El gran Gurú
Cómo mis días en mi estancia en un país de Asia se puso mucho mejor cuando conocí a un misterioso chico también extranjero como yo, que horas más tarde me llevaría a niveles insospechados de satisfacción
Se llamaba Gurú y lo conocí en un restaurante. Fue verlo entrar y su imagen masculina fue tan imponente que a pesar que casi había acabado mi almuerzo me quedé sentada solo a verlo. Ahora, debo contar que en temporadas de calor yo no llevo bragas cuando estoy en casa, y ese día decidí que no pasaba nada si iba así al restaurante que estaba a 3 cuadras.
Gurú era majestuoso, tipo árabe, tez blanca, frondoso cabello negro, barba bien cuidada y unos ojos con pestañas de ensueño que iban muy bien marcadas con unas cejas que me estaban distrayendo mucho. Intenté disimular. Él se había sentado cerca y aunque no me miraba o yo no me di cuenta al menos y parecía muy serio, decidí quedarme un poco más solo para verlo de reojo a ratos. Él terminó de comer y al pasar por mi lado me preguntó para mi sorpresa si podía comprarme algo para beber. Repito que era verano y las bebidas siempre hacían falta. Acepté encantada, nos vinimos a mi mesa, lo miraba feliz, era físicamente tan distinto al tipo de hombres del que estaba rodeada en ese país que me atrapó. Palabras van, palabras vienen, quedamos en vernos esa misma noche. El estaba de paso en la ciudad y decidió volverme a ver. Esa noche me puse un top blanco pegado con un escote amplio que resaltaba aún más mis senos grandes y un pantalón amarillo muy delgadito que marcaba mi cola. Estaba yo en la barra en uno de mis lugares favoritos y en eso sentí una mano en mi espalda… un escalofrío recorrió mi cuerpo. Era Gurú, quien me saludó dándome también un besito en la mejilla. El fue endulzándome con sus palabras, con sus roces, con sus sonrisas. Decidimos continuar la noche y fuimos a otro bar que estaba muy lleno y con música en vivo. Ahí se puso ya mucho más cerca a mí y yo me lo quería comer a besos, en eso se coloca detrás de mí y comienza a bailar despacito y me abraza por atrás rozando totalmente mis senos con sus brazos y manos. Estábamos rodeados de gente y yo no quería llamar la atención de ese modo. Sin embargo, lo disfruté, dejé que me sintiera, el juego lo excitaba a él y a mí también. Salimos de ese bar y como estábamos en un puerto nos metimos en un bote que servía de restaurante, pero a esa hora ya todos se habían ido. El ya estaba algo bebido y me miraba, pero no se decidía. Yo no lo pensé más y lo besé en los labios, él me correspondió, y aunque lo tuve muy cerquita lo prefería más sobrio así que después de tocarnos todo el cuerpo por un buen rato me dejó en mi hospedaje y quedamos vernos al día siguiente en la tarde.
Esa tarde escogí un top suelto de tela algo transparente, y aunque el escote es mínimo y no deja ver mucha piel, el brassier se puede traslucir algo a través de la tela y esa imagen perturba a cualquier hombre. El estaba igual de bello que los 2 días anteriores, yo ya cargaba mucha tensión y él lo mismo. Paseamos, conversamos, reímos, hasta que llegada la noche me preguntó qué quería hacer porque él se moría por hacer el amor. Nos besamos con mucha pasión y lo invité a mi cuarto. Durante todo el camino nos fuimos probando con besos y manos curiosas.
Llegamos a mi cuarto, cerramos la puerta y me empezó a besar con mucha pasión. Yo le correspondía, ese hombre me impactó desde el primer día. Luego cogió una silla, se sentó con las piernas abiertas, a mi me puso de pie en el medio y seguimos con los besos apasionados. En eso bajó a mis pechos, los acarició con ambas manos, los apretó, los gozó, se le notaba en el rostro. Levantó mi top y pudo ver mi brassier en directo, ese brassier que estuvo tratando de adivinar toda la tarde, pero la tela de mi top no lo permitía. Soy pequeña y mis pechos quedaban a la altura de su cara. Sus manos bajaron a mis nalgas y las apretó muy firmemente, se notaba que tenía fuerza, que su lado salvaje solo crecía y crecía. Regresó a mis senos y le pedí que fuera delicado. El me miró con una cara entre ángel y demonio y me preguntó si de verdad quería que fuera delicado. Para ese entonces sus caricias eran fuertes pero me poseían, él sabía lo que quería y me lo hacía saber, exhalaba masculinidad y eso me mojaba muchísimo. Le respondí que ya no estaba tan segura. En unos segundos me quitó el brassier y mis senos imponentes quedaron frente a él. Los observó, puso su cara entre ellos, los acarició por completo, masajeó los pezones y yo entre gemidos no quería que parara y al instante los llevó a su boca, los besaba, chupaba, lamía, me succionaba los pezones, se le iba la vida en ello mientras con sus manos me agarraba fuertemente las nalgas. Poco a poco fue deslizando su mano dentro de mis bragas y al sentirme mojada me bajó todo el pantalón, me dejó toda desnuda frente a él y me empujó a la cama. Antes de echarse se desvistió también. Me dijo que tenía un coño muy bonito y hundió su cara en él. Yo me estremecía de placer. Uno de los hombres más guapos y varoniles que había conocido estaba en mi cama y chupándome el coño divinamente. Me vine en su cara. Gurú siguió saboreándome y yo moría por hacerle lo mismo. Tomé su verga rosada y muy dura y la saboreé centímetro por centímetro. Qué delicia, me acuerdo y me mojo. El empezó a gemir, me dijo que nunca le habían hecho algo igual. Yo solo la disfrutaba, era mía y quería darle el máximo placer. Luego me montó sobre él, quería que salte sobre su dura verga. Así lo hice y fue cabalgar e ir al cielo. él me tocaba los pezones y yo no paraba de gemir, él puso uno de sus dedos en mi boca para acallar un poco la bulla, yo se lo chupaba y chupaba. Alcancé mi segundo orgasmo y a los segundos él me llenó toda con su semen. Fuimos a darnos una ducha y al salir él me agarró por la espalda, no llegamos ni a secarnos por completo. No quisimos esperar más. Me manoseó los senos con lujuria mientras me daba besitos y mordidas suavecitas en la espalda, y a la vez una mano bajó a mi pelvis, buscó mi entrada y ahí empezó a pasar sus dedos suavemente. Cuando notó que estaba nuevamente mojada, me puso sobre la cama boca abajo, me separó las piernas firmemente, me tocó las nalgas, me las masajeaba delicioso y en eso sentí su lengua tibiecita en mi chuchita y sentí que la corriente recorrió todo mi cuerpo, yo estaba empapada y solo lo quería tener dentro de nuevo. Pude sentir la punta de su verga jugando con mi entrada mojada, la resbalaba de arriba hacia abajo, provocándola y provocándose aún más. Yo alcanzaba la desesperación de tanto deseo. Cuando por fin sentí que empezó a empujar y empujar más hasta que la metió toda y soltó una especie de gruñido que me puso aún más. Empezó a bombearme. Yo apretaba las sábanas y gemía. Tenía un espejo en la otra pared del cuarto y podía ver su cara total de placer junto con la mía. Estábamos quemándonos no sé si en el infierno o en cielo, pero nos estábamos quemando de placer y lujuria. El me besaba la espalda y yo podía sentir cada embestida que solo hacía que pare más mi culo y eso lo ponía aún más. Lo podía sentir en sus gemidos graves y en su fuerza. Luego me dijo que se venía y le pedí que sí que me diera muy duro y se vaciara todo dentro de mí. Me regaló toda su leche caliente, que al separarse siguió chorreando entre mis muslos… Y hasta aquí dejo esta historia que por supuesto continuó esa misma noche y tuvo repetición otros días más…