El gitano de ojos verdes (1)
Fierro, un gitanillo de mi ciudad me hizo pasar un rato inolvidable.
El gitano de ojos verdes
Sin detenerse ni un instante su pene entraba y salía de mi boca a toda velocidad, me estaba follando la cara como un animal. Debía llevar varios días sin follar e iba tan salido que estaba usando mi boca para su propio placer, como podría haber estado haciéndose una paja, pero eso para él casi era rebajarse, él, que estaba acostumbrado a follar con quien deseara. Era muy difícil que nadie le dijera que no, y si se lo decía... bueno, tendría que atenerse a las consecuencias de dar calabazas a Fierro, el gitano de ojos verdes.
La verdad es que era guapo como pocos, con esa actitud macarra, su piel dorada y su cuerpo fibroso y flexible, una boca generosa, una nariz recta y unos ojos verde claros que llamaban la atención en contraste con su piel morena. Le conocí en el autobús cuando volvía del trabajo. Yo estaba sentado y el se sentó en el asiento justo al lado mío. Mi primera impresión fue de cierto temor, pensé que el pavo pretendía darme el palo, pero me equivoqué, quería otra cosa de mí. Empecé a nota algo raro en mi pierna, su mano la recorría hacía arriba, acariciándola, desde la rodilla hasta el juego de la cadera. Al ver que no había ninguna reacción por mi parte siguió el camino hacia mi entrepierna. Cuando me acarició el paquete me giré y le miré directamente a los ojos, una sensación de vértigo se apoderó de la boca de mi estómago. Sonrió con suficiencia. Era obvio que no era la primera vez que lo hacía y con seguridad y arrogancia me devolvió la mirada.
-Quiero esto- dijo agarrándome el paquete.
Yo casi no podía decir nada, la voz me fallaba, pero él siguió acariciándome la polla por encima de la tela de mi vaquero.
-Y parece que tu quieres un poco de mi salchichón ¿eh?
Conseguí asentir con la cabeza y él esbozó una sonrisa de triunfo.
-Bien, veo que vamos entendiéndonos. No te bajes del autobús hasta que me baje yo.
Yo no tenía demasiada opción, puesto que me bloqueaba el paso, pero estaba lejos de mi intención. Siguió la ruta y nos pasamos mi parada. Su mano se deslizaba sobre mi pierna, de vez en cuando agarrándome el paquete. Llegamos a su parada, a mi me costaba levantarme del calentón que tenía encima, iba ciego de lujuria, salido como pocas veces he estado en mi vida. No había un alma por la calle.
-Sígueme- dijo poniéndose al mando. Deambulamos por unas cuantas calles hasta que llegamos a un garaje con una ventana rota. A través de ella entramos en el habitáculo, lleno de polvo, papeles, suciedad y condones usados, lo que indicaba que no era la primera vez que alguien venía al garaje a follar. Con movimientos felinos se deshizo de su chaqueta y su camiseta, acercándose a un desvencijado colchón que había en una de las esquinas. Su piel brillaba con la tímida luz de una farola que se colaba por la ventana.
-Ven aquí- me ordenó. Quedamos frente a frente. Metió sus manos bajo mi cazadora y me la quitó, luego la camisa la fue desabotonando lentamente. Llegó a mis pezones y los apretó con fuerza. Un apagado gemido salió de mi boca. -¿No vas a decir nada?- inquirió.
-Quiero joder contigo- dije fuera de control.
-Vaya, vaya, veo que estás bien caliente. Eso me gusta... Yo también lo estoy, llevo varios días sin joder y necesito descargar los cojones.
Sin más rodeos, se abrió los pantalones y los dejó caer, su polla saltó, libre de los confines de la tela vaquera. Era una polla preciosa, casi aerodinámica, de unos 18 centímetros y bastante gruesa, pidiendo a gritos alojarse en mi boca. Me obligó a ponerme de rodillas hasta que mi boca quedó a la altura de su jugoso falo del que empezaban a salir gotas traslúcidas de líquido preseminal. Sin más me la encalamó hasta la garganta de un solo golpe.
-Cómeme el rabo nene- empezó a moverse con fuerza, sus caderas se movían adelante y atrás follándome la boca a toda velocidad. El tío estaba bien caliente y solo quería descargar. -No te preocupes, quedan muchas más balas en la recámaraaaaAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHH- su leche empezó a llenarme la boca, casi hasta inundarme de lefa. Su polla seguía dura en el interior de mi boca, pero ahora simplemente estaba ahí, mientras en su cara se dibujaba una sonrisa de satisfacción. Saqué su falo de mi boca y me dediqué a chuparlo con la delectación que sus urgencias anteriores me habían impedido. La verdad es que era una preciosidad, una obra de arte, como obra de arte era el culo que se expuso ante mis ojos cuando se dio la vuelta. Dos preciosos melones carnosos y redonditos, un trasero neumático que rozaba la perfección y que pedía guerra. Abrí los cachetes para tener mejor acceso a su ano. Mi lengua recorrió la raja de arriba abajo y llegó hasta su agujero. Empecé a lamerlo con fruicción como si no quisiera hacer nada más el resto de mi vida, solo estar atrapado entre esos dos globos de carne lamiendo su agujero jugoso. Fierro no hacía más que gemir y gemir mientras mi lengua hacia travesuras en su parte trasera. En un momento, apretó mi cabeza contra su perfecto trasero, haciéndome enterrarla entre sus cachetes. -Joder nene, esa lengua parece que la ha creado el diablo ¡Cómo me gusta!
Sin avisar se retiró y se dio la vuelta, haciéndome incorporarme. Me hizo deshacerme de los pantalones que contenían mi polla a punto de reventar. Estaba muy caliente y el cabrón lo sabía. -Veo que estás preparado para lo que venga...- deslizó un condón sobre mi verga a punto de reventar. -Mi culo también lo está.- Se inclinó hacia delante, exponiendo su trasero de exposición: redondito y duro, libre de todo vello. -Dame lo que quiero.- Su ano estaba bien lubricado con mi comida anterior, así que agarrándole de las caderas fui encalamándole mi polla poco a poco. Primero el capullo. Luego el tronco fue entrando despacito hasta que mis huevos chocaron con los suyos. Un gemido de satisfacción le salió de dentro. Esperé unos segundos antes de sacar por completo mi pene de su interior. Cogí aire mientras le asía con fuerza y, de un solo golpe, se la metí hasta dentro. Fierro gemía como un animal, caliente como estaba, deseaba que le follara bien. Con largas estocadas de mi mandoble le fui penetrando, suavemente al principio. -¿A eso lo llamas follar? Joder, si parece que te de miedo romperme.- Sin necesitar más ánimo empecé a darle por el culo como una taladradora.
-Esto es lo que quieres ¿verdad mariconcete?
-Siiiiiiiiiiiiiiiiiii............
-Pues espera que esto no ha hecho más que empezar.
Mis dedos se incrustaban en su carne dorada y redoblé mis esfuerzos, follándole a toda velocidad. Mi polla entrando cada vez más profundamente de él mientras le obligaba a inclinarse más para poder entrar más. Yo estaba a punto de correrme, así que clavándosela hasta el fondo me quedé quieto mientras en mi interior explotaba el orgasmo del siglo. Tan aturdido quedé con mi corrida que no me di cuenta de que el Fierro se había vuelto a correr debido al maltrato que había propinado a su próstata. Tenía cara de felicidad mientras se giraba para besarme casi con ternura. Toda su parte anterior estaba cubierta de latigazos de lefa.
-Hacía mucho que no me corría así- sonrió.
-Eso es porque hace mucho que no te peto el culo, mariconcete- atronó una voz al fondo del garaje.