El hipnotizador tibetano (2). La primera pareja
Continua la sesion con el matrimonio que confio en el hipnotizador
- Me dijiste que tú no quieres, ser hipnotizado, ¿correcto? – preguntó Diego.
- No-no-no – tartamudeó Rubén.
- ¿No quieres ser hipnotizado o no es cierto que no quieres y sí deseas ser hipnotizado? – retrucó Diego.
Rubén pestañeó confundido, no podía evitarlo pero empezaba a sentir sueño. Por un momento tuvo el impulso de salir de la habitación pero no podía dejar sola a Juliette con ese tipo. Estaba confundido.
Diego sonrió para sí, podía leer lo que pasaba por la mente del hombre. A su lado la mujer estaba quieta, con el rostro inexpresivo y esperando órdenes. Pero al hipnotizador no le gustaban los testigos.
- Entonces, estamos de acuerdo, estrechémonos la mano, tenemos un trato – dijo Diego estirando la mano.
“¿Qué trato?” – pensó Rubén, mientras estiraba la mano como respuesta automática para estrechársela.
Pero Diego no se la estrechó, aunque hizo el ademán. Cogió con la mano izquierda la muñeca de la mano derecha de Rubén y la elevó un poco con la palma hacia su cara. Se puso a su lado y empezó a hablar con rapidez pero vocalizando perfectamente cada palabra.
Era una técnica hipnótica de “interrupción de patrón”. Una técnica rápida para alguien fácilmente impresionable como Rubén. Le bastó un rápido vistazo al hombre para saber que sería más fácil de hipnotizar que su esposa. Pero necesitaba poner en trance primero a la mujer por lo que había accedido a iniciar con ella.
- Mira tu mano – ordenó Diego – mira tu mano y notarás que se acerca a tu cara, y mientras más se acerca tienes más y más sueño. Más se acerca y tienes más sueño, no puedes evitarlo, cuando tu mano toque tu cara estarás profundamente dormido.
La voz de Diego era monótona y Rubén estaba sobrecargado de emociones. Quería huir de ahí pues no deseaba ser hipnotizado, pero su mujer quedaría a solas, por otra parte en el fondo de su ser quería caer en un profundo trance. Cierta bisexualidad latente lo hacía querer ser dominado por un hombre.
Pronto Rubén entró en un profundo trance. Diego lo dejó caer sobre una silla donde quedó como un muñeco de trapo.
Luego el hipnotizador dirigió toda su atención a Juliette.
- Desnúdate – le ordenó.
Ella obedeció de inmediato. Tenía una buena figura gracias a seis horas semanales en el gimnasio. Era evidente que se cuidaba. Diego había hecho una buena elección.
- Bésame – le indicó.
Ella lo hizo, pero no le puso mucho entusiasmo. Era evidente que todavía no estaba tan hipnotizada como debería.
- Cuando cuente hasta tres despertarás – indicó él.
El hipnotizador contó hasta tres y cuando Juliette abrió los ojos y miró a su alrededor extrañada. Se encontraba en una habitación con un individuo que acababa de conocer y su marido estaba en una silla, parecía drogado o borracho o…
- ¿Lo has hipnotizado? – preguntó ella.
- Claro – respondió Diego -, él quería ser hipnotizado pero no se atrevía a aceptarlo. Una vez que lo induje al sueño no pudo resistirse.
- Bueno, yo no creía en esto hasta que te conocí.
- ¿Y cómo te sientes? – preguntó él.
- Muy bien, estoy relajada, es agradable.
- Excelente – dijo él –, entonces seguiremos.
Ella hizo un gesto como que no entendía. No se había percatado de que estaba desnuda. En realidad él la había sacado del trance para reinducirla y así profundizar la hipnosis.
“Mira mi mano” – indicó él. Ella obedeció. Tenía algo brillante en la palma, quizás una gema o una moneda, nunca lo supo porque rápidamente fue nuevamente hipnotizada.
Diego la despertó dos veces más y la rehipnotizó de nuevo. Cada vez estaba en un trance más profundo. Finalmente le indicó que se comportase de manera muy apasionada.
- Bésame – le ordenó a su nueva víctima.
Esta vez ella lo besó como una actriz de telenovela. Mordisqueó suavemente sus labios. Era un beso apasionado y que invitaba a seguir. Las manos de Diego atraparon sus nalgas y las estrujó. Era evidente que había logrado alcanzar el punto donde la entrega de ella sería total.
- Arrodíllate – le indicó Diego con la voz enronquecida por la excitación.
Esta vez ella obedeció de muy buen talante. Diego le frotó la cara con su entrepierna, haciéndole sentir lo urgente de su necesidad. No tuvo que agregar más, ella abrió la cremallera de su pantalón y surgió el erecto falo del hombre. Ella abrió los ojos y empezó a mamar.
A unos pasos de ahí, Rubén parecía un muñeco de trapo. Sus miembros caían desmadejados y no movía un músculo, su respiración era pesada. No despertaría ni con un terremoto.
Juliette era muy buena en el sexo oral. Continuó hasta que el hombre eyaculó. Hizo el ademán de querer apartar la boca, pero el hipnotizador le ordenó:
- Trágatelo todo.
Ella obedeció pero con algo de asco. Era evidente que no estaba acostumbrada a hacer eso. De no haber estado en un trance profundo, es probable que se hubiera despertado. Diego tomó nota mentalmente.
“Ahora descansa”, le dijo a la mujer. Ella quedó de rodillas en el piso.
Diego fue al baño y se dio un duchazo ligero. Regresó desnudo y secándose con la toalla. Sus dos juguetes estaban donde los había dejado. Pero él no quería jugar solo una tarde. Empezaría una nueva vida con ellos.