El guardia nocturno

Un chico descubre el sexo animal....

EL GUARDIA NOCTURNO

El predio que Felipe debía cuidar era enorme. Los galpones eran altos y fríos. Estaban llenos de tarimas con enormes cajas de metal. Había conseguido ese trabajo en tiempos en que este escaseaba.

Debía entrar a las siete de la tarde mas o menos y estaba ahí hasta las seis de la mañana. Era la hora en que empezaba a tener movimiento aquel lugar de almacenaje. Felipe iba todos los días por calles oscuras y desiertas. El lugar estaba bastante retirado de la ciudad. Había en las cercanías poco movimiento.

El lugar estaba rodeado por un inmenso monte de eucaliptus. El había visto cuando pasaba por allí un asentamiento de linyeras. No sabía si era uno, dos o cuantos eran.

Los veía siempre al pasar en su bicicleta. Los días primaverales eran bastante frescos sobre todo a la madrugada. Su trabajo consistía en dar vueltas por los galpones inmensos. Podía dormir y descansar cuanto quisiera. A los dueños lo que les preocupaba en realidad era que no entraran vándalos a romper cosas porque llevarse algo de allí era imposible. Además de que no querían que se metiera alguno de los linyeras que rondaban por aquellos lares.

Cuando llegaba al lugar Felipe se preparaba unos mates y encendía la radio. Tenía un cómodo lugar para estar. Era una habitación no muy grande. Era cálido y acogedor. Apartado de allí a unos pasos estaba el baño. Más allá un mueble donde podía guardar varias cosas. Era un lugar agradable y limpio. Estaba haciendo trámites para ver si le podían colocar un televisor, sobretodo para poder ver los partidos ya que era un fanático del fútbol.  Además en el lugar tenía dos perros enormes de razas cruzadas. No eran puros pero eran animales muy grandes y aguerridos. Muy guardianes. Eran animales que no ladraban porque sí. Solo cuando escuchaban ruidos o algún extraño que se acercaba. Los perros tenían su lugar. Es decir estaban en unas perreras enormes, bien amplias. Felipe los dejaba salir cuando pensaba irse a dormir. A la mañana antes de irse debía encerrarlos nuevamente.

Eran perros bastante agresivos. No con el. Cuando el andaba merodeando, ellos lo seguían a distancia. También les daba de comer a media madrugada. Ellos se alimentaban muy bien. Parte de su trabajo era juntar las heces que estos podían dejar por allí. Su trabajo en síntesis le gustaba. Le alcanzaba para pasarla bien. Era soltero, no tenía compromisos, solo una novia o una amiga especial que daba vueltas por ahí, pero no había nada serio.

Una noche de tantas, luego de haber mateado un rato, leyó el papel que estaba apoyado en una mesita. Decía algo así como que si quería y tenía tiempo podía cepillar a los perros. Le habían dejado un cepillo de material plástico de color marrón oscuro. Salió a la noche con una luna gigante. No hacía frío, estaba agradable. Se dirigió al lugar donde estaban los animales. Los perros lo oyeron y olfatearon al aire. Movieron sus colas largas. Las cabezotas de los canes se chocaban para saludarlo muy amigables. Está confianza se la fue ganando al pasar los días. No siempre fueron así. Eran más bien distantes y díscolos. Pero con el tiempo gano su confianza.

Nerón era más bien parco, pero igual amigable. Mas tierno era Chocho, era más sociable, parecía mas infantil. Era el que primero se levantaba con sus manos y las apoyaba en el pecho de Felipe. Eran fuertes y más de una vez estuvieron a punto de tirarlo al suelo.

Hicieron una ronda por el lugar. Todo estaba calmo. No se escuchaba más que la brisa en las hojas de los árboles que se hamacaban rítmicamente. Los perros lo seguían a distancia. La vuelta era enorme. En tanto Felipe  había encendido un cigarrillo y hasta que no lo acabo no se dirigió a su morada.

Entró llamando a los perros. Los animales entraron corriendo y jugueteando entre ellos. Felipe tomó el cepillo y llamó a Chocho a su lado para empezar a cepillar al animal. Tenía un pelo casi largo. Estaba sedoso. Parecía que al animal le gustaba ese proceso porque sacaba la lengua y quería lamer la mano de Felipe. En tanto Nerón lo miraba de lejos, acostado. Despreocupado. Los colores del pelaje de Chocho eran una mezcla de gris y gris oscuro. En cambio Nerón era bien negro como la noche.

Felipe dejó de cepillar a Chocho y notó cuando paso la mano por el bulto de Chocho que  el animal estaba como excitado. Nerón se acercó y mirando a Chocho vio que a este se le asomaba una punta roja y brillante, como mojada. Felipe sonrió, porque sin querer el se había puesto duro. Se rió para si. Como había pasado aquello que se estaba calentando con aquella situación. Aprovechó y con Nerón fue mas indecente y pasó el cepillo suave muy cerca de la bolsa donde estaba la pija del perro y notó que como su compañero se estaba engordando. Felipe siguió con la cepillada y luego como al pasar y viendo la reacción del perro pasó su mano por la funda y acaricio las bolas del animal que se movió nervioso. El muchacho también estaba poniéndose muy cachondo. Su verga le golpeaba en los pantalones intentado salir de allí.

Chocho se acercó a husmear que pasaba. Como adivinando que el muchacho aquel se estaba calentando. Felipe investigando acarició la funda de Chocho y se dio cuenta de que también se estaba poniendo duro. Felipe pensó que los animales olían la excitación. El cuerpo debe exhalar algún aroma. El chico se dirigió a la puerta y la cerró con llave. No sabía muy bien que pasaría pero sabía que algo ocurriría. Luego se fue hasta el baño bajo la mirada inquieta de los bellos perros. Se quitó la ropa. Su verga dio un salto elástico y la acarició. Se apretó su pija ardiente y dura. De su billetera extrajo una cajita y la sujetó. Por allí sabía que había una crema que no sabía para que era, pero igual la tomó.

Salió del baño y los animales estaban como esperando. Puso crema en su herramienta y se sentó al borde de la cama. Se masturbaba mirando a los canes que se acercaron y lo olieron. No tardaron en llenarlo de lengüetazos. Las lenguas largas y ásperas alcanzaban también a sus bolas rellenas. El chico gozaba acariciando las cabezotas de los animales. De repente no sabe bien como con sus dedos llegó a su culito. Metió los dedos en el. Luego paso crema y se ensanchó un poco más su aro. Su calentura estaba a pleno, de rodillas acarició un poco más a los animales. Los perros le daban la vuelta y buscaban montarlo. Felipe se colocó finalmente en cuatro patas y Nerón avanzó sobre el. Lamió un poco su trasero y luego lo montó. Su aguja intentaba entrar y chocaba con las nalgas de Felipe, este lo ayudó guiando su estilete al anillo. Resbaló entrando rápidamente. Con la mano detuvo la bola que se le forma a los perros quedando afuera, pero el vergón del perro se inflamó en segundos largando líquido dentro del culo abierto del muchacho que gozaba yendo y viniendo con aquella estaca en el culo. Con la otra mano Felipe se masturbaba gozando a pleno con aquel animal ensartado en su culo. Chocho buscaba también entrar en el chico. Temiendo que se pelearan entre ellos, entonces sacó de la montura a Nerón que chorreaba con un tremendo vergón que casi tocaba  el suelo. Chocho se montó en Felipe y rápidamente se metió dentro del muchacho que no pudo atajar la bola y Chocho se clavó entero en el. Sintió dolor agudo. Pero en un momento se sintió lleno. Atascado de verga. Colmado con su ojete inflado quedó sintiendo como torrentes de líquido entraban y bañaban su tripa.

Nerón seguía con su pija inflada. Mientras Chocho se dio la vuelta quedando pegado a el pero con la cabeza hacia el otro lado, Felipe se acercó atrapó el pedazo duro de Nerón y se lo llevó a la boca. El animal negro seguía largando su néctar.

Se llenaba la boca de  aquel preciado instrumento. La lengua de Felipe rozaba el vergón. Lo acariciaba, en tanto Chocho buscaba tironear y salir de aquel entierro. No lo conseguía. Porque la poronga estaba tan dura que no saldría fácilmente de aquel anillo apretado que estaba siendo perforado de aquella manera casi bestial, pero que a Felipe le parecía maravilloso. Nerón largaba chorros de líquido rociando el piso y los labios de Felipe, que estaba en otro planeta. No sabía que probar aquellos pijones lo llevaría a esa altura de gozo.

La verga suya estaba inflamada y dura como roca. La bola que tenía en su interior fue poco a poco achicándose. En uno de esos tirones Chocho sacó su tremenda verga. Ríos de  flujos salieron y volcaron en el piso. Un charco goteaba del interior. El muchacho suspiraba ardiendo. La pija de Chocho también casi tocaba el piso. Felipe se la puso en la boca y la chupaba con deleite. Era un pistón sabroso. Su cola abierta estaba un poco dolorida pero el placer superaba todo aquello.

Tendiéndose de espaldas se metió debajo de Nerón y su boca tragó aquella poronga que no bajaba. Que no cedía en su dureza. Agarrado como estaba a la larga cola de Nerón comenzó a acariciar el agujero trasero del animal. Metió un dedo. El animal se mostró nervioso pero no escapó, ni gruñó, se quedó quieto y su pija se tensó un poco más. Felipe velozmente se incorporó. La crema untó el agujero. Buscó un preservativo y se lo colocó  Encremó su instrumentó, ahora encapuchado y lo apoyó en la entrada de aquel can deseoso. Empujó agarrando al perro de sus patas traseras. Se fue hundiendo dentro del ajustado animal negro. Felipe gozaba atravesando aquel perro. El túnel se fue ensanchando. El animal se sentía feliz y llenó. Felipe decía palabras al aire, aferrándose al garrote duro del bello animal. La leche del chico quedó atrapada en el forro de color celeste transparente. Salió del estuche. Quitó el vestido y Nerón fue a lamer aquella verga. El culito abierto de Felipe seguía chorreando jugos y la calentura del chico no había desaparecido. Ayudó a su amigo Nerón a que lo montase otra vez. Entró el perro otra vez en el hueco abierto de Felipe que empujaba al animal para que lo llenara de jugos nuevamente. Chocho los miraba y los escuchaba en un rincón lamiendo su verga que se iba desinflando de a poco.  Nerón se dejaba caer quieto sobre las espaldas de Felipe. Solo así su verga se fue achicando. También cayó rendido al lado de su amigo Chocho.

Felipe al rato quedó dormido. Así como estaba con sus ropas esparcidas por allí. Colmado. Con su cuerpo desnudo. Despatarrado y despreocupado.

Cuando despertó Chocho lamía su alzado animal. La lengua del perro recorrió cada centímetro de su cuerpo. Cuando quiso Chocho entró en el cuerpo de aquel chico. Nuevamente lo enculó. Esta vez no entró con la bola. Pero estuvo yendo y viniendo dentro de Felipe. Cuando se cansó se detuvo apoyándose casi cayendo sobre el chico. Un rato después Felipe lo dio vuelta poniendo de espaldas al animal. Agarró la `pija dura del perro y con mucha calma  fue sentándose sobre aquella vara. Felipe subía y bajaba en tanto tocaba y acariciaba la cara de Chocho que se quedaba quieto sabiendo que hacía gozar al muchacho aquel. Nerón se acercó al grupo y lamía como podía la pija levantada, erecta de Felipe que gozaba con su culo abierto, chorreante, perverso. La lengua del perro negro acariciaba los huevos del chico y luego pasaba por el recorrido de aquella espada que había tenido adentro de el. La acabada de Felipe no tardó en llegar y Nerón comió hasta la última gota de aquella crema espesa y energizante. Lentamente el chico se fue deteniendo y salió de la cabalgadura.  Nerón se acercó al culito de Felipe y lo montó. Fue atravesado de un golpe. Su culo abierto dejó penetrar al macho negro que lo poseía. Entrando con bola y todo. Felipe sentía la bola creciendo y agigantándose en sus entrañas y su tranca se levantó como un resorte. Su calentura era descomunal. Nerón le dio la vuelta y quedó pegado a el. Chocho se acercó al chico y le lamía la cara. Luego ambas lenguas se chocaban con pasión demoníaca. Aún tenía la verga dura así es que Felipe se metió la vergota en la boca y chupaba al perro hasta dejarlo caer a su lado. Agotado. Nerón poco a poco se fue desinflando. La bola se achicó. Quedaron otra vez desarmados. La verga de Felipe cayó a un costado, luego de haber sacado de ella un poco más de leche. Estaban bastante cansados. Un rato después Felipe se incorporó y se fue al baño. Se metió bajo la ducha. Se vistió otra vez. Salió de allí y puso la pava. Le hizo señas a los animales que lo siguieron sin chistar. Volvió a su sala de estar. Se tomó unos mates, pensando en la noche que vendría. Gozando de antemano. El sol asomaba lentamente y la noche llegaba a su fin, todo le había parecido un sueño. Esa noche se daría cuenta de que no lo había sido.-