El hijo de los vecinos (4)
Vicente nos cuenta el final de esta historia que, como no podia ser de otra manera, desemboca en una orgía de padre y muy señor mío.
Hola a todos y a todas. Me llamo Vicente, aunque algunos ya me conoceréis como “el hijo de los vecinos”. Sobre todo aquellos que hayáis seguido esta mini serie desde el principio. Me toca a mí terminar de contar la historia puesto que tanto Natalia como Oscar y Celia ya os han ido adelantando los primeros episodios. Este que viene ahora es el mío y, además, es el último.
El otro día subí al dúplex de mis padres a echarle un vistazo porque ellos se habían marchado de vacaciones la noche anterior y no les gusta que la casa se quede vacía durante mucho tiempo. Para que os hagáis una idea, para mis padres, tres horas, es mucho tiempo. Llegué con la intención de echar un pequeño vistazo, comprobar que todo estaba en orden y marcharme pero, una vez en el jardín, me entraron ganas de aprovechar un poco la mañana y el buen tiempo que hace aquí siempre a principios de verano.
La cuestión es que, una vez que decidí quedarme un rato, me acomodé. Me desnudé, soy un naturista convencido al que le sobra casi siempre la ropa, regué las plantas del jardín y, por último, me acomodé en una tumbona a tomar un poco el sol con una cerveza fresquita hasta que llegara el momento de volver a mi casa con Celia, mi novia.
Ya sabéis que no bajé a comer y por qué, pero os cuento la historia desde mi óptica…
Estaba plácidamente en la tumbona cuando la vecina de mis padres se asomó desnuda al balcón de su dormitorio para hablar con su marido, que estaba en su jardín. Y, como os podéis imaginar, me fijé en ella. Era una chica treintañera que estaba tremendamente buena. Buenas tetas, vientre plano y de caderas anchas. Era, en definitiva, una curva tras otra y, a cada cual, mejor puesta. Encima no paraba de moverse en el balcón, como si estuviera jugando con la barandilla a acomodarse de diferentes formas, con lo que yo era incapaz de quitarle el ojo de encima porque estaba disfrutando de un espectáculo bastante morboso e interesante.
Cuando terminó de hablar con su marido, volvió a entrar en el dormitorio. En un principio creí que no me había visto porque, en ningún momento, miró hacia mi jardín ni se sobresaltó como sí que habría hecho en caso de descubrirme. Pero, sin embargo, al poco de meterse en su dormitorio llamó al fijo de la casa para hablar conmigo. Me dijo que sabía que la había estado mirando y que ella también me había estado viendo en todo momento y, a continuación, me invitó a que la espiara a través del seto que separa nuestros jardines.
Encontré donde acomodarme para poder verla y flipé en colores con ella. Estaba posando para que su marido le hiciera fotos y estaban hablando. No hace falta que os diga que estaban los dos desnudos y que la sesión de fotos no era inocente precisamente. La fantasía que estaban desarrollando para la sesión fotográfica era, atención, que ella se masturbaba a sabiendas de que la estaban espiando.
Después de ofrecerme semejante espectáculo, la vecina entró en mi jardín y se trajo a su marido. Y, como es de suponer, nos montamos una buena fiesta los tres. Follamos en el salón y en el dormitorio de mis padres mientras bebíamos y nos hacíamos fotos. Ella era súper ardiente y viciosa y él le seguía el ritmo. Supieron como hacerme pasarlo bien, vamos…
Pero es que aún hay más... Y es todo lo que pasó cuando me di cuenta de quién era ella y probé a meter a mi novia por medio a ver qué pasaba. Les invité a cenar esa misma noche en casa de mis padres y llevé a Celia. Me daba en la nariz que podía pasar algo sensacional…
Había reconocido a Natalia durante la sesión de fotos en su jardín. Una vez que lo hice presté más atención si cabe para confirmar que era la misma chica de la foto del tanga que yo había encontrado en una revista de decoración y que había utilizado como ejemplo visual para explicar la teoría del sexo como publicidad encubierta y/o subliminal. Lo era, no cabía lugar a dudas. Y, entonces, recordé una conversación que, sobre aquella foto, habíamos tenido Celia y yo. Una conversación tan morbosa y picante como lo es mi novia.
Por tanto, fue una grata sorpresa que la chica de aquella foto apareciera en nuestras vidas y, encima, de la manera que lo había hecho. Natalia era desinhibida y ardiente como Celia y, si las juntaba en la misma mesa a cenar después de lo que había pasado durante el día, igual la noche podía ser la guinda a una jornada de sexo inolvidable.
De momento la cosa iba bastante bien. Estábamos con las copas y las chicas acababan de meterse en la piscina en ropa interior. Bueno, Celia con tanga y sujetador y Natalia solo con un minúsculo tanga. Estábamos divirtiéndonos y dejándonos llevar. Durante la noche se habían contado muchas intimidades y, aunque nadie había hablado de sexo explícitamente, en el ambiente se podía intuir el morbo de una u otra manera. Era cuestión de tiempo que se prendiera la chispa para convertir la cena en una orgía o, al menos, así de caliente estaba yo como para suponerlo.
-Sabía que Natalia y Celia se iban a llevar bien… -empecé a decirle a Oscar que permanecía conmigo aún en la mesa de la terraza -¿Tú estás a gusto? -.
-¿Yo? ¡Yo estoy encantado! –comenzó a responder mientras se empezaba a preparar otro porro –Tu párate a pensar en el día que llevamos nosotros tres, ¿Vale? Luego nos invitas a cenar y nos presentas a tu novia que, además de ser buena gente, y con tu permiso, está como un queso. ¿Tú sabes la de salvajás que se me llevan pasando por la cabeza desde que hemos llegado? -.
Sonreí al comprobar que no era el único que estaba fantaseando.
-¡Chicos! –gritó Natalia desde el agua -¿Os dais un bañito? -.
-Termino de liar esto y voy –respondió Oscar.
-Pues dejadnos esto por ahí –.
Las chicas nos lanzaron su ropa interior desde la piscina a la mesa. ¡Se habían quedado desnudas en el agua! De manera que ya no éramos solo nosotros los que teníamos perversiones en la mente sino que, además, Celia y Natalia se sumaban al carro del morbo.
-No puedo trabajar bajo presión –exclamó Oscar con las manos ocupadas.
Nos echamos a reír mientras que él seguía a lo suyo tratando de no prestar atención a lo que podía estar pasando en la piscina. Aún así, cada dos por tres levantaba la vista y miraba a las chicas.
-Creo que debería ir a por la cámara de fotos por si acaso, ¿No te parece? –me comentó.
-Sí –contesté –tráetela. Que puede resultar interesante… -.
Solo de imaginar las fotografías que les haría a Natalia y Celia protagonizando una escena lésbica me puse a mil. Había alcanzado tal erección que necesitaba desnudarme cuanto antes para tirarme a la piscina a juguetear con las chicas. Luego lo pensé mejor y decidí desnudarme pero no ir al agua, al menos, no hasta que Oscar volviera. Así que entré a la casa, me quité la ropa y, para luego, saqué un par de toallas de baño.
Las chicas seguían en la piscina cubiertas con el agua hasta el cuello y parecían estar charlando porque las veía mover los labios pero apenas escuchaba nada más que leves susurros. Yo había vuelto a sentarme, pero ahora más cómodamente, para encenderme un cigarro y darle algún que otro trago a la copa mientras Oscar volvía.
Las observaba en el agua y estaba tentado de llevarme la mano a la polla al imaginar la de cosas que podrían estar pasando del agua. ¿De qué estarían hablando? ¿Le estaría contando Natalia algo de lo que había pasado hoy? Pues incluso así, en vez de preocupación, era morbo lo que sentía al imaginarme la reacción de Celia.
-¿De qué habláis? –pregunté dirigiéndome a las chicas.
-Pues… -empezó a decir Celia –bromeábamos con el hecho de que ya estás otra vez desnudo y que, curiosamente, las dos te hemos conocido estando así -.
-Sí –añadió Natalia –interesante la historia de la Sex party de Benalmádena… -.
-¿Le has contado todo? –le pregunté a Celia -¿O te has callado lo de Pili? -.
-¿Por qué me lo iba a callar? Fue el primer polvo que echamos los tres y estaba contándole toda la historia-.
-De hecho –interrumpió Natalia –cuando nos has interrumpido ya íbamos por cuando te fuiste a la ducha… -.
-¿De qué habláis? –Oscar llegó al jardín.
Se había desnudado y traía la cámara de fotos en una mano y, en la otra, lo que parecían un par de albornoces. Venía en dirección a la mesa.
-¡Ostias! –exclamó Celia -¡Qué buena polla gastas Oscar!... Nena! –se giró hacia Natalia -¿Cómo no me habías contado eso todavía? -.
-¡Coño! –respondió Oscar -¿Ya está la cosa así de calentita? ¡Qué velocidades! -.
-Tranquilo –le dije –Celia es así de espontánea cuando toma confianzas… Pero no siempre muerde –terminé de decir, además, con la doble intención de que Celia pudiera interpretarlo como un tirito.
Oscar llegó a la mesa y se sentó mientras que las chicas, después de habérsele quedado mirando, volvieron a bajar el volumen para cuchichear sin que llegáramos a escucharlas.
-Ahora que están a lo suyo y no nos oyen… –empezó a decirme Oscar –Celia… ¿Qué? -.
-Ya la ves… -comencé a responderle –dispuesta a apuntarse a un bombardeo… -.
-¡Chicas! –gritó Oscar y, al girarse para mirarle, les echó la primera foto -¿Podéis abrazaros juntando vuestros pechos y comeros sólo con la mirada? -.
-¿Y si no quiero? –contestó Celia insinuante.
-Venga… Va… -comenzó a decir Oscar mientras se empezaba a acariciar la polla –que luego te dejo que la pruebes… –.
Sin dar ningún tipo de rodeo Oscar acababa de disparar a bocajarro. Estaba claro que, antes o después, iba a suceder si teníamos en cuenta cómo estaba ya de calentita la noche. Pero me sorprendió que le diera a mi novia esa respuesta tan directa y, obviamente, mi expectación se multiplicó conforme, en milésimas de segundo, reaccioné y miré a Celia para ver cómo reaccionaba ella.
Se puso frente a Natalia y se levantó sacando las tetas del agua. Natalia se levantó también y cruzó sus brazos, que quedaban bajo el agua, por la espalda de Celia. Celia pasó sus brazos sobre los de Natalia y, como ella, cruzó las manos en la misma postura. A continuación se acercaron para terminar de oprimir sus pechos y empezaron a mirarse con tal lascivia que, poco a poco y sin darse cuenta, se les fue abriendo la boca a las dos y empezaron a asomar la puntita de la lengua por entre sus mojados labios.
Inevitablemente sus lenguas terminaron por rozarse y, cuando lo hicieron, se sonrieron y comenzaron a comerse la boca a mordisquitos. A continuación Celia pasó sus brazos bajo los de Natalia y, de un saltito, la rodeó también con las piernas cruzándolas por sus caderas. Entonces los picaros besos pasaron a convertirse en un autentico morreo y las manos empezaron a moverse recorriendo la piel de cada una con pasión.
Me imaginé como, debajo del agua, las piernas abiertas de Celia dejarían expuesto su sexo y como, seguramente, mi novia estaría haciendo todo lo posible por poder restregarlo contra el cuerpo de Natalia. Fuera del agua sus cuerpos eran lujuria desatada en un lascivo beso y me moría por ganas de saber qué estaba pasando debajo.
Oscar seguía haciendo fotos y yo decidí levantarme de la mesa y acercarme a la piscina para disfrutar más de cerca de lo que estaba ocurriendo dentro del agua.
-¡Metete! –me dijo Natalia –¿A qué estás esperando? -.
No lo dudé dos veces y me tiré al agua para, a continuación, acercarme a dónde estaban las chicas.
-Me ha contado Celia –continuó diciéndome Natalia –algunas de los comentarios que habéis hecho sobre mi “foto del tanga”… -.
-No sé qué te habrá dicho pero pido perdón si algo te ha ofendido -.
-¿Ofenderme? ¿Por qué? ¿Por decir que, si un día te cruzaras conmigo, no dudarías en llevarme a tu casa para que jugara con tu novia? ¿O porque te lo montarías conmigo sin dudarlo si tuvieras ocasión?... ¿Qué quieres que te diga, vecino? –continuó insinuante –Me parece que me calaste tan bien viéndome en una foto que resulta imposible no creer que no me hayas reconocido esta mañana. Más aún cuando, en un solo día, encima has conseguido hacer las dos cosas que dijiste que me harías…-.
El corazón me dio un vuelco en ese momento y mi cara me delató. Era evidente que sí que la había reconocido y, por otro lado, me asusté conforme pensé que Celia se acababa de enterar de que ya me lo había montado con Natalia.
-Te vas a librar –empezó a decirme mi novia –porque te dije que te lo perdonaría porque, yo en tu lugar, haría exactamente lo mismo… -.
Recordé la conversación justo en ese momento y, enseguida, visualicé el momento en que me lo dijo. En aquel momento lo último que nos podíamos imaginar es que llegara el día en que, alguno de los dos, conociera en persona a la chica de la foto del tanga y, por eso, nuestros comentarios eran tan desinhibidos. ¿Cómo imaginar que pasaría de verdad?
-Y porque… -continuó diciendo –ahora que he tenido oportunidad de conocerla, me gusta mucho más que cuando la vimos en la foto -.
Natalia respondió a ese halago acariciando el depilado coño de mi novia y posando la otra mano sobre su hombro para dejarla caer por el brazo.
-Supongo que no te importa que ahora juegue yo un poquito con ella… -terminó de decir.
-adelante –le contesté totalmente excitado.
Celia llevó a Natalia al borde de la piscina y la invitó a sentarse al filo con las piernas abiertas. La vecina siguió sus indicaciones y, fuera del agua con las manos apoyadas en el suelo, puso el coño al filo de la piscina para que Celia se pudiera acercar desde el agua a su entrepierna.
Vicente se acerco a su mujer pero con el objetivo de la cámara apuntando hacia Celia.
-Enséñame cómo lo haces –le dijo mientras se echaba la cámara a la cara.
Celia se situó de frente al coño de Natalia y, con suavidad, fue acercando su boca para pasar la lengua sobre el clítoris de la vecina. Primero le estuvo dando suaves lengüetazos mientras terminaba de situar las manos cogiéndose de sus muslos y, conforme encontró la postura más cómoda, no dudo en oprimir su cara contra el sexo de la vecina para llenarse la boca de coño.
Oscar no dejaba de encuadrar y disparar fotos. Yo veía la escena desde la espalda de mi mujer y no podía parar de acariciarme la polla por su alto contenido sexual. Natalia mantenía la cabeza erguida, mirando fijamente a Celia bucear entre sus piernas.
-Mira a Natalia… –le dijo Oscar a Celia –mira lo buena que está… Qué boca tiene, cómo te mira, mira que tetas tiene… Y es tuya!! Te la estás comiendo… estás saboreando su placer y está encantada de que lo estés haciendo… ¿A ti te gusta lo que haces?... Házselo saber, que se entere… -.
No sé que empezaría a hacer Celia con la boca pero, enseguida, Natalia comenzó a gemir y le empezaba a costar mantener los ojos abiertos y la cabeza erguida. Lo que sí que podía ver con claridad era cómo la tensión sexual se manifestaba en cada contoneo del cuerpo de mi novia. Estaba gozando de aquel momento como una posesa, totalmente entregada. Me encanta ver a Celia gozar así. En esos momentos, es capaz de hacer que me corra sólo con una mirada. Y debía estar mirando así a Oscar porque éste tenía una erección de caballo y no dejaba de hacerle fotos.
-Vicente… -Celia se separó del coño de Natalia para dirigirse suavemente a mí -¡Fóllame! -.
A continuación abrió las piernas para ponerme el culo en pompa y, con la cara de medio lado, me miraba mientras daba suaves pasadas con la lengua sobre el coño de Natalia. Me quedé mirándola unos segundos, embelesándome con su lascivo comportamiento que me ponía como una moto. Y, finalmente, me puse detrás de Celia, emboqué la polla y, lentamente, comencé a metérsela en su lubricado pozo del placer.
Me cogí de sus caderas y comencé a bombearla lentamente. Celia apretó sus manos en las piernas de Natalia y volvió a aferrarse a su entrepierna para seguir disfrutando de su sexo. Era inevitable que, con cierta rapidez, la cadencia de mis golpes de cadera alcanzara un ritmo casi de martillo neumático. Y no era solo por el placer de follar con Celia en esa postura en la piscina sino que, además, Celia estaba protagonizando una escena lésbica con otra chica que, como mi novia, estaba buenísima.
Cogí a Celia en peso con facilidad gracias a la acción del agua y, con sus piernas casi flotando, continué bombeándola con frenesí. Natalia comenzó a gemir con fuerza y, sorprendentemente, las dos chicas comenzaron a jadear a la vez poniendo de manifiesto que acababan de llevarse su primer orgasmo de manera conjunta.
Detuve los pollazos paulatinamente mientras que sujetaba a Celia ayudándola a encontrar nuevos puntos de apoyo. Posó los pies de nuevo en el fondo, apoyó las manos en el borde de la piscina y, lentamente, separó sus labios del clítoris de Natalia. Finalmente, y sin sacársela, comencé a acariciarle la tripa y el pecho mientras que ella, poco a poco, iba recuperando el aliento sin perder la excitación.
Natalia se levantó del suelo con la ayuda de Oscar y se fundieron en un apasionado beso acompañado de magreos varios por todo el cuerpo. A continuación Natalia se cogió con las manos del tubo de la ducha y sacó el culo para que Oscar la penetrara. El se situó tras ella y la penetró con facilidad. Tanto que, de un solo empujón, se clavó hasta el fondo y empezaron a follar…
Los vecinos, de perfil a nosotros, nos ofrecían una silueta a contraluz que era un auténtico espectáculo sexual en mi jardín. Oscar tenía sujeta a Natalia de las caderas mientras la bombeaba y ella, levemente echada hacia adelante y sujeta a la ducha, nos obsequiaba con el incesante bamboleo de sus tetas al compas de los pollazos de su marido y los adornaba con gemidos y con miradas lascivas que nos dirigía tanto a Celia como a mí. Parecía que le gustaba que la vieran follar y, sinceramente, nosotros estábamos encantados de hacerlo.
Celia había recuperado el aliento y, como yo, observaba la escena con interés desde el agua. Me acariciaba la polla suavemente y jugueteaba con su mano sobre mi piel sin dejar de prestar atención a lo que ocurría en el césped. Tenía la polla durísima y el roce de sus dedos me tenía loco.
-Salgamos del agua –me dijo.
No tenía claro cuáles eran las intenciones de mi novia pero, sinceramente, me daba igual. Estábamos inmersos en una noche de sexo desinhibido con otra pareja y, pasara lo que pasara, seguro que me iba a gustar.
Salimos de la piscina y Celia se quedó de pie de frente a Natalia mirando cómo se la follaba Vicente. Me situé junto a ella y estuve unos segundos observando el polvo de los vecinos hasta que Celia no pudo contenerse más y se acercó a besar a Natalia en la boca. Se trincó de la ducha de la misma manera en que lo hacía Natalia, abrió las piernas y, una vez acomodada, se llevó una mano al coño para acariciarse mientras seguía comiéndose la saliva de la vecina.
No dudé un segundo en acercarme al culo de mi novia y la volví a penetrar. Me agarré de sus caderas y le escupí en el ano para estimularlo con los dedos. No tardé en dilatarle el esfínter y, al poco, ya estaba colándole hasta el fondo mi dedo corazón. Celia movía el culo en movimientos circulares y comenzó a exhalar asfixiados gemidos que se perdían en la boca de Natalia.
-¡Qué rico debe estar eso que te están haciendo! –le dijo Natalia a Celia.
Mi novia se incorporó nuevamente y me sacó de sus entrañas. Se acercó a Vicente y comenzó a acariciarle la espalda y el culo hasta que su mano se coló entre las piernas de Natalia para sacarle la polla de su marido. Entonces, mientras sobaba al vecino, me miró.
-Házselo a ella –me dijo.
Mientras me acercaba a la vecina, Natalia le escupió en el culo y comenzó a acariciarle el ano. Cuando me situé tras Natalia, tenía el ojete dilatado y chorreaba de placer. La penetré como acababa de hacerlo con mi novia y, acto seguido, le metí también el dedo en esa caverna de la que emanaba tanta lujuria.
Mientras me follaba a Natalia, Celia se puso de rodillas delante de Vicente y no dudó en meterse toda su polla en la boca para empezar a mamársela. No sé que me causaba más placer, si sentir el sexo mientras lo gozaba con la vecina o si ver a Celia comiéndose una polla que no era la mía y hacerlo con esa naturalidad y ese vicio reflejado en la mirada.
Definitivamente terminó de cautivarme la mamada que Celia le estaba haciendo a Vicente y quise compartir con ellos ese momento. Descabalgué a Natalia y me acerqué al vecino y a mi chica, acercándole la polla a la boca. Celia, al verla llegar, no dudó en empezar a masturbarme y, posteriormente, comenzó a chuparnos la polla a los dos de manera alterna.
Celia estaba más puta que nunca. Os aseguro que nunca antes me había comido la polla con el ansia y las buenas artes que estaba utilizando en esos momentos. Sorbía con suavidad, deslizaba la lengua por los glandes y era capaz de colar la punta por nuestros orificios con facilidad. Y no cerraba los ojos… No hacía más que lamer y chupar mirándonos a la cara mientras se sujetaba con las manos de nuestras pollas. Estaba haciendo un candelabro tan espectacular que hasta Natalia no dudó en coger la cámara y fotografiarla en acción.
-Si te abres de piernas mirando hacia mí, podría correrme de verte –le dijo la vecina.
Celia se puso de cuclillas con las piernas abiertas de frente a Natalia sin soltarse de nuestras pollas y, una vez acomodada, continuó comiéndoselas y mirándonos a todos con lujuria. Natalia se sentó sobre el césped con las piernas abiertas y flexionadas para poder apoyar los codos en las rodillas y tener así más estabilidad para seguir haciendo fotos.
De nuevo la escena era altamente excitante. Por un lado Celia se encontraba de cuclillas entre nosotros de manera que, si bajaba la vista para mirarla, su cuerpo desnudo era puro pecado iluminado, por detrás, por la tenue luz que llegaba desde el salón y, por delante, por el flash de la cámara cada vez que Natalia disparaba una foto. Pero es que, además, por otro lado estaba Natalia…
Natalia era pura desinhibición, deseo y provocación. Sentada de aquella manera exhibía por completo su empapado coño asomando sobre la hierba. Cuando se echaba la cámara a la cara no podía parar de relamerse y morderse el labio inferior y, después de cada foto, miraba la pantalla y sonreía con lascivia. De vez en cuando tardaba un poco más de la cuenta en volver a disparar porque no podía evitar llevarse la mano a la entrepierna y acariciarse mientras nos miraba fijamente las pollas.
-Ven a probarlas –le propuse.
Se levantó del césped y se acercó con la intención de ocupar la misma posición que estaba ocupando Celia. Mi novia se levantó, besó en la boca a Natalia, cogió la cámara y se cambió los papeles con la vecina. Natalia, por su parte, nos cogió de la polla a los dos, me besó en los labios y, tras besar a continuación apasionadamente a Vicente, empezó a lamerle el cuerpo hacia abajo a la par que se iba poniendo de cuclillas hasta llegar a la altura de nuestros sexos.
Comenzó a chuparlas de manera alterna, pringándolas en saliva. Luego nos dejó a los dos el capullo al aire y los estuvo lamiendo y golpeando con la punta de la lengua. A continuación estuvo masturbándome mientras, durante un buen rato, le hacía una mamada a Vicente y, finalmente, invirtió los papeles y se centró en hacerme una comidita inolvidable.
Mientras Natalia se cebaba con mi polla, Oscar se acercó a por mi novia y se fueron hacia la mesa en la que nos habíamos tomado las copas. Celia apoyó las manos en el filo de la mesa y, de culo, abrió las piernas para que Oscar se la follara.
El vecino la cogió por las caderas y empezó a bombearla tirando de Celia hacia sí con las manos. El bamboleo de sus tetas era tan cautivador como lo habían sido antes las de Natalia, que seguía chupándome la polla de una manera insuperable. Ni siquiera Celia la chupaba así de bien.
Oscar tumbó a Celia boca arriba sobre la mesa con el culo en el filo y le levantó las piernas antes de volver a penetrarla. A continuación mi novia comenzó a gemir de una manera tan escandalosa que su desenfreno contagió a mi lujuria y comencé a embestir con más pasión a Natalia agarrándome fuertemente de sus caderas.
Inevitablemente la curiosidad morbosa nos llamaba la atención y, mientras follábamos como posesos, no podíamos evitar hacerlo prestando atención a lo que estaba pasando en la mesa. Era tan excitante la escena de Oscar y Celia que, de inmediato, los dos sentimos las necesidad de querer probarla y nos fuimos también hacia la mesa.
Natalia se tumbó junto a Celia en la misma postura y levantó las piernas como un pollo mirando lascivamente a su marido. Yo iba dispuesto a volver a metérsela a Natalia pero ella solo necesitó hacer un gesto para que yo comprendiera que quería correrse follando con su marido. Era un buen final, desde luego. Follárnoslas ahí mismo, a la vista y sobre una mesa, y una junto a la otra… Así que me acerqué directamente hacia Celia para probar la postura mientras que Oscar ya la abandonaba para penetrar a su mujer.
Empezamos a cabalgar a nuestras chicas y pronto comenzamos a gemir los cuatro. Estaba mirando a los vecinos cuando vi que Oscar dejaba caer una lágrima de saliva que apuntaba directamente hacia el clítoris de Natalia. Cuando cayó la vecina gimió y, a continuación, Oscar comenzó a frotarle el clítoris con la punta de los dedos mientras seguía follándosela.
Al ver la fogosa reacción de Natalia comprendí los anteriores jadeos de mi novia. ¡A mí nunca se me había ocurrido hacerle eso! En seguida empapé su clítoris en saliva y comencé a frotarlo con los dedos. Efectivamente, Celia comenzó a jadear como una perra tal y como lo había estado haciendo antes con Oscar. Me puse tan cachondo de verla que la lascivia me fue llevando a cambiar la velocidad por lujuria, reduciendo el ritmo de penetración pero dotándolo de placer en un sentido amplio.
A estas alturas el polvo estaba resultando fascinante. Los cuatro estábamos desatados y nos dejábamos llevar por la lujuria para saciar nuestro apetito de sexo. Gemíamos, cruzábamos miradas… follábamos en grupo…
Celia comenzó a correrse escandalosamente. Sus jadeos y gemidos podrían escucharse desde la calle pero le daba exactamente igual. Imagino que, aunque quisiera, tampoco podría controlarlos. La sujeté con fuerza de la pelvis y la apreté contra mí para llegar lo más dentro posible de su interior y detuve pausadamente el movimiento de mis dedos sobre su clítoris mientras ella daba los últimos espasmos y comenzaba a relajar la cadera. A continuación saqué la polla de su coño y me masturbé con la intención de eyacular sobre su tripa.
Me la sacudía con tal brío que poco tardé en sentir como estaba a punto de alcanzar el orgasmo. Pero calculé mal y, con el énfasis y el calentón, mi corrida no sólo cayó sobre el vientre de mi chica sino que, además, también salpicó en la cara de Celia y en la de Natalia. La vecina, al sentir el lefazo sobre su piel, comenzó a gemir también como si no pudiera resistirse más y, en un par de segundos en los que no le quito la vista de encima a Oscar mientras que ella se relamía mi corrida, comenzó a correrse con la misma exageración y despreocupación con que acababa de hacerlo Celia.
Oscar sacó la polla del interior de Natalia y, como acababa de hacer yo, comenzó a sacudírsela para correrse encima de su mujer. Le salpicó todo el cuerpo. La tripa, el pecho, la cara y aún le quedó un segundo espasmo con el que disparar sin piedad sobre la cara de mi novia. Se detuvo para recuperar el aliento y, tras hacerlo, los cuatro nos quedamos exhaustos e inmóviles durante unos segundos.
-Ahora sí que nos vendría bien un bañito para terminar de relajarnos… -dijo Celia.
-Si, pero no os mováis aún –replicó Oscar.
El vecino cogió la cámara de fotos y se plantó frente a las chicas que, al verle, no dudaron en posar por última vez para una foto que dejara constancia de lo maravillosa que había sido la experiencia. Después, y con el ambiente mucho más calmado, nos incorporamos y nos metimos en el agua para darnos un bañito recuperador.
La noche continuó hasta las mil sentados de nuevo a la mesa, con nuestras copas y hablando de temas triviales como dos parejas de amigos que quedan para cenar una noche de sábado cualquiera. Fue una gran experiencia y, aunque no hemos vuelto a repetirla, esa noche sirvió para entablar una sana y verdadera amistad con los vecinos de mis padres.