El Golpe

Mas tardo el joven aquel en golpear a mi amigo que al mismo tiempo que Lalo se tomaba el rostro por la agresión mi puño cerrado ya viajaba directo a la cara del agresor, con la puntería y fuerza necesaria para derribarlo en el suelo.

Cerré los ojos y vi la imagen del camino que se recorre desde la entrada de su casa hasta su cuarto.

Seguí el camino de las escaleras hasta la puerta de su recamara donde justo al costado de ésta estaba el marco de la ventana, donde por la esquina de la cortina que no lo cubría del todo me dio acceso a la visión del interior; pude verme acostado en la cama con mi pareja recostada boca abajo sobre mis piernas, sus pies sobresalían de la orilla de la cama y se distinguía perfecto el subir y bajar de su cabeza sobre mi vientre.

Era una sensación muy agradable cada vez que su boca se abría y bajaba ya que podía sentir su nariz hundirse en mi vientre, no sé si a ti que lees esto pienses igual pero cuando te hacen un oral donde tu miembro se introduce por completo el placer se magnifica y no se compara como cuando te llegan sólo hasta la mitad. Aunque lo mejor era cuando subía… Sus labios se cerraban para hacer la justa presión que necesita tu sangre para fluir provocándote un cosquilleo que sube a la par de su boca desde la base hasta la corona.

Abrí los ojos y me encontré con la mirada de Eduardo quien me mamaba de arriba abajo por el tronco de mi verga…

Mi barra de carne se encontraba durísima; la tenue luz que entraba por la orilla de la ventana le daba un brillo especial al tronco ensalivado donde sus labios para mi expertos barnizaban cada vena pero lo que se me hacía increíble es como llegamos ahí. Hasta ese día mis relaciones sexuales placenteras se habían limitado a mujeres y los encuentros físicos con personas de mí mismo sexo habían sido efímeras, es decir; no sólo mi pene había estado en la boca de otros hombres en alguna otra ocasión sino que el sabor de una verga no me era desconocido, resultado de apuestas tontas en medio de alguna noche de juerga o de algún trio que compartí con alguna amiga donde el choque de vergas era inevitable o el roce de una nalga por ahí o por allá. Pero un hombre una mamada en toda regla no me la había hecho ninguno hasta ahora como la de Lalo.

Lalo era mi compañero de trabajo hacía dos años, pero no sólo trabajábamos en el mismo lugar sino que literal se sentaba en el escritorio del lado mío. Lo que te cuento es del viejo año del 2009, yo rondaba la edad de Cristo y Eduardo tenía una decena menos. Sabía que era gay y la relación con su novio no podía ir mejor según sus propias palabras, en general era un muchacho muy agradable y como compartía junto a mí el gusto por el jaibol pues no era de extrañar que de vez en cuando fuéramos al billar o a la taberna de la esquina.

El sábado 16 de Mayo del 2009 era especial para él y su novio, festejarían su cumpleaños —de Lalo— y nos invitaban a todos sus amigos a celebrarlo juntos con él desde el viernes anterior para amanecer bailando. Al final, de la oficina sólo fui yo y Liliana. La Señorita Liliana —Bueno, señora recién casada— me encantaba, era una mujer muy delgada que usaba anteojos de piel morena y voz chillona, pero; cada que estaba junto a ella me prendía y a pesar de que a ella la alcanzaría su marido a la media noche no perdía la esperanza de guardarle unas gotas de mi veneno blanco en su interior.

El día señalado en la oficina paso ordinariamente y por la tarde los tres estuvimos listos para que el novio de Eduardo pasara por nosotros. Ya en el lugar llegaron un par de amigos del novio pero no recuerdo muy bien ya que mi atención estaba en conquistar a Liliana antes de que llegará su esposo. La estrategia no me resulto y justo a la media noche Liliana quien parecía harta de mi acoso me dijo cortésmente que la disculpara porque iría a la puerta por su pareja.

—¿Cómo ves mi Lalo? ¿Crees que sí se me haga con la Lili?

—Eh… ¿Lalo?

Volteé para varios lados y resulta que estaba solo en la mesa, ni Eduardo ni su novio y compañía estaban cerca, se habían ido y por estar embobado con la flaca ni cuenta me di. Tome un trago profundo a mi bebida y esperé… No paso mucho tiempo cuando Liliana entro agitada llamándome.

—¡Isma! ¡Isma! Le quieren pegar a Lalo.

Salí tras de ella como pude y el pleito lo encontré justo fuera del bar y sí, efectivamente el novio gritaba y zarandeaba a Eduardo. No alcanzaba a escuchar que le reclamaba pero lo que sí distinguí fue justo cuando le volteo la cara de una bofetada.

Mas tardo el joven aquel en golpear a mi amigo que al mismo tiempo que Lalo se tomaba el rostro por la agresión mi puño cerrado ya viajaba directo a la cara del agresor, con la puntería y fuerza necesaria para derribarlo en el suelo.

Con lágrimas en los ojos se levantó y conmigo de por medio le espetó a Eduardo.

—¡Con que tienes quien te defienda no! ¡Pues a ver cómo llegas a casa!

Naturalmente ahí termino la celebración del cumpleaños que justo como cenicienta había llegado a las 12 con el marido de Liliana, la bofetada contra Lalo y mi golpe defensor. Todo en uno.

Regresamos al bar sólo para pagar y esa fue la pieza del destino que acomodo las cosas. La idea original era pagar entre todos pero al final sólo quedamos él y yo por lo que al hacer cuentas sólo nos quedo para un taxi y no podía dejar a mi amigo sólo.

—No te apures Isma, te puedes quedar en mi casa.

—Pero mañana trabajamos y no te quiero incomodar.

—Mira, mi casa está más cerca de la oficina. Tengo un par de cervezas nos las tomamos y mejor aún pasamos la noche seguros.

—No sé Lalo, me da pena.

—Jajaja pena por qué, no sea miedoso. No muerdo “muy duro”.

—Jejeje si serás pendejo. Órale pues, vamos.

El trayecto fue rápido, llegamos a su casa que era de cuartos independientes por lo que el de Lalo estaba subiendo unas escaleras separado del resto.

Como prometió saco unas cervezas y brindamos por su cumpleaños… Fueron un par de horas más bastante agradables en las que hablamos de varias cosas evitando recordar el mal rato, música, cine, televisión, política y recuerdo perfecto que eran las tres de la mañana cuando empezamos hablar de sexo. Le conté de la vez en que no pude tomarme una cerveza en menos de 30 segundos y me tocó mamar una verga pero más que mamada recuerdo que abrí lo más que pude la boca para evitar el contacto directo con mis labios pero el muy cabrón que me toco para cuando me estaba hincando ya la tenía de fuera y erecta por lo que más que hice fue meterla y sacarla lo más rápido que pude un par de veces y aunque el sabor no era del todo malo no fue de mi agrado total causando la risa divertida de Eduardo. Contrario a cuando me toco ganar a mí, lo diferente fue que cuando el tipo estaba hincado mi falo no estaba erecto y parecía una tira de carne por lo que para mamarme la tuvo que apretar con su boca para poder subir y bajar. Parecido a lo que hice yo con el sujeto anterior sólo la mamó unas cuantas veces y se quitó. Aunque lo curioso fue que para cuando se retiró mi pene se empezó a parar. Eduardo ya no se rio.

Nuestras miradas se quedaron fijas unos segundos, recuerdo que yo estaba sentando en la orilla de la cama y él frente a mí en un taburete. Se levantó y se acercó, su cara lentamente se juntaba con la mía y cerré los ojos. Me besó.

Al principio fueron unos besos tímidos y sentía cómo me empujaba hacía arriba de la cama, yo me dejé llevar y me acosté boca arriba con él besándome encima de mí. No sabía que hacer, los besos se sentían ricos y nuestros rostros giraban haciendo que los besos subieran de intensidad. Me sentía como un tonto ya que no sabía si le podía agarrar las nalgas, abrazarlo, abrir las piernas… nada, no sabía nada. Pequeños gemidos se escapaban de mi boca entre los besos que ante mi ignorancia de caricias y los nervios por dejarme llevar eran lo que según yo mejor estaba haciendo.

Me decidí a besar con lujuria, lo tomé por el cabello y con mi boca abrí la suya… Mi lengua invasora se apoderó de la suya y danzaron en el interior. La suya sabía a gloria y mientras me invadía con la lengua al mismo tiempo mi pene empezaba a empujar el zíper del pantalón, por lo que mi mano tomo su rostro y mi palma fue raspada por la barba que nace de una día para otro. La sensación fue extraña, me espantó. No fui brusco pero me separé del beso y nos quedamos mirando.

—Tranquilo, déjate llevar. ¿Lo quieres intentar?

—Sí, sí quiero.

Eduardo se levantó con calma; camino al pie de la cama, se inclinó hacia a mí y desabrochó mi cinturón, liberó el botón de mi pantalón y cuando sus manos recorrieron mi cintura a los costados sentí un calorcito en la piel antes de que tirara de ellos hacia abajo. Mi verga al sentir menos presión pareció entender lo contrario porque se empezó a encoger mientras él subía con las palmas de las manos acariciándome las piernas para llegar a la frontera de la trusa e igual como lo había hecho con el pantalón los bajo de un tirón pero en esta ocasión hábilmente me saco lo calcetines.

—Es de mal gusto coger con calcetines. Me dijo.

Lo vi desnudarse y antes de volver a mí saco un preservativo de una cajonera y lo puso a mi lado. Lalo se hinco entre mis piernas y con lentitud recorrió sus dedos por mi muslo derecho y posó la palma de su mano sobre mi miembro. Se agacho pero no me la mamó, se puso a decirle cosas que no entendía muy bien pero lo que sí sentía era su aliento caliente sobre mi pene que empezó a llenarse de sangre. Su mano al sentir esto empezó a masturbarme lentamente, podía sentir cómo cambiaba la flacidez por dureza en el interior de su mano y cómo le subía y bajaba la piel. Cuando la mitad de la verga sobresalía de su puño empezó con un movimiento más firme y rápido. Me la apretaba delicioso.

—Isma, ¿De verdad quieres intentarlo?

—¡Ough! Sí.

Con la otra mano tomó el condón y hábilmente con sus dientes lo abrió. Colocó la punta en el glande y deslizo el látex hacía lo largo de mi miembro. Me masturbó un poco más y lo sentí aupar para sentarse encima de mí. Se inclinó hacia adelante, lo tome por las nalgas mientras él tomaba la base de mi verga para colocarla en su entrada y con la punta de la cabeza en su ano lo lubricaba con el condón. Empecé a sentir que su hueco se abría poco a poco dejando pasar lentamente la punta del glande. Quería cogérmelo de golpe pero lo estaba disfrutando mucho, quería besarlo. No sólo eso, quería besarlo mientras me lo cogía así que alce un poco las caderas y lo jale del cuello, mi boca se alimentó de la suya y empezamos a besarnos con desesperación.

Mi Lalo soltó la verga para tomarme del cabello, se escapó de mi beso y acarició su mejilla con la mía. Me beso la oreja y me dijo al oído.

—Ohh, sí papito. Cógeme

Algo extraño paso, el glande estaba bien colocado en la entrada de su culo, sólo bastaba que mi Lalo se dejara caer para que mi verga se clavara lentamente centímetro a centímetro pero sin su mano en la base de mi rabo le faltó rigidez para abrirlo y cogérmelo. Bastaron un par de sentones para que él se diera cuenta que no entraba pero para cuando intentó sujetar nuevamente y guiarlo ya había perdido la erección adecuada y se doblaba.

—Lo siento, no sé qué me pasa.

—Descuida Isma, la noche aún no ha terminado.

Su cuerpo descendió sobre el mío hasta que su cara quedo frente a frente de mi sexo caído. Con cariño desfundó el látex mi falo y empezó acariciarlo.

Sentía como la sangre no corría en mi verga, sentía rico la caricia piel con piel pero no sentía que se endureciera. Lalo no se inmutó ni un poco, al contrario empezó a darle besitos y siguió la ruta que lleva la parte baja del miembro hacía el escroto y empezó a buscar con su boca cada testículo. Sentí excitante esa búsqueda suya, encontró el huevo derecho y con sus labios recorría todo el contorno, así varias veces hasta buscar el otro y repetir la acción. De vez en cuando extendía la lengua para acariciarme debajo de los huevos y el placer aumentaba cada vez más apoderándose de mis deseos. Lo desee, cómo desee a ese muchacho.

—¡¡Ahhh! ¡Lalo! ¡Qué rico, Lalo!

La mamada a los huevos fue como un estimulante instantáneo, mi verga en cuestión de segundos empezó a crecer y mientras Lalo seguía consintiendo a mis gemelos con su cabeza me doblaba el palo hacía mí. Cuando soltó mis bolas y volteó a mirarme, mi rabo erecto  al volver a su lugar le ha cruzado toda la cara.

—Mmmmm, esas cachetadas sí me gustan.

—¡Putito! Mámame la verga.

Lalo abrió su boca y empezó una mamada fantástica, la luz de la calle que entraba por la orilla de la ventana alumbraba justo el centro de la cama donde mi miembro se perdía por completo en la boca de este muchacho. Cada que bajaba abría la boca a más no poder, podía sentir como la punta de mi pene chocaba contra la apertura de su garganta, pero Lalo no hacía arcadas, al contrario, hacía un movimiento de succión y la verga se pasaba, sentía la presión en el contorno del grande donde la mejor forma de describirlo es que no era una mamada me estaba cogiendo su garganta. No es una vagina ni un ano, la forma en que una garganta te aprieta la verga cuando pasas más allá de la campana te da un hormigueo de placer en cada parte de la piel del tronco.

Pero si el placer de mi rabo entrando en esa boca me estaba matando metafóricamente, cuando la sacaba Lalo no se quedaba atrás, con los labios jalaba la piel hacia arriba con la presión perfecta y cada cierto tiempo la soltaba para hacerla girar con la lengua.

Mi miembro se veía perfecto, enorme. La luz combinada con la saliva de Lalo hacían brillar cada centímetro y mi amante parecía seguir el camino de las venas en cada engullida.

—¡Ay Lalito! ¡Te la quiero meter! ¡Te quiero coger!

—¡Papito! Ya me estás cogiendo.

No pude más, adiós delicadezas de mi parte. Con ambas manos tome a Lalo de su cabeza y empecé a subir y bajar con furia mi cadera. Sí, Lalo tenía razón, aunque era por su boca ya me lo estaba cogiendo. Las lagrimillas que le escurrían por las mejillas me indicaban que la mamada estaba saliendo perfecta. Me volví tosco, como si fuera llave de lucha libre cruce mis piernas por detrás de su cuello y mi verga se incrustaba en su garganta hasta donde era humanamente posible. Ya no lo solté… Con mis manos en su cabeza y mis piernas abrazándolo comencé une embestida frenética, un mete y saca sin descanso; aunque Lalito no se iba a quedar así. Con agilidad paso uno de sus brazos por debajo de mí y con su mano tomó la bolsa de mis huevos para jalarlos. Haciendo fuerza delicada y presión con sus dedos en el contorno de mis testículos. Eso fue bestial para mí, una oleada de placer se empezó juntar y juro que sentí cómo el semen se acumulaba en los huevos que mí Lalo estaba sosteniendo, quería eyacular pero no podía. Quería que se los tragara todos pero no salían.

—¿Qué carajos?

—¡¡No seas cabrón!! ¡¡Dejame venir!!

No es que Lalo no quisiera responder, era que no podía… Así que suplique…

—¡¡Yaa!! ¡¡Yaa cabrón!!

Lalo se apiado de mí y me soltó los huevos, sentí cómo salían los chorros de semen y mi cuerpo temblaba en cada micción. Lalo sentía mis contracciones y en cada una de ellas apretaba el escroto como si de un tira leche se tratara, no tan fuerte pero con el mismo movimiento. Esos apretones me mataban de placer y en cada apretón salía más, sí, más leche.

—¡¡Aay qué rico!! ¡¡Qué rico!! No paraba de exclamar.

Ese momento fue hermoso, podía ver mi pene palpitar en cada expulsión y a Lalo hipotéticamente hablando alimentándose de mi cuerpo. Lalito no quito la boca hasta terminárselos todos.

Con cariño jale a mi muchacho a mi lado, lo abrace y lo llené de besos.

—Feliz cumpleaños.

Todavía quedaba tiempo para el alba, tiempo en el que permanecimos callados y nunca pregunté si él estaba pensando en algo. Estaba ensimismado en mis pensamientos.

Una regla que no debería romperse es que uno no se acuesta con los compañeros de trabajo y este joven no solo trabajaba conmigo; estaba a mi lado todo el día. Además tenía novio, sí está bien que habían peleado pero no habían terminado. Y si terminaban qué, ¿Ahora seríamos novios? Yo nunca había tenido un novio, si llegábamos hacer pareja qué, sería siempre yo el que se lo cogería ¿O se intercambian los roles? Qué bueno, antes no había pasado por algo similar a lo de esa noche, así que eso de ser pasivo de vez en cuando no podría saber si me gustaría o no, no podría decir que no si hasta ese momento no lo había hecho, además ya estaba pensando en cogérmelo cuando realmente no se la había metido. ¿Por qué se me habrá bajado la erección? ¿Soy gay? ¿Soy Bisexual? No sé, pensaba muchas cosas y nada a la vez.

Así pasaron los minutos hasta que llegó la hora de levantarnos e ir a trabajar. Durante el tiempo donde hacíamos cada quien lo suyo sentí un silencio incómodo, como que al salir de la cama las cosas volvían a donde estaban antes de la noche anterior.

—¿Ya estás listo Lalo?

—Listo, ¡Vámonos!

—Oye Lalo… Eh… Quiero decirte algo.

—¡Shhh! Descuida será nuestro secreto, que bueno que la pasaste bien porque fue algo de una sola vez eh y no volverá a ocurrir.

El viernes siguiente después de haber ido al billar nos encaminamos a donde pasaban nuestros respectivos transportes, en el camino hay un rincón oscuro en donde a pesar de su promesa de una sola vez ya nos habíamos colado ahí para besarnos. Lalo sacó mi verga por el cierre del pantalón me masturbo un poco y se hincó a mamármela. Mi miembro reacciono de inmediato y enhiesto taladraba la boca de mi muchacho que se veía hermoso en esa posición… Caray me lo tenía que coger.

—Lalito, detente. Vamos al hotel.

—¡Vamos!

Cosa de una vez, sí como no.