El gordo precoz (4)

CAPÍTULO IV: NOCHE INTERMINABLE (PARTE 2) “LOS VOY A MATAR, LOS VOY A MATAR A LOS DOS. YA SOSPECHABA QUE ERA UN GORDO CORNUDO. LA PUTA MADRE QUE ME PARIÓ.” Continuó gritando, cada vez más enfurecido.

EL GORDO PRECOZ (4)

CAPÍTULO IV: NOCHE INTERMINABLE (PARTE 2)

"HIJA DE MIL PUTAS! DIME SÓLO POR QUÉ, ANTES DE QUE LOS CAGUE A BALAZOS A LOS DOS." Gritó Juan apretando fuertemente el caño de su revólver contra la frente de su esposa que estaba completamente desnuda en la cama.

"Juan, por favor! No lo hagas!" Rogué desesperadamente, teniendo la certeza de que él estaba completamente enceguecido de ira y que ese gatillo podría ser apretado por su gordo dedo nervioso en cualquier momento, y temiendo aún por todo lo que pudiera suceder después.

"LOS VOY A MATAR, LOS VOY A MATAR A LOS DOS. YA SOSPECHABA QUE ERA UN GORDO CORNUDO. LA PUTA MADRE QUE ME PARIÓ." Continuó gritando, cada vez más enfurecido, como no queriendo reconocer qué era lo que le estaba sucediendo. Negándose a admitir lo que finalmente comprobó, ya que cada segundo que pasaba asimilaba un poco más aquello que lamentablemente ya estaba demasiado claro, y que ese era el motivo por el cual se encolerizaba aún más. "Y TÚ NO TE ATREVAS A MIRARME A LOS OJOS, SORETE DE MIERDA, QUE TE VOY A PEGAR UN TIRO EN LAS BOLAS, LA CONCHA DE TU MADRE."

Como si de una película se tratara, y con Juan completamente furioso, rememoré a ritmo vertiginoso todo lo que me llevó durante esa última hora, a estar involucrado en medio de esa tan desagradable y terrible experiencia, tal cual mi peor pesadilla, pero esta vez lamentable y absolutamente real.

UNA HORA ANTES

Luego de secarme con la lengua la mano mojada por el esperma de Juan, y viendo que por más que agotara todos los intentos, él no me iba a hablar en lo absoluto, decidí recostarme nuevamente a sus espaldas.

Intenté encontrarle una explicación a lo ocurrido, sin lograrlo.

Durante unos cinco minutos estuvimos en silencio, sin movernos en absoluto, cuando de pronto Juan se reacomodó poniéndose boca arriba nuevamente y giró su cabeza en dirección hacia mí.

"Zesna, necesito que me hagas un favor muy grande." Dijo en el mismo tono de susurro que había utilizado yo unos instantes antes para hablar con él, y casi reconociendo un temblor nervioso entre sus palabras.

"Sí, Juan. Lo que quieras. Qué necesitas?" Pregunté realmente intrigado, y sin tener la menor idea de cuál sería su pedido.

"Quiero que me lleves ahora mismo para mi casa. Necesito ir en este momento." Dijo dejándome con un sentimiento de arrepentimiento por haber llegado tan lejos, sin haber comprobado primero de que él deseaba realmente que lo hiciera.

"Pero, Juan. Son casi las cinco de la mañana." Dije tras reconocer los números de material reflectivo de mi reloj. "Tenemos que seguir con el torneo que..." No dejó que terminara de decir la frase.

"Por favor. No me interesa para nada el torneo en este momento." Interrumpió dejándome ahora más preocupado que intrigado.

Estaba entrando en un estado desesperado por haber echado todo a perder repentinamente, tan sólo por intentar saciar mi excitación y curiosidad. No me podría perdonar por haberme apresurado tanto y haberlo alejado de mí de ese modo. Es que yo creí que todo estaría bien si daba un pequeño paso hacia adelante. Me quería morir!

"Todo esto es por lo que acaba de suceder aquí esta noche, verdad?" Dije para tener completa certeza de ser el único culpable por la decisión que había tomado. Me lo merecía realmente. Soy un idiota, un estúpido, un egoísta.

"No." Contestó simplemente.

Cómo que no?

Eso quería decir que yo no era el culpable con que de pronto y sin aviso previo quisiera escapar para su casa en forma tan apresurada e imprevista?

"Quieres irte ahora mismo para tu casa y eso no tiene nada que ver con lo que sucedió hace unos minutos aquí entre nosotros?" Volví a insistir, aturdido porque realmente no entendía absolutamente nada, y odio realmente cuando eso me sucede.

"No." Repitió. "Por favor, no preguntes. Sólo llévame a casa." Dijo y se incorporó sentándose en el costado del colchón para ponerse los zapatos.

Pero qué mierda era lo que estaba pasando aquí?

Hice lo mismo que él y una vez calzados, procuramos no tropezarnos con los colchones que tuvimos que esquivar para salir sigilosamente de la sala tras tomar nuestros abrigos de un perchero.

Ya no llovía.

No tuvimos que molestar a nadie para poder dejar la casa, ya que el gran portón del jardín salía directamente a la calle y la cerradura trancaba por dentro. Efectivamente necesitaríamos a alguien que nos abriera en caso de que volviéramos a ingresar.

Subí a mi automóvil y tuve que acomodar el asiento del acompañante lo más atrás posible para que Juan se pudiera meter dentro, y aún así su vientre quedó aplastado contra la consola frontal del vehículo.

Encendí el motor, y apreté el acelerador suavemente.

"Qué urgencia tienes?" Pregunté, aún desconociendo el motivo de su decisión.

"Zesna, lamento muchísimo por el mal trago que te voy a hacer pasar." Dijo simplemente ignorando mi pregunta, y me puse realmente muy nervioso.

Oh, Dios!

Mi mente trabajaba a mil por segundo intentando responder la gran pregunta. Qué era lo que estaba sucediendo?

Posiblemente me estaba mintiendo y quería irse de allí por lo que yo le había hecho.

Aunque buscando desesperadamente la razón de su abrupta decisión se me ocurrieron algunas otras posibilidades.

Era más que probable que ya supiera lo de su esposa conmigo acerca de ser víctima de su seducción para lograr hacerme cómplice de su infidelidad.

Pero qué tanto sabía?

Aunque definitivamente yo era completamente inocente de todo. Si en verdad supiera algo, debería conocer que yo siempre fui solamente un mero blanco de sus insinuaciones. Y nada más.

Tal vez debería aclararle que yo nunca le correspondí, por si aún lo ignoraba, que jamás me hice eco de su lujuria.

De pronto pensé en alguna otra posibilidad, aunque más remota, pero teniendo en cuenta que cualquier cosa podría ser el motivo de semejante reacción de parte de él, no la descarté en lo más mínimo, aunque igualmente me dejó intranquilo.

Estaría demasiado alejado de la realidad si pensara que la urgencia que tenía Juan para irse, era decirle a su esposa que se había enamorado de mi?

O bien por el contrario, ir a contarle a ella que yo tenía alguna tendencia homosexual y que ese era el motivo por el cual la rechazaba continuamente, también suponiendo que él ya estuviera enterado de sus intentos.

OH, NO, POR FAVOR!

Y si por casualidad nos había visto cuando ella entró al baño empujándome esa misma noche, y de ser así supondría finalmente que habríamos tenido sexo?

Cómo podría hacer para explicarle en forma verosímil lo que en realidad había sucedido dentro de ese baño?

Y ahora tal vez me llevaba a su casa para enfrentarme a un careo con su mujer y dejarnos en evidencia; me imaginaba que eso lo debería llenar de asco y total repugnancia y que hasta nos podría matar a ambos.

Un aire gélido golpeó salvajemente mi espina dorsal.

Un escalofrío recorrió toda mi espalda sacudiéndome en forma literal porque esta última era la posibilidad más verosímil de todas las que se me habían ocurrido.

Estaba aterrado y temblando como jamás me había sucedido antes.

Nunca había tenido un sentimiento similar frente a un obeso con anterioridad. Nunca me había abrazado tanto pánico estando con un gordo. Jamás! Aunque sabía que yo era totalmente inocente, no pude dejar de preocuparme por no saber cómo poder demostrarlo.

Durante todo el viaje a su hogar, intenté buscar el momento exacto para preguntarle acerca de qué estaba sucediendo. Miré su rostro pálido cuyos ojos color miel claro miraban como hipnotizados hacia el pavimento por detrás de sus anteojos y no encontré ese instante que buscaba.

Llegamos al frente de donde vivían sin cruzar más palabras en todo el trayecto que me pareció demasiado más largo de lo que realmente fue. Yo estaba a punto de enloquecer, suponiendo cosas completamente contradictorias unas a otras, pero que mi inconsciente intentaba averiguar por sus propios medios, y se negaba a darse por vencido hasta no encontrar una respuesta a todas las incógnitas, que lamentablemente quedaron sin dilucidarse hasta ese momento.

Bajamos del automóvil, y sin esperar a que yo llegara a la entrada abrió con su llave la puerta del edificio, lo que me hizo correr para no quedarme afuera antes de que ésta volviera a cerrarse lentamente.

Lo notaba enojado, tal vez furioso.

Pero, lo estaba conmigo?

Eso era lo que me tenía mucho peor. Era incapaz de distinguir si ese sentimiento negativo era hacia mi, o hacia su mujer, o tal vez aún peor si era hacia ambos.

Advertí que ahora sí me esperó en el ascensor hasta que entré antes de cerrar ambas puertas, y acto seguido apretó el botón número 5.

Tampoco allí intercambiamos palabra alguna.

Lo miré en dos oportunidades, y en su rostro sólo se notaba tristeza extrema, me devolvió la mirada y volví a ponerme muy nervioso, porque adiviné que algo terrible estaba a punto de suceder en unos momentos más.

Me quedé totalmente con las ganas de preguntar algo. Lo que fuera. Como para romper el hielo. No podía verlo así. Pero no pude emitir ni una sola palabra ya que se me había formado un nudo en la garganta por el estado nervioso en que me encontraba.

Aún sabiendo que yo era inocente de todo, no estaba tranquilo, y quería decírselo, pero verlo con ese semblante, me daba ganas de romper a llorar y por ese mismo motivo me veía impedido de abrir la boca.

Me lastima interiormente ver a un gordo triste. Es como sentir un puñal clavado en el pecho. No puedo soportar verlos de otra forma que no sea sonreír.

El elevador se detuvo en el destino.

Ambos lo dejamos atrás.

Muy silenciosamente, Juan abrió con su llave la puerta del departamento, y sin prender la luz fue directamente a su dormitorio seguido de cerca por mi, que seguía temblando de miedo y transpirando a chorros.

Aguardó unos segundos, que me parecieron interminables, y antes de abrir la puerta de una habitación puso su dedo índice perpendicular a sus labios, indicándome que guardara silencio, lo que me dejó aún más desconcertado. Finalmente la abrió. Supuse que era su dormitorio aunque estaba totalmente a oscuras y en silencio sepulcral por lo que no pude ver absolutamente nada en su interior, y como no conocía la ubicación de los muebles, me quedé aguardando, parado en la entrada de la habitación. Juan desapareció en la penumbra, escuché sus pasos suavemente y sentí cómo abría primero una puerta, que adiviné que sería de un placard, luego un cajón, y volvía a caminar. De pronto, encendió la luz de mesa del costado de la cama, y se me heló la sangre apenas con la primera imagen que vi.

Juan estaba con un revólver en la mano, encañonando la cabeza de su mujer que estaba durmiendo al lado de otro tipo.

"ASÍ TE QUERÍA AGARRAR, HIJA DE MIL PUTAS." Dijo en voz alta y lleno de cólera, mientras ella salió de su sueño abruptamente.

El otro tipo también despertó y pegó un salto que lo sacó de la cama dejando en evidencia que estaba sin ropas.

"HIJA DE MIL PUTAS! DIME SÓLO POR QUÉ, ANTES DE QUE LOS CAGUE A BALAZOS A LOS DOS." Gritó Juan apretando fuertemente el caño de su revólver contra la frente de su esposa que estaba completamente desnuda en la cama.

"Juan, por favor! No lo hagas!" Rogué desesperadamente, teniendo la certeza de que él estaba completamente enceguecido de ira y que ese gatillo podría ser apretado por su gordo dedo nervioso en cualquier momento, y temiendo aún por todo lo que pudiera suceder después.

"LOS VOY A MATAR, LOS VOY A MATAR A LOS DOS. YA SOSPECHABA QUE ERA UN GORDO CORNUDO. LA PUTA MADRE QUE ME PARIÓ." Continuó gritando, cada vez más enfurecido, como no queriendo reconocer qué era lo que le estaba sucediendo. Negándose a admitir lo que finalmente comprobó, ya que cada segundo que pasaba asimilaba un poco más aquello que lamentablemente ya estaba demasiado claro, y que ese era el motivo por el cual se encolerizaba aún más. "Y TÚ NO TE ATREVAS A MIRARME A LOS OJOS, SORETE DE MIERDA, QUE TE VOY A PEGAR UN TIRO EN LAS BOLAS, LA CONCHA DE TU MADRE."

El tipo bajó la mirada hacia el piso, y pensé que se cagaría directamente sobre la moquete del dormitorio.

No pude respirar aliviado ni siquiera al comprobar que nada de lo sucedido tenía que ver conmigo, ya que continuaba extremadamente alterado por lo traumático de la situación. Tuve en claro que bien podría haber sido yo el que estuviera temblando de terror al costado de la cama, parado completamente desnudo como un pollito mojado y ocultando los genitales con ambas manos. Pero por suerte mi conciencia estaba tranquila, ya que nunca había tenido la tentación de ser cómplice de los juegos sexuales de esta mujer. Aún así, yo tampoco dejaba de temblar.

Agradecí a Dios, el haberme hecho así. Que sólo me atrajeran los obesos, y que ella no lo fuera. Definitivamente, y estaba plenamente seguro de ello, fui consciente que ése era el único motivo por el cual no era yo mismo el que me encontraba en esa posición tan vergonzosa.

Su mujer, jamás emitió palabra alguna. Absolutamente nada. No dijo ni "Ay".

Juan me pidió que encendiera la luz principal de la habitación.

Lo hice y lo miré temiendo que podría disparar en cualquier momento, y realmente creí que lo haría, por lo que me acerqué apoyándole mi mano en su hombro. Su mirada desenfocada y furiosa, cambió repentinamente como por arte de un milagro. Es como si hubiera retomado su control interno. Estuve completamente convencido que a partir de ese momento fui su cable a tierra, el causante de hacerlo volver a la realidad, tan solo con mi mano en su hombro, tan solo con el paso de energía que invariablemente había entre él y yo cada vez que teníamos un contacto corporal. Su arma aún seguía apoyada en la frente de su esposa que temblaba de miedo, del mismo modo que el otro tipo continuaba parado al costado de la cama. Todo seguía igual, excepto que ya tuve la plena certeza que Juan no apretaría nunca ese gatillo. Sus ojos cambiaron de estar enfurecidos a tener lástima por la persona a la que estaba viendo. Mirarle a esos ojos color miel claros era como leerle la mente. Algo parecido a la telepatía. No necesitaba emitir palabras en determinados momentos para conocer lo que estaba pasando por su mente. Me hubiera gustado haberlo hecho antes de llegar al edificio para no tener que vivir los momentos angustiosos que viví. Pero bueno, lo importante es que ya mi respiración y ritmo cardíaco comenzaban a normalizarse muy lentamente.

La tomó de un brazo y la arrancó literalmente de la cama.

"Tú, ven conmigo." Le ordenó con autoridad señalando con el revólver al tipo que llegué a pensar que si finalmente no se cagaba, bien podría mismo orinarse en cualquier momento por el terror que debía sentir.

Juan llevó a su mujer desnuda casi en el aire, abrió la puerta de entrada al departamento y la expulsó violentamente hacia fuera, haciéndola rebotar contra la pared antes de caer al suelo.

Tomó del brazo al otro tipo que ya estaba casi justo detrás suyo y lo echó de la misma forma.

Respiré aliviado, ya que confirmé que finalmente estaba en pleno control de la situación.

Cerró la puerta con fuerza, dejando a ambos como Dios los trajo al mundo acurrucados en el pasillo del edificio.

Retornó a su dormitorio, tomó las prendas y el calzado del hombre, volvió al pasillo y se los tiró encima.

"Si te cruzas nuevamente en mi camino, voy a hacer arrepentirte de haber nacido." Le dijo al pobre hombre con un tono de voz que me erizó todo el cuerpo. "Desaparece de aquí." Finalizó.

El tipo de tan asustado que estaba, tomó toda su indumentaria y salió corriendo por el pasillo hacia el elevador, para desaparecer dentro de él aún desnudo.

Juan volvió a cerrar de un portazo, nuevamente fue a su habitación y recogió la ropa, calzado y cartera de su mujer que se hallaban tirados en el piso y volvió sobre sus pasos. Se detuvo por unos instantes antes de continuar camino hacia el pasillo, abrió la cartera y extrajo de allí un manojo de llaves. Respiró hondo. Pensó un par de segundos, y finalmente abrió la puerta de entrada de par en par.

"Puedes pasar mañana a la noche por la recepción del edificio para llevarte todas tus pertenencias. De más está decirte que no quiero volver a verte nunca más en mi vida, ni siquiera cuando tengas que firmar los trámites de divorcio, el cual para no tener que mirarte a la cara nuevamente, voy a estar representado por un abogado." Le dijo tirándole la indumentaria encima. "No tengo más nada que decirte."

Ella intentó balbucear algo que él interrumpió.

"Dudo mucho que lo que tengas que decirme sea de real importancia como para tener que perder mi tiempo escuchándote, por lo que hazte un favor y no malgastes el tuyo. Es que debo volver a mi campeonato de "truco" en media hora que es infinitamente más importante que todo lo que me puedas decir tú. Sólo espero que cuando salga del departamento en un momento, ya no estés ahí." Dijo y cerró la puerta violentamente tras entrar a la habitación.

Fue en ese momento, y sólo en ese preciso instante, que comenzó a llorar como un bebé.

Me acerqué y le ofrecí mi hombro para que siguiera haciéndolo sobre mí, lo que aceptó sin dudarlo un instante. Era inútil poder abrazarlo, pero mis brazos le asían ambos costados de su enorme espalda. Él me apresó entre los suyos tímidamente al principio, y luego fue apretándome lentamente contra su cuerpo, a medida que se sentía más cómodo.

Estaba rogando que él sintiera aunque más no fuera la milésima parte del bienestar que me inundaba a mi mismo al sentir ambas palmas de sus manos apoyadas en mi espalda, aún por encima de la ropa.

Reconocer su calor corporal pegado contra mi cuerpo, oler su aroma, sentir su aspiración y expiración casi directamente sobre mi oído, y ser consciente que ello provocaba que su pecho se hinchara y deshinchara, ocasionaba un placer extra sobre mí, más aún cuando su tremenda panza iba y venía rítmicamente golpeteando intermitentemente mi propio pecho y abdomen.

Me moría de ganas de hablarle sobre lo que había ocurrido esa noche antes de abandonar la casa de mis patrones. Quería saber si lo que sucedió sobre el colchón de la sala de juegos tuvo que ver directa o indirectamente con la decisión de volver a su casa en ese mismo momento, teniendo clara incidencia con lo que acababa de suceder aquí hacía unos instantes. Deseaba saber si él tenía alguna tendencia homosexual, o más bien, si él sentía algo por mi; o de lo contrario averiguar por qué no me detuvo y me dejó continuar adelante con mi lujuria, si es que yo estaba equivocado, haciéndome creer que él aceptaba de buen modo mis acciones.

Quería estar atento a cualquier indicio que pudiera vislumbrar. No quería tener que volver a soportar nada que resultara ambiguo. Ya conocía esa sensación y prefería, para mal o para bien, no volver a estar frente a semejante situación y evacuar cualquier duda antes de continuar, como para dejar todo cristalino como el agua.

Quería hacerlo cuanto antes, pero no me pareció que ese fuera el momento más oportuno.

"Te encuentras bien? Pregunté casi como un susurro al borde de su oído.

"Sí." Dijo de igual manera. "Pero quisiera estar unos momentos más así, si no te molesta."

‘AS͒ era la posición que a mi me hubiera gustado estar por el resto de mi vida con este gordote. Abrazados, dándonos calor, cariño, afecto.

Amor, tal vez?

Yo siempre estaba necesitado de dar y recibir amistad y amor con un obeso.

Él supongo que también estaba necesitado de eso mismo en ese preciso momento. Pero, la duda que me estaba corroyendo las entrañas era saber si él deseaba recibir todo eso de mí.

Su deseo me animó a preguntarle al fin lo que estaba añorando desde que dejamos la casa donde habíamos dormido juntos.

"Quieres hablar de lo que sucedió esta noche antes de venir para aquí?" Seguía manteniendo la conversación muy íntima, a pesar de que nadie más se hallaba en la habitación.

"Estoy un poco confuso con eso. Hablemos en otra ocasión, si?" Dijo como si fuera un ruego.

Quién podría negarse a cualquier pedido de alguien por el que se tenía ese sentimiento tan fuerte que casi me nublaba la razón?

"Qué piensas hacer ahora?" Pregunté.

"No sé realmente que es lo que voy a hacer ahora." Dijo aún entre sollozos. "Creí que mi vida estaba completa, y de repente me doy cuenta que estaba viviendo un sueño. Me acabo de percatar que ese sueño era en realidad una pesadilla, y lo peor es que ya lo sospechaba hacía meses, pero me resistía a admitirlo."

"Quiero ayudarte a superarlo." Dije como un impulso, sólo con el ánimo de cooperar y no pensando en nada más, ni siquiera en mi lujuria. A lo sumo, mi subconsciente quería estar en contacto más directo con él.

Apartó su cabeza de mi hombro y me miró fijamente a los ojos.

Nuestras miradas se cruzaron. Nos exploramos las retinas.

Indudablemente había algo muy fuerte entre nosotros.

Lo intuía.

Lo sentía.

Estaba muy seguro.

Pero no quería estropearlo, y por eso dejé que fuera él mismo el que diera el primer paso. Esperé el momento que se animara y me rompiera la boca con sus labios, pero ello no sucedió. En lugar de eso, volvió a utilizar mi hombro, y más lágrimas suyas fueron a para allí.

"No tengo forma de pedirte perdón por lo que te he hecho pasar hace un momento." Dijo finalmente.

"No te preocupes, por eso. En verdad, me doy por satisfecho tan sólo si mi presencia te hace sentir mejor." Confesé, y agregué. "Supongo que no volveremos a continuar con el torneo, verdad?"

"De ninguna manera. No vamos a dejar que esa puta nos amargue aún más el día, no?" Contestó ante mi sorpresa. "No creo que le tengamos que dar ese privilegio. Ahora definitivamente más que nunca, necesito de esa victoria."

Me emocioné porque el obtener ese trofeo con él, significaría la primera cosa compartida entre nosotros, como que eso sería el principio de una unión que se estaba dando paulatinamente y sin ningún apuro.

Recordé que hacía tres largos meses que estaba esperando por vivir un momento como éste. Abrazándolo y sintiendo su calor y aroma de esta forma, teniendo mi cuerpo bien pegado al suyo. Fui consciente que deseaba esto mismo antes de conocerlo, mucho antes de saber cómo era él en realidad y nuevamente me tranquilicé al reconocer que otra vez volvía a tener al destino de mi lado. Fue tan fuerte el sentimiento que tuve hacia él desde mismo la primera vez que me lo nombraron, que tenía la total certeza, como finalmente ocurrió, que algún día lo terminaría conociendo.

Rememoré también el instante preciso en que lo vi por primera vez, cuando me apoyó la mano en el hombro, y tuve consciencia que no habían transcurrido más que unas horas desde entonces, ni siquiera había pasado un día entero desde ese momento y ya había compartido con él más de lo que hubiera pensado en primera instancia. Estaba conociendo sus sentimientos y eso me hacía sentir todavía mucho más unido a él, como que ya no me era desconocido en absoluto. La sensación era como si hubiésemos sido amigos desde hacía bastante tiempo.

Y nuevamente debía dar gracias al destino, ya que ahora sí, supongo que él debía considerarse un hombre libre como para que yo no tuviera que lidiar con el remordimiento de tener una relación con alguien que tenía algún compromiso. Por lo menos se me iban solucionando los problemas como para tener que quebrantar la menor cantidad de mis propias reglas posibles.

"Estás seguro que podrás jugar sin problemas?" Pregunté suponiendo que por más que lo quisiera disimular, lo que había sucedido hacía unos minutos con su esposa podría impedirle concentrarse y hacer su buen juego.

"Estoy seguro de que si eso llega a suceder, tú sólo podrías vencerlos sin necesidad de mi ayuda." Dijo haciéndome lagrimear nuevamente por la forma cómo demostraba su confianza en mi.

Juan entró al baño. Escuché correr un cuantioso chorro de orina a través de la puerta cerrada. Sonaba realmente muy fuerte lo que me hizo imaginar que tal vez debería tener el pene extremadamente grueso. Apretó el botón del inodoro y luego abrió el grifo de la ducha.

Fantaseé con estar allí dentro ayudándolo a quitarse toda su indumentaria para poder tomarse esa ducha reparadora. Qué no daría yo para que él se enterara en ese momento lo mucho que a mi me gustaba ducharme con los gordos? Cómo me excitaba enjabonarlos con mis propias manos, enjuagarlos, y comprobar con la lengua que no le quedara jabón en ningún lado, aún en sus lugares más recónditos, íntimos, ocultos y privados.

Nuevamente se me endureció el miembro. Deseaba que se abriera la puerta del baño y Juan corriera a mi encuentro desnudo y me llevara de la mano a internarme debajo de esa ducha caliente para compartirla con él. Pero una vez más y por desgracia, mis fantasías y la realidad no siempre tomaban el mismo tren.

Tras breves minutos, el agua cesó de caer y ahora escuché cómo frotaba la toalla contra su cuerpo.

Cuando salió finalmente del baño, vestía una bata de toalla blanca que lo hacía terriblemente más gordo aún y llevaba todo el rostro y cabello completamente mojados. Me vi tentado a pedirle que me dejara secarlo con la lengua. Me hubiera gustado lamerle esos húmedos cachetes.

Pedí permiso para pasar a orinar, y se enojó por el pedido.

"No es necesario que lo hagas." Dijo. "Haz de cuenta que estás en tu casa."

Este hombre no sabe lo que dice, pensé. No quería tomarme el atrevimiento de quedarme a vivir con él. Aunque me hubiera gustado, pero no soy así de atrevido.

Oriné, hice desaparecer el líquido amarillo con el agua que dejé correr por el inodoro y me fui a lavar las manos.

Cuando estaba a punto de dejar el baño, noté que toda la ropa que Juan llevaba antes de ducharse estaba tirada dentro de una cesta.

Mi morbosidad me tenía de rehén eterno y fui en busca de su ropa interior. Hurgué allí hasta que encontré los calzoncillos que le había vendido a su esposa que estaban terriblemente húmedos de transpiración. Miré por dentro, y en la parte trasera había restos de sus desperdicios como supuse que debería ya que había evacuado su vientre en la casa de mis patrones a las apuradas y no había podido asearse adecuadamente, tal como había sucedido con la prenda que ahora era de mi propiedad. La parte delantera de la misma, tenía una gran mancha de semen seco producto de lo vivido sobre el colchón, la cual me llevé a la boca, humedeciéndola con la lengua y haciéndola desprender, para luego lamerla y besarla como un desesperado. Olí la prenda en toda su dimensión, y me endurecí nuevamente.

Tras dejar los calzoncillos en su lugar, puse literalmente la cabeza debajo del chorro de agua fría del grifo de la pileta, más para disminuir mi excitación que para asearme.

Vi que en la repisa por debajo del espejo estaban los anteojos de Juan, los tomé, salí del baño y me dirigí hacia su dormitorio donde lo vi con el torso desnudo sentado sobre la cama y dándome la espalda. Me quedé observándolo en silencio cómo se calzaba dificultosamente los zapatos y se ponía de pie. Tomó una camisa de manga corta, y fue en el preciso instante en que introdujo el brazo izquierdo dentro, cuando me sorprendió mirándolo. Se ruborizó y se puso muy nervioso, tapándose los pechos con otra prenda que estaba sobre la cama. Le daba vergüenza que lo viera así. Nos cruzamos la mirada, le sonreí, dejé los anteojos sobre un mueble y desaparecí de su campo visual para esperarlo en la sala y que se tranquilizara.

Quería verlo completamente desnudo, pero deseaba sobre todo que se sintiera cómodo conmigo. Supe en ese momento, que otra vez tenía que armarme de paciencia y esperar lo que fuera necesario sin forzar absolutamente nada.

Nuevamente, y por enésima vez en mi vida, estuve dispuesto a hacerlo. Esperaría todo lo que él necesitara, desconociendo si lograría tener finalmente algún tipo de premio al respecto, aunque realmente eso tampoco me importaba en lo más mínimo ya que la paga más grande que aspiraba era compartir con él todo el mayor tiempo posible, aún estando ambos vestidos. Su sola presencia me excitaba tanto como muchos no logran hacerlo aún acariciándome.

Ya me había demostrado que yo tenía su admiración en cuanto al juego de naipes se refería. Deseaba que ese sentimiento traspasara ese campo, y se incrementara ostensiblemente hacia otros niveles. Quería ganarme su amistad, la que sirve, la única, la verdadera, la que cuando dices "él es mi amigo" se te infla el pecho, te recorre una deliciosa sensación por la columna vertebral que te llena el ego, te emociona con sólo pensarlo y te sientes como en las nubes cuando ves su figura o cuando escuchas su voz.

No hay verdadera amistad sin amor.

No hay verdadero amor sin amistad.

No hay ninguna de las dos cosas sin confianza.

No puede haber nada de eso sin algún grado de atracción.

Eso es así, por lo menos para mí

Esperé pacientemente a que se terminara de vestir, y aunque me moría de ganas me resistí al impulso de volver a su dormitorio a ayudarlo, convenciéndome de que lo más correcto era lo que había decidido hacer.

Cuando finalmente salió de su habitación cruzamos nuestras miradas, me sonrió y nos dispusimos a abandonar el departamento sin más comentarios.

Noté que no tenía vergüenza estando conmigo, siempre y cuando él estuviera vestido, no habláramos de su sexualidad y no lo observara lujuriosamente como cuando me sorprendió haciéndolo sobre sus gigantescas tetas apenas nos conocimos.

Bueno, ya tendríamos demasiado tiempo como para cambiar eso.

Por el momento, me interesaba hacerlo sentir lo más cómodo y confortable posible. No deseaba que sintiera rechazo en absoluto con nada de lo que pudiéramos hacer, para poder seguir avanzando en la conquista sincera de una mutua amistad y con la posibilidad de que se pudiera dar algo más en el futuro. Eso sería para mí como estar en el paraíso.

Abrió la puerta de salida y por un segundo pensé que íbamos a volver a ver a su mujer tirada en el pasillo en la posición que recordaba. Por suerte eso no sucedió evitándome pasar por otro mal momento. No había ni rastros de ella.

Ingresamos al ascensor, y mientras descendíamos miré reiteradamente a Juan, que sin estar contento, ya no tenía la gran tristeza que le había visto en el rostro antes de llegar. Su semblante permitía notarlo mucho más tranquilo, sin tensiones de ningún tipo. Aparentemente ya se le había quitado un gran peso de encima, bueno, en sentido meramente figurado, ya que a mi me seguía pareciendo demasiado gordo y apetitoso, tal como a mí me gustan.

No intercambiamos palabras en todo el trayecto hacia la planta baja.

Por primera vez conocí al portero del edificio que estaba barriendo la entrada de la vivienda.

"Mi esposa no es más bienvenida a mi departamento, por lo que le ruego que a partir de ahora le prohíba la entrada." Le dijo, ante la atónita mirada del pobre hombre. "La decisión es irreversible." Concluyó.

En el trayecto de vuelta a la casa de mis patrones, me sorprendió con su confesión.

"Nuevamente lamento haberte hecho testigo de tan desagradable situación. Sabes que venía sospechando de esto desde hacía algunos meses, y este torneo de naipes fue la excusa perfecta para llevar a cabo un ardid para descubrirla con las manos en la masa. Sin estar completamente seguro aún, tuve la certeza que ella había planeado hacer de las suyas cuando insistió en que me quedara a dormir allí. De todas formas, aún así, hasta último momento dudé si realmente deseaba seguir adelante con mi plan o no, y sólo me decidí hacerlo porque algo que aún no puedo entender sucedió esta noche."

"A qué te refieres?" Pregunté sorprendido.

"No lo sé. Mira, yo no soy un gordo puto, pero ya te habrás dado cuenta que algo me está pasando." Nuevamente el rubor salió a flote en su rostro, y el principio de un balbuceo se hizo presente.

Me dejó atónito con su revelación, aunque era evidente que él estaba siendo víctima de un fuerte conflicto interno.

"Por qué no me cuentas qué es exactamente lo que sientes por mi?" Dije casi como un ruego.

"No estoy seguro. Posiblemente hablemos más tarde de ello. Únicamente te digo que sólo tu presencia hizo que me animara a volver a casa y tomar la determinación que tomé con mi esposa."

"En serio?" Dije completamente anonadado por la confesión.

"Me están pasando muchas cosas que no entiendo, Zesna. Tengo miedo de enloquecer. Necesito ayuda, y me refiero a verdadera ayuda profesional." Su rostro me volvió a enternecer.

"No sé que clase de ayuda necesitas, pero puedes confiar en mí para lo que necesites. No dudes nunca en pedirme absolutamente todo lo que precises, quisiera poder ayudarte en todo lo que esté a mi alcance." Me moría de ganas por ser yo mismo el que pudiera lograr brindarle el apoyo necesario, aunque ya estaba sospechando de antemano que no podría auxiliarlo con todo.

"Gracias, Zesna. Aunque es muy difícil para mi poder confiar en alguien ya que mucha gente en la que había depositado mi confianza me ha lastimado tanto. En este momento, lo que estoy necesitando es tan sólo un amigo sincero, de esos que nunca tuve, de esos que siempre piensas que tienes, pero cuando los necesitas nunca están allí, o en el peor de los casos te defraudan completamente." No se si eso fue un pedido de parte suya, o el cumplimiento de uno de mis tres deseos por parte del genio de la lámpara mágica; sea como sea, su llanto emocionado comenzó a inundarle los ojos nuevamente.

Llegamos a la casa de mis patrones pasadas las siete y media de la mañana. Era muy temprano aún. Estacioné el vehículo, y decidimos esperar dentro del automóvil a que se levantara alguien para que nos pudiera abrir el mismo portón que habíamos utilizado cuando salimos en la madrugada.

Mientras tanto, la confesión continuaba.

"Hace unos meses cuando volví de uno de mis viajes, sentí la presencia de un extraño en casa estando yo sólo. Hasta podía oler en el dormitorio que allí había habido alguien más. Ahí comencé a sospechar que ella me era infiel. Cuando retornaba de mis viajes, ella ya estaba casi siempre satisfecha, y no quería tener sexo conmigo, pero por supuesto que la excusa perfecta era que yo debería estar demasiado cansado. La incontinencia me llevó a tener alguna clase de desórdenes." Hizo un alto, y noté que nuevamente se puso colorado.

Con eso que me dijo, confirmé que María me había estado mintiendo todo el tiempo. Sólo me había dado excusas para tener sexo conmigo.

Pensé que Juan iba a continuar, pero no lo hizo. Ahora estaba mirando hacia el otro lado a través de la ventanilla, impidiéndome ver su rostro.

Apenas lo escuché sollozar, adiviné que continuaba lagrimeando.

Le volví a poner mi mano en su hombro.

"Juan, puedes confiar en mí. Totalmente." Dije con la mayor voluntad de ser cooperativo ayudándolo con lo que fuera necesario, sin ninguna clase de excepción. "Me encantaría que expulses todo lo que tienes dentro. Eso es lo que te hace mal. Utilízame para vaciar todos tus problemas."

Me miró con los ojos completamente llenos de lágrimas.

Su cara ya no estaba más triste sino que despedía una extrema ternura muy pocas veces vistas por mí anteriormente.

Cómo podría evitar abrazarlo y besarlo, haciéndolo sentir querido, amado y deseado!

Cómo puede haber gente que hace sufrir a alguien como él. Cómo puede haber gente que hace sufrir a un gordo, a cualquiera, si son los más tiernos que hay sobre la Tierra? Cómo puede existir esa clase de gente que no se da cuenta que cuanto más gordos son los hombres, más capacidad de cariño tienen para dar, que su corazón es directamente proporcional al tamaño de sus pectorales, que el amor que pueden dar va de la mano con el tamaño de su vientre, que el deseo que tienen oculto en su interior demora en aflorar, pero cuando finalmente lo hace, la fogosidad de ellos es tan grande como el famoso incendio de Roma elevado a la enésima potencia, y que ninguna dotación de bomberos puede apagar, siendo ese premio exclusivamente otorgado a la persona que logra romper esa coraza que habitualmente ellos se forman alrededor de sí mismos como forma de protegerse contra las burlas y desprecio que les infiere determinada gente, y que inevitablemente me hace sentir vergüenza de pertenecer a su misma raza humana, y que además me causa fastidio y repugnancia el tener que compartir el aire que yo respiro de este planeta con ellos.

"Juan, estoy aquí para escuchar todo lo que quieras decirme. No me digas lo que no quieras, aunque a mi me gustaría que lo hicieras. Me gustaría poder serte útil en lo que necesites, y te lo digo honestamente, sería un honor para mi poder ayudarte en todo." Dije casi desnudando totalmente mis intenciones hacia él.

Su mirada seguía dándome paz. No dejó ni un momento más de mirarme a la ojos, como explorándome literalmente. Queriendo confirmar que lo que le había dicho era la absoluta verdad.

"Zesna, ya te he dicho que me es muy difícil confiar en la gente." Su hablar pausado pero tranquilo, me dejó seguro que estaba resignado y había asimilado de la manera más positiva posible, la terrible experiencia que acababa de tenerlo como víctima. "Realmente me gustaría confiar en alguien como tú. Pero debes entender que después de lo ocurrido hoy, es muy probable que no lo logre hacer nunca más."

Le apreté el hombro lo más fuerte que pude, lo sacudí para hacerlo reaccionar, acerqué mis ojos a los suyos, haciendo un esfuerzo infrahumano de no mirarle a los labios ya que no podría resistirme a la tentación de partírselos de un beso, y tras unos breves segundos de mirarnos las pupilas mutuamente, le hice una de mis más honestas proposiciones.

"Juan, mírame a los ojos, y atrévete a decirme sinceramente que no confías en mi. Lo has hecho en las partidas de naipes. Yo sé que tú tienes la certeza de que lo puedes hacer fuera del juego también, y que puedes estar seguro que tampoco te voy a defraudar. Para mí la amistad es lo más grande que hay en la vida. Y yo siento que soy amigo tuyo desde mucho antes de conocerte." Mis ojos también continuaban escupiendo lágrimas en forma intermitente mientras las palabras salían de mi boca de manera incontrolable. No estaba muy seguro de querer decirle todo eso. Pero definitivamente sí lo estaba en pensarlo, y era exactamente ese el pensamiento que me embargaba. "No quiero hablar hoy de lo que sucedió anoche mientras dormíamos." Nuevamente el color rojo tiñó la piel de su rostro. "No te preocupes, no lo quiero hacer ahora, pero me gustaría hacerlo cuando ganemos más confianza entre nosotros. Estoy seguro que tú sientes algo especial por mí, como yo lo siento por ti. No te preguntes qué es, si aún no lo sabes. Lo averiguarás a su debido tiempo. Yo sí lo sé, y quisiera contártelo apenas quieras hablar al respecto."

"Estoy como perdido." Confesó. "Tengo una terrible confusión que no sé como manejarla."

"Lo sé, Juan." Le dije para darle tranquilidad. "Créeme que sé a qué te refieres. No es la primera vez que me sucede en la vida." Y ahora sí, no me pude resistir a mirarle a los labios, no me podía resistir a romperle esa boca de un beso.

Nuevamente se puso colorado.

Volví la mirada a sus ojos, y los apartó de mi vista.

"Qué te sucede, Juan?" Pregunté.

"En verdad me gustaría poder confiar plenamente en ti, Zesna." Me dijo dejándome entrever que realmente se sentía a gusto conmigo, pero no dejó de advertirme. "Pero no soy un gordo puto."

Miré hacia la casa a través de las rejas del fondo y vi movimientos dentro.

"Bueno. Vamos paso a paso. Vayamos a quedarnos con los trofeos del torneo, para afianzar nuestra confianza dentro de la mesa de juego, y después conversamos. No te parece?" Pregunté señalándole que ya había gente en la casa para que nos pudieran dejar entrar.

Como respuesta, asintió y acto seguido me dio un abrazo potente.

"Gracias por lo que has hecho por mi hoy, Zesna." Me dijo al oído. "Te pido mil perdones nuevamente por el trago amargo que has pasado por mi culpa. Y te agradezco por darme el valor de hacerlo."

"No, no tienes nada que agradecerme. Así son los amigos. Si tú me necesitas, para lo que sea, sólo me tienes que llamar." Tomé una lapicera y le anoté el número telefónico de mi casa del otro lado de la tarjeta de la tienda. "No sé si fui claro. Para lo que sea, Juan. Ten en cuenta que para mí, un amigo no es lo más importante, es lo único importante. Y yo soy amigo de 24 horas al día, y de 365 días al año. Te quiero como amigo, y estaría esperando una llamada tuya a cada segundo."

Finalicé, no sabiendo si yo estaba más emocionado diciéndoselo, o él escuchándolo.

Él también me dio su número telefónico que anoté en otra tarjeta que fue a para a mi billetera.

Un nuevo abrazo que ambos apretamos fuertemente.

"Vayamos a romper culos." Dijo y ambos reímos.

"Hey, qué sucede con los novios?" Bromeó el dueño de casa mientras iba a abrirnos el portón para permitirnos volver a ingresar.

Deliberadamente me puse delante de Juan para disimular el rubor que seguramente comenzaría a teñir su rostro con el comentario que pretendió ser jocoso.

"Ya está pronto el suculento desayuno?" Pregunté ignorando totalmente la broma e intentando distraer la atención para que no recayera sobre mi amigo.

"Recién nos levantamos. Dónde estaban ustedes? Pensamos que se habían cagado y se habían fugado para no enfrentarse con nosotros." Continuó bromeando mi jefe.

"Ja, ja, ja! Pues eso es lo más gracioso que escuché en lo que va del año." Dije, y de repente Juan comenzó a morirse de la risa.

Ambos lo miramos, y definitivamente yo era el único que entendía que finalmente había estallado de risa por la acumulación de un estado nervioso que lo llevó al borde de su capacidad tolerable. Para disimular, le pasé los brazos alrededor del cuello y lo abracé riéndome con él, pero su risa fue demasiado exagerada e interminable.

Mi jefe se dio cuenta que algo no estaba bien con él, y lo confirmó cuando Juan finalizó las carcajadas y rompió a llorar desconsoladamente.

El dueño de casa le ofreció asiento, y Juan le contó lo que había sucedido en su departamento esa madrugada.

"Oh, Juan. Lo siento muchísimo, amigo. Si hay algo que pueda hacer para ayudarte, no dudes en pedírmelo." Dijo.

"En realidad, necesitaría un abogado de extrema confianza ya que necesito firmarle un poder para que haga todos los trámites por mi. No quiero volver a verla en mi vida,." Dijo Juan entre sollozos.

"No te preocupes. Cuenta con eso. Mañana por la mañana le paso tu número telefónico para que se comunique contigo. Le podrías confiar tu vida sin problemas."

No, me dije yo mismo. Es a mí a quien tienes que confiar tu vida, bebé. Me encantaría cuidarte por el resto de tus días. Eres tan tierno!

Llegaron algunas personas más para compartir el desayuno y ver las alternativas de las últimas partidas del torneo.

Quedé satisfecho completamente con un gran trozo de pastel de chocolate y casi ocho medialunas de manteca que fueron lo que me devoré acompañado con leche chocolatada.

"Hey, Zesna, no te dan de comer en tu casa?" Bromeó el gordito de los cien kilos.

"Sí, lo que pasa es que la ansiedad que me da cada vez que estoy a punto de ganar un campeonato de truco es la que me abre el apetito." Dije y todos nos reímos al unísono por mi total falta de modestia.

Luego del desayuno, y ya con todas las parejas completas en la casa, comenzamos las finales ahora a doble eliminación. La dupla que perdía un partido, debía jugar contra una pareja ganadora y vencerlos para seguir en carrera.

Nuestra primera partida fue más difícil de lo que esperábamos, pero Juan se lució y atemorizó casi desde el comienzo a los rivales, diciendo que esta vez y en esa partida en especial, no iríamos a mentir en lo absoluto.

Por supuesto que las tres primeras manos no lo hicimos, y ellos dieron por descontado que realmente seria así toda la partida, por lo que pudimos hacer nuestro juego, a pesar de que por desgracia el azar no estuvo de nuestro lado, aunque ellos tampoco tuvieron muy buenos naipes en la mayoría de las manos. Lo cierto es que les terminamos venciendo aunque con muy poca diferencia en el marcador.

Nuestros rivales inmediatos resultaron ser Eduardo y el gordito de los cien kilos, que ya había perdido un partido y les vencimos tan fácilmente como si ellos hubieran tenido la peor partida de su vida. Eduardo terminó furioso y dijo que tenía que volver temprano a su casa yéndose visiblemente muy fastidiado.

Hicimos una pausa para almorzar, y luego de un breve descanso, jugamos los partidos que restaban, ganando todos los encuentros de forma desigual, algunos muy fácil y otros con demasiadas complicaciones, pero asegurándonos las victorias de todos modos.

Llegamos a la final que resultó ser contra nuestros jefes que también fueron los ganadores invictos de todas sus respectivas partidas.

Las tres primeras manos las comenzaron ganando ellos sumando absolutamente todos los puntos en disputa, luego de una racha de mala suerte para con nosotros.. Muy lejos de desanimarnos, eso nos alentó a mejorar aún más nuestro juego. Al no recibir buenos naipes, intentamos engañar a los rivales en momentos que detectábamos que ellos tampoco tenían cartas ganadoras.

Como dije, Juan jugaba exactamente como si fuera mi hermano gemelo que nunca tuve, o como yo mismo, tal y como si estuviera sentado en ambos lados de la mesa a la vez.

Les igualamos con mucho esfuerzo para mantenernos nuevamente con esos puntos durante cinco manos seguidas, ya que no nos venía una buena carta ni por equivocación, hasta que finalmente volvimos poco a poco a igualar el tanteador.

"Flor:" Cantó de pronto el anfitrión.

"Contra flor al resto." Contestó Juan automáticamente sin siquiera dudar en lo más mínimo ni un segundo.

Hubo silencio en la mesa y alrededores.

Si ellos aceptaban el lance, el que tuviera más puntos para la "flor"sería el vencedor final de la partida, y por ende el ganador del torneo.

Juan me había hecho la seña de que no tenía nada. "Ciego y sin vista." Y de acuerdo a esas cartas, no debería tener mucho para ganar la "flor" por lo que adiviné que estaba presumiendo frente a los rivales para hacerles creer que tenía mucho puntaje, y por supuesto mejores naipes.

Ahora debíamos esperar a que mis jefes se intimidaran, no aceptaran y nosotros nos anotaríamos los 3 puntos jugados hasta ese momento.

Estaba rezando en silencio para que fuera así, porque si ellos aceptaban, se nos venía toda la farsa al piso.

"Caramba, déjame ver el tanteador." Dijo uno de los rivales. "Qué te parece compañero? Estará mintiendo?" le preguntó a su socio.

"Claro que sí. Juan le pasó la seña a Zesna de que no tiene naipes." Dijo lo más campante.

"Ah!!! Los pillé. Así que espiando las señas de los contrarios? Ya estaba sospechando de que eso era lo que estaban haciendo desde hacía un rato largo, tramposos de mierda." Dijo Juan burlándose de ellos.

"Anda, acepta! Que él no tiene nada!" Alentó uno de mis jefes al que había cantado ‘flor’.

"Estás seguro? Mira que si te equivocas perderemos el partido." Dijo el dueño de casa no muy convencido de la decisión que quería hacerle tomar su propio compañero.

"Pero si estoy en lo cierto, ganaremos." Contestó.

Ambos miraron a Juan directamente al rostro, que con su mejor cara de poker, me miró y sonrió confiado de que no aceptarían.

"Por supuesto que no aceptarán, ya que me han visto hacerte las señas de que no tenía cartas." Me dijo. "Pero, si yo hubiera sabido que ellos estaban espiándonos, tal vez hubiera hecho esas mismas señas para obviamente inducirlos al error."

Silencio!

Oh, Dios!

No, Juan!

Este es nuestro fin.

Nadie te creyó!

Ni siquiera yo!

Esa fue una estúpida excusa!

Con lo que dijiste me convencí que no tenías nada y rogaba para que ellos no se hubiesen percatado. Había sonado como el último manotazo de un ahogado.

Por favor! Ojalá que ellos sí se lo hayan creído porque sino, aceptarían y serían los ganadores del torneo.

Juan, no debiste decir eso último que dijiste. Sonó realmente falso y muy tonto.

Odié el haber jugado con él en esa condición después de haber vivido la experiencia de esa madrugada. Definitivamente no estaba en su mejor noche. Estaba actuando como un principiante total.

Les estaba intentando mentir de tal manera que hasta un niño de seis años se hubiera dado cuenta de que lo estaba haciendo. Ya no me cabían dudas de que Juan no tenía las cartas suficientes para ganar.

Estaba mintiendo de la peor manera, y cada vez que abría la boca, nos convencía aún más a los tres de que estaba presumiendo torpemente.

Yo comencé a reír de forma muy nerviosa.

.

Quiero ser muy honesto; por primera vez, dudé de él, y recé para que se callara y no dijera más nada, porque lamentablemente los estaba convenciendo para que hicieran lo contrario de lo que deseábamos.

"Bueno, vamos a terminar con esto de una buena vez." Dijo el organizador del torneo y acabó aceptando el lance final" Quiero!" Y continuó diciendo los tantos que tenía "Cuarenta!" Mostrando el 2 y 4 de la muestra y el as de espadas.

A Juan se le borró la sonrisa de la cara muy lentamente mientras miraba fijamente las cartas sobre la mesa, como contando para confirmar que realmente habían allí 40 puntos.

Oh, no! Dios mío!

Adiós partida!

Adiós competencia!

Adiós trofeo!

Adiós, Juan; fue muy lindo y realmente un placer haber compartido contigo esta jornada!

Juan se ruborizó y miró mi rostro que también ya había perdido todo el optimismo y comenzaban a desprenderse un par de lágrimas de mis ojos.

"Lo siento, Zesna! Perdóname, amigo!" Me dijo." Yo sólo tengo Cuarenta y dos!" Y tiró sobre la mesa sus cartas: el 5 y el 10 de la muestra y el siete de copas.

Se hizo un silencio absoluto. Creo que hasta las moscas se quedaron sin aletear sus alas por dos segundos.

Miré las cartas totalmente anonadado y con la boca abierta. Levanté la mirada hasta verlo directamente a los ojos. Él comenzaba a sonreír mientras los rivales clavaron la vista totalmente incrédulos sobre los naipes que mi compañero había tirado arriba de la mesa, contándolos por su propia cuenta.

"Juan, eres un hijo de puta!" Dije con la sonrisa naciendo nuevamente en mis labios. "Me mentiste a mí! A tu propio compañero!"

"Lo siento, Zesna, es que realmente nos estaban espiando las señas desde el principio del partido." Y me hizo un guiño.

"No, eso no es cierto!" Dijo uno de mis patrones, pero ambos lo ignoramos totalmente.

Me levanté de mi asiento, fui a abrazarlo y a darle un beso en la mejilla, teniendo como meta hacerlo lo más cerca de su boca posible, sin importarme lo que pudiera pensar la gente que nos rodeaba.

"Eres mi maestro! Nunca vi jugar a nadie de esta forma." Le dije al oído. "Eres mi ídolo! Gracias, Juan! Me alegraste el día! No me hubiera importado si no ganábamos el torneo. Con esto que acabas de hacer ahora, ya me daba por satisfecho." "Te conformarías con tan poco?" Me respondió también al oído. "Como habíamos dicho, hasta el final no nos detendríamos."

Eso me convenció finalmente.

Hasta el final no me detendría.

Quedó claro finalmente el grado de complicidad que había entre nosotros, verdad?

CONTINUARÁ

Se agradecen los comentarios o emails