El hambre en mi interior ataca de nuevo
Hoy miércoles tuve mi consulta por la infección que me dio el perrito callejero. Pero mi vagina se despierta al usar los óvulos vaginales y pide más
Ya se hace de noche, y atrás quedó el miedo y la inseguridad por la infección que comenzó por divertirme con un callejero. Ahora, aplicandome uno de los óvulos vaginales, pensé en ese perro que fue mi primera vez con un ser vivo. Y poco a poco la humedad de mi vagina, como un perro hambriento que babea de hambre, me avisó que necesitaba más que mis manitas para satisfacerse.
Estaba en el baño y mi viejo compañero se diversión, un desodorante en aerosol, estaba solitario en la estantería. Habia introducido con aburrida facilidad el óvulo y supuse que podria llegar mas adentro, con suficiente ayuda. Tomé el desodorante, lo lave como tantas otras veces, y comencé a babearlo y lamerlo para hacerlo lo suficientemente resbaladizo. Mi mente pasaba de mi mamá en el piso de abajo, ignorante de todo y decidida a ignorarme por siempre, y en los perritos que pudieron haberme hecho suya si hubieran tenido la disposición necesaria. Imaginé que en vez de uno sobre mi, todos hubieran estado dispuestos a penetrarme. Imaginé que entraba uno, yo abierta de piernas y este cogiendome de misionero hasta correrse, sacar su bola de un tirón y de inmediato el siguiente tomar el relevo para bombearme por otros minutos hasta correrse de nuevo. Imaginé los litros de leche abultando mi vientre e imaginé el calor y la cercanía de los perritos en esa posición, como si fuera a abrazar a cada uno y me lamieran la cara, el cuello y mi pecho.
Lo imaginé todo con hambre y deseo, mientras se deslizaba la lata de desodorante dentro de mi como si fuera un trozo de mantequilla en pan caliente. No sentía ningún ardor ni dolor, tanta era mi calentura. Aún tenía rastros de la crema vaginal (y tras salir del baño me puse otro tanto) y supongo que todo junto permitió que la lata tocara el techo de mi vientre, subiendo y bajando mi útero con una sensación placentera que me acercaba a sentir deseos de orinarme. Con furia agite mi clitoris con la mano libre y finalmente libere toda la orina que contenia mi vegija, en un placer casi igual a cuando aquel perrito se incho en mi interior.
Me puse mas crema y es una maravilla, por que pensé que sentiría dolor de nuevo o habría algún sangrado abundante, pero no senti dolor y solo había hilillos rosa. Ahora debo confesar mas pecadillos al sacerdote, supongo