El gordo precoz (12)
ÚLTIMO CAPÍTULO: GAJES DEL OFICIO. Se me congeló la sangre por unos segundos, porque pensé que la noticia que me estaban a punto de dar podría ser bien distinta a la que yo esperaba.
EL GORDO PRECOZ (12)
ÚLTIMO CAPÍTULO: GAJES DEL OFICIO.
LUNES
Me desperté por enésima vez esa madrugada ya que no podía conciliar el sueño por estar demasiado nervioso, puesto que en unas pocas horas más nos iban a entregar los resultados del VIH.
En realidad, tenía casi un 99.98 % de seguridad de que mi análisis iría a dar negativo. Eso en términos de enfermedad quiere decir, que si existe apenas un 0.02% de probabilidad de estar contagiado, entonces lamentablemente uno no está totalmente libre de nada, y por esa misma razón estaba sumamente intranquilo.
Las únicas relaciones que tuve y me hacían temer, eran la de Edson, el desconocido gordo brasileño de mis últimas vacaciones, y también lamentablemente la de Juan. Éste último pudiera estar infestado sin saberlo, luego de haberse pegado la enfermedad por culpa del comportamiento irresponsable de su esposa, una puta insaciable.
Si finalmente María estuviera contagiada, y hubiera infectado a su marido, debería reconocer entonces que yo sería igualmente irresponsable, por lo que no tendría derecho entonces de catalogar a nadie como tal.
De todas maneras, mi intranquilidad estaba latente.
Me emocioné cuando vi el rostro dormido de mi amigo que respiraba y me inundaba con su aliento rompiendo sobre mi rostro. Le obsequié un beso en los labios y acomodé mejor mi cabeza entre sus gordas tetas, lo que finalmente me hizo por lo menos dormitar nuevamente sumergido en esa hermosa sensación de bienestar,.
Ya había solicitado libre toda la mañana siguiente en mi trabajo para poder concurrir a obtener los resultados de los análisis. Reconocía que a veces, hasta estaba abusando de mis privilegios en mi empleo, pero siempre era por una causa importante, por lo que no me quedaba ningún tipo de remordimientos por eso.
Llegamos al centro médico a las 8:55 de la mañana, y esperamos más de media hora para que nos llamaran.
Mientras aguardábamos, le conté a Juan que había tomado la decisión de irme a vivir con él, por supuesto siempre y cuando él no tuviera ningún inconveniente. Le dije que ya había hablado con mi madre de la posibilidad de irme a vivir junto con mi mejor amigo a un departamento.
Me tomó la mano disimuladamente, pero con mucha fuerza y me pidió que primero esperara el resultado de su análisis para tomar esa decisión.
"Juan. Eso es completamente irrelevante." Le dije convencido de mis palabras.
"Si yo estuviera contagiado de Sida, no iría a permitir que tú te vinieras a vivir conmigo." Dijo tristemente.
"Juan. Mi amigo. Mi amor. Si tú tuvieras la enfermedad, nada ni nadie me irá a impedir de que yo no me vuelva a separar ni siquiera un segundo de tu lado." Le dije y agregué. "Espero que me hayas entendido perfectamente, porque no me gusta repetir las cosas."
Lo que pareció serio, nos hizo estallar en carcajadas a ambos en forma simultánea.
Tal vez víctimas de los nervios que nos estaban carcomiendo las entrañas y que hacíamos un esfuerzo supremo por disimular frente al otro.
Apenas las risas se disiparon, nos miramos a los ojos sin parpadear.
Después las miradas de ambos se deslizaron lentamente hacia nuestros labios. En ese mismo momento, pensé que nos iríamos a besar allí mismo en la sala de espera rodeados de tanta gente.
Obviamente no lo hicimos, pero nos morimos de ganas por hacerlo.
Cuando finalmente una enfermera me nombró, me di cuenta que aún la mano de Juan estaba apretando la mía muy fuertemente, y le tuve que suplicar que me soltara ya que tenía que ingresar a una habitación contigua. Finalmente lo hizo, pero intuí que realmente no lo quería hacer.
Tras cerrar la puerta detrás de mí, vi a tres personas que estaban detrás de una larga mesa, como si fueran profesores en pos de tomar algún examen.
Se me congeló la sangre por unos segundos, porque pensé que la noticia que me estaban a punto de dar podría ser bien distinta a la que yo esperaba. Una bocanada de aliento helado también me sopló en la nuca, y otro aún bastante más gélido me recorrió toda la longitud de la espina dorsal.
Todos estos sentimientos afloraban finalmente para desenmascararme y dejarme en evidencia de que en realidad estaba aterrado.
Esto era algo que no se lo deseo a nadie.
Me refiero a la incertidumbre de no saber si tienes esa terrible enfermedad.
Estaba convencido de que debería hacer algo para solucionar el tema de mi irresponsabilidad. Habían hábitos que tenía que rever y por supuesto cambiar para no volver a pasar por esto nuevamente.
Nunca más semen de extraños.
Pero cómo podría estar 100% seguro con aquellos que no lo eran?
Debería obligarlos a hacerse un análisis de VIH para tener la plena certeza?
Pero cómo lograrlo?
Conocer a un gordo y advertirle que no tendría sexo con él hasta tanto no se hiciera ese examen?
Pero de qué carajo me tendría que preocupar por algún otro gordo, si no tenía ni la más mínima intención de separarme nunca de Juan?
Esos pensamientos me causaron gracia por dentro, pero la reacción provocada fue realmente fruto del ser víctima de mis propios nervios que a esta altura eran insoportables.
Las tres personas ahora estaban conversando entre ellas mientras miraban una hoja que uno de ellos extrajo de un sobre, y me dirigieron la mirada todos al mismo tiempo.
Ay Dios!
Hubo silencio.
"Vea, señor." Comenzó diciendo aquel que me pareció que tenía más cargo en su haber. "Creo que esto no va a ser necesario ya que su análisis resultó negativo. Habitualmente debemos dar un apoyo psicológico a los pacientes antes de hacerles saber los resultados, en caso de que éstos fueran contrarios a los suyos."
Respiré aliviado con mi mejor cara de "poker" como dando a entender que ya lo sabía y no tenía nada por qué temer. Pero la procesión iba por dentro.
"Entiendo perfectamente. Muchas gracias, señor." Dije, y tomé el sobre que ya contenía dentro nuevamente la ficha de mis estudios. Saludé y salí del lugar.
Juan esperaba impaciente y muy nervioso por más que no creo haber estado más de dos o tres minutos allí dentro, y cuando le di la noticia de mi resultado, me dio un fuerte abrazo que se vio interrumpido cuando lo llamaron a él mismo para que ingresara en mi lugar.
Miré el reloj para tomar el tiempo de cuánto iría a demorar mi amigo allí dentro, para luego gastarle una broma en caso de que él tardara algunos minutos más de los que me habían tomado a mí.
Mis pensamientos jocosos quedaron de lado y mis nervios volvieron a aflorar, cuando a los 10 minutos de haber atravesado esa puerta, aún no tenía noticias de él.
Esos mismos nervios se dejaron arrollar por una angustia intensa, cuando fueron 25 los minutos que habían transcurrido desde que Juan había ingresado a la habitación. Mis ojos se inundaron en mis propias lágrimas y no encontraba consuelo en pensar que él estaría finalmente contagiado del virus del SIDA, ya que no se me ocurría otra explicación por su demora en abandonar el lugar.
Cuando los minutos treparon a los 45, una sensación de impaciencia mezclada con rabia, furia y otras muchas sensaciones me abrazaron, hasta llegar al punto de querer llevarme a todo el mundo por delante, romper la puerta a puntapiés y abrazar a mi amigo que posiblemente estuviera bañado en lágrimas, escuchando un consuelo y un soporte que seguramente le estaban intentando dar los doctores que lo acompañaban.
De pronto la puerta se abrió, y ante mi total sorpresa, Juan salió sonriente.
"Juan, qué mierda sucedió?" Dije desconcertado más que preocupado.
"No tengo nada." Me dijo lo más tranquilo. "Por qué lloras?"
"Y por qué carajo demoraste tanto?" Le pregunté al borde de la histeria ignorando su propia pregunta.
"Es que uno de los doctores era amigo de mi hermano, y nos quedamos conversando."
"La puta que te parió!" Le dije. "No puedes hacerme esto! No te imaginas lo mal que lo pasé pensando en que te estaban dado apoyo psicológico por el resultado positivo." Dije sin disimular mi molestia.
"Disculpa, Zesna. No me di cuenta." Dijo en forma sincera. "Me perdonas? Por favor."
Cómo poder negarme a semejante pedido de semejante gordote?
"Está bien, Juan, no hay cuidado." Le dije y nos fundimos en un gran abrazo ahí mismo en la sala del nosocomio, que terminó calmándome completamente.
En realidad, los nervios eran infundados ya que si Juan hubiera estado infestado por el virus, también lo debía haber estado yo; de modo que de haber tenido mi mente funcionando con claridad y tranquilidad, me tendría que haber dado cuenta en todo momento de que no había ningún riesgo posible por qué preocuparse acerca del resultado de los análisis de mi amigo.
De todas maneras, se veía a la legua que ambos estábamos mucho más tranquilos.
Lo dejé en donde me solicitó con mi vehículo para que fuera a hacer unos clientes, y yo continué camino a mi trabajo.
Todo el resto de la jornada transcurrió sin ningún tipo de altibajos, ni sorpresas ni mucho menos complicaciones.
Todo igual que siempre.
Tanto que la paja telefónica de las 6 de la tarde, tampoco faltó puntualmente a la cita en ese día, sin mayores diferencias en cuanto a desarrollo y resultado de la misma.
Cerca de la hora de cierre, estaba atendiendo a un gordote hermoso que bailoteaba sus tetas inocentemente delante de mis narices en el probador una y otra vez, mientras se ponía y sacaba por lo menos cinco camisas para poder escoger cuál de ellas era más de su agrado.
Cuando finalmente se decidió, salí del probador mientras se terminaba de vestir y vi a Juan que estaba esperándome desde hacía unos pocos minutos en el salón de ventas.
"Veo que este trabajo te debe ser muy gratificante." Comentó señalándome la entrepierna con los ojos mientras esbozaba una sonrisa, y por suerte fue el único que notó el terrible bulto que llevaba en mis pantalones de camino al mostrador.
"Y... Son gajes del oficio." Contesté devolviéndole la expresión, pero sin dejar de ruborizarme, ya que por primera vez me vi sorprendido en este acto inocente, aunque reconozco que mucho más reiterado de lo que yo mismo a veces lo deseaba.
El gordo abonó la camisa con su tarjeta de crédito y cuando se iba retirando de la tienda, Juan me descubrió sacar la puntita de la lengua mientras admiraba aquel trasero que se bamboleaba de derecha a izquierda por dentro de esos pantalones ajustados.
"Tú no tienes vergüenza, verdad?" Preguntó mi amigo. "Y encima te pagan por este trabajo?"
Ambos reímos a carcajadas.
Me informó que había pasado a buscarme por la tienda ya que necesitaba comprarse ropa interior.
"Quieres pasar al probador así te ayudo a probártelos?" Le pregunté con una sonrisa maliciosa y tras de asegurarme de que nadie estaba cerca como para escuchar nuestra conversación.
"No." Dijo devolviéndome la sonrisa. "Esperaré a que cierres el local, me acompañas y me ayudas a probármelos en el departamento. Te parece bien?"
Tras abandonar la tienda, llegamos a su domicilio en un santiamén, y apenas cerramos la puerta de entrada que separaba su hogar del pasillo del edificio, comenzamos una orgía de a dos como para el recuerdo.
Manoseos irrespetuosos, pero nunca tan bien recibidos; besos y caricias, gentiles y salvajes, y hasta alguna mordida que se coló en la demostración de lujuria más grande en la que haya intervenido jamás.
Nos revolcamos por el piso.
Franeleamos con brazos, piernas y rodillas, no dejando ningún espacio sin recorrer ni explorar, sosteniendo los genitales del otro con nuestras respectivas manos; y para que quedara bien en claro a quién pertenecían, y sin soltarlos en ningún momento ambos exclamábamos casi al unísono: "Esto es mío!"
Sin saber realmente cuándo ocurrió, de pronto ambos estábamos sin camisa y con los pechos desnudos. Tampoco recordamos el momento exacto en que se quitaron nuestros pantalones, y los franeleos continuaron por sobre ambas erecciones que se distinguían por dentro de nuestros calzoncillos.
Juan estaba desesperado, y se me trepaba encima del muslo y me hacía sentir la dureza extrema a la que había llegado su miembro, mientras con su rodilla comprobaba la mía que amenazaba con quebrarse ante el menor descuido.
Tampoco nos percatamos cuando nuestras prendas íntimas volaron por los aires para estrellarse contra el piso, pero nos dimos cuenta el momento exacto en que nuestras manos se humedecieron con nuestros jugos genitales que nuestros respectivos mástiles erectos emitían a granel y que ahora permanecían totalmente expuestos.
Nos seguimos revolcando por el piso, dando vueltas por casi todo el departamento, golpeando contra las paredes y pasando por casi todos los ambientes, incluida la cocina y el baño.
Cuando llegamos rodando al dormitorio, nos chupamos los pezones y de pronto giré y fui con mi boca en dirección a su entrepierna, lo que él también hizo en forma simultánea sobre la mía.
"Esto era finalmente lo que tú llamabas hacer un 69, verdad?" Preguntó sin dejar de chupar torpemente pero saboreando en forma muy notoria.
"Mmmmm mmmmmm mmmmm!" Asentí sin poder emitir sonido para impedir que su glande se escabullera de mi boca.
La agitación de nuestras respectivas respiraciones hubieran hecho llamar al servicio de urgencia médico, en caso de que nos hubiera escuchado alguna persona desde el pasillo del quinto piso, ya que parecía que estábamos al borde de sufrir sendos colapsos respiratorios. Todo indicaba que necesitaríamos una máscara de oxígeno o algún otro método para hacer volver nuestro ritmo al adecuado.
Pero estaba todo bien.
Muy bien.
Demasiado bien.
No dejé de pensar en esa sensación extraña que tenía por mi corazonada de que algo malo iba a ocurrir en ese día.
Tal vez estaba sugestionado con el tema de los análisis, y posiblemente mis temores eran infundados.
Sí eso era así, entonces posiblemente ya habría pasado todo el peligro, y no pasaría de haber sido sólo una falsa alarma.
Efectivamente, ya casi había pasado todo el día.
Pero me conozco.
Continuaba alerta en todo momento.
No dejamos de mamarnos ni un segundo, hasta que de pronto mis testículos sintieron cómo una gruesa y áspera lengua les acariciaba con ímpetu.
Me dejé llevar por unos instantes, preso de un placentero sentimiento anhelado largamente, y mis labios soltaron su pene para dejarme embriagar por el placer que me estaba dando mi amigo y concentrarme en sentirme feliz por ser mamado por alguien que me deseaba y me quería sobremanera.
Con su mano me tiró toda la piel del miembro, dejando todo mi glande visible y expuesto sin protección alguna. Sentí su áspera caricia como si estuviera saboreando su plato preferido. El placer que me estaba brindando llegaba a límites inusitados. La excitación estaba obnubilándome la razón, y mi sexo latía desesperadamente en espera de cada estocada de su lengua que me llenaba de gozo.
Sus lamidas no eran sincrónicas. Cuando esperaba la siguiente, mi pene se ponía en tensión, y todo era en vano ya que no arremetía en ese momento. Un segundo después de aflojar la expectativa, su lengua firme y poderosa, arrollaba ese glande nuevamente que lo estaba invitando a saborear.
Esto era indescriptible, lo máximo.
Lo hacía adrede, y me estaba llevando hacia donde nunca había estado antes.
Cada tanto me presionaba los testículos suavemente y me los tironeaba hacia abajo para permitir que la erección permaneciera lo más posible. Ni que hubiera hecho falta semejante acción para mantenerme en ese estado. Con sólo tener la visión de su muslo derecho y gran parte de su nalga y raja en frente de mis ojos bastaba para que me inundara de pensamientos sucios y morbosos, los cuales hacían todo el trabajo de mantenerme con esa dureza.
Mi verga estaba a punto de explotar de un momento a otro. Le acaricié la nalga, y como si fuera víctima de un impulso irrefrenable, fui en pos de su culo. Se acomodó para ponerse más cerca de mi rostro, sin dejar de hacer su trabajo, y como no llegaba, le pedí que se pusiera sobre mi, con ambas piernas a cada costado de mi cuerpo, y casi como si estuviera sentado sobre mi rostro. Lo hizo, casi en posición de 69 pero en vez de estar estirado, se apoyaba sobre sus rodillas, dejando su agujero al alcance de la punta de mi lengua.
Mi miembro seguía en su boca, y los sonidos de sus chupadas inundaban el departamento.
Alcanzó apenas que con la puntita de mi lengua le rozara el orificio anal, para que se dejara secuestrar por una excitación aún mayor a la que ya le conocía. Comenzó unos jadeos imposibles de describir y en una fracción de segundo pasó de ser el dueño activo absoluto de las acciones de la orgía para convertirse en el protagonista pasivo de la misma.
Se movió aún más hacia atrás, para literalmente meterme su agujero en la boca. Ahora mis labios se sumaron a las caricias, y sus jadeos dieron paso a sus más salvajes alaridos.
Mi boca besó ese culo como si fuera la boca más sabrosa. Los labios de su ano se abrieron y permitieron ingresar a mi lengua, que jugueteó dentro de él sin obstáculos.
Sus movimientos de lado a lado, me indicaban que continuaba desesperadamente caliente.
No estaba seguro si eso era bueno o malo.
Él mismo comenzó un lento vaivén sincronizado con mis arremetidas, para permitir meter mi lengua más dentro de sus entrañas.
"Zesna, quiero que me hagas el culo." Dijo de pronto.
Había escuchado bien?
"Te quiero sentir dentro mío." Dijo, lo que me confirmó que efectivamente no me había equivocado.
Mi lengua detuvo el trabajo.
Juan se incorporó sin salirse totalmente de encima mío.
Giró 180 grados, y quedó igualmente sobre sus rodillas, pero esta vez con sus genitales ente mis ojos.
Se salivó la mano, y la llevó a su espalda. Más precisamente a su orto.
Repitió el trabajo por dos veces consecutivas más, para lubricarse lo mejor posible. Ahora lo hizo por tercera vez y mirándome a los ojos, llevó su mano por detrás suyo, me tomó el miembro y lo masajeó mientras lo bañaba con su segregación.
"No, Juan." Dije como rogando. "Tú en realidad no quieres esto, verdad?
Como única respuesta, me tomó el pene bien fuerte por el tronco, y sin dejar de verme directamente a los ojos, él mismo frotó mi glande desnudo por toda su raja hasta encontrar su agujero.
No fue una arremetida salvaje.
Supongo que hasta tenía miedo de lo que pudiera sentir, pero definitivamente mi amigo estaba muy caliente, e iba a hacer todo lo necesario para lograr su cometido.
La cabeza de mi órgano genital sintió latir sus labios anales; se abrían y se cerraban, y muy lentamente sentía leves presiones sobre ella, lo que me hacía sospechar que se estaba sentando muy despacio y sin apuro sobre mi mástil.
Mi gordo amigo, mi obeso macho, subía y bajaba en forma muy suave y obligándome en varias oportunidades a levantar mi abdomen para sentir el contacto con su cuerpo, hasta que sincronizamos los movimientos.
Sin previo aviso, su culo me engulló la mitad del glande, tirando fuertemente más hacia atrás la piel que cubría mi verga.
No sé si el dolor de él, por sentir mi pene rocosamente duro dentro suyo fue mayor que el mío, que acababa de sentir un agujero demasiado apretado y que de improviso me abrazó el glande y me lo raspó ahora hacia el fondo hasta que desapareció totalmente dentro suyo.
El hecho es que ambos lanzamos un grito de dolor en forma simultánea, e inmediatamente nos volvimos a mirar fijamente y comenzamos a reír a carcajadas en forma cómplice.
Juan comenzó a subir y bajar de manera muy lenta.
La sensación de tener mi pene aprisionado fuertemente por un anillo de carne, pero que por lo duro parecía de metal, me hacía escapar varias lágrimas de los ojos, y la sensación se incrementaba aún más con el sube y baja que me abrazaba literalmente haciéndome sentir un ardor inaguantable. Realmente me veía impedido de imaginar qué podría estar sintiendo él mismo en ese preciso instante.
Pero la imagen de su rostro denotaba que estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para soportar mi grueso sexo.
Cuando su ano se dilató lo suficiente como para no entorpecer sus movimientos, Juan comenzó a cabalgarme más acompasadamente, y entonces se tomó su propio miembro y comenzó a masturbarse mientras continuaba sentado sobre el mío, que lentamente continuó introduciéndose más aún dentro suyo.
Parecía como que yo estuviera sentado en primera fila, por más que en verdad estaba acostado, para tener el espectáculo de su paja mientras mi verga se introducía ya casi hasta la mitad y volvía a salir hasta la punta. Con cada empellón, mi amigo se aseguraba de que mi trozo de carne lo penetrara un poco más.
Pensé que se sopesaba los testículos, y en realidad lo que estaba haciendo era mojarse con sus líquidos, ya que su uretra los expulsaba a borbotones. Definitivamente, mi gordito estaba sumamente excitado.
Nunca dejó de gemir ni de temblar cada vez que se decidía a bajar suavemente sobre mi palo erecto. Varias veces pensé que se dejaría ensartar violentamente dejándose caer sobre mi sexo; pero eso no ocurrió y debía agradecerle por ello, ya que de haberlo hecho podría haberme lesionado el miembro. Su culo estaba terriblemente apretado, lo que lo delataba como virgen, sin ningún lugar a dudas.
Lenta, muy lentamente continuó sentándose cada vez más sobre mi pene, muchas veces agregando saliva al tronco que permanecía aún fuera de sus entrañas, hasta que logró lo que nunca pensé que lograría.
Tuve todo el largo de mi verga dentro suyo, y me lo hizo notar apretando fuertemente el culo por sobre la base de mi miembro, justo pellizcándome el escroto.
Mi dolor ya estaba convertido en placer. Las lágrimas de ambos se secaban en nuestras respectivas mejillas. Ahora su rostro sonreía con una mezcla reconocible de placer y satisfacción.
Bailoteó moviendo su culo sin cesar de lado a lado arrastrándome el falo hacia los cuatro costado, pero sin soltarlo.
"Sabes qué, Zesna?" Me dijo de repente.
"Qué?" Pregunté con mucho esfuerzo, ya que su peso sobre mí me quitaba el aliento de a ratos.
"Yo también te amo, y creo que desde el mismo día en que te vi por primera vez." Confesó. "Me estaba engañando a mi mismo, Zesna. Ya desde que te vi en el campeonato de truco, te deseé mucho. Cuando compartimos el colchón por primera vez, te quise acariciar, te quise besar, te quise tener dentro mío. Desde la primera vez que nos vimos, desde la primera vez que nos tocamos ya te estaba necesitando de este modo. Sólo que me resistía a querer tenerte dentro mío. Me resistía a ser un gordo puto. Pero quiero ser tu gordo puto. Quiero que este culo sea sólo tuyo. Te prometo por lo más sagrado que nadie más va a estar dentro de él, jamás."
Ahora mi llanto fue sonoro. No pude articular palabras.
Me acarició el rostro con una mano que también utilizó para secar mis lágrimas, mientras con la otra continuaba sacudiéndose el pene.
El derroche de sentimientos estaba inundando el lugar, y la excitación entró de pronto en proceso de desesperación para ambos.
"Estás pronto para acabar?" Me preguntó.
"Aún no." Le confesé y detuvo su paja.
Pero no dejó de cabalgarme con rapidez, para acelerar el momento de mi eyaculación.
Su culo me masajeaba toda la longitud del pene, tal y como si yo mismo me la estuviera sosteniendo formando un aro con mis dedos pulgar e índice, y apretándolos sobre mi miembro lo más fuerte que pudiera aguantar, y luego llevando ese aro apretado hasta el comienzo de mi glande y volviéndolo hacia la base de mi pene. Esa maniobra repetidamente y cada vez más rápido, me hicieron llegar muy rápidamente al momento que ambos esperábamos.
"Estoy al borde de acabar." Le advertí, y comenzó nuevamente una furiosa sacudida de su minúsculo glande.
"Avísame en el momento exacto en que lo vayas a hacer." Me pidió.
Pero ya no había forma de dilatar el momento.
"En este momento. Me vengo." Le dije no pudiendo controlarlo, y como un reflejo apretó el culo aún mucho más de lo que lo había hecho antes. La presión de su orto sobre mi verga, casi me la cercena literalmente. Tanto que me hizo contener la respiración, y emití un grito de dolor mientras él entraba en una vorágine salvaje que yo apenas podía distinguir por la rapidez de los movimientos de su puño fuertemente cerrado sobre su pene.
Mi esperma no salió hasta que él comenzó a eyacular dentro de mi boca abierta. Fue en ese momento que aflojó su orificio y el alivio me permitió vaciarme dentro de él, y de esa forma pareció que el chorro que le descargué era mucho mayor que el habitual.
Mientras su miembro seguía salivándome su semen en la boca, conté como siete escupitajos abundantes, continuaba el sube y baja que paulatinamente disminuía su intensidad, y me sonreía con lujuria mordiéndose los labios inferiores.
Finalmente, ambos nos calmamos.
Nos mantuvimos abrazados, dándonos besos y mimos hasta que sentí unos ruidos parecidos a unos truenos, que provenían de su estómago.
"Jajajajaja, es que tengo hambre." Dijo riendo.
Nos fuimos a duchar para asearnos, y preparé la cena.
Luego de comer, nos mimamos sobre la misma mesa de la cocina, besándonos y susurrándonos palabras de amor al oído, hasta que resolvimos irnos a dormir.
Siempre de la misma forma.
Abrazados, y entrelazados con los muslos.
Me alegré que finalmente había estado equivocado con respecto a la sensación de que iría a suceder algo malo ese día. Por suerte ya había terminado ese lunes que a priori parecía como maldito.
Sí, efectivamente había terminado el lunes.
MARTES
El timbre del teléfono me hizo despertar sobresaltado.
Estaba atrapado por los brazos y el muslo de Juan.
Como siempre.
No me podía zafar, así que lo moví hasta que logré escabullirme sin despertarlo.
Prendí la luz.
Miré el reloj con un ojo.
4:09:25 am
"Quién mierda...?" Me pregunté a mí mismo, aún con la mitad de mi vista cerrada, e intentando con la otra terminar de acostumbrarme a la luminosidad.
Tomé el tubo del teléfono de su mesa de luz.
"Hola!" Dije.
La voz femenina con acento español preguntó por Juan y agregó su apellido.
"Un momento por favor. Quién le habla?" Quise saber.
"Es una llamada de persona a persona con él desde Madrid, España. Por favor es muy urgente."
"Juan, es una llamada de larga distancia para ti..." Le dije, mientras lo sacudía con una mano para que se despertara. "Juan, despierta, por favor que es urgente." "Qué sucede?" Preguntó aún dormitando.
"Te llaman por teléfono desde España." Repetí.
"Sí?" Dijo una vez que tomó el tubo. " Sí, habla él....Sí, espero..." Mi amigo parecía aún dormido. Continuaba todavía con ambos ojos cerrados.
Posiblemente uno de sus hermanos de España lo estaba llamando.
Me preocupó sin embargo que la telefonista me hubiera dicho que era muy urgente.
"Hola, quién habla?" Dijo mi amigo, y no volvió a emitir sonido mientras escuchaba.
De pronto sus ojos se abrieron de par en par. Su rostro de repente se desencajó y comenzó a perder color mientras comenzaron a brotar lágrimas a granel que saltaron de sus mejillas y fueron a estrellarse directamente contra su panza desnuda.
"No puede ser!" Murmuró, mientras seguía escuchando y ahora se incorporaba para terminar sentado sobre la cama.
"Juan, por Dios. Qué sucede?" Pregunté desesperado, sabiendo que no me podría contestar hasta que no cortara la comunicación.
"Sí, sí, sí. Ahora mismo!" Dijo. "Bueno, mañana a primera hora. Sí, sí." Finalizó y colgó el tubo.
"Juan, por amor de Dios, qué sucedió?" Le pregunté con una angustia tal por verlo en ese estado que me estrangulaba el corazón.
No paraba de llorar, y se llevó ambas manos al rostro.
Lo abracé.
"Por favor, Juan!" Le rogué. "Qué fue lo que sucedió?"
"Mis hermanos tuvieron un grave accidente automovilístico. Pedro falleció y Felipe está muy grave." Dijo sin dejar de soltar lágrimas de sus ojos. "No puede ser! Me quiero despertar de esta pesadilla! No puede ser! No puede ser! Me quiero morir!"
Un escalofrío me recorrió por la espalda, y comencé a temblar, tal y como si los del accidente fueran mis propios hermanos.
"Por Dios, Juan, lo siento mucho." Me sumé a su llanto mientras le acariciaba la cabeza apoyada contra mi pecho.
Nos apretamos fuertemente y ninguno de los dos pudimos encontrar consuelo, ni mucho menos pudimos volver a pegar un ojo durante el resto de la noche.
Me dijo que debía tomar el primer vuelo de la mañana.
"Finalmente la pesadilla que había tenido se está haciendo realidad." Dijo apenado. "La única diferencia es que no eres tú el que se va en avión sino yo." Dijo y aumentó su llanto.
Nos abrazamos.
Fuerte.
Muy fuerte.
Ahora era yo también el que lo apretaba muy fuerte a él, como para que no se me escapara.
Como para que no me dejara.
No!
No otra vez!
Por favor!
Ambos lloramos.
"Zesna. Te prometo que volveré." Me dijo.
"Juan, no pienses en eso ahora." Le pedí.
"No, no, no." Dijo casi desesperado. "No, te juro que volveré."
"Sí, Juan." Dije resignado. "Está bien. Volverás!"
"Sí Zesna. Pase lo que pase, de todas formas tengo que volver por lo de mi divorcio. Pero aunque no fuera así, te prometo que volvería por ti, Zesna."
Me obligó a aceptarle las llaves del departamento.
"Quiero que si decides irte finalmente de tu casa, vengas a vivir aquí. Me gustaría hacer algo para ayudarte. Tú has hecho tanto por mí, Zesna. No te preocupes por nada relativo al alquiler o a los gastos del edificio, ya que mis hermanos me mandaban el dinero por intermedio de un giro, para darme una mano con eso, y ahora yo me aseguraré que ese dinero siga viniendo por este departamento."
"Te amo, Juan." Le dije llorando a más no poder.
"Yo también te amo, Zesna." Confesó también.
EPÍLOGO
7:25 AM
Mientras lo llevaba hacia el aeropuerto, Juan me recordó nuevamente que no debía hacerme ningún tipo de problemas por el mantenimiento del departamento, ya que él se encargaría de todo desde España.
"Zesna, si quieres usar el departamento para otra cosa, para lo que sea, tienes mi permiso." Me dijo de pronto, y me hizo emocionar.
"No, Juan, yo nunca..."
"Zesna." Me interrumpió. "Yo te debo mucho. Hasta mi vida. Tú lo sabes. Por eso quería decírtelo por si algún día te ves en la obligación de utilizar mi departamento para algo, tienes mi aprobación. Para lo que sea. Entiendes, verdad? Si alguna vez necesitas llevar a alguien, puedes hacerlo. Quiero que realmente sepas que tienes mi consentimiento, y que lo puedes hacer. Haz de cuenta que el departamento es tuyo. Quiero que realmente lo sientas como tuyo."
Asentí, pero mis lágrimas no dejaban de rodar por mis mejillas.
"Hay un nuevo hipermercado muy grande a tres cuadras del edificio, tiene buenos precios, pero si necesitas frutas y verduras, ve al almacén que está a la vuelta por la calle donde siempre has visto al inspector de tránsito." Me aconsejó.
No era divino mi amigo?
Se le había muerto un hermano, otro estaba convaleciente, y él se preocupada por mis quehaceres domésticos.
Esto era muy fuerte.
"Juan, no quiero que te vayas!" Por segunda vez en mi vida, me costaba mucho separarme de alguien.
Éste vínculo era muy fuerte.
"Zesna, te prometo que nos volveremos a ver." Aseguró.
El vuelo que llevaba a Juan a la Madre Patria, salió con casi una hora de atraso, lo que me hizo volver al trabajo más tarde de lo que esperaba.
Apenas llegué a la tienda, me comunicaron que mi jefe quería hablar conmigo.
"Por Dios. Pobre Juan. Es como que el mundo se le vino abajo en pocos días." Observó mi patrón una vez que entré a su oficina. "Primero su separación con María, ahora esto terrible que les ha sucedido a sus hermanos. Qué otra cosa espantosa le podría pasar al gordo?"
"Separarse de mi." Pensé con tristeza.
"Zesna, te sucede algo?" Me preguntó.
Mi rostro fue el que le contestó.
"Qué te pasa, Zesna?" Me dijo mirándome fijamente. "Te encuentras bien?"
"No, no estoy para nada bien." Dije sin poder mentirle.
"Se nota , es que estás blanco como un papel." Me advirtió. "Quieres tomarte el día libre?" "Le agradezco, pero sinceramente, no. Eso sería lo peor que podría hacer hoy." Dije sin dejar de ser sincero. "Realmente estaría mejor si me quedo para distraer mi mente. Si me llego a ir, me voy a angustiar demasiado y aquí por lo menos tendría cosas para hacer que me mantendrían ocupado."
A las 6 de la tarde, me pasaron la llamada que se estaba tornando clásica.
"Hola? Soy Zesna." Dije y prácticamente por esta vez no estuve pendiente de ese llamado.
Mientras él se masturbaba, yo pensaba en lo desgraciado que finalmente me sentía.
Por qué?
Qué he hecho yo para que me sucedan estas cosas?
Por qué razón consigo con distintos grados de esfuerzo llegar a lo que realmente anhelo, que es el concretar una amistad, muy importante para mi antes de lo estrictamente sexual aunque luego lo disfruto ampliamente, y de repente, como por el tan remanido capricho del destino, una guillotina me decapita la relación que tanto me costó lograr y fortalecer?
Qué estoy haciendo mal?
Qué debería haber hecho?
Qué debo hacer en el futuro?
Me quedaba demasiado claro que no era un tema específico el de no querer tener alguna relación con gordos con compromiso, ya que entonces tendría que buscar a uno que no tuviera ni novia, ni esposa, pero tampoco padres, hijos, hermanos, tíos, primos, sobrinos, cuñados, suegros, abuelos, nietos, amigos, conocidos ni vecinos.
La puta madre que me parió!
Y ahora por qué me la agarro con mi madre, si el único culpable de todo esto, soy yo?
Estaba furioso, pero conmigo mismo.
En realidad estaba enojado con Dios.
Él era el culpable de todo.
Qué sucede?
Si yo no soy un hijo de puta!!!
No soy una mala persona. Por qué me castiga tanto?
Una y otra vez.
Y luego otra y una vez más.
De repente me percaté que tenía el auricular del teléfono pegado a mi oído, pero no escuchaba sonido alguno.
"Hola?" dije.
Ahora sólo escuché cómo aspiraba y expiraba pero sin agitación.
Lo más probable es que ya hubiera eyaculado y no escuché cuando finalmente lo hizo.
Aunque sería raro que aún hubiera mantenido la comunicación luego de hacerlo. Entonces deduje que podría haber cancelado su cometido al no escucharme hablar.
Sí, eso sería lo más adecuado.
Él llamaba para masturbarse escuchando mi voz, y en esta oportunidad, yo no lo estaba ayudando.
Sinceramente, no tenía ánimos para hacerlo en este día. Estaba triste, estaba enojado, estaba furioso.
"Zesna." Me comunicó por el interno una vendedora desde el salón de principal."Te busca un cliente."
Seguía escuchando respiración normal por la línea telefónica.
"Escucha, lo siento mucho." Le dije al pajero de las 6. "Están solicitando mi presencia por lo que tengo que cortar. No me molesta que sigas llamando para hacer lo que haces, aunque como te dije antes, me gustaría que lo hicieras personalmente y en mi presencia. Te pido que hoy me perdones, ya que no estoy con todas las pilas puestas. Lo siento, amigo, pero por favor, no dejes de llamar mañana." Le pedí, y esta vez fui yo el que le corté la comunicación sin antes escuchar un "NO!" desesperado un segundo antes de que mi mano apoyara el tubo en el aparato cancelando la llamada.
Sorprendido, volví a llevarme el auricular al oído, pero lamentablemente el sonido de libre ya estaba instalado allí.
No reconocí la voz, pero sí sonó como adolescente.
Sonreí. Estaba finalmente en camino de confirmar cuál de los Gordínez me estaba llamando.
Tal vez la siguiente oportunidad, podría ser la esperada por mi.
Por esta única vez, esta llamada no me había endurecido el miembro, ni me había humedecido la entrepierna, por lo que me encaminé directamente a las escaleras para ir a atender a quien estaba solicitando mi presencia.
Iba descendiendo con una sonrisa de oreja a oreja, mientras pensaba en la cara que debería haber puesto el hijo de los Gordínez, cuando le corté la llamada tan abruptamente como cuando él mismo me lo hacía diariamente a mí.
Craso error!
Realmente habría que haberme visto mi propia cara, cuando súbitamente se borró la sonrisa que traía y apenas llegué al salón de ventas, ya que allí estaba toda la familia Gordínez en pleno esperándome para que los atendiera.
"Qué mierda...???"
FIN DE ESTE RELATO REAL.
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