El graduado escolar que terminó en sexual

Como la noche de la celebración del título de bachiller acabó con una follada inesperada.

Terminaba el curso y con ello celebrabamos nuestra graduación después de un duro año de estudio incansable. Tocaba cambiar de aires a nuestros 18 años, pero nada mejor que un festejo antes de encaminarnos hacia la universidad. Pero, para no engañar a nadie, mi mayor ansia porque llegase este momento no era otra cosa que ver a mis compañeros, a los cachondos claro, en traje. He de reconocer que ver a un tío con traje y esos zapatos negros lisos es una cosas que más guarro me pone.

Llegaba el día más esperado, Enrique, Nacho y Marcos fueron mi compañía hacia el instituto. Estaban íncreibles, sobre todo Nacho quien hizo crecer un poco mi verga, pero lo justo para que no se notase. Cinco minutos después llegamos a nuestro destino y cogimos asiento, al instante apareció Miguel para sentarse a mi lado. Miguel era un chico muy guapo de cara y de ojos azules, tenía un físico normal y una fama de tener una pedazo de polla (la verdad es que lo parecía cuando llevaba unos vaqueros ajustados, y es que se le marcaba bastante el nabo). Saludó y se sentó, con ese traje y esos zapatos tan bonitos que daban ganas de lamerlos, yo ya sentado devolví el saludo de forma alegre y me empalmé al instante (gracias que en mi posición podía disimularlo). Durante el acto estuvimos charlando entre todos y cuando terminó nos fuimos de cena y salimos de fiesta.

Sobre las tres y media de la mañana, Miguel y yo ya estábamos algo cansados, con tanto alcohol no pudimos más. Avisamos al resto y nos fuimos por el camino común a nuestras casas y que pasaba primero por su portal. Mientras caminábamos yo no podía parar de mirarle al paquete y a los zapatos, por eso cuando me hablaba no sabía ni que decir, me estaba poniendo muy cerdo. Cuando llegamos a su portal yo me iba a despedir, pero el se adelantó:

-Qué, ¿subes y tomamos la última?

-Sí claro -acepté yo encantado-.

Abrió la puerta y me seguía hablando mientras esperábamos el ascensor. Entramos en el y pulsó el botón del cuarto. Se hizo el silencio y con razón. Yo miraba el indicador y cuando pasábamos el segunda me cogió de la corbata y me empujó contra la pared y me empezó a comer la boca. Yo no daba crédito y seguimos así hasta el cuarto. Cuando se abrió la puerta paró.

-Tú te vas a tomar la última, hasta la última gota de semen que eche en tu boca hoy.

Con esa frase me puso muy cachondo y mi cipote se puso duro como una piedra. Volvió a besarme mientras intentaba abrir la puerta. Cuando lo consiguió paró y cerró, se giró y me cogió de nuevo hasta llevarme a una habitación, era la de sus padres. Allí me forzó y me puso de rodillas.

-O me chupas la puntera y el empeine de los zapatos o te doy una bofetada.

Yo asentí rápidamente y comencé a pasar mi lengua por ese bonito, negro y suave calzado. Mientras, Miguel se quitaba y el cinturón y se bajaba la cremallera para mostrar una rabo perfectamente definido debajo de unos bonitos calzoncillos azules. El se tocaba el paquete mientras veía como yo seguía sumiso a sus zapatos.

-Para, bajame los calzoncillos y chúpamela cerdo.

Ordené sin dudarlo, puse mis manos sobre su cintura y le bajé lentamente los calzoncillos mientras le besaba la zona que iba quedando al descubierto. Cuando se empezó a quedar al aire su nabo, se los bajé rápidamente y a mi vista quedo un pollón con capucha, gordo y largo, de unos 15 cm en estado de flacidez. Era precioso, no dudé en agarrarlo y descubrir poco a poco su glande.

-Que te lo metas en la boca zorra. Es grande, ¿eh?

No dudé en meterme ese pedazo de pene en la boca para notar como crecía dentro de ella. Tenía que ir expulsandolo a medida que se ponía como un tronco, puesto que semejante verga no me entraba entera. A Miguel se aceleraba la repiración y sus supiros de placer se intensificaban poco a poco. Su polla se puso dura como un tronco, ahí estaban, 24 cm de un rabo espectacular. Con la puntita de mi lengua le empecé a lamer suavemente el glande mientras gozaba como un cerdo. Con decisión empecé a meterla y sacarla de mi boca con rapidez, como gemía el cabrón. Me agarró de los pelos y me puso la cabeza contra la pared, empezó a follarme la boca con unas embestidas asombrosas.

-Levántate y coge el condón de la mesilla y me lo pones con la boca.

Abrí el condón (sabor fresa) le quite el aire de la punta dandole dos vueltas y puse el condon entre los dientes y mis labio y empecé enfundarle su verga. Hubo un momento que no pude más, normal, y terminó él mismo de colocárselo. Me tiró en la cama, me quitó los zapatos y los pantalones. El hizo lo propio pero me dio uno de sus zapatos y me dijo que me lo metiera en la boca mientra me empotraba, y se quitó los pantalones. Únicamente se quedo con la camisa desabrochada y su pene con una gomita sabor fresa. Me puso a cuatro patas y metió su lengua en mi ojete. Gocé como un perro, como grité de placer, fue tanto que me metió una cachetada de castigo, mientras decía "puta mala más bajo". Tras un intenso minuto lamiendo mi ano, sacó de la mesilla y un lubricante que se extendió sobre el preservativo.

-Prepárate porque esta pedazo de polla te va a hacer gozar como un perro.

-Fóllame duro guarra -contesté-.

Empecé a notar la puntita del condón y muy despacio fue metiendo sus 24 centímetros. Yo al principio gemí de dolor, nunca había tenido una polla igual dentro de mi culo. Mordía el zapato para no montar un concierto de gritos, Miguel ya había empezado a sacar y meter con una velocidad espectacular, como follaba el tío y como soplaba de placer. "Es el mejor polvo de mi vida" le escuché. Embistió duro y la dejó toda dentro durante medio minuto mientras me acariciaba las cachas y descansaba, yo gozaba de dolor. Estiro su brazo me cogió del hombro y volvió a trabajar, como si me cabalgara. "Puto, cerdo y oh si" eran sus expresiones más expresivas. Paró y me dio la vuelta, se tiró encima de mi y empezamos a besarnos mientras mi pene rozaba el suyo con condón. Me mandó tumbarme boca abajo mientras yo tiraba al suelo su zapato repleto de babas. Se tumbó sobre mi y metiendo su polla en mi ojo del culo puso una mano sobre mi cabeza y levantó la mitad de su cuerpo, dejando sus piernas con las mías y empezó a cabalgar, yo prácticamente ahogándome y más caliente que un radiador. Que postura del caballo tan bien aplicada, gozábamos como cabrones.

-Antes de correrme, un poco de misionero, ¿no?

-Si cabrón, follame sin parar.

Como nos besábamos mientras me embestía, y notabamos nuestros resoplidos. Miguel me empezó a morder y a besar la oreja. Entre eso y como me estaba follando el culo, no aguante más y empecé a correrme y a gemir para todo el edificio. "Joder cuanta leche, como te pongo guarro", me dijo. A los dos minutos, paró de penetrarme y puso su polla sobre mi cabeza. Se quitó el condón, que cayó justo encima del zapato que yo había tirado antes.

-Te vas a cagar -mientras se pajeaba rapido-.

Los huevos le caían y se los empecé a comer, pero me mandó parar y me metió la polla en la boca para correrse dentro, que gritos de placer mientras yo le lamia todo el pene y se lo dejaba bien limpio. Cuando se empezó a ablandar me lo quitó y se tumbo encima para empezar a besarnos.

-Como follas -le dije-.

-Tu tampoco pones mal el culo jaja, mis padres no vuelven hasta el lunes, así que quedate a dormir y mañana por la mañana volvemos a trabajar, ¿te parece?

No tarde en decir que si y nos pusimos a dormir abrazados, con su polla pegada a mi culo que aún en estado normal era casi como la mia empalmada. ¡Que noche, que traje, que hombre, que follada!