El gordo mayor (3)

CAPÍTULO III: QUE ME TRAGUE LA TIERRA.“Sexo? Pero no entiendo. Tú no tienes novia? Tú quieres decir sexo conmigo? Oh, Dios. Tú eres homosexual?” Ahora lo noté verdaderamente nervioso...

EL GORDO MAYOR (3)

CAPÍTULO III: QUE ME TRAGUE LA TIERRA

"Qué es exactamente lo que usted busca conmigo?" pregunté realmente queriendo estar seguro, para no hacer ni decir nada equivocado, y buscando terminar de una buena vez con toda esta ambigüedad.

"Para serte lo más franco y honesto posible, no lo sé realmente. Estoy necesitado de amistad, de afecto. Me siento muy cómodo contigo. Tú me haces sentir muy bien. Yo estoy con un estrés muy grande debido a mi trabajo, y en mi casa realmente no encuentro un escape, allí la cosa cada vez está peor. No es muy fácil para mi decirte realmente lo que necesito." Confesó.

"Qué clase de amistad?" pregunté sospechando que bien podría no ser exactamente lo mismo que yo buscaba.

"Amistad con la que puedas contar conmigo cuando me necesites. Contarme cosas que no lo puedes hacer con los que no son tus amigos. Me gustaría que pudieras confiar en mi ciegamente. Realmente tengo la necesidad de encontrar a alguien a quien dar cariño y protección. Tú eres una persona que verdaderamente me inspira mucha confianza. "

La palabra sexo no fue incluida dentro de la explicación.

Era más que evidente, que como lo estaba sospechando, él buscaba una relación de padre/hijo, o de abuelo/nieto. Ya no me cabían dudas.

Sólo debía decidir si yo quería esta relación así como me la había planteado.

Pensé un momento antes de continuar

Definitivamente estaba ávido por enterrar mi pene en algún agujero. No importando cuál fuera. De sentirlo succionado como muchas veces antes.

"Y qué es exactamente lo que tú buscas?" Preguntó interrumpiendo mis pensamientos.

Pensé en muchas contestaciones. Algunas que hubieran llevado la conversación a otros terrenos, pero que no irían a ningún lugar concreto. En lugar de eso, y para ser coherente conmigo mismo, decidí decirle la verdad. Como siempre. Antes evalué los riesgos que podía correr. Él conocía a mi patrón. Era una persona muy conocida en el país. Tenía un poder muy superior al mío además del económico. De todas formas, no me importó absolutamente nada en ese momento.

"Yo también busco amistad y amor. Que alguien me quiera, y necesito devolver exactamente eso a la misma persona. Pero también necesito algunas cosas más." Dije esperando inútilmente que me evitara ser más explícito. Cosa que seguía sin ocurrir.

"A qué te refieres?" dijo pareciendo no sospechar realmente qué era lo que yo le quería decir.

Dudé un último segundo, y finalmente decidí abrir la jaula para ver si el tigre me iba a comer o no.

"Yo además de todo eso, necesito sexo." Confesé con la cabeza baja, sin tener el valor de mirarlo.

Se hizo el silencio.

Deduje que él no había nunca tenido en cuenta ni siquiera esa palabra cuando pensó en hablar conmigo.

"Sexo? Pero no entiendo. Tú no tienes novia? Tú quieres decir sexo conmigo? Oh, Dios. Tú eres homosexual?" Ahora lo noté verdaderamente nervioso cuando iba cayendo en la cuenta poco a poco del significado de mis palabras. Palabras que lo habían perturbado sobremanera. No dejó de mirarme hasta que continuó." Eso es imposible. Aunque quisiera no podría, ya te dije que ni siquiera se me para. Qué clase de sexo te podría dar un obeso e impotente como yo?"

Oh Dios, realmente no percibía concretamente qué era lo que yo necesitaba.

Esta era mi oportunidad.

Ahora o nunca.

"A usted no se le para, aunque eso no es definitivo, pero a mi sí. Yo no tengo problemas con mis erecciones." Hice un paréntesis como para escuchar su reacción. Como no la hubo, continué "Usted no se imagina, cómo lo deseo desde el primer día que lo vi por primera vez."

Me pareció que la sorpresa de él ahora fue mayúscula, y que no podía articular palabra alguna.

Lo miré por primera vez desde que comenzamos con esta conversación, y estaba totalmente anonadado, con la boca abierta.

"Pero..." Dijo al fin como negándose a entender lo que estaba escuchando. "Entonces, tú en verdad eres homosexual?" Preguntó de pronto demostrando su cara de espanto.

Oh, Dios!

Que me trague la tierra.

Yo estuve completamente equivocado de principio a fin.

Ahora estaba verdaderamente aterrado.

En qué terreno me estaba metiendo. Ya era imposible salir de allí limpio, puesto que ya estaba embarrado hasta las pelotas. Tenía que decidir si debía salir de allí de esa forma, o de lo contrario continuar internándome en el fango sin saber hacia donde me llevaría ese camino, teniendo en cuenta que lo peor sería finalmente morirme ahogado en ese mismo lodazal.

"Yo no me considero homosexual, sólo que me gustan los muy gordos." Dije reconociéndolo finalmente, pero sin intentar mirarle a los ojos.

"Por Dios, no sé qué decirte. Nunca pensé que era para esto." Dijo. "Jamás se me había cruzado por la mente lo sexual, ya que ni siquiera puedo responder a ello. Ya tienes tú alguna experiencia anterior con gente del mismo sexo?" Hizo una pausa medianamente larga. "Esto que me dices es horrible. Y sinceramente no sé si me gustaría." No había señal de enfado en lo absoluto en su rostro sino de sorpresa total.

"Sí, yo tengo alguna." respondí no deseando en ese momento hacerlo partícipe de mis vivencias, por lo menos hasta tanto no saber la decisión de él respecto a si aceptar o no mi propuesta. "Lo horrible sería si alguien se ve forzado a hacer algo que no está de acuerdo en realizar. Somos adultos."

"Me tienes sorprendido, realmente." Dijo luego de un largo momento sin articular palabra. Ahora su vista estaba fija en la calle. Estaba muy pensativo. Demasiado, diría yo.

Fui consciente del shock que le causé. Es como que le di vuelta toda su cabeza en un segundo.

O me iba de su vehículo en ese mismo momento, o esperaba a ver la siguiente fase de esta charla. No sé realmente qué posibilidades quedaban para seguir intentando algo con él.

Mucho tiempo en silencio.

Una eternidad.

"Escúchame. Y cuéntame cómo sería esta relación de la forma en que tú la propones?" Preguntó al fin, dejándome la pauta que no quería de ninguna forma perder la posibilidad de tener la relación que él me había planteado, y que por supuesto, siendo así, no todo estaba aún perdido. Y como no hay peor gestión que aquella que no se hace, decidí continuar hasta las últimas consecuencias.

"Honestamente me encantaría compartir con usted amistad y amor verdadero, recíprocamente, ya que me gusta muchísimo su compañía. Pero yo necesito tener sexo. No aguanto más estar sin tener sexo con alguien como usted." Me sinceré totalmente.

"Eso es asqueroso, hijo. Sexo conmigo? "parecía como que cada segundo que pasaba, él estaba más sorprendido aún.

Ahora sí, no había marcha atrás.

"Por favor, no se enoje. Comencemos ahora mismo esa amistad que usted dice. Quisiera contarle cosas que me pasan. Aunque más no sea de un paciente a un profesional." Dije dejando bien en claro mi ya terriblemente notoria desesperación.

"No, eso ya no podría ser. No puede haber esa clase de relación de paciente y profesional entre amigos. No sería objetivo ni mucho menos ético." Aclaró, e insistió. "A qué clase de sexo te referías anteriormente?"

"Sin límites. Sexo anal, sexo oral. Yo no tendría ningún problema en hacerlo con usted, de igual modo estoy muy dispuesto a satisfacerlo con todo lo que usted necesite, absolutamente todo estaría bien para mí, pero yo necesito que alguien me la chupe, y que me deje penetrarlo. Me muero de ganas de lamer todo un cuerpo como el suyo, besarlo, chuparlo de pies a cabeza."

Ahora sí, creí que todo estaba más claro que el agua.

"Oh, Dios mío!" Dijo solamente, con una cara que denotaba que esto era realmente algo que nunca se le había ni siquiera cruzado por la mente. Estaba totalmente shockeado. Se llevó ambas manos a la cara. "Entonces tú lo que quieres es que yo sea tu amante" dijo al fin. "Que me trasforme en tu mujer?" preguntó teniendo la certeza que no necesitaba una respuesta de mi parte. Estaba asimilando todo muy despacio.

"No necesariamente." Dije. "Todo lo que quiero es satisfacernos mutuamente. Dar y recibir placer sexual."

Nuevamente silencio.

Arrancó el vehículo.

Condujo sin hacer más comentarios de ningún tipo.

Muy pensativo.

Juro que me arrepentí de todo lo que dije. Juro por Dios que un escalofrío me recorrió por toda la columna vertebral pensando en todo lo que yo tenía que perder con lo que había sucedido dentro del automóvil esa noche.

Comencé a temblar. Mis erecciones había desaparecido hacía ya un rato muy largo y ahora mi sentimiento era de miedo.

Nunca antes había estado en una situación que se me había descontrolado de este modo.

Estaba enojado, pensé.

Hasta debería estar furioso. Cómo le voy a decir lo que le dije a alguien que no es homosexual? Soy un pelotudo total.

"Dónde vives?" interrumpió nuevamente mis pensamientos.

El clima dentro del vehículo ahora parecía un poco más frío.

Mi casa era a mitad de la cuadra de donde estábamos.

"Déjeme aquí en la esquina." Le rogué aterrorizado que hasta pudiera conocer mi domicilio y empeorar aún más las cosas.

Estacionó el automóvil.

Me puse a llorar de los nervios.

"Qué te sucede?" preguntó.

No contesté.

"Ven aquí." Me pidió, y con su brazo me atrajo hacia sí mismo, y con una mano comenzó a acariciarme el cabello, mientras yo le humedecía su pecho con mis lágrimas.

"Perdóneme. Soy un pelotudo." Dije entre sollozos, arrepintiéndome realmente de haber sido tan abierto con él de esa forma.

"No hay nada que perdonar. Yo te agradezco tu sinceridad. No era realmente lo que yo tenía en mente cuando me estaba acercando a ti." No dejaba de acariciarme cabello y rostro.

"Y ahora qué? Se me va a alejar?" pregunté pero fue más un ruego para que eso no ocurriera.

Me besó la mejilla.

"Me dejas pensar acerca de tu proposición?" me dijo de repente al oído.

Me sorprendí porque había pensado que todo ya estaba perdido.

Me incorporé y lo miré directo a los ojos.

"En verdad lo va a pensar?" dije no pudiendo disimular mi sorpresa. "No está enojado conmigo?"

"Veo que aún no confías del todo en mi." Dijo, y nuevamente me sorprendió su comentario. "Yo sí confío en ti. Ya me demostraste que eres una persona sumamente confiable. Has sido muy sincero conmigo sin importarte las consecuencias. Pero déjame pensarlo, si?" repitió.

Asentí con la cabeza.

"Si su respuesta llega a ser negativa. No me va a complicar en nada, verdad?" pregunté temblando, sin ocultar que estaba casi aterrado con lo que me pudiera suceder.

"En lo absoluto, hijo. No temas." Me dejó tranquilo. "Ni siquiera irías a perder un cliente. Ya decidí aceptar nuestra amistad, por lo que además tu secreto ya está bien guardado conmigo"

Su contestación me dejó bastante más tranquilo.

Lo miré nuevamente a los ojos, y esta vez fui yo el que le dio un beso en su mejilla.

Ahora el sorprendido fue él.

Me bajé del auto.

"Hijo." Me gritó antes que cerrara la puerta. "Cuidate, si?"

Esa noche me costó muchísimo conciliar el sueño, y cuando finalmente lo logré tuve una de mis pesadillas de esas que te despiertas muy sobresaltado, todo transpirado y con escalofríos.

Fui al baño, me miré al espejo y estaba blanco como la leche. Otra vez me asusté. Me lavé la cara con agua fría y enseguida decidí tomarme una ducha caliente que fue lo que finalmente me alivió, pero no pude volver a pegar los ojos por el resto de la noche.

Todo el día siguiente la pasé mal. Por lo que me había ocurrido en el automóvil la noche anterior, por la pesadilla que tuve, por no haber dormido casi nada, y por la intriga de no saber lo que realmente sucedería con Eduardo. No me pude concentrar en mi trabajo, y cada vez que sonaba el teléfono pensaba que el que llamaba era él, pero eso no sucedió.

Se hicieron las 8 PM, fin de la jornada laboral. Cerré la tienda, me despedí del resto del personal, y me encaminé hacia la parada del autobús. Fue en ese momento que vi las luces del Mercedes azul que se prendían y apagaban intermitentemente, y comenzó a acercarse hacia donde yo iba caminando.

Detuvo el movimiento, y se bajó el vidrio de la ventanilla del lado del acompañante.

"Sube." Ordenó.

Así lo hice.

La adrenalina por la incertidumbre a lo desconocido comenzó a recorrer por todo mi cuerpo.

Qué experiencia me tenía reservada en esta oportunidad el destino, al que muchas veces me había entregado completamente a sus sabias manos tal como el que se tira a una piscina desconociendo si está llena de agua?

Me besó en la mejilla.

"Tengo una respuesta para lo que hablamos ayer. "Comenzó diciendo. "Mira. Reconozco que confío en ti, y eso es demasiado, ya que mucha gente en quien confiaba me ha defraudado muchísimo con el correr de los años. Cuando algo así te sucede, dejas de creer en las personas. Sé que eso no es correcto, porque no todos son iguales, pero muchas veces lo parecen. Aprecio mucho tu sinceridad para conmigo. No sé realmente si estoy preparado para una relación como la que tú me propones, pero decididamente quiero darte afecto, y sobre todo quiero recibirlo. Me gustaría cuidarte. Conocerte. Ayudarte. Por otra parte, tengo mis propios temores. No quisiera que nuestra relación resulte dañada por alguna otra persona. No entenderían lo nuestro. Con respecto a lo que tú me propusiste, lo que tú necesitas, no estoy seguro de poder brindártelo. Realmente no estoy seguro de querer ni de poder hacerlo. Pero definitivamente quisiera al menos intentarlo. Si tú quieres, ver hasta dónde llega esta relación."

Sus palabras me hicieron emocionar, posiblemente porque no me esperaba que se decidiera a favor de intentarlo.

"Usted puede confiar en mi, sin ninguna duda. No soy de tener amigos, pero cuando los tengo soy muy leal, muy fiel. Una vez tuve un amigo por el cual hubiéramos dado la vida uno por el otro. Para mi, siempre un amigo va a ser verdadero, nunca lo consideraría amigo de otra forma. No tengo problemas en confiar en usted, en verdad usted también me inspira mucha confianza. Me gustaría que fuera recíproco y poder contarnos todos los secretos. Estoy necesitado de amistad, realmente. La diferencia de edad no es un impedimento para mí. Tampoco tengo problemas con mantener esta relación en secreto. Creo que sería algo que yo mismo hubiera pedido ante todo. Por lo que efectivamente, estoy de acuerdo con usted. Por el otro tema, supongo que me gustaría poder esperar a que todo se de en forma natural, pero yo estoy muy necesitado, realmente, aunque igual acepto, ya que cuando lo llene de mimos no creo que se pueda resistir. Yo estoy dispuesto a compartir con usted absolutamente todo. Usted también intentaría compartir todo conmigo sin ningún problema?"

"Por supuesto, lo intentaría al menos, mi niño." Me dijo en la forma más tierna y con una sonrisa fruto de lo que yo acababa de decir.

"Está seguro?" pregunté con una sonrisa por demás maliciosa.

"Qué tienes en mente?" preguntó ahora demostrando dudas con respecto a esa parte del trato.

"Es que soy un poco perverso." Dije recordando mis gustos.

"A qué te refieres concretamente?." cuestionó entre sorprendido y deseoso de saber.

"Ah, no." Le dije "Eso no es justo. Si yo tengo que confiar en usted, debería recibir la misma confianza. Sinceramente, yo tampoco haría nada para

lastimarlo en ningún modo." "Me parece justo, hijo." Me dijo paternalmente. "Sólo te pido que me tengas algo de paciencia, si? Quiero cumplir con mi parte, pero me podría costar un poco acostumbrarme a la idea."

"No hay problemas con eso. No me siento muy cómodo diciéndole señor a cada rato. Cómo le gustaría que lo llame?" pregunté ya que él insistía en llamarme de esa forma tan paternal.

"Cómo te gustaría a ti llamarme?" preguntó dejándome en libertad de elección.

"No sé. Me gusta que me llame ‘hijo’, o ‘mi niño’, como lo ha hecho. Me hace sentir muy bien, protegido." Pensé unos instantes y agregué "No se enojaría si lo llamo ‘abuelito’?"

Sonrió nuevamente.

"No, cómo me voy a enojar. Ven para aquí, mi niño." Y abrió un brazo para recibirme junto a él."

Me acerqué y apoyé mi cabeza contra su pecho. Me abrazó. Me besó en la frente, mientras con mi mano le toqué el pecho contrario al que refregaba mi rostro.

Sentí realmente amor en cada movimiento de él.

Amor que hacía mucho tiempo no me hacían sentir.

No terminaba de acostumbrarme a lo que realmente estábamos a punto de hacer. Pero la urgencia de tener sexo con alguien después de tanto tiempo, me hizo acostumbrarme a la idea lo más rápido posible para que no fuera un obstáculo.

Su brazo seguía sosteniendo mi cabeza muy fuerte contra su pecho y continuaba sintiendo sus besos sobre ella.

Decidí que este era el momento de la verdad.

Acerqué muy lentamente mi mano diestra hasta apoyarla sobre su tremendo muslo derecho.

Esperé alguna reacción en vano.

Deslicé la mano en dirección a su entrepierna, siempre en forma muy suave y sin apuro en ningún momento.

Llegué a la unión de sus dos muslos.

Tampoco hubo ninguna reacción allí.

Por mi experiencia anterior, imaginé que sus genitales no estarían donde cualquiera hubiera supuesto que se encontraban. Entonces alargué la mano y la deslicé más profundamente por entre sus piernas, y bastante más por debajo, casi como si fuera hacia su culo. Toqué algo blando. Sentí sus testículos en mi mano.

La única reacción de él, fue abrir más sus piernas y apretar más fuerte su abrazo que me tomaba del hombro, como diciendo "Bueno, si esto es lo que quieres, es todo tuyo."

Acaricié suavemente los testículos sabiendo que su pene no iba a aparecer por lo menos en esa oportunidad

Sin sacar mi mano de allí, levanté la cabeza hasta tener mis ojos directamente enfrentados a los suyos, le di un beso en la mejilla y le susurré al oído: "Lo deseo mucho, abuelito. Lo necesito mucho."

Su respiración comenzó a agitarse.

Nuevamente sentí como apretaba su abrazo.

Sus ojos se humedecieron.

Bajé mi mirada a sus labios, y se los besé por primera vez.

Un acto reflejo suyo hizo que amagara a retirarlos, como con un susto repentino, ya que lo mío fue un impulso imprevisible, pero no los terminó de apartar. Muy por el contrario, los unió a los míos, y nos fundimos en nuestro primer beso.

Fue un beso torpe de su parte. Como si no supiera hacerlo, o tal vez como si se hubiera olvidado a darlo. No quise saber cuánto hacía que él no le daba un beso a alguien en la boca.

Lentamente, yo estaba dejando claras mis intenciones, y él las suyas.

No buscábamos lo mismo en lo absoluto. Pero algo era definitivo, él obtendría lo que buscaba, y yo me aseguraría de lograr lo que yo necesitaba. Con amistad, con afecto, con cariño, con mucha ternura, con amor pero también con sexo. Sentí infinitas sensaciones en ese momento, pero también mucha pena por todos los gordos del mundo que estaban en la misma situación que él, desprovistos de todo eso tan maravilloso.

Qué injusto que es el mundo.

"Sabes qué?" preguntó de pronto y sin esperar respuesta prosiguió. "Estoy decididamente dispuesto a darte todo lo que tú necesitas. Absolutamente todo. Hasta quisiera sentirte dentro mío en este mismo momento. Me haces sentir cosas que ya había olvidado hace mucho tiempo, y pensé que nunca volverían. Sólo tenme la paciencia necesaria, si?"

Si esto era un sueño, no quería despertarme nunca más.

Era verdad lo que acababa de escuchar?

Me propuse una meta.

Me juré a mí mismo que tarde o temprano, lo iba a conseguir.

Encendió el vehículo.

Yo estaba nuevamente en silencio mirando por la ventanilla hacia fuera.

"Cuál es el problema, hijo?" Preguntó con real interés teniendo la certeza que algo sucedía.

Era inútil. No le podía ocultar nada.

Él se daba cuenta a la menor preocupación mía.

"No hablamos de un tema muy importante." Comencé diciendo." En qué lugar vamos a encontrarnos? No podríamos hacer todo lo que quisiéramos en el automóvil. Supongo que habrá otro lugar al que podríamos ir. Yo no tengo más lugar que mi casa. Allí es imposible, ya que está mi madre casi siempre. En mi trabajo, está fuera de toda discusión si queremos mantener el secreto. No sé dónde podrían ser las alternativas?"

"Tienes razón. Lo mío es más fácil, pero sé que para darte lo que tú necesitas aquí es un espacio muy reducido. Mi casa está disponible los sábados y domingos. Mi esposa se va a coger todos los fines de semana..."

"Cómo?" interrumpí sorprendido.

"Y sí, como yo no la puedo satisfacer, se va todos los viernes a la noche y vuelve los lunes por la mañana. Ella lleva a mi hijo a la casa de la abuela cada fin de semana cuando se va. No te sorprendas. Prefiero esto a que lleve a los amantes a casa como ocurrió la primera vez que me enteré. Yo llegué a media tarde para ducharme antes de una reunión. Y cuando iba subiendo las escaleras hacia los dormitorios, escuché gritos y jadeos. Cuando finalmente llegué al nuestro, casi me da un infarto. Ella estaba cogiendo con un negro grandote y en nuestra propia cama. Eso no fue lo peor. Me oyeron llegar, y muy lejos de detenerse o avergonzarse, siguieron el culeo, y ella mirándome y a los gritos, me dijo ‘ven gordo cornudo, quédate y fíjate bien así aprendes de una buena vez cómo se hace’. Te imaginas que me fui a la oficina así mismo como estaba, totalmente avergonzado y muy triste."

"Por Dios. Qué mujer más malvada." Realmente me salió esa expresión. "Y cómo hizo para volver a su casa después de eso?"

"Cuando lo hice, tuvimos una charla. Por supuesto que ella me dijo que si yo no la atendía, iría a buscar gente que sí lo hiciera. Por lo que supongo que se transformó en una prostituta de lujo. Eso ya no me importó, sólo que le dije que no le volvería a permitir hacerlo otra vez en nuestra propia casa. Como no le demostré enojo por lo de esa tarde, lo aceptó de muy buena gana. Pero nosotros sí podríamos pasar los fines de semana en casa, ya que ni por asomo se aparecería alguien por allí. El único problema sería el personal doméstico, pero supongo que no lo voy a necesitar estando tú conmigo. Me gusta mucho como me ayudas a vestirme, mi niño." Y me regaló un guiño de complicidad.

O sea que íbamos a ser pareja de fin de semana.

No era lo ideal, pero bueno, qué se le va a hacer.

Peor era nada.

"Claro que también podríamos usar mi consultorio." Me sorprendió de repente. "Eso dependería de la frecuencia adecuada para lo que tú necesitas."

"Y si por mí fuera, sería todas las noches. Si es que usted no tiene ningún problema, abuelito." Dije con una de mis mejores sonrisas.

"No podríamos hacerlo todas las noches. Despertaríamos alguna sospecha en el portero del edifico. Quieres ir allí ahora?." Preguntó como si hubiera más de una respuesta a su pregunta.

Llegamos finalmente al sexto piso del edificio.

Abrió la puerta. Una sala de estar grande con el escritorio y silla de su secretaria y un par de sillones grandes. Al centro, había una mesita repleta de revistas.

Otra puerta y pasamos al consultorio mismo.

El lugar era bastante amplio.

El piso estaba cubierto con una moquete bastante gruesa, que me hizo imaginar qué tan bien se sentiría estar revolcados ambos allí entregados a mi lujuria.

Un escritorio de roble muy fuerte estaba en uno de los lados, delante de un sillón individual alto, muy acolchado y con rueditas que usaba como su silla de escritorio. Adosada a una de las paredes, se encontraba un sillón triple que supuse que lo usaban como diván.

Varios armarios y ficheros, y cuadros colgando entre los cuales se encontraban diferentes títulos profesionales de mi abuelito.

Pedí hacer una llamada para avisar a mi madre que llegaría muy tarde a casa.

Creo haber comentado en más de una oportunidad que a mi no me gusta mentir, por lo que ya tenía bien enseñados a todos los que me rodeaban. Mi madre era una de esas personas, y en esta oportunidad tampoco me preguntó nada. No lo hacía nunca más desde la vez que le contesté:

"Mamá, prefieres que te mienta o que guarde silencio?" ante su asombro continué " Entonces no cuestiones, porque si yo creo conveniente decirte adonde voy, o qué hago, te lo voy a decir sin necesidad de que me lo preguntes."

"Bueno aquí estamos, mi niño." Dijo Eduardo siempre con voz paternal. No estaba seguro si estaba resignado a realizar todo lo que yo deseaba, pero ya no podía esperar más.

"Cómo lo deseo, abuelito." fue lo primero que se me vino a la mente. "Discúlpeme, pero es que no aguanto más. Ardo de deseos."

"Me tienes que guiar, querido, nunca te olvides que todo esto es nuevo para mí. Intentaré complacerte en todo, pero ya que tú tienes alguna experiencia, enséñame, para poder hacerlo mejor." Me gustó su espíritu cooperativo."No olvides de tenerme un poco de paciencia. Debes entender que no estoy acostumbrado a tener este tipo de relaciones homosexuales."

"Se está arrepintiendo de algo?." Pregunté con algo de preocupación que no se pudieran concretar mis deseos.

"No, mi niño. Estoy seguro que quiero complacerte en todo lo que tu desees." Dijo al fin, y respiré aliviado.

Me acerqué a él, y como ya era costumbre en mi, no lo pude abrazar. Le solicité que se sentara en el sillón grande, y yo me senté en su muslo derecho como si fuera a caballito, de frente hacia él. Le rodeé el cuello con mis brazos, el único lugar donde lo podía hacer, y nos besamos en la boca.

Fue un beso largo, como explorándonos con los labios. Cuando agregué mi lengua al trabajo, sentí su reacción de rechazo. Apartó su boca de la mía, con una mirada aterrorizada. Me vio a los ojos, asintió resignado, y ahora fue él que besó mi boca y lentamente introdujo su lengua dentro de ella.

Entendía perfectamente sus brotes de rechazo, ya que nunca había tenido más relaciones que las heterosexuales, aún sospechando que éstas tampoco habían sido demasiadas. Me pregunté de pronto, en qué circunstancias habría conocido a la que era su esposa, ya que había demasiada diferencia de edad entre ellos. También quería saber si había tenido a alguien más antes que ella. Sólo imaginarme a este obeso cogiendo aunque más no fuera la vez que le introdujo el espermatozoide a su esposa que dio fruto a su hijo, me puso el miembro tan duro, que Eduardo lo notó inmediatamente sobre su muslo.

Sin dejar de besar, empujé mi rodilla buscando sus testículos, levantando con el envión su abultada panza que descansaba sobre sus muslos. Primero suavemente, para seguir luego con más fuerza. No debía hacerle ningún daño, pero la calentura que tenía en ese momento, me dictaba hacer cosas que me descontrolaban.

Sin dejar de besarlo ni de frotarle la rodilla en los genitales, le fui desabotonando la camisa.

Uno a uno los botones fueron vencidos por mis dedos desesperados.

Cuando finalicé con el último, aparté mi boca de la suya, para ver como quedaban expuestos a la luz sus hermosos pechos al quitarle por completo la camisa.

Mi respiración superaba la velocidad habitual.

No así la de él.

Parecía que fuera mi esclavo sumiso, cumpliendo todos mis bajos instintos.

Era que él no iba a gozar nunca conmigo?

La respuesta no me importaba en este preciso momento. No es que fuera egoísta. De hecho, no lo soy.

Pero podríamos dejar eso para después?

Por favor?

Tomé con mis dedos ese hermoso y gigante pezón que pareciera como que me estuviera llamando.

Lo besé.

Lo lamí.

Me lo introduje completamente dentro de mi cavidad bucal.

Lo chupé.

Nada.

Absolutamente nada.

Ninguna reacción.

"Le gusta, mi abuelito?." Pregunté no sabiendo realmente cual sería la respuesta.

"Si te gusta a ti me quedo satisfecho." Dijo, lo que me pareció realmente sincero y conveniente. No estaba reconociendo que le gustara a él. Sólo estaba decidido como habíamos quedado a darme todo el placer que yo necesitaba.

Continué aunque con un poco de tristeza por ser incapaz de hacerlo excitar.

Hice exactamente lo mismo con el otro pezón.

Y acto seguido, comencé a bajar con la lengua desde su pecho, pasándola por toda su panza. Me detuve en su ombligo apretado por el cinturón que aflojé lentamente. Acerqué mi lengua a ese agujero umbilical el cual lamí, metiéndole la lengua muy profundo. Le desabroché el botón superior de la bragueta, y le bajé el cierre.

Él simplemente seguía manteniéndose como un espectador, con una mano siempre por encima de las mías, como para detenerme en cualquier momento. Por suerte eso no ocurrió.

Sin comentarios.

Sin jadeos.

Sin cambiar el ritmo de su respiración.

Sin excitación.

Pero también sin interrupciones, ni preguntas, ni objeciones.

Lo que me animó a continuar.

Me bajé de su muslo, y le pedí que levantara el trasero para poder sacarle los pantalones.

Lo hizo, y se los terminé quitando, luego de sacarle los zapatos y las medias.

Noté esta vez un poco de pudor en su rostro, por quedar de esa forma frente a mi.

Sus amplias piernas gordotas quedaron totalmente expuestas a mi lujuria.

Se las acaricié desde los dedos del pie subiendo por las gruesas pantorrillas, masajeándole las hermosas rodillas, y besándoselas. Igualmente hice lo propio con los muslos donde un rato antes estaba apoyado mi culo en uno de ellos.

Besé y lamí cada milímetro desnudo de su cuerpo. No quedó nada sin sentir mis labios ni mi lengua. Desde los pies hasta su cara. Pasando por su vientre, abdomen, pechos, brazos, axilas, cuello, absolutamente todo. Todo, excepto su zona genital que por mantener aún puestos sus calzoncillos, continuaba oculta.

Cuando fui lamiendo por el lado interno del muslo derecho choqué mi nariz con presión en su entrepierna, empujé y aspiré lo más fuerte que pude.

Su aroma me hizo casi perder los estribos.

Le pedí que se echara lo más atrás que pudiera, para dejar algo más expuestos los genitales escondidos.

Abrí con dos dedos la abertura de sus calzoncillos, y metí la lengua por allí.

Toqué los pendejos de su vientre. Intenté llevar la lengua más hacia abajo, pero no conseguí llegar a donde yo quería.

Tomé sus testículos con una mano por sobre sus calzoncillos y se los chupé, mojándole toda la tela.

Ahora le pedí que me dejara quitárselos.

El mismo movimiento que antes para permitírmelo, y salió dejando a mi disposición esos hermosos testículos grandes, que veía por primera vez.

No había pene en lo absoluto. Apenas un pedazo de piel arrugada, y recordando lo que él había dicho en más de una oportunidad, hacía presumir que nunca su miembro iría a despertar para conocerme.

Acerqué mi rostro a sus testículos, y en lugar de mi boca, fui con mi nariz nuevamente y olfateé con fuerza, apretándoselos.

Tenía un leve aroma a excitación y transpiración, pero realmente ningún jadeo o respiración agitada hacía adivinar que lo primero estaba instalado allí.

Ahora lamí un testículo, luego el otro. Nuevamente el primero, ahora con más fuerza, y el contiguo para que no se pusiera celoso.

Esta vez, y sólo ésta, sentí que se aceleraba su respiración por unos instantes.

Fue en ese momento que recordé la promesa que me hice a mí mismo. Me juré hacerlo excitar como nunca nadie lo había hecho antes. Me juré que lo iba a hacer gozar. Me juré que aunque no sabía realmente cómo, le iba a sacar leche de su miembro muerto. Y me juré hacer todo lo posible para demostrarme a mí mismo que yo era capaz de hacerlo. Nada me iba a detener en el intento. Estaba dispuesto a probar absolutamente todo lo que fuera necesario para lograrlo.

Eso me puso frenéticamente excitado.

Toqué la piel arrugada encima de sus bolsas testiculares con la lengua. Jugué allí un instante hasta asegurarme que nada iba a emerger. Cuando estuve seguro de ello, le pedí que se diera la vuelta.

Sin pedir explicaciones, lo hizo.

Se puso arrodillado sobre el piso, todo su abdomen sobre el sofá y su hermoso trasero enfrente de mi.

Por Dios, creí morir al verle la raja del culo. Nunca había visto una tan profunda.

Acaricié los muslos oscuros fruto de los roces entre ellos. Los volví a besar. Lamí nuevamente sus testículos, ahora desde atrás, Y fui por su agujero.

Le pedí que me ayudara con sus manos para sostenerse separadas las nalgas. También en eso me complació.

Me iba a costar muchísimo poder acceder a ese agujero oculto.

Acerqué mi lengua, y comencé a introducirla por allí.

Lamí todo lo que estaba a mi alcance. Desparramé saliva por doquier. Saboreé su transpiración anal y no dejé de besar toda la zona.

"Realmente te gusta hacer esto? Preguntó sorprendido.

Mi única respuesta fue continuar con ello sin cesar.

Noté que eso le gustaba, porque sentí unos sordos jadeos.

Me llevé un dedo a la boca y empecé a chupármelo.

Lo inundé de saliva, y se lo acerqué al culo.

Lo toqué y le esparcí el lubricante natural por todo lo largo, y ancho de su ano. Cuando intenté introducirle el dedo dentro, nuevamente la reacción de sobresalto.

"Está todo bien, abuelito?" pregunté deteniendo la respiración y deseando que la respuesta no fuera negativa.

"A ti realmente te gusta hacer esto, mi niño?." Preguntó nuevamente y yo volví a retomar el ritmo respiratorio ya que conocía lo que seguía a continuación. Ante mi afirmación, continuó. "Bueno, si es así, sigue sin problemas. Ya te dije que quiero darte todos los gustos, hijo."

Realmente esperaba que no se fuera a arrepentir, porque la excitación me estaba llevando a un descontrol total, y estaba dispuesto a llegar al fondo del asunto.

Literalmente.

CONTINUARÄ

Comentarios a zesna@lycos.com

Si no desean escribirme, un comentario en esta página sería sensacional.