El grumete
Historia de un chico que se adentra en el mar a navegar y conocer nuevas aventuras....
EL GRUMETE
El barco zarpaba a mediodía. El capitán de aquel hermoso galeón me había recogido de las calles malolientes de la isla. Estaba yo entregado a cualquier menucia que se me aparecía. El capitán vio algo en mi mirada que invitome a partir con ellos aquel mediodía de fuego.
Los hombres se reían de mi. Era pequeño y acaso un poco flacuchón. Los brazos eran hilos que bailaban en el aire. Estaba hambriento por eso me subí a aquel barco enorme. Al menos yo lo veía así. Era un galeón de la armada real.
El capitán vestía con su uniforme azul y de corte excelente. Los oficiales le hacían juego y los hombre también llevaban un modesto uniforme.
Las anclas se levaron y el barco empezó a andar En el mar azul verdoso que se mantenía tranquilo. Sereno.
El capitán me había prometido comida y que aprendería el oficio de la navegación. Antes de andar vagando por las calles. Mi panza decidió mi destino y allá fui.
El capitán desde el primer día me tenía en muy buena estima. Me delegó al oficial más joven para que me guiara en mis labores.
Aquel joven se llamaba Jean y siempre me trató de buenas maneras.
Lo primero que debí superar fue el bamboleo de la nave. Mi estomago no resistió mucho aquel primer día y viví echado en la poltrona. Sufriendo vómitos y mareos. Nunca me había sentido tan mal. El cocinero me preparó un brebaje que sorbí despacio y casi de noche me empecé a sentir mejor.
El capitán llegó cuando la luna estaba en lo alto. Tocó mi frente. Hablo despacio con el médico. Me ayudaron a levantarme y me encontré de pronto un poco mareado en el camarote del Capitán. Se retiraron todos y quedó el Capitán.
Me ayudó a acomodarme en la cama amplia. Primeramente me había cambiado con un pijama de tipo enagua. Yo no sabía en aquel momento que compartiría la cama del Capitán Mollé. Un hombre sin igual como dirían sus hombres. De principios. Sus hombres lo amaban. Era un líder natural.
Notaba la luz durmiéndose sobre mis mejillas que ya no ardían tanto. Estaba como en una especie de modorra.
__¡Ya mañana te sentirás mejor!!__ susurró el Capitán en mi oído
__¡Gracias Señor!!__ balbucee
__¡A todos nos ha pasado!!__ mientras decía así. Se iba quitando la ropa. Se ponía un piyama vestido igual al mío. Luego se acostaba a mi lado. El hombre se puso a leer.
__¿Tu sabes leer?__ preguntó
__Algo…__ dije yo
__¡Bien, eso está bien, bueno, deberás practicar…!!
__¡Sí, Señor!!__ esto es lo que recuerdo. Ya luego me dormí muy profundo y no desperté hasta la nueva mañana. Por supuesto estaba solo en la cama. Me levanté mucho mejor. Hambriento.
El cocinero me vio llegar.
__¡Muchacho!!¿Estas mejor??__ dijo esto riéndose vigorosamente.
__¡Si mucho mejor!
__¿Tienes hambre?
__¡Sí!¡Sí!__ me sirvió. Comí de forma frugal. Todo estaba sabroso. En eso apareció el oficial Jean.
__Veo que estas bien__ dijo el
__¡Sí Señor!
__¡Entonces a trabajar!!!
Así empezó mi trabajo en aquella nave que navegaba en un mar sedoso. Con nubes blancas y un sol que apretaba en la frente. Las tareas demandadas fueron satisfechas una por una. Estaba cansado, pero no lo hacía notar. Iba y venía de acuerdo a las indicaciones del oficial. Cuando me dio hambre fue dada la orden de ir a comer.
Me senté cerca de una escalerilla. Se acercó el oficial Jean.
__¿Puedo hacerle una pregunta oficial?
__¡Si claro
__¿Desde cuando conoce al Capitán Mollé?
__Desde que Salí de la escuela de oficiales. Me asignaron a este galeón.
__¡Es un buen hombre!
__¡Sí! Y un mejor Capitán
__¿Hace seguido eso que hizo conmigo?
__Sí ha recogido chicos en las calles desde siempre. Al menos los que lo conocen así lo dicen.
__¿Donde están ahora?
__Algunos aquí en el barco. Otros haciendo otras vidas. Pero nadie ha sido abandonado a su suerte. Todos han decidió su futuro.
Así llegó otra noche en aquel barco que se movía sin cesar. Se dio la orden de detenerse cuando las estrellas brillaban en el enorme cielo. Una luna se avizoraba redonda y blanca. Iluminando todo. Apareció en la borda el capitán fumando su pipa. Se apoyó en la baranda un momento.
__¡El oficial a tu cargo me ha hablado bien de ti muchacho!__ dijo en tanto yo había creído que no me había visto.
__Para eso estoy señor. Para servir.
__¡Oh, me alegra oírte!¡Ven vamos al camarote!
Seguí al Capitán Mollé. Al entrar vi la enorme fuente llena de agua. Jabones y algunas aceites.
__¡Debes bañarte!!¿Hace mucho que no lo haces?__ dijo el Capitán
__Hace un tiempo.
__¡Bueno, adelante!_- me quité la ropa sin miramientos. En tanto el Capitán sentado en la cama leía su enorme libro. Me hundí en el agua tibia. Estuve un rato dentro de la bañera. El Capitán se acercó. Tomó una esponja y me lavó suavemente la espalda. El cuello, luego la espalda otra vez hasta el nacimiento de mis glúteos. Luego se retiró. Me alcanzó un lienzo suave con el que me envolví y procedí a secarme. Luego me coloqué el camisón de noche y me metí en la cama.
__¿Te sientes mejor?
__Sí mi Capitán.__ entonces el hombre comenzó a desvestirse. Se quitó todo su uniforme. Y luego la ropa interior. Colgando apareció un miembro gordón, largo y venoso. Bailoteaba de un lado a otro en tanto el Capitán se movía despreocupado y desvergonzado. Sabiendo que lo miraba. Se metió en la bañera y allí estuvo un buen rato.
No se escuchaba nada. Solo el bamboleo del agua chocando con la nave. Aparentemente todos dormían ya. No había ningún habitante despierto. Salvo claro está la guardia. Yo había empezado a hojear un libro que el Capitán me había dado. El sueño se fue apoderando de mi. Lentamente me fui durmiendo. Antes sentí al Capitán meterse entre las sábanas. La oscuridad se apoderó de la habitación.
Los días fueron sucediéndose apacibles. El oficial Jean ya no me seguía tanto. Me manejaba solo. Sabía lo que tenía que hacer. Todos me trataban bien. Me sentía a gusto en aquel galeón. El cocinero cuando me veía en seguida hablaba a los gritos. Me daba palmadas y alguna que otra nalgada y también un pellizco en mi cola.
Cuando tenía tiempo iba junto al timonel. Hacía días que me enseñaba a manejar el timón. Me colocaba delante de el. Arriba de un pequeño banco para alcanzar bien la rueda. El enorme timonel llamado Ryan, un irlandés de anchos brazos y dedos morcillones. Todo me gustaba. Incluido cuando aquel enorme hombrón se apoyaba en mis nalgas como al descuido y yo sentía un enorme bastón. Algo duro que chocaba mi cola. A su vez el tipo me tocaba el pecho. Como jugando. Mordía mi oreja. Yo, decía el, tenía que mantenerme firme en el manejo del barco. En tanto el se restregaba a sus anchas. Cuando venía alguien. El se alejaba de mi. Yo lo miraba sonriendo y su cara estaba desencajada. Miraba de reojo su pantalón y la barra de carne se notaba gorda y a punto de explotar.
El día se iba discurriendo. El atardecer llegaba de pronto. El sol se iba hundiendo en un horizonte sombreado y despejado. Los hombres se iban sosegando. El cocinero empezaba a agitar sus brazos y su bocota diciendo que estaba la comida. El barco lentamente se iba llamando a silencio. Algunas risotadas de los hombres haciéndose bromas y chanzas.
La noche llegaba clara. Acostado junto al Capitán mientras el leía su libro y yo el mío. El sueño comenzaba a llegar. Dejé el libro y apagué mi vela. Semi oscuro me fui desvaneciendo. Ni idea de la hora que era. El capitán estaba muy pegado a mi. Respiraba de manera grotesca. Muy fuerte. Casi que se quejaba. Pensé que estaba enfermo. Esperé un momento más. Lo empuje fuerte.
__¡Capitán, Capitán!¿Que tiene Capitán?
__¡Ehh, ehh, pero, nada, nada!
__¡Pensé que le sucedía algo perdóneme!__ la oscuridad se fue volviendo un poco más clara. Se notaba el contorno del hombre que estaba casi sentado. Muy cerca de mi.
__¡Oh muchacho, muchacho!!__ decía casi murmurando. Me tomó de una mano. Lo deje hacer. No me asusté. Aparte claro, el era mi Capitán. Encontré algo rocoso. Duro. Su estaca era muy grande.
__¡Tócala, no tengas temor!!__ mi mano se aferró a la tranca deliciosa. Comencé a moverla hacia arriba y hacia abajo. Era una barra. Su ancho. Sus nervios. Todo el glande fue recorrido por mis dedos. El hombre empezó a gemir. Rozaba sus enormes bolas. Estaban también duras. Llenas de leche. El Capitán apoyó la cabeza sobre la almohada retorciéndose. En tanto seguía moviendo su mástil rígido. Brutal. Se quitó el camisón. Pude acariciar su pecho. Volcándome sobre el. Besé su pecho. Alcancé sus tetillas.
__¡Ahhh, sí, sí, chico, eres precioso, ahhh, anda sigue así, sigue así!!!__ mis labios chupaban los pezones. Su pecho se inflaba. Su respiración saltaba. Jadeando. Mordía su piel. Quería rasgarla. Aquel hombre estaba gozando de mis caricias. Le lamí y chupé sonoramente el ombligo. El Capitán había levantado ya mi camisón y hurgaba con sus dedos mis nalgas, apretándomelas. Y luego tratando de hundirlos en mi anillo jugoso y fresco. Así llegué a su garrote. Probé con mi boca la cabezota de aquel miembro. Abrí la boca y me hundí en aquella herramienta sabrosa. La saliva empezó a bañarlo. Tragaba hasta lo mas profundo. Casi ahogándome. Los gemidos del Capitán eran ya sonoros. Mientras hacía esto con mis manos jugaba con las bolas. Acariciándolas. Sobándolas. El hombre se retorcía y arañaba mi cola. Mi boca se extasiaba con el palo férreo del Capitán. Hacía que lo sacudiera una vibración eléctrica. Llegué con mi lengua a las bolas. Las unté con mi saliva pegajosa. La estaca subía y bajaba en mi mano. Aceleraba. Frenaba. Le pasaba los dedos suavemente. En tanto mi boca tragaba los huevos. Llenos. Rebosantes de leche.
Sentí que un dedo entraba aflojando mi ojete. Me ensartó hasta el fondo. Contuve la respiración. Gemí. Sentí que mi verga se erguía por completo. Otra vez mi boca deglutió el falo. Sentí que se agitaba. Se retorcía. Se tensaba al máximo. Su vergón también alcanzaba su máxima expresión. Recibí una explosión de semen bañando mi boca. Llenándola. Leche me roció la cara, el pelo. Saltó por todos lados. El Capitán grito salvaje. Tomo mi cabeza y la acercó mas a mi boca. La abrí y comí el resto de leche que quedaba en el mástil aún duro.
El hombre se aflojó. Yo quedé con mi boca tomando los restos de la sabrosa comida que me daba aquel hombre. Cerró los ojos. Se fue relajando. Yo todavía seguía acariciando con mi lengua aquella lanza enhiesta.
__¡¡Oh, muchacho, eres tan gentil. Tan hermoso. Me has hecho tan feliz!!!¡¡Ven aquí!!— me acerqué al Capitán con mi verga aún dura. Me apoyé en su pecho. El tocaba mi pelo. Al momento llegó a mi pija con una mano. La acarició. Besándome apretó mi pija con dos o tres sacudidas mi leche saltó a raudales. Su lengua se hundió profundamente en mi. Chupó mi lengua. La mordió y mordió mis labios. Tomó mi mano y la llevo nuevamente a su vergón que se reponía velozmente. Me aferré a ella. La sentí revivir. El Capitán me aferraba entre sus brazos y me besaba con pasión..-