El hipnotizador tibetano (3). Iniciando una nueva
El hipnotizador se muda a casa de la pareja y suma a la cuñada en su red de esclavos
Rubén se despertó algo desorientado. Tenía un mal sabor en la boca. Le costó recordar que el día anterior le había practicado un annilingus a su esposa como paso previo a que sea sodomizada por Diego, convertido en el Amo de ambos.
Eran las 6 de la mañana y un día empezaba para Rubén en su nueva tarea como mayordomo de la casa. Desde que Diego se había mudado a la casa, Rubén dormía en el cuarto de huéspedes. Había asumido su nueva condición con total agrado. A veces era llamado para ayudar en algunas tareas en su antigua alcoba, donde Diego disfrutaba casi cada noche de Juliette.
Rubén se dirigió a la cocina para preparar el desayuno. Lo tendría listo antes de las 7 de la mañana, hora en la que partiría puntual a su trabajo.
En la alcoba, Diego estaba haciendo unas flexiones en el piso. Le gustaba sudar un poco antes de darse la ducha matinal. En la cama yacía boca abajo Juliette. Estaba completamente dormida, exhausta tras varias horas de sexo. Había sido sodomizada varias veces y se despertaría un poco adolorida. Estaba acostumbrándose recién a esa forma de gozar del sexo. Diego pensaba que en un par de semanas más ya estaría completamente acostumbrada.
Ella generalmente dormía hasta las 9 am. Luego de un desayuno frugal iría al gimnasio, donde pasaría un par de horas, moldeando su figura. Regresaría para preparar el almuerzo para Diego y luego pasaría la tarde entre sesiones de programación mental y algo de sexo. Por la noche, antes de la cena, ya en compañía de su esposo, seguirían siendo programados mentalmente por su Amo. Doblegando cualquier atisbo de independencia.
Había pasado un mes desde que ambos habían sido hipnotizados por Diego. Él se había mudado a su casa al día siguiente. A los ojos de todos, el nuevo inquilino ocupaba el cuarto de huéspedes pagando un alquiler, pero eso era sólo una fachada.
Ambos se habían convertido en títeres en manos del inescrupuloso hipnotizador tibetano. Cumplían sus órdenes más perversas y sus voluntades estaban sometidas a su capricho. Pero para Diego eso no era suficiente, necesitaba extender su red de esclavos.
La siguiente víctima sería Leonor, la hermana menor de Juliette. Ella era una especie de versión mejorada de su hermana mayor. Poseía un culito delicioso que pronto el hipnotizador se encargaría de conocer.
Juliette había renunciado a su trabajo a la semana siguiente que Diego se mudó a su domicilio. Ella era una hábil administradora y pronto sería la encargada de manejar un negocio que el hipnotizador pensaba iniciar en un local cercano al domicilio de la pareja: un gimnasio.
Así que las visitas diarias de Juliette al gimnasio tenían una doble misión: moldear su figura y aprender cómo se gestionaba ese tipo de negocios.
El motivo de hacer venir a Leonor era que analizarían la idea de incursionar en ese rubro. Ella era bailarina profesional y también había sido profesora de aeróbicos, así que esa sería la supuesta razón para hacerla venir. Como vivía en otra ciudad, no pudo viajar de inmediato pero llegaría ese fin de semana y se quedaría un mes según sus planes. Claro que ella no tenía ni la menor idea de la nociva presencia del hipnotizador tibetano en casa de su cuñado y su hermana.
Diego se dio la ducha matinal y dedicó un saludo ligero a Rubén que ya había preparado el desayuno. El hombre se fue a trabajar muy contento de haber cumplido con su deber. En realidad le excitaba saber que Diego se tiraba a su mujer. Desde que lo había conocido, el hipnotizador había sabido explotar hábilmente la cualidad de cornudo consentidor de Rubén.
Luego de desayunar, Diego vio las noticias y se entretuvo leyendo un libro. Juliette se despertó a la hora acostumbrada y luego de comer algo rápidamente partió al gimnasio luego de dar un ligero beso a su dueño. Ni siquiera preguntó por su esposo. Ambos lo consideraban prácticamente parte del mobiliario.
Diego tomó nota mentalmente para volver a sus juguetes a su “Modo dos”, que era lo que la fachada intentaba demostrar. Es decir, la de una pareja normal con un inquilino inofensivo. El “Modo uno” era el modo normal, antes de conocer a Diego, al cual no volverían a menos que se tratase de una emergencia. El “Modo tres” era el que permanecían casi siempre. Con ella convertida en su juguete sexual, ávida de experimentar en el sexo y con Rubén convertido en un cornudo que disfrutaba de ser humillado por ambos.
El fin de semana llegó rápidamente. Juliette ya tenía listo los papeles para el alquiler del local donde pensaban iniciar el gimnasio. Era pequeño pero serviría para empezar. Rubén fue a recoger a Leonor, en el camino a casa le mencionó brevemente la presencia de Diego.
A la hermana menor le pareció extraño que su cuñado dejase que otro hombre compartiese la casa pero al conocer a Diego, todo resquemor desapareció. El tipo parecía realmente inofensivo.
Estuvieron conversando varias horas con su hermana y su cuñado. Mientras Diego permanecía en la habitación. Se pusieron al tanto sobre amistades comunes y acontecimientos intrascendentes. Luego dialogaron sobre el gimnasio y analizaron las ventajas y desventajas de iniciar esa aventura como un negocio familiar.
A la hora de la cena, ya en compañía de Diego, surgió el tema de la hipnosis como algo normal. Juliette fue la que lo mencionó. Dijo que la había ayudado a liberarse del estrés y a decidir a abandonar su trabajo anterior.
- Pero me habías dicho que te encantaba tu trabajo – dijo Leonor.
- Eso me parecía a mi también, pero cuando empecé a tener migraña supe que era hora de dejarlo – dijo Juliette –. Además de relajarme, la hipnosis me ayudó a tomar la mejor decisión de estos últimos años.
- Suena interesante, pero ¿cuánto te habrá costado esa terapia de hipnosis?
- Pues casi nada, aquí nuestro amigo Diego es un hipnotizador autodidacta.
Leonor miró al aludido como si recién se percatase de existencia. Él se había pasado la noche casi en silencio.
- ¿De veras? Jamás había pensado que fueras hipnotizador – dijo Leonor.
- Eso me dicen con frecuencia – dijo Diego sonriendo.
- ¡Anímate hermanita! – dijo Juliette – aprovecha antes que Diego se haga famoso, porque cuando lo sea dejará de pagarnos el alquiler, se mudará a un lujoso departamento en la avenida principal y cobrará una pequeña fortuna por cada consulta.
Todos rieron. Leonor se hizo de rogar un poco más pero finalmente aceptó. Diego tomó prestado un collar que “casualmente” tenía puesto Juliette y lo hizo oscilar frente a la confiada hermana menor. Ambos estaban de pie, en medio de la salita, mientras los esposos los observaban desde el comedor situado a unos pasos de ahí.
Colocó el colgante del collar en la línea de visión de Leonor y le dio un pequeño golpecito. El colgante inicio una oscilación.
- Mira como brilla, como centellea, como manda destellos al moverse de lado a lado, de lado a lado. Míralo moviéndose de lado a lado. Solo mira la manera en que captura la luz y la envía a tus ojos, destello tras destello – dijo Diego.
Los ojos de Leonor estaban pegados al colgante del collar, siguiendo todos sus movimientos de lado a lado.
- Mira sus movimientos, izquierda, destello, derecha, destello, izquierda, destello. Es muy relajante mirarlo muy, muy relajante. Mirarlo y escuchar mi voz es muy relajante. Cuanto más escuchas mi voz, cuanto más centellea, más relajada te sientes. Te sientes tan relajada y tan bien que quieres cerrar los ojos. Confía en mí, cierra los ojos. Los párpados comienzan a pesarte, cuanto más lo miras, más te pesan los ojos – continuó Diego.
Leonor pestañeó, sus músculos estaban totalmente relajados. La voz de Diego era tan profunda, tan monótona, se sentía caer, caer…
- Ya casi no puedes mantenerlos abiertos, tienes mucho sueño, mucho sueño. Duerme Leonor, duerme profundamente – dijo Diego.
Después de parpadear dos veces los ojos de Leonor se cerraron y ella cayó sobre el sillón que había detrás, la barbilla apoyada sobre su pecho y los brazos caídos a ambos lados del asiento.
Diego la despertó y la reindujo al trance dos veces más para profundizar la hipnosis. En un intervalo, colocó sin previo aviso a los esposos en el “modo tres” para que satisficieran todos sus caprichos.
Leonor era mucho más sexualmente activa que su hermana mayor, ellas se llevaban tres años pero desde siempre Juliette había sido envidiada por Leonor. Desde la adolescencia Juliette había tenido docenas de pretendientes y varios novios formales. Hasta antes de casarse con Rubén, no le faltaban invitaciones a salir. Luego de casarse su hermana, Leonor había empezado a capitalizar esas salidas y sin llegar a ser promiscua, había roto las marcas de novios impuesta por su hermana mayor.
Por eso para Diego no fue difícil organizar una pequeña orgía. Para poner un poco de ambiente, hizo que Rubén trajese unos tragos, así las hermanas se desinhibieron completamente. Sin mayor trámite Diego empezó a besar a Leonor.
Ya había notado que Rubén deseaba a su cuñada, así que lo dejó manosearla un poco. Leonor se excitó rápidamente al notar cuatro manos recorriendo todo su cuerpo, ella nunca había practicado un trío.
Diego hizo que Juliette le practicase sexo oral y luego su hermana. Ordenó a Rubén que los ayudase a desnudarse mientras ellos se prodigaban caricias y sexo oral.
Ambas hermanas se turnaron para chupar la verga de Diego hasta que brotó una erupción de esperma. Ellas se repartieron la lefa sin dudar en besarse un poco mientras lo hacían.
Rubén permanecía vestido pero era notorio que tenía una erección. Para descargarlo un poco, Diego hizo que su esposa lo masturbase hasta que eyaculó. Como esa noche Diego no quería más participantes, puso en “Modo Off” a su esclavo y se llevó a las dos mujeres a la habitación matrimonial.
Con ese par de beldades a su disposición, Diego recuperó su erección pronto y colocándose detrás de Leonor, le metió de un solo empujón su falo por el culo, lo metía, lo sacaba y después hizo lo mismo con Juliette, se lo metía a una, lo sacaba y a la otra, los gemidos eran incontrolables.
Juliette estaba como loca y su hermana no se quedaba atrás, ambas se turnaron para montarlo y una a una, le ofrecieron sus conchitas alternativamente para que él se las chupase.
Cuando Diego terminó, se dieron un baño con agua tibia, se enjabonaron mutuamente y luego Diego se quedó dormido, no sin antes “apagar” a sus ardientes compañeras para que no salgan del trance.
Como era su costumbre, Diego se despertó de madrugada y “encendió” nuevamente a sus esclavas. Esta vez hizo que Juliette se masturbase con un consolador mientras él se tiraba a su hermana en diversas poses. Ambas gimieron estrepitosamente y hubieran despertado a Rubén de no estar él en un modo completamente apagado, yaciendo completamente inconsciente sobre la alfombra de la sala.
Así siguió jugando Diego con ellas toda la noche y el día siguiente también, deteniéndose para comer un poco y ducharse para deshacerse del sudor. A media mañana Rubén cambió muy solícito las sábanas, para que el hipnotizador siguiese disfrutando de su esposa y su cuñada.