El gran teatro erótico del mundo 2
Para que luego digan que las páginas de contactos no sirven para nada, solo para que las chicas nos pongan los dientes largos a los chicos, porque ellas podrían ligar donde quisieran, pero vienen aquí para que los que no ligamos nada podamos hacernos ilusiones un día tras otro.
ESCENA TERCERA
Se abre el telón. Estamos viendo el salón-comedor de un piso corriente, con agua corriente y todo lo demás, quiero decir. Decoración corriente, comprada en Ikea o en una tienda de barrio. Vemos a nuestro hombre, el de la escena anterior, el que le tocó sin disimulo el trasero a la dama en la escena anterior. Está sentado a la mesa, con una bata que le ha debido prestar la buena mujer abierta de arriba abajo. Se le ven los calzoncillos de hombre mayor y barrigudo, se le ven los pelos de las piernas. ¡Por Dios que las señoras espectadoras no miren! Se está sirviendo un café cuando aparece ella, la dama, con una bata abierta, se le ven las braguitas, se le ven las tetitas… ¡Que los señores miren todo lo que quieran!
-¿Mi niño quiere tostadas? Tengo mantequilla y mermelada de frambuesa.
-Si te pones así de generosa me podrías hacer un par de huevos fritos con beicon, si tienes beicon, porque huevos seguro que tienes.
-No, mi amor los huevos los tienes tú, y de gallo grande, si los gallos tienen huevos, que no lo sé, porque nunca fui de pueblo.
La dama ha dejado una bandeja sobre la mesa y se dedica a magrearle los huevos al caballero, con placer de este, que suspira, bosteza y se estira.
-Sigue, sigue, mi amor. Por cierto que huevos solo tienen las gallinas, salvo las gallinitas como tú, que tienen unos huevos muy grandes que se le convierten en pechos.
El caballero magrea los pechos de la señora y los espectadores creen estar viendo una película porno, pero no es así porque: a) el caballero la tiene pequeña, aunque no se le vea, de momento; b) la dama no se ha depilado el sexo, como ocurre en las películas porno, para que se le vea bien, sin que estorbe el bosque, y c)… no vamos a entreteneros ahora con estas tonterías. Dejan de acariciarse y magrearse para hablar, porque aunque muchos crean que sí no se pueden hacer estas dos cosas a la vez, simultáneamente.
-Todo para mi niño bonito, que ha trabajado mucho esta noche.
Y la dama hace un ruido por la boca parecido a “cuchi-cuchi” o algo parecido, con los labios fruncidos. Desaparece del salón, en dirección a la cocina, que no se ve, ni tiene por qué verse, porque estamos en una representación teatral y los huevos y el beicon crujiente lo tendrá un ayudante del director que está esperando con el plato humeante detrás del decorado. El hombre aprovecha para rascarse sin disimulo la barriga e introduce la mano bajo los calzoncillos y se rasca a conciencia y luego parece que le pica el culo y luego… ¡So guarro! ¡Que te están viendo, hombre!
Entretenemos a los espectadores con un vídeo. Baja la pantalla del techo, que este teatro es muy moderno, y se enciende y vemos un escritorio de ordenador. Una mano invisible maneja un ratón invisible, como el del hombre invisible, quiero decir como el ratón del hombre invisible, no sé si me entienden, si les hago gracia o no. Lo que en realidad vemos es la flechita, lo demás lo intuimos. Estamos en una página web de contactos, arriba podemos leer en letras grandes, que las puedan ver todos los espectadores ADMINISTRADOR. La flecha entra en la cuenta de nuestro hombre que se hace llamar HOMOSEPARATUS y sabemos que es su cuenta porque la bandeja de correo interno está casi vacía, ni una de las infinitas damas dispuestas a que los hombretones les hagan cosquillas se ha dignado mirar su perfil ni mucho menos mandarle un correo interno diciéndole algo así como “¿Es que no hay machos muy machos por aquí para una hembra ardiendo? ¿Un bombero que apague este fuego?”
La flechita, o sea, la mano del administrador abre los pocos correos que tiene, tal ven en respuesta a los suyos, que deben ser muy numerosos, mucho, para que una dama, la que ahora está preparando los huevos con beicon haya podido caer en sus redes tupidas, de Spiderman de pacotilla. Por los altavoces del teatro se escucha una risita sardónica. Se supone que es del administrador y los espectadores, especialmente las espectadoras, sonríen y se animan a echar una risita sarcástica. Se reirían a mandíbula batiente si no fuera por la mañana y todos y todas y tod@es no estuvieran dormidos y bostezantes… ¡Qué digo! En realidad esta es la sesión de las 22,30 en el teatro Alfil enrocado de la capital. Es de noche. Será mañana en el escenario, pero esto es una representación teatral, no la vida real, en la vida real no pasan estas cosas. ¡En qué estaré yo pensando!
En la parte superior derecha, quiero decir izquierda, según miran los espectadores, se ve un colt, un supercolt reluciente. La flechita cliquea en la punta del colt y aparece una muesca luminosa, en color verde, pongamos por caso. Se escucha la misma risita del administrador.
Sale, entra en la cuenta de nuestra mujer y en la parta superior aparece una cueva, grande, ande o no ande, la cueva siempre grande. Y entonces aparece un oso, grande, grandote, que está delante de la puerta de la cueva y se pone a llamar como Pedrito Picapiedra. Y la puerta se abre y el oso entra. Y entonces, al lado de la puerta aparece un osito pequeño, como de gominota que se ilumina y se pone a dar saltitos. Escuchamos otra vez la risita sardónica del administrador.
Y entonces, sin más “cirimonias” se apaga el vídeo, sube la pantalla y aparece nuestra deliciosa damita con una bandeja en la que, entre otras cosas, hay un plato con dos huevos fritos y beicon, crujiente, uuuummmm, ñám, ñám, qué rico. Y lo pone delante del hombretón, su osote favorito. Y también trae una cestita con rodajas de pan crujiente, ¡cómo huele!
Por supuesto que aún no hemos dicho que nuestros personajes son los de la escena anterior y que esta bien podría ser la mañana del sábado, tras una noche del viernes apoteósica. Porque al parecer todos en las páginas de contactos quedan los fines de semana, porque durante la semana curran, o sea que son currantes, porque los ejecutivos y los yupis y los adinerados solo tienen que alzar el teléfono de horquilla, como los de antes, y llamar a madame Lulú y por allí aparecen tres o trescientas chicas desmpampanantes, aún más que las chicas de las páginas de contactos que están muy buenas, buenísimas. Creo que excepto yo, Homoseparatus, el autor de esta pieza teatral, todo el mundo está bueno en las páginas de contactos. Será por eso que aún no he conseguido una cita. Vamos chicas, a qué esperáis, cuando sea famoso como un oso podréis salir en los reality shows diendo que me disteis la primera cita. ¡Y cómo lo pasamos! Bueno y si no lo pasamos por lo menos cómo nos reímos, como diría el genial Gila.
No hemos dicho que debe ser muy temprano, porque por la supuesta ventana que hay a la izquierda del espectador apenas entra un hilillo de luz de la calle, no debe ni estar amaneciendo, o tal vez sea que los productores no tienen mucha “guita” y lo han arreglado con una linterna comprada en los chinos. No hemos dicho aún muchas cosas, pero las diremos.
La dama se sienta al lado del hombre y comienza a picotear los huevos, quiero decir los huevos fritos, no los otros, no sean ustedes mal pensados, por favor. El hombre le da un pellizco cariñoso en el muslo.
-Yo también he trabajado, cariño. ¿O no? Tengo que reponer fuerzas.
Risita del hombre.
-Nunca imaginé que lo fuéramos a pasar tan bien.
Risita de la mujer, que tiene un trozo de crujiente beicon en la boca. Los espectadores ensalivan, tiene que estar riquísimo.
-Es que estábamos muy hambrientos, jeje. ¿Por qué dices que no imaginabas que lo íbamos a pasar tan bien? ¿Crees que soy una reprimida?
Y aquí lo dejamos porque la escena se alarga. Los espectadores que vayan a por palomitas y refrescos, o a por un chocolate con churros, que aunque es de noche, la escena ha generado ganas de chocolate con churros en todos, para mojar el churro en el chocolate o introducir el churro por el donus y comerse todo lo que esté al alcance.
Continuará.