El hijo del zapatero (2)
Continúa la historia. En capítulo 2 no interviene Carlos, el hijo del zapatero. Sigue la participación de Doña Ana, quien ahora visita a Alondra para hacerle un fuerte reclamo. Después de poner las cartas sobre la mesa, ambas mujeres llegan a un acuerdo. Menuda sorpresa le espera a Doña Ana; es la aparición de un buen mozo que presta sus servicios a la familia del hijo del zapatero.
EL HIJO DEL ZAPATERO (2)
Capítulo 2
Una semana después Doña Ana fue a visitar a Alondra.
¡Hola! Pásale Ana, es un placer atenderte, ¿Vienes a medirte algún par de zapatos en especial? ¿Deseas que mi marido te muestre algunas novedades?
No, en esta ocasión es otro el motivo.
Tú dirás.
Mira Alondra, voy al grano. Tengo sospechas bien fundadas de que en este negocio existe alguna mirilla, agujero o rendija por la que la clientela es observada mientras se mide el calzado; yo aseguro que hay un lugar estratégico desde el que nos miran las piernas, las nalgas y los calzones y no sé que más; es más, en lo particular, me atrevo a afirmar que fui vista durante un largo rato cuando hacía el sexo con tu marido.
¿Tú, con mi marido? Ana, eso es muy delicado. Se puede dar cuenta tu esposo y te mata.
¡Claro que es delicado! Pero, no te hagas la inocente, que no te queda. Yo sé que él y yo estamos cometiendo adulterio. Pero, creo que más delicado es que en la zapatería haya resquicios por donde la clientela, en especial la mujer, sea observada. Te decía que tengo evidencias y una de ellas es que mientras tu esposo me metía su gran verga y yo jadeaba como loca, me parecía escuchar otros gemidos, uno de una mujer bien caliente y otro como de un adolescente. Aquí en esta casa, mujer madura sólo tú y adolescente, nada más tu hijo. Así que saqué mis conclusiones y puedo asegurar que fueron tú y tu hijo quienes disfrutaron doblemente, viendo y haciendo sexo. Lo pensé bien antes de venir a exponerte esta situación. Tú y yo tenemos una larga amistad, pero considero un abuso el hecho de que no se respete a la clientela. Por lo pronto, sé que tengo la batuta en la mano, puedo hacer lo que me convenga. Puedo correr el chisme de que en este establecimiento no hay seriedad, ni honestidad; que no existe moralidad y que no hay respeto por la persona; puedo acudir a las oficinas municipales a quejarme; además, puedo decir que tú y tu hijo
No sigas Ana dime que pretendes.
Ya nos vamos entendiendo. No es mucho, y lo que te voy a proponer nos conviene. En primer lugar, que no se descubra mi infidelidad, tampoco tu relación con tu chamaco; en segundo lugar, que si tú lo haces con tu hijo bien podrías ayudarme con el mío tú ya tienes experiencia.
Con el mío, pero no con el ajeno. Bueno Y tú Ana, nunca has probado hacerlo con tu hijo.
No, no me atrevo. Lo he descubierto algunas veces masturbándose, viendo películas pornográficas, toma mis pantis y los deja manchados de semen, siento que a veces me espía cuando me cambio de ropa o cuando me baño, despistadamente me pone su verga en mi trasero cuando me abraza; siento su garrote que se va haciendo cada vez más grande, me caliento y también, disimuladamente lo evito para no llegar a mayores; mi niño debe darse cuenta lo que me provoca, porque se empeña en aprovechar cualquier momento para tocarme las tetas y las nalgas ya sea con los brazos, con las manos o con su cara. Cuando me subo a la escalerilla para guardar la ropa o para limpiar los muebles lo sorprendo viendo por debajo de mi vestido, para salir del momento me dice: - ¿Te ayudo mamá?, le contestó: - no hijo, gracias. Yo creo que ha de conocer toda mi ropa interior: bragas, ligueros, sostenes, medias y demás; pienso que hasta me ha visto ya los pelos de mi concha y alguna vez hasta los del ojete, ¡Cuánto no vería antes de descubrirlo! Debo confesarte que me pone cachonda por sus intentos de espiarme en ocasiones yo propicio situaciones que lo mandan al baño a masturbarse: cuando me pruebo un sostén saco al aire una de mis tetas y con un dedo mojado acaricio mi pezón, cuando me pongo las medias abro mis piernas deliberadamente, me agacho, me doy masaje, me siento para que vea hasta la cocina, yo también termino por masturbarme situación que mi niño tampoco ignora. Bueno, Alondra, pero no me has dicho si estás de acuerdo en mi propuesta.
Guardar nuestros secretos se me hace fácil, lo que no te puedo asegurar es que le guste a tu hijo que alguien ajeno venga a chuparle, moverle y cogerle su verga, quizá no acepte una conchita o una boquita como la mía. El ha de estar obsesionado con cogerte a ti, que eres su madre; al final de cuentas tú eres su primera impresión, contigo es con quien desea hacerlo. Pero, ¡estoy de acuerdo! Tú me dices la hora, el lugar y la fecha para tratar a tu muchacho, de todos modos, te sugiero que me ayudes en esa tarea y que también participes, de esa manera tu hijo se desinhibe y acabamos con ese problema.
Gracias. Alondra. ¡Qué buena amiga eres! Sabía que comprenderías y que no te ibas a molestar conmigo. Yo te aviso. Con tanta plática morbosa me siento cachonda, he de estar mojada por la excitación, mi concha pide inmediatamente un dedo o una verga; ¿Me permites masajearme un poco para aliviar mi calentura?
Esta es tu casa Ana, puedes hacer lo que desees
Doña Ana, con una mano se soba los senos y con la otra va directo a su sexo, aparta su braga, se introduce un dedo en el coño:
- ¡Ahhhhhhh! ¡Qué rico!, ¡Mhhhhhhh, Ahhhhhhhhh!
Luego, se mete otro más:
- ¡Ahhhhhhhhhhh! ¡Coño!¡Cabrón! ¡mmhhhhhhh. Y tú Alondra, ¿No te calientas al verme así? Yo sé que té eres igual o más caliente que yo.
¡Claro que si! Sólo estaba esperando tu invitación y en prueba de nuestra amistad y de nuestro acuerdo te ofrezco los servicios de nuestro mozo Ernesto, él es chofer, jardinero y ayudante de mi marido en la zapatería. ¡Ernesto! ¡Ernesto! ¿Puedes venir un momento?
¡Dígame señora! ¿En qué le puedo servir?
A mí en nada, por el momento. Atiende a Doña Ana, bésale su conchita que la tiene muy caliente y mojada. ¡Atiéndela bien!
¡Espera Alondra!
Doña Ana deja de masajearse por la presencia intempestiva del mozo de la casa y expresa:
- Esta es una verdadera sorpresa. ¡Coño! ¡chico! ¿Quieres decir que este joven me lo va a chupar?
Sí y además te va a quitar lo caliente que estás. ¡Adelante Ernesto! Ponte de rodillas y levanta el vestido de Doña Ana y quítale sus bragas para que no te estorben y chupa, succiona y lame su clítoris y toda su rajita, ¡Hazlo ya!
El joven, de unos 24 años, ni tardo ni perezoso se inclina ante Doña Ana, le ayuda a levantarle su vestido, la despoja de sus bragas y con su lengua se va directo a la vagina:
Ahhhhhhhhhh, ¡Alondra! Mmmhhhhhh, Ahhhhhhhhhhh ¡Qué guardadito te lo tenías! ¡Qué lengua! Ahhhhhhhhhh. Sigue muchacho del demonio, me estás poniendo en el cielo. Ahhhhhhhhhhh., ¡cabrón! ¡Mhhhhhhh, ahhhhhhhh!
Ernesto es un muchacho de la costa, del puerto jarocho (Veracruz); vino en busca de trabajo a la refinería de Poza Rica, como no tiene familiares ni conocidos, no encontró empleo, siguió buscando hasta que, casualmente, se topó con Don Alfredo, quien lo ocupa principalmente para tareas del negocio. Ernesto tiene el aspecto del clásico pescador de altamar: fornido, musculoso, alto, de pelo rizado, ojos café claro, fuerte, alto (1.90m), piel tostada por sol y con una verga gruesa, como de 20 centímetros, bien parecido y noble de carácter. Alondra, por la fuerza de la compañía (ir al súper, a la escuela, a cobrar facturas y a otros menesteres) se fue aquerenciando con el mozo, de tal modo que el cariño y relación fue a más hasta convertirse en amantes del sexo. Una vez descrito el perfil del fiel sirviente, regresemos a la acción. Nos quedamos en que Ernesto pasa y repasa la lengua por la concha de la mujer, chupa el clítoris, succiona los jugos, lame los pelos e introduce su lengua:
¡Ernesto! Voltéala y ponla en cuatro patas para que le beses el ojete.
Nuevamente, el joven obedece, deja de mamar la concha y suavemente voltea a la dama, a la que le vuelve a levantar el vestido, la pone en cuatro patas y toma con sus manos las nalgas, las va separando lentamente, las va abriendo despacio, hasta que surge un punto negro y rugoso, rodeado de escasos vellos, el objetivo esta a la vista; el joven dirige su mirada y su lengua hacia el hoyito invitador, da un lenguetazo cual si fuera un can, da otro y otro más, de repente le avienta un escupitajo y la saliva barre y cubre en su totalidad el pequeño orificio, el cual es movido y removido con su lengua, la cual va perforando más y más, hasta que Doña Ana exclama:
¡Ahhhhhhh, ahhhhhhhhh, mhhhhhhhhh!, ¡Qué emoción! ¡Qué lengua! ¡Qué bien trabaja este mozuelo! Se ve que está bien adiestrado. ¡Ahhhhhhhh, Aghhhhhhhhh!, me estoy viniendo, ¡Ahhhhhhh, Aghhhhhhhhhhhhh!, Alondra, esto es una bendición, ¡Ahhhhhhhh. Agggghhhhhhh!
Al ver esta escena, Alondra empieza a excitarse y se levanta su vestido para introducirse un dedo en su conchita:
Ahhhhhhhhh, ¡Cabróna! ¡Ya acabaste! Me da envidia que tú estés gozando y yo al margen. ¡Ernesto! Ven acá ¡Yo sigo! Sólo deja quitarme está braga que me estorba para que trabajes a gusto. ¡Chupa! Lame a tu ama, hazme gozar como a esta puta.
Enorme tarea tenía enfrente el dichoso Ernesto. No defrauda a su ama, quien decide acostarse en un sofá, y él empieza a lamerle y chuparle la vagina:
¡Ahhhhhhhhhh!, ¡qué bonito mamas! ¡Mhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhh!, ¡qué platillo te aventaste Ana! ¡Este chico está genial! ¡Ahhhhhhhhhhh!. Sigue, hijo, sigue ¡Ahhhhhhhhhh, mhhhhhhhh!
Doña Ana empieza a reponerse de su orgasmo y se incorpora al chupeteo y manoseo:
¿Me permiten? Deja ayudarte Ernesto, una lamida tú y una lamida yo.
Ahhhhhhhhh, Ahhhhhhhhh, ¡Cabrones! Dos contra una. Ahhhhhhhh, ¡Qué placer!
Ya mama Doña Ana, ya mama Ernesto, lenguetazos aquí, lenguetazos allá. Doña Ana aprovecha la situación y acomoda a Alondra de tal forma que cada quien disponga de un agujero:
¡Ernesto! Lame el ojete de tu ama, que yo me encargo de su conchita. Shooooop, shoop, shooppp, Ahhhh, ¡puta! Si estás empapada. Eres igual de caliente que yo.
¡Cabrones!, ¡Ahhhhhhhhh, mhhhhhhhh, ahhhhhhhhhh! se aprovechan de mi; dejen que me levante para responderles, ¡Ahhhhhhhh, mhhhhh, ahhhhhhh!
Una lamida en el ojete, una lamida en el ano, unas veces alternadas, en otras al mismo tiempo. En ocasiones chocan los labios de Doña Ana con los de Ernesto, situación que es aprovechada por ambos y propicia que se den tremendos besos, apasionados, como si se conocieran desde hace tiempo. Mientras tanto, Alondra se siente en la gloria al sentir las caricias orales de sus amigos:
- Ahhhhhhhh, me vengo, mhhhhhhh, ahhhhhhh, qué bien se siente, ¡tu lengua Ana!, ¡tu lengua Ernesto! Ahhhhhhhhh, mhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhh. ¡Qué dicha! Ahhhhhhhhh
Alondra no aguanta más y sus jugos son recogidos por sus compañeros, quienes se ven agitados, un poco sudorosos por la acción, resoplando, recuperando un aire que se escapó por las acciones tan candentes que acaban de experimentar. Pero en cuanto se recuperan las mujeres, se miran una a la otra, como si tuvieran telepatía, se dirigen al Mozo y lo empiezan a desnudar:
Mira Ana, tócalo, para que veas que buenos músculos tiene este muchacho; firme, macizo, duro y fuerte. ¡Qué brazos! ¡Qué pecho! ¡Qué piernas! ¡Qué verga! ¡Te la recomiendo!
El joven, como fiel sirviente que es, se deja hacer, va quedando desnudo; de repente aparece su verga:
Ah, ¡Cabrón! ¡Qué vergota! Mira, Alondra: parada, cabezona, brillante, gorda y desafiante. ¡Qué herramienta te cargas, mozuelo! Con justa razón me la recomiendan. ¡Se hace tarde! ¡A mamar se ha dicho!
Espera Ana, no seas golosa, ¿Qué te parece si la compartimos!
¡Bueno! Desnúdate, mientras yo se la voy lubricando, y cuando acabes me desnudo yo y tú le sigues con las mamadas.
¡De acuerdo! Se me hace agua la boca sólo de pensar en el manjar que nos vamos a comer.
Doña Ana no pierde tiempo, con la punta de la lengua moja el pequeño orificio del garrote, luego humedece la cabeza reluciente, sigue con el tronco, hasta llegar a los huevos, los huevos se ponen felices porque son movidos y removidos; regresa a la punta para darle otras lamidas y procede a introducirse en la boca la cabeza gorda y brillante, poco a poco va desapareciendo dicha cabeza hasta perderse, sólo por un momento, porque Doña Ana se despega pero luego abre más la boca y se abalanza sobre la cabeza y lo que sigue, hasta tener la mitad del miembro dentro, entonces inicia el mete y saca
¡Qué garrote! Slooop, slooopp, slooooop. Esta muy cabezón y muy gordo, pero muy sabroso. ¡De lo que te estás perdiendo Alondra!
Bueno, dame chanza, ya me desnudé, estoy en pelotas, ahora déjame probar el chile de mi criado. A ver Ernesto ¡Arrímate!
El costeño se suelta de la boca de Doña Ana, la cual opta por quitarse su ropa y se encamina hacia donde está su ama. Le pone la verga en la cara a Alondra, ésta la toma con sus manos y antes de mamarla se la pasa por la frente, los párpados, los cachetes, los ojos y finalmente sus labios, abre su cálida boca y empieza la succión:
Slooooop, sloooooop, slopppppp, ¡Este pedazo de carne está como nunca! ¡No te muevas! Deja mamártelo bien. ¡Mmmmmmhhhh! ¡Slooop! ¡Slop! ¡slpoo! ¡No te muevas! ¡Quiero chapártelo bien! ¡slooooop! ¡Sloop!¿Ya acabaste de desvestirte Ana? ¡Sigues tú!
En efecto Doña Ana ya estaba desnuda, sin ropa, las prendas habían volado a un rincón; Ahora, los tres, no tenían impedimento para tocarse, palparse, manosearse y sentirse plenamente. Doña Ana y Alondra compartían una verga joven, fresca, pletórica, potente, llena de vida. La gozaban en su boca ambas mujeres, quienes, pasado unos minutos, decidieron que era momento de engullírsela, pero en la vagina.
Te cedo el derecho Ana, que te cojan a ti primero. ¡Ernesto! Métele tu potente verga a esta mujer; mientras lo haces yo te mamo los huevos y a la vez lubrico la entrada de mi amiga. ¡Adelante!
¡Alondra! ¡Qué buena eres! ¡Joven! Hazlo despacio para no perder detalle de lo que me vas a meter.
Naturalmente que la verga iba directa a la rendija de la dama, una rendija que hacía rato anhelaba ser invadida:
¡Ahhhhhhhhhhh!, esto es una bendición, ¡Ahhhhhhhhhhhh, mhhhhhhhhh!, ¡Alondra! Esto es el paraíso. ¡Estoy ardiendo! ¡Qué verga! ¡No la saques muchacho, mejor empuja! ¡Más! Ahhhhhhhhhhh, ahhhhhhhh, ¡Coño!
Sigo yo, sigo yo. Ven mi amor ahora métesela a tu dueña, ¡Rápido! ¿Qué no ves que me estoy quemando?
Como la patrona manda, Ernesto cambió de posición e introdujo su miembro en el otro coño:
Así, ¡Ahhhhhhhhhh! ¡Cabrón! ¡Qué ricura! ¡Aghhhhhhhhh! ¡Mhhhhhhhhh! ¡Como lo disfruto!¡Ahhhhhhhh, mhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhh!, ¡Pinche Ernesto! ¡Qué bien te mueves! ¡Ahhhhhhhhh, mhhhhhhhh!, le voy a pedir a Alfredo que te aumente el sueldo, ¡ahhhhhhhh, mhhhhhhhh!
¡Alondra! No seas egoísta, tú aquí lo tienes de planta, deja disfrutar de este mangazo. ¡Ven mi amor! ¡Papasito! Ahora métemelo a mí.
Alondra le propone cambiar de posición y ambas se ponen en cuatro patas, las dos enseñan sus nalgas carnosas, blancas y redondas, unas nalgas que apuntan al cielo; las dos mueven sus carnes, deseosas, insinuantes; cada una se abre las nalgas lentamente y voltea a ver dulcemente a su verdugo. Doña Ana ya sabe lo que sigue: una sacudida por el culo. Ernesto, conocedor de esta maniobra, se escupe los dedos de las manos y con la izquierda soba el ojete de Doña Ana, con la derecha el hoyito de Alondra. Empieza a meter la verga en el orificio de Doña Ana:
¡Ahhhhhhh!, como duele, todavía no me repongo de la verga de Don Alfredo y ya tengo otra, ¡ahhhhhhhhh, mhhhhhhhh! Siento la cabecita, el tronco, ¡Ahhhhhh! ¡Mhhhhhhhhh! ¡Aggggghhhhh! ¡Chiquito! ¡Sigue! ¡Ahhhhhhhh! ¡No importa! Ya estamos aquí.
Ernesto saca la verga del culo de Doña Ana y se dirige al de Alondra:
Ahhhhhhhhh, ¡Si que duele! Es que esta verga está muy cabezona y gorda. Pero el culo se acostumbra, ahhhhhhhh, hmmmmmmm, ¡Qué rico! ¡Tú dale!
Y así, la verga se pasea de un agujero a otro, hasta que llega la venida del mozuelo,
Ahhhhhhhh, mhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhh, ¡Par de putas! Me vengoooooooo .. Ahhhhhh ¡Cabronas!
Yo también, Ahhhhhhh, ¡Coño! ¡Ahhhhhhhhhh!
Y yo, ¡Ahhhhhhhhh, Ahhhhhhhhhhhhh!
Los tres, jadeantes se miran a los ojos se besan, se abrazan y se prometen, algún día repetir la historia.
Continuará