El hermano invisible
Mi mejor amiga, Hanna, y yo le hacemos una broma a mi hermano pequeño, Francis.
-Imagínate hacerle eso a alguien.- Me comentaba Hanna. Al parecer había leído algún tipo de broma en una revista, y conociéndola seguro que querría ponerlo en práctica. -Oye... ¿Porque no se lo haces a tu hermano?- Me preguntó llamando mi atención.
-¿Mi hermano?- Le pregunté extrañada.
-Sí. Así te ríes de él un rato, jajaja...- Se rio. -Házselo y mañana me cuentas.- Me medio obligo al verme dudar. Sabía que lo haría solo por no escucharla más.
Hanna es ese tipo de chica hiperactiva y extrovertida que no le importa nada lo que piense el resto de ella. Yo por el contrario no soy así, por lo menos con la geste desconocida. Somos casi los polos opuestos. Mientras que yo tengo el pelo a la altura del inicio del cuello, liso y de color negro con brillo morado, los ojos de un marrón oscuro, poco pecho y suaves curvas, ella es rubia con el pelo ondulado, aunque cortado a la misma altura que el mío, de ojos azules, con mayor pecho, igual que sus curvas.
Los que nos conocen, saben que somos muy amigas, casi como hermanas. Pero los que no nos conocen, ven en nosotras un par de lesbianas. Y hay que añadir que parte de razón tienen. A las dos nos gustan las mujeres, pero también los hombres.
Una hora más tarde, siendo las ocho de la tarde, nos despedimos y me dirigí hacia mi casa. A mis veintitrés años, seguía viviendo en casa de mis padres, pero ya me faltaba poco. Estaba por terminar mis estudios y había conseguido ahorrar una buena cantidad, para poder independizarme.
Cuando llegué a casa, me quedé quieta en la puerta. Había recordado de golpe la broma que Hanna quería que pusiera en práctica con mi hermano menor. Respiré hondo y como si nada pasará abrí la puerta y entré. A diferencia de los adinerados padres de Hanna que tenían un pequeño chalet, los míos tenían un piso en lo alto de una torre de la ciudad. A decir verdad era bastante amplio y las vistas eran impresionantes.
-Hola.- Saludé al entrar en casa. Avancé por el pequeño pasillo que hacía de hall y vi que venía luz desde el salón. Supuse que sería mi hermano ya que nuestros padres regresan tarde trabajar. Volví a respirar hondo y entre en el salón. -Este Francis... se ha dejado la tele puesta.- Comenté en alto cogiendo el mando a distancia y apagándola.
-¿Pero qué haces Mel?.- Se quejó mi hermano. Como si no estuviera allí, me di media vuelta y me marché. -Que ostias...- Grito Francis detrás de mi. Entonces me agarró del brazo y yo me solté y me giré asustada.
-¿Quien esta ahí?- Hice temblar un poco la voz, para darle más realismo y me puse a mirar a todos lados.
-¿Mel?- Preguntó Francis agitando su mano frente a mí, a lo que yo hice caso omiso y seguí con mi farsa. -Eeeeeoooo...- Francis parecía empezar a desesperarse. Entonces realicé un gesto con el que parecía comprobar que lo ocurrido eran imaginaciones mías y seguí de camino a mi cuarto. -Veamos si esto es real.- Dijo entonces mi hermano y me siguió, llegando a entrar en mi cuarto.
Me sentí realmente incomoda. Por mi mente pasó la idea de detener aquella broma. Pero otra parte de mi, la que a veces Hanna conseguía sacarme, me pedía que continuara para reírnos de Francis. Por ello decidí fingir que él no estaba de pie en mi cuarto mirándome. Cuarto de hora después, terminé por marcharme al baño ya que nunca había sido observada por nadie de esa manera.
Pero a mi vuelta algo realmente sorprendente ocurrió. Al entrar en mi cuarto me quedé un segundo de piedra, ya que conseguí reaccionar a tiempo y hacer como si nada pasara. Pero al lado de mi cama, con los pantalones por los tobillos, Francis estaba utilizando mi ropa interior para masturbarse y ahora estaba completamente quieto mirándome.
Yo por mi parte me dirigí hacia mi escritorio como si él no estuviera, pero mi mente no dejaba de pensar en lo que había visto. Francis se estaba masturbando, seguramente, pensando en mi. Y estaba utilizando mi ropa interior, frotándola contra su duro y erecto pene. Aquellos pensamiento me calentaron mucho y mi cuerpo se movió solo, cuando me dirigí hacia mi cama, donde Francis aun estaba mirándome.
-¿Cuando he dejado mis bragas aquí?- Me pregunté en alto, como tratando de hacer memoria, momento en el que Francis se apartó ligeramente y yo aproveché para recoger las braguitas que estaban en mi cama y tirarlas al suelo. -Da igual.- Dije quitándole importancia.
Y entonces justo al lado de mi hermano comencé a quitarme la ropa. Primero la camiseta. Luego los pantalones. Podía notar la mirada de Francis calvada en mi cuerpo. Quizás no tuviera un cuerpo tan escandaloso como el de Hanna, pero a Francis parecía atraerle lo suficiente como para olvidarse de nuestro parentesco. Y, para mi desgracia, su amiguito también me hacia olvidar cosas a mí.
-Ojala estuvieras aquí Francis...- Suspiré añadiendo un pequeño gemido, que pareció activar a mi hermano.
-Estoy aquí Mel.- Me dijo, pero yo pasé de él.
-Francis...- Mis manos recorrían mi cuerpo, acariciándome. Llevada por la excitación me tumbé en la cama donde seguí acariciándome. Por su parte Francis, se colocó de pie justo a mi lado y siguió masturbándose. -Ummm... hermanito... mira como tienes a tu sucia hermana...- Y con aquello me quité el sujetador, enseñándole mis pechos y mis pezones, los cuales estaban duritos.
-Joder, Mel... como me pones...- Decía Francis sin detener su mano.
-Ummm... Francis...- Mi cara estaba completamente roja, por la vergüenza de mostrarme de esa forma a mi hermano y por la excitación que ello me provocaba. Además verlo masturbarse, con aquel miembro entre sus manos, me estaba volviendo loca. -Seguro que tienes un gran polla, Francis... Ummm...- Con una de mis manos pellizcaba mis pezones y con la otra acariciaba mi vagina bajo mis braguitas. -Te la comería entera... Ummm...- Aun para mi sorpresa, no dude un instante en desnudarme completamente y abrir mis piernas para masturbarme.
-Estas buenísima, Mel... Mira que dura la tengo... y es por tu culpa... Dios, Mel...- Decía Francis sin detener su mano y desviando su mirada por todo mi cuerpo. Notaba como deseaba con la otra mano agarrar uno de mis pechos o de masturbarme el mismo, pero no se atrevía.
-Hermanito... fóllame... Ahhh...- Gemía mientras metía dos dedos dentro de mí y pellizcaba mis pezones. -No pares hermanito... no pares... sigue, sigue...- Mis gemidos eran cada vez más sonoros. -Eso es... hermanito, que polla más rica tienes... Vas a hacer que me corra...- Dije para avisarle a Francis, ya que era verdad.
-Yo también Mel... me voy a correr... corrámonos juntos...- Me pidió Francis, y yo no pude negarme.
-Báñame con tu corrida... En la cara... en los pechos... donde quieras, Francis, pero dame tu corrida...- Le pedía completamente excitada, metiéndome tres dedos frenéticamente. -Ahhh... Francis, no puedo mas... Franciiiisss...- Y con un gritó alcancé uno de los mejores orgasmos de mi vida.
-En la cara, Mel... en la cara...- Farfullaba Francis. Y yo con total disimulo giré la cabeza hacia su miembro con los ojos cerrados y aun con mis manos acariciándome, esperé a que Francis terminara. -Termino... Mel...- Y entonces un primer chorro salió contra mi cara. Tras este, otros tres más. Y después otros dos con menos fuerza y cantidad. Pero al final, termine con la cara y el pelo lleno de su semen.
Yo me quedé tendida en la cama, extasiada por aquellas nuevas sensaciones vividas. Pero Francis por el contrario, cuando se dio cuenta de lo que acaba de hacer, se vistió raudo y veloz y se marchó de mi cuarto asustado.
Minutos después me levanté, aun un poco entumecida y me fui al baño para ducharme y quitarme los restos de semen. A mi vuelta me vestí con un pijama y me dirigí hacia el salón. Allí Francis se había puesto a ver la tele de nuevo, y al verme se tensó.
-¿Qué pasa? No muerdo, ¿Sabes?- Le dije sentándome en el sofá. -Por cierto, ¿Cuando has vuelto?- Le pregunté con la vista puesta en la televisión.
-Hace... hace nada.- Contestó con cierto nerviosismo. -Pensaba que estaba solo así que me he puesto a ver la tele.- Mintió.
Media hora después, nuestros padres llegaron y yo me puse a preparar la cena con mi madre. Tras cenar, solo pensaba en irme a dormir, estaba realmente cansada del día y no quería hacer sufrir más a mi hermano, el cual se tensaba cada vez que lo miraba a los ojos.
Al día siguiente, tras las primeras clases, Hanna y yo nos fuimos a la cafetería de siempre. Estaba situada cerca de la universidad y tiene bueno precios.
-Bueno, cuéntame. ¿Qué tal la broma? ¿Funcionó?- Me preguntó directamente Hanna, mientras dejaba en la mesa que habíamos cogido un par de cafés con leche.
-Si...- Le contesté tímidamente.
-Pero venga... Cuéntame mas. ¿Que hizo él?- Estaba claro que no iba poder irme de allí sin contarle como acaba todo, por lo que le hice un gesto para que se acercara mas.
-Está bien. Pero esto no sale de nosotras, ¿Vale?- Ella hizo un gesto afirmativo con cara de emoción. -Pues resulta que él se creyó que yo no lo veía. Pero me sentía incomoda con que estuviera pegado a mí para comprobar si era cierto.- Pare un segundo y aproveché para tragar saliva. -Entonces me fui al baño y...
-¿Y te siguió?- Preguntó Hanna cortándome, con un media sonrisa.
-No, no... Yo pensaba que el se habría marchado, peor al volver al cuarto... yo... lo pille... masturbándose con mi ropa interior.- Le conté desviando la mirada.
-¡Dios!- Gritó en alto, llamando la atención de casi toda la cafetería, lo que hizo que yo me avergonzara aun mas. Pero entonces, volvió a acercarse a mí y a hablar en bajito. -Que cerdo tu hermanito, ¿No? Aprovechando que no lo ves para hacerse una paja, jajaja... ¿Y qué cara puso al verte? ¿Qué le dijiste?- Preguntó completamente interesada. No era capaz de disimular que se estaba riendo de mi.
-Pues él se quedó de piedra.- Le dije. -Pero yo... no hice nada. Continúe como si no lo viera.- Le expliqué completamente roja.
-¿En serio? ¿Tu, con lo que eres para esas cosas?- Pregunto extrañada Hanna.
-Es que... ya sabes que hace tiempo que no tengo relaciones con nadie... y verlo ahí... utilizando mi ropa interior... seguramente pensando en mi... pues...
-Te pusiste como una perra en celo, jajaja...- Se mofó Hanna, haciendo que quisiera desaparecer de allí mismo. -Bueno, pues cuéntame, ¿Como la tiene?- Su pregunta me pillo desprevenida, aunque no me extrañara que viniera de su parte.
-Era grande... y la tenía muy dura.- Le contesté excitándome con el recuerdo. -No sé que me pasó, Hanna...
-Dime que no te lo follaste allí mismo.- Me pidió medio enserio, medio en broma.
-No, no.- Contesté alterada. -¿Estás loca?- Hanna hizo un gesto de conformidad y se relajo en su silla. -Pero... me masturbé delante de él.- Terminé rápidamente y sin mirarla.
Hanna me miró sorprendida, pero no dijo nada. Asustada por su silencio la miré y pude notar como en su mente ella estaba maquinando algo.
-Melisa... Hace tiempo que no me dejas tocarte en público.- Me dijo con un pequeño ronroneo.
-Y ya sabes porque. No me gusta que piensen que somos pareja, solo porque estemos juntas y nos gusten las mujeres.- Le volví a explicar por enésima vez. -¿Pero a qué viene eso?
-Pues se me acaba de ocurrir... que hace tiempo que tampoco nos acostamos...- No era capaz de entender lo que me quería decir, y que me hablara de aquella forma me ponía nerviosa.
-¿Te has excitado con lo de mi hermano?- Le pregunté.
-En realidad me ha puesto cachonda al imaginarte sobre la cama masturbándote tu misma.- Su voz me engatusaba, y ella lo sabía. -Estoy celosa de tu hermanito. Yo también quiero verte.- Hanna sabia excitarme y provocarme para utilizarme como ella quisiera. -Y quiero castigarle por espiarte.- Finalizó sonriendo pícaramente.
-¿Y qué quieres que haga?- Quise saber.
-Esta tarde iremos a tu casa y veremos a ver si tu hermanito se atreve a espiarnos a las dos, jijiji...- Se rio Hanna relamiéndose.
El reto del día, Hanna, se lo pasó hablando de otras cosas, haciendo que yo me desesperara. Sabía que una vez me encendía por su culpa, no podía concentrarme en el resto de cosas. Esta vez sobre las siete de la tarde ambas nos dirigimos hacia mi casa. Yo estaba nerviosa perdida, como una colegiala, mientras a Hanna se la veía tranquila.
Al entrar en casa, fuimos directamente hasta mi cuarto, llamando la atención de Francis todo lo que pudimos pero sin llamarlo directamente, lo que no sabíamos es que Francis estaba ya en mi cuarto mirando en mi armario, el cual se sorprendió al ver a Hanna. Hanna con total naturalidad, fue capaz de ignorar a Francis y al ver que yo me sentía insegura llamó mi atención.
-¿Entonces cuanto tiempo tenemos antes de que vuelva tu hermanito?- Preguntó, dando a entender que no lo veíamos.
-Pues... supuestamente una hora mínimo.- Contesté como si fuera verdad.
-Entonces ven aquí, que no quiero perder el tiempo.- Sentenció Hanna quitándose todo de cintura para arriba, incluido el sujetador. Sus pechos más grandes que los míos, aun se mantenían en su sitio y eran realmente bonito. Con aquello no solo hizo que yo me acercara a ella, sino que Francis también lo hiciera.
Al tenerme a su lado, Hanna busco mis labios y nos besamos con pasión y fogosidad. Sus manos sabían lo que buscaban, mientras que las mías eran mas tímidas. Antes de darme cuenta, yo también estaba desnuda de cintura para arriba, lo que hizo que Francis se desnudara y comenzara a masturbarse con aquella visión.
-Ven aquí, Mel...- Ronroneo Hanna, tumbándose en la cama y llamándome con su mano.
Llena de vergüenza pero completamente excitada me entregué a Hanna. Como ocurría las veces que Hanna y yo nos desahogábamos juntas, esta, no tardó en ponerse sobre mi y recorrer mi cuerpo con sus labios. Sabia donde tocarme, como tocarme y durante cuánto tiempo hacerlo.
Tal y como había dicho, sin perder el tiempo, terminó por desnudarme y hundió su cara entre mis piernas. Pude ver como Francis se excitaba aun mas al ver aquel espectáculo lésbico en primera persona, siendo una de las chicas su propia hermana.
-Apuesto a que te gustaría que Francis te follara, ¿Eh Mel?- Me preguntó Hanna pícaramente.
-Yo... yo...- Me hice la tímida, aunque realmente me daba vergüenza admitirlo tan fácilmente.
-Ya te digo, Hanna.- Contestó de pronto Francis, sorprendiéndonos a las dos. -La tenias que haber visto ayer... bufff...- Siguió contando, aunque Hanna había vuelto a lo suyo y yo empezaba a gemir de nuevo.
-Hanna... yo también quiero...- Le ronroneé, mordiéndome el labio inferior. Ella sonrió divertida y también se desnudo completamente sin ningún pudor delante de mi hermano y se colocó sobre mi para que yo también lamiera su vagina.
-Ummm... Mel... Siempre has sido buenísima con la lengua... Ahhh...- Gemía Hanna que se había incorporado y aprovechaba para amasar sus propios pechos y pellizcarse los pezones. -Me voy a correr Mel... sigue...- Y con un gritó Hanna me llenó de sus fluidos. Mientras recuperaba la respiración aprovechó para tumbarse a mi lado y nos besamos como enamoradas. -¿Te parece si lo descubrimos ya?- Me susurró al oído.
-Está bien.- Contesté tímidamente.
-Mel... me encantaría tener una buena polla ahora, para compartirla contigo...- Decía mientras volvía a besarme apasionadamente. -Comérnosla entre las dos... ver cómo te folla... Ummm... sabes que me encantaría...- La verdad es que aquellas ideas eran realmente tentadoras.
-Aquí tenéis una chicas.- Dijo Francis colocándose a nuestro par, al lado de la cama.
-Creo que del orgasmo tengo hasta alucinaciones, Mel...- Comentó de pronto. -Estoy viendo a tu hermanito.. con un buen pollón entre las piernas.- Hanna se relamía los labios mientras hablaba.
-Yo... también...- Dije entre confundida y sorprendida.
-Soy de verdad y podéis utilizarme como queráis.- Sonrió Francis como si nada.
-¿Te imaginas que fuera de verdad?- Dijo Hanna levantándose y acercándose a Francis. -La cogería así y me la comería enterita.- Y tal cual lo dijo, lo hizo para sorpresa de Francis que se dejo hacer. Yo por mi parte, me coloqué a su lado y la miré.
-Yo también quiero...- Ronroneé a la vez que me hacia hueco a su lado y empezaba a lamer los testículos.
-Eso es chicas...- Francis se encontraba en un sueño y nos miraba deleitándose con las vistas, mientras nosotras le hacíamos una doble mamada.
-Ven aquí, Mel.- Me llamó de pronto Hanna tras devorar durante un rato el pene de Francis. -Me encantaría que nos follaran así.- Me explicó tumbándose en la cama con las piernas abiertas y haciéndome a mi colocarme sobre ella, a cuatro patas. -De esta forma, cualquier tio podría elegir a quien follar primero e ir cambiando según le apeteciera, utilizando nuestros cuerpos para su disfrute.- Explico Hanna para que Francis entendiera lo que queríamos.
-Nunca lo hemos hecho así, ¿Verdad?- Le pregunté yo guiñándole un ojo.
-Tienes razón...- Contesté Hanna mordiéndose el labio.
-No os preocupéis chicas... yo hare realidad vuestra fantasía...- Dijo de pronto Francis, que se arrodillo detrás de mi. Y cogiéndome de las caderas, apuntó con su pene, y empezó a penetrarme lentamente.
-Hanna... Umm... Me estoy imaginando... a Francis... follándonos ahora mismo... Ahhh...- Le dije a mi amiga, para continuar con el engaño.
-Déjame un poco a mi también, ¿No?- Se quejó ella y empezamos a besarnos, mientras Francis comenzaba a embestirme con lentitud pero con golpes fuertes y profundos.
Cuando pensaba que iba a alcanzar mi primer orgasmo, Francis se detuvo y dirigió su pene hacia la vagina de Hanna, la cual penetró de la misma forma que la mía. Hanna y yo seguíamos besándonos y mirándonos, completamente excitadas, entrelazando nuestras manos. De nuevo Francis cambio y volvió a agarrarme de las caderas para empujar contra mí. Esta vez sí que alcancé mi orgasmo, entre gemidos de placer, pero Francis no se detuvo ante aquello y continuo penetrándome con ímpetu hasta que pasado un rato, volvió a por Hanna.
-Es la primera vez que me corro... imaginándome algo, Hanna...- Le dije exhausta, cayendo sobre ella, ya que mis brazos no me sujetaban a diferencia de mis rodillas que mantenían en alto mi trasero, para el disfrute de Francis.
-No creas que vas a ser la única... yo estoy apunto...- Y con un grito final, ella tuvo otro orgasmo.
Francis, pareció satisfecho al vernos a las dos tiradas en la cama pero el también quería terminar, por lo que se acercó hasta nuestras caras y empezó a masturbarse con ansias. Hanna y yo, que esperábamos aquel momento, volvimos a besarnos para Francis. Debía de haberse quedado en su límite tras el orgasmo de Hanna, por que no duró ni un minuto ante nuestras caras y sus chorros de esperma nos golpearon con fuerza. Pero nosotras continuamos con nuestros labios pegados, llegando a mezclar nuestra saliva con el semen de Francis.
Mi hermano extasiado, decidió dejar por terminada aquella tarde de sexo y se marchó del cuarto dejándonos a Hanna y a mi desnudas y aun besándonos.
-Tu hermanito es un pervertido, jajaja...- Se rio Hanna cuando Francis hubo cerrado la puerta de mi cuarto.
-Ya te avisé.- Le reproché.
-¿Sabes que, Mel?- Preguntó Hanna llamando mi atención. -Estas muy sexy con toda esa corrida en tu cara... ummm... Me pones muy caliente...- Y diciendo aquello se lanzó a limpiarme la cara a lametazos, para después dirigirse a mi boca y besarnos con pasión y tranquilidad, como si tuvieras miles de horas por delante.
Este relato se quedara así. A menos que mis queridos lectores opinéis lo contrario y me animéis a escribir mas sobre Mel, Francis o Hanna, con vuestras valoraciones y/o comentarios.
Gracias por leerme.