El Hombre de la Casa 1

Una piscina nueva, una fiesta de cumpleaños y un chico en pleno apogeo sexual rodeado de sus familiares tetonas en bikini. ¿Qué podría pasar?

**Estoy compl a cido de inform ar que estoy repasando una serie que empezó hace ni más ni menos que ocho años para que esta aún sea mejor y si merezca el éxito que tuvo en aquel momento. Una vez terminada dicha tarea valoraré si la serie sigue con capítulos INÉDITOS. Un saludo y gracias por la atención y comprensión.**

LA PISCINA NUEVA

-¡Que orgullosa estoy, Roberto! -dijo mi madre- ¡Te mereces estas vacaciones de verano como el que más!

Mi madre estaba contenta, como era difícil verla últimamente. Había sacado unas notas más que dignas y el verano llegaba muy prometedor. Era una sensación fantástica y me alegré de verla sonreír. A mi madre le costaba mucho sonreír desde que mi padré cayó en un coma muy profundo por culpa de un accidente de tráfico que no fue culpa suya. De eso hacía un año y medio, y mi padre seguía en coma. Siempre nos acordábamos de él y nos preguntábamos si volveríamos a verle despierto alguna vez. Mi madre iba al hospital como mínimo dos veces a la semana, le traía flores, le hablaba, le cogía la mano… Mis dos hermanas y yo no íbamos tan a menudo pero siempre lo teníamos presente.

En fin, no quiero empezar hablando de nuestro drama familiar. Solo os quería situar… Mi historia tiene realmente un tono diferente. Me llamo Roberto y, en este inicio que os he contado, corría el año 2009 y solo tenía 19 años, faltándome unas pocas semanas para cumplir los 20. Mi madre es una persona fantástica que se llama Luisa y, en aquella época, tenía tan solo 43 años. Ya sé qué estareis pensando… ¿Una madre de 43 años con un hijo ya adulto? La verdad es que sí, y aún es más sorprendente cuando uno tiene en cuenta que tengo una hermana mayor que, por aquel entonces, tenía 23 años y ya estaba terminando la carrera. Por lo tanto, sí: mi madre la tuvo solo con veinte escasos años. Aparte de esa hermana mayor (que se llama Laura), también tengo una hermana más joven que yo: se llama Marta y acababa de terminar bachillerato con 18 añitos recién cumplidos.

Yo no tenía amigos íntimos, solo un muy buen amigo, Juan, el resto de chicos eran solo de colegueo, a nadie más le contaba mis penas de universitario que a él. Como todo universitario, tenía una chica por la que suspiraba a menudo, se llamaba Ainara y también iba a mi clase. Nos llevábamos bien y eramos algo amigos, aunque me hubiera gustado una relación más estrecha con ella…

-Hijo -dijo mi madre con su radiante alegría y orgullo por su niño.- Te vamos a montar la mejor fiesta de cumpleaños de tu vida.. ¡Hasta ahora, quiero decir!

-¡Jaja, seguro que sí, mamá, pero no hace falta que te agobies por mi!

Por mi madre sentía, siento y sentiré siempre, un eterno agradecimiento por darme siempre todo lo que podía y querernos muchísimo a los tres.

-No me voy a agobiar, cielo, pero va a ser fantástico… ¿Sabes qué?

-¿Qué? -pregunté yo interesado.

-El día de tu cumple también… -estaba conteniendo su entusiasmo- ¡Estrenaremos la piscina! Haremos la fiesta allí y te puedes traer todos los amigos que quieras ¿Vale?

-Jo, mami -dije yo sorprendido- ¡Qué pasada! Seguro que querías darme una sorpresa pero no has podido esperar y me lo has soltado ahora…

-Tal y como lo has dicho.

Vivimos en una casa pequeña de dos pisos en un pueblo cercano a Barcelona. Nuestro nivel económico es medio pero siempre que tenemos algo ahorrado mi familia se permite un capricho. Mi madre trabaja de maestra de primaria porque se le dan genial los chiquillos, mi padre trabajaba de contable y en aquel momento cobrábamos el equivalente a su sueldo por su incapacidad laboral. La casa donde vivimos tiene un pequeño jardín en el que nos estaban instalando una fantástica piscina que estaría lista justo para poderla disfrutar aquel verano. Mi madre me había sorprendido muy gratamente. Una fiesta en la piscina siempre es muy tentadora, sobretodo si me puedo traer amigos… y si pudiera venir Ainara… Sonreí atontado. Ver la chica que te gusta en bikini siempre es una gran noticia para un chaval de 19 años.

. . .

El día se acercaba y me encontraba colgando el teléfono con cierto mosqueo.

-¡Vaya mierda! -dije un poco cabreado por la situación.

-Hijo, tranquilo, ellos vendrían y seguro que les sabe mal no poder ir.

Los colegas de mi clase que había llamado por telefono no podían venir a la fiesta (solo había llamado a los tres o cuatro con quien verdaderamente me llevaba bien, no quería medio-amigos que solo vinierana gorronear de mi piscina). Cada uno tenía un buen motivo: viajes, chalets en el pirineo… Juan concretamente estaba obligado a pasar aquellos días en el pueblo de su madre. Solo me faltaba marcar un número: el de Ainara. Pero si venía ella sola la situación me cortaría un poco… Pero daba igual: me apetecía verla.

-Mamá… solo falta llamar a Ainara. -mi madre la conocía como amiga mía- Si ella tampoco puede, cancelamos la fiesta…

-Hijo, cálmate. -decía mi madre con tono tranquilizador- Marta y Laura no te van a fallar, no se lo quieren perder por nada del mundo.

-Bien por ellas… -dije con desánimo- Voy a llamar a Ainara.

Después de colgar el telefóno habiendo hablado con ella, mi madre me preguntó:

-¿Y bien?

-Almenos una invitada sí que tendremos -le dije un poco más tranquilo.

. . .

Y llegó el gran día. Aquel día me levanté a media mañana, como hago casi siempre cuando estoy de vacaciones. Mi madre me esperaba en la cocina y cuando me vió se sobresaltó:

-¡Feliz cumpleaños Roberto! -dijo mientras se levantaba de la silla y dejaba el café en la mesa para venir a abrazarme. Me apretujó mucho contra ella y noté sus grandes pechos presionándose contra mi. No llevaba sujetador, solo el camisón con el que había dormido. Mientras me abrazaba me acarició el pelo y dijo:- ¡Que mayorcito ya!

-No es para tanto, mamá -contesté yo feliz.- Solo son veinte.

-Cada año es importante, -filosofó ella deshaciendo el abrazo- de hecho cada día es importante. ¡La vida es importante y hay que celebrarla siempre! -hizo una pausa considerando que quizás me estaría aburriendo con esas reflexiones- ¿Preparado para la fiesta?

-¡Eso creo! -dije con una sonrisa.

Me informó que sería después de comer y me ordenó que no saliera al jardín hasta aquel momento, ni tampoco fuera a mi habitación desde donde habría visto toda la preparación, ya que la ventana daba allí. Me sugirió que podía quedarme jugando a la videoconsola el resto de la mañana. Por lo visto debían de estar decorando el jardín para la fiesta. Con la piscina que estrenaríamos aquel día no se me ocurría porque haría falta más decoración.

Cuando Marta, mi hermana pequeña, se levantó de la cama y me vió en el sofá del salón, un poco absorto con la consola, se me tiró encima haciendóme estar a punto de perder la partida:

-¡¡¡Tete!!! -gritó efusivamente- ¡¡¡Feliz cumple!!!

-Jaja, -me reí dejando el mando, devolviéndole el abrazo y haciéndole cosquillas como veganza por distraerme de mi videojuego- ¡Gracias hermanita! -gritaba yo mientras tanto- ¡Pero muy mal por interrumpirme así la partida!

-¡Jaja! -Se reía ella- ¡Vale, tete, me rindo! ¡Perdóname! -se movía mucho y se contorneaba para esquivar mis dedos, que se movían por sus costados. Tanto que, por puro azar, mi mano palpó algo de carne un poco más blanda que la del resto, con un bulto más abundante de lo que me habría esperado. Nos quedamos los dos parados y quité rápidamente la mano. ¿Desde cuando Marta tenía esas tetas? No había sido consciente de que las tenía. Y con el pijama corto (pero ancho) que llevaba no se podía apreciar el tamaño.

No dijimos nada más, pero creo que los dos nos dimos cuenta del “incidente” con las cosquilas y ella se retiró a desayunar un poco avergonzada. Decidí no darle importancia y seguir jugando.

-Enano, ¡Feliz cumpleaños! -esa era Laura, mi hermana mayor. Solo lo dijo paseando por delante mío entre yo y la tele para molestar un poco adrede. Iba vestida con una camiseta larga y roja sin mangas que le cubría hasta medio muslo.

-Gracias, Laura -me tomé un poco de tiempo en sonreírle por su detalle de amabilidad e hice el gesto de ver mejor la pantalla para ver el trozo que ella me tapaba. De Laura no esperaba que se me tirara encima como Marta.

La hora de comer llegó y, cuando mi madre ya estaba a punto de salir de la cocina, llamaron al timbre. No sabía quien podía ser, ya que Ainara no tenía que llegar hasta la tarde. Apagué la consola y fui a abrir:

-¡Hola hombretón! -dijo mi tía cuando me vió tras abrir la puerta.- ¡Muchas felicidades!

-¡Tía Isa! -dije con agradable sorpresa.

-¿Creías que me lo iba a perder?

Nos abrazamos. Hacía varios días que no la veía. Ella viene a visitarnos algunas veces al mes para vernos, sobretodo desde lo de mi padre. Después de darme un besazo en la mejilla me preguntó:

-¿Qué hay para comer?

Conversamos animadamente de muchas cosas durante la comida. Aquellas cuatro mujeres eran mi família más cercana, y nos manteníamos bastante unidos a raíz de lo de mi padre. Mi tía era la persona de más confianza de mi madre, y era a ella a quien le lloraba cuando no podía más. Era mi tía quien la ayudaba a encontrar fuerzas para seguir adelante. El día de mi cumpleaños hablaban, más que como hermanas, como amigas cotillas:

-¿Entonces ya no estás con aquel chico? -preguntaba mi madre con interés.

-No, Luisa… -contestaba mi tía- Bueno, a veces nos vemos, pero ya sabes que estoy mejor así… Y como tengo otros buenos amigos…

-Jajaja -rió tímidamente mi madre- Luego me lo sigues contando…

Yo estaba intrigado porque me pareció entender que estaban hablando de sexo descaradamente: más concretamente de la vida sexual de mi tía. Mi tía es cuatro años más joven que mi madre y se parecen bastante físicamente, excepto por algunas diferencias. Las dos tienen los mismos ojos verdes y marrones que yo he heredado y el pelo igual de castaño oscuro. El pelo de mi tía es liso y el de mi madre un poco ondulado. Tienen la misma nariz (que también comparten con mis hermanas) y unas facciones parecidas, aunque las de mi tía con una forma un poco más estilizada. La verdad es que son muy guapas las cuatro por herencia familiar, mis hermanas eran muy jóvenes por aquel entonces, pero Laura ya era toda una mujer atractiva que, por lo que tengo entendido, ya tenía bastante éxito entre los chicos. Marta estaba dejando de ser la niña monísima que había sido para ser toda una mujercita preciosa. Mi tía Isabel era el mismo tipo de chica que mi hermana mayor, con unos cuantos años más pero joven en apariencia. Mamá en cambio ya iba para ser una madura muy elegante y guapa.

La comida terminó y llegó el gran momento. Mi madre lo anunció efusivamente:

-¡Bueno família! -dijo mi madre- ¡Todo el mundo a ponerse el bañador y nos encontramos todos en la piscina!

-Yo ya lo llevo puesto -dijo mi tía retirándose un poco el tirante de su camiseta para mostrar el tirante del bikini marrón y naranja que llevaba debajo. Me gustó ese gesto y me fijé en como iba vestida, llevaba una camiseta sin mangas que la marcaba las formas y un pecho contundente, rematada con un escote generoso. Algo se removió en mi interior y sentí una chispita caliente en mi estómago.

Mientras iba a mi habitación a ponerme el bañador sonó el timbre.

-¡Ya voy yo! -oí que gritaba mi madre.

Debía de ser Ainara. Me cambié rápido y volví corriendo preparado para la piscina. Ainara ya estaba en el salón con mi madre. Cuando me vió me saludo:

-¡Robe! -dijo sonriendo- ¡Felicidades!

-Gracias, Aina -dije esperando que no se me notara mi fascinación por ella.

Ainara no estaba considerada, ni mucho menos, la chica más guapa de la clase. De hecho decían que de cara era solo normalilla pero a mi me encantaba. Tenía el pelo castaño claro ondulado hasta el cuello y se le abría hacia los lados y hacia detrás dándole una forma muy divertida. Sus ojos eran un poco achinados y sus facciones delgadas. Las curvas de su cuerpo eran en verdad lo que más me atraía de ella. Años atrás fue la primera chica de la clase en aparecerle tetas. Eso la convirtió en bastante popular aunque ella se medio acomplejó y no se sintió cómoda con la situación. A los dieciseis años ya las tenía bien grandecitas y, aunque a los diecinueve ya no fuese la más tetona de la clase, seguía destacando un poco. Tambien tenía unas buenas caderas. Aquel día iba con un vestido ligero y cómodo, en el que se intuía el bikini debajo.

Mi madre no se había puesto aún el bañador pero nos acompañó a la piscina y por fin pude ver lo que habían estado haciendo toda la mañana en el jardín. Había globos colgados por todas partes y un cartel hecho con letras de colores que decía “¡Feliz cumpleaños Robe!”. También había mesas con platos de plàstico llenos de ganchitos. Sonreí:

-Muchas gracias mamá, de verdad -les dije.

Llegaron Laura y Marta ya en bikini, me acerqué a ellas para darles las gracias también. La chispa que había notado en mi estómago antes, se repitió encendiendo una pequeña llama en mi interior. Vi a Laura con un bikini rojo oscuro con triángulos en la parte del pecho, aguantando sus tetas redondas y más bien medianas aunque lo suficiente abultadas como para llamar la atención, con una apariencia exquisita. Un vientre plano de gimnasio y unas caderas deliciosas. Desde delante no le veía el culo, pero me dije mentalmente que tenía que hacerlo en cuanto se girase.

Marta iba con un bikini azul marino de una sola pieza a la parte de arriba, por lo que no enseñaba tanto como mi otra hermana. A pesar de esto, era igualmente impresionante: apuntaba a ser una tremenda tetona. Ahora entendía lo que le había palpado por acidente aquella misma mañana: en poco tiempo estaban creciendo mucho y quien sabe cuando se detendrían. Ella no iba al gimnasio como Laura, por lo que no estaba tan fibrada, pero su vientre y cintura eran delgadas (tanto como los de Laura) y sus caderas solo un poco más anchas. Sus curvas y formas se transformaban en una tentación día a día y yo había tardado demasiado en enterarme.

-¡Joder, que bien ha quedado la piscina! -oí que decía la voz de mi tía.

Me giré y la vi saliendo por la puerta trasera de casa. También iba ya solo en bikini, era parecido al de Laura de forma, pero de color era marrón y naranja. Su cuerpo también se asemejaba al de mi hermana mayor, aunque era un poco más grande. Sin temor a exagerar, debo decir que me pareció una especie de diosa griega. Curvada, atlética y voluptuosa a la vez. Sus pechos grandes, naturales y firmes destacaban por encima de todo. Las caderas eran anchas aunque no tanto como las de Marta, y si un poco más que las de Laura que constaté que era la más delgada de todas. En mis adentros la llama del deso ardía con furia.

Ainara, mientras yo estaba casi colapsado por ver tanta belleza en un mismo sitio, se estaba quitando el vestido. Cuando terminó se dirigió a nosotros y la pude ver también a ella. Su bikini era blanco con dibujos varios de florecillas, muy mono. Sus tetas podían competir perfectamente con las del resto de chicas de mi familia, más grandes que las de Laura y Marta (aunque Marta iba en camino de superarla cuando tuviera su edad) pero más pequeñas que las de tía Isa. A pesar de todo, ella no era una novedad para mi y no me impresionó tanto: la había visto ya aquel mismo verano en bikini yendo a la playa con más amigos. En cambio con mi tía y mis hermanas nunca había alucinado de aquella manera. Hacía desde el verano anterior que no las veía en bikini y, aparte de una agradable sensación que siempre provoca una chica ligera de ropa, no recordaba tal impacto visual como el de hoy.

-Robe, tu madre nos ha dado permiso para empezar a bañarnos mientras ella se cambia… -dijo tía Isa reclamando que mi vista fuera a sus ojos- Es tu fiesta así que si quieres ser el primero….

-¡Guay! -dije disimulando mi impresión y volviendo en si, intentando no tener una erección allí mismo.

-¡Pero antes una ducha! -dijo mi tía con un ligero tono de autoridad.

-Claro -respondí yo, obviándolo.- ¡Allá voy!

Me duche rápido y me tiré al lado fondo de la piscina. Mis hermanas y Ainara fueron detrás mío y en unos segundos los cuatro estábamos en el agua. Marta y Laura se fueron a nadar riéndose como crías y Ainara se relajó, dejándose llevar por el vaivén del agua en movimiento. Aquellas cuatro hembras me tenían muy caliente pero aún no había llegado al máximo. No sabía lo que me esperaba.

Cuando apareció mi madre por la puerta, saliendo de casa para llegar al jardín, literalmente aluciné. Ella desprendía algo especial. Su cintura no era tan estrecha como la de mi tía pero sus formas de mujer se mantenían estoicamente en su sitio a pesar de haber tenido ya tres hijos. Sus tetas eran incluso un poco más grandes que las de mi tía y, además, se adivinaba que tenían una forma exquisita bajo aquel bikini que parecía encerrarlas bajo presión. Sus caderas tambien se ensanchaban un poco más que las del resto de chicas de mi familia… pero para mi ella era la mejor. No supe qué cara poner, peró noté como mis ojos se abrían mucho al tiempo que mi erección, a pesar del agua fresca, se transformaba en irrefrenable. Entonces vi que ya no podía más. Por primera vez en la vida comprendí que mi cuerpo de dieciseis años, en pleno apogeo hormonal adolescente, en pleno verano, rodeado de chicas semidesnudas bañándose en una piscina, necesitaba acción. Ainara se acercó a mi nadando y me dijo:

-¿Echamos una carrera?

-Ahora mismo no me apetece… -dije yo.

-¡Ja! Eso es que tienes miedo de perder, -se burló ella- gallina…

-Jeje… -me reí yo falsamente- Estamos de vacaciones… ¡Esfuerzo mínimo, Aina!

-Cuando quieres eres un soso -dijo ella.- En fin.

Se fue a nadar dando vueltas a la piscina. Mi madre y mi tía también entraron al agua. Hice el esfuerzo mental de serenarme. Necesitaba pensar en cualquier otra cosa y que aquella erección bajara para poder salir del agua sin atraer miradas escandalizadas. Cuando lo estaba haciendo, concentrado en lo mío, noté que alguien me agarraba por detrás y me aprisionaba entre sus brazos, aparte de unos pechos que se apretaban a mi espalda:

-¡Ahora te he pillado yo! -dijo mi hermanita Marta- No te escaparás de mis cosquillas…

Empezó a cosquillearme y yo no sabía que hacer. Me había cogido por sorpresa y me estaba haciendo reír. Por otra parte me molestaba aquella interrupción para solucionar mi problema. Y además, tanto contacto piel con piel con la chica a la que a penas hacía unas horas le había tocado una teta, aunque fuera mi hermana, me estaba poniendo peor. No podía llamar la atención ni enfadarme porque todas me hubieran preguntado si tenía algún problema y yo hubiera pasado una verguenza tremenda. Tenía que quitármela de encima como fuera. Me giré, le devolví las cosquillas para ganarle terreno, sin decir apenas nada. Ella se encaró más y se tiró en plancha para immovilizarme, toda encima de mi cuerpo. Noté como con su vientre me presionaba la polla y la expresión de su cara cambiaba a la de sorpresa: lo había notado, sin duda.

Se separó de mi disimulando, como si el juego ya hubiera acabado, mirándome de reojo. Yo no podía más, tenía que salir de allí sin ser muy observado. Miré como Ainara estaba relajada flotando en la superficie del agua. Vi a Marta alejándose, nadando hacia Laura para cambiar de compañero de juegos. Vi a mi madre y a mi tía hablando sentadas en la zona de la piscina donde había escaleras para bajar andando. Tenían medio cuerpo fuera del agua y me fijé en sus bikinis, que guardaban aquellos dos pares de pechos divinos y generosos. Fuera como fuera, nadie me miraba y decidí salir por la escala de metal donde no estaba ninguna de ellas.

Caminé hacia la entrada de mi casa y, de reojo, pude ver como Marta le contaba algo a Laura con cara de preocupada y esta última me miraba. Yo intentaba disimular mi paquete pero se me hacía muy dificil… creo que me vió de pleno. Cuando ya estaba a punto de entrar oí la voz de Ainara:

-¡Robe! ¿Donde vas?

-Al lavabo -respondí yo sin decir ninguna mentira.- Ahora vuelvo…

-¡No vayas a la cocina, cielo! -dijo mi madre.

-Tranquila mamá… -grité ya desde dentro de la casa. No pensaba ir, el pastel que tuvieran allí ya lo vería luego, ahora tenía otra necesidad…

Cuando llegué al baño me saqué rápido la polla del bañador. La vi enorme. Dura, contundente y ancha. Estaba totalmente descapullada, no recordaba haberla visto nunca de aquella manera. Me toqué por pura necesidad, me la agarré y me la acaricié haciéndome estremecer de gusto. Me masturbé aumentando la velocidad por momentos. No podía dejar de pensar en los muchos pares de tetas retenidas en ceñidos bikinis que me habían provocado aquell calentón. Deseaba estrujarlas, chuparlas, comérmelas, ahogarme en ellas, poner mi polla enmedio de ellas… Me corrí con mucha intensidad echándolo todo en el inodoro. La leche, que me salió muy abundante, me dió un gran placer y disfruté de un buen orgasmo allí encerrado.

No había pasado mucho tiempo. Como antes de tocarme estaba a reventar había podido ir rápido y terminar pronto y no sospecharían nada. Volví a la piscina y la escena seguía prácticmente igual. Me volvieron los sofocos pero pude estar un poco más centrado y tranquilo, controlando de no tener otra erección. Finalmente no hubo ningún otro incidente y la fiesta terminó muy bien. Mi madre, aparte de ganchitos y refrescos, sacó un pastel que estuvo delicioso y me sentí muy feliz, aunque una sensación rara me acompañaba en cada momento.

. . .

Los días siguientes los pasé masturbándome como un loco. Cada vez que veía a una familiar mía en la piscina sentía aquella sensación y tenía que aliviarme. Yo ya había sido un chico fogoso antes de eso (mi mediana de pajas era de una al día). A partir de aquel 20º cumpleaños, una al día era un mínimo que superaba a menudo, y a veces con creces. Dos al día o incluso tres. La dinámica de aquellos días era aquella, hasta que llegó un día clave en la historia de mi vida. Yo no me lo imaginaba, pero marcaría un antes y un después.

Fue un día muy caluroso y el anochecer llegó igual de cálido. Mis hermanas tenían muchas amigas que no se habían marchado al pueblo ni tampoco de vacaciones, así que pasaban muchas horas fuera de casa para quedar con ellas. Yo no tenía prácticamente nadie con quien quedar, así que aquella noche no saldría, a diferencia de mis hermanas, que las dos habían quedado con amigas respectivas para quedarse a dormir a sus casas.

Cuando llegó la hora se fueron de casa y me quedé con mi madre recogiendo la mesa de la cena. Nos fuimos al sofá a sentarnos y a ver que daban por la tele. Mi madre iba todo lo destapada que podía para combatir el calor, pero sin enseñar nada más que un buen escote y unos buenos muslos. Me ponía malo. Yo iba directamente sin camiseta y solo con un pantalón de chándal muy corto. En cinco minutos de ver la aburrida programación de aquella noche, me dijo:

-¡Que calor… es realmente insoportable hasta de noche…!

-Pues sí -le respondí casi sin ganas- Pero bueno, lo prefiero al frío.

-Siempre te ha gustado más el verano ¿Eh? -dijo ella, pícara- ¿Por algo en especial?

-Joder, mamá… -dije yo como si mi opinión fuera obvia.- Las vacaciones, la playa, levantarse tarde…

-Ya… -me interrumpió ella.- Y que las chicas van más ligeras de ropa ¿no?

-¡Mamá! -dije yo, sonrojándome.- No seas absurda…

-Claro, claro -dijo ella irónica.- Tu no te fijas en esas cosas… -me guiñó un ojo.

-En fin… -suspiré yo.

-Te aburro ¿no? -preguntó ella- La mayoría de amigos tuyos están fuera y te tienes que quedar aquí aburrido…

-No pasa nada mamá -respondí,- tampoco hablamos tan a menudo así que está bien.

-¡Ay, que bueno que me digas esto, Roberto! -se alegró ella- ¿Quieres que tomemos algo?

-¿Como qué? -respondí intrigado- ¿Un refresco?

-De hecho pensaba en… -y se levantó para ir a al cocina. Cuando volvió lo hizo con una botella de vino y dos copas.- Esto.

-¡Caray mamá! -me sorprendí.- Que buena idea…

-Pero no bebas mucho ¿eh? -dijo poniéndose en plan protector- Por muy veinte años que tengas sigues siendo mi hijo…

Nos servimos una copa cada uno y bebimos. Yo iba bastante lento pero mi madre se terminó la suya enseguida y se la volvió a llenar. La conversación mejoró notablemente. Me gustaba ver a mi madre un poco más animada que de costumbre, aunque solo fuera a ratos. Yo creo que empezaba a digerir el trauma que suponía lo de mi padre y empezaba a entender que, pasara lo que pasara, tenía que seguir adelante. Estuvimos hablando un buen rato y mi madre se sirvió la tercera copa. Hablamos de posibles futuros viajes cuando nos recuperáramos económicamente de la piscina. Le conté sobre la música que últimamente escuchaba y que le propondría a Laura que me llevara a algún concierto aquel verano con su coche. Pasaron practicamente horas así y la cuarta copa de mi madre vino más llena que las otras. Yo me terminaba la segunda cuando se nos acabaron los temas. Mi madre respiraba pareciendo sofocada y dijo:

-Realmente hace un calor horrible…

La miré fijamente. No era ningún descubrimiento que ella me gustaba, pero me asombró la manera en que llegaba a gustarme. No era solo que estuviera buena… su mirada, sus gestos, su expresión, su pelo ondulado… tal y como estaba, un poco contentilla por el vino, estaba muy cálida y sensual. Ella también me miró con una mirada que me estremeció, levantando una ceja:

-Tengo una idea… ¿Quieres bañarte ahora en la piscina?

-¿Ahora? -dije yo, otra vez sorprendido.

-Aún no nos hemos bañado nunca de noche… y la piscina la tenemos las 24 horas…

-Por mi es una idea genial -respondí animado.- Yo también me muero de calor.

Nos fuimos cada uno a su cuarto y para ponernos el bañador. Cuando me quité los calzoncillos vi la media erección que ya tenía. Me concentré y confié en la oscuridad de la noche para que no se me notara nada. Bajé al jardín y mi madre aún no estaba. Dejé la toalla bajo la luz de la única farola que teníamos allí, y que iluminaba una zona muy pequeña del césped y el suelo con baldosas. El resto era oscuridad bañada por los débiles rayos de la luna.

Me duché para poder entrar a la piscina y mi madre llegó mientras el agua me caía encima. Traía puesto el mismo bikini amarillo del día de mi cumpleaños, la vi bien cuando también dejó la toalla bajo al luz del farol. Cuando terminé de ducharme me lancé al agua. Bañarse de noche era un poco diferente, viendo mucho menos, con el agua tibia de estar todo el día a la luz del sol. Vi a mi madre entrando por el lado de la piscina que tiene la escalera y sufrí por su equilibrio debido a su puntillo de vino. Pero caminó poniendo bien los pies, escalón a escalón y en pocos segundos ya estaba nadando cerca de mi.

Mi erección volvía a estar muy presente, aunque la tenía bien escondida bajo el agua. Lo que no me esperaba es que mi madre nadara directa hacia mi para abrazarme y decirme:

-Ay cariño… Suerte que os tengo a vosotros tres…

Aquello era demasiado para mi. Flotando en el agua me abrazó más fuerte, agarrándome hasta la espalda y pegando su cuerpo al mío. Yo no dije nada, solo intenté aguantar el tipo. Ella volvió a hablar:

-Y tu ya estás en la universidad… te has hecho tan mayor en tan poco tiempo -me puso una mano en la cabeza, noté que estaba realmente borracha.- Te has hecho tan guapo… -me besó en la mejilla. Era un beso maternal pero muy suave y cargado de cariño. Al acercarse tanto noté su pierna con mi polla endurecida. Ella notó mi falo con su muslo e hizo una mueca de sorpresa, pero creo que no le dio la mínima importancia debido a su embriaguez. Se separó por fin de mi y se fue a nadar a su aire. Yo respiraba aceleradamente.

Mi madre seguía hablando:

-Se está de vicio aquí… tenemos que bañarnos más por las noches… -hizo una pausa como si se le hubiera ocurrido una idea genial.- Robe, cielo… ¿Te importa si me pongo más cómoda? Ya que estamos a oscuras…

-Más… -dije- …¿Cómoda?

Mientrastanto ella iba subiendo la escalera y se dirigía al farol bajo el cual se encontraban las toallas iluminadas. Continuaba hablando:

-Si, hijo… nadaré mejor sin la parte de arriba ¿Sabes?…

Flipé. ¿Se iba a poner en topless delante mío en aquel mismo momento? Se estaba dirigiendo a la luz y allí dejaría su parte de arriba del bikini. Pensé rápido: hacía mucho que no le veía las tetas al desnudo. La última vez yo era muy niño y no me acordaba en absoluto. Mi madre me ponía a mil y quería vérselas bien. Se quitaría el sujetador del bikini bajo el farol y después volvería a la oscuridad. Si quería echarle un ojo tendría que acercarme rápido. Con lo bebida que estaba quizás ni siquiera se enteraría de que la miraba. Ella llegó a la luz: no podía perder más tiempo.

Mientras se quitaba el bikini, de espaldas a donde yo estaba, nadé rápido hasta la escalera y la subí con toda la velocidad que el agua me permitía. Mi madre se desataba el lazo y el hilo caía rozando su espalda a causa de la gravedad. Alcancé el último escalón. Mi madre se pasaba el nudo de arriba por encima de la cabeza. Caminé nerviosamente por el borde de la piscina y fijé la mirada en la seductora figura que había bajo la luz: mi madre ya se había quitado el bikini y se giraba hacia la piscina para volver a nadar. Vi aparecer sus tetas bajo la luz, sin ningún bikini que las cubriera. Fue un segundo. Solo fue un segundo porque en aquel momento resbalé.

Resbalé y me caí al suelo, en el borde de la piscina, dándome un fuerte golpe en el brazo derecho y rodando hasta el agua, cayendo dentro. Me di otros golpes con los escalones, ya que había caído en la zona que tenía escalera, en la parte menos profunda. El dolor fue muy intenso y noté que el mundo se iba de mis ojos. Hundido en el agua no podía respirar, pero si intentaba mover los brazos el dolor se tornaba insoportable. Noté unas manos que me recogían:

-¡¡Roberto!! -gritó la voz de mi madre- ¿¿Estás bien??

Yo no podía ni hablar. Mi cerebro aún no había asimilado lo que me había ocurrido. Oí a mi madre pedir una ambulancia por teléfono mientras mis neuronas luchaban para entender la situación. Recuerdo que me metieron en la ambulancia y las luces que veía cambairon de color e intensidad. Cuando me di cuenta ya estaba en el hospital y mi madre estaba a mi lado. Fui asimilando poco a poco lo que había pasado. Me sentía desgraciado y hecho una auténtica mierda. Lo que no sabía es que, a la larga, haber tenido aquel accidente sería el soplo de suerte que me faltaba para que mi vida se transformara en algo increible y diferente a todo lo que nunca hubiera podido tan siquiera imaginar. La historia que os estoy contando no había hecho más que empezar.

CONTINUARÁ…