El gordo precoz (11)
CAPÍTULO XI: CUMPLEAÑOS FELIZ. No debimos haber subido nunca al dormitorio ese día. Fue una estupidez!
EL GORDO PRECOZ (11)
CAPÍTULO XI: CUMPLEAÑOS FELIZ.
VIERNES.
MEDIODÍA.
Salí a almorzar e intenté recordar la voz de Gerardo, el gordito del altercado de la noche anterior, para ver si coincidía con la de las llamadas.
Estaba dispuesto a averiguar ese mismo día quién era el culpable de esos llamados telefónicos que me perturbaban completamente, por más que no podía negar que también me excitaban en grado sumo.
Estuve toda la tarde atendiendo a hermosos gordotes, que por suerte pedían por mí, y por supuesto no me hacía rogar como era mi costumbre.
Entré al probador con varios de ellos, y sólo me deleité la vista con todo lo que generosamente me permitían ver en forma totalmente inocente, aunque intentando ignorar la excitación que ello provocaba en mi entrepierna.
Uno de ellos, bastante peludo y de alrededor de 160 kilos, se agachó para meter una pierna cuando lo estaba ayudando con los pantalones, y repentinamente se le escapó un testículo por la abertura de los calzoncillos.
Me quedé congelado mirándolo atónito ya que era la primera vez que algo así me sucedía, y él con su mejor cara de "aquí no pasó nada", se lo metió nuevamente en el lugar con la mano. Hubiera chupado con muchísimo gusto ese hermoso huevo travieso, tan sólo si él me lo hubiera pedido.
Lo más gracioso fue que su esposa esperaba afuera y permaneció completamente ajena al motivo de mi rocosa erección que lograba disimular ocultándomela con las prendas que sostenía en mis manos.
Cuando salimos del probador, envidié a su mujer por tener la posibilidad de estar en contacto con los genitales de ese hombre todo el tiempo que ella quisiera, e imaginé que casi seguramente lo hacía todas las noches, como lo haría yo mismo si estuviera viviendo con él, y fantaseé asimismo con que se dejaba culear por él, hasta sentir recorrer su esperma por todo su interior después de hacerlo acabar dentro suyo; y tuve que taparme la entrepierna poniéndome detrás del mostrador mismo, ya que ahora mi erección se veía desde tres kilómetros a la redonda.
Y sí, hoy estaba muy perverso, y muy caliente.
Luego de abonar la compra, despedí a ese gordo dándole la mano como era habitual en mí, pero esta vez demoré en soltar la suya ya que deseaba tener en contacto conmigo el mayor tiempo posible esa mano que había tocado su propio testículo un rato antes.
Cuando finalmente se retiró, me llevé la mano a la nariz, la olí bien fuerte y le pasé la lengua repetidamente.
Cerca de las 6 de la tarde, nuevamente la llamada perturbadora que volví a tomar en privado.
"Hola? Habla Zesna." Dije y esperé a sentir todo lo que sabía que vendría a continuación.
Su respiración se volvió a agitar paulatinamente hasta entrar en un tono de desesperación. Sus jadeos se intensificaron como siempre, hasta que comenzaron los gemidos y alaridos que intentaba disimular.
Todo conocido, por lo que decidí por esta vez, imprimir yo mismo alguna novedad.
"Oye!" Dije bajando la voz algunos decibeles más de lo que había estado haciendo hasta ese momento. "Por qué no me dices quién eres de una buena vez, y nos encontramos y te doy una mano con esa paja?"
Mi sugerencia no dio resultado al menos para mí ya que por supuesto que no contestó, pero sí causó algún efecto en él pues aceleró la respiración, los movimientos desaforados de su mano y los gemidos descontrolados, hasta que comenzó a emitir los grititos clásicos que me confirmaron que ya estaba eyaculando. Esta vez había sido más rápido que lo habitual.
"No cortes aún, por favor!" Le supliqué desesperado por descubrir algún indicio acerca de su identidad.
A continuación de los gritos ahogados que intentaba disfrazar con total éxito, sentí calmarse lenta y paulatinamente su respiración, hasta que la devolvió a su ritmo normal. Pero supongo que le picó la curiosidad, ya que no colgó el tubo como lo hacía constantemente luego de finalizar su cometido.
"Si algún día decides decirme finalmente quién eres, prometo que te haré la paja de tu vida." Dije sin estar realmente convencido de poder cumplir con mi promesa. "Te la haría con la mano, o con mi boca si lo prefieres." Concluí buscando desesperadamente buscar su atención.
Pensé que ahora sí iba a cortar la comunicación, pero sin embargo se quedó escuchando por si aún me quedaba alguna cosa más para decirle.
"Me gustaría conocerte, si es que aún no te conozco." Continué diciéndole, tirando dardos en todas direcciones, para lograr que me contestara en alguna oportunidad. "Y si me gustas, talvez podamos hacer algunas cosas juntos. Te imaginas tú y yo desnudos en la misma cama, y refregándonos los genitales hasta acabar los dos encima nuestro?" Quería seguir manteniéndolo en línea, para intentar escuchar ese sonido, ya sea de su voz o del medio ambiente donde se encontraba, que me permitiera descubrirlo. Aunque eso por desgracia seguía sin ocurrir. "Mira que si me gustas mucho, soy capaz de hasta comerte el culito."
De repente agitó nuevamente la respiración, y ahora sí, como si se hubiera perturbado, o tal vez sorprendido, o bien quizás excitado de más con mi comentario, canceló la llamada.
"LA PUTA QUE TE PARIÓ!!!" Grité al tubo que ahora sólo emitía el característico y monótono sonido de cuando se corta la comunicación.
"Otra vez ese llamado?" Dijo mi jefe que pasaba por allí en ese momento, y al que ya le había comentado anteriormente acerca de esas llamadas, aunque por supuesto sin especificar qué era lo que hacía esa persona del otro lado del teléfono. Únicamente le había dicho que se comunicaba, preguntaba por mí, se quedaba largo rato del otro lado del aparato sin contestar, y de repente colgaba el tubo.
"Sí!" Dije enfadado conmigo mismo, y al tiempo que disimuladamente tomaba la carpeta de stocks que estaba sobre el escritorio para taparme la erección.
"Lo que aún no termino de entender, es el por qué lo sigues atendiendo." Dijo sin ocultar su sorpresa. "Yo en tu lugar, ya lo hubiera mandado a la mierda sin escalas; o mejor aún, ya me estaría negando a atenderlo."
"Es que quiero descubrir al hijo de puta que está haciendo esto." Dije sin ser totalmente deshonesto. "Estoy seguro que si continúa llamando, descubriré sin ningún lugar a dudas la identidad de esta persona en cualquier momento."
"Y qué harás cuando finalmente lo descubras?" Preguntó mi patrón, como queriendo darme a entender que de todos modos no hacía más que perder el tiempo con esas llamadas.
"No lo sé." Dije honestamente.
"Entonces por qué no te vas a cagar?" Me dijo, y ambos reímos.
Esa noche, fui a lo de Juan apenas salí del trabajo, ya que él había tenido otra consulta con Eduardo.
Él estaba sin la camisa puesta con todo el pecho al descubierto, y mientras conversábamos le retorcía suavemente los pezones.
"El doctor notó que estoy bastante mejor." Me dijo sonriendo.
"Y eso por qué será?" Pregunté sorprendido.
"Es gracias a ti, Zesna!" Dijo y me dejó perplejo.
"Qué estás diciendo?" Le pregunté.
"La verdad, Zesna." Dijo y me acerqué a besarlo en la boca.
Estuvimos franeleando casi por dos horas.
Le gustaba hacer todo lo que le proponía, y le encantó hacerlo sobre la mesa de la cocina, o sentirse apretado por mí contra la heladera
Le pedí que me permitiera mamarle el pene.
Aún seguía con algún indicio de tener vergüenza con eso.
"Déjate de joder, Juan." Le dije de una vez. "Después de todo lo que ya hemos pasado, creo que me lo merezco, no?" Dije, y ambos nos echamos a reír a carcajadas mientras me ponía de rodillas e iba en busca de su bragueta.
Como respuesta, abrió las piernas.
Bajé el cierre, y metí la mano.
Busqué muy por debajo hasta que logré tocarle los testículos. Como bienvenida, su miembro latió repetidamente entre mis dedos.
Lo tomé y lo quité por la abertura de sus calzoncillos suplicando para mis adentros que no eyaculara precozmente en esta oportunidad. Apenas una cabecita tímida emergía de su imponente vientre, pero alcanzó para que mis labios se deleitaran con su calor y los jugos que ya desbordaban por su uretra.
Introduje mi cabeza entre sus piernas y empujé hacia adentro para poder conseguir lo máximo de su aparato genital.
Sus jadeos desesperados lo hacían moverse en todas direcciones.
"Cógeme la boca!" Le pedí.
Sin necesidad de repetírselo, comenzó a moverse lentamente metiéndola y sacándola acompasadamente.
La fricción llevaba y traía la piel que cubría su glande y su pene creció unos milímetros más dentro de mi boca.
Los movimientos, rápidamente se tornaron más salvajes y violentos. Nuevamente el descontrol pareció apoderarse de él.
Comenzaron los gemidos fuertemente sonoros, y de repente algunos alaridos escaparon de su boca. Los gritos de satisfacción inundaron su apartamento mientras le hacía el amor a mi boca en forma descontrolada. Los movimientos frenéticos se incrementaron aún más, alertándome que el momento del clímax de mi obeso amigo estaba próximo a llegar.
Cuando avisó que se venía, me rogó para que me quitara de allí. Sin embargo, tomé su pene con una de mis manos para evitar que se escapara y apreté mi cabeza fuertemente contra su vientre, logrando meterme aún más su miembro dentro de la boca.
"No, quítate!" Me suplicó, sin poder contener su eyaculación que terminó sin hacer escalas íntegra y directamente recorriendo toda mi garganta camino hacia el estómago.
Mientras tragaba, vi a Juan sacudirse con movimientos espasmódicos terriblemente violentos, mientras emitía sonidos guturales intercalados con un griterío infernal, como si estuviera siendo víctima de una violación pero sin dudas mucho más confortable; pero aún así, todo me hacía temer por mi propia seguridad, ya que él estaba totalmente en éxtasis y podía caerse encima mío sin poder evitarlo; o peor todavía, podía golpearme inconscientemente con sus brazos o piernas que movía en todas direcciones sin poder controlarlo.
Cuando hube absorbido hasta la última gota de su néctar, y luego que su miembro se escapó de mi boca mientras se encogía rumbo a su madriguera, Juan calmó su respiración y sus movimientos en forma muy lenta.
Mi amigo estaba delicioso realmente.
"Por Dios santo." Dijo plenamente satisfecho. "Esto es lo más grande que me ha pasado en la puta vida."
"Tengo aún mucho más para darte, mi amor." Le dije convencido de mi comentario.
Nuevamente dormimos juntos, muy apretados y entrelazados. Yo con una erección que no se bajó en toda la noche por no haber eyaculado, pero no me quejo, ya que la sentí latiendo casi todo el tiempo pegado entre nuestros cuerpos calientes.
SÁBADO.
Toda la mañana transcurrió en forma normal, con una excepción.
Recibí nuevamente el llamado que se había hecho habitual todos los días a las 6 de la tarde, pero esta vez a las 10 de la mañana, cosa que me desconcertó totalmente.
En ese momento escuché solamente la respiración que reconocía, pero en tal forma que me hizo adivinar que sólo se estaba acariciando. Simplemente quería que lo reconociera como el muchacho perverso que era, y me pareció que talvez no estaría buscando eyacular en esta ocasión.
Tal vez, y sólo tal vez, estaría dispuesto a decirme quién era y aceptar la propuesta que le había hecho el día anterior.
"Me vas a decir quién eres?" Pregunté para convencerlo. "No te gustaría que fuera yo mismo el que te hace esas pajas? Mira que conmigo podrías aprender muchas más cosas de las que ya sabes?"
Sinceramente esperé una contestación en esta oportunidad, pero lamentablemente también fue en vano.
De pronto se me ocurrió un atajo para intentar descubrir de una buena vez, si era o no una de las personas que yo sospechaba.
"Hoy no quieres echarte unos pedos?" Pregunté y apreté el tubo del teléfono contra mi oído para no perderme absolutamente ninguna de sus reacciones.
Quería escuchar algo.
Lo que fuera.
Un ruido, un sonido, una voz.
Contuvo la respiración.
Detuvo completamente sus movimientos.
Se hizo el silencio absoluto del otro lado del aparato.
De pronto escuché que movía el tubo.
Claro, pensé, ahora me va a cortar la comunicación.
De repente sonó un pedo bastante largo y muy ruidoso.
El hijo de puta se había llevado el tubo hacia el culo para hacérmelo escuchar.
Bingo!!!
Eso quería decir que ciertamente era unos de los hijos de los "Gordínez" como yo suponía con buen tino.
"Por qué no nos vemos y me lo echas en pleno rostro?" Le pregunté. "No seas malo, que me encantaría sentirte el aroma."
Cortó la llamada inmediatamente.
La puta madre!
Nuevamente el sentimiento de enojo, porque nunca es agradable cuando alguien te corta la comunicación abruptamente. Pero a continuación, solté una sonrisa instantáneamente. Finalmente lo había descubierto.
Y ahora que sabía que era uno de los que estaba sospechando, me excité aún más que antes.
Sólo me restaba averiguar cuál de los Gordínez era.
Pero seguía apostando todas las fichas por el hijo mayor.
Qué hijo de puta!
Y qué perverso!
Tenía todo los calzoncillos mojados. Mi pene acusaba estar rocosamente duro y agradecí que nadie estaba presente allí para prestar atención a mis abultados genitales. Además, yo estaba temblando completamente por la excitación.
Fui al baño y me higienicé la entrepierna, y sólo salí de allí cuando logré bajar mi erección.
Cuando finalizó el horario de trabajo, llamé a Juan para asegurarme que todo estaba bien, y le recordé que hoy tenía un cumpleaños, y que difícilmente nos podríamos ver.
"Aunque si quieres otra mamada, me lo dices y voy ahora mismo." Le comuniqué bajando la voz.
Rió y me dijo que no era necesario, que bien podría aguantar hasta el otro día. Ahora, ambos reímos.
De todas formas, me pidió que pasara por allí de camino al cumpleaños para buscar la llave de su departamento, así luego podía ir a dormir con él sin importar la hora que terminara la fiesta.
Fui a mi casa.
Almorcé con mi hermano, ya que mi madre había salido, y fui a recostarme un rato para descansar.
Como no tengo la costumbre de dormir la siesta, prendí el televisor y cuando comprobé que no había nada para ver, como sucedía habitualmente cuando podía estar frente a la pantalla, decidí llamar a Eduardo para ver si necesitaba alguna ayuda con los preparativos del cumpleaños de Junior.
"En realidad no necesito nada, gracias. Todo está bajo control." Me dijo. "Pero me gustaría que vinieras temprano de todas formas si tú quieres. Mi muchacho también estará contento de que vengas antes que sus amigos. Ya has notado que él te aprecia mucho."
"Sí. Bueno. Me doy una ducha, me cambio de ropa y voy para allí."
Pasé por lo de Juan. Me dio un duplicado de las llaves de su departamento, nos besamos, franeleamos unos momentos, y casi me quedo a chuparlo todo. Fue él mismo que me lo impidió, recordándome que debía irme, que me estaban esperando.
Llegué a la mansión de Eduardo antes de las 5 de la tarde.
Mi amigo me abrazó como si hubiera pasado mucho tiempo desde la última vez que nos habíamos visto. Fue un abrazo prolongado, y muy lleno de sentimientos, casi como todos los que doy y recibo de los gordos a quienes quiero mucho o con quienes tengo alguna relación.
Cuando finalmente nos despegamos del abrazo, noté que Junior estaba parado al borde de la escalera, mirándonos con una sonrisa.
"Feliz cumpleaños, Junior." Le dije, y vino corriendo a darme un beso.
"Gracias, Zesna." Dijo visiblemente emocionado. "No sabes cuánto te agradezco que hayas venido el día de hoy."
"Toma, esto es para ti." Le dije extendiéndole un paquete pequeño.
"Qué es?" Dijo desesperado por saber.
"Ah, no! Es una sorpresa." Le contesté. "Ábrelo!"
Lo hizo, y se emocionó aún más, perdiendo algunas lágrimas de sus ojos.
Ahora el sorprendido fui yo.
"Qué te sucede?" Le pregunté. "No es más que un frasco de perfume." Dije, realmente sorprendido por su reacción que me pareció mayor a la que sinceramente merecía el caso.
"Sí, pero es el perfume que tú usas, no es verdad?" Dijo secándose las lágrimas con el dorso de la mano.
"Sí, es cierto. Pero cómo lo sabes?" Pregunté totalmente anonadado.
Como única respuesta, me besó dándome las gracias.
Abrió el frasco, se mojó un dedo y se lo puso detrás de la oreja derecha. Ahora hizo lo mismo con otro dedo pero de la mano contraria sobre el lóbulo de la izquierda. Tomó otra gota del perfume y se lo llevó a la nariz.
Me sonrió.
"Gracias, Zesna." Me repitió. "Me encanta este perfume."
Estuve conversando con Eduardo, y tocamos el tema de Juan.
No dejó de hacerme notar los adelantos asombrosos con respecto a sus problemas.
Comenzaron a llegar los invitados a la fiesta y noté que Junior no aparecía.
Eduardo también se dio cuenta de ello, y pidió a la ama de llaves que le avisara que ya estaban en la casa algunos de sus amigos.
Al cabo de unos minutos, apareció Junior bajando por las escaleras, saludó a todas las personas con un beso, y salieron juntos a jugar afuera.
No dejé de notar lo gordo que estaba el hijo de Eduardo.
"Qué grande que está Junior." Le comenté a mi amigo, una vez que el culo inmenso de su muchacho salió de la habitación.
"Sí, y me tiene un poco preocupado por su salud, por más que los controles médicos le están dando todo bien, al menos por ahora." Dijo. "Además, está un poco raro últimamente. Pero por suerte tiene amigos que lo quieren. Estudian juntos toda la tarde, y salen los fines de semana al cine o a comer. Eso me alegra, ya que para nosotros, los gordos, muchas veces se nos dificulta entrar en círculos de amigos. No es que nosotros no lo deseemos, sino que nos discriminan y muchas veces hasta se burlan de cómo somos y eso nos hace apartarnos de la gente. Bueno para qué te cuento a ti, si tú conoces a los gordos más que nosotros mismos." Ambos reímos al unísono por su jocoso comentario." Igualmente y por suerte mi muchacho no tiene ese problema, ya que se está relacionando con la gente que quiere."
"Lo que no entendí es a qué se refiere con que está un poco raro?" Pregunté porque si lo dijo, sinceramente no lo había entendido.
"No me hagas caso. Supongo que deben ser por los problemas habituales de su edad." Contestó.
Hablamos de varias cosas. Me preguntó por mi trabajo y por mi relación con Juan.
En determinado momento, lo miré a los ojos mientras él estaba hablando, y dejó la frase sin terminar.
Simplemente no pudo seguir hablando mientras nos mirábamos a los ojos sin parpadear.
"Zesna, estás más lindo que nunca." Me dijo ante mi sorpresa.
No pude responder.
"Quieres que subamos un momento?" Me preguntó.
"Siempre quisiera. Pero cree que sería conveniente hoy?" Cuestioné como dudando si haríamos bien desaparecer unos momentos.
"Ven!" Me dijo mirando hacia todos lados para asegurarse que nadie notaría nuestra ausencia por unos momentos, y se levantó de su asiento y comenzó a caminar hacia las escaleras.
PUM PUM PUM PUM
No pude dejar de sonreír sólo con admirarle ese culo de antología que alguna vez había comido con una gula insaciable.
La atracción que sentíamos el uno por el otro, permanecía inalterable.
Me percataba de ello cada vez que colisionaban nuestros ojos.
Nos venían ganas de revolcarnos en el mismo lugar en donde nos encontrábamos en ese momento y comernos a besos.
Llegamos a su dormitorio, pasó llave a la puerta, y sin advertirme, me comenzó a besar en la boca en forma desesperada.
Le respondí el beso, y nuestras lenguas se reconocieron y se saludaron.
Le llevé una mano a los genitales, y como respuesta abrió las piernas para no obstaculizarme en absoluto.
"Cómo te extrañé, mi niño." Me dijo con lágrimas en los ojos, ahora mientras me miraba fijamente al rostro, al tiempo que yo continuaba con mi mano explorándole la entrepierna y sopesando sus testículos, sin lograr despertarle el miembro que descansaba dentro de su vientre.
Me condujo a su cama, nos desabotonamos las camisas y sin sacárnoslas nos acostamos manoseándonos con las manos como dos locos desesperados por sexo.
Ambos estábamos recostados y con la ropa puesta, pero explorándonos sin tapujos, refregando nuestros pechos contra el del otro, mientras nuestros besos lujuriosos nos mojaban todo el rostro, cuando de repente sentimos golpear la puerta del dormitorio en forma desesperada.
"Papá, papá." Gritaba Junior completamente alterado.
Nos incorporamos, y Eduardo visiblemente muy nervioso y asustado, me secó rápidamente el rostro con la sábana, hizo lo mismo con el suyo, nos abotonamos las camisas velozmente, la acomodamos dentro de los pantalones, se miró al espejo y se acomodó el cabello revuelto, mientras yo hice lo mismo, y recién en ese momento fue a abrir la puerta.
"Qué sucede, hijo?" Dijo mi amigo apenas abrió la puerta y aún con la respiración muy agitada.
"Es que..." Junior se interrumpió apenas me vio allí dentro del dormitorio. "Es que Gabriel se cayó y se ha lastimado la rodilla. Está sangrando."
"Oh, Dios mío!" Dijo Eduardo, y salió corriendo escaleras abajo para prestarle ayuda.
"Pero por qué estaba cerrada la puerta por dentro?" Preguntó de pronto Junior mirándome sin comprender. Recorrió la vista por todos los rincones de la habitación y cuando enfocó en dirección a la cama, detuvo allí su mirada, la posó por unos momentos como estudiando la situación. Yo igualmente miré esa cama al mismo tiempo y me percaté de lo que le había llamado tanto la atención: la cama estaba completamente desordenada, en realidad, totalmente revuelta. "Qué es lo que...?" Comenzó a decir y nunca terminó la pregunta.
Me miró y volvió a ver la cama. Dirigió la vista hacia mi otra vez y nuevamente miró la cama. Repitió la operación un par de veces más, como no pudiendo o no queriendo convencerse de lo que seguramente estaba pensando y salió de la habitación como desesperado.
Oh, Dios mío!
No debimos haber subido nunca al dormitorio ese día.
Fue una estupidez!
Junior era muy inteligente.
Debía decirle a Eduardo que posiblemente su hijo se hubiera dado cuenta que él y yo habíamos estado haciendo algo extraño en la habitación con la puerta cerrada con llave por dentro, y sobre la cama que había quedado toda desacomodada.
Oh, no!
No habían muchas posibilidades en cuanto a lo que Junior debería pensar. En ese momento la única prioridad que tuve fue la de proteger a Eduardo.
No podía permitir que Junior pensara que su padre era puto y que yo me lo estaba culeando.
Pensé que en ese momento no me importaría lo que pensara de mí, pero por todos los santos, no debía ni siquiera suponer nada malo de su padre.
Bajé a ver si podía prestar ayuda con el amigo de Junior lastimado, por más que la situación que acababa de vivir me había dejado completamente aturdido.
No estaba acostumbrado a que alguien sospechara, ni mucho menos descubriera mis inclinaciones por los gordos. Muchísimo menos aún, que el que descubriera algo fuera el hijo de mi gordo. Y esto que acababa de ocurrir, sencillamente estaba fuera del alcance de todo lo que yo podía controlar.
Eduardo atendió al muchacho, quien finalmente y por suerte, la herida que recibió había resultado ser tan solo superficial.
Cuando el chico se recuperó y volvió a sus juegos, llamé a mi amigo para decirle lo que había sucedido.
"Estás seguro?" Me preguntó, y le confirmé plenamente. "Dónde está mi muchacho?"
"No lo sé. No bajó conmigo, por lo que debo suponer que sigue arriba." Dije convencido que estaría apenado por lo que había visto.
Eduardo volvió a subir desesperado, y yo fui detrás de él.
Cuando llegó a los dormitorios, mi amigo golpeó la puerta de la habitación de Junior.
No hubo respuesta.
Eduardo intentó abrir la puerta y se percató que estaba cerrada por dentro.
"Abre, mi niño. Déjame pasar." Le rogó con la voz quebrada y al borde de largar el llanto. "Por favor."
No hubo contestación.
Le pedí a Eduardo que bajara nuevamente y me dejara a solas con él para poder intentarlo, ya que el chico me tenía mucho aprecio.
Accedió sin resistirse.
"Junior, por favor." Comencé diciéndole una vez que su padre había vuelto a la planta baja. "Tu padre bajó. Estoy sólo aquí, por qué no abres la puerta y conversamos como dos buenos amigos?"
Ante mi sorpresa, escuché sus pasos en dirección hacia mí, y sentí el sonido que me que hizo conocer el momento justo en que destrabó la puerta. Esperé a que ésta se abriera, pero fue inútil. Él no la abrió.
Lo tuve que hacer yo mismo.
Una vez dentro de la habitación, vi que Junior ya estaba nuevamente acostado en su cama de espaldas a mí.
Me acerqué al borde de la cama.
"Pregúntame lo que quieras, Junior, que no te voy a mentir." Le dije.
"Qué estabas haciendo con mi padre en su dormitorio, con la puerta cerrada con llave?" Preguntó aún dándome la espalda.
"Yo lo quiero mucho a tu papá." Le dije. "Jamás haría nada para lastimarlo."
"Pero no me contestas la pregunta." Insistió. "Qué estabas haciendo con él encima de la cama?"
"Y tu padre también me quiere mucho a mi, y tampoco haría algo que pudiera lastimarme." Dije. "Y ten la certeza que ninguno de los dos haríamos nada que te pudiera lastimar a ti."
Por Dios, ayúdame a salir de esta situación. No quería decirle que nos estábamos besando mientras nos acariciábamos los pechos y los genitales.
Le puse una mano en su hombro, la miró y giró la cabeza para verme al rostro. Me percaté en ese momento que Junior estaba llorando.
Le acerqué ahora mi mano a sus gordas mejillas y le quité las lágrimas.
"No llores, Junior. Por favor. Hoy es el día de tu cumpleaños. No debes estar triste." Estaba rogando para que no me volviera a preguntar qué estaba haciendo con su padre en ese cuarto con la puerta trancada por dentro.
Me miró directamente a los ojos.
Tenía la plena certeza de que ya lo sabía todo. Estaba convencido de que él ya sospechaba de mi relación con su padre, pero no sabía si me iría a perdonar por ello.
"Tu padre te ama, Junior." Le aseguré. "Nunca te olvides de ello."
"Eso ya lo sé." Me contestó.
"Y también deberías saber que tus amigos te están esperando." Le dije ahora, sonriéndole.
De pronto le cambió el gesto del rostro, también sonrió y asintió.
"Vayamos entonces." Me contestó, y se bajó de la cama.
Salí de la habitación y él lo hizo detrás de mí.
Cuando bajábamos por las escaleras, Eduardo nos vio.
Junior fue en dirección a su padre, lo abrazó fuertemente ante la sorpresa de mi amigo que me miraba como preguntándome qué era lo que yo le había dicho al muchacho.
Al desprenderse del abrazo, el chico salió nuevamente a jugar con sus amigos.
"Qué fue lo que...?" Comenzó a preguntar Eduardo sin ocultar su sorpresa.
"La verdad!" Contesté interrumpiéndolo. "Le dije la verdad."
"Cómo que la verdad???" Preguntó ahora horrorizado.
"Le dije que yo lo quiero mucho a usted, que usted me quiere mucho a mi, y que ambos lo queremos mucho a él." Contesté simplemente.
Llegué al departamento de Juan casi a las dos de la madrugada.
Entré, y fui a su dormitorio sin prender la luz, para evitar que se despertara.
Me quité la ropa y entré a la cama sólo con los calzoncillos puestos.
Escuché los sordos ronquidos de mi amigo y con esa música celestial, me dormí.
Entrada la madrugada, desperté para darme cuenta que Juan me tenía fuertemente abrazado con ambos brazos, y unos de sus muslos estaban sobre mí como para evitar que me escapara.
DOMINGO
Desperté cerca del mediodía, y continuaba en la posición que recordaba. Aprisionado entre el muslo y los brazos de mi amigo.
Lo besé, y despertó.
"Buen día, mi amor." Le dije. "Ni pienses que me voy a escapar."
Comenzó a besarme en los brazos. Luego siguió por el pecho. Más tarde por los hombros y llegó a mi cuello.
Me chupó las orejas. Jugó con la lengua allí por unos minutos y terminó haciéndolo en pleno rostro. Me lo lamió y besó a discreción.
"Ay! Me pinchas con tu barba." Le dije pero él hizo caso omiso a mi queja.
Mi amigo estaba muy caliente.
Con una mano tocó mi muslo, y cuando se percató que aún llevaba mi prenda interior puesta, me pidió que me la quitara.
Le toqué su muslo, y fui hacia arriba para comprobar recién en ese momento que él no llevaba puesta ninguna indumentaria.
Sonreí tan sólo con pensar en que él jamás había dormido así con ninguna de sus dos esposas.
Me saqué los calzoncillos.
Apenas lo hice, Juan se escondió bajo las sábanas y volvió a besarme el pecho. Y fue bajando con sus besos hacia mi ombligo. Llegó a mi vientre y me acarició los pendejos, y acto seguido me hizo sentir su boca en ese lugar y me besó reiteradamente.
Siguió en camino hacia abajo, pasando por alto mis genitales, y recomenzó sus besos desde mis muslos. Derecho e izquierdo alternativamente.
"Ay! Juan, cuidado que me estás raspando todo con esa barba." Le volví a decir inútilmente.
Me tocó los testículos con la mano, y ahora los probó con la lengua.
Todo ocurría dentro de las sábanas, por lo que mi vista estaba imposibilitada de vivir esa tan agradable experiencia.
La lengua me recorría toda la bolsa escrotal. Sus labios acariciaban mis testículos dulcemente, y soltaban allí un par de besos de tanto en tanto.
Mi miembro no se pudo mantener ajeno a toda esa irrefrenable sucesión de impulsos que mi amigo llevaba guardados durante tanto tiempo.
Tomó mi pene y lo lamió reiteradamente como si fuera el cono de un helado.
Después intentó metérselo en la boca, y se lo impedí, por temor a eyacular en cualquier momento, sin tener aún la certeza de que estaba libre de la enfermedad que me tenía preocupado, por lo menos hasta no tener los resultado de los análisis.
Pareció enojarse cuando se lo dije, y se levantó de la cama.
"Me voy al baño." Dijo.
Me levanté y fui detrás de él para persuadirlo de su enojo.
Una vez dentro, le hice mimos por detrás, mientras él se puso delante del espejo y comenzó a afeitarse.
Cuando hubo finalizado, le pregunté si no quería orinar, ya que me excitaría mucho verlo mientras lo hacía, y ante mi sorpresa se paró frente al inodoro para darme el gusto, y sin necesidad hacerme insistir.
Me puse a su costado y Juan abrió un poco más las piernas, echó su abdomen hacia delante y con los dedos índice y medio se tiró la piel del miembro para atrás, dejando ahora visible apenas una tímida cabecita.
Me agaché para observar mejor.
Él se cohibió y no pudo orinar en ese momento.
"En serio te gustan hacer estas cosas?" Preguntó sorprendido.
"Sí. No quieres que te la chupe?" pregunté aunque en realidad la pregunta fue más un deseo que un pedido.
"Tú estás loco? Puedo orinar en cualquier momento." Dijo horrorizado.
"No me importaría." Le dije honestamente y le pasé la lengua por el glande descubierto.
De pronto un tímido hilito de orina comenzó a saltar hacia el inodoro y casi inmediatamente ese hilito se transformó en un chorro intenso.
Me paré al lado de él y comencé a orinar a su lado, y ambos chorros se cruzaron.
Sonrió, y de pronto desvió su orina en dirección a mi, mojándome toda la entrepierna. Me sorprendió sobremanera, e hice lo mismo, y terminamos haciendo una batalla como si de bomberos juguetones se tratara, mojándonos mutuamente con la manguera sin dejar de reírnos a las carcajadas.
Nos duchamos juntos, besándonos bajo la lluvia y luego tuvimos que lavar todo el piso del baño que había quedado hecho un verdadero desastre fruto de la travesura que habíamos compartido.
Una vez que finalizamos con la limpieza, salimos a almorzar y luego fuimos al cine.
Por la noche, mi amigo seguía muy juguetón.
Apenas llegamos al departamento, comenzó a franelearme aún con la ropa puesta.
"Juan, me encanta que estés así." Le reconocí.
Nos duchamos juntos nuevamente, y fuimos a compartir su lecho otra vez.
Volvimos a juguetear, refregándonos los genitales sobre el cuerpo del otro, y mojándonos con nuestros propios jugos.
Me trepé encima de él y comencé a frotar mi pene contra el suyo. Su miembro comenzó a crecer en forma desmesurada y tras varios minutos de hacer eso, completamente lubricados, inundados en nuestros propios jugos, comenzaron sus alaridos y supe que ya estaba próxima su erupción.
Sentí recorrer sus chorros de esperma por toda mi entrepierna, mientras yo seguía moviéndome en forma desesperada, y a los pocos minutos, eyaculé mientras continuaba ahora frotándole los testículos con mi verga, ya que la suya había desaparecido en sus entrañas. Esta vez, después de hacerlo, fui en busca de su abrazo, sin dejar de besarnos mutuamente, y a ninguno de los dos nos preocupó en absoluto que el líquido de ambos se nos secara encima.
Nuevamente Juan volvió a apresarme muy fuertemente entre sus brazos, y apoyó su muslo sobre mis piernas.
"Juan, ten por seguro que no me voy a escapar de ti, eh?." Le aseguré.
"Lo sé." Confesó.
"Es que me tienes prisionero, tal como si temieras que lo fuera a hacer." Dije sin ocultar que aunque me gustaba, no dejaba de rondarme ese pensamiento por la cabeza.
"Es verdad, tengo miedo de perderte." Dijo confirmando mi suposición. "Es que ya me ha pasado antes. Cuando creo tocar el cielo con las manos, algo sucede y me explota en pleno rostro. Sabes que a veces sueño que te tomas un avión y te alejas de mi, y que yo estoy despidiéndote en el aeropuerto?"
"Si es así, entonces no tienes por qué temer, Juan. Yo jamás te dejaría." Dije honestamente. "Mucho menos por viajar."
Nos dijimos cosas hermosas al oído, susurrando.
Él me amaba.
Yo lo amaba.
Nos besamos.
Nos dormimos.
Me desperté unas horas después, y continuábamos exactamente en esa misma posición.
Abrazados.
Y él con su muslo sobre mí.
Nuevamente me dormí.
No recuerdo cuanto tiempo más pasó, pero me volví a despertar sobresaltado no pudiendo zafarme de sus poderosos brazos que aún me sostenían con potencia contra su gordo cuerpo caliente.
Sentía la extraña sensación ambigua de que estaba siendo protegido e igualmente que él necesitaba de mi protección al mismo tiempo.
Realmente él me aferraba fuertemente contra su pecho. Sin decirlo expresamente, escuchaba en el aire un "No te vayas, no me dejes, quédate conmigo".
Yo estaba tranquilo en ese sentido, porque no estaba en mis pensamientos separarme de la persona que con su sola presencia me encendía el organismo.
Él era como la corriente de electricidad, y yo como cualquier electrodoméstico, que apenas nos conectábamos visualmente o tan solo escuchaba su voz, me conectaba en su fuente de energía y me hacía funcionar.
De pronto, un calor intenso me abrazó y un fuerte presentimiento de que algo terrible estaba a punto de suceder se me presentó como si fuera inevitable.
Todo entre nosotros era muy fuerte, y por suerte todo estaba tranquilo, pero mis presentimientos tenían antecedentes que los hacían respetar y me obligaban a no ignorarlos.
CONCLUIRÁ
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