El gordo precoz (9)
CAPÍTULO IX: VIRUS. Quisiera averiguar acerca del SIDA. Dije directamente. Usted está infectado? Fue lo primero que preguntó.
EL GORDO PRECOZ (9)
CAPÍTULO IX: VIRUS.
Luego de la reunión con mi jefe, iba a tomar mi hora de descanso para almorzar, pero cuando bajé las escaleras, cambié de opinión por lo que vi en el salón de ventas.
"El señor Zesna?" Alcancé a escuchar a un cliente que le preguntaba a la cajera.
"ZESNA, TE BUSCAN!" Gritó la muchacha apenas me vio.
Voy a tratar de ser objetivo en cuanto a la descripción de la persona que vi parada detrás del mostrador, y de las otras tres que lo acompañaban, sabiendo de antemano que me va a ser difícil lograrlo.
El señor que preguntaba por mí debía tener unos 40 años de edad. A su lado estaba un muchacho de menos de 20 años; a su derecha otro chico de 13 ó 14, y por último un niño de alrededor de 10 años.
Bien.
Nada fuera de lo normal, salvo por un pequeño detalle.
Todos ellos eran terriblemente gordos!
Por Dios! Comencé a notar las alteraciones que habitualmente me inundan cada vez que estoy en presencia de un obeso, aunque esta vez debía multiplicar esa sensación por cuatro, ya que ésta era una real familia de hermosos "chanchitos", dicho con el mayor de los respetos.
Todas las partes desnudas de esas personas, me resultaban fuertemente eróticas. Las manos, los cuellos y rostros, los brazos de aquellos que los tenían descubiertos, y hasta las piernas gordas del menor de ellos que vestía pantalones cortos.
Estaba a punto de desmayarme por la excitación.
Siempre me sucedía algo inusitado e insólito en mi trabajo, aunque que quede claro, por favor, que no me estoy quejando.
Me presenté al padre y le di la mano. Sentí un cosquilleo muy grande, y su palma estaba hirviendo. Mientras me estrechaba firmemente, no pude dejar de volver a mirar a los gorditos que venían con él, para tener un pensamiento morboso. Era indudable que ellos eran sus hijos, ya que el parecido facial era por demás elocuente. La leche de este gordo había procreado esos descomunales muchachos que se estaban peleando entre ellos como si todos fueran niños pequeños.
"Me recomendaron que viniera a hablar con usted por algunas prendas para todos nosotros." Dijo el padre y me enamoré de su voz.
De pronto sentimos unos gritos de los muchachos y me quedé con las ganas de preguntarle quién había sido el que los había enviado.
"Puaj! Eres un cerdo!." Dijo el mayor culpando a su hermano menor, poniendo todos cara de asco y apartándose para dejar al chico completamente sólo.
"Yo no fui!" Atinó a decir el crío balbuceando, y comenzando a llorar.
El padre y yo nos acercamos al pequeño e inmediatamente confirmé lo que había sucedido, que obviamente ya estaba sospechando.
Uno de ellos se había echado un pedo, y lo estaban acusando a él. No dejé de excitarme con el aroma, no importándome en absoluto cuál de los gordos hubiera sido el responsable de tamaña acción insólita.
La cara de vergüenza del papá de los muchachos hizo ponerme en una situación incómoda, a pesar de que yo estaba disfrutando de esa travesura.
Los otros dos se morían de la risa, hasta que su padre les dirigió una mirada fulminante que los hizo ponerse serios.
El aroma "a rosas" seguía depositado en el lugar, y yo intentaba hacerlo desaparecer, aspirando todo disimuladamente, haciendo caso omiso a la dureza que ya tenía en mi entrepierna.
Cuando se hubo calmado el clima, el señor me pidió disculpas y solicitó indumentaria para todos, inclusive para él.
Cuando me trajeron las prendas requeridas, fuimos hacia el probador, donde entró con el benjamín. Estuve parado cerca de la puerta cerrada, mientras los dos hermanos mayores seguían peleándose de manos, empujándose y manoseándose de una forma muy infantil, pero que impedía que se me bajara la erección.
Me moría de ganas de tocar esos cuerpos, aunque más no fuera rozarlos con mis dedos en forma disimulada.
Zesna, tranquilo!
Que son casi niños!
Pero igualmente me hubiera sumado con creces a sus juegos inocentes.
El sonido de un nuevo pedo me hizo volver a la realidad.
"Fue él!" Dijeron al unísono señalándose mutuamente con el dedo, mientras ambos me miraban temerosos de que los delatara con su padre.
.
No importaba cual de los dos hubiera sido tampoco en esta oportunidad. Le hubiera permitido a cualquiera de ellos que me lo hubiera echado directamente en pleno rostro.
Aspiré hondo sin disimular, disfrutándolo, y sonreí.
"No te da asco?" Preguntó el menor de ellos.
Negué con la cabeza.
"Nos podemos tirar otro entonces?" Preguntó el mayor en forma inocente.
"Yo no tendría problemas, pero intuyo que a tu padre no le va a gustar demasiado si se entera." Dije en tono cómplice.
"Tú le dirías?" Me preguntó con recelo.
"Por supuesto que no, pero si llega a salir del probador en este momento, seguro que se iría a dar cuenta." Dije tocándome la nariz y haciéndole un guiño de complicidad.
Ambos comenzaron a soplar y a intentar ahuyentar el aroma con sus poderosos brazos, no dejando nunca de reírse a carcajadas, y continuando con el interminable jugueteo de manos ente ellos.
Nuevamente aspiré para absorber lo más que me fuera posible.
"Díganme, chicos. Ustedes viven cerca de aquí?" Pregunté, y se calmaron un poco, acercándose y tomando asiento en el banco contra la pared.
"No, vivimos como a media hora de viaje en auto." Dijo el mayor de ellos.
"Nunca los había visto por la tienda. Es la primera vez que vienen, verdad?" Pregunté sólo par entablar una conversación con ellos.
"Sí. Necesitábamos ropa y un amigo de papá le dijo que viniéramos aquí a hablar contigo." Contestó, dejándome con la incógnita, ya que él lo ignoraba, de quién sería el divino que me había mandado a esta gente para deleitarme la vista y los oídos.
Y el olfato también!
De pronto se abrió la puerta del probador y salió el niño. Su padre llamó a al de 13 años y no dejó de notar que ambos estaban quietos, sentados dialogando conmigo.
"Zesna, cómo has hecho para que este par de traviesos insoportables se estuvieran quietos aunque más no sea por un minuto?" Dijo y sin esperar respuesta volvió a cerrar la puerta con su otro hijo ya dentro del probador.
"Nos podemos echar todos los pedos que queramos." Le comunicó el mayor al otro niño, y sonó otro bastante fuerte que rompió el silencio.
"Él es el de los pedos, Zesna!" Dijo el benjamín señalando a su hermano. Y comenzaron a empujarse.
"Ya lo sé, pero está todo bien con eso. Sus pedos son muy ricos." Dije como para que se quedaran tranquilos que no los iba a acusar con su padre, pero no pudieron evitar sorprenderse con mi comentario. "Son todos hombres en su casa, o viven con alguien más?" Ya de paso quise averiguar alguna cosa extra de esta familia que no dejaba de excitarme.
"Con mi mamá y una hermana." Dijo el más grande. "Por qué lo preguntas?"
"No, por nada. Sólo tenía curiosidad por saber." Contesté satisfecho. "Cómo es el nombre de ustedes?" Pregunté excitado por saber.
"Nosotros somos la familia Gordínez." Dijo muy seriamente el mayor, y ante la risa de su hermano que intentaba disimular con su brazo, me confirmó que me estaban gastando una broma.
Me gustó la buena onda que tenía esta gente.
La puerta se abrió a los pocos minutos y salieron ambos del probador.
El mayor de los hermanos entró sin compañía a probarse las prendas, y cuando salió, el padre me dio la tarjeta de crédito para abonar la compra.
Por supuesto que confirmé que Gordínez no era su apellido, pero no pude dejar de sonreír al comprobarlo.
Cuando se iban retirando, vi como todos bamboleaban su culo de lado a lado y no pude dejar de imaginar que muy gustoso le lavaría la cola con la lengua a cada uno de ellos.
Cuando llegaron a la calle, el mayor de ellos entró nuevamente corriendo ante un descuido de su padre, me estrechó la mano, me dio las gracias y se echó otro ventosidad sonora, tras lo cual salió corriendo ante las risas cómplices de sus hermanos
No pude menos que sonreír por tal travesura.
Salí finalmente a almorzar, haciendo caso omiso a mis deseos de hacerme una paja por la excitación que me había dejado la familia "Gordínez".
Cuando volví a integrarme al trabajo estuve con una sonrisa de oreja a oreja durante el resto del día.
Estas alegrías las recibía casi a diario, venciendo en todos los casos la tentación de propasarme con los clientes, salvo en algún momento específico en que un roce o un toqueteo casi imperceptible y disimulado me hacían quebrar por momentos el temple de hombre controlado que irradiaba ante la gente que estaba a mi alrededor en forma cotidiana.
Sabía que eso que hacía no me conducía absolutamente a nada. Sólo buscaba el placer visual, aunque mis otros sentidos se sumaban gustosos a la experiencia, como por ejemplo el olfato, que estuvo de parabienes específicamente en este día.
Alrededor de las seis de la tarde, me avisaron que tenía una llamada de teléfono.
"Hombre o mujer?" Pregunté como siempre.
"Creo que mujer." Dijo dudando. "Sólo preguntó por ti sin dar más datos, ni aún cuando pregunté quién llamaba".
Qué extraño!
"Hola!" Dije, y sólo escuché respiración del otro lado del tubo. "Habla Zesna. Quién es?" Continué y esperé.
La respiración comenzó a agitarse muy lentamente y ganó un ritmo cada vez más frenético aún con el correr de los minutos, sumados ahora a jadeos y gemidos que inundaron de pronto la línea telefónica.
"Hola!" Repetí. "Pero quién es el que habla?"
Ninguna contestación, pero ya la respiración jadeante entró casi al borde de la desesperación total, acompañada de un par de grititos ahogados.
No alcancé a distinguir quién era el que estaba haciendo esto, pero por la voz, efectivamente parecía una mujer.
Sería posible que alguien se estuviera masturbando sólo con escucharme hablar?
Esto nunca me había sucedido antes.
Y la gran pregunta era: "Quién carajo era la hija de puta que estaba haciendo esto?"
Enseguida pensé en María, aunque no me la podía imaginar haciendo semejante acto desfachatado después de lo que había sucedido con su matrimonio y luego de nuestra última conversación. Simplemente me resultaba muy raro verla sosteniendo el tubo del teléfono con una mano y masturbándose con la otra. Esto era obra de alguien más.
Pero qué otra mujer conocía yo que pudiera hacer algo semejante?
Unos jadeos más seguidos de respiración furiosa y muy acelerada me hizo sospechar que la acción estaba a punto de culminar, cuando de pronto escuché que literalmente explotaba de placer haciéndome sentir un par de orgasmos entre esos alaridos y gemidos que intentaba disimular y de repente se cortó la comunicación abruptamente.
"La puta madre que te parió!" Solté gritando y colgué con violencia el tubo del teléfono.
"Qué sucedió, Zesna?" Preguntó la que me había pasado el llamado.
"Nada, sólo que no me contestó." Dije enojado conmigo mismo. "Estás segura de que era una mujer?" Pregunté para no sacar las conclusiones precipitadamente.
"No. La verdad que no. No lo podría asegurar." Contestó en forma sincera. "En realidad apenas preguntó por ti. Sólo dijo Zesna?, yo le pregunté quién era y no me contestó."
"Ok, si vuelve a llamar, pásame la comunicación sin hacerle ningún problema, por favor." Dije convenciéndome que descubriría a la persona que me había logrado perturbar de esa manera.
Sonó nuevamente el teléfono.
"Zesna, nuevamente para ti."
"La misma persona?" Pregunté.
"No creo, esta vez es tu madre." Contestó.
Qué sucedió ahora?
"Hola, mamá. Qué pasó?" Pregunté intranquilo ya que muy rara vez me llamaba al trabajo.
"Zesna, estoy muy preocupada. Hace días que no duermes en casa. Qué es lo que está sucediendo contigo?" Preguntó sin disimular lo que transmitían sus palabras.
"Todo está bien, madre." Intenté convencerla pero era consciente que iba a resultarme inútil hacerlo.
"No es cierto. No me mientas, hijo. Qué es lo que está pasando? Te llama un amigo que te necesita y sales corriendo en plena madrugada y no vuelves a dormir a casa. Zesna, qué clase de amigos tienes?" No evitó indicarme que estaba pensando en algo malo. No sospechó para nada de que pudiera tener una relación homosexual, sino que la cosa fue peor aún, sin decirlo expresamente, temía que estuviera involucrado en algo turbio como por ejemplo algún hecho delictivo o quizás relacionado con las drogas, y la lista de suposiciones iba a continuar, pero la interrumpí.
"No, mamá." Dije desesperado. "Tú no pensarías realmente algo así de mí, verdad?"
"Es que ya no sé qué pensar, hijo." Dijo y comenzó a llorar.
"Mamá, te pido que confíes en mí." Rogué. "Por favor!"
"Y cómo hago para confiar en ti, si no me dices qué es lo que sucede?" Insistió.
Viendo objetivamente, no dejaba de tener razón. Estaba siendo injusto con ella, que lo único que hacía era preocuparse por mi.
"Mamá, lo que pasa es que tengo un amigo que se acaba de separar de su mujer después de sorprenderla en la cama con otro tipo. El hecho es de que él la amaba mucho, y ahora está pasando por una crisis que lo ha tornado bastante inestable y sinceramente me hace temer por que se pudiera hacer algo malo consigo mismo." Preferí decirle la verdad, como siempre.
Aunque no toda.
Siempre odié tener que mentir. Las mentiras tienen patas cortas. Además el que suele mentir tiene doble trabajo, ya que después tiene que recordar las mentiras que dijo para ser coherente y no contradecirse en el futuro. No hay mejor cosa que ser sincero, aún cuando la verdad pueda doler a la persona que te escucha. Aunque éste no era ese caso.
"Oh, Zesna. Y yo que estaba pensando mal de ti." Dijo visiblemente aliviada.
"Bueno, espero haberte dejado más tranquila. Viste lo que te sucede por no confiar en tu hijo que es un santo?" Dije aunque talvez la palabra adecuada para cerrar la frase hubiera sido pelotudo.
Luego de cerrar la tienda, fui a ver a Juan. Cenamos juntos y me confirmó que tenía la reunión con el abogado por el tema de su divorcio en apenas media hora y quedamos que luego de verse con él se comunicaría conmigo.
Fui a casa, me di una ducha y me tiré en la cama para descansar y pensar en todo lo que me estaba sucediendo.
Era imposible que conociera algún gordo que no me alterara la vida. No me estoy quejando, sólo que me cambiaba la existencia tan solo con conocer a uno sin importar qué fuera a suceder con él. Hasta ahora había sido de ese modo y todo iría a hacer pensar en primera instancia que siempre sería de igual manera.
Primero conocer al gordo. Después obsesionarme con él. Posteriormente enamorarme de él. Y finalmente no poder separar ese vínculo fuerte que invariablemente se formaba entre ambos.
Debía reconocer sin embargo que ahora me estaba sucediendo algo bien diferente a todas mis experiencias anteriores. En esta oportunidad, se me habían alterado los órdenes de esas cosas.
Primero me había obsesionado con el gordo mucho antes de conocerlo. También casi me había enamorado de él antes de verlo por primera vez y finalmente lo había conocido.
Esto no era normal.
Qué era lo que me estaba sucediendo?
Siempre sentía que ellos resultaban igualmente atraídos por mi, casi en la misma forma que yo por ellos. Es que posiblemente se percataban del amor que yo les tenía.
Estoy seguro que el contacto corporal hacía toda esa tarea de dar y recibir información de y hacia ellos. Siempre confié en lo que yo llamo "cuestión de piel", en sentir esa atracción mismo con un apretón de manos.
Ahora estaba inmerso en esa relación que yo deseaba, pero que muy a mi pesar no terminaba de concretarse.
Prendí el televisor. Pasé por todos los canales.
Era inútil, cada vez que uno está en casa, nunca hay un programa como la gente para poder ver.
De repente miré hacia mi mesa de luz y vi que sobre ella estaba la revista que había traído del consultorio de Eduardo.
Tomé la publicación y busqué la página de la noticia que tenía interés en leer con detenimiento.
"ROCK HUDSON MURIÓ VÍCTIMA DEL SIDA."
"El día 2 de Octubre de 1985, Roy Harold Scherer Jr. más conocido como Rock Hudson, actor cinematográfico de gran popularidad en las décadas del 50 y 60, protagonista entre otros, de éxitos como GIANT,TOBRUK y ICE STATION ZEBRA y que la televisión se encargó de reflotar en los 70 haciendo pareja con Susan Saint James con la exitosa serie McMILLAN AND WIFE, falleció víctima del SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida) a la edad de 59 años, en su mansión de Beverly Hills en Los Angeles, California.
Hudson cuyo último trabajo actoral fue en la mundialmente famosa serie DYNASTY, haciendo el papel de Daniel Reece desde 1984 hasta su deceso, ya denotaba un deterioro físico bastante acentuado causado por los estragos del SIDA. El actor había contraído el virus en una relación homosexual, por lo que miles de sus fans en todo el mundo se vieron defraudadas al conocer su verdadera inclinación sexual, celosamente guardada durante tantos años, y que ya no pudo ocultar más y finalmente salió a la luz a causa de su enfermedad. Este es el triste final de uno de los galanes del cine más deseados de todos los tiempos."
Oh, Dios mío!
Comparé las dos fotos que ilustraban la página, y me horroricé. En la primera, estaba en plena gloria, supongo que en su apogeo cinematográfico allí por los años sesenta, y en la segunda, su cara parecía toda chupada, como una pasa de uva, y sólo con 59 años. Parecía como de 80 ó 90.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
Debajo del artículo, había un número de teléfono local, para comunicarse en caso de querer solicitar información acerca de la enfermedad.
Marqué el número, y esperé.
"En qué puedo servirle?" Atendió una voz masculina.
"Quisiera averiguar acerca del SIDA." Dije directamente.
"Usted está infectado?" Fue lo primero que preguntó.
"Creo que no. Sólo quiero saber los métodos de contagio. Y cómo evitarlo." Desconocía todo acerca de la enfermedad.
"No está seguro? Ha tenido contacto con jeringas usadas por alguien más, o ha tenido relaciones sexuales con alguien que pudiera estar contagiado?" Preguntó.
"Cómo puedo estar seguro de que las personas con las que pude tener relaciones no estaban contagiadas?" Pregunté a su vez.
"No, no puede. Debería hacerse un examen de VIH (Virus de la Inmunodeficiencia Humana) para tener total certeza de ello. Eso significa que le extraen sangre para analizar, y en poco tiempo se le entrega el resultado." Contestó.
"Muy bien. Podría informarme lo que pueda acerca de la enfermedad?" Ahora tenía urgencia por saber.
"Como no. El SIDA se contagia de diferentes maneras. Por transmisión sexual, teniendo relaciones con alguien que está infectado sin tener protección, llámese condón o preservativo. El virus puede penetrar al organismo a través de la vagina, la vulva, el recto o la boca durante la relación sexual. Una forma de evitar el contagio es mantener una pareja estable. El VIH también puede ser transmitido mediante contacto con sangre infectada con el virus, sea por transfusión de sangre contaminada como por utilizar jeringas o agujas con pequeñas cantidades de sangre de alguien infectado con ese virus"
"Dios mío! Dígame por favor cuáles son los síntomas de una persona infectada." Realmente tenía avidez de información acerca del tema.
"No se nota ningún tipo de síntoma cuando están recién infectados con el VIH. Algunas personas presentan una especie de gripe alrededor de uno o dos meses después de haberse expuesto al virus. Esta enfermedad puede presentarse con fiebre, dolor de cabeza, sensación de cansancio y crecimiento de los ganglios linfáticos. Éstos se sienten en el cuello y en la región inguinal. Estos síntomas desaparecen habitualmente en el lapso de entre una semana a un mes posterior de haber aparecido y casi siempre son confundidos con otra infección viral. Durante este período, las personas infectadas son muy contagiosas y el VIH está presente en grandes cantidades en los líquidos genitales."
"Si el virus se puede transmitir mediante sangre infectada, entonces podría decirme si se puede contagiar por los mosquitos que hayan picado anteriormente a alguien con el HIV?" Me horroricé ante la posibilidad de que fuera así.
"No, definitivamente no. El VIH no se transmite por picaduras de insectos, ni por contacto casual, como compartir utensilios de cocina, toallas, ropa de cama, teléfonos o inodoros con personas infectadas. Además los científicos tampoco han encontrado evidencia que el VIH se transmita por la saliva, el sudor, las lágrimas, la orina o el excremento." Continuó.
"Salvo que contengan sangre, verdad?" Pregunté.
"Sí, por supuesto." Contestó.
"Hay algún antídoto para el SIDA?" Pregunté ya sospechando su respuesta.
"Lamentablemente no. Al menos por ahora." Dijo para corroborar lo que me temía.
"Muchas gracias, señor. Me ha sido de gran ayuda." Confesé. "Ah, una pregunta más, ya han surgido casos de SIDA en este país?"
"Lamentablemente sí, aunque según mi opinión aún no están difundiendo la información acerca de este flagelo como se debería." Contestó.
"A qué se refiere concretamente?" Dije sorprendido por su comentario.
"Que no quieren que cunda el pánico y por el momento están tratando todo en forma reservada." Dijo.
"Eso es un error gravísimo." Dije horrorizado.
"Sí efectivamente. Eso mismo pienso yo. Hay gente que debería tener la información necesaria para prevenirse. Por eso le agradezco que haya realizado esta llamada."
"Bueno, muchas gracias a usted. Me ha sido de gran ayuda." Concluí.
"No deje de chequearse periódicamente si usted es drogadicto u homosexual." Dijo.
"Disculpe?" Dije atónito.
"Digo que no deje de hacerse un chequeo si usted es uno de cualquiera de los dos que he mencionado." Repitió.
"Usted cree que los heterosexuales están libres de esta enfermedad? Por lo que usted me dice, esto va en camino de ser una plaga de proporciones bíblicas si no se encuentra una cura lo más rápido posible. Si usted fuera casado y con su pareja estable, tendría que encadenar a su esposa en su casa para estar seguro que no la engaña con alguien que bien pudiera estar contagiado con la enfermedad, señor." Dije en realidad este comentario porque me vino a la mente en forma instantánea a una persona que me hizo aterrar ante la posibilidad que pudiera haber contraído el virus: María.
"Lamento tener que aceptar que lo que usted dice es verdad." Dijo después de una breve pausa.
"Muy bien. Gracias nuevamente." Y colgué el tubo.
Pensé unos minutos acerca de la información que acababa de recibir. "Dios mío! Esto es espantoso! Horrible!" Dije en voz alta.
Ya no depende de uno mismo, si tu pareja tiene relaciones con otras personas.
Seguía pensando en María.
Con cuánta gente se habría acostado?
La puta madre que la parió!
Si ella cogía con todo el mundo, y tan sólo uno de ellos estuviera infectado con el VIH; y si luego hubiera tenido relaciones sexuales con Juan, y teniendo en cuenta que yo mismo ya había tragado el semen de éste la noche que nos conocimos y dormimos juntos en el colchón en casa de mis patrones, estaríamos todos contagiados. Y ni hablar de toda la gente con la que María se hubiera acostado posteriormente a ese hecho, incluido el pobre desgraciado al que casi vi mearse encima en el dormitorio de Juan la noche que pescó a su esposa in fraganti.
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Pero esto no puede ser!
No debería ser así!
Pero lamentablemente era así!
En ese momento también pensé en Edson, mi gordo de las vacaciones. Si ni siquiera lo conocía! Que pasaría si él tuviera SIDA. Me habría contagiado.
Me aterré por la impotencia, y por haber estado ignorante todo este tiempo absolutamente de toda la información acerca de esta espantosa enfermedad.
"Esto va en camino de ser una plaga de proporciones bíblicas." Le había dicho sin pensarlo demasiado al tipo del teléfono. La frase había quedado bonita.
Ahora me convencí que esa frase bonita dicha como al pasar, no lo era en absoluto. Era una verdad terrorífica!
Por Dios santo!
Por primera vez en mi vida, rogaba por estar equivocado.
Sonó el teléfono y me hizo sobresaltar.
"Zesna, todo está bien encaminado con los abogados. Ellos se van a ocupar de todo." Me dijo Juan apenas levanté el tubo, diciéndome que acababa de arribar a su casa, e hizo una larga pausa, que finalmente rompió con una pregunta. "No quieres venir a dormir conmigo?"
"Dormir contigo?" Fue lo único que atiné a preguntar.
"Sí. Te necesito, amigo." Me derretí sólo con el tono en que lo dijo, además de conocer el significado real de la palabra amigo
"Dime qué tanto me necesitas?" Pregunté.
"Mucho!" Fue su respuesta que alcanzó para convencerme de seguir con mi jugueteo.
Me gustaba imaginarme estas conversaciones de novios por teléfono.
"Dime qué es exactamente qué deseas de mi?" Dije en forma perversa.
"Tú sabes que me gusta estar contigo, Zesna." Dijo resignado.
"Y por qué ese cambio tan repentino?" Dije sorprendido gratamente.
"Es que estoy haciéndole caso a lo que me dicta el corazón, Zesna." Confesó.
"Y qué es lo que te dicta el corazón?" Pregunté sorprendido.
"Yo también te amo, amigo." No dejó de emocionarme con eso.
"Oh, Dios, qué estás diciendo?" Pregunté atónito.
"La verdad, Zesna. Me gustaría estar contigo en todo momento. Te necesito." Fue una confesión muy sincera. "Estoy todo el tiempo pensando en ti."
"La tienes parada en este momento?" Quise saber.
"Sí!" Dijo y sentí su jadeo como si se estuviera manoseando.
"Te estás acariciando?" Necesitaba que me lo dijera.
"Sí." Confesó. Y lo que agregó me puso desesperado. "Y me gustaría que lo hicieras tú en mi lugar."
"Por Dios, y qué más quieres que te haga?" Me gustaba esta conversación.
"Quiero que me enseñes. Quiero que me tengas paciencia para que pueda aprender." Dijo.
"Me dejarías comerte todo?" Pregunté para ver si había entendido bien.
Hubo una larga pausa.
Supongo que por más que él quería, un conflicto estúpido aún se interponía entre nosotros.
"Sí." Contestó ante mi estupefacta sorpresa.
"El culo? los genitales?" Pregunté y yo ya estaba al borde del colapso.
Nuevamente la pausa.
Larga pausa
Demasiada larga.
"Sí." Dijo finalmente.
"Aguárdame que ya voy para allí. "Dije y colgué.
Me levanté de la cama, me vestí batiendo récords de velocidad, me calcé los zapatos y salí presurosamente para intentar llegar antes de que se pudiera arrepentir.
A la cuadra del edificio de Juan, volví a aminorar la marcha como siempre y por las dudas, y estuve muy feliz de haberlo hecho porque el inspector de tránsito estaba clavado en el mismo lugar de siempre como una estaca.
Esta vez cuando me vio sólo me saludó con la mano. Y claro, ya éramos como amigos. Como culo y calzón. Se me ocurrió que si esa persona fuera obesa, casi seguramente terminaríamos en la cama algún día.
Aunque ahora debía concentrarme en Juan nuevamente.
No me extrañó en absoluto su invitación sino la forma en que me lo dijo.
"No quieres venir a dormir conmigo?"
Si hasta pareció como que estuviera recaliente ya que por esta vez no le había sonado feo, como me lo había confesado anteriormente.
El ascensor me dejó en el piso indicado.
Tras tocar timbre en el departamento de mi amigo, éste abrió la puerta sin hacerme esperar como en las oportunidades anteriores.
Nos dimos un fuerte abrazo.
Prolongado.
Interminable, completamente lleno de intensidad.
"Te sucede algo, Juan?" Pregunté con su cabeza aún apoyada en mi hombro.
"Zesna, he estado pensando en todo lo que ha sucedido en los últimos días." Comenzó diciendo, como que recién hacía un balance de toda la vorágine en la que se vio envuelto últimamente. "No sé como agradecerte todo lo que has hecho por mi." "Ni que lo necesitas. Además quisiera seguir haciendo cosas por ti." Dije en forma muy sincera.
Él levantó la cabeza para verme al rostro. Vio mi mirada pícara mientras le sonreía, y se sonrojó, pero no desvió la mirada.
Estábamos fuertemente abrazados mirándonos a los ojos.
De pronto desvió la mirada hacia mis labios, apenas por una fracción de segundo.
"Anda! No te detengas." Fue más una súplica que un pedido. "Si te mueres de ganas, por qué no lo haces de una buena vez." Y le sonreí.
Acercó su rostro al mío. Su respiración me golpeó directamente en la boca y la nariz. Casi me voy al piso de la excitación, pero él me asía muy fuerte. Ninguno de los dos parpadeaba. Nuestras pupilas se exploraron hasta lo más íntimo.
Enfrentó sus labios a los míos, y yo me alejé hacia atrás para tomar distancia.
Nuevamente arremetió, y otra vez estiré un poco más mi cabeza hacia atrás. No se esperaba que jugara de esta forma con él.
Apoyó una de sus manos en mi nuca para evitar que siguiera evitándolo.
"No lo hagas más difícil para mi de lo que realmente es." Me rogó.
Y por tercera vez acercó su boca a la mía. Esta vez no me volví a resistir.
Sus labios rozaron los míos. Su nariz se posó sobre la mía y la refregó contra ella. Nuestras respiraciones se mantuvieron en jaque y comenzaron a aumentar su intensidad.
La carga erótica que despedían nuestros cuerpos por el simple hecho de estar juntos, era extraordinaria antes mismo de tocarnos o de desnudarnos.
Todo iba gradualmente en aumento, pero el hecho inusual era que ya comenzaba mismo en un punto muy álgido.
Sus labios se apoyaron en los míos haciéndomelos sentir muy jugosos, muy calientes.
Los jadeos ya habían comenzado hacía un buen rato. Las alteraciones conocidas me embriagaban una vez más, y noté que Juan estaba a lo sumo igual de caliente que yo. Igual de necesitado de alguien en la intimidad, de sentir un cuerpo desnudo pegado al suyo, de sentir su boca explorada por fuera y por dentro por una lengua juguetona, de sentirse acariciado en sus partes más íntimas, privadas y escondidas. De sentir su intimidad violada por quien sabría tratarlo de gentil modo. De entregarse a manos de quien fuera capaz de extraer de él las sensaciones más eróticas, más lujuriosas y más perversas que nunca nadie había podido lograr.
Sus ojos permanecían cerrados, al igual que sus labios que rozaban los míos en todas direcciones. Estaba como acostumbrándose nuevamente a la idea. Era como que necesitaba imperiosamente vencer todo tipo de rechazo que indudablemente aún temía sentir. Yo hubiera apostado que él lo estaba deseando con toda su alma, y que estaba haciendo el mayor de los esfuerzos para poder triunfar por sobre ese temor. Quería entregarse a mi; deseaba tener esa experiencia que lo iría a sacudir interiormente, y estaba lidiando para darse esa licencia. Posiblemente su lucha consistía en pensar qué sucedería si finalmente le gustara? Ese era el debate interno que no lo dejaba gozar plenamente de su sexualidad. Y estaba seguro que vencería la cordura. Que afloraría la razón.
Lo que había sucedido en el baño la madrugada anterior había sido producto de una calentura, lo entendía. Todo lo que habíamos hecho entraba dentro de lo que yo llamo una lujuria galopante, envueltos en una vorágine que nos arrolló a ambos. Ahora era bien diferente. Juan intentaba volver a realizarlo, pero esta vez teniendo plena conciencia en todo momento de los pasos que estaba dando en cada oportunidad.
Sabía que eso le costaba mucho, por más que me lo había dicho por teléfono.
Sí, por el tubo puedes decir cosas, que luego no te animas a hacer efectivas personalmente
Entendía que eso chocaba con sus conflictos y con sus temores.
Conocía que su interior estaba en franca contradicción. Entre querer hacerlo y negarse a aceptar que lo deseaba con todo su ser.
Estaba plenamente convencido que esta vez lo iba a volver a lograr, y sobre todo, y que era lo más importante para mí, que él no se iría a arrepentir después.
Mis labios aguardaban el esperado segundo beso apasionado que aún no llegaba.
Tenía la certeza que esta vez sería completamente diferente.
La vez anterior había sido fruto de una euforia salvaje. Disfrutable por cierto, pero realizado en forma desesperada. Esta vez sería potencialmente más calma. Saboreando cada instante de su proceder.
De pronto sus labios se separaron levemente, y una tímida lengua emergió de su boca. Apenas la puntita de ese músculo gustativo se posó en mis labios, víctima de un impulso involuntario se abrieron lentamente como una vagina en espera de ser penetrada por un miembro largamente anhelado. Dubitativamente, Juan acarició suavemente mis labios separados, primero el superior luego el inferior, explorándolos e intentando sentirse cómodo con sus propias acciones.
En ningún momento apuré el trámite. Simplemente me resigné a esperarlo todo el tiempo que fuera necesario. Estaba consciente que todo iba demasiado lento, pero esa era su decisión, y yo lo iba a aceptar de ese modo.
Su lengua ingresó un poco más dentro de mi cavidad bucal, y se detuvo a tocarme los dientes superiores con ella. Su respiración continuaba en lento aumento. Ahora se animó a ir un poco más dentro aún. Tocó mi propia lengua, y supongo que debe haber sentido el mismo fuerte cosquilleo que sentí yo, porque como si fuera un reflejo condicionado, se sobresaltó y la retiró sin sacarla de mi boca.
Su respiración se agitó nuevamente mientras aguardó expectante. Cuando su ritmo cardíaco volvió a la normalidad, prosiguió con su exploración, aterrizando nuevamente sobre mi lengua. Otro fuerte cosquilleo le obligó a quitarla por segunda vez para volver a posarla nuevamente y casi en forma inmediata en el mismo lugar.
Ambos estábamos jadeantes.
Yo suponía que cuanto menos, él estaría sintiendo las mismas sensaciones que me recorrían por todo el cuerpo. La aceleración de los latidos del corazón, los temblores en las piernas y los cosquilleos en la entrepierna.
Su lengua no conforme con frotar la mía, fue en busca de mi paladar superior. Lo tocó y saboreó y fue en ese momento que mi lengua levantó vuelo y fue a juntarse con la suya en plena faena, en un silencioso diálogo de bienvenida.
-"Hola lengua gordita, qué estás haciendo por aquí?" -"Estaba por los alrededores y decidí darme una vuelta para ver qué tan bien se siente dentro de este lugar."
-"Eres muy bienvenida! Dime, cómo has encontrado mi cueva?"
-"Bien. Cómoda, húmeda como a mi me gusta y sobre todo sumamente acogedora."
-"Espero que te sientas a gusto, nos encanta hacer sentir tal como si estuvieran en su propia casa a las muy gordas como tú."
-"Sí, lo estoy. Prometo volver más seguido." -"Eso fue realmente una promesa?"
-"Puedes apostarlo. Nunca me habían hecho sentir tan bienvenida ni confortable en ninguna otra boca."
El cosquilleo seguía incesante alrededor de todo mi cuerpo, y con tan sólo imaginar que esa misma sensación sería la que él estaba sintiendo en ese preciso momento, mi miembro perdió unas gotitas de líquido que mojaron mis calzoncillos.
Comenzó a presionarme dulce pero firmemente contra su cuerpo con las manos que me estaban acariciando la espalda, y repentinamente su boca comenzó a succionar la mía. Soltó un par de besos pero sin despegar sus labios de los míos.
Lentamente me estaba ganando la desesperación por sentir más de él dentro de mi boca. Su lengua ya había conquistado la entrada de mi aparato digestivo, y en ese entonces todo el trayecto hasta mi estómago ya estaba completamente lubricado por su propia saliva.
La segregación de ambos se escapaba por nuestros respectivos labios, ya que la excitación y la expectación de estar ante algo sumamente delicioso, la hacía desbordar de nuestras bocas.
La desesperación nos abrazó a ambos, y comenzamos un frenético manoseo que bien podría haber estado catalogado como el más pornográfico espectáculo de cine si hubiera sido visto en una pantalla por una audiencia.
Nuestras manos se apoderaron de todo lo que estaba a nuestro alcance. Comenzaron ambas por la espalda y de pronto como si hubiéramos hecho un pacto de agresión mutua instantánea, uno de nuestros brazos pasó a explorar la parte delantera bajando velozmente a la entrepierna del otro.
Nuestras bocas seguían como adheridas con pegamento superpotente, ya que los sonidos de la succión inundaba la habitación. Ambos llegamos al mismo tiempo a tocarnos por debajo del ombligo, y sin ponernos de acuerdo abrimos simultáneamente nuestras piernas, separando los muslos para permitir al otro el libre acceso a nuestras respectivas zonas privadas.
Los jadeos de desesperación, como nunca antes recordaba haber tenido, me nublaban la razón en forma agradable, perdiendo por momentos la consciencia de lo que estábamos realizando en ese instante, pero entregándome completamente a lo que siempre me pareció inevitable. La forma en que Juan se me estaba entregando a mi, me emocionaba sobremanera.
Ambos parecíamos haber caídos en un éxtasis incontrolable.
Finalmente se había aflojado por completo, y estaba dispuesto a compartir su sexualidad conmigo sin tapujos ni prohibiciones.
Su llamada me lo había hecho sospechar, pero como uno nunca puede estar seguro de que algo así finalmente se fuera a hacer realidad, estaba por demás cauteloso con respecto a que no había que festejar antes de llegar a la fiesta.
Repentinamente, Juan me llevó hacia a una pared, y me apretó con su cuerpo contra ella.
Sin despegar su boca de la mía, literalmente parecía que me la quería comer.
Estaba recaliente.
Al igual que yo.
Me apretujó con todo su obeso cuerpo contra la pared, y su pierna derecha se ubicó en mi entrepierna y comenzó a frotarme los genitales con su muslo. Mi miembro ya despierto, terminó de endurecerse y le dio la bienvenida latiendo repetidamente contra él.
Acomodé mi propio muslo entre sus gordas piernas, y su panza me impidió hacer lo que él me estaba realizando a mi.
Sin dejar de comerme la boca, con una mano se levantó el vientre, y literalmente se sentó en mi muslo donde pude sentir sus genitales. Instantáneamente noté la dureza de su miembro, y ambos comenzamos un vaivén sincronizado, frotándonos mutuamente y moviéndonos en forma tal como que los dos al mismo tiempo estuviéramos cogiendo al muslo del otro.
Muy pronto comenzó la desesperación.
Esta experiencia también era insólita para mi, ya que jamás lo había hecho, y realmente me pareció muy erótico y excitante.
Llegamos en pocos minutos casi al borde de la explosión, y él me empujaba salvajemente contra la pared ante cada arremetida de su pene sobre mi muslo. Me estaba haciendo daño, pero la excitación me superaba. Estaba obnubilado por su propio placer y noté que su miembro se agrandó un poco más, unos segundos antes de comenzar a sentir humedad en mi muslo, al mismo tiempo que Juan comenzó a gritar en forma salvaje y desesperada.
Su esperma mojó su entrepierna y todo mi muslo, al tiempo que salían alaridos bestiales de su boca que escupía saliva para todos lados presa de un descontrol total, y en ese momento mi excitación se acrecentó aún más, y el salvaje frotamiento de su muslo contra mi pene me hizo vaciar igualmente hasta la última gota, unos pocos minutos después de él.
Ambos seguíamos terriblemente excitados, y estábamos completamente mojados en nuestro semen, no pudiendo distinguir exactamente de quién era el esperma de cada una de las manchas que se veían claramente en nuestros respectivos pantalones.
Oh Dios, esto era realmente un desastre.
Nunca había sentido tanto semen junto en mi entrepierna, por más que realmente no lo veía en forma literal, aunque luego, tras observar nuestros pantalones mojados, sospechaba que la eyaculación de ambos había sido excesivamente abundante.
Se arrodilló frente a mi.
"Qué vas a hacer, bebé?" Pregunté.
"Quiero lamerte." Contestó.
"No, Juan. Antes quiero hablar contigo acerca de algo que me acabo de enterar."
CONTINUARÁ.
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