EL HAREM XIX: Domingo Almuerzo y despedida

Relato Real. Una travestí es llevada por su novio a una reunión de amigos y vivirá momentos inolvidables.

Comenzaron a entrar en el comedor todos los amos, mientras que las siete esclavas y Hadifa permanecíamos de pie, tras el sillón que iría a ocupar nuestro amo verdadero, en mi caso Mustafá.

Tras sentarse todos, Hamtum interrumpió la algarabía para comunicar y celebrar que había alquilado por tres meses a la esclava Azahara y por eso la tenía a su lado. Su amo Hatim, le interrumpió diciendo que no había querido comprarla, pues él se la ha ofrecido en venta, ya que era el anfitrión y además estaba loquito por ella, por lo que le había hecho un buen precio.

Hamtum le respondió diciendo que con tres meses que la tuviera en su casa sería suficiente ya que él no podía pagar la cuantiosa cantidad, que le había pedido por ella Hatim. Añadiendo que ahora comenzaría a meterse en páginas de internet, donde jóvenes putas esclavas españolas se ofrecen desinteresadamente a árabes por sus pollones y formaría una cuadra con tres o cuatro, para venir con sus amigos de vez en cuando a disfrutar de ellas.

Tras este comentario, casi todas las siete esclavas nos miramos, porque esa era la pura realidad, todas o casi todas, habíamos conocido a nuestros amos por internet. Está de moda y nos enloquecen sus vergones.

Said también intervino haciendo referencia a la oferta que había hecho por mí a mi amo Mustafá, diciendo que le había ofrecido su esclava Sara y 8000 euros y no había aceptado. Mustafá le respondió que yo no estaba en venta y que valía mucho más. Añadiendo: “todas estas esclavas han sido compradas o se hallan bajo un contrato de esclavitud, cosa que Tatiana no. Ella está aquí porque yo se lo he pedido y porque ella ha querido y aceptado, por lo tanto no puede ser objeto de venta porque se trata de una mujer libre”. Entonces entendieron por qué mi amo no me vendía.

Tras el almuerzo, las esclavas nos pusimos a retirar la mesa y a la ordenar la cocina, mientras los amos departían en el salón.

Hadifa nos ordenó ir al vestuario y ponernos la ropa con la que habíamos llegado allí, osea las ropas que cada una había traído de su casa. Yo top rojo que dejaba al aire mis hombros y espalda, unas medias de red rojas y las sandalias con plataforma de 12 centímetros.

Así fuimos saliendo a la cocina, donde nos íbamos despidiendo y deseándonos lo mejor hasta que nos volviéramos a ver, quedándole a algunas un largo camino por recorrer hasta llegar a su casa, por ejemplo a las de Valencia, Barcelona o Bilbao. Todas nos despedíamos con abrazos y comentando como no lo habíamos pasado. Solo Azahara, seguía vestida de odalisca, pues al haber sido alquilada por tres meses, quedaba en la casa al servicio del amo Hamtum.

Hadifa dirigiéndose a mí me dijo “tu amo dice que te quiere ver ya en el coche”. Fui la primera en salir de aquel harem y me dirigí al coche. Al rato llego Mustafá y tomando camino de vuelta me pregutó “que te ha parecido…, te gustó?”, a lo que respondí “que sí me había gustado la experiencia, unas cosas más que otras”, interpelándome él “volverías a repetirlo?”, contestando “lo volvería a repetir, es interesante y sobre todo lo volvería a repetir, si tú me lo pidieses…, lo volvería hacer sin duda”.

Vi cómo se pasaba del lugar donde debía quitarme la ropa de nena y se lo indique, contestándome: “desde hoy serás siempre Tatiana, Antonio ha muerto, siempre serás una mujer, mi mujer, vivirás conmigo y estarás bajo mi protección y en mi casa…, que te parece?… tú que dices?”. Me gustó tanto lo que estaba diciendo Mustafá, que no pude reprimirme y echando mano a su bragueta oprimiendo fuertemente aquel bulto duro, le dije sonriendo: “lo que tu quieras cariño”. A lo que contestó: “Estás segura?... esto no tiene marcha atrás”. A lo que respondí: “Segurísima”.

Una vez recorrimos unos pocos de kilómetros Mustafá dijo “coge tu teléfono y llama a tu jefe y le dices que desde mañana te tenga por despedida, puesto que tú no vas más a trabajar”. Tanto me sorprendió que increpe diciendo: “Cómo?.... que me estás diciendo?”. “Lo que oyes”, respondió Mustafá y añadió: “Ves como no puede ser…ya empezamos. Has dicho que deseabas y querías ser mi mujer, pues si eso es verdad tendrás que hacer lo que yo te diga… no?”. Lo que tuve que reconocer diciéndole: “Llevas razón…haré lo que me has dicho”.

Saque mi teléfono de mi mochila, donde había permanecido todo el fin de semana, y marcando el número de mi jefe le dije: “Juan, soy Antonio, mañana no iré a trabajar y desde mañana nunca más, prepárame la documentación que me doy por despedido voluntario”. Aquel hombre se quedó de piedra e intentó convencerme para que cambiara de decisión, pero era una decisión sin marcha atrás.

“Estupendo perra…, ahora sí ya eres toda mía…” dijo Mustafa y tras un rato me dijo “necesito el roce de tus labios en mi polla…, lo estoy echando de menos…”. Yo le respondía con una pregunta: “Que me estás diciendo que le come la verga?... pues allá va tu mujer que para eso la tienes”. Me eche hacia donde él conducía y una vez le abrí la bragueta, deje en libertad su polla grande y gorda que él también tenía como buen árabe. Empecé a hacerle arrumacos y caricias con mi cara, lamiendo con la puntita de mi lengua aquel prepucio grueso y totalmente liberado. Que rico me sabia cada lamida y que rico olía aquel vergon tan lindo. Enseguida comencé a introducírmelo hasta notarlo en mi campanilla y comenzando un rítmico movimiento de cabeza de arriba a bajos, notaba que cada vez más se hinchaba aquel tiburón.

El no paraba de conducir y yo sobre su regazo le trabajaba ansiosamente su polla, lo que le hacia bramar de gusto y me decía “sigue sigue no pares hasta que explote…”. Yo más me esmeraba en darle gusto, para lo cual además de tragarme aquel trabuco hasta lo más profundo, no dejaba de vez en cuando de lamerle con mi lengua de perra el tronco del mismo, mientras con la mano seguía pajilleando su gran pepino. Así hasta un momento, en que me lo introduje hasta el fondo de mi boca y lo apreté cerrando lo que pude mis mandíbulas a fin de hacer presión sobre aquel bocadillo, noté que Mustafá comenzó a gritar diciendo “que buena eres puta… yo me corro ya… no aguanto más” y comenzó a derramar leche en mi boca en cantidad suficiente para sentirme harta y satisfecha. Me relamí aquel néctar como si fuera un producto delicatese y después me trague hasta la ultima gota. Limpie el falo de mi macho y le volví a meter en su pantalón. Haciéndome una caricia, pasando su mano por mi cara y diciendo “muchas gracias putita”.

Enseguida llegamos a Madrid y me llevó Mustafá a la puerta de mi casa y me dijo: “sube a tu apartamento, recoges toda la ropa de chica que tengas y aqui te espero”. Me costó trabajo obedecerle, pero al final salí del coche y me dirigí avergonzada a mi portal. Aunque pasó algún vecino por mi lado, no me reconocieron, incluso uno con el que coincidía en el bar, me piropeo diciendo “vaya culo que tienes, si te cogiera te pondría el chocho calentito, guapa”. Eso me dio confianza al saber que no era conocida vestida de nena, subí a mi apartamento y recogí dos vestidos, varias falditas, alguna camiseta y jersey, dos pares de zapatos y el estuche con las pinturas, baje y una vez en el coche, Mustafá puso rumbo a Cuatro Caminos, su barrio.

Así acabó aquella aventura de aquel fin de semana, que nunca jamás olvidare, pues aunque hubo otros encuentros, ninguno como aquel primero, quizás por eso por ser el primero. Desde entonces vivo unida a mi hombre Mustafá, con quien he seguido viviendo momentos únicos y que quizás algunos algún día cuente.

FIN