemente por la sensación que despierta un "pues ha ido bien, tampoco ha sido para tanto, no creo que ni él ni yo salgamos traumatizados de aquí...".

Alegremente me iba secando y cuando llegó a mi polla la volvió a ver otra vez dura. Evidentemente se había agachado y mis ojos habían vuelto a enfocar su escote. Ella se quedó un poco sorprendida una vez más:

-Robe... ¿Otra vez? -dijo con más gesto de asombro que de preocupación, mirando mi falo.

-Tranquila mamá... -dije- era mucho tiempo sin nada y es normal que ahora quiera más -se volvió a hacer un silencio. Mi madre, subió la mirada pero sin cambiar la expresión de su cara y me miró a los ojos. ¿Esperaba que le pidiera algo? Aunque más tranquila se la volvía a ver dubitativa. Entonces decidí decirle:- Pero ahora no es tan urgente como antes, mami... ¡estoy mejor!

-Eso te iba a decir... -volvió a su caracter amable y tranquilo mientras me siguió secando despreocupadamente como si nada- Por hoy ya es suficiente... ¿eh?

Aluciné. ¿Qué había querido decir? ¿Que hoy ya había terminado pero otro día quizás repetíamos? Estaba flipando y no tenía la sensación de haberla entendido. Ella interpretó mi silencio como una falta de información y vio qué había hecho un comentario que ni siquiera ella misma sabía como interpretar. Decidió seguir hablando mientras me secaba, concentrada en su tarea. Como hablando del tiempo que hace me dijo:

-Porque antes de la caída... ¿tu cada cuando te... tocabas?

Me sonrojé un poco pero sonreí. La barrera de hablar del tema ya estaba superada.

-Una al día.

Me miró a los ojos de una manera entre pícara, alegre, maternal y como si pensara "lo que imaginaba" (aunque hubiera hecho el comentario sin pensar mucho, creyendo que su subconsciente le estaba diciendo "hoy ya está, mañana más"). Entonces volví a hablar:

-Bueno, no tan regular... Casi siempre una al día pero no cada día...

Sonrió. Amplió su sonrisa mirando abajo y, cuando nos volvimos a mirar, maravillosamente rompimos los dos a reír.

CONTINUARÁ...