El hijo de la vecina

Mi mujer se coge demasiadas confianzas con el hijo de la vecina y este se la acaba follando con su consentimiento. Relato ilustrado con fotos.

El hijo de la vecina

Aquella mañana no me encontraba muy bien así que después de dos horas en el trabajo le pedí a mi jefe de irme a casa para recuperarme. Tenía ganas de llegar a casa y poderme estirar en la cama para recuperarme de la gripe, sabía que mi mujer estaría en casa y le pediría que me hiciese un buen zumo de naranja y me diese el medicamento.

Cuando entré en casa me extrañó no encontrar a Ana en la cocina, pensé que quizás había salido a comprar y me lamenté de no haberla llamado para que estuviese en casa.

Cuando iba a la habitación puede oír lo que parecían ser unos gemidos que provenían del salón, al principio pensé que debía ser alguna película, pero a medida que avanzaba por el pasillo pude reconocer que ¡los gemidos de placer eran de mi mujercita! Me fui acercando sigilosamente temiendo lo que podía encontrarme, cuando llegué a la puerta vi a mi mujer completamente desnuda encima del sofá masturbándose de una manera salvaje.

Nunca la había visto de esa manera y eso me estaba poniendo muy cachondo. Ana estaba completamente abierta de piernas y su mano no paraba de estimular su clítoris. Parecía como si estuviese deleitando a un espectador imaginario con aquel espectáculo. Estaba totalmente fuera de control, con lo ojos entreabiertos no paraba de jadear y sonreír, yo estaba totalmente empalmado y ya ni me acordaba que estaba enfermo. Casi me corro cuando con una cara de vicio increíble sacó la lengua y dijo en voz alta:

-          ¿Te gusta lo que ves cabrón?

Pensé que me había visto y estuve a punto de saltar sobre ella para follármela allí mismo, pero me quedé petrificado al ver como su mirada se dirigía directamente al enorme ventanal de la estancia.

Me di cuenta enseguida que no me estaba hablando a mí, sino que su mirada de putita salida se la dirigía a un espectador que no era yo. Lo que dijo a continuación no me dejó lugar a dudas de que alguien más estaba participando en aquel juego:

-          Vamos nene, sigue con tu paja que estoy a punto de reventar.

Me situé al otro lado de la puerta para poder ver quien estaba ahí, y mi sorpresa fue ver como al otro lado de la ventana, en el piso de la vecina de enfrente estaba el hijo de puta de su hijo completamente desnudo y ¡¡¡haciéndose una paja delante de mi mujer!!!

Ana estaba totalmente poseída por el placer y ahora no paraba de subir y bajar sus caderas como si aquella polla juvenil estuviera insertada en su coño, follándola sin piedad. Sus gemidos se habían convertido en gritos de placer y sus palabras iban subiendo de tono:

-          Joder cabrón, que caliente que mes has puesto, me vas a hacer correr…. Ummmmm….. Ohhhhhhhhh…….

Yo no podía dar crédito a lo que estaba viviendo, mi querida Ana allí expuesta, pajeándose como una colegiala delante de otro hombre y totalmente entregada, el cabrón del hijo de la vecina no perdía ni un detalle de aquel espectáculo mientras se cascaba una enorme paja y dirigiendo aquel trabuco en dirección al depilado coño de mi mujer.

-          Ohhhhhh, siiiiiiiii, que me viene, no pares, no pares, joder que me muero…. Ahhhhh,   siiiiiii, Ohhhhh,  Ahhhhhh.

La muy puta se había corrido delante de aquel cabrón que ahora también se estaba corriendo, esparciendo toda su leche por la ventana de su piso mientras mi mujer, recuperándose de la corrida, no dejaba de observarlo con cara de vicio.

En ese momento se fue hacia la ventada y sobándose sus excitadas tetas se puso a lamer el cristal como si estuviese saboreando la espesa corrida que se había pegado el cabrón del vecino. Después de esto cerró las cortinas y se empezó a vestir. Aproveché ese momento para volver a la entrada de casa y hacer como si volviese a entrar pegando un fuerte puertazo para que me oyese. Bajó inmediatamente y me preguntó que hacia allí a lo que yo respondí, aún sin saber por qué, que me sentía mal y que me iba a la cama sin comentarle nada de lo que había visto hacía unos minutos. Ella tampoco comentó nada, pero sus erectos pezones no podían ocultar lo excitada que estaba.

Así pasaron los días, siempre que podía observaba los encuentros que teníamos con el hijo de la vecina, y si su actitud de antes ya era molesta, por las continuas miradas lascivas a mi inocente mujer, ahora directamente la desnudaba con sus ojos sin importarle un pimiento si yo estaba presente, dedicándole todo tipo de piropos, alguno de los cuales era ya insultante para mi persona. La actitud de mi mujer, lejos de pararle los pies, lo incitaba con sus continuas sonrisitas i miradas de complicidad. Esto no hacía más que animar a ese pedazo de cabrón, que se atrevía incluso a tocar disimuladamente el culo y las tetas de Ana siempre que tenía ocasión. Una vez, en una reunión de propietarios, mientras estábamos discutiendo uno de los temas del orden del día mi mujer se levantó para ir a la mesa donde había las bebidas y el picapica que siempre preparábamos para amenizar las reuniones. Entonces pude ver cómo, mientras todos estaban enfrascados en la discusión, se levantaba también el vecino y acercándose por detrás de mi mujer y creyendo que nadie les observaba, le clavó su entrepierna en medio de su precioso culo mientras con su mano aferraba con fuerza las caderas de mi mujer para impedir que se despegara de su empinado miembro, no contento con eso, la otra mano se colocaba encima de su pecho mientras le susurraba alguna cosa al oído. Mi mujer, que en ningún momento hizo intención de separarlo, le dedicó una pícara sonrisa y al cabo de un rato se separó de él para volver a mi lado.

Yo no sabía hasta donde había llegado aquello, pero como descubrí más tarde, todo lo que había visto era el principio de lo que pasó después y que relataré a continuación.

Un día coincidimos en el ascensor mi mujer, yo y la madre del cabrón aquel. Me sorprendió muchísimo oír decir a la vecina que le agradecía mucho a mi mujer que fuese a ayudar a su hijo en preparar los exámenes, ya que era un bala-perdida y no tenía ningún interés en los estudios y después de insistir mucho lo había convencido para recibir clases para ver si esta vez podía pasar de curso y no repetirlo como el año anterior. Mi mujer le contestó que no era nada, y que no era ninguna molestia ayudar a su hijo a aprobar los exámenes. Por la conversación puede deducir que la primera clase de recuperación sería esa misma tarde en nuestra casa. Eso no lo podía permitir, a saber qué es lo que haría ese depravado si estaba solo con Ana. Con lo cual llamé a la oficina para decir que estaría toda la tarde fuera en la visita de un cliente para poder estar presente mientras le daba clases. Pero como más lo pensaba más caliente me ponía saber hasta dónde podría legar Ana, una cosa era masturbarse a distancia y otra muy diferente era follarse al hijo de la vecina. Sin decir nada a mi mujer, después de comer, le dije que me iba y cogí el ascensor para irme, pero después de llegar a la planta baja, volví a coger el ascensor y paré en el piso de arriba al nuestro (y de la vecina). Me quedé allí un buen rato a la espera de que el hijo de puta llamara a mi puerta para que mi mujer le hiciese clases de repaso.

No pasaron ni 15 minutos que ya estaba llamando a la puerta de casa. Al poco rato salió mi mujer y pude oír como Ana le decía que pasase y que fuese a la cocina que podrían estudiar en la mesa que teníamos allí. Desde el piso de arriba podía ver perfectamente la escena y me quedé de piedra cuan vi salir a mi pobre mujer vestida con el vestido más provocativo que recordaba. Era un vestido de una pieza con la falda que apenas cubría su hermoso culo y dejaba todas sus piernas al descubierto. Pero lo peor era que la parte de arriba del vestido apenas cubría la parte delantera de su cuerpo, dejando toda la espalda al descubierto. Ni que decir tiene que no llevaba sostén y empezaba a sospechar que la muy puta tampoco llevaría bragas. Al vecino casi se le saltan los ojos al verla de ese modo, y sin perder detalle en el cuerpazo que ante él se insinuaba sin dejar mucha cosa a la imaginación, entraron dentro de casa. Enseguida bajé sigilosamente por la escalera y esperé a oírlos para entrar sin hacer ruido. Las voces provenían de la cocina y yo me acerqué con sigilo para poder observar lo que allí sucedía. La cocina era de tipo office y estaba pegada al comedor, yo me situé en el aseo que se encontraba delante de la cocina desde donde podía ver toda la escena, la mesa donde siempre comíamos queda justo en frente del baño que al estar a oscuras me permitía verlo todo sin poder ser visto.

El vecino había traído una bola del mundo y unos libros de geografía, y habían empezado a repasar los temas. Mi mujer le señalaba las diferencias entre meridanos y paralelos, mientras podía ver perfectamente como el vecino se iba acercando a mi mujer sin dejar de mirarla.

Ana que podía notar como el no perdía detalle en su cuerpo sin prestar atención a sus explicaciones, le decía:

-          Oye Pablo, ¡que los meridianos están en la bola!

A lo que el muy cerdo le respondía:

-          Joder, Anita que buena estás, al fin podemos estar solos para poder continuar donde lo dejamos el otro día.

Mi mujer, sin mucha convención, le contestaba:

-          Venga, que tenemos que repasar esto, que sino no vas a aprobar.

-          Tienes toda la razón, tenemos que repasar esto, y te juro que lo voy a repasar de arriba abajo.

Le decía él mientras no paraba de mirar la entrepierna a Ana para ver si podía volver a ver el depilado coño de mi mujer. Ella intentaba centrar a aquel adolescente salido, pero sin demasiado éxito:

-          No seas pesado Pablo, lo que viste aquel día fue un error.

-          Venga Ana, déjamelo ver al menos una vez más, para que me pueda hacer otra paja a tu salud.

-          No seas grosero Pablo, ¡que soy una mujer casada!

-          Sí, sí, una mujer casada pero que se masturba delante de su vecino mientras babea viendo como una polla que no es la de su marido se corre por su culpa. –Mientras se acercaba para besarla en la mejilla.

Mi mujer, a la que podía ver muy excitada, se hacía la estrecha, pero sin convencer a nadie.

-          No sigas Pablo, por favor, que diría tu madre.

-          No sé lo que diría al saber que tiene una vecina tan guarrilla.  Mira cómo te has vestido, ¡seguro que no llevas bragas!

Mi mujer ante la insistencia de aquel salido se inclinó ligeramente hacia atrás de la silla, momento que el aprovechó para inclinarse hacia la entrepierna de Ana.

-          Vamos déjamela ver solo un momento.

Ella tapándose como podía con la corta falda le decía que parase. Él con una mano ya encima de la desnuda pierna de mi mujer intentaba separar las piernas de Ana y subirle la falda mientras ella se lo impedía.

Él aprovechaba para acariciarle el interior de su muslo intentando excitarla para destruir su resistencia. Cuando Ana le apartaba la mano él se la colocaba entonces en la base de su pecho. Podía ver como Ana se mordía el labio inferior en una clara señal de que se estaba poniendo muy cachonda.

En este continuo acoso la falda de mi mujer ya había subido demasiado y la mano de Ana era ahora la única cosa que tapaba su coñito desnudo. Su pezón derecho ya asomaba también fuera de la protección del vestidito.

-          Joder Ana que buena que estás, déjame verlo solo una vez más, y te prometo que paro.

En ese momento Pablo echó para atrás la silla donde estaba sentada mi mujer y con el consentimiento de ella le apartó la mano de su coño para dejar a la vista de aquel cabronazo su depilado coño.

-          Qué precioso coño que tienes. -le decía mientras con sus manos iba acariciando los muslos de mi mujer acercándolos cada vez más hacia esa gruta.

Mi mujer permanecía quieta, expuesta de aquella manera delante de otro hombre. Uno de sus dedos rozó fugazmente los labios de Ana, con lo que ella dio un pequeño salto, pero sin apartarlo. Al ver que ella se dejaba empezó a entrar un dedo en aquel coño que ya estaba húmedo por la calentura que llevaba mi mujer.

Entonces él se agachó y abriéndole más las piernas, empezó a lamer aquel coño que hasta aquel momento había sido solo mío.

Primero fueron pequeños lametones que encendían la calentura de Ana, ella cada vez más expuesta se había acostado totalmente para dar libre acceso a ese hijo de puta.

Los lametones se turnaban con un hábil dedo que entraba y salía sin dar tregua del coño de Ana. Ella, mientras con una mano facilitaba el acceso a su húmeda grieta, con la otra le agarraba fuertemente de la cabeza para que no parase en su inspección vaginal. Por su boca ya empezaba a salir algún que otro gemido cada vez que el dedo de Pablo se introducía dentro.

Cuando Pablo se dio cuenta de lo cachonda que estaba mi mujer, se levantó y le dijo:

-          Ahora te toca a ti putita. Quiero que tu misma me saques la polla y que te la comas toda. Se que lo estás deseando.

Para mi sorpresa Ana no dijo ni mu mientras él se levantaba, e incorporándose en la silla se fue directa a sobar aquel enorme bulto que ahora se mostraba ante ella. Le bajó los pantalones y una juvenil polla apareció ante ella. Empezó tímidamente a masturbarlo, pero enseguida se metió aquella tranca en su boca y empezó a lamerlo. Él con su mano acompañaba a la cabeza de mi mujer mientras su boca se tragaba aquel instrumento. Ana no paraba de comerse aquella polla, lamiéndola sin parar mientras con una cara de puta viciosa que no le había visto nunca miraba fijamente a aquel tío que veía como su polla desaparecía dentro de la cálida boquita de Ana.

Así estuvo un buen rato, yo no podía creer lo que veía ni lo que oía:

-          ¿Te gusta mamar mi polla, eh guarra?

-          Venga cómetela toda, ohhhhh, ¡Qué bueno! Que lengua de puta mamadora que tienes, joder. Ufffffffff…..

-          Ohhhhh, me he hecho más de cien pajas pensando en este momento, ufffffff, dale… dale….

-          Para zorra, que no me quiero correr aún. Venga enséñame tu culo como la perra que eres que te voy a follar.

Mi mujer se puso entonces de cuatro patas encima de la silla y con el culo en pompa acercó su húmedo coño hacia aquel manubrio que babeante se dirigía hasta su entrada.

-          Ohhhhh, despacio cabrón, ohhhhhh.

Pablo empezó un mete saca pausado, metiéndole a cada embestida un poco más de aquel tarugo, hasta que su polla entró hasta el fondo de mi mujer.

-          ¡Como me gusta esto puta!

-          Ohhh, no pares….  Sigue, ahhhh.

El ritmo iba aumentado poco a poco y también aumentaba el movimiento de cadera de Ana para aumentar el placer que aquella tranca le provocaba. Ya sin ningún complejo por follarse a la mujer de su vecino, empezó a darle cachetes en el culo de mi mujer mientras con la otra mano se apoderaba de las pequeñas tetas de Ana. Yo podía ver perfectamente como su enorme pezón estaba excitado al máximo.

Parecía que aquel cabrón se iba a correr de un momento a otro dentro de mi mujercita, pero sacando la polla del coño hambriento de Ana, le ordenó estirarse en la mesa para podérsela follar viendo su cara de placer.

-          Ven aquí, guarrilla, quiero que me mires mientras te follo encima de la mesa donde comes con el cornudo de tu marido.

De un fuerte golpe la penetró mientras le deshacía el lazo del vestido para poder gozar de aquellos pechos viciosos.

Sus aureolas estaban tan abultadas por su excitación que parecían las tetinas de los biberones. Él no paraba el bombeo frenético, entrando cada vez más aquel miembro en el coño de Ana, las embestidas eran cada vez más violentas y mi mujer intentaba en vano que aquel ariete no le entrase hasta el fondo.

-          Ahhhhh, ten cuidado hijo de puta, Ahhhhh, Ahhhhhh.

-          No te quejes tanto puta, se nota que tu marido tiene una pequeña polla que no te llena.

-          Por favor no pares, no pares, ohhhhhhh, que me viene, ohhhhhh, ohhhhh,  ahhhhhh….

Ana se había corrido con la polla de otro tío en sus entrañas. Se apartó de él para poder recuperarse, mientras este le decía:

-          ¡Mira que eres puta! Tú te has corrido y ¿te piensas que me voy a quedar así? Venga ven y chúpamela. - le decía mientras él se sentaba en la silla y arrodillaba a mi mujer que se dejaba hacer sin objeciones.

Al cabo de unos instantes él le volvió a ordenar que se sentara en su miembro. Ana se levantó y dejando caer el vestido se quedó complemente desnuda delante de aquel cabrón que poniendo de espaldas a mi mujer la hizo sentarse en su enhiesto miembro, dejándome una perfecta visión de mi mujer desnuda mientras era follada por otro tío, ¡parecía que el cabrón supiese que yo les estaba mirando!

Mi mujer empezó a botar encima de aquel miembro que veía aparecer y desaparecer dentro de su coño que hasta hacía solo unos instantes había sido solo mío. Mientras subía y bajaba, sus pechos iban rebotando y las manos de Pablo se entretenían en jugar con los pezones Ana.

-          Vamos, como me estas follando guarra, parece que no habías tenido polla en años.

Ana sólo se limitaba a suspirar y jadear al ritmo de las embestidas. Cuando parecía que se volvería a correr el muy cabronazo paró en seco y le dijo:

-          Ahora que te he follado bien, vamos a acabar lo que dejamos a medias el otro día. Quiero que te masturbes mientras me pajeo delante de ti hasta que me corra encima de tu coño.

Ella se sentó en la silla y empezó a masturbase mientras el delante de ella se hacía una monumental paja. Al poco rato se empezó a correr mientras dirigía su polla al coño de Ana que quedó bien empapado de leche.

-          Bueno parece que le hemos dado un buen repaso al tema. Y esta ha sido sólo la primera clase. Creo que esta asignatura me va a gustar.

El cerdo recogió sus cosas se vistió y se fue dejando a mi mujer allí tirada, desnuda, satisfecha y llena de los restos de Pablo.