El gordito va a el gimnasio
Y descubre un mundo de cosas placenteras que desconocía
La historia comienza el día en que después de echar un polvo agónico con mi esposa, me faltaba el aire y pensaba que me iba a dar un síncope, tras acabar extenuado, exhausto y resoplando como si acabara de correr una maratón, ella me dijo con tono muy serio:
-Cariño, deberías de hacer algo, no es normal que tengas tan poco aguante, si es que no puedes ni respirar, y como te siga creciendo la barriga, no vas ni a poder follar.
Las palabras de mi mujer resonaban en mi cabeza. Y lo peor era que tenía razón, a mis cuarenta años, me notaba flojo, y falto de vigor, la barriguita ya se podía llamar barrigón, había que hacer algo, había intentado anteriormente salir a correr a un parque cercano, pero a los dos o tres días perdía interés y lo dejaba, quizás debería apuntarme a un gimnasio, pero es que me daba un poco de miedo, daba por hecho que todos esos chicos musculados se iban a cachondear de mí, no sé, no lo veía claro.
-¿Me has escuchado lo que te he dicho?-dijo mi mujer mientras me sacudía y me sacaba de mis pensamientos.
-¡eh! ¡ah! Si cariño, perdona es que estaba pensando en lo que me has dicho y tienes razón.
-Las chicas nuevas de arriba van al de la esquina, y ¿Has visto como están?
Que si lo había visto, era imposible no verlo, cada vez que coincidía con alguna de las dos en el ascensor perdía diez centímetros de barriga, en cuanto la veía, cogía aire y no lo soltaba hasta que me bajaba en mi piso. Debíamos de parecer dos piezas del tetris, las chicas con unas tetas impresionantes, y yo con mi barriga enorme, encajábamos perfectos en el pequeño ascensor. Solo por verlas hacer cualquier cosa que hiciera que botaran estas tetas descomunales, ya merecería la pena pagar la cuota del gimnasio.
-Si cielo, se les ve sanotas, pues el lunes me apunto a ese y ya está, y es el que tenemos más cerca de casa.
Al día siguiente me acerqué a ver como iba eso de apuntarse a un gimnasio, iba asustadísimo, preparado para pasar un mal rato, al entrar me atendió un chico que parecía un leñador. Me lo pintó todo tan fácil, tan sencillo, fue tan agradable, que antes de que me diera cuenta, ya tenía mi tarjeta de crédito y estaba cobrando la matrícula.
Ese sábado me fui de compras a un centro comercial y adquirí un equipo de primera, bambas air no sequé, camisetas, sudaderas, pantalones y todo lo que me quiso endosar la chica del centro comercial, es que era tan maja, y lo hacía tan bien, yo ya me veía subiendo las escaleras y agitando las manos con la música de rocky de fondo.
Al llegar a casa mi mujer miró la cantidad de bolsas que llevaba y se echó las manos a la cabeza.
-¿Pero que has comprado?
-La chica me ha dicho que era lo básico para empezar, que ya más adelante completaría el equipo.
-¿el equipo?, eso es lo que tienes ahí, ropa para un equipo de fútbol completo. ¿Cómo leches puedes ser tan influenciable?, ¿es que no piensas por ti mismo?
-Cariño, si no lo ves bien se puede devolver.
Mi mujer soltó un bufido agitando las manos y dio por terminada la conversación.
La agenda estaba hecha, el domingo iba a probar las superbambas al parque, y el lunes cuando acabara mi jornada laboral como taxista me iría al gimnasio para que un profesional me indicara un plan de trabajo.
El domingo por la mañana mi mujer me lo preparó todo, me ayudó a vestirme y me dijo que estaba guapísimo.
-Cariño, esto no tiene bolsillos.
-¿Para qué quieres bolsillo? Si vas a correr al parque.
-Pues para las llaves del coche, no voy a ir al parque andando, que luego tengo que volver y estoy cansado.
Me pilló por sorpresa la colleja que me soltó mi mujer.
-¿Tu estás tonto, o eres tonto?, de eso se trata, de que te canses, sudes y quemes calorías.
-Bueno, bueno pero no hace falta que te pongas así.
Que suerte la mía, al coger el ascensor me encuentro a una de las vecinas de arriba, nos encajamos como otras veces y por primera vez me dirige la palabra.
-¿Qué vecino, a hacer un poquito de deporte?
-Si, voy al parque
-Yo también, soy Sara si quieres podemos correr juntos.
-Si si claro, yo me llamo Andrés.
Que inteligencia que tenía esta chica, como se había dado cuenta enseguida de que yo era uno de los suyos, de la gente sana, de la que se cuida. Yo pensaba que iríamos andando hasta el parque que estaría a un kilómetro más o menos para correr allí, pero Sara nada más llegar a la calle, se puso a correr a un ritmo infernal, que era imposible de seguir, a los cien o doscientos metros me tuve que parar y decirle que siguiera, que se me había olvidado algo, y que ya nos veríamos allí.
Mientras recuperaba el aliento y para no caerme apoyé mis manos en mis muslos, Sara se volvió a mirarme, menos mal que se me ocurrió hacer como si estuviera haciendo estiramientos, como había visto por la tele que hacían los futbolistas antes de los partidos, y agité la mano diciéndole adiós, vaya ritmo que llevaba la fiera, debía de ser una profesional. Cuando pude respirar con normalidad puse un ritmo sostenible para continuar hasta el parque, pero había empezado demasiado fuerte y notaba como un tirón en el muslo, habría recorrido unos trescientos metros y la suerte quiso que estuviera en la puerta del bar de Paco.
-Hombre Andrés, si pareces un deportista y todo, ¿Qué va a ser?
-Lo de siempre, ponme una cervecita con unos boquerones en vinagre.
-¿Y no te apetecen unas anchoitas que están divinas?
-Pues ponlas, si tú dicen que están buenas….
Que bien me sentó la jarra de cerveza, ahora sé porqué dejé de correr, es que cansa un montón.
-Paco, luego vengo y te pago, que esta mierda de chándal no tiene bolsillos.
-Cuando quieras figura, cuando te vaya bien.
Esa tarde fue de relax total, tumbado en el sofá viendo la televisión, descansando de la sesión de la mañana, e imaginando como sería al día siguiente en el gimnasio, gracias a Dios, allí lo hacían casi todo las máquinas, que para eso estaban. Creo que hasta Sonia notó que estaba un poquito más fuerte esa noche, pero no quise forzar la maquinaria.
Llegó el día esperado, y fui al gimnasio, el chico atento del otro día llamó a Luis, un chaval de casi dos metros con unos músculos que daban miedo.
-Mira, Luis será tu entrenador personal, él te enseñará las instalaciones y juntos trabajareis en un plan de entrenamiento para que en poco tiempo luzcas los mismos músculos que él, tú tranquilo que estás en buenas manos.
Perfecto, eso es lo que quería oír, en un par de días, iba a sorprender a Sonia.
Luis me enseño las instalaciones, me explico horarios, normas, todo muy bien, era un chico agradable, me hizo un montón de preguntas, de alimentación, de hábitos de conducta, de un montón de cosas, me pesó, me midió, y me puso en varias máquinas a hacer ejercicios que no debían de funcionar muy bien, porque había que hacer un montón de fuerza para que se movieran. La verdad es que cuando no me miraba nadie me paraba y descansaba.
Al ir a las duchas cansado y sudoroso me encontré con algo que no había visto nunca, Un hombre con el pelo corto moreno que parecía un gladiador estaba en una de las duchas con los brazos en alto de cara a la pared, y otro tan fuerte y musculado como el primero pero rubito, estaba dándole por el culo, me quedé callado sin hacer ningún ruido pues evidentemente no me habían oído entrar y era algo que no había visto nunca, estaba sorprendido, no había violencia ninguna, pensaba que los hombres se follaban violentamente, pero éste lo estaba haciendo con dulzura, entraba y salía despacito, mientras le daba besos en el cuello y le acariciaba las caderas, le daba mordisquitos en los lóbulos, nunca imaginé que pudiera ser algo tan erótico, mi pene empezó a engordar sin que yo pudiera controlarlo, el chico que daba era el rubito y se echaba champú en las manos y le acariciaba sensualmente la espalda y los abdominales al otro produciendo una espuma cremosa sin dejar en ningún momento de besarlo ni de follarlo.
Me senté en un banco enfrente de la ducha, pues me cansaba de estar de pié, estaba disfrutando del momento cuando los chicos se giraron y me vieron, pararon un momento indecisos, pero cuando vieron mi cara de excitación y notaron mi pantalón abultado, siguieron a lo suyo mientras no dejaban de mirarme, debí de excitarles porque aceleraron el ritmo, el chico de detrás le cogió el pene al moreno y empezó a masturbarlo al mismo ritmo con que entraba y salía de su ano lleno de champú, la cosa se fue acelerando más y más, empezaron a jadear, perdieron el ritmo, ya eran embestidas sincopadas que anunciaban un final inminente, yo tenía la polla que parecía que iba a estallar, ya no podía crecer más. La polla que tenía delante de mí comenzó a soltar chorros de esperma espeso mientras su dueño cerraba los ojos y dejaba escapar un suspiro de satisfacción, el otro no tardó mucho, y acabó con unos gemidos entrecortados de placer, mientras se vaciaba en sus las entrañas del chico abrazándolo.
Cuando salieron de la ducha me asusté un poco, estaba con mi polla en plena erección y ellos me miraban sonriendo pícaramente, pero luego me tranquilicé, estos debían de ser novios, no corría ningún peligro. Uno de ellos me preguntó:
-¿Te ha gustado?
-Mucho, les dije sinceramente, es algo que no había visto nunca.
-¿Tu no….?
-No no, a mi me van las mujeres.
-¿Estás seguro? ¿Entonces por qué tienes eso así?-dijo mientras señalaba mi tienda de campaña.
-Es normal, os he visto echar un polvo de la hostia.
-No mi amor, si no te gustaran los hombres no se te levantaría.
-¿Estás seguro?-dije dudando
-Vaya si lo estoy, yo entiendo. A ver, déjanos ver tu cacharrito, que tú ya has visto el nuestro.
No lo vi mal, parecía lo justo, me quité la camiseta y el pantalón y mi pene saltó como un resorte al quedar liberado de la presión de la prenda.
-¡Dios mío! ¿Tu sabes lo que tienes?-dijo el chico rubio mientras fijaba los ojos en mi entrepierna.
Yo miré preocupado, pensando que me habría salido algún sarpullido o algo parecido, pero estaba todo bien.
-Es la cosa más gorda que he visto nunca.
-Si bueno, por eso he venido a hacer deporte, mi mujer también me llama barrigón.
-No cielo, me refiero a ¡esto!-mientras hablaba me agarró el miembro por la base con las dos manos.
Humm, era agradable, con todo lleno de jabón deslizante, empezó a mover arriba y abajo, era más que agradable, era excitante, me cogió una mano y me la llevo a su pezón. Estaba frío y duro, pero suave y terso, seguí por los pectorales y tuve la sensación de estar acariciando seda que pasaba a ser terciopelo según se le iba poniendo la piel de gallina en las zonas que rozaba, debía de ser por el frío.
-Si sigues me voy a correr-le dije hablando con dificultad
-Eso si que no, esta cosa quiero probarla ahora mismo-me dijo mientras paraba bruscamente de masturbarme.
Se colocó de espaldas a mí y acercó su culo brillante a mi capullo, yo tenía mi espalda pegada a la pared, y estaba esperando su aterrizaje, cuando cambió de idea y me dijo:
-Así no va a entrar todo lo que me gustaría, si me la meto así tu barriga va a ser como una cama elástica y me va a tirar despedido contra la ducha, mejor túmbate en el banco.
-Pero es que yo no soy gay.
-Tú tranquilo, si no te mueves seguirás sin serlo.
-Ah vale.
Entre los dos chicos me ayudaron a tumbarme en el banco de madera, era de estos con listones que tienen huecos, que majos eran, me pusieron una toalla a la altura de la cabeza para que estuviera más cómodo. Nunca había entendido la frase esa de que los gorditos no se veían la polla, la mía sobresalía sobre mi barriga como un obelisco egipcio. Entre los dos chicos separaron el banco de la pared para que el rubito pudiera poner una pierna en cada lado. Se tuvo que poner de puntillas para que mi capullo adquiriera el ángulo adecuado. Y sentí como entraba en su culito, apretaba mucho, era una sensación nueva para mí, y eso que acababan de darle de lo lindo, por lo que lo tendría ya dilatado, fue entrando lentamente mientras no paraba de hablar.
-Ahh, que pasada, ahhh, ohhhh, siiiiiii,
Cuando llegó al final, se quedó un momento como tomando aire, y empezó a subir y a bajar mientras gritaba como un poseso, el otro chico se sacó la polla, y la acercó a mi boca.
-Es que no soy gay
-Tranquilo, si no te lo tragas seguirás sin serlo.
-¿Que no me trague qué?
-Déjalo no tiene importancia, me puso la cabeza de lado y metió la punta en mi boca, me sorprendió su calidez y su suavidad, no puede evitar chupar un poquito, y era agradable, era un sabor a limpio y a champú de fresa. Cada vez la metía mas profundamente, y me hacía cosquillas en la campanilla, cuando no me lo esperaba me agarró la cabeza, y la metió todo lo que pudo, menos mal que no era como la mía, sino me hubiera llegado al estómago, y se corrió con un jadeo en mi garganta, no me lo esperaba, intenté no tragármelo pero fue imposible.
El otro seguía subiendo y bajando sobre mi polla, ahora que lo miraba sin distracciones, me estaba excitando ver ese cuerpo brillante y ver como se masturbaba mientras me follaba.
-No aguanto más, ahora si que me voy.
-Espera, espera, no, no -decía mientras aceleraba el ritmo y se masturbaba frenéticamente.
-Ahhhhhhh, me voyyyyy, y eyaculó sobre mi barriga formando goterones
Su novio, vamos, digo yo, fue a abrazarlo y se dieron un beso de esos de final de película.
Joder con esta juventud, el que se había corrido hacía un momento en mi boca ya tenía la cosa armada otra vez, me miró y me dijo:
-Te falta probar otra cosa.
-Pero es que yo no soy gay –dije no se si por tercera o cuarta vez.
-No pasa nada, ya verás como te gusta.
Pusieron el banco verticalmente a la pared y acercaron el extremo donde tenía las piernas hasta la misma, dejaron la separación mínima para que en chaval se metiera en el hueco, yo tenía las piernas levantadas y apoyadas en las frías baldosas cuando sentí que me metía un dedo por el ano, era agradable, lo hacía con mucha suavidad y debía de habérselo untado con algo porque resbalaba y entraba como si estuviera lubricado, mi pene empezaba a recuperarse. Tras meterme los dedos un buen rato, sentí como acercaba la punta de la polla a mi culo, y noté como iba entrando, sin hacerme daño, poco a poco, parando de vez en cuando, cuando llegó hasta el fondo, mi polla ya estaba también en marcha, empezó a moverse ondulando y perforando mi culo hasta ahora virgen, mientras me penetraba, con una mano me masturbaba, y sentía placer por todos los lados, el chico que estaba libre me inclino la cabeza, y me introdujo su aparato, ya era la segunda que me comía y ya sabía como iba. El chico que me follaba empezó a jadear y a gemir
-Que bueno que rico, que estrechito, Ahhhh, Ahhhh
En ese preciso momento se abrió la puerta y apareció mi vecina, con la que fui a hacer footing. Sus ojos iban del tío que me estaba follando mientras me agarraba el miembro, a la otra polla que tenía encima de mi cara pues al girarme al oír la puerta se quedó así.
-Es que me había parecido gritar y pensé que pasaba algo, perdonadme, no quería molestar.-dijo entrecortadamente y con un hilillo de voz apenas audible
Pero no se movía, estaba inmóvil, como congelada, mirando como hipnotizada mi polla erecta apuntando al techo, y no reaccionaba ni se movía.
-¡Hola vecina!, esto no es lo que parece, yo no soy gay.
Es mi primer relato en esta categoría, espero que no seaís muy duros conmigo, ¿O sí?