El Historiador (2)

Estaba yo trabajando en un ensayo sobre la Historia de los Pueblos Bárbaros por lo cual decidí solicitar una entrevista con el Dr. Javier Gutiérrez Basurto. Estábamos hablando de los temas específicos cuando comenzó a contarme algunas vivencias de sus viajes alrededor del mundo.

Capítulo II

Había desembarcado en una de las tantas islas del Pacífico sur y estaba alojado en una cabaña de madera, rodeado de varias construcciones ocupadas por nativos del lugar. Estaba pronto a acostarse luego de un día de caminatas cuando escuchó ruidos provenientes de una casa vecina.

Se asomó a la puerta para ver qué pasaba cuando observó que una jovencita era llevada por la fuerza al interior de la casa en cuestión por media docena de hombres. Uno de ellos se le acercó para invitarlo a la Ceremonia Secreta de Pavadú.

La ceremonia no sería tan secreta ya que con tanto alboroto todos se enterarían que algo estaba pasando. Ante su pregunta, le indicaron que la Ceremonia Secreta de Pavadú se hacía una vez por año sobre alguna joven elegida para el evento. Parte del Ritual era que la joven se resistiera a participar aunque íntimamente estaba orgullosa de haber sido elegida.

Con la curiosidad que lo caracteriza, Javier aceptó la invitación y entró en la casa en cuestión. La sala donde se encontraban, era un pequeño anfiteatro con una tarima iluminada. Allí estaba parada la joven, mientras dos robustos muchachos le tomaban las muñecas impidiendo su movimiento. Una vez que todos los asistentes estaban ubicados en las sillas del lugar, Rabú Balí, el maestro de ceremonias comenzó su plática

RB: Nos hemos reunido para iniciar a esta joven en los secretos del Pavadú. Los Ejecutores procederán a quitarle sus ropas.

Los jóvenes que retenían las muñecas de la joven comenzaron a desnudarla. Casualmente las ropas que vestía la joven, si bien eran abundantes y ocultaban sus formas, eran muy fáciles de remover. Poco después las luces iluminaban un hermoso cuerpo desnudo, de piel muy blanca.

RB: Como indica el rito, será atada en la mesa de violación. El silencio debe reinar en el recinto.

La joven fue conducida a una mesa que estaba en un costado de la tarima y acostada sobre la misma. Sus manos y piernas, bien separadas, fueros inmovilizadas por correas. También fue fuertemente amordazada para evitar chillidos, gritos o gemidos.

Una luz se enfocó directamente sobre la concha abierta de la joven para la inspección ocular de los presentes. Luego de dos minutos, el reflector se apagó.

RB: El Ejecutor 1 procederá a penetrarla.

Uno de los jóvenes se subió a la mesa y luego de quitarse sus ropas se montó sobre la joven. La penetró sin dificultad, comenzando los movimientos. Unos minutos después se estremecía en un claro indicio de haber acabado dentro de la joven.

Se bajó de la mesa y se vistió. El Ejecutor 2 procedió de igual manera.

RB: Continuando con el rito, la joven será depilada con cera.

Uno de los Ejecutores se acercó con un recipiente lleno de cera fundida que extendió sobre le pubis de la joven. Luego de un tirón arrancó todos los pelos que se habían pegado a la cera. Repitió el procedimiento sobre toda la parte con vello hasta dejar su piel completamente sin pelos. El reflector se encendió nuevamente iluminando la raja abierta de la joven, ahora totalmente depilada, por la cual asomaban los labios del clítoris y un pequeño hilo de semen que fluía desde su interior. Luego que se apagó esa luz, Rabú Balí dijo:

Ahora procederemos a colocarle las marcas de nuestra Secta.

Acto seguido uno de los Ejecutores llegó con una caja cromada que contenía los elementos necesarios para anillar las partes íntimas de la muchacha. Comenzó la perforación de los labios exteriores y del clítoris.

Debido a la fuerte mordaza que ocupaba la boca de la joven no se escuchaban los gritos que desesperadamente emitía. Los presentes podían imaginar el sufrimiento por los movimientos que hacía su cuerpo, aunque muy limitados por las ataduras que la fijaban a la mesa.

Dos anillos más grandes fueron colocados en cada labio de la vulva y uno más pequeño en cada parte del clítoris. Las lágrimas en el rostro de la joven confirmaban que no se había utilizado anestesia alguna ni se habían preocupado por el dolor causado. Pero aun faltaba algo más.

El paso siguiente fue anillar sus pezones. Con una aguja de grueso tamaño fueron atravesados para luego alojar sendos anillos. Todavía debió permanecer sobre la mesa atada por más de quince minutos mientras leían las obligaciones de un nuevo miembro de la Secta.

Luego le aflojaron las ligaduras para conducirla a un caballete que tenía en uno de sus extremos un cepo. Todavía amordazada la obligaron a colocar su cuello y sus muñecas en los agujeros ad hoc y cerraron el cepo. Sus piernas fueron atadas a cada lado del caballete, dejando su culo levantado. Entonces hizo su entrada al lugar uno de los Ejecutores trayendo consigo un brasero.. Allí unos carbones al rojo estaban calentando el hierro que pronto marcarían la piel de la joven.

Cuando el hierro había alcanzado la temperatura que creyeron conveniente, el Ejecutor lo tomó y con mano firme lo aplicó sobre la nalga derecha de la joven. Sólo un leve sonido pudo abandonar la boca de la iniciada. Las fuertes ligaduras sobre sus extremidades impedían cualquier movimiento. Poco después era liberada de la posición y se le retiraba la mordaza, sólo para escuchar:

RB: Ahora viene la contribución para la secta. Instamos a ustedes a depositar su óbolo. Para aquel que haga la contribución más grande, la Iniciada pone su cuerpo a disposición para ser penetrada nuevamente.

Esta era una sorpresa más para la joven. Luego de ser violada, anillada y marcada con fuego, ahora sería nuevamente violada. Su concha estaba muy dolorida por las anillas que le acababan de colocar y otro pene se abriría paso en su interior. No pudo contener las lágrimas.

Un señor de canas fue el que hizo la mayor donación y procedió a cogerse a la joven. Terminaba así la Ceremonia.

RE: Don Javier, lo que me acaba de contar es inimaginable. ¿No ha exagerado usted en lo que me ha contado?

JGB: En absoluto. Yo no podía dar crédito a mis ojos. Nunca pensé que una jovencita podría ser tratada así. Mi estimado Ricardo, pasan cosas increíbles, aunque unos años después me tocó otra vivencia bastante curiosa.