El Gran Masturbador
Un hombre confiesa a los lectores su excesivo nivel de masturbación, aunque esto no le supone problema alguno,pero un mal día...
El Gran Masturbador Les tengo que confesar algo muy íntimo. No es que resulte desagradable para mi hablar de ello, todo lo contrario, pero puede resultar complicado de entender y tal vez me tachen ustedes de paranoico, esquizofrénico o simplemente, bicho raro. Y yo creo que no es para tanto. El caso es que me masturbo con frecuencia; me explico, con una frecuencia seguramente superior al resto de ustedes. De hecho, con mucha frecuencia. Tres o cuatro veces al día de promedio, aunque los fines de semana y sobre todo en vacaciones la cosa se dispara.
Pero es que es normal, a mi me gustan mucho las mujeres y el sexo, ambas cosas, juntas si puede ser, pero el problema es que muchas veces, la mayoría de las veces no puede ser.
Casi todo me enciende: del verano, que les voy contar que ustedes no vean en las calles, en las terrazas, en las playas; la primavera es brutal: las primeras minifaldas, los primeros escotes del año; incluso el invierno resulta espectacular; para mi la nueva tendencia de botas-leggins es morbosa a no poder más. Comprenderán que con las mujeres de todas edades y condiciones que veo al cabo del día y de la noche...-de la noche ya no voy a hablar, es impresionante-, no pueda refrenar mi instinto sexual y me masturbe. Mi mente está llena de escotes pronunciados, faldas que se suben cuando una mujer se sienta, culos prietos y ceñidos en unos pantalones que nunca he llegado a comprender como pueden entrar, miradas que se cruzan, sonrisas que no son solo amables, todo ello me calienta, me pone a mil. Me masturbo pensando en personas reales y en imaginarias,en personas de mi pasado y de mi presente, en artistas famosas y en las vecinas del rellano.
Me masturbo en cualquier parte, en mi casa y fuera de ella. En el piso, creo que no queda rincón que no haya probado, desde luego el balcón a pleno día, y sin que nadie lo note, es lo más excitante, pero hacerlo debajo de la cama o dentro del armario tampoco está nada mal. De los artilugios, para que les voy a contar. También hay algún inconveniente, es lógico, ya he tenido que cambiar dos veces de lavadora, pero es que subirse encima cuando está en funcionamiento da mucho gusto.
Me masturbo en la última fila del autobús, les aconsejo este traqueteo, del cine ya no digamos, en restaurantes mientras leo el periódico -sección anuncios de relax, por supuesto-, incluso en lugares más insólitos como la Torre Agbar contra la que me froté, debió ser su forma fálica que me puso cachondo. En las reuniones de trabajo en las que todo el mundo está pendiente de unas diapositivas con la luz apagada resulta un lugar inmejorable. Los bosques no me ponen tanto, pero reconozco que alguna vez he contribuido a aminorar su sequía. Mi próximo reto, porque yo últimamente funciono con objetivos, es hacerlo desde lo alto de la estatua de Colón. Me he masturbado en todos los distritos y barrios de Barcelona, no me dejado ni uno. Y jamás me han pillado in fraganti, es como el asesino que ha cometido muchos crímenes y queda impune. Soy el mejor en mi especialidad, no me cabe duda.
Durante estos últimos años, me he sentido muy feliz, he tenido mucho muchísimo sexo -conmigo mismo, si, pero quien mejor que uno para conocer su cuerpo?- gozo de buena salud, me gano bien la vida y tengo amistades interesantes y divertidas, viajo, me deleito con otros placeres aparte del sexo, pero no hay felicidad que cien años dure...o no era así la frase? Hace una semana, estaba haciéndome una gayola muy normal, al decir normal me refiero al sitio, era la bañera...eso lo han hecho todos ustedes, no debía tener un día especialmente inspirado. Y pensé en faldas que subían, bragas que bajaban, escotes que se abrían, pechos que se soltaban, pensé en piernas largas con coños húmedos, imaginé labios que chupan, bocas que muerden, manos que acarician pollas y me excité como es habitual; estaba realmente caliente, pero el premio no llegaba. La recompensa esperada, el momento de éxtasis, la gloria del triunfo se demoraba inexplicablemente. Que coño sucedía??? Sé lo que es un gatillazo, todo lo hemos sufrido alguna vez, pero no era el caso, yo tenía el pene completamente erecto y quería correrme , llegar al orgasmo como la última vez, como todos los días varias veces, como toda mi vida....y de repente la nada. Sentí el deseo de ir a urgencias, tal era mi estado de abatimiento, pero como explicar lo que me sucedía sin provocar la incredulidad -como poco- del personal médico?.
Me tomé un ansiolítico ya que me subía por las paredes, lo intenté pasado un rato, pasadas dos horas, en medio de la noche, a la mañana siguiente, y nada.
Me había quedado seco. Literalmente seco. Como esas plantas que mueren en el invierno y ya no vuelven a brotar jamás. Seco como la mojama.
Supe que no podría vivir con ello el resto de mi vida. No sé si era un castigo divino, pero me daba igual.
Sería imposible, insoportable, peor que estar en la cárcel. Peor que ir a una guerra.
Preferí morir.
No tengo armas en casa, nunca he manejado una pistola y lo de la espita del gas abierta, notando que te vas muriendo, me pareció algo desagradable.
Necesitaba algo más rápido, más contundente.
Salí al balcón de mi séptimo piso que daba a la avenida. Ese mismo balcón del que les hablaba antes. No había tendederos, estaban en la parte de detrás del edificio, así que nada podría amortiguar mi caída. Sería solo un momento de dolor. Un minuto, tal vez menos.
No dejé ninguna nota escrita. Para que? Alguien lo iba a entender? Que les dieran a los que se quedaban¡.
Acerqué una silla a la barandilla y con la agilidad que da la rabia y la desesperación me encaramé. No dudé más de cinco segundos. Me lancé de cabeza. Vi el suelo cada vez más cerca. Estaba volando. Hacia la muerte. ...... En efecto, volaba hacia la muerte inmediata. No duró casi nada, pero si el tiempo justo para darse cuenta de que, en medio de la caída, surgía de su interior una eyaculación tan intensa como jamás la había tenido, brutal, salvaje,inimaginable, una eyaculación que le hizo aullar de placer.