El gran cafe. 1ª Parte

Una cita esperada con un final inesperado.

Salí de casa corriendo, llegaba tarde a mi cita, tan deseosa por verte que tardé más de la cuenta en arreglarme... Quería estar perfecta para ti.  Quería que vieras a una diosa del sexo, ardiente y pasional. Como siempre, tu sonrisa fue la respuesta a mi llegada, hacia más de 2 meses que nos conocíamos y aun así, cada vez que te veía mi cuerpo se erizaba, mi corazón empezaba a bombear como si estuviera preparándose para una situación límite. Y tú, con tus besos no calmaste mi desazón, al contrario, no pude evitar que mi cuerpo respondiera y empecé a mojar mis braguitas.

Fuimos a una cafetería, algo apartada del centro, en penumbra, con velas y un té caliente, la conversación era ajena a nuestros pensamientos, comentando qué nos había deparado el día imaginaba tu fuerte cuerpo encima mía, empujando hasta dejarme sin respiración.

Debiste notar lo que pasaba por mi cabeza, ya que con una sonrisa picara tu mano se acerco a mi cintura y poco a poco fue bajando peligrosamente hasta  mi coñito caliente. Me sobresalte, no esperaba esa reacción, estábamos rodeados de gente, mi respiración empezó a agitarse y cuanto más intentaba evitar la situación, con más pasión lo hacías, con movimientos fuertes, rítmicos, sin descanso. Cuando estaba a punto de explotar, tu boca acallo el gemido que luchaba por escapar de mi cuerpo.

Por un momento perdí la noción del tiempo, la gente de alrededor y cualquier otro sonido que no fuera tu voz… “Vámonos de aquí” dijiste en un susurro.

Pagamos rápidamente, y con paso veloz fuimos camino de tu casa, algunos metros antes de llegar cruzamos una calle menos concurrida, oscura y algo desagradable... me empujaste hacia dentro cogida violentamente de la cintura.  Te abalanzaste sobre mí, haciendo que mi cuerpo chocara contra la pared, cosa que me causo un gran dolor, pero en vez de asustarme me volvió más loca todavía, la mezcla de dolor y deseo hacia que la parte más sucia de mi mente saliera sin ningún tipo de moralidad...  Me tocabas desesperado, hambriento de deseo, anhelaba tu poya dentro de mi boca, anhelaba verte sufrir como lo estaba haciendo yo... Desabroche tu pantalon y la imagen que se descubrió frente a mi me desato, agachándome y metiéndome lo que tanto había deseado, cogiéndome la cabeza, guiándome en el ritmo, mis manos no dejaban de tocar tus huevos, tu culo… Eras perfecto, mi dios griego…

Me regalaste tu elixir, tu cuerpo encorvado, los espasmos del placer, tu cara de locura…

Cogiste mis manos y me inmovilizaste, tirándome al suelo, arrancándome la ropa, entonces fue cuando me asuste, nunca había visto esas reacciones tan violentas... “Ya está bien de juegos... Ahora vas a gritar como una perra…” Me abriste las piernas, sin esperar, me penetraste con toda la fuerza que tenias, el grito que salió de mi fue tremendo, el dolor era insoportable, pero no paraste, empezaste a apretarme el cuello, mi mente, desconcertada, asustada intento zafarse de ti, pero eras demasiado fuerte, demasiado pesado para mi delicado cuerpo... Seguiste, empujando cada vez más fuerte... Luchaba por respirar por escapar, hasta que volví a sentir el deseo apoderándose de mí. Aflojaste mi cuello, el aire entro y un gemido escapo, abrace tu espalda, la pasión ya no tenía limites, arañe con toda la fuerza que tenia, lo que hizo que aun te volvieras más loco...  Soltaste mi cuello y agarraste mi pelo, lo que hizo que mi cuerpo cediera a tus movimientos, impacientes, sin control.