El gordo precoz (1)
CAPÍTULO I: A LA CAZA DEL CAZADOR Sí, imagínate, la última vez que se pesó estaba en los 178 kilos, y hoy está aún más gordo todavía. Es un disparate, es que se pasa todo el día comiendo. Nunca había estado así tan gordo.
EL GORDO PRECOZ (1)
CAPÍTULO I: A LA CAZA DEL CAZADOR.
Era muy entrada la madrugada cuando iba conduciendo a toda velocidad por la carretera completamente desierta rumbo a la ciudad y pensando en lo bien que había pasado mis merecidas vacaciones, pero que ya todo había terminado y estaba en camino de retorno para reintegrarme a la rutina laboral.
De repente una luz que no pude distinguir de donde venía exactamente, interrumpió mis pensamientos. Estacioné al costado de la ruta, mismo al borde de un camino lateral, para intentar descubrir el origen de esa luminosidad.
Bajé del vehículo, y lo primero que hice fue mirar hacia el cielo. Ya había escuchado hablar de avistamientos de ovnis en más de una oportunidad, pero jamás me había encontrado con uno. La sola idea de estar ante la posibilidad de conocer esa experiencia comenzó a hacerme temblar de la emoción y excitación.
La luna y las estrellas eran las únicas fuentes de luz que impedían que todo el lugar estuviera sumido en las penumbras, bajo un cielo totalmente despejado.
Otra vez el pequeño haz de luz se encendió y ahora a mis espaldas. Cuando giré y fijé la vista en dirección al camino lateral, el foco había desaparecido nuevamente, pero pude adivinar que procedía de entre unos arbustos, donde gracias al reflejo de la luna, pude detectar algo metálico de un tamaño considerable.
"Una nave especial." Supuse sin haber visto claramente.
Nuevamente se encendió el haz lumínico que esta vez me dio de lleno en el rostro y me encandiló obligándome a desviar la vista, pero esta vez vi exactamente que provenía de entre los árboles cercanos al aparato, apenas dos segundos antes de apagarse por tercera vez.
Por ser una persona bastante curiosa, y sin estar realmente consciente del peligro al que podría estar expuesto, me dirigí lentamente hacia allí estando expectante con todos mis sentidos.
Escuché crujidos de ramitas que provenían de apenas unos metros desde donde yo me encontraba en ese momento.
No sé el motivo, pero cada vez estaba más convencido que estaba a punto de presenciar algo fuera de este mundo. Algo que quedaría grabado en mi mente para la posteridad. Sin ningún lugar a dudas, algo que sería la tapa de periódicos en todos los rincones del planeta en la primera edición del día siguiente. La excitación me ganó, y la sola posibilidad de tener un encuentro cercano con seres de otra galaxia, me pusieron ansioso, más que temeroso.
"Hola!" dije tímidamente.
Ninguna contestación.
Me interné un poco más en las penumbras.
"Hola!" Repetí ahora un poco más fuerte. "Hay alguien allí?"
Cero respuestas a mi pregunta. Ningún sonido. Ningún movimiento.
Di un par de pasos más en dirección hacia donde había divisado la luz y los sonidos y cuando estuve casi convencido de que tal vez los seres extraterrestres podrían estar ocultos tras los árboles por sentirse atemorizados por mi presencia, decidí que debía demostrarles ser lo más amigable posible.
"Hola. Mi nombre es Zesna y soy ciudadano del tercer planeta del sistema solar, La Tierra. Estaba yendo hacia la ciudad después de terminar mis vacaciones, cuando vi una luz, que posiblemente sea de su nave espacial, y me detuve a ver si había alguien allí que pudiera necesitar mi ayuda."
De pronto, una voz rompió el silencio: "Hola, mi nombre es José y soy conductor de un autobús. Yo también estaba yendo hacia la ciudad, y tuve que detener mi vehículo en el costado del camino porque me vinieron unas ganas terribles de cagar. La luz es de mi linterna. Oye, ya que estás aquí y pareces tan amable, me podrías conseguir papel higiénico que se me acaba de terminar?"
"Ja, ja, ja, ja, ja, ja"
Todos los presentes explotaron a reír a carcajadas.
"Ese estuvo muy bueno, Zesna, cuéntanos otro." Dijo uno de mis jefes, sin parar de reír.
MARZO DE 1986.
El famoso asado, o barbacoa, como se le llama en varias partes, era el pretexto de la primera de una larga serie de reuniones, esta vez al borde de la pileta de natación en casa de uno de los dueños de la tienda donde seguía trabajando. Todo el personal, algunos proveedores y varios amigos de ambos patrones, estábamos disfrutando entre cuentos amenos y muchas risas de una agradable noche de distensión que contó con la concurrencia de casi treinta personas.
La pileta estuvo casi repleta en todo momento ya que una ola de calor no demasiado habitual en esta época del año, estaba suspendida por sobre nuestro país.
Mientras otros contaban ahora sus cuentos, hice un reconocimiento rápido del lugar.
El fondo de la casa era como estar al borde del paraíso. Además de la pileta al aire libre con trampolín incluido y una gran parrilla construida entre ladrillos y repleta con una amplia variedad de carnes de distinto tipo, casi prontas para ser devoradas por los allí presentes, una pequeña edificación se levantaba apartada sensiblemente de la casa. La sala de juegos, como me la habían presentado, recién la terminaban de construir y ya estaba casi pronta para ser utilizada cuando comenzaran los primeros fríos; además dejaba ver a través de sus amplios ventanales, una mesa de billar profesional, dos de tenis de mesa, otra parrilla también construida de ladrillos aunque bastante más pequeña que la del exterior, y varias mesas pequeñas con sillas alrededor, como invitando a la gente a trenzarse en alguna competencia de partidas de naipes.
"Oigan, muchachos. Hace un tiempo ya que estaba pensando en organizar este tipo de reuniones con amigos, y tengo la idea de hacerlo por lo menos una vez al mes. Qué les parece?" Dijo el dueño de casa muy animado por el agradable clima que reinaba entre todos los presentes. "Y si llueve o está muy frío, igual podemos reunirnos en la flamante sala a la que sólo le faltan algunos detalles para quedar pronta en poco tiempo más."
Volví a mirar a todos y cada uno de ellos. Ya conocía obviamente a todos los que trabajaban en la empresa, y a la mayoría de los proveedores, pero habían tres personas que nunca las había visto antes, y que ahora apenas sabía sus nombres a partir del momento en que me las presentaron más temprano apenas llegaron. Dos hombres, uno de ellos primo de mi patrón, el otro gordito, apenas rondaba los 100 kilos de peso, que además y para colmo, no era para nada bajo mediendo alrededor de unos 190 cms. de altura, lo que lo hacía parecer grande, pero estaba a años luz de ser de mi predilección, siendo él la persona más gorda entre los presentes, por lo que al menos por esa noche no iba a tener diversión ocular extra.
La tercera persona desconocida para mí, era una mujer.
Todos llevábamos shorts o bermudas de baño, y las mujeres mallas de natación, con la única excepción de la señora que no conocía, que vestía shorts y una blusa. La mayoría de los hombres estábamos con el pecho al descubierto, cosa que me hizo lamentar el que no hubiera un obeso allí, y las mujeres se paseaban en sus mallas, o en el mejor de los casos con una remera por encima.
Nadamos en la piscina inmensa unos minutos más, hasta que la cena estuvo pronta, y juntaron varias mesas para que pareciera una sola, cosa que sirvió para que las personas allí presentes pudiéramos sentarnos para compartir la cena todos juntos.
Había abundantes ensaladas de distintos tipos, y bebidas a discreción, para acompañar la barbacoa.
Mientras estaba comiendo, hice un recorrido a los rostros de todos los presentes, y cuando vi a mis jefes, realmente me di cuenta de que era un afortunado en tener la posibilidad de trabajar con gente que respetaba mucho a su personal.
"Oye, María. Qué sucedió que no vino tu esposo?" Preguntó de pronto el dueño de casa a la mujer que no conocía.
"Tú sabes cómo es él. Basta que le nombres la piscina, para que ponga cualquier excusa para no venir." Dijo en tono de complicidad con mi patrón.
"Disculpe, pero cuál es el problema? No sabe nadar?" Preguntó el tipo gordito. "Dígale que no se preocupe, que en caso que fuera a necesitar ayuda aquí hay varios que podríamos ayudarlo con ese problema."
María y mi jefe rompieron a reír a carcajadas, como si ésa hubiera sido una broma aún más graciosa que la que yo mismo había contado con anterioridad.
Miré a mi jefe con cara de sorprendido totalmente, denotando que no tenía idea de qué fue lo que el gordito había dicho que provocó esa reacción en ellos.
"El problema de Juan no es que no sabe nadar:" Dijo el dueño de casa sin parar de reír, a punto de atragantarse con la comida. "De todos modos, si se estuviera ahogando, estoy seguro que por lo menos se iría a necesitar la ayuda de varios de los presentes, porque no creo que pudieras hacerlo tú sólo."
"No entiendo." Dijo sorprendido el tipo.
Mi mente ya se estaba haciendo a la idea de algo, que por estar pendiente de mis gustos las 24 horas al día, sólo restaba que alguien confirmara lo que ya me estaba me imaginando.
"Es que mi marido es un poco gordito." Dijo María sin dejar de reír.
"Un poco?" Dijo mi patrón. "Oye, María, ha ido Juan alguna vez por
nuestra tienda? No recuerdo haberlo visto nunca por allí."
"No, no creo. Tú sabes lo ocupado que siempre está. Además le da mucha vergüenza, por lo que toda su ropa se la tengo que comprar yo."
"Es que desde el año pasado contamos con una sección especial de talles super especiales. Cuéntale Zesna, ya que fue tu idea." Me invitó a intervenir en la conversación.
"Sí, señora. Tenemos talles especiales, para gente especial. "sonreí.
"No me llames señora, que me haces sentir vieja." Dijo María y sin dejar de reír, que apenas tendría un par de años más que yo. Realmente toda la gente allí presente tenía muy buen humor. "Supongo que te visitaré algún día dentro de poco tiempo. En verdad mi marido sí estaría necesitando comprarse alguna indumentaria."
La excitación de conocer a esa persona me desbordó.
"Y le parece que él no iría? Me gusta hace sentir a todos los clientes como si estuvieran en su propia casa." Dije con todas las ganas de que terminara convenciendo al mismo gordo a visitarme para poder conocerlo.
"Lo dudo mucho. Le da mucha vergüenza." Repitió.
"María, dile que la próxima vez venga a la reunión, asegúrale que vamos a tapar la pileta de natación, para que no ponga ninguna excusa esta vez. Simplemente que venga a comer, y jugamos algún partido de naipes, que él juega muy bien al truco."
"Bueno, puede ser que venga, siempre y cuando no tenga que tirarse a la pileta en público." Concluyó entre carcajadas..
Todos siguieron disfrutando de la cena, pero a mi ya me habían comenzado a aparecer las primeras alteraciones.
Un cosquilleo me recorrió por todo el cuerpo, debido a la incertidumbre que me provocaba todo lo referente a ese gordo. Y todo para qué? Si posiblemente no fuera más gordo que el señor de los 100 kilos. De todas formas, era casado, lo que ya me tenía prohibido a mí mismo mantener ninguna clase de relación con alguien con compromisos.
Pero que estoy diciendo?
No puedo ser tan estúpido.
Él era casado, Zesna, lo puedes entender?
La posibilidad de que en caso que yo quisiera tener algo con él y encima de que él me correspondiera, sería de una en un millón.
De todas formas, yo ni siquiera lo conocía. Y si finalmente lo conociera, que?
Eran muy amigos con mi patrón. No conocidos, sino amigos, lo que no es lo mismo.
Puse todo en la balanza, y aunque me olvidé de algo muy importante en ese momento, finalmente intenté no pensar más en el tema que estaba destinado al fracaso completo mismo antes de comenzar.
Casado, amigo de mi jefe, relación homosexual, cóctel por demás explosivo pero igualmente prohibido.
Intenté pensar en otra cosa, pero era inevitable la imagen que me revoloteaba por la cabeza, tal como lo hacen los pajaritos en los dibujos animados cuando quieren demostrar que alguien se ha golpeado.
Pero era gordo...
Y de qué tan gordo estaríamos hablando?
Me terminé convenciendo a mí mismo que ni siquiera debería ser lo tan gordo para hacerme cosquillas en mi interior.
No, definitivamente no. Basta, Zesna!
Paso. No quiero en lo más mínimo una relación de ningún tipo en estas condiciones.
Punto.
Pero ya era inútil, no podía dejar de pensar en ese gordo desconocido.
Miré reiterada y muy disimuladamente a María, que estaba sentada a tres personas hacia la derecha y en frente de mi, y aunque ella me sorprendió haciéndolo algunas veces y sonriéndome en cada oportunidad, no pude dejar de sentir una sensación de envidia hacia ella. Sin siquiera conocer a su esposo, y sin tener una total seguridad del tamaño de su gordura, me imaginé a esa señora haciéndole el amor a su marido, y dejándose tocar todo el cuerpo por sus dedos gordos, como supuse que deberían ser. Supuse que la lengua del gordo le recorrería los labios de la vagina y la haría estallar de placer mientras jugueteaba con su clítoris, y en el preciso instante en que María se llevó un pequeño trozo de carne a la boca, masticándolo reiteradamente y pasándose la lengua repetidamente por los labios saboreando la cena, visualicé de pronto que lo que en realidad tenía dentro de su boca en ese momento era el miembro erecto del gordo, llevándolo de un lado a otro de su cavidad bucal, moviéndolo con la lengua y apretándolo contra su paladar.
Estuve pendiente del instante mismo en que el bocado que tragó comenzó a recorrer su garganta rumbo a su estómago, suponiendo que era el mismo semen del obeso después de haberlo hecho explotar dentro de su boca, el que hacía ese recorrido.
Sin poder soportar la excitación que ya era insoportable, e intentando disimular la fuerte erección que tenía en ese momento, solicité permiso, y salí casi corriendo hacia el baño esperando poder llegar sin eyacular dentro de mis calzoncillos, donde terminé de masturbarme tras sacudírmela tan sólo un par de veces.
"Oh, Dios." Dije mirándome la cara de desesperación, pálida y con los ojos enrojecidos que me costó reconocer frente al espejo. "No puedo seguir así. Por qué me suceden estas cosas? Qué es lo que debería hacer?"
No hallé una respuesta inmediata a mi preocupación.
Después de reponerme, puse mi cabeza directamente debajo del grifo de la canilla, y la dejé allí por largos minutos. Cuando finalmente volví a la mesa, me sentí un poco avergonzado por lo que había hecho.
"Qué es lo que te sucedió, Zesna.?" Preguntó uno de mis compañeros de trabajo. "Saliste corriendo como desesperado, algo te cayó mal?"
"Sí, disculpen. Menos mal que alcancé a llegar al baño, sino todo el trayecto hubiera sido un desastre." Dije fiel a mi costumbre de intentar decir siempre la verdad. Y para satisfacer mi perversidad y como el clima seguía siendo de grata complicidad y compañerismo, me permití ir un poquito más allá todavía, y agregué. "Realmente lancé todo al segundo de llegar allí." Finalicé con una sonrisa malvada.
"Puaj, Zesna, que asco. Respétanos que aún no terminamos de comer." Dijo mientras hacía gestos de introducirse dos dedos en la boca, clara señal de provocación de vómito y todos reían y simulaban poner verdaderas caras de asco, que no quise suponer lo mucho peor que aún serían, si supieran en realidad a lo que me estaba refiriendo exactamente.
Inmediatamente después de la cena, María se me acercó con el claro pretexto de entablar una conversación conmigo.
Me preguntó acerca de mi "magnífica" idea acerca de las prendas para gordos, luego continuó averiguando sobre mi trabajo específico, y finalmente comentó como al pasar que mi esposa debería estar orgulloso de mi.
Pelotudo como siempre, recién en ese momento caía en la cuenta que era más que probable que estuviera intentando seducirme.
María era una persona sumamente agradable y muy coqueta, pero distaba muchísimo de estar dentro de mis preferencias si se hablaba del tema sexual.
La experiencia vivida en mis últimas vacaciones, habían abierto la puerta de la posibilidad de tener quizás alguna relación con una mujer, pero no había variado en absoluto el tema del tamaño y la gordura de la persona. Podría intentarlo con una fémina, pero como me había dicho a mi mismo en más de una oportunidad desde entonces, ella no debería pesar menos de 130 kilos. Para ser sincero, ni siquiera sabía si podría funcionar con alguien que no tuviera los genitales que estaba acostumbrado a chupar, pero de ninguna manera descartaba la posibilidad si se me diera el caso.
Aunque definitivamente María no tenía el físico de las persona que me atraen, tampoco deseaba ser grosero con ella que a pesar de que era la que estaba en falta en ese momento, yo no quería perder la ocasión de averiguar algo más de su esposo.
Yo era una persona soltera, sin compromisos, y era ella la que estaba casada y tenía un marido. Y resultaba que el marido parecía que era un gordote como los que a mi me gustan!
Ese pensamiento me hizo revisar la decisión que tenía formada de corresponderle o no, antes de tomar una definitiva.
Me sedujo de pronto tener la posibilidad de juguetear con mi pene dentro de las partes más íntimas de quien era de exclusiva propiedad de un obeso marido. La sola idea de tocar, lamer e introducir manos, lengua y genitales en los mismos lugares en que los había hecho su gordo esposo, me estaba haciendo entrar en conflicto interno para equilibrar la balanza a favor de dejarla lograr su objetivo.
Quería hacerme a la idea de qué tan degenerado podría ser el gordo sexualmente hablando. Me hubiera gustado preguntarle a ella sobre lo que le hacía él cuando apagaban la luz en el dormitorio todas las noches. Conocer acerca de los juegos que compartían cuando ambos se desnudaban.
Me preguntaba si ella se dejaba coger por el culo por él; si les gustaba darse besos negros, lamerse mutuamente, hacer un 69.
Hubiera pagado para averiguarlo, y hasta hubiera matado para poder verlo.
Basta , Zesna!
Al final lograrás que ella se percate de la erección que ya está a punto de romper tu short, e inevitablemente se equivocará sin ningún lugar a dudas de la causa de ese estado.
"Dije algo malo que te pusiste colorado?" Preguntó, desconociendo el motivo de mi ruborización.
"No, en absoluto. Te quería decir que no soy casado." Dije para dejarla satisfecha con la intención que tuvo al formular la pregunta.
"Bueno, entonces tu novia debería estar orgullosa de ti." Sin ningún lugar a dudas, su motivo era saber si tenía compromisos, por lo que me convencí de sus intenciones.
"Pues no, tampoco tengo novia, de momento." Dije como dejando la posibilidad que la había tenido anteriormente.
"Y hace mucho que estás sólo?" Preguntó con un desparpajo que ya comenzaba a hacerme sentir bastante molesto.
Nuevamente no quería ser grosero con ella porque era conocida de mis patrones, y además no quería que dejara de concurrir a las reuniones para no perder la oportunidad de conocer a su marido, por lo que di la respuesta más conveniente que seguramente ella estaba esperando.
"Sí, lamentablemente nunca es poco tiempo cuando uno está sin pareja." Ahora sí, a sentarse a esperar su jugada próxima.
Me miró a los ojos como no estando segura si animarse a dar el paso siguiente.
La conversación sin haber estado completamente privada, estaba siendo mantenida en la intimidad, ya que estábamos conversando en tono normal alrededor de gritos y carcajadas que provenían de los cuatro costados.
"Oye, Zesna, cuidado que María es una mujer casada!" Advirtió con un grito y en el mismo clima gracioso que reinaba en todo momento uno de mis patrones que nos sorprendió charlando en voz baja.
Ambos le devolvimos la mirada riéndonos de la ocurrencia.
"Te importa en verdad el que yo sea casada?" Me dijo tomándome de sorpresa.
Seguía el conflicto dentro mío.
"A qué te refieres exactamente?" Después de esa tonta pregunta, merecía que se levantara y se fuera desistiendo finalmente de su intento.
"En verdad, no lo sabes?" Me dijo, dejando entrever que no me había equivocado en lo más mínimo.
Me seguía seduciendo la idea de hacerle el amor a la mujer de un obeso, pero sinceramente, prefería una y mil veces hacérselo al mismo gordo.
"Es que no quisiera interpretar tus palabras ni tus intenciones en forma errónea." Y finalmente sonreí, ya tomando el control de la situación definitivamente.
"Mira, no me malinterpretes en lo más mínimo. Yo quiero a mi esposo, pero necesito... tú sabes, no me hagas sentirme sucia. Tú eres buen mozo, y por lo que me han dicho de ti, eres muy inteligente. Estoy muy segura que entiendes perfectamente lo que te estoy diciendo." Dijo bajando la voz aún unos decibeles más.
He ahí la diferencia.
Ella "quería" a su esposo, en cambio yo ya lo estaba "amando" sin siquiera conocerlo personalmente.
"Si es lo que me supongo, te diré que nunca le haría algo así a tu esposo." Dije hablando lo más honestamente que pude.
"Pero estás loco?" Dijo no esperándose mi respuesta. " Si ni siquiera lo conoces."
"Eso qué tiene que ver? Estoy seguro que algún día lo conoceré, y prefiero poder mirarle a los ojos sin avergonzarme." Dije y como para rematar el asunto y abrir alguna puerta extra, pregunté. "Qué pensarías tú si él te engañara con alguna otra persona?" Dije deliberadamente la palabra persona en lugar de mujer.
"Juan? Imposible." Dijo muy confiada.
"Estás muy segura de ello?" Pregunté.
"Sí, le tengo una fe ciega a mi gordo." Respondió.
"Pero no me contestaste a la pregunta. Qué te hace estar tan segura? Supongamos que te engañara, qué pensarías tú? Y no me repitas que no lo haría. Qué dirías si lo hiciera?" Insistí.
"Supongo que nada. No me quejaría en lo absoluto." Contestó de una forma dudosamente falsa.
"Estás diciendo eso para disfrazar la realidad y convencerme de que él sentiría lo mismo que tú si lo engañaras?" dije con total convicción que no estaba equivocado.
"No, en absoluto. Si me llego a enterar que Juan me engaña, se lo perdonaría porque él me quiere de la misma forma que yo a él." Concluyó.
De todas formas no quisiera ser Juan en ese momento porque no me gusta que me "quieran" de esa manera. Y si alguna vez formo pareja, no aspiro a que me "quieran" sino que me "amen". Pero bueno, no todos tienen ni las mismas prioridades ni mucho menos los mismos pensamientos que uno. Hay gente que se conforma con mucho menos.
Igualmente me quedé muy tranquilo porque cuando finalmente lograra acostarme con él, ella no tendría ningún reparo en ello. Hasta nos perdonaría.
Si no escuché del todo mal, fue lo que dijo, no?
Deliras, Zesna!
Mejor pensamiento me inundó aún: "Si me acostara con tu marido, ni siquiera te irías a enterar, por lo que definitivamente no quedaría nada por qué preocuparte."
"No estás enojado conmigo, verdad?" Preguntó un poco dudosa de que todo eso pudiera afectar cualquier grado de relación futura, e interrumpiendo mis viles pensamientos.
"No, para nada. Es más, te diría que esta conversación nunca ocurrió." Dije sin ser honesto, ya que me iba a guardar para mis adentros toda la muy valiosa información que había recogido de ella respecto a su esposo.
"Gracias, Zesna. Podemos ser amigos aunque sea?" Preguntó ahora como una súplica para no perder contacto conmigo.
Llegué rápidamente a la conclusión de que eso me iría a ayudar más de lo que podría perjudicarme. Lo menos que quería hacer era echarme de enemiga a la esposa del obeso que posiblemente fuera a ser el protagonista sin rostro de mis futuros sueños eróticos.
"Por supuesto. No hay nada que lo impida. Verdad?" Dije y solté mi pícara sonrisa.
Me contestó con un beso en la mejilla.
"Se ha formado una pareja!" Gritó Andrés, uno de los proveedores que justo en ese momento desviaba la mirada hacia nosotros y nos sorprendió en pleno inofensivo contacto extramatrimonial. "Ven Zesna, que se están eligiendo las parejas para jugar al truco, y saliste favorecido para jugar conmigo.
Truco, uno de los juegos de naipes de mi preferencia.
Pedí permiso a María y me fui respirando aliviado, a jugar nuestra primera partida que resultó ser contra mis dos patrones, que fortuitamente el azar los unió para que jugaran juntos.
"Oye Zesna. Mira que si nos ganas tendrás el despido pronto mañana a la mañana apenas llegues a trabajar." Comentó uno de ellos en la misma forma por demás jocosa que reinó allí toda la noche.
"Bueno, si eso sucede, tienes el empleo asegurado en la fábrica." Respondió Andrés sin dejar de reír. "Pero no dudes en romperles el culo a éstos dos, que no saben jugar." Finalizó asegurándoles que no nos íbamos a intimidar de ninguna manera durante el juego.
El caso fue, que se me cayó la cara de vergüenza de la forma tan fácil como Andrés y yo vencimos a mis jefes. No sólo hay que saber jugar muy bien a este juego, que eso ayuda y mucho, sino que se debe tener mucha suerte con los naipes, ya que el azar es a veces más importante que la propia manera de jugar. La combinación de ambas cosas, en este caso, fue fulminante. Para ser sincero, Andrés era un excelente jugador también, al igual que mis patrones, pero en esta partida, todas las mejores cartas parecían haber hecho un contrato de exclusividad con nosotros.
Simulando estar molesto, el dueño de casa exigió jugar la revancha en ese momento, a pesar de que habían otras personas esperando para jugar contra los ganadores. No hubo objeción de los presentes, por lo que iniciamos un nuevo juego.
En esta oportunidad no fue lo tan fácil como la primera vez, pero les vencimos nuevamente.
"Oye, Zesna. Aprovecha que no está aquí Juan, porque él sí que es imbatible." Dijo el anfitrión.
"Bueno, si algún día decide venir, debería jugar conmigo para seguir siéndolo." Dije con el pecho hinchado y bromeando con una total falta de modestia.
"Oíste, María?" Dijo ahora dirigiéndose a la esposa de Juan. "Ya le han tirado el guante a tu marido, así que no debe faltar a nuestra próxima reunión."
Y todo lo había dicho sin la menor intención. Ojalá que por lo menos lo que dije inocentemente para hacerme el gracioso, finalmente hiciera que el obeso se viera obligado a concurrir la próxima vez.
El resto de la velada continuó en el mismo tono jocoso y hasta la una de la madrugada en que nos despedimos prometiendo no faltar dentro de aproximadamente treinta días para continuar con estas reuniones, y confraternizar dentro de este grupo tan amigable, compartiendo la comida y el enfrentamiento del juego de naipes.
ABRIL DE 1986.
UN MES DESPUÉS.
Estaba atareado haciendo trabajos de oficina en el empleo, cuando un llamado por el intercomunicador interrumpió mis actividades.
"Oye, Zesna. Vienes esta noche a casa, verdad?" me preguntó el patrón, anfitrión de las reuniones.
"Sí por supuesto. Tenemos una revancha pendiente. Jajajaja. Mire que hoy tampoco lo voy a dejar ganar." Dije ya sabiendo exactamente muy bien que ésa era la noche que había estado esperando sin ninguna necesidad de que nadie me la recordara.
No lo era por la simple partida de naipes.
Conté cada uno de los días que faltaban desde el mismo momento que llegué a mi casa después de retirarme de la velada anterior un mes atrás.
Me moría de ganas de conocer a Juan. Me había hecho mojar la cama en más de una oportunidad desde entonces. Nunca había anhelado conocer a una persona durante tanto tiempo.
Un mes entero pensando en este día."
Otro mensaje por el intercomunicador me secuestró de mis pensamientos.
"Zesna, hay una señora que está preguntando por ti." Me comunicó una de las cajeras.
Me acerqué al mostrador y cuando vi a la persona que me solicitaba, no pude menos que sonreir.
"Hola, María, cómo estás?" Pregunté saludándola con un beso.
"Bien, gracias. Cómo estás tú?" Sonrió amablemente..
"Y... siempre se puede estar mejor, pero no me puedo quejar." En realidad hice el comentario adrede luego de verificar que ella había venido sola, sin su marido. "En qué te puedo ayudar?"
Me pidió tres camisas de manga corta, dos de vestir y una de calle, una remera, un pantalón deportivo de esos que llevan elástico a la cintura, pero de una tela suave y fresca, y un calzoncillos, todo para su marido; pero fue en cuanto me dio las medidas que los latidos de mi corazón comenzaron a acelerarse a ritmo vertiginoso, y mi miembro despidió unas gotas de líquido viscoso.
"Caramba!" Se me escapó la exclamación. "No me imaginaba que tu esposo fuera tan gordo."
"Sí, imagínate, la última vez que se pesó estaba en los 178 kilos, y hoy está aún más gordo todavía. Es un disparate, es que se pasa todo el día comiendo. Nunca había estado así tan gordo." Confesó haciendo ese comentario inofensivo para cualquier otra persona.
Albricias!
Finalmente me había dado la información que buscaba.
Fui a traerle la remera y las camisas, las cuales me hizo cambiar la tonalidad de dos de ellas. El pantalón, que abriéndolo de par en par por el elástico de la cintura y estirándolo lo más que pudo, terminó pidiéndome un talle más todavía. Por suerte no se fijó en los calzoncillos, salvo en el color, el cual no tuvo objeciones.
Cuando abonó su compra, le pregunté si iría finalmente su marido a la reunión de esa noche, no sabiendo ella la respuesta.
"No se olvide de mencionarle el reto de naipes. Estoy ansioso por conocer al imbatible." Bromeé.
En realidad, no estaba bromeando en lo absoluto. Estaba diciendo la verdad. Me moría de ganas por conocerlo.
Nos despedimos con otro beso, y mientras la vi retirarse de la tienda, no pude disimular sonreírme viéndole el culo, e imaginarme qué tanto podría hacer el gordo allí. Realmente me gustaría averiguar todo en cuanto a su actividad sexual con el obeso.
Nuevamente volvía la excitación, y mi miembro terminó de alcanzar su máxima dureza habitual cuando recordé haberle dado deliberadamente un talle menos de la medida de los calzoncillos que me pidió.
20:50 HORAS.
Llegué como siempre antes que ningún otro invitado, pero en esta ocasión estuve detenido a media cuadra de la casa desde hacía más de media hora esperando la llegada del gordo, que por supuesto no logré ver.
Finalmente decidí entrar a la casa ya que por la intriga y los nervios que ello me ocasionaba tenía urgencia por orinar.
Entré y fui directamente al baño. Mi miembro estaba completamente humedecido de la excitación, y solamente producto de tener la posibilidad de un encuentro con esa persona. Mis jugos habían sido despedidos con mis pensamientos, sin necesidad de haber tenido una erección para ello.
Cuando salí del baño, ya habían comenzado a llegar algunos invitados, pero ni noticias del gordo ni de su esposa.
"Zesna, no sabes si hoy viene Juan?" Me preguntó mi jefe.
"Hoy temprano estuvo María por la tienda y no estaba segura si podría venir." Respondí.
"Tal vez ella le haya contado lo bien que jugamos al truco, y haya decidido no venir." Bromeó Andrés que ya estaba con un mazo de naipes en la mano.
"Posiblemente." Agregué, deseando con todo mi ser que no fuera así.
Mientras encendía el fuego de la parrilla, el dueño de casa propuso hacer unas partidas antes que vinieran los demás invitados.
Nuevamente Andrés y yo, la pareja imbatible nos enfrentaríamos a mis dos patrones y promediando esa partida, llegó María sin compañía.
"Se asustó el gordo que no vino?" Le preguntó uno de mis rivales.
"No, lo que pasa es que estaba muy cansado y prefirió acostarse temprano." Contestó, con lo que me hundió en una depresión que me iría a durar casi por el resto de la noche.
Cuando estás todo un mes esperando conocer a alguien y de repente sucede esto, se te crea un vacío dentro tuyo imposible de describir.
No me pude concentrar más en el juego, por lo que perdimos por primera vez contra mis jefes. Jugamos una partida de revancha, y volvimos a perder.
Para ese entonces, ya habían llegado todos los concurrentes al lugar, y tuvimos que abandonar el juego, para que el jefe pudiera seguir con la parrilla.
Andrés se enojó mucho conmigo, y muy seriamente, prometiéndome que no jugaría más conmigo de pareja, haciéndome absolutamente culpable por ambas derrotas consecutivas.
Yo me excusé de seguir jugando aún con otro compañero y me quedé solo sentado al borde de la pileta tomando un vaso de refresco, e intentando apaciguar mi amargura.
"Tienes algún problema, Zesna.?" Dijo mi otro jefe realmente preocupado. "Comenzaste a jugar bien, y de pronto te vi hacerlo tan espantosamente."
"Es que hoy recibí una mala noticia. Si hubiera sabido que me iba a suceder esto, realmente ni siquiera hubiera venido aquí esta noche." Dije siendo cien por ciento sincero.
"Si hay algo en que te pueda ayudar no dudes en decírmelo?" Dijo honestamente.
"No, se lo agradezco mucho de todos modos, pero es algo que tengo que resolver yo sólo." Contesté sin dejar de ser sincero.
Luego de un rato de seguir ensimismado en mis propios pensamientos, pensé que quizás debería olvidarme del gordo que a estas alturas ya me estaba complicando la vida, y me hice a la idea de que aunque hubiera concurrido esa noche, nada hacía prever que iría a obtener algo más que un disfrute audiovisual.
"Estás aburrido?" Preguntó una voz femenina repentinamente e interrumpiendo mis pensamientos.
Giré hacia ella, para comprobar que efectivamente era María la que se acercaba en ese momento a sentarse junto a mi.
"No, es que hoy recibí una mala noticia." Volví a decir la verdad, omitiendo que ella misma era la que me la había dado un momento antes.
"Podría hacer algo para ayudarte?" Dijo, y volví a entrever en su pregunta un interés sexual.
"No, gracias. Es algo que tengo que solucionarlo por mi mismo." Dije en forma muy cortante, como para que me dejara en paz de una buena vez.
"Mal de amores, tal vez?" Preguntó ignorando absolutamente mis rechazos. Además estaba siendo demasiado atrevida. En realidad no deseaba mantener una conversación justamente con ella. Me deprimía aún más el saber que ella era la única que manoseaba al gordo y posiblemente él la llenaba de semen cada vez que hacían el amor.
"No te enojes, pero no estoy de humor para charlar." Dije para que se fuera de una vez por todas y me dejara tranquilo.
"Puedo quedarme aunque más no sea para hacerte compañía,. Prometo que no te voy a molestar." Dijo, pero yo no estaba seguro que ella cumpliría con esa promesa.
Como única respuesta, solo me encogí de hombros, haciéndole saber que no me importaba en lo más mínimo lo que hiciera.
Nuevamente, me inundó un sentimiento de envidia hacia esta mujer que habría saboreado la boca, labios y lengua del obeso, y se me llenaron los ojos de lágrimas, ya que lo único que pretendía era tan solo conocerlo, y el destino me lo negaba tan rotundamente.
"Estás llorando?" Preguntó, y mi mirada penetrante como un rayo fue la que le contestó, como recordándole que no estaba cumpliendo su promesa. De pronto cambió el giro de la conversación. "Tú sabes que hoy Juan se probó las prendas que me has vendido, y ahora termino de entender el por qué te equivocaste con el talle de los calzoncillos. Supongo que el problema que tienes no te deja concentrar en el trabajo." Aquí rió, como para dejar en claro que no hablaba en serio. "O bien deberían mandarte otra vez de vacaciones, para reponerte de tu tan arduo trabajo." Dijo nuevamente en tono de broma como para darme ánimos.
En ese preciso momento, cambié de opinión y decidí seguir manteniendo diálogo con ella, ya que me interesó el tema.
"No tuvo problemas con el resto de las prendas? Siento mucho lo de los calzoncillos. Aunque te pasaste por alto que tal vez te haya dado los calzoncillos equivocados a sabiendas que no le irían a quedar bien." Seguía sin mentir.
Atónita no encontró comentarios a mi observación.
Sonreí.
Ahora sí se animó a aventurar una posible justificación a mi acto.
"Eso quiere decir que lo has hecho para que yo tuviera que volver a la tienda?" Dijo bajando la voz.
"No, en absoluto. Pero como estabas hablando en un tono jocoso, no quise ser menos en hacerte notar esa posibilidad." Dije con tono de malicia.
"Qué malvado eres." Dijo visiblemente enojada. "Tú no tienes respeto hacia los sentimientos que podría tener hacia ti?"
"No te enojas si te hago una pregunta muy íntima?" Dije con ánimo de continuar en mi intento de explorar y conocer la intimidad y más concretamente la actividad sexual del gordo.
"No, en absoluto. Recuerdas que te pregunté si podíamos ser amigos?" Dijo, ahora excitada por saber cuál sería mi pregunta.
"Es muy visible que tú insistes en seducirme. También me has dicho que quieres a tu esposo, cosa que no puedo poner en duda. Ahí tengo un conflicto interno. Cuál es el problema con tu marido, entonces? No te satisface sexualmente?" Mi miembro se endureció apenas terminé de hacer la pregunta, porque sea cual fuere la respuesta, la excitación me iría a cobijar en sus imaginarios brazos fuertemente.
"Mira, me alegro que me lo preguntes, porque yo misma me lo he cuestionado muchas veces. El gordo es maravilloso y funciona bien en la cama la mayoría de las veces." Aquí mi miembro comenzó a despedir abundante líquido. "El problema es que los ritmos de él son muy diferentes a los míos."
"No entiendo." Dije sin siquiera tener idea de lo que me quería decir.
"Cuando hacemos el amor, me satisface plenamente. Es muy cariñoso." Hice un esfuerzo supremo por ocultar mi erección, y por Dios, pensé que iría a eyacular en cualquier momento. "El único problema es que yo necesito hacerlo más veces de lo que él lo necesita. Es que se pasa viajando al interior del país, y muchas veces viene cansado y prefiere dormirse temprano, dejándome con las ganas. Y eso está sucediendo cada vez con más frecuencia a medida que pasan los años."
"Pero qué edad tiene él? Tengo entendido que no es muy viejo." Dije con doble intención.
"No, apenas 35 años, tan solo dos más que yo." Contestó dándome nuevamente una información crucial solicitada con mucho tino.
"Nunca pensaste que tal vez tenga a otra persona a la que satisface sexualmente, y cuando llega a tu casa no le quedan ganas de hacerlo contigo?" dije deliberadamente en un tono muy perverso, aunque no sería una posibilidad descartable en absoluto.
"No, para nada. Te refieres a Juan? Mi Juan? Estoy segura que no." Dijo muy convencida de que eso era imposible de que sucediera. "Lo sabría de inmediato. Tú quieres decir que mi gordo quizás estaría cogiendo con otra? Te aseguro que no."
Y si estuviera cogiendo con "otro"? llegué a pensar.
Me vi tentado a preguntarle acerca de las posiciones sexuales que adoptaban, pero me pareció que eso hubiera sido por demás atrevido e irreverente, así que me quedé con las ganas de poder compararlas con las mismas que ejercía yo con mis obesos.
Nos llamaron para comer.
La velada continuó normalmente, y ya recuperado del impacto inicial de no poder ver a mi ser amado aunque todavía desconocido, luego de la cena volvimos a jugar unas partidas de naipes, y me dignifiqué totalmente al ser vencedor junto con Julio, uno de mis compañeros de trabajo, en absolutamente todas las partidas en que intervinimos. Cabe agregar, que Andrés que se negó rotundamente a seguir jugando conmigo, tras el primer encuentro, se arrepintió, y esta vez fui yo el que preferí continuar jugando con mi nuevo compañero, ya que continuábamos ganando. Aquél, terminó la noche terriblemente furioso, porque logré derrotarlo en tres oportunidades en esa jornada. No soy rencoroso, pero nunca más jugué con Andrés como compañero, recordándole en cada ocasión posterior que la decisión de cambiar de compañeros había sido de él mismo a causa de una mala noche mía.
Nuevamente la velada transcurrió casi hasta las dos de la madrugada, cuando nos despedimos y prometimos regresar a reunirnos un mes después.
AL DÍA SIGUIENTE
Continuaba con mis trabajos de oficina durante casi todo el día cuando sonó mi intercomunicador.
"Zesna, mira, en realidad tengo a una señora aquí que hace un rato preguntó por ti, pero como era por un cambio de mercadería, le dije que tú estabas ocupado y me ofrecí a atenderla yo. Pero tengo un pequeño gran problema con esta prenda."
"Qué prenda es?" Pregunté desconociendo absolutamente de qué me hablaba..
"Un par de calzoncillos." Contestó la voz.
"Vino algún señor con la señora?" Pregunté ahora sabiendo quién era la persona que estaba delante del mostrador.
"No ella vino sola." Dijo.
"Y qué es lo que sucede, Raquel?"
"Es que la prenda está sucia." Dijo.
Totalmente anonadado, es que me tomó realmente de sorpresa, le pedí que me esperara que ya iba a su encuentro.
Fui poco menos que corriendo hacia el lugar apartado donde me esperaba la nerviosa vendedora.
"Le dijiste algo a la señora acerca del estado de la prenda?" Pregunté apenas llegué, y mantuve la conversación en el más estricto privado.
"No, en absoluto. Cuando vi la prenda así, te llamé enseguida." Dijo la muchacha que temblaba de los nervios por hallarse ante semejante situación inesperada.
Fui hacia el salón de atención al público.
"Hola, María. Cómo estás?" pregunté dándole un beso.
"Bien, Zesna. Vine a hacer el cambio de la prenda de Juan que le quedó chico. Un talle más estaría bien, ya que le queda ajustado en la cintura, la cola y los muslos. Tiene todo muy gordo." Dijo, y adiviné de inmediato que ella desconocía totalmente el problema que tenía la indumentaria.
"Ya te lo soluciono en un segundo." Le dije.
Fui donde Raquel, y le pedí que le hiciera el cambio.
"Pero, Zesna. Por qué no ves la prenda primero?" Dijo con cara de asco. "No podemos cambiar una prenda así."
"Raquel, no te preocupes, yo me hago cargo. La señora es muy amiga de los dueños, y estoy plenamente seguro que no tiene ni la más mínima idea acerca de lo que le sucedió a la prenda. Sospecho que debe haber habido algún accidente allí por parte de la persona que se lo probó. Por lo general es lo que sucede en estos casos. Así que hazle el cambio sin decirle nada a la señora, ni a nadie."
"Y qué hacemos con esta prenda. No se puede vender en este estado." Dijo sin querer comprender lo que le decía.
"Ok. No te preocupes. Ponla en mi cuenta, que me la llevo a lavar, y posiblemente luego se la regale a alguien que la pueda disfrutar." Dije sin tener la más mínima intención de lavar nunca jamás esa prenda fuera lo que fuere lo que la hubiera ensuciado, y pensando en la persona más idónea para disfrutar esa prenda. Yo mismo.
Ya estaban solucionados absolutamente la totalidad de los problemas de todas las personas involucradas en el inesperado acontecimiento.
El de la muchacha, que se sintió aliviada de que alguien le hubiera sacado el gran peso de encima por haberse hecho responsable de tomar tan desagradable decisión.
El de María, que volvería a su casa con la prenda cambiada, y sin haberse llevado el disgusto de pasar por un muy mal momento en caso de haberle hecho notar el estado en que se encontraba la prenda que se había probado su propio esposo.
El de Juan, que finalmente podría usar el talle de los calzoncillos que le quedaran perfectamente bien, sin necesidad de sentir sus testículos tan apretados contra la prenda, como supongo que obligatoriamente los debería haber sentido con la que le envié adrede en primer lugar.
Y finalmente el mío propio, que me llevaría la prenda íntima que estuvo en contacto con los genitales y el culo de un obeso de casi 180 kilos de peso, como fue mi intención mismo desde el primer momento en que "confundí" deliberadamente el talle de los calzoncillos, y con el premio extra, de que algo gratamente inesperado me aguardaba allí, haciéndome desear llegar cuanto antes a mi casa para ver de qué se trataba por primera vez, y seguramente explorar con nariz, labios y lengua todo el extenso recorrido interno de la prenda.
CONTINUARÁ
Agradeceré todos los comentarios.