El guía de turistas y el taxista
Tres cuerpos desnudos, tres vergas, tres culos... una cama, una noche.
Relato 2
No sabía que hacer: me cubría con una sábana o me quedaba desnudo como estaba. Luis, el taxista que me había llevado hasta el hotel y me había presentado a Pietro entró unos minutos después de haber llamado desde el vestíbulo.
Evidentemente se había bañado y ahora lucía un pantalón de mezclilla ajustado. Opté por agarrar la sábana y le sonreí nervioso.
"Llegaste a tiempo"- le dijo Pietro acercándosele y dándole un beso en la boca.
"Espero que no te moleste hacer un trío"- me dijo mientras ponía su mano sobre el paquete de Pietro que permanecía dentro de su tanga azul.
"No "(En esas circuntancias, ¿acaso podía decir "Si, me moleta"?)
"Pues entonces a lo que vinimos"- dijo Luis mientras se quitaba su chaqueta de cuero. "¿En dónde estaban?"
"Siéntate Luis y déjanos continuar"- le contestó Pietro mientras se acercaba a mí. "Relájate. Ya vendrá cuando esté listo"- me dijo volviendo a su voz susurrante.
Sus manos tomaron las mías así que tuve que dejar caer la sábana al piso. Mi verga estaba flácida por la interrupción, pero no se mantendría mucho tiempo así.
Pietro bajó rápidamente hasta ella y se la tragó entera. Volví a ver instintivamente a Luis que permanecía sentado en un silla de la habitación viéndonos con ojos libinidosos mientras se sobaba su paquete.
Cerré mis ojos y me olvidé de Luis. La boca de Pietro me hizo olvidar que el taxista estaba allí observándonos. Sentí como mi verga crecía rápidamente dentro de su boca y como los 16 centímetros de carne se ponían tiesos por la acción sensual de mi guía de turistas.
En un momento se detuvo y se levantó. Su verga cabezona, quizá uno o dos centímetros más larga que la mía, pero casi del mismo grosor, topó contra la mía. Su tanga cayó al piso.
"Ven aquí, abrázame"- me dijo mientras sus brazos se colocaban en mi cintura y me atraían hacia él. El roce de nuestras vergas me transportó más allá de mis sentidos, y mientras nos envolvíamos en un beso profundo, sentí otra mano que rozaba mi trasero. Era Luis que ya se había levantado. Abrí los ojos y ví que con una mano me sobaba mis nalgas y con la otra le sobaba las nalgas a Pietro.
"Estás rico"- me dijo mientras yo abría los ojos y miraba su cuerpo ya maduro pero en forma. Tenía más vellos que yo en el pecho y el abdomen y sus pequeñas tetas se escondían detrás de una maraña de vellos deliciosos. Pietro me soltó y le estampó un beso a su compinche.
"Como te gusta, ¿verdad pinche guey?"- le dijo Pietro mientras Luis se tocaba su verga, más gruesa que larga y se sobaba instintavente sus huevos peludos.
"Está rico muy rico"- enfatizó mientras yo permanecía impávido.
"Acuéstate"- me dijo Pietro "Déjate que te mamemos".
Por supuesto ante semejante proposición no podia negarme. Me acosté sobre la cama. Luis pasó frente a mis pies y comenzó a lamerlos uno a uno. Era como si supiera que eso me vuelve loco. Me transporté a la entrada del paraíso cuando Pietro abrió sus piernas colocándose encima de mi. Comenzó a chuparme lentamente el glande con movimientos precisos. Su verga estaba frente a mí en un perfecto 69. Esa verga cabezona estaba tan rica, sabía a hombre limpio, y simplemente la comencé a besar y luego a tragar. Sentirla dentro de mí mientras mis dos amantes me lamían dos partes sensibles de mi cuerpo me llevó no solo a las puertas del paraíso sino más bien al corazón de la gloria.
"Ahora ábrete un poco"- me dijo Luis con esa voz varonil de hombre gastado en los menesteres sensuales.
Levanté un poco mis piernas sin que Pietro dejara de chupar mi verga. Como pudo, Luis se las arregló para meter su cabeza enmedio de mis piernas y extendiendo su lengua me saboreó el culo una y otra vez mientras me lo lubricaba y abría.
Creí que me iba a venir en el preciso momento que Pietro sacó mi verga de su boca.
"Abreme a mi, no seas gacho"- le repudió.
"Como tú mandes"- le dijo Luis levantándose y pasándose al lado de mi cara para poder darle una mamada al culo de Pietro que estaba exactamente encima de mí. Pietro se estiró de placer mientras gritaba al sentirme como le chupaba su verga y como le comían el culo.
"Méteme tu verga Diego por favor cógeme "
Su súplica fue satisfecha en un par de docenas de segundos: los que me tardé en levantarme, ponerme un condón y colocarlo en posición.
Luis se hizo a un lado poniéndose de pie.
Abrí el culo de mi guía de turistas ya lubricado con la saliva del taxista y coloqué cuidadosamente mi verga en su esfínter. Lo empujé lentamente mientras él gritaba en una mezcla de dolor y placer.
"¡Ay jodido ay qué ricooooo !"
"¡Dale Diego así le gusta a este cabrón dásela toda !"- me instruía Luis mientras sentía como su dedo entraba lentamente por mi culo.
"Con cuidado"- le pedí.
No me contestó, pero aminoró la penetración.
"¡Cógeme cógeme!"- gritaba Pietro.
Entonces ya no me pude contener y lo agarré con todas mis fuerzas, me lo cogí abriéndole el culo sin misericordia, pero la vez, sentía como la verga gruesa de Luis me cogía a mí.
"¡Me hace falta una verga para que me coga a mí!"- me decía el taxista mientras yo sentía como mis intestinos eran perforados por aquella verga que había cogido quien sabe cuantos pasajeros.
Sentí como llegaba al éxtasis, como las venas de mi verga estaban a punto de estallar, y como finalmente mi semen salía a borbotones.
"¡Ay qué bárbaroooo!"- grité mientras cogía a Pietro por la cintura y lo topaba más a mi cuerpo.
"¡Uyyyy!"- gritó un par de minutos después mientras él mismo soltaba chorros de mecos sobre su mano.
Luis estaba terminando en ese mismo instante. Me sentía como el toro que después de haberse cogido a la vaca permanence encima de ella porque no tiene fuerzas para retirarse. Permanecí así un par de minutos mientras mi respiración volvía a la normalidad.
"¡Dame tus miados!"- me dijo Pietro mientras me salía de adentro de su cuerpo. Por un momento la situación me desconcertó, pero al sentir la carga caliente que Luis me estaba dando, no pude más que quitarme el condón y orinar en las nalgas peluditas y redondas de Pietro. Los orines de Luis ya habían sido depositados encima de mí, y realmente contrario a cualquier prejucio que yo pudiera tener antes, aquella sensación era sencillamente excitante. Oriné sobre las nalgas de Pietro mientras él gozaba con la sensación de sentir aquel líquido caliente que le bajaba por las piernas.
"Ahora, ¿dónde voy a dormir?"- pregunté desconcertado mientras miraba una Buena cantidad de miados sobre la sábana.
"¿Y quién dice que vamos a dormir?"- me dijo Pietro dándose vuelta y mostrándome una sonrisa picarezca