El gitano en casa

El boomerang siempre vuelve, aunque no siempre igual...

El gitano en casa

Habíamos descansado mucho Daniel y yo y, al levantarse, entró en el baño y salió preparado para irse una noche a casa de sus padres.

Otra vez me dejas solo – le dije -, ya buscaré la forma de entretenerme.

Yo sé qué forma tienes de entretenerte, Tony - me dijo -, y ya sabes que no me importa. Yo también me entretengo de vez en cuando. No te lo oculto y sé que tú no me lo ocultas. Lo mejor de todo es que somos el uno para el otro.

Recogió un macuto pequeño con ropa, me besó como sólo él sabe hacerlo y se fue.

Me quedé en calzonas echado en el sofá y viendo la tele, pero era tan aburrido el programa, que me quedé dormido hasta casi el anochecer. Me pareció oír que llamaban a la puerta y vi el salón casi en penumbras al abrir los ojos. Alguien llamaba insistentemente. Me levanté con desgana (es la vecina que viene a pedirme algo, me dije), encendí alguna luz, me puse una camisa y me fui a abrir la puerta. ¡No podía creerlo! Era Jose que me miraba sonriendo:

Pensaba que no estabais en casa – me dijo -; estaba a punto de irme.

No, no, pasa – le dije -, Daniel se ha ido esta tarde y me he quedado dormido en el sofá.

Entró mirando a un lado y a otro:

¡Jo! ¡Vaya casa! – exclamó -; la mía es una porquería comparada con esta.

Bueno, la mantenemos entre dos – le respondí -, no podemos quejarnos.

Le invité a un refresco y me pidió una cerveza. Saqué dos y nos sentamos en el sofá a tomarlas.

Oye – le dije extrañado - ¿cómo has dado con nuestra dirección?

No me castigues – me dijo -, quería veros y he preguntado a Lino. Como me conoce y nos ha visto juntos, no ha habido problemas.

Eres un fresco, gitanillo – le tomé la cara entre mis manos - ¿Has tomado el metro para venir?

Sí, sí – me dijo -, no tengo coche como tú. Por eso no podré entretenerme demasiado.

Es igual, tío – le dije -, ya te llevaría yo a casa.

Estuvimos un buen rato viendo una porquería de programa en la tele y hablando de algunas cosas sobre nuestro trabajo, pero se incorporó, tomó el mando a distancia y la apagó.

Echó su brazo sobre mí sin decir nada y puso su mano en mi pierna acariciándola mientras miraba a la mesa. No quise hacer nada. Así estuvo un buen rato y me pareció que se fijaba en si mis calzonas se abultaban. Sus pantalones estaban levantados en su entrepierna y le dije que hacía calor y que se pusiese cómodo, que yo le daría unas calzonas. Me levanté a por ellas, pero cuando vine ya se había quitado los pantalones y la camiseta. Estaba con esos antiguos slips que marcaban su paquete.

Toma – le dije – ponte estas calzonas; son mías.

Pero las puso sobre el brazo del sofá y esperó a que yo me sentara. Estando ya a su lado, me miró sonriente y se llevó su mano a su bulto, como si le molestara y se lo quisiera poner bien. No cruzamos ninguna palabra, pero al poco tiempo, se puso de rodillas en el suelo, bebió un poco de cerveza que le quedaba y se dio la vuelta hacia mí. Me tomó de las piernas y las abrió y agarrando mis calzonas, tiró de ellas hacia abajo. Tuve que levantarme un poco para que pudiera bajarlas. El corazón se me ponía a mil. Sacó mis calzonas por los pies y las puso junto a su camiseta y echó su cabeza sobre mis calzoncillos acariciándome las caderas. Seguíamos en silencio. Poco después, tiró del elástico de mis calzoncillos y miró dentro con curiosidad y me miró sonriente. Bajó entonces mis calzoncillos y tuve que levantarme un poco también. Luego los sacó por los pies y los echó al suelo. Sonreía placenteramente mirando mi polla dura y erecta, pero no tocaba nada; miraba. Me eché hacia atrás en el sofá sin saber qué pensar o qué hacer, pero noté sus labios rozando mi capullo y su lengua pasando por allí con mucho cuidado. Si ya me notaba empalmado, eso fue lo que ya me puso la polla como de piedra.

Se levantó un poco y me besó los labios y dejó su boca caer por mi cuerpo lentamente besando mi pecho, mis costados, mi vientre… No quería hacer nada y no sabía qué hacer. Quise dejarle actuar.

Tomó mi polla con cuidado y la acarició unos momentos y, después, comenzó a tirar de mi prepucio hacia abajo lentamente. No sentía dolor ni nada, pero el placer empezaba a aflorar. Tiró hasta descubrir todo mi capullo y lo metió despacio en su boca llenándolo de su saliva hasta el punto de que chorreaba hacia abajo. Aquella mamada me iba a matar. Todo era muy lento y yo ni siquiera quise tomarle por los cabellos. Estuvo lamiéndola así un buen rato y tuve que contenerme respirando hondo. Luego, levantó su cabeza y me besó echando en mi boca mi propio líquido preseminal. Volvió a bajar haciendo el recorrido de antes, pero se metió mi polla en su boca de repente hasta el fondo y, tirando suavemente hacia arriba, volvió a cerrarme el prepucio. Creí que iba a terminar, pero empujó con sus labios hacia abajo y volvió a tirar varias veces, hasta que apretó mi polla con su mano y tiró hacia abajo dejando mi capullo al aire. Comenzó entonces una mamada que no esperaba de él y, recordando aquel día en que pude tocarlo y mamársela mientras dormía, me eché atrás en el sofá y me dejé hacer. Ya no supe lo que hacía con sus labios y con su lengua hasta que le advertí que ya no aguantaba más.

Te tragaste mi semen aquella noche – me susurró -; supongo que querías tenerme dentro. Ahora soy yo el que te quiero dentro. Voy a beberme toda tu leche, como un biberón. Necesito tu alimento.

La corrida fue de perder el conocimiento y él me miró fijamente para que yo viese que se tragaba mi leche. Después abrió la boca para que viese que no había truco y un poco después, sentándose a mi lado, me dijo:

Ya te tengo dentro por arriba. Recupera fuerzas, porque ahora quiero tenerte dentro por abajo.

¡Espera, espera! – le dije -, después de una mamada tan rica como esta tardaré en recuperarme. Hay una forma de que se haga más corto el tiempo.

Y tirando de sus calzoncillos con cuidado, apareció su polla morena y un poco torcida ante mis ojos y agaché la cabeza tirando de su culo y comencé a hacerle una mamada lenta, duradera. Hizo lo mismo que yo; se echó hacia atrás y no movió un dedo. La verdad es que su mamada fue un poco larga. Este chico aguanta mucho, pero cuando comencé a notar los temblores de sus piernas y de su vientre chupé con todas mis fuerzas. Era como si quisiera que saliera todo el líquido que tuviese dentro. Necesitaba dejarlo vacío. Por fin, se corrió de tal forma que noté los golpes de los chorros de su leche; uno, otro, otro. Se retorcía en el sofá, pero no abría la boca. Tenía un buche de su semen y me levanté para besarlo; abrió su boca y dejé caer un poco de él. Se lo tragó y siguió así como si me pidiese más. Le besé con pasión y su leche pasó de mi boca a la suya y luego de la suya a la mía. Al final, me di cuenta de que se la había tragado toda.

Había pasado ya un buen tiempo y me besaba con furor y nos acariciábamos los cabellos sudorosos, cuando me empujó con el codo y se puso boca abajo sobre el sofá levantando su culo. Había llegado la hora de dejar dentro de él lo que me pedía.

Su culo moreno y prieto se abrió ante mí y él mismo se lo abrió más con sus manos.

¡Vamos! – me dijo -, quiero estar lleno de ti.

No se movía casi nada y comencé a metérsela despacio, pero yo notaba que quería más. Cuando me di cuenta, toda mi polla estaba dentro de él. Me moví un poco durante un rato y, viendo que necesitaba placer, comencé a moverme más. No puedo negar que me dolía un poco y que no sabía de dónde iba a salir más leche, pero cuando me caían los sudores por todo el cuerpo, noté que deseaba llenarlo de mí; hacer lo que me pedía. Y moviéndome un poco más todavía, me llegó otro orgasmo donde sentí sus entrañas rozando mi capullo. Se volvió como un loco cuando vio que me había corrido y nos besamos un buen rato.

Tony – me dijo -, trae una cerveza, que esto quiero celebrarlo y no olvidarlo.