El hijo de mi socio (2)
Martín tenía las mejillas ardiendo, y no se animaba a decir que su amigo quería arreglar un encuentro para que lo folláramos entre los dos
El hijo de mi socio (2)
La esbelta figura de Martín subía y bajaba rítmicamente, cabalgando en mi endurecida tranca. Los músculos de su pecho estaban tensos, y un fino sudor cubría su piel.
" Uuhh!. Sí chiquito, sí !."
El hijo de mi socio gemía con cada clavada de mi polla en sus entrañas que él mismo se prodigaba, apretando en cada bajada sus piernas contra mi cuerpo. Desde nuestro primer encuentro le había ido enseñando distintas posiciones para follar, y la jineteada sobre mi picha era una de sus favoritas.
Martín aceleró su vaivén, y jadeando entrecortadamente me anunció su inminente orgasmo.
" Voy a . . . acabar!! ."
Y así fue. La enhiesta polla del adolescente se envaró aún más, y latiendo desde la base comenzó a descargar violentos chorros de blanquísima leche sobre mi torso y mi cuello. Durante los segundos que duró la acabada Martín se mantuvo estático gimiendo muy suavemente, y después apoyó sus manos sobre mi pecho, respirando agitadamente. Y como siempre ocurría, su estallido de placer precipitó el mío, llevándome al clímax.
" Es mi turno, bebé !."
Mi verga se hinchó y comenzó a latir. Entonces sujeté al chico de las caderas, y bajándolo para enterrarle mi herramienta hasta la raíz comencé a descargarme en su delicioso hoyito mientras roncos gemidos escapaban de mi garganta.
Cuando llegó la calma Martín se recostó sobre mi pecho, untando su piel con su propia lefa. Entonces mis brazos rodearon su cuerpo grácil que una vez había sido mío, y mis labios depositaron unos besos cariñosos en su cabeza. Su joven corazón aún latía aceleradamente, presa del intenso momento vivido.
De repente, el chico volteó el rostro y me miró.
"¿Pasa algo?."
" Yo . . . quería decirte . . . es sobre Daniel. "
"¿Daniel?. ¿Qué Daniel?. Ah! ¿El compañero con el que "estudias"?" pregunté con sarcasmo. " Ese imberbe con el que debo resignarme a compartirte? " añadí fingiendo fastidio mientras levantaba una ceja.
Martín se sonrojó, tal vez porque algo en mí delataba que no todo ese fastidio era fingido.
" Psí. Bueno, él . . . él quiere conocerte ."
Me sobresalté. No estaba en mis planes que alguien más supiese acerca de mi relación con el mocoso.
" ¿Le hablaste de mí?!!. ¿Pero . . . qué le dijiste?!! ."
" No, no te preocupes. Le dije que te había conocido en el club, que me habías invitado a tu casa, y que . . . bueno, tú sabes . . .".
" Pero . . . ¿por qué le contaste?!! ."
" Es que . . . hace tiempo Dany dijo que le gustaría incluir a alguien más cuando follamos en su casa, y desde hace unos días viene insistiendo con la idea ."
Con esfuerzo disimulé mi sonrisa. A sus escasos diecisiete años el tal Daniel ya era un perversito, y evidentemente quería armar una fiesta en la que mi delicioso amante sería el plato fuerte, sin lugar a dudas. A mi mente vino la primera vez que Martín me habló de Daniel, el que lo había desvirgado, y de la forma en que lo follaba. Y como en aquella oportunidad, por mi cabeza comenzaron a desfilar imágenes de los dos adolescentes cogiendo con el frenesí propio de la edad, haciendo que mi verga se pusiese morcillona y cabeceara suavemente.
Ante mi silencio Martín me miró de reojo, y viendo que lo escuchaba con atención continuó hablando.
" Varias veces insinuó el nombre de uno de los chicos del gimnasio, pero a mí el tipo no me agrada demasiado. Fue entonces que le hablé de ti, y le dije que me sentiría más seguro contigo ."
" ¿Y él que dijo? ", pregunté cauteloso.
" Qué sí, claro. La idea de que fueras un adulto lo excitó mucho, y más aún después que me hiciera relatarle con lujo de detalles nuestros encuentros. Por eso quiere conocerte, para . . . bueno, ya sabes .". Martín tenía las mejillas ardiendo, y no se animaba a decir que su amigo quería arreglar un encuentro para que lo folláramos entre los dos. Pero mi mente completó la frase, y mi cipote reaccionó rápidamente ante esa perspectiva.
" Bueno, esto sería si tú quieres, claro . . .", agregó Martín casi en un susurro, mientras me miraba con una expresión de ansiedad en su bonito rostro. " Perdóname, sé que debí haberte preguntado antes de contarle sobre ti, pero por favor, no te enojes conmigo !."
Ah! Mi tierno mocoso!. ¡Cómo resistir a su expresión contrita ante el miedo de enfadarme por proponerme para participar de una orgía!. A sus dieciséis años conservaba comportamientos de un niño que me enternecían. Lo abracé nuevamente y rodé sobre la cama invirtiendo posiciones, poniéndolo de espaldas conmigo encima.
" No estoy enojado, chiquito. Y si eso es lo que tú quieres, pues está bien para mí también ."
Una sonrisa amplia iluminó el rostro del muchachito, despejando los nubarrones que habían oscurecido su expresión segundos antes. Eso bastó para que mi verga terminara de empinarse y buscara ansiosamente su camino entre las nalgas carnosas. Respondiendo al estímulo Martín abrió bien las piernas como yo le había enseñado, y gimiendo suavemente dejó que mi tranca se hundiese con urgencia en su hoyito húmedo y acogedor . . .
Dos días después, a media mañana, el teléfono sonó con el tono característica de una llamada directa. Atendí esperando escuchar a alguno de mis amigos reclamando por no tener noticias mías, pero en lugar de eso me sorprendió la voz de Martín. El chico sonaba algo excitado.
"¡¡Martín!!" exclamé en voz muy baja mientras me levantaba para cerrar la puerta de mi despacho. " ¿Desde donde me llamas? ."
" Desde el colegio ."
" ¿Algún problema? " pregunté preocupado.
" No, no!. Todo está bien. Te llamamos . . ."
" ¿Llamamos??. "
" Sí. Estoy con Daniel ."
Una oleada de sangre llenó mi miembro, hinchándolo y haciéndolo latir pesadamente.
" Verás, él dice si podemos encontrarnos hoy, aprovechando que sus padres van a regresar a su casa más tarde ."
" ¿Hoy??. Mm . . . sí, podría ser, pero ¿A qué hora?. ¡¡Es muy temprano!!. Bueno, no importa, ya me las arreglaré. Sí, está bien, dile que sí. Pero prefiero que ustedes vengan a casa ."
Escuché un breve cabildeo entre los muchachos, y luego la voz de Martín respondió: " Está bien, no hay problema ."
A partir de ese momento, y hasta las cuatro de la tarde en que me marcharía alegando un malestar estomacal, la ansiedad me devoró. No lograba concentrarme en nada, y mis ojos se desviaban ora al reloj de la pared, ora al de mi muñeca.
Por fin dieron las cuatro. Puse mi mejor cara de descompuesto (que constaté resultó creíble a juzgar por el listado de remedios que me recomendaron), y me fui a mi casa. Carcomido por una excitación que no lograba dominar ordené mi habitación dejándola lista para la función, y luego me di una ducha tibia para aflojarme. Poco a poco, casi todo mi cuerpo fue relajándose . . . a excepción de mi cipote que se empecinó en permanecer hinchado y a media asta.
Por fin, a las cinco en punto sonó el timbre de la puerta de calle, sobresaltándome a pesar de que esperaba escucharlo de un momento a otro. En dos pasos estuve junto al portero eléctrico, y cuando pregunté quien era la voz de Martín confirmó que los muchachitos habían llegado. Como era día de semana y todavía era temprano la puerta del edificio estaba sin llave, y pude franquearles la entrada desde arriba. Al cabo de dos largos minutos, sonó el timbre de mi departamento. Abrí la puerta despacio tratando de aparentar una calma que no tenía, y los muchachos entraron.
Como era de esperar, durante varios segundos Daniel y yo nos estudiamos atentamente en silencio. Yo me encontré con un adolescente un poco más alto y desarrollado físicamente que Martín, de cabello y ojos negros. Era un lindo pibe, y la mandíbula cuadrada y el cuello ancho le daban un aspecto sumamente viril. Con un solo vistazo era fácil comprender porque Martín había perdido la virginidad a manos de ese prometedor proyecto de hombre.
Mi inspección me dejó satisfecho y al parecer otro tanto le ocurrió a Daniel, porque cuando mis ojos se encontraron nuevamente con los suyos me regaló una sonrisa de complacencia.
" Bueno muchachos, por qué no vamos a un lugar más cómodo. Martín, tú conoces la casa: guíalo, que yo ya los alcanzo ."
Martín comprendió a que lugar me refería y se encaminó al dormitorio, seguido de Daniel. Yo podría haber ido junto con ellos, pero preferí que el nuevo compañero de placeres entrase en confianza y por eso me quedé en la sala. Claro que no pude resistir mucho tiempo, y al cabo de unos instantes me dirigí al cuarto seguro de que encontraría a los adolescentes en los preparativos de la faena amatoria. Sin embargo, cuando entré en la habitación los encontré a Martín sentado en la cama y a Daniel apoyado contra la cómoda.
" Pero . . . ¿qué sucede?!! ."
" Es que . . . decidimos esperarte " respondió Martín mientras Daniel asentía con la cabeza.
Evidentemente los mocosos me estaban asignando el papel de maestro de ceremonias, y la verdad es que la distinción no me disgustó para nada. Sonreí, y levantando suavemente a Martín de la cama lo atraje hacia mí, puse mi mano en su nuca y comencé a comérmelo a besos. Mis labios se pegaron a los del mocoso, y mi lengua empezó batallar ardientemente con la suya. Sin dejar tan deliciosa tarea comencé a desprenderle los botones de la camisa, bajándosela por los hombros para desnudar su torso. Después desabroché sus pantalones, y con movimientos lentos los deslicé hasta sus caderas dejando que cayeran al suelo. Luego hice otro tanto con el breve slip, y de esta manera quedaron al aire las carnosas nalgas de mi apetitoso chiquito.
Fue entonces cuando miré de reojo a Daniel, y no pude evitar sonreírme: el muchacho no había perdido el tiempo, y ya estaba completamente desnudo pajeándose con lentitud. Así pude apreciar que tenía un físico estupendo, con fibras que delineaban su fina musculatura. Su verga tenía un buen tamaño, y en la roja cabeza que su mano descubría cada tanto ya brillaban unas cuantas gotas.
Mediante señas le di a entender a Daniel que se acostase boca arriba en la cama. Después (no sin pena) interrumpí la sesión de besos, y mirando a los ojos a Martín le pregunté:
" ¿Tienes hambre, chiquito? ."
El mocoso sonrió, y asintió con la cabeza. Sabía que esa era la manera de pedirle que me comiese la polla, y con esa idea amagó a agacharse. Pero entonces lo detuve, y ante su mirada extrañada le dije:
" Me parece que Daniel tiene tu bocado a punto ."
Martín miró hacia la cama, y se encontró con su viril compañero abierto de piernas y con la tranca absolutamente endurecida, que el muchacho se encargaba de mover lentamente sujetándola de la base.
" Anda, ve! ", agregué mientras lo empujaba suavemente hacia la cama. " ¿O me vas a decir que no se te antoja? ."
Martín subió a los pies de mi cama, y gateando se acercó hasta la entrepierna de Daniel mientras el muchacho lo miraba ansiosamente. Por mi posición no vi cuando mi chiquito engulló ese falo agarrotado, pero a pesar de eso supe el momento exacto en que ello ocurrió por la expresión de placer indescriptible que invadió el rostro de Daniel.
Mientras los muchachos permanecían ocupados me quité la ropa, liberando de su dolorosa prisión a mi polla que había permanecido envarada desde el instante en que llegaron los mocosos. Después me ubiqué a los pies de la cama, y sin interrumpir la espectacular mamada con la que Daniel estaba siendo obsequiado, mi lengua se posó sobre el apretado hoyito de Martín iniciando un goloso masaje. El chico gimió de gozo, y acostumbrado a las acuosas caricias de mi apéndice relajó su esfínter abriéndolo como una flor. Era maravilloso ver que con tanto entrenamiento previo, bastaban unas incursiones de lengua para que el tentador agujerito quedase listo para ser disfrutado.
Miré a Daniel, y vi que seguía en el séptimo cielo haciendo esfuerzos para resistir el orgasmo. Entonces me le acerqué y le susurré al oído:
" El manjar está a punto. No lo hagas esperar !."
El chico asintió sonriendo, y retiró suavemente su cipote de la boca de Martín. Se puso de pie y se ubicó a los pies de la cama, y después de acomodar su picha entre las nalgas de su compañero se la insertó de una sola vez haciéndolo dar un respingo. Después empezó a bombear. Al principio se movía despacio, pero al cabo de unos segundos su pelvis golpeaba despiadadamente contra el carnoso culo de Martín. El follado dejaba escapar quejidos no exentos de dolor, y su esbelto cuerpo se sacudía con cada arremetida del follador.
La escena era excitante, pero evidentemente Daniel tenía demasiada energía y había que enseñarle a controlarla. Entonces me acerqué a Daniel, me paré detrás suyo y apoyé suavemente mis manos sobre sus hombros. Era la primera vez que mi piel rozaba la del enérgico adolescente, y ante el contacto el muchachito se sacudió como si hubiese recibido una descarga eléctrica.
" ¡¡Calma, calma!! ", le susurré al oído. " ¡Si te relajas vas a gozar más! ", agregué mientras le lamía el lóbulo de la oreja y le besaba el cuello. El chico cerró los ojos y gimió, y pude sentir como se le ponía la carne de gallina. Esa reacción me excitó muchísimo, y mi enardecida verga se empinó al máximo buscando refugiarse entre las duras nalgas del moreno adolescente.
" Martín es un peluche tierno que responde mejor a la dulzura. Déjame mostrarte cómo hacerlo ", agregué. Entonces ensalivé mis dedos, y muy despacio los deslicé en el cerrado esfínter de Daniel.
" No, pero yo . . . ".
" Shhh!. Confía en mí!. "
La cabeza de mi verga se acomodó sola frente al apretado orificio y comencé a empujar muy despacio, abriendo con sumo cuidado el anillo de carne hasta lograr que entrase todo el glande. Daniel se quejó, y yo me quedé quieto para dejar que el chico se relajase. Me di cuenta que no era la primera vez que ese culo iba a recibir una verga, pero probablemente ello no ocurriese muy a menudo por lo que debía avanzar despacio. Esperé unos instantes, y otra vez con suma lentitud empecé a enterrar el tronco de mi picha en esa retaguardia joven y firme. El canal que me recibía era aún más estrecho que el de Martín, y me apretaba la verga de una manera impresionante.
Sin prisa pero sin pausa mi cipote continuó adentrándose en esa cavidad caliente, hasta que finalmente quedó insertada en su totalidad. Hice un leve movimiento hacia atrás con la pelvis, y comprobé que el esfínter de Daniel estaba tan cerrado que mi verga no habría de zafarse fácilmente. Entonces acerqué mi boca al oído del chico y le dije: " Ahora voy a marcarte el ritmo ."
Tomé a Daniel de las caderas y empujé hacia delante, haciendo que el muchacho enterrase su polla hasta el pegue en el culo de Martín . . . y los dos adolescentes gimieron. Después me moví hacia atrás, arrastrando la pelvis de Daniel y haciéndolo sacar su tranca del culo de Martín casi hasta la cabeza . . . y de nuevo empujé hacia adelante.
Repetí el movimiento una y otra vez, sintiendo en cada arremetida como el hoyito de Daniel apretaba mi verga hasta dejarme al borde de la corrida. Para Martín fue como si yo lo estuviese follando, y su espalda comenzó a arquearse evidenciando el placer que estaba experimentando.
Poco a poco fui aumentando el ritmo, hasta que mi verga comenzó a resbalar en el culo de Daniel. Sí, el muchachito estaba entregado, y su esfínter ya se había dilatado por completo. Era el momento de variar el método, y tomándolo nuevamente de la cadera luego de una embestida le dije: " Quédate quieto un momento ". Entonces fui sacando despacio el tronco de mi verga, dejando sólo la cabeza incrustada en el culo del mocoso.
" Ahora bombea tú, pero suavemente .".
Daniel asintió, y empezó a mover su pelvis hacia delante y hacia atrás . . . enculando a Martín, y clavándose mi lanza en su culo.
" Esto está . . . buenísimo!! " dijo Daniel entre jadeos.
No sé cuanto tiempo estuvimos así. Sólo recuerdo que en un momento dado los tres estábamos gimiendo como posesos, desafiándonos para ver quien aguantaba más antes de correrse. Parecía que ninguno habría de aflojar por bastante tiempo, hasta que de repente Daniel gritó:
" No . . . no puedo contenerlo más!!. Voy a acabar!! ".
Entonces empujé de nuevo mi cadera hacia delante e incrusté mi tranca en el culo de Daniel, haciendo que la del chico se enterrase hasta la raíz en el hoyito de Martín. Casi al instante, Daniel empezó a dar roncos gritos mientras violentos espasmos sacudían todo su cuerpo. El chico se estaba descargando con alma y vida en Martín, y el hijo de mi socio gemía sintiendo como su esfínter se llenaba con la ardiente guasca de su compañero. Con cada sacudida Daniel contraía su ano y apretaba mi polla, provocándome sensaciones maravillosas.
Finalmente, cuando el fornido muchacho terminó de correrse saqué mi tranca de su culo, y él sacó la suya del de Martín. ¡Ah, qué imagen tuve entonces!. El arrugado agujero de mi chiquito estaba abierto, y latía visiblemente después de la intensa actividad a la que había sido sometido. De su interior comenzaba a escurrir la leche de Daniel, formando un hilo blancuzco y espeso que corría lentamente por la raya del ojete.
Martín giró la cabeza y me miró, y poniendo un gesto de súplica me dijo: " Por favor, dámela!! ."
¡Cómo resistir algo así!. Apoyé mi verga en ese agujero que la atraía como el imán al hierro y la enterré de una sola vez hasta los huevos, y después empecé a bombear. Daniel había regado las entrañas de mi chiquito con tanta lefa que el tronco de mi cipote se deslizaba con suma facilidad, dándome la sensación de estar follando una boca. Pero Martín estaba por demás estimulado, y sin poder controlarse después de unos instantes comenzó a eyacular copiosamente sobre mis sábanas.
Y claro, yo tampoco pude resistir más. Sentí como mi polla se hinchaba al máximo, y sujetando a mi chiquito de las caderas le dije entre jadeos la frase acostumbrada:
" Es mi turno, bebé!! ".
El orgasmo me hizo vibrar de los pies a la cabeza. Mi garganta dejaba escapar roncos gritos, y mi corazón latía a un ritmo impresionante. Cuando por fin me calmé, saqué muy despacio mi polla de su acuoso refugio, fascinándome otra vez con la vista del hinchado esfínter chorreando semen . . .
Dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno. En este caso no fue así porque hubiésemos querido seguir por horas, pero los chicos tenían que regresar temprano para no despertar sospechas y arruinar sus coartadas.
No había más remedio que despedirse, al menos por ese día. Primero se acercó Daniel, y dándome un beso en la mejilla me dijo:
" Gracias, la pasé bárbaro. Y además aprendí varias cosas ".
Sonreí, y tomándolo suavemente de la nuca le pregunté:
" Y . . . ¿puedo enseñarte una más? ".
Daniel asintió, regalándome una de sus bonitas sonrisas. Entonces llevé su boca a la mía, y le di un beso intenso en el que saboreamos nuestros labios y nuestras lenguas. Después me acerqué a Martín, que se mantenía callado a cierta distancia. Tenía una expresión algo seria, y me di cuenta que estaba un poco celoso.
" Ven aquí! " le dije tomándolo de la mano. " A ti ya no hace falta que te enseñe, verdad? ". El chico negó sonriendo con la cabeza, y durante unos cuantos segundos nuestras bocas se buscaron con ardor. Sin que pudiera evitarlo mis manos se deslizaron hacia sus nalgas, y ese solo contacto bastó para que mi verga comenzara a hincharse bajo mis pantalones. Tragué duro, y hablándole al oído le susurré:
" Y ahora vete, antes de que te secuestre! ".
Sé que me estoy condenando cada día más y más. Pero basta que mi conciencia empiece a morder para que las imágenes de mis encuentros con Martín irrumpan azuzando mi lascivia y ahogando todo pensamiento moralista. Y más desde esa tarde en que descubrí las delicias de compartir a mi chiquito.
Porque el cuerpo de Martín es un campo fértil para el placer . . .
. . . y yo no me canso de sembrar en él.