El gordo precoz (5)

CAPÍTULO V: PESADILLA “Tú estás loco. Somos dos hombres. No entiendo nada.” Dijo completamente desconcertado. Estaba seguro que entendía pero se negaba a asimilarlo todo de un solo golpe.

ELGORDO PRECOZ (5)

CAPÍTULO V: PESADILLA

El teléfono estaba sonando y literalmente me arrancó de mis sueños.

Prendí la luz del velador y levanté el tubo aún con los ojos cerrados mientras me acostumbraba a la luminosidad. Abrí apenas el derecho, para poder ver el reloj.

04:12:29 AM

Quién carajo estaba llamando a esta hora?

"Hola?" Pregunté aún dormido esperando no recibir una mala noticia. Aunque sinceramente, quién te llamaría a esta hora para darte una buena? Aún así, mi subconsciente pedía por favor, no esta noche, no en este preciso momento.

"Zesna?" dijo apenas la voz, y reconocí del otro lado del aparato la voz suave, pausada, dulce e igualmente tímida, pero infinitamente más triste.

"Juan, pero qué sucede?" Pregunté conteniendo la respiración y comenzando lentamente a despabilarme mientras me percataba que algo malo había ocurrido.

"No sé cómo pedirte perdón por molestarte a esta hora." Dijo sollozando y evidentemente preocupado por hacerlo. "Estoy con una depresión muy intensa. Me siento como cayendo en un pozo profundo y no veo el fondo."

"Juan, por lo que más quieras, aguárdame que voy ya mismo para allí." Dije ya despertándome totalmente e intentando asimilar sus palabras.

"No, Zesna. Perdóname, amigo. Sólo llamé para despedirme." Dijo balbuceando.

"Qué? Cómo para despedirte? A dónde vas? Qué estás diciendo? A qué te refieres?" Iba gradualmente tomando conciencia de la gravedad de ese llamado. "Juan, por favor, no hagas nada hasta que vaya hasta allí y charlemos."

"No, Zesna. Lo siento. He pensado toda la noche acerca de mi resolución. Lamento haberte involucrado en mi vida de esta forma." Dijo mientras continuaba llorando.

Mientras hablaba tomé mi ropa y comencé a vestirme apresurada y torpemente.

"Juan, piensa un segundo antes de responder, pero quiero que lo hagas con total sinceridad." Hice una pausa ex profeso porque quise estar seguro que tenía toda su atención antes de continuar. "Hola? Sigues allí?" Pregunté mientras me calzaba los zapatos.

"Sí" Dijo simplemente.

"Quiero que me digas en este preciso momento qué es lo que sientes por mi. Aprecio, afecto, cariño, simpatía o qué? Quiero que pienses muy bien antes de contestarme, pero quiero que lo hagas con el corazón." Necesitaba sobre todo ganar tiempo, pero a la vez deseaba hacerlo pensar y descubrir si aunque sea tenía algún sentimiento hacia mí, por más leve que éste fuera. Estaba seguro de su respuesta afirmativa. Pero necesitaba que me lo dijera con su propia voz.

Estaba aterrado ya que sabía que él tenía un arma en su casa y ahora me llamaba para despedirse. Evidentemente no iba a tomar ningún avión. No sabía cómo, pero si había alguna persona capaz de evitar cualquier cosa que él pudiera hacer, estaba completamente seguro que ese era yo. Lo sabía, lo intuía por varios motivos. Su llamado me dio esa certeza. Me estaba pidiendo auxilio inconscientemente.

Nadie, absolutamente nadie, amaba a ese hombre como yo. Pero por supuesto que eso él no lo podría saber. Me emocioné porque él me llamó a mí, bien pudiéndolo haber hecho a alguien más, y quizás hasta tal vez lo hubiera hecho antes, pero cuando sonó mi teléfono, aún tenía la intención intacta de quitarse la vida. Sin embargo si ésta hubiera sido su primera llamada, me cargaba con el difícil compromiso de tener la responsabilidad de ser yo la única persona a quien verdaderamente le interesaba, o en el mejor de los casos, había hecho conmigo su intento postrero para cambiar de opinión antes de ejecutar su decisión.

"No lo sé, Zesna." Dijo preso del conocido conflicto, ahora más que evidente, que continuaba haciendo estragos dentro suyo.

"Y no quieres hacer nada para averiguarlo?" Continué desesperado, tratando de utilizar todo lo que estuviera a mi alcance para que cada cosa que le dijera fuera un aliado más para impedir lo que sería inevitable en caso de fracasar con mi intento. "Juan, quiero que sepas que yo te tengo mucho más que aprecio. No me preguntes cómo ni por qué, sé que apenas nos conocemos, pero quiero tener la oportunidad de mirarte a los ojos una vez más para intentar decirte lo que siento cada vez que estoy cerca de ti. Por favor, no me hagas esto, te lo suplico, Juan!" Rogué.

No hubo contestación del otro lado del tubo.

"Sé que no quieres hacerte daño. Sino estoy seguro que lo hubieras hecho sin haberme llamado a esta hora." Continué intentando encontrar una carta de triunfo. Debía desesperadamente buscar el as en la manga para darme tiempo a llegar a su casa. Si lograba hacerlo, estaba convencido que impediría cualquier cosa que él intentaba hacer. "No sabes lo que sientes por mi? O no lo quieres reconocer?... Mira, tienes el trofeo que ganamos en el campeonato de ‘truco’ ahí cerca?

"No, está en la repisa de la sala de estar." Contestó.

"Yo la tengo aquí en mis manos." Y la recogí de encima de la mesa de luz. "Ve a buscarla que te espero en la línea. Quisiera que hagamos algo juntos." Quería seguir distrayéndolo de su propósito. Necesitaba desesperadamente ahuyentarlo del lugar en donde se encontraba, y no me estaba refiriendo concretamente al lugar físico.

"No entiendo qué intentas hacer. No comprendo qué tiene que ver eso con lo que me pasa." Dijo visiblemente desconcertado.

"Ve a buscarlo y te enterarás." Dije con total convicción de que si lo hacía lograría finalmente interponerme entre sus intenciones y estaría más cerca de lograr mi cometido. "Por favor, Juan!"

"Un momento." Dijo, y sentí como apoyaba el tubo sobre su mesa de luz.

Respiré un poco más aliviado, al tiempo que me abotonaba la camisa.

En ese momento, fui consciente que contaba con la ventaja de que él confiaba en mi. Su confianza ya traspasaba los límites de la mesa de juego, y eso me daba una responsabilidad aún mayor. Me había llamado a mi, a su amigo, pidiéndome socorro, reconociendo que posiblemente yo sería la única persona que le podría ayudar. Rogaba encarecidamente que esto fuera de la manera en que yo estaba pensando.

"Hola, Zesna. Aquí tengo el trofeo." Dijo.

"Ahora quiero que leas la plaqueta en voz alta." Y posé mi vista en la misma que tenía en mis manos para leerla al mismo tiempo.

"Juan y Zesna. La pareja Imbatible. Junio de 1986." Dijo entre llantos.

"Hey, no creas que tu nombre está allí primero porque eres mejor que yo, eh? Sólo te han puesto en ese lugar para respetar el orden alfabético." Escuché una risa, que aunque nerviosa, era una risa al fin. "Juan, por favor, por lo que más quieras, no permitas que me quede sin compañero. Estoy seguro que tú no quieres lastimarte, verdad? Esto es lo primero que hemos compartimos juntos y quisiera compartir contigo muchas más cosas que unas simples partidas de naipes. Juan quiero decirte algo que nunca le había dicho a nadie. Desde hace tres meses que me moría por conocerte."

Ahora sólo escuchaba su respiración.

"Qué pelotudez estás diciendo? A qué te refieres?" Preguntó evidenciando intriga.

"Espérame, que ya mismo salgo para allí y te lo explico." Dije, y sin esperar respuesta colgué el tubo.

No estaba muy seguro de haber hecho lo correcto; me refiero a haberle cortado la comunicación de esa manera. Rogué que mi decisión de despertarle la curiosidad lo mantuviera por lo menos en vilo, consciente de que debería esperarme para que le pudiera dar una explicación.

Estuve a punto de patear mi automóvil cuando no logré hacer encender el motor las primeras veces que lo intenté.

Cuando finalmente tuve éxito, fui al edificio de Juan a máxima velocidad, lo que me hizo ganar una multa por parte de un inspector de tránsito apenas a una cuadra de mi destino.

La puta madre, y a esa hora?

Es que los inspectores no duermen nunca?

Por más que le expliqué al oficial que todo era cuestión de vida o muerte, sonrió creyendo que no era más que una estúpida excusa.

Me vi tentado a bajarme del vehículo, y seguir corriendo todo el trayecto de la única cuadra que me faltaba para llegar al edificio, pero creí que eso iría a perjudicar aún más mi situación. Me resigné a recibir el castigo, y al inspector se le borró la sonrisa de la cara dudando ahora de que quizás mi pretexto bien pudiera ser verdadero, ya que no me resistí en absoluto a que me aplicara la infracción en ningún momento, sino que todo lo contrario, lo único que le rogaba era que por favor no se demorara demasiado en hacerla ya que en verdad debía salvar una vida.

Sea como fuere no pude evitar el castigo y salí a la misma velocidad que llevaba antes de detenerme, siendo consciente que podría haber sido objeto de otra nueva multa por esa acción desesperada pero igualmente irresponsable.

Estacioné bruscamente en la puerta misma del edificio y corrí hacia la entrada donde quedé parado por unos segundos, me pellizqué el brazo para despertar de una vez por todas por si acaso todo esto se trataba de una pesadilla. No sucedió, por lo que fui consciente que todo era, para mi desgracia, absolutamente real.

A ver.

Qué otra cosa me podría suceder ahora?

Toqué timbre por el portero eléctrico correspondiente al departamento de mi amigo y contuve la respiración hasta el momento mismo en que presionó el botón que me permitió el acceso, sin preguntarme siquiera quién era.

Nuevamente respiré aliviado!

Me había estado esperando finalmente!

Debo haber batido el récord mundial de velocidad desde la entrada del edificio hasta el ascensor. Me introduje dentro y apreté el número 5 repetidas veces como si eso fuera a hacer que el elevador apretara un acelerador para subir más rápido. Mientras viajaba, me calmé al menos por unos segundos, porque sin ningún lugar a dudas mi treta había dado resultado.

Si hubiera sido en otra oportunidad y con otra persona distinta, casi seguramente me hubiera puteado a mi mismo por haber caído en esta situación. Por haber permitido involucrarme una vez más en otra relación traumática y complicada de este tipo, por más que juré y perjuré que no deseaba volver a vivir otra en el futuro. En lugar de eso, y desconociéndome a mí mismo, agradecí a Dios por haberme puesto en su camino, por haberlo conocido apenas con el tiempo suficiente como para permitirme interferir en sus planes y por haber sido yo el único testigo de todo lo que le ocurrió, como para tener la real dimensión de su problema.

Fui consciente que casi nada había sucedido aún entre nosotros, pero eso ahora me tenía sin cuidado. Lo que yo sentía por este hombre era muy fuerte independientemente de lo que él pudiera sentir por mi.

La putísima madre, y este ascensor que no llegaba nunca.

Descendí finalmente en el quinto piso, y presa de una desesperación que aún no cesaba, corrí apenas sintiendo el piso del pasillo en la suela de mis zapatos.

Todavía con la respiración agitada, toqué el timbre del departamento de Juan.

No escuché ningún ruido dentro.

Hice sonar nuevamente dos veces seguidas el ding dong al mismo tiempo que golpeaba sin parar desesperadamente la puerta con mis nudillos hasta que sentí el pesado cuerpo del gordo acercándose para permitirme el acceso.

Hizo girar la llave hasta que abrió y me dejó pasar.

La primera visión que tuve de él, muy lejos de llenarme de lujuria me inundó de un sentimiento de amor hacia él, por todo lo que significó que confiara tanto en mí, siendo casi un desconocido para él. Estaba vestido solamente con sus calzoncillos dejándome ver sus gordas piernotas con dos rodillas como sendas pelotas de fútbol y una remera de manga corta muy gastada y totalmente empapada en transpiración, lo que me atreví a aventurar que esa era la indumentaria que utilizaba usualmente para dormir.

Lo primero que hice fue abrazarlo, bueno, quiero decir mi clásico intento de abrazo. Acto seguido nos miramos a los ojos, y fue cuando lo noté resignado totalmente. Le sonreí, y lo que hice a continuación fue darle las gracias.

"Cómo que gracias? Yo soy el que tendría que por lo menos pedirte perdón. No tengo derecho a complicarte así la vida." Me dijo sin dejar de lagrimear.

"Gracias, por confiar en mí. No tienes la más mínima idea de lo mucho que esto significa para mi. Gracias por haberme llamado en este momento. Gracias por dejarme ayudarte, porque estoy muy seguro que lo puedo hacer." Estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no rendirme a acompañarlo con su llanto. Deseaba darle ánimo en vez de hundirlo aún más en su tristeza.

Le pedí por favor que me abrazara, y nuevamente apoyó sus brazos en mi espalda y lentamente fui sintiendo la presión de su cuerpo contra el mío a medida que se hallaba más cómodo conmigo y ganaba aún más confianza en esa posición. Yo lo apreté de ambos costados, inútil como siempre por poder acceder a su espalda. Rompió a llorar desconsoladamente en mi hombro y sólo atiné a acariciarle la cabeza.

"Llora, Juan. Llora. Que la vida continúa y tienes que superar esto lo antes posible, como todos lo hacemos cuando se nos llena el camino de piedras y espinas." Deseaba que se desahogara completamente encima mío. Intentaba que se sintiera totalmente seguro estando yo allí. "Sé que finalmente con el paso del tiempo lograrás recordar todo esto como si hubiera sido tan solo una terrible pesadilla. Quiero que no te preocupes por nada en absoluto. Quiero estar contigo todo el tiempo que necesites."

"Tienes que ir a trabajar por la mañana." Dijo como preocupándose de que no pudiera cumplir con lo que le acababa de decir. Pero me puse contento, porque por lo menos estaba prestando atención a mis palabras. Otros en similares situaciones, estarían asintiendo con la cabeza cada cosa que dijera sin importarle exactamente de qué mierda estaría hablando..

"No te preocupes, podría arreglar eso. Sólo necesito hacer alguna llamada después de las 9 de la mañana." No pude resistir y le regalé un beso en la oreja que en ese mismo momento tenía frente a mi boca.

"Zesna, ya te habrás dado cuenta que necesito mucha ayuda." Confesó. "No voy a poder salir de esta depresión por mí mismo."

"No te preocupes. Yo te voy a ayudar en todo lo que pueda. Además conozco a un profesional que te puede auxiliar con la parte sicológica. Sólo necesito una cosa, que me prometas que cada vez que sientas lo mismo que hoy, me llames, no importa qué hora ni qué día sea, y que sólo me digas ‘Zesna, ven que te necesito’. Nada más. Sólo eso, y yo entenderé. No quiero tener la preocupación de que te puedas hacer algún tipo de daño. Por favor, te pido tan sólo eso. Me lo prometes?"

"Zesna, apenas te conozco, y ya te debo tanto..." Dijo aferrándose fuertemente a mi y sin apartarse ni por un segundo como temiendo que si se soltaba se podría caer nuevamente en el pozo tan temido.

"Apenas nos conocemos? Si ya me pareciera que te conozco desde siempre. Es que esto no me sucede muchas veces en la vida, Juan. Recuerdas que ayer te ofrecí mi amistad? Estoy muy agradecido de haberlo hecho, porque no me hubiera perdonado por el resto de mi vida si te hubiera ocurrido algo." Hice una pausa. "Aún no escuché tu promesa."

"Sí!" Dijo simplemente y eso me hizo aliviar por completo.

Finalmente, por más que se resistía a admitirlo, interiormente reconocía que podía confiar en mí y que yo no lo iba a decepcionar jamás

"Por qué no me cuentas a qué te referías cuando me dijiste por teléfono que hacía tres meses que te morías por conocerme?" Preguntó de repente.

Ya me había olvidado de eso. Nunca pensé que se fuera a recordar de lo que le había dicho, pero diablos, si fue exactamente eso que lo desvió completamente de su propósito.

"Desde que te nombraron por primera vez delante de mí, diciéndome que eras un buen jugador de truco, deseé con todo mi ser llegar a conocerte algún día. Así que imagínate el placer mío, cuando no sólo logré conocerte, sino que hasta finalmente jugamos juntos, y logramos ganar el torneo. Juan, quisiera jugar al truco solamente contigo como compañero por el resto de mi vida."

"Estás exagerando!" Me dijo.

"Te aseguro que no. Cuando logres conocerme mejor, te darás cuenta que no exagero para nada." Dije ocultando una gran parte de la historia sin la cual seguramente no terminaría de comprender totalmente.

.

Estuvimos en esa posición durante casi una media hora.

"Quieres tomar una ducha?" Le pregunté. "Quédate tranquilo que por esta vez no la voy a tomar contigo." Agregué.

Se apartó de mí, como si hubiera dicho un disparate.

"Zesna, no te enojes por lo que te voy a preguntar, pero tú eres homosexual, verdad?" Preguntó ya comprendiendo completamente lo que se resistía a entender y que yo le estaba tratando de comunicar sin lograrlo. "Quiero decir, te gustan los hombres? Eres puto?"

"No me catalogaría como tal, ya que también me gustan algunas mujeres, pero indefectiblemente, ellas deben ser igualmente muy gordas." Confesé finalmente y lentamente se me estaba quitando algún peso de encima porque ya no deseaba ocultarle mis sentimientos hacia él, quería contarle paulatinamente todo lo que me sucedían con los obesos y con él mismo en particular y advertí que nuevamente su rostro se ruborizaba.

"Lo siento, Zesna. Pero yo no soy un gordo puto." Me dijo, y nuevamente se le nubló la vista.

Otra vez!

No me gustó la forma en cómo me lo dijo esta vez. No sé por qué, pero me sonó por demás extraño.

"Ya lo sé. Si lo fueras ya estaríamos revolcados en tu cama haciéndonos el amor mutuamente." Abrió los ojos como si tuviera pánico. Reconozco que lo que yo estaba diciendo no dejaba de tener algún grado de perversidad. "Sólo quisiera que me evacuaras una gran duda que tengo."

Nuestras miradas estaban fijas en nuestros respectivos ojos. Me hubiera gustado que me besara, pero no lo hizo. Lo hubiera hecho yo mismo, pero no quería espantarlo.

"Quiero que me cuentes qué fue exactamente lo que sucedió anoche sobre el colchón?" Dije no queriendo ni siquiera aventurar una respuesta.

Respiró muy hondo, como entendiendo que me debía dar una explicación, aún desconociendo si tenía alguna realmente.

"No creo tener problemas con mi sexualidad, pero como ya te he dicho antes, tengo algunos desórdenes que no puedo controlar." Comenzó diciéndome. "Desde hace unos meses que padezco de eyaculación precoz, eso posiblemente sea causa de una excitación no saciada debidamente, y que sólo me sucede en determinadas circunstancias que aún no tengo muy claro y por supuesto no puedo controlar. Mi mujer se limitaba casi exclusivamente a masturbarme un par de veces, diciéndome que yo estaba demasiado cansado como para tener el tipo de relación sexual que ella necesitaba, y posiblemente tuviera razón porque me fatigo enseguida. Ella quería mucho juego previo, quiero decir, de todo tipo, y yo siempre necesitaba una acabada rápida, para poder descansar. El hecho fue que eso me dejó con las ganas en más de una oportunidad lo que me causó esos desórdenes."

De más está decir que mi miembro ya estaba en estado rocoso.

Le recordé que había sido él mismo el que había comenzado primero con las caricias, a pesar de que era yo el que me moría de ganas de acariciarlo a él.

"Fui víctima de un impulso irrefrenable." Contestó nuevamente ruborizándose por completo. "Casi me muero de vergüenza cuando lo hice y descubrí que no estabas durmiendo. Por favor, es algo de lo cual no me siento muy orgulloso de haberlo hecho."

"Por qué no?" Le pregunté, y le acerqué mi cara a la suya.

Nuestras miradas se juntaron casi sin parpadear.

A los pocos segundos fijé mi vista en su boca, y cuando nuevamente miré sus ojos volvió a horrorizarse, vio mis labios hambrientos y temiendo que lo fuera a besar, me rogó con la mirada que no lo hiciera.

Estuve a un paso de ignorar su pedido y partirle la boca de un beso. Pero hay algo que es más fuerte que yo. Soy incapaz de lastimar a un gordo. Ellos tienen siempre prioridad sobre mi bienestar o satisfacción personal.

Por enésima vez se demoraría el primer beso. Ya a esta altura dudando si alguna vez iría a hacerse realidad el hecho de sentir esos labios carnosos pegados a los míos.

De todas formas, me mantuve cerca de su boca y nariz, absorbiendo su aliento y compartiendo el mío con él.

"No quiero lastimarte, Zesna. Pero yo no soy un gordo puto." Repitió.

Otra vez la misma frase!

"Tampoco yo o soy un flaco puto si eso te hace sentir mejor. Pero me gustas, y mucho." Respondí convencido de que debía ir acostumbrándolo a la idea aunque fuera muy lentamente. "No terminas de contarme lo sucedido aquella noche."

"Tuve un impulso muy grande de tocarte. Llámalo curiosidad, o no sé realmente cómo explicarlo. Se suponía que sólo te acariciaría y ya. Tú estarías dormido y ni tendrías que haberte enterado."

"Pero lo hice." Interrumpí. "Y qué fue lo que sucedió a continuación?"

"Estaba muerto de vergüenza." Nuevamente el pudor tiñó su rostro. "Nunca había hecho lo que hice y mucho menos me habían tocado de la forma en que tú lo hiciste. Ni siquiera mi esposa."

"Eso qué quiere decir?" pregunté. "Que te gustó?"

"No podía moverme por lo asustado que estaba." Ignoró mi pregunta.

"Juan, te gustó?" Insistí.

"Pensé que si no te contestaba, supondrías que estaría dormido, y no continuarías tocándome como finalmente lo hiciste." Dijo y más lágrimas brotaron de sus ojos.

"Juan, pero te gustó o no?" Pregunté con más insistencia.

"Y tú seguías y seguías, y yo ya no podía resistir. Y cuando me tocaste allí, que nunca antes en mi vida había escuchado siquiera de que alguien le podría tocar el culo a otra persona de esa forma..." Adiviné que hablar de esto en parte lo estaba liberando.

"Juan, necesito saberlo. Te gustó?" Pregunté por cuarta vez.

"SÍ, ME GUSTÓ!" gritó totalmente fuera de sí. "Y QUÉ HAY CON ELLO? ESO ME HACE UN GORDO PUTO?"

"No te pongas así, por favor! Pero por qué buscas un rótulo para todo?" Intenté calmarlo, ya que estaba muy alterado, y se dejó abrazar por mi. "A mi no me preocupa si yo soy o no soy homosexual, ni tampoco bisexual. A mi me gusta únicamente determinada gente. De qué sirve en todo caso, ser heterosexual, si no eres feliz?"

Aquí hice deliberadamente un alto en mi comentario, como para que pudiera asimilar las palabras que fluían cual fuente inagotable de mi boca que continuaba ardiendo de deseos de juntarse a la suya.

Sea como sea, ya estaba extremadamente satisfecho porque le había desviado la atención del motivo principal que me había llevado hasta allí esa madrugada, y estábamos conversando sobre otros temas que estaba seguro que eran tabúes para él. Ya había descubierto que todo lo referente al sexo y a su propio cuerpo le ruborizaban sobremanera. Me enternecía notablemente la forma en que se refería a estos temas. Agachaba la mirada, bajaba la voz, e invariablemente se teñía todo el rostro de color rojo.

Insistí con la ducha.

"En verdad no quieres que te ayude?" Dije sonriendo. "Mira que soy un experto enjabonando."

Me miró con cara de horror, y eso bastó para que no insistiera.

La puta madre!

Ambos nos estábamos perdiendo de algo hermoso.

Hasta pensé seriamente en ofrecerme para limpiarle el culo cada vez que fuera a cagar, ya que conocía su dificultad para hacerlo sólo, aunque él lo ignoraba, pero adiviné que también para ello debía ser paciente y esperar.

Se duchó, y cuando salió del baño vestía la bata blanca que ya le conocía.

Fue hacia su dormitorio, y yo fui tras él.

Vi que sobre su mesa de luz tenía el trofeo junto al teléfono, y al lado de él estaba su arma.

"Juan, por favor. Guarda ese revólver." Dije temeroso. "No lo quiero volver a ver en mi vida."

Lo tomó sin discutir, abrió el placard, luego un cajón y lo puso allí dentro conociendo finalmente el lugar de donde lo había sacado en la oscuridad la madrugada anterior cuando su mujer estaba en la cama con aquel tipo.

"Ahora vete que me voy a cambiar." Dijo y se sentó sobre la cama.

"Anda déjame mirar, prometo no tocar." Dije intentando convencerlo para que me permitiera conocerle al menos parte de su cuerpo desnudo.

"No, de ninguna manera. Me da vergüenza que me vean." Confesó, por más que yo ya lo sabía. "Anda, espérame en la sala de estar."

"No." Le dije. "Déjame verte, Juan. No te haces una idea de cuánto me gustas."

Me miró y negó con la cabeza.

"Vete de mi cuarto mientras me cambio." Ordenó.

"Dime una cosa. Tú tenías vergüenza de desnudarte frente a tu esposa?" Pregunté con real curiosidad. " Quiero la verdad, Juan."

"Sí." Contestó y me dejó perplejo. "Nunca estuve totalmente desnudo con mi mujer. Siempre llevaba calzoncillos, o al menos la remera puesta. No me gusta que me vean sin ropas."

"Y eso por qué?" Pregunté ansioso de poder cambiar ese hábito en él.

"Porque no me gusta que se burlen de mí. Es así de fácil." Dijo.

"Y tu esposa se burlaba de ti?" Pregunté sin querer aventurar una respuesta.

"Por supuesto que no, pero como ella no me veía totalmente desnudo no podía tener la tentación de hacerlo." Dijo finalmente.

"Pero no entiendo. Cómo has logrado hacer el amor con la ropa puesta? No me has dicho que ella te ha masturbado alguna vez?" Pregunté sin lograr comprender totalmente.

"Sí, ha sido siempre un esfuerzo muy grande poder lograrlo, aunque siempre con la luz apagada." Confesó.

"Juan quiero preguntarte algo más, y quiero que me contestes sinceramente. Qué tendría que suceder para que te desnudes completamente delante de una persona, y me refiero a hacerlo con la luz prendida, para que esa persona pueda admirarte? Cómo tendría que ser esa persona para que le permitas ver tu hermoso cuerpo y..."

"Cómo hermoso cuerpo? Tú estás demente?" Interrumpió levantando la voz.

"No, no lo estoy para nada. Tu sabes que a mi me gusta en demasía la gente muy gorda como tú." Confesé finalmente. "Para mí todos los gordos como tú son hermosos."

"Tú estás completamente loco. Como te puede gustar alguien como yo." Y se agarró los pechos, la cola y la panza como para demostrarme que allí había demasiado.

"Eso es justamente lo que me gusta. Mucha teta, mucha panza, mucho culo. Aunque no todo me gusta muy grande, eh?" Dije maliciosamente sabiendo que vendría una pregunta de parte suya, como realmente ocurrió.

"A qué te refieres?" Cuestionó nuevamente intrigado pero perdiendo paulatinamente el fuerte color rojo de su rostro.

Le hice señas con los ojos a su entrepierna, lo que le devolvió el tono fuerte de su rubor inmediatamente por la vergüenza.

"Tú estás loco. Somos dos hombres. No entiendo nada." Dijo completamente desconcertado. Estaba seguro que entendía pero se negaba a asimilarlo todo de un solo golpe. "Y a qué te refieres concretamente cuando dices que te gusta alguien como yo?"

"A la parte sexual." Dije a sabiendas que estaba colocando una bomba en la habitación.

"Qué? No me siento muy bien hablando de estas cosas. Te refieres a la parte sexual entre dos hombres?" Por supuesto que entendía, pero reconocía que le costaba entender que alguien estuviera hablando de él como apetecible sexualmente.

"Sí, totalmente." Contesté. " Juan, tú me excitas sexualmente."

"Pero los dos somos hombres!" Insistió visiblemente desconcertado.

"Mira Juan. No importa si somos dos hombres, o dos mujeres o un hombre y una mujer. Para el caso es lo mismo. Tú me gustas muchísimo, y si yo no te gusto ni un poquito, nunca lograremos hacer absolutamente nada. Sin embargo, si yo te gusto algo, tan solo un poco, bastaría únicamente que me lo hagas saber para comenzar y ver adonde llegaríamos. Juan, solamente necesito que me permitas tan solo que..." Y me mordí los labios, porque no sabía que iría a hacer en primer lugar con todo ese cuerpo si estuviera a mi entera disposición. Si romperle la boca de un beso, si explorarle todo el torso con los dedos, si chuparle los pezones que se veían gigantes aún por dentro de su indumentaria, o si comerle ese enorme culo, o bien limpiarle el sucio agujero con la mano, o hurgar en sus pequeños genitales, o tal vez succionarle el minúsculo miembro, o hacer todo eso una cosa tras otra para dejarlo satisfecho totalmente y que me rogara para que se lo volviera a hacer nuevamente una y otra vez.

Seguía sentado sobre la cama.

Fui y me senté a su lado. Me miró con cara de espanto.

Le tomé una mano. Me la llevé a la boca y la besé.

Otra vez el rubor en su rostro que hizo sacar su mano de entre las mías, la cual terminó escondiéndola entre su bata.

Me miraba de reojo, y apartaba la vista inmediatamente. Volvía a hacerlo varias veces.

"Me gustaría que te abrieras completamente a mí. No me tengas miedo, Juan. Quisiera que me cuentes absolutamente todo sobre tu vida sexual. Que te acostumbres a hablar de tus genitales conmigo." Noté que el color rojo estaba inalterable en su rostro y además, bajaba la mirada. "Estás seguro que ya has tenido relaciones sexuales, verdad?"

"POR SUPUESTO QUE SÏ!." Gritó. "Qué clase de pregunta es esa?"

"No te enojes, sólo quisiera saber cómo lograbas hacerlo con esa vergüenza que te emana cada vez que hablamos de tus órganos sexuales, o mismo cada vez que alguien te tiene que ver desnudo. No quisiera ni pensar cómo te pondrías si alguien por ejemplo te toca los testículos y se pone a juguetear con ellos." Pregunté y estuve expectante de su respuesta.

Luego de un momento de asimilar todo lo que le acababa de decir, levantó la mirada.

"Sospecharás que es muy difícil hacerlo para mí, ya que me fatigo muy rápido además de ser muy vergonzoso con todo lo relacionado con mis órganos sexuales. Logré algunas veces penetrar pero no pude eyacular dentro, porque terminaba fatigándome casi enseguida, por lo que no tuve más remedio que dejarme masturbar, ya que hasta me es muy difícil lograrlo hacer yo sólo. Aunque como ya te dije, siempre con la luz apagada." Dijo finalmente.

No dejé de sorprenderme con su confesión. No sabía qué hacer primero, si bajarme los pantalones para que intentara romperme el culo por primera vez si lo deseaba, o mamarle el miembro hasta hacerlo estallar y satisfacerlo totalmente, o bien revolcarnos en la cama y permitirle acariciarme, mamarme y culearlo si eso era lo que más le apetecía.

"Oh, Juan. Yo podría hacerte todo lo que me pidieras." Dije y no me pude contener a hacer un pedido que sería mi más anhelado deseo inmediato. "Déjame hacerlo, Juan."

"A qué te refieres?" Preguntó ya estando alerta con todos sus sentidos.

"Déjame masturbarte." Rogué.

"POR DIOS, NO!" Gritó desesperado.

Me quité la remera y quedé con el torso desnudo.

Pegué mi pecho desnudo contra su bata y le rodeé la cabeza con las manos. Le apoyé mi rostro en su hombro, siempre aspirando su aroma y besé el lóbulo de su oreja.

"Juan, alguna vez te han amado?" Susurré a su oído.

"Creía que sí, pero obviamente nunca lo han hecho." Contestó tristemente.

"Déjame que sea yo el que te dé todo el amor que necesitas." Mi pedido fue casi un ruego.

"Lo siento, Zesna. Esto no está bien. Yo no soy un gordo puto!" Repetía sin cesar casi aterrorizado.

"Qué es lo que no está bien? Tú crees que no eres capaz de despertar lujuria en alguien? Crees que no puedes recibir verdadero amor, totalmente desinteresado? Sabes que yo no te estoy pidiendo que tú me des amor. Me gustaría que me lo dieras, pero no es necesario. Sólo necesito darte a ti todo el amor que tengo dentro. Que me permitas brindártelo sólo para ti." Mientras decía esto, y quitando mi cabeza de su hombro, fui abriendo muy lentamente su bata para poder ver ese tremendo pecho desnudo, que hice un esfuerzo sobrehumano para no dejar la boca abierta y que se me escapara la baba por los labios. Por fin conocería esas tetas maravillosas que se empeñaba en esconderme. Deseaba refregar mi propio pecho contra el suyo para que nuestros pocos vellos se entrelazaran, para que nuestros pezones completamente asimétricos se rozaran, llenándonos de un placer indescriptible.

Sólo con imaginar esas aureolas bestialmente gigantes me hacía morder el labio inferior. De pronto y sin previo aviso, se apartó y se volvió a cerrar la bata.

Por una vez más su rostro se ruborizó nuevamente.

Dios mío, no le había logrado ver absolutamente nada!!!!

"Necesito mucho amor, pero no de un hombre, Zesna." Dijo avergonzado y sentí que estaba luchando intensamente con sus sentimientos.

Me estaba haciendo entrar en una desesperación casi total.

Mi respiración cobró más velocidad y sonoridad.

"No, Juan! No te pongas así. Si eres hermoso." Le dije y le apoyé una mano en la unión entre ambas tetas ahora nuevamente ocultas, allí donde estaba su escasa rubia vellosidad. "Debes permitirle a alguien valorar un cuerpo como el tuyo. Debes dejarme hacerte gozar. Yo disfruto mucho haciéndolo. Conozco cada una de las zonas que te dan placer. Deja tan sólo que llegue con mi lengua a esos lugares, para hacerte retorcer de tal satisfacción como nunca te la han dado.

"Oh, Dios mío. Qué estás diciendo?" Dijo completamente confuso. "Con tu lengua?"

"Sí con mi lengua y mis labios." Dije y recalqué. "Me gustaría lamerte y chuparte todas tus partes íntimas, privadas y escondidas:"

"No, por Dios!" Y se puso terriblemente nervioso.

Se apartó de mi como si yo fuera un leproso.

Santo cielos, esto iba a ser más difícil de lo que pensaba, y tras mirar toda esa humanidad, decidí que bien valía la espera.

Se sentó en la cama pero más apartado de mí, atónito y mirando a ningún lado en particular.

Hubo silencio durante una eternidad.

No volaban ni las moscas.

"Ya has hecho esto alguna vez?" Preguntó de repente, ahora mirándome a los ojos.

"Si. Y solo con muy gordos. No podría hacerlo con nadie que no fuera demasiado gordo. Tú no quieres entender que solamente gente como tú son la que me gustan mucho, verdad?" Dije, le recorrí con la vista todo el cuerpo tapado con la bata, me acerqué y le apoyé una mano sobre esa tremenda rodilla desnuda.

Tembló y pude sentir que tenía mucha tensión cuando miró directamente a mi mano, pero no hizo absolutamente nada para sacarla de allí.

Sería ésta la oportunidad largamente esperada?

Froté mi mano en su rodilla repetidamente, mientras él miraba intermitentemente mi mano y mis ojos.

Miré a esta persona de 180 kilos y no me pude resistir a pedirle un beso.

"Por favor, Juan. Aunque sea un piquito de amigos." Rogué.

"Estás loco! Besarse entre hombres." Insistía.

"Juan, por favor cierra los ojos!" Le pedí.

Se resistió repetidamente, y al final llevé mi mano hacia sus párpados, hice que los cerrara completamente, y la mantuve allí.

Esa misma mano bajó hasta su boca muy lentamente y tocó sus labios. Noté cómo aumentaba el caudal de su respiración. Intenté muy suavemente ingresar un dedo dentro de su boca. Noté que continuaba temblando como si en la habitación hiciera un frío polar.

Muy delicadamente mi dedo índice se abrió paso entre los labios carnosos mientras que con el pulgar y el dedo medio jugueteé sobre el labio inferior. Froté dulcemente todo lo que mis yemas tocaban.

Acerqué mi boca a la suya, y sentí su respirar directamente sobre mi nariz. Supongo que él también sintió el mío, ya que apartó el rostro diciéndome que lo sentía.

Apoyé mi cabeza en su hombro nuevamente y le pasé ambas manos alrededor de su cuello, que comencé a besar lentamente.

De pronto, le lamí alrededor de la oreja.

Sentí que notó la diferencia, porque apretó los puños y los puso a ambos lados míos como para apartarme de él en cualquier momento. Sentí a todo su cuerpo presa de una terriblemente tensión. Se estaba resistiendo con todas sus fuerzas, pero definitivamente debía confirmar si en verdad deseaba hacerlo.

Mis labios besaron nuevamente su cuello, apenas con un toque corto.

"Es que tú no me vas a dar ni siquiera un beso?" Pregunté.

No contestó. No me besó. Pero definitivamente tampoco me apartó ni me impidió seguir con mis acciones.

"Juan, por favor! Por lo que más quieras. Dime que yo no te gusto para nada, y me voy. Dime que te sientes incómodo con mi presencia y me marcho ahora mismo." Dije rogando para que su respuesta fuera la contraria.

No hubo contestación.

"Quieres que me vaya?" Pregunté dudando.

Tampoco contestó.

Su mirada estaba hacia un lado de la cama.

Me puse de pie.

"Por favor, no te vayas!" Suplicó simplemente y nuevamente se inundó en sus propias lágrimas.

"Está bien! Ponte tu ropa de dormir que ya es muy tarde." Le pedí.

Sin oponer resistencia, se levantó y fue al baño a ponerse sus calzoncillos y su camiseta desgastada.

Me dije, y ahora qué?

Me permitiría dormir en su cama con él?

Iríamos por lo menos a manosearnos por encima de nuestras prendas?

Llegaríamos más lejos que eso?

Cuando Juan salió del baño, le pregunté si tendría algún problema en compartir la cama conmigo, ya que definitivamente había decidido que no me iba a ir a esa hora.

"Juntos?" Preguntó inocentemente.

"No me irás a dejar dormir incómodo en el piso o en el sofá, verdad?" Pregunté irónicamente.

Fui al baño, y al volver él ya estaba metido dentro de la cama.

Me quité los pantalones enfrente de su mirada atenta, y de pronto comenzó a reír a carcajadas.

"De qué te ríes?" Pregunté desconociendo el motivo.

"Tienes una media de cada color." Dijo sin disminuir su risa.

"Ah, sí? Que casualidad en casa tengo otro par igual." Bromeé, recordando que eso se debió al apuro por vestirme. Posiblemente me hubiera puesto también el slip al revés, que me sucedía habitualmente toda vez que me vestía deprisa.

Apagué la luz y me metí en la cama a su lado.

"Espero que no te moleste." Dije rogando que no fuera así. Me acurruqué lo más cerca que pude de él que seguía boca arriba."Por favor, abrázame. Tengo frío." Dije dudando que fuera a cumplir con mi deseo.

Ante mi sorpresa, Juan se puso de perfil, de frente a mi y me apresó literalmente con sus brazos, pero aún mantenía una distancia considerable.

Eliminé esa distancia, moviéndome hacia él.

Y pegué mi cuerpo al suyo.

Un temblor y nuevamente adiviné algún grado de vergüenza en él.

Estuvimos apretados muy juntos.

Noté que estaba más dócil, más accesible con mis demandas. Supuse entonces que le estaría gustando, que finalmente sentía ese saborcito que despiden las cosas ‘prohibidas’ como supuse que debía catalogar a priori a casi todo lo que le estaba proponiendo. Su cuerpo despedía mucho calor.

"Esta noche no tienes curiosidad?" Pregunté de repente.

"A qué te refieres?" Contestó con incertidumbre.

"No quieres explorarme?" Dije y sonreí para mis adentros.

"No!" Fue su respuesta clara y concisa.

"Y yo? Puedo explorarte?" Dije muriéndome de ganas de que me lo permitiera.

"Por supuesto que no!" Dijo sin dudar.

"Bueno esperaré a que te duermas para hacerlo." Intentó ser una broma, pero me dije a mi mismo que esa sería la única manera de conocer finalmente sus genitales.

"Tú no harías eso, verdad?" Preguntó sin tener demasiadas certeza de cual sería mi respuesta. "O si?"

"Por qué no? O acaso eso es un placer que sólo tú te puedes dar?" Dije recordando nuestra primera noche en el colchón. "No te preocupes, eso sería como violarte, y nunca lo haría. Yo jamás lograría realizar algo que tú no estés de acuerdo en compartir conmigo."

"No seas así Zesna. Tú sabes que no es lo mismo." Dijo seriamente.

"Qué quieres decir? Por qué no es lo mismo?"

"Es que tú pesas 80 kilos, y yo más de 180."

"Y eso qué tiene que ver? Bastaría que a mi me gustase a alguien de 180 kilos, y que a ti te agraden los de 80 kilos, para que el engranaje funcionase." Dije dejando bien en claro que su excusa era inútil. "Y mira tú, da la casualidad que a mi definitivamente me gustan los gordos de 180 kilos."

"Qué placer encontrarías acariciando a una persona como yo?" Repetía en forma incrédula.

"Es que no puedes entender que fuera de que también lo disfruto porque me gusta tu cuerpo sobremanera, yo no busco mi propio placer sino el dártelo a ti, y el mayor posible? Dije una vez más.

"Mira que intento pero no puedo entenderlo." Repetía del mismo modo.

"Déjame explicártelo mejor" Dije y llevé una mano nuevamente a su tremenda rodilla desnuda, y comencé a acariciársela hacia arriba.

Intentó apartarse, pero no pudo. Seguí con mi mano hasta llegar a su muslo, me topé con su calzoncillos y también con su inmenso vientre. El cual levanté con el impulso y con la intención de continuar camino a su entrepierna.

Me apretó la mano fuertemente entre sus dos muslos, y me impidió completamente el acceso.

"No, Juan. Déjame. Quiero darte todo el placer del que soy capaz." Dije pero no pude hacerlo desistir de su acción.

Como no iríamos a cambiar esa situación, resolví volver a preguntarle acerca de la noche anterior.

"Cuéntame qué sentiste realmente cuando te acaricié sobre el colchón? Te gustó. Viste que no era repugnante, verdad?" Pregunté para averiguar cuánto realmente le había gustado.

"Pero yo nunca haría algo así." Confesó.

"Nunca te pediría que lo hicieras si tu no quieres, pero no me quites el placer de hacértelo a ti, por favor. Yo lo disfruté mucho."

"Zesna, por favor, no quiero hablar de este tema." Dijo sin ocultar su excitación, y aún con la respiración un tanto acelerada. "Lo único que te puedo decir es que nunca me habían hecho nada semejante."

"Ni siquiera tu mujer? A alguna prostituta?" Dije ávido de más información sexual acerca de sus experiencias. "Juan, no me digas que ni siquiera te han mamado la pija alguna vez?

No hubo repuesta, pero su silencio contestó a mi pregunta.

Había muchas sensaciones que eran totalmente desconocidas para él.

Seguramente nadie le había lamido los genitales, ni le hubiera hecho sexo oral, y suponía además que obviamente, nadie le habría comido literalmente el culo jamás, por lo que me moría por ser el primero en provocarle explosiones de placer haciéndole todo eso, una cosa tras otra. Aunque suponía que antes tendríamos que intentar solucionarle su problema, para que pudiera disfrutarlo aún mucho mejor.

"Por qué te resistes, Juan? Entrégate a tus sentimientos." Fue más un ruego que un pedido.

"Estoy perdido en la vida, Zesna. No sé qué mierda hacer con mis sentimientos." Confesó.

Tenía bien en claro la gravedad de la situación.

"Confía plenamente en mí. Nunca me voy a aprovechar de ti, amigo." Dije para finalizar, con la mayor sinceridad y dispuesto como siempre a cumplir con los significados de cada palabra que despedía mi boca, y apoyando mi cabeza sobre su pecho para intentar dormir un poco en esa posición.

"Lo sé!" Contestó simplemente, pero alcanzó para hacerme dibujar una sonrisa en mis labios dejándome completamente feliz por ese reconocimiento, sintiendo asimismo el cuantioso paso de energía de ida y vuelta que recorría nuestros cuerpos pegados en la cama. "Te gusta estar así, en esta posición, verdad?" Preguntó finalmente.

"Sí, mucho." Dije acomodándome aún mejor en ese lugar. Iba a terminar allí mismo la conversación, pero sin embargo agregué "Y a ti?"

No hubo contestación por lo menos en los diez o quince minutos siguientes, por lo que lentamente fui cayendo en los brazos de Morfeo.

"También." Escuché de repente como un susurro imperceptible, lo que me dejó con la gran duda de que si esa palabra había salido finalmente de su boca o era simplemente producto de mi imaginación dentro de mi sueño.

CONTINUARÁ.

Muchas gracias por los comentarios y mails.