El gordo de navidad
Se levantó la sábana que me estaba cubriendo dejándome sentir el aire ambiental de la habitación y nuevamente volvió a chillar la cama cuando algo muy pesado se instaló a mi lado.
EL GORDO DE NAVIDAD
24 DE DICIEMBRE.
Siempre tuve una fantasía.
Cómo sería estar abrazado a ese gordote que sólo aparece una vez al año pasada la Nochebuena. Ese personaje que lleva alegría a todos los niños del mundo y que cambia de nombre dependiendo del lugar del planeta. Papá Noel, San Nicolás o Santa Klaus? No importa, es él. Él mismo.
Nunca había le mandado una carta desde que dejé de ser niño. Por qué? Nosotros los adultos no tenemos fantasías?
Sí yo la tengo, y una muy grande. Soy consciente que nunca se ma va a cumplir.
Me armé de valor y le envié un email al obeso vestido de rojo, ignorando realmente donde iba a parar. La gran pregunta es: qué adulto en su sano juicio puede aún creer en él. Sólo la inocencia de un niño podría. Pero todos tenemos algo de ese niño en algún rincón del corazón. Y yo quería combinar ese lado infantil con mi cuerpo de adulto.
Quería fantasear con la parte sexual, teniendo en cuenta que iba a ser imposible recibir una respuesta por parte de él.
"Querido Papá Noel.
Siendo niño, siempre he recibido toda clase de obsequios de tu parte. Juguetes de todo tipo, colores y tamaños. Cuando dejé de serlo, ya pensé que no creía más en ti.
Es que la ilusión no debería seguir latente? Es que sólo te pude disfrutar cuando era un niño? Es que nunca te diste cuenta realmente que siempre te quise? Jamás te percataste que desde que era un crío ya tenía una predilección especial por la gente gorda como tú? Será posible que ni tú te diste cuenta que en mis sueños te abrazaba y me dejaba ser abrazado por ti, sintiéndome seguro en tu regazo? Hallándome protegido entre tus fuertes brazos? Imaginando que tú me querías lo mismo que yo a ti? Aspirando tu aroma y permitiendo a tu larga y blanca barba servirme de almohada mientras me cobijaba entre tus brazos sintiéndome el niño más feliz del mundo?
Y ahora, qué pasa? Ya he perdido la inocencia. Ahora soy todo un hombre. Estoy en mi plenitud sexual. Tengo la suficiente experiencia como para saber cómo responder a mis necesidades. Ahora, por fin me percato que toda esa atracción que tenía hacia ti cuando era apenas un infante, era producto de una homosexualidad latente pero oculta, atracción que tenía únicamente a cualquier persona obesa como víctima, pero que se reflejaba mucho más en ti por ser publicitado cada 25 de diciembre con bombos y platillos. Una atracción que escapa a mis controles. Es algo que está en mí desde el día en que nací.
Y todo este preámbulo es simplemente para pedirte un último deseo. Quisiera que me cumplas el más grande de mis sueños. La fantasía que sería la madre de todas las fantasías. Quiero con todo mi corazón pasar una sola noche contigo. Para lo que estés dispuesto. Para darme lo que quieras, o recibir lo que necesites. Pero solos, tú y yo en el mismo dormitorio sin testigos, en la misma cama sin ropas. Tú sólo dime qué debo hacer para concretar mi fantasía, mi más anhelado deseo, y dalo por descontado que estoy dispuesto a todo por conseguirlo.
Con mucho afecto,
Zesna."
Mayúscula fue mi sorpresa cuando recibí casi al instante la contestación a mi email.
"Querido Zesna.
Suelo cumplir con los deseos de todos los que me envían correspondencia. Y para serte sincero, tú eres la única persona adulta que lo ha hecho en toda mi larga existencia. Te contestaré a ti lo mismo que respondo a los millones de niños que me han hecho llegar sus demandas: Sé feliz, pórtate bien durante todo el año, y no sólo unos pocos días de diciembre. Obedece a tus padres y haz una buena acción diaria, y obtendrás el pedido que me haces.
Sinceramente.
Papá Noel"
Oh, santo Dios.
Papá Noel existe finalmente.
Decididamente, no me considero mala gente, pero seré una mejor persona aún por el resto de mi vida, si eso hace realidad mi anhelado sueño.
24 DE DICIEMBRE.
UN AÑO DESPUÉS.
"Querido Papá Noel.
He cumplido con creces y con mucha felicidad tus requerimientos durante los últimos 365 días. Sé que durante la Nochebuena tú tienes mucho trabajo repartiendo los juguetes a todos los niños que se han portado bien por todo el mundo. Supongo que ya sabrás del enorme sacrificio que he hecho durante todo el año, y todo porque me muero de ganas de tenerte en mi cama aunque más no sea por unas horas.
Te mando un beso.
Zesna."
"Querido Zesna.
Teniendo en cuenta la diferencia horaria que hay en todo el planeta, suelo estar ocupado hasta entrada la madrugada. Pero como siempre me gusta cumplir con los deseos de los que me escriben, también lo haré con el tuyo. ya que no hay ningún impedimento para ello, porque tú has hecho la parte que te corresponde con creces durante todo el año.
Deja abierta la ventana de tu dormitorio a las 3:00 AM.
Otro beso para ti.
Papá Noel."
Toda esa noche me pasé visitando los shoppings y grandes tiendas para ver a todos los falsos Papá Noel que muchas veces ni siquiera se tomaban la molestia de contratar a alguien gordo para representarlo. No pude ni siquiera hacerme la idea de tener a ninguno de ellos entre mis sábanas, porque ninguno me gustaba. Nadie logró hacerme fluir siquiera una sola gota de adrenalina en mi cuerpo. Igualmente yo no estaba enfadado para nada. Total, en unas horas más yo tendría al verdadero obeso en mi habitación
Retorné a mi casa, y simplemente esperé impacientemente la hora señalada.
Miré por la ventana, y no vi a nadie.
No iba a venir, pensé, puesto que ya eran las 3 de la madrugada.
Bueno, casi.
Resignado, me senté sobre la cama y observé el reloj digital.
02:59:57
02:59:58
02:59:59
03:00:00
Volví a mirar la ventana, y allí estaba él, sentado en el marco.
"Fui puntual?" Preguntó con una sonrisa matadora.
Por todos los cielos, qué hermoso que era!
Carita regordeta y mucha papada. Labios escondidos entre bigote y barba de un color blanco oxigenado. Nariz prominente y un par de ojos invisibles, al menos mientras durara su sonrisa. Cuerpo gigante y tremendo vientre. Pechos abultados y cadera inmensa que hacían adivinar un trasero de antología. Brazos y muslos fuertes que se disimulaban dentro de su holgado y clásico atuendo rojo. Un cinto negro con gran hebilla dividía en dos esa gigantesca panza que regocijaba mis ojos. Su copete rojo con el pompón blanco no faltó a la cita ocultándole parte de esa abundante cabellera igualmente canosa y brillante.
"Puedo darle un abrazo?" Pregunté tímidamente.
"Hoy es tu noche de ilusión. Puedes hacer lo que te venga en gana."
No fui realmente consciente de sus palabras en ese momento, porque su presencia realmente me cohibía. Mi ídolo de la infancia, que aún lo seguía siendo y siempre lo será, estaba ante mis ojos y en mi habitación. El pulso y la respiración comenzó a acelerárseme a un ritmo vertiginoso cuando caí en la cuenta que él iba a pasar el resto de esa noche a mi entera disposición.
Me acerqué a él e intenté abrazarlo, y como siempre sucede en estos casos, fui yo el que terminó siendo apresado por esos inmensos brazos que me sostuvieron bien fuerte, y ese fue el único motivo por el cual me pude mantener en pie, ya que me temblaban las piernas en forma nerviosa.
Apoyé mi cabeza contra su pecho y me sentí como en las nubes.
Una de sus manos me acarició el rostro, y jugueteó con mi cabello. La yema de uno de sus dedos, gruesa y áspera, me recorrió muy suavemente todo el trayecto entre el hombro y mi oreja.
Qué sensación más placentera!
Me aparté de su pecho, y lo miré a los ojos. Su expresión era de un afecto extremo. Aún continuaba esa sonrisa dibujada en sus labios y su respiración se mantenía calma.
Le acaricié la barba, y seguí con el resto de su rostro. Le exploré cada milímetro de su cara con los dedos.
Lo besé en la mejilla.
Le busqué la abertura de su boca por entre bigote y barba, y tuve una visión más clara cuando finalmente separó sus labios carnosos. Sus dientes blancos se dibujaron por entre la maraña de pelo, y una gruesa lengua se adivinó por detrás de ese ejército de soldados de marfil.
Le pasé el dedo índice por sobre el labio inferior, y me lo besó.
Su sonrisa persistía inalterable.
Le pasé los brazos alrededor el cuello, y permití a mi sentido del olfato sumarse a la emocionante experiencia tantas veces añorada. El aroma sobre su oreja era sumamente agradable. Apenas le rocé el lóbulo izquierdo con la lengua, fui yo mismo el que se volvió loco de excitación.
Ahora noté su aliento más fuerte sobre mi cuello, mientras seguía hurgando con mi órgano gustativo alrededor y por dentro de su oreja.
Un repentino gemido me hizo detener.
Su respiración se había acelerado aún más y los jadeos ya se veían vislumbrar.
Oprimí mi rodilla contra su vientre, y la levanté para llegar a su entrepierna. Sólo la apoyé allí sintiendo un bulto gelatinoso y algo que comenzó a endurecerse rápidamente a partir de ese preciso instante. Hice presión para sentir completamente su erección, y él me devolvió la cortesía haciéndolo latir reiteradamente y dándome a conocer que él también lo estaba disfrutando.
Mi lengua en esos momentos recorría el lado izquierdo de su cuello, obligándolo a retorcerse de placer.
Me tomó la mano, y me condujo a la cama.
Me quitó la camisa y el short que llevaba, y pidió que me metiera entre las sábanas.
Apagó la luz, y todo quedó hundido en las penumbras.
Escuché un rechinar de hebillas por lo que adiviné que se estaba sacando el cinto. Movimientos de ropa de seda se escuchó por toda la habitación intercalada por su ahora fuerte y apresurada respiración. Mi cama crujió en uno de sus costados y sentí como se hundió el colchón en ese sector. Adiviné que se había sentado allí y cuando escuché dos golpes contra el piso de mi dormitorio tuve la certeza que se había quitado las botas. Nuevamente crujió la cama y se sintió aliviada del peso de su trasero. Otra vez el roce de seda contra seda me hizo vaticinar que finalmente sus pantalones habían conocido el piso de mi cuarto.
Se levantó la sábana que me estaba cubriendo dejándome sentir el aire ambiental de la habitación y nuevamente volvió a chillar la cama cuando algo muy pesado se instaló a mi lado. La sábana me volvió a cubrir, pero noté que ahora estaba muy por encima del nivel de donde se encontraba hacía apenas un momento.
Los latidos de mi corazón se asemejaban al galope de un corcel por el sonido y la velocidad. Otra vez se hacía presente la adrenalina, y sensaciones cercanas al orgasmo me venían al cuerpo. Era la incertidumbre, el reto a lo desconocido, que me provocaban toda clase de gratos desórdenes en mi interior.
Sentí cómo una mano gigante me tomaba la mía, y la conducía hacia su boca, besándola suavemente.
Siempre guiado por él mismo, esa mano recorrió su amplio pecho que reconoció como extremadamente gordo y descansó en uno de sus pezones endurecidos. Ya no necesité más anfitrión para conocer cada paso a seguir.
Me incorporé y me puse de costado, apoyado sobre mi brazo derecho directamente enfrentado a él, que también se hallaba en la misma posición, pero inversa. Mi mano frotaba su pezón derecho y lo apretaba de vez en cuando reconociendo que su grosor era bastante similar a la yema de uno de mis dedos.
Acerqué mi boca a la suya, pudiendo sentir su agitado aliento que me rebotaba directamente en la nariz. La oscuridad de la habitación era casi total y sólo se vislumbraban apenas unas siluetas adivinando el lugar de las cosas que no podía distinguir.
Cada vez que intentaba darle un beso en la boca, su barba me delataba y él se apartaba girando su cabeza. Una y otra vez. Fue cuando escuché su carcajada cuando comprendí que estaba jugueteando conmigo.
Bastó que le pidiera "por favor", para abandonar el juego y permitirme al fin conocer el sabor de sus labios. Fue el beso más dulce que di y recibí en mi vida. Apenas fue unos instantes que me bastaron para reconocer todo el amor y calidez que despedía esta persona. Un beso no demasiado largo, pero cargado de sabor y electricidad, que me hicieron erizar todos los vellos del cuerpo. Húmedo sin exagerar la segregación, inofensivo en el sentido que nada más que los labios fueron los que protagonizaron el evento. Pero suficiente para desear en un sentido utópico, el tener a este gordo por el resto de mis días junto a mi.
Mi boca buscó a tientas su pecho y lamió un enjambre de pelos que también adivinaba eran canosos como toda su cabellera, barba y bigotes. Cuando ubiqué mi brújula fui por el chupete que tenía incrustado en una de sus aureolas. Succioné con frenesí, escuchando ahora como aumentaba el volumen de sus jadeos, retorciéndose lentamente por sobre mi cama.
Mordisqueé su gorda teta, lamí y chupé a voluntad, y yo mismo estaba entrando en un descontrol que me era familiar en estos casos.
Fui descendiendo lentamente por su panza mientras iba acariciando todo el recorrido con mis dedos, hasta que ubiqué su ombligo. Hundí la lengua en ese agujero que lamí infructuosamente.
Proseguí el trayecto hacia sus zonas pudendas, tratando de ser gentil con mi proceder, ya que él se mostraba cooperativo y jamás ofreció resistencia alguna a mis impulsos.
Él tenía aún puestos sus calzoncillos y mi lengua no se detuvo en su viaje a lo desconocido. Mi mano le abría camino para que la lamida no dejara ni un milímetro sin conocer.
Tironeé la prenda y él se acomodó para permitir que se moviera más hacia abajo. Ahora la peludez por encima del aparato genital fue la que chocó contra mi boca. Besé y lamí esos pendejos, que de igual modo que toda su parte velluda, adivinaba también como blanquecinos.
Mientras mi lengua continuaba con ese trabajo, mi mano exploró su abultada entrepierna, notando que su miembro seguía con una dureza considerable, y ya había emitido una abundante cantidad de líquido preseminal.
Mi mano frotó reiteradamente y en múltiples direcciones la masa testicular y golpeteó en varias oportunidades el minúsculo montículo endurecido que se erigía desde su abultado abdomen. Noté que con cada manotazo que le proporcionaba, más húmeda quedaba toda la zona haciendo que el líquido traspasara la tela y mojara de ese modo toda mi mano.
Continué lamiendo más hacia abajo. Bajé un poco más sus calzoncillos y él nuevamente se movió para permitirme al fin quitárselo totalmente. Acompañé con ambas manos el recorrido de la prenda hasta sus pies, besándole todo el trayecto desde sus gruesos muslos hasta los gordos dedos. Nuevamente me imaginaba lo blancuzco de toda la suave vellosidad dispersada por todo su cuerpo.
Los dedos de los pies eran muy cortos y gorditos. Me apeteció meterme su pulgar derecho en la boca, y lo chupé como un caramelo. Su sabor era sabroso como el resto del cuerpo.
Volví hacia donde había estado su ropa interior antes de quitársela, lamiendo y besando la otra pierna, y una vez que alcancé mi destino, procedí a jugar con su pene erecto. Primero con los dedos. Luego con la lengua. Y posteriormente y tras dejarle el glande al descubierto, mi boca se la engulló como si de una deliciosa golosina se tratase.
Los sobresaltos suyos producto del goce de sentir rozar un par de labios y una lengua inquieta por sobre una de sus zonas más sensibles, me llenaban de satisfacción y me excitaban sobremanera por el simple hecho de ser el causante de ello.
Los jadeos ahora dieron paso a unos gemidos, que se fueron haciendo cada vez más fuertes, avizorando que el clímax podría llegar de un momento a otro.
Retorcí sus testículos con una mano, y con la otra le sostuve su miembro comenzando un vaivén de arriba abajo sin quitármelo de la boca.
Espasmos nerviosos lo atacaron de pronto, revolcándose en la cama para todos lados. Tuve que hacer bastante esfuerzo para evitar que su pene se me escapara de la boca en varias oportunidades.
El suceso siguiente venía siendo irreversible.
Apenas unos instantes previos de inundarme la boca con su néctar caliente, sentí hincharse el pequeño tronco que tenía dentro de mi puño y nuevamente mis labios reconocieron correr el chorro de esperma dos segundos antes que su uretra escupiera una cuantiosa cantidad del líquido directamente en mi garganta.
Tuve que tragar muy rápido para evitar que se me desbordara por la boca, ya que su lava ardiente seguía emanando del volcán en erupción. Los espasmos lejos de apaciguarse, se incrementaron al igual que los alaridos descontrolados.
Se redujo el nivel de semen que salía de su miembro, y seguí chupando muy fuerte para no perderme la última gota.
Finalmente la calma, y su pene comenzó a encogerse dentro de mi boca, hasta que se zafó de ella y se perdió dentro de su vientre.
Ahora yo ya estaba totalmente satisfecho, pero muy lejos de finalizar allí, él estaba dispuesto a devolverme la misma cortesía.
Sentí dos tremendas manos abiertas tomándome mi cuerpo, y explorándomelo desde los hombros hasta los pies. Se detuvo en el derecho. Sentí suaves caricias, y algo que me rozaba los dedos que me hacía descontrolar en forma inaudita. De pronto sentí un beso y continuaron los roces hacia arriba. Otro beso. Algo me estaba volviendo loco y no podía identificar qué era exactamente.
Visibilidad cero.
El rozamiento ahora estaba en mi rodilla. Cuando me estampó el beso, tuve la leve idea de que su barba era la que me estaba excitando de esa manera.
Oh, no quisiera ni pensar qué me podría suceder si me hacía exactamente eso en otro lado.
Cuando llegó a mi muslo, fue lo máximo.
Mi miembro ya estaba en el estado más duro disponible. Dureza de esas que ante la menor presión o mal movimiento, puede resultar fatal.
Rápidamente salteó toda mi zona genital, y trabajó desde mi ombligo hacia arriba, pasando por mi pecho hombros y brazos. Cuando se detuvo luego en mi cuello, ya no tuve dudas que barba y bigotes era lo que me causaba tanto placer.
Fue en busca de mi slip, me lo tomó con ambas manos, y comenzó a bajármelo, debiendo levantarme un poco para permitirle quitármelo totalmente.
Comenzó de nuevo desde los muslos. Apoyaba suavemente la barba en ellos y la movía de derecha a izquierda, y de arriba abajo. Siempre estampaba un beso antes de cambiar de sector.
Llegó finalmente a mis testículos.
Barba, bigotes y beso, al que sumó su nariz. Aspiró, y respondió con la áspera lengua que me puso en estado de enloquecimiento.
Pero fue cuando comenzó a trabajar sobre mi miembro que pensé que el placer indescriptible que estaba a punto de recibir, me alteraría gratamente el ritmo cardíaco y la respiración.
Jugueteó con su vello facial encima de mi pene. Me lo tomó con dos dedos, y me descubrió el glande, dejándolo al desnudo y a merced de tan excitante experiencia.
Creí morir cuando su barba frotaba la punta de mi miembro. Nunca había conocido un placer similar, y por otro lado, estaba rogando que finalizara. Si existe el sentido literal de la frase "morir de placer" seguramente yo estaba en camino de vivir la experiencia, si no detenía este tratamiento. El placer dejó su lugar a la desesperación de querer eyacular en ese mismo momento, pero el gordo tenía otra idea en la mente.
Tuve espasmos nerviosos, pero no llegué al clímax, él estaba demorando mi placer. Llegué a pedirle por favor que finalizara con todo esto, e hizo oídos sordos a mis demandas.
Así por casi una hora.
Placer de otro mundo.
Finalmente se decidió a acabar con mi agonía y hacerme llegar al momento anhelado. Sentí cómo una cavidad cálida y húmeda se engulló mi pene por completo y comenzó a golpetearme con latigazos suaves y reiterados. Su lengua no dejaba de rozarme la punta y ya no aguanté un segundo más.
Los fuertes espasmos incontrolables me inundaron. La excitación dio paso a la locura cuando una interminable cantidad de esperma salió de mi pene camino a la boca del obeso.
Lejos de finalizar con el trabajo, ahora una succión fortísima fue la que sentí. Quería quedarse con hasta mi última gota.
Cuando me hube calmado, se acostó nuevamente a mi lado, y sentí otra vez su aliento en mi nariz y boca. Busqué con mis labios los suyos y cuando finalmente los encontré, nos fundimos en un interminable beso.
En el camino comprobé que mi semen le había salpicado sobre parte de su platinada barba.
Tuve su lengua dentro de mi boca. La chupé, la sequé e hice lo mismo dentro de la suya , a lo que me respondió de igual manera.
Me acosté teniendo su pecho como almohada, y dejándole acariciar mi rostro. Me dormí.
Cuando desperté, miré el reloj que marcaba las 8:22:30 AM. La claridad matinal entraba por la ventana abierta y ahora podía ver claramente que estaba sólo en la habitación.
Qué hermoso sueño había tenido.
Había sido realmente un sueño? Porque todo sucedió de una manera muy real.
Aún sentía su barba rozando mis genitales y podía hasta oler su perfume, sentir su sabor en mi boca.
Aún así, me era difícil distinguir la fantasía de la realidad.
A quién le importa?
FELIZ NAVIDAD!
FIN.
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Me gustaría que si algún relato mío tuviera que batir los récords de comentarios en él, fuera éste. Por favor, apreciaré mucho sus críticas.