El hipnotizador tibetano (1). El inicio
Un matrimonio se pone en las manos de un hipnotizador formado en el lejano Tíbet
- ¿Aquí está bien? – preguntó Juliette.
-Me parece un buen lugar – dijo Rubén.
Diego asintió sin mostrar mucho entusiasmo. Era una situación curiosa, la más emocionada era Juliette, mientras que Rubén estaba excitado de saber que pronto su esposa sería hipnotizada. Diego en cambio se mostraba frío y con una cortesía muy fina. Quizás algo amanerado para un gusto machista. Pero era evidente que inspiraba una confianza muy profesional.
Estaban en un parque solitario. De vez en cuando pasaba un jubilado con su mascota o una familia rumbo a algún lugar con juegos infantiles. Nadie notaría algo raro en ese grupo de adultos jóvenes que parecían conversar animadamente.
-Es probable que sientas como si te hundes, es normal – explicó Diego -, estamos aquí con tu esposo así que nada extraño sucederá. ¿Alguna duda?
Juliette negó con la cabeza. Estaba ansiosa por empezar.
Diego era un hombre de apariencia inofensiva. Delgado y de nariz aguileña poseía unos ojos penetrantes detrás de unos anteojos de lentes delgados. Despertaba simpatía y no inspiraba la menor desconfianza. Hacía sentir a gusto a su interlocutor casi de inmediato. Pero tras esa apariencia inofensiva se escondía una mente perversa que solo buscaba dominar y esclavizar las mentes de los que lo rodeaban.
Había regresado dos meses atrás del Tíbet, donde había pasado casi dos décadas, afinando sus técnicas de dominación, basadas en la hipnosis y el control mental. Pobre como un judío errante, estaba alojado temporalmente en un hotel de mala muerte en el centro de la ciudad. Visitaba diariamente cabinas públicas para colocar avisos virtuales en páginas web de anuncios y hacía uso de las redes sociales para ir encontrando a sus víctimas.
-¿Me quedo aquí o voy a la otra banca? – preguntó Rubén, señalando la que estaba a solo unos metros, casi al frente de donde estaban.
-¿Trajiste el libro que te pedí? –respondió Diego con otra pregunta.
-Claro, aquí lo tengo – dijo Rubén.
-Siéntate ahí y finge leer, si pasa alguien y se nos queda mirando, te acercas y lo distraes con cualquier pregunta sobre una dirección o algo.
Rubén hizo lo que le indicaron de inmediato. Así se convertía en un observador más lejano y la verdad era que eso le excitaba sobremanera.
Diego ya lo había catalogado casi de inmediato. Rubén era del tipo que llamaríamos “cornudo consentidor”. Fantaseaba sobre la idea de que le pongan los cuernos pero no se atrevía a proponérselo a su esposa.
En ese matrimonio, era evidente que Juliette era la que dominaba, pero Rubén no era dócil. Prefería ser dominado a través de ella y no por ella. Sonaba complicado pero no eran sencillas esas relaciones.
Diego le indicó a Juliette que colocase sus manos como en una oración religiosa con los dedos índice hacia arriba y separados al máximo. Luego cambió su tono de voz y le dijo:
-Poco a poco tus dedos empezarán a unirse, despacio, sin prisa tus dedos se unirán – su voz era como un relajante manantial en medio del campo -. Mira como tus dedos se unen lentamente.
Juliette no pudo evitar sonreír mientras sus dedos se juntaban sin que ella pudiese evitarlo. Estaba asombrada y la voz de Diego era tan relajante. Poco a poco sentía como el parque y todo alrededor desaparecía, solo escuchaba esa voz, mientras sus dedos se unían.
Rubén tenía un bulto en la entrepierna que ya empezaba a dolerle. Su esposa estaba concentraba en lo que le decía el hipnotizador. Rubén no podía escucharlos pero como ya le había explicado lo que haría e inclusive había visto algunos videos en internet de la técnica utilizada, no estaba interesado en el desarrollo de la prueba de inducción sino en lo que vendría después.
Nadie se acercaba por ese lado del parque. Rubén miraba de vez en cuando a ambos lados, pero la persona más cercana eran un par de jubilados que paseaban parsimoniosamente con un perrito que ocupaba toda su atención. Se preguntó si ellos habrían tenido una vida sexual tan aburrida como la que tenía en su matrimonio.
-Ahora que tus dedos están unidos, sentirás como toda tu mano está fuertemente unida a la otra, siente como tus dedos y tus palmas están fuertemente unidos, como si fueran una sola entidad – dijo Diego.
Juliette estaba muy concentrada y ya no estaba sonriente. Se concentraba en las palabras del hipnotizador. Esa voz se metía en su mente y poco a poco la dominaba más y más.
-Tus manos están tan pegadas que no podrás separarlas – dijo Diego con un tono de voz ligeramente más imperativa.
Repitió esa frase varias veces, verbalizando bien cada palabra, luego le indicó:
-Intenta separar las manos pero no podrás.
Juliette intentó separarlas pero no pudo, sus manos estaban pegadas. Ella no se asustó pero estaba francamente impresionada.
-Mientras más lo intentes, tus manos se unirán más y más – dijo Diego.
Rubén aguzó los oídos para tratar de escuchar. Contuvo el impulso de acercarse. Diego le había dicho que él le indicaría cuando hacerlo.
Sus ojos de desviaban entre el libro, ver que nadie los interrumpiese y espiar al hipnotizador y su esposa. Empezaba a marearse un poco.
Vio como su mujer dejaba caer los brazos a los lados e inclinaba su cabeza a un lado. No pudo evitar abrir la boca asombrado. En verdad la estaba hipnotizando, el tipo no era un farsante.
Diego profundizó el trance de Juliette y con un gesto le indicó a Rubén que se acerque. Cuando estuvo cerca le preguntó:
-¿Ya has separado la habitación?
-Sí-sí-sí – tartamudeó él sin poder evitarlo.
-Abre ojos y síguenos – le ordenó Diego a Juliette.
Ella se levantó con el rostro inexpresivo. Rubén no cabía en sí de asombro. Su esposa tenía los ojos brillosos y no miraba a ningún lado. Estaba sumida en un trance profundo.
Caminaron tres cuadras a un hostal discreto, donde no se hacían problemas por el número de personas que entraban a una habitación si se daba una pequeña propina al recepcionista.
El más excitado de los tres era Rubén. Juliette los acompañaba con la voluntad anulada y Diego dominaba la situación completamente.
Entraron a la habitación y cerraron la puerta.
(Continuará)
Por favor, indiquen si les gusto el relato para continuar y si tienen una sugerencia no duden en escribir a mi correo o dejar su comentario.