El hijo del zapatero (12)

Alondra, la madre de Carlos, EL HIJO DEL ZAPATERO, se pone en manos de la doctora Nancy para dejar prácticas incestuosas.

En un Mercedez Benz, Alondra se dirige a toda prisa por el Boulevard Ruiz Cortínez en Poza Rica, Veracruz. Ha tomado una decisión singular, inesperada: acudir con la psicóloga Nancy Vega. La doctora Nancy es especialista en el tratamiento de personas que reflejan inquietudes sexuales recurrentes que no son bien vistas por la mayoría de los grupos sociales en México. Alondra acude para recibir un tratamiento que le permita dejar las prácticas sexuales no aceptadas por la sociedad: incesto, infidelidad; siente que no es normal que su hijo Carlos le meta la verga en su conchita, en su culo, en la boca; además, no aprueba que sus hijas Sara y Gema le den su ojete a Don Alfredo, el padre de ellas; ya no quiere, por el momento, darle sus blancas y grandes nalgas a Ernesto, su mozo, ni ser taladrada en el ojete por Javier, el hijo de Doña Ana.

Ya no quiere ser cómplice de ese agujero, o agujeros aparentemente secretos, que se hallan dentro del negocio, donde Carlos, EL HIJO DEL ZAPATERO, se deleita viendo cómo las damas se prueban la última moda del calzado; mujeres que sin percatarse enseñan el color de sus calzones, si es que los llevan puestos, dejando ver panochas afeitadas o peludas; muestran sus torneadas piernas, sus muslos y en ocasiones hasta sus nalgas todas pelonas. Mujeres que realmente no van por los zapatos (bueno, al último sí los compran, porque negocios, son negocios), van por la atención personal, por las sedosas y mágicas manos de Don Alfredo, el cual brinda y cumple cualquier fantasía, deseo o necesidad sexual imperantes; en ese espacio el HIJO DEL ZAPATERO ha visto como han sido penetradas por la verga de su padre damas de alta categoría, de todo calibre: morenas, blancas, aperladas; altas, bajitas, regulares; pechugonas y no tanto; nalgonas, caderonas; solteras, casadas o dejadas; de billetes y sin ellos; serias, calladas, risueñas, espontáneas; eso sí, cachondas, calientes y sensuales. Todas ellas cogidas por su rajita, por el agujero prohibido, por su boquita; todas han conocido y probado el garrote de don Alfredo, lo han mamado, lo han chupado, lo han tragado.

Alondra considera que ya es tiempo de hacer un alto en el camino va meditando sobre lo que ha sido su vida: anhelando y pidiendo vergas, garrotes a propios y extraños. Desea que la ciencia médica le indique la forma de sanar en lo físico, en lo mental, en lo espiritual. Durante el trayecto siente la confusión propia del que va a poner a prueba su conciencia, alguien que quiere corregir y controlar una conducta, pero que no sabe si podrá detenerse ante el ímpetu del deseo sexual que la acosa. Mientras llega, no deja de acariciar su caliente y peluda panocha, sus dedos pasan por sus labios mayores, por los menores, por el clítoris, hasta introducirse el dedo medio hasta el fondo, operación que repite una y otra vez; no tarda en emitir un sensual y profundo gemido, ¡Ahhhhhhhh!, seguido de una frase: ¡Qué rico! En ese momento, toda húmeda, toda mojada, aun cachonda, llega al consultorio.

Es recibida por la secretaria de la doctora y pasa a una salita donde se sienta en un confortable sillón. La secretaria percibe la agitación, y nota las formas curvilíneas de un cuerpazo y el bello rostro de la paciente; ambas damas cruzan miradas de fuego sensual, la secretaria "no canta mal las rancheras", bajo su uniforme, de minifalda, también se distinguen unas carnes atractivas al ojo humano. Alondra le pide un té helado a la secretaria para calmar en alguna medida una calentura notoria en su expresión corporal, la bebida refrescante llega y es consumida lentamente. Diez minutos después, Alondra es conducida por la misma secretaria a un espacio semioscuro, donde se escucha una suave y tranquilizante música, ahí recibe el saludo de la doctora Nancy y ésta la pasa a un sofá para que se recueste. En ese momento son las 19:00 horas, inicia la sesión.

La psicóloga expresa:

Sea usted bienvenida a mi consultorio, relájese, respire profundo, olvide por un momento sus compromisos y escuche atentamente mis indicaciones:

PRIMERO.- Me va a decir todo lo que le inquieta, lo que le preocupa; no guarde nada. Cuénteme sus experiencias, buenas o malas que considere importantes. Trate de seguir un orden cronológico hasta donde sea posible. No reprima sus emociones, no ahogue sus preocupaciones.

SEGUNDO.- Todo lo que aquí se diga será absolutamente confidencial.

TERCERO.- Podrá preguntarme lo que usted quiera. Si está en mis manos, le daré respuesta, ayuda o apoyo.

CUARTO.- La sesión dura una hora.

QUINTA.- Si usted coopera siguiendo mis instrucciones llegaremos a una satisfactoria solución.

¿Alguna duda?

Alondra, pregunta

¿El lenguaje que yo emplee puede ser sin tapujos, similar al que sugiere Irma Serrano en su libro "HABLEMOS A CALZÓN QUITADO"?

Por supuesto, contesta la doctora, - estoy acostumbrada a palabras subidas de tono, a términos no muy usuales, a comentarios fuertes, mi criterio es amplio, muy amplio; así que, usted puede hablar como mejor le parezca, no se detenga:"SIN QUE LE QUEDE NADA", "FRENTE A FRENTE", "SIN CHINGADERAS", "LA NETA", "AL CHILE".

Entiendo doctora, a darle "que es mole de olla": Vengo aquí porque me siento PUTA, pero bien puta, no sé que tipo de puta, necesitaría leer y analizar la obra de Francisco Delicado (1528) llamada "LA LOZANA ANDALUZA", en la que señala:

"Mira, ay putas graciosas más que hermosas, y putas que son putas antes que muchachas; ay putas apasionadas, putas entregadas, afeitadas, putas esclarecidas, putas reputadas y re-probadas…; ay putas nocturnas y diurnas, putas de cintura y de marca mayor, ay putas orilladas, bigarradas, putas combatidas, vencidas y no acabadas, putas devotas y reprochadas…; ay putas trincadas, putas calladas, putas antes de su madre y después de su tía, putas de subientes y descendientes…; putas beatas y beatas putas…"

¿Cuál de todas esas putas seré yo? Mi esposo Alfredo, cuando se le antoja me grita: "¡Dame tu culo, hija de tu puta madre!", Mi hijo, Carlos, me pregunta, "Mamá, muchos te cogemos y se ve que te gusta y lo disfrutas, ¿Por qué eres tan puta?". Ernesto, mi mozo, expresa: "¡Usted es la más bella de las putas que he conocido, señora!", Mis hijas Sara y Gema plantean: "Mami, si tú eres puta, ¿Nosotras somos putitas?". Total, Ana me dice que somos un par de putas bien calientes y Javier su hijo, admirablemente opina que nunca se ha encontrado a una mujer tan puta como yo. De tanto que me dicen PUTA creo que lo soy, pero no una puta barata, corriente, vulgar, sino una GRAN PUTA.

Mientras me ubico en cuál de las categorías me corresponde como PUTA, le contaré que nací en el Puerto de Ibiza, una parte de las islas Baleares, hermoso lugar turístico donde mi padre, marino francés y mi madre, mucama española, nacida en Cádiz, otro centro turístico y comercial, se conocieron, se amaron y se cogieron hasta que me hicieron. Creo que me hicieron con muchas ganas… caliente mi padre, fogosa mi madre, hasta se pasaron, tanto que de ese calor intenso no puedo detener mis impulsos de sexo: le confieso doctora, me gusta mucho mamar una verga, lamerla, succionarla, sacar cuanto jugo contenga y tragármelo sin dejar gota alguna, chupar su cabecita, pasar la lengua alrededor del glande rosado, liso y brilloso, con mis labios besarlo amorosamente, darle besitos, muchos besitos en la puntita, en su cabecita, en su tronquito, meterme en la boca todo el pedazote hasta llegar a la campanilla, amígdalas o como se diga, untarlo de saliva, babearlo y volver a mamarlo tranquila, lentamente, recorriendo cada milímetro cuadrado de carne caliente, viviente, ardiente, ¡Ahhhh qué delicia! Envidio a Katsumi, artista mitad francesa, mitad vietnamesa, ella chupa y devora totalmente, con su boca, una larga y carnosa verga en una escena clásica de Faust, filme de Mario Salieri. Quizá usted no sabe doctora, pero mamar un miembro masculino erecto, potente, atrevido y caliente es lo máximo para mi, yo le recomiendo ver el garrote de Remigio Zampa o de Roberto Malone, yo pienso que hasta las actrices porno pagarían por llevarse a su casa esos ejemplares, para mamar por siempre esos trozos maravillosos de carne, unos chorizos rojos, sabrosos; no se diga mamar los huevos, esas piezas colgantes, suaves, tan divinas, bamboleantes que nos golpean dulcemente en las nalgas cuando nos clavan sin misericordia la dureza del tolete ya sea en la panocha, ya sea en el ojete. ¿O es qué acaso usted no ha sentido el placer de disfrutar de una verga parada, enhiesta y retadora que taladra sus más virtuosas intimidades? Yo pienso que sí, alguna vez le habrán despojado de su tanga, pantys o calzoncito y noblemente ha aceptado la intromisión de un grueso miembro entre sus nalgas y en no sé qué agujeros, deseando que se lo metan, más y más, que no se lo saquen y que ahí se quede, paradote, grandote, buenote, usted es mujer y me ha de comprender.

  • ¡Mmmhhh! Naturalmente que la comprendo.- En ese momento, Nancy Vega, la doctora especialista en temas sexuales tabú, responde y se mueve nerviosamente en un mullido y reclinado sillón ejecutivo. Nancy tiene 38 años, casada con un prominente ejecutivo de una industria exportadora de refacciones automotrices. Con estudios profesionales en la UNAM y especializada temas sexuales en la Universidad Complutense de Madrid. Tiene dos hijos: Alfonso de 16 años y Sofía de 14. Nancy es una trigueña de 1.72 m de altura, con unos sensacionales senos que parecen querer salir de su escondite y unas caderas atractivas con unas redondas y grandes nalgas que hacen pensar que guarda secretamente un culito, que no se sabe si es virgencito. Su rostro es parecido al de Zara Whites, hermoso, unos labios carnosos y sensuales. Su cuerpo transpira sensualidad, deseo, cualquiera que la vea siente la atracción y las formas de la doctora "invitan" a la aventura, a la cogedera.

Pues la doctora, ha quedado impactada por esas primeras declaraciones y conducta de Alondra. No esperaba tal crudeza de conceptos, no esperaba tal fuerza en sus palabras y mucho menos esperaba, ser abordada de esa manera; siente que el escenario se pone retador, candente y comprometedor, ya que suena a invitación, a complicidad, las confesiones de Alondra. Aparentando serenidad y respirando profundamente, la doctora le sugiere continuar.

  • Prosiga, la escucho.

Nada mejor que recibir el garrote mojado, deslizante, en nuestros orificios ardientes, deseosos. Y si la panocha palpita cachondamente y la verga tiembla vigorosamente, una vez fundidas, aquélla aprieta y ésta taladra, el clímax del placer no tardará en llegar, de tal modo que los líquidos creadores de la vida brotaran a torrentes significando el acto más hermoso del género humano: coger y ser cogido, el orgasmo compartido. No puedo decirle cuál placer es más excitante, si recibir la verga en la panocha o recibirla por el culo. La vagina es un conducto natural para alojar cualquier tamaño de pija, polla, pito. verga, pene o garrote, incluso hay quien se mete pepinos, plátanos, botellas, consoladores y otras cosas que, en mi caso no comparto. A mí, si algo me han de meter en mi conchita o en mi culito, ha de ser una verga, una gran verga… o dos, una en cada hoyito… es más, aguanto otras tres más: una en la boca y dos en las manos. Lo del ojete es otra cosa, los pliegues del ano son tan sensibles que una vez que te recorren palmo a palmo, no deseas que te saquen toda la carne que te han metido… quieres más, que te la empujen más, que se abra, no importa que se rompa, el pequeño orificio desea, si fuera posible, que entraran hasta los huevos. Usted doctora, ¿Le han metido la verga por el culo? Es más, ¿Ha sentido cuando un tolete se lo meten por la panocha y al mismo tiempo otro garrote la sorprende por el ojete? Si usted no se ha tragado dos vergas al mismo tiempo por esos conductos y luego succionarlos hasta exprimirlos y dejarlos limpios de toda evidencia, no sabe de lo que se ha perdido.

Una vez más, la doctora se incomoda, se oye un leve rechinido del sillón, señal de que las cosas han subido de tono. En efecto, Nancy, sin desearlo, siente humedad en su panocha, siente que los fluidos han desbordado la tela de su tanguita roja y sin conciencia ha notado que la faldita de su vestido ha subido hasta más allá de sus rodillas dejando ver unos muslos hermosos y torneados. Por su parte, Alondra ha percibido un triangulito entre las piernas de Nancy. La doctora no se ha dado cuenta que al mover sus piernas, la faldita va subiendo, quedando visible un panorama bastante sugerente: la panocha cubierta por una tela roja. También ha notado que las manos de la doctora se mueven aquí y allá, a veces como si se acariciara, sobre la falda de seda, su conchita, sus grandes tetas; de repente los dedos van a los labios de su boca, de repente la mirada ardiente, de repente la agitación.

Alondra no es inmune a esa visión, sus ropas dejan ver otro par de piernas igual de atractivas que las de la doctora; a la paciente se le vuelve a mojar su panochita peluda, la calentura le sube, la agitación aparece. ¿Se le ven los calzones? ¡Claro! ¡Son blancos! ¡Sedosos! ¡Transparentes! Nancy los ve de frente, los distingue, los disfruta. Las damas se ven los calzones frente a frente, se miden, casi se retan.

La voz de Nancy ya no es tan firme como al inicio de la sesión, temblorosa, excitada y con tono ahogado dice:

Le ruego, siga contando:

Gracias doctora. Mi madre, Sofía García, de un buen tamaño, cintura de avispa, piernas atractivas, piel canela, era mucama del Hotel Mirador de Dalt Vila. En ese hotel llegaba a hospedarse Pierre Martín, maquinista del barco Josefina. A mi padre le decían el "7 mares" porque andaba de puerto en puerto llevando consigo mismo un amor eterno. Él decía que quería mucho a mi madre porque tenía unas caderas amplias, unas nalgas abombadas y un pecho enorme. Mi padre no se quedaba atrás: perfil griego, alto, fornido, de tez blanca y con una verga francesa, larga… muy larga, carnuda, maciza, llena de vida y ansiosa de penetrar panochas o culos prontos.

Mis primeros recuerdos me llevan al sótano del hotel en donde mi madre se quedaba a dormir en habitaciones para la servidumbre. Ahí llegaba Pierre, mi padre, de pasada a cogerse a mi madre. Como la cama era King size me hacían a un lado y empezaban el cachondeo:

¡Mámame la verga pinche sirvienta puta!

¡El puto eres tú! Pinche mecánico de mierda.

¡Callate! ¡Te voy a romper el culo con mi espada para que se te quite!

¡Dale! ¡Dale! A ver si es cierto, ¡Cabrón!

¡Te voy a coger como nunca te han cogido, hija de puta!

¡Ponle! ¡A ver si eres tan chingón!

Entre esas frases y otras igual de ofensivas, agresivas y calientes transcurría el acto sexual entre mi padre y mi madre. Esas fueron las primeras palabras o enseñanzas que llegaban a mis oídos cuando tenía 5 ó 6 años. Mi padre decía: esta mocosa chingada tiene el cuerpo muy desarrollado, pinta para una gran dama o para una gran puta, (voz de profeta, le atinó en lo segundo). A veces no se aguantaba y tocaba mis nalguitas ó le daba una pasada a mi conchita, mi madre le llamaba la atención: ¡Deja a la niña, hijo de puta!, ¡A la niña le gusta! Contestaba mi padre. En verdad, me gustaba que las manos de mi padre recorrieran mi trasero, tocaran cada nalguita y metiera sus dedos acariciando mi culito nuevo y mi rajita virgen. En la cama de mis padres aprendí mucho: chupaderos de culos, de panochas, de vergas; ensartaderas de garrotes en el ojete, en la panocha. Tanto insistía mi padre, que al calor de la cogedera, mi madre ya permitía que yo, pequeña, le diera chupaditas a la verga que destilaba leche. ¡Qué bien mama la cabrona! Decía mi padre. Ese escenario hacía que mi padre aventara y aventara, además de jadeos, leche y más leche. Yo no sabía que era presa de deseos sexuales prohibidos. Incesto. Se imagina doctora, abusar de mi, una niña, y a mi que me gustaba. Mi madre opinaba: si algún día habrás de mamar un garrote, qué mejor que empieces en familia, además, estás chupando la mejor verga de Francia.

A propósito, doctora, ¿Acaso nunca sintió el deseo de mamar la verga de un familiar como un tío, un primo, un hermano o su padre? Es más, ¿Nunca vio por accidente que entre familiares se cogieran, se mamaran o se agasajaran? Nunca se sabe lo que pasa atrás de las paredes, dentro del hogar, a la sombra de la noche, de la oscuridad, del rincón secreto, del espacio cubierto y de la complicidad de dos o más personas haciendo lo prohibido. Usted doctora, ¿A quién le mamó la verga por primera vez, a un familiar o a un desconocido? ¡Ehhh! ¿A quién doctora Nancy? ¿A quién?

¡TIEEEEMPO! ¡tiempo!

Señora Alondra, la veo la próxima semana.

Se acabó el tiempo de sesión.

CONTINUARÁ

Víctor

vicosdi7@prodigy.net.mx