El gitano (1)

Un encuentro con la realidad cuando menos se la espera.

Klauss estaba pasando por un momento crítico de la vida, con 35 años había hecho todo lo que se esperaba de él, era un profesional de primer nivel, se casó con una hermosa mujer que era sin dudas la adecuada, consiguió amasar una considerable fortuna creando una empresa de publicidad con la cual consiguió notables éxitos en publicidad televisiva, había tenido dos hijos, como corresponde a una persona moderna y prudente, conservaba aún la belleza impresionante con que la naturaleza le había obsequiado, pero algo había en sus ojos que dejaba traslucir lo que occurría en su interior. En realidad le faltaba ese brillo que solo tiene la mirada de aquéllos que se atreven a vivir intensamente.

Hacía ya tiempo que venía custionándose si era lo que hubiera querido ser o era lo que los otros quisieron que fuera; esta pregunta, tan profunda y a la vez dificil de responder, lo hizo recorrer varios terapeutas hasta que finalmente encontró una mujer, muy sabia que, con lentitud, lo fue conduciendo hacia la profundidad de su ser, lo fue ayudando a descubrirse y descubrirse es como florecer, tanto fue así que hoy sabía un poco más de sí mismo, había tomado conciencia de la infinidad de cosas no vividas y que, de atreverse a vivirlas, debería pagar un precio muy alto por ellas.

Comenzó por cambiar sus rutinas diarias, como por ejemplo, tomar otro camino que el acostumbrado para ir a su empresa, dejar a veces el BMW con el que se dezplazaba para usar el coche más chico que habitualmente usaba su esposa, conversar más con sus empleados sobre los problemas personales que les aquejaban, en síntesis empezó a mirar más a su alrededor y a medida que lo fue haciendo, fue tomando conciencia de que había vivido entre algodones.

Un buen día estaba detenido en el semáforo cuando vio pasar un colectivo urbano atestado de gente, se dio cuenta que nunca se había subido a uno, no tenía idea siquiera de qué recorrido realizaban y en ese mismo momento se propuso que, al día siguiente y luego de estudiar los recorridos de estos ómnibus, ascendería a uno para dirigirse a su empresa.

Esa noche así lo hizo y cuando se encontraba acostado junto a su compañera de tantos años sintió una cierta ansiedad por lo que le ocurriría mañana, era toda una aventura, por primera vez estaría inmerso en un grupo humano completamente diferente al suyo y en el cual, lo más probable que ocurriera, era que no conocería a nadie y no se sintiera bien, pero lo consideraba necesario.

Con la anticipación debida, esperó en la parada la llegada del 60, junto a tres o cuatro personas que ya estaban en la fila, las miró, notó el rostro cansado, ya a esa hora de la mañana, de dos de ellas. Sin dudas, no era cansancio del día, sino ese cansancio acumulado, producto de una vida de sacrificios, que deja marcas indelebles en la cara. Junto a ellos, una joven pizpireta de grandes senos, enmarcados por un gran escote, que portaba un perfume demasiado ovbio para su gusto refinado que más que atraer espantaba, el último, un jovencito, casi un niño ensimismado en sus pensamientos.

Finalmente vio al 60 acercarse, cuando se detuvo frente al grupo, las cuatro personas subieron empujando para hacerse de un lugar, Klaus no se atrevía a empujar, nunca lo había hecho, tomó la decisión de esperar el siguiente que supuso vendría más vacío, cuando un hombre de más edad que él lo empujó y lo obligó a subir para poder encaramarse detrás suyo, prácticamente en el estribo, una vez arriba Klaus se dio vuelta para observar al desconocido, éste tórpemente le pidió disculpas y comenzó a mirar por encima de su hombre a ver si podía lograr ubicarse en un sitio un poco menos peligroso.

Klaus también se abocó a la tarea de conseguir un lugar un poco más cómodo y protegido para hacer su viaje, con delicadeza se fue introduciendo hacia la parte trasera y finalmente, cerca de la puerta por la cual se desciende, consiguió una ubicación segura aunque bastante apretujado por la cantidad de pasajeros.

Al lado suyo iba parado un joven de tez un poco oscura, enormes ojos negros enmarcados por unas pestañas y cejas que los realzaban muchísimo y daban profundidad a su mirada, de su misma altura 1,85 mts, cabello ensortijado, parecía húmedo por el gel que tenía colocada, algo más largo y bastante más desprolijo de lo que Klaus podría ver con aprobación, parecía ser un gitano.

El joven llevaba puesta una camisa blanca, con varios botones desprendidos que dejaban ver un pecho trabajado pero casi lampiño, varias cadenas de oro colgando de su cuello, pantalones de jean y zapatillas deportivas.

Klaus, para no caer, se sostenía con su mano derecha agarrada al pasamanos que está en el techo ya que el de los asientos le quedaba un tanto bajo, su brazo izquierdo en cambio lo había dejado caer al costado de su cuerpo muy relajadamente, había conseguido toda la comodidad que era esperable, salvo que alguna de las personas que viajaban sentadas bajase en alguna parada cercana, pero eso sería ya fortuna.

Una vez conseguida su ubicación Klaus se ensimismó en sus pensamientos y comenzó a reflexionar, una vez más, sobre su vida en comparación con la de los que en este momento lo rodeaban, ubicados más cerca de su cuerpo de lo que alguna vez nadie estuvo, salvo que él ex profeso lo permitiera, tomó conciencia que su espacio individual era mucho pero mucho mayor que el de sus ocasionales compañeros de viaje, no pudo dejar de pensar en el tamaño de su piso con vista al río respecto al tamaño que deberían tener las viviendas de estas personas y se sintió un poco culpable.

Al ómnibus siguió subiendo gente, nadie bajaba, los cuerpos se apretujaban cada vez más, en un movimiento brusco del ómnibus realizado por el conductor para esquivar un bache en el pavimento, la mano izquierda de Klaus rozó el paquete del jóven que tenía al lado, en voz casi imperceptible pidió disculpas, se sonrojó, bajó la vista y cambió la mano de lugar, el joven pareció ni darse cuenta de lo ocurrido, pero a Klaus le comenzaron a suceder cosas que no supo explicar, no pudo identificar si le ocurrían en su cuerpo o en su mente.

Habían transcurrido unos pocos minutos, cuando, un nuevo movimiento del ómnibus volvió a juntar la mano izquierda de Klauss con el paquete del desconocido, pero esta vez, el roce fue diferente, parecía como si intencionalmente el desconocido se hubiera detenido una fracción de tiempo más que la que hubiera sido natural en ese momento. Klaus notó que el paquete despedía un calor que antes no había sentido y además parecía haber aumentado de tamaño, esta vez ya no pidió disculpas, no había sido él quien acercó la mano sino el otro quien acercó su cuerpo al suyo.

Klaus ya no sabía cómo actuar, comenzó a sentirse nervioso, le transpiraban las manos, miró de reojo al joven y notó grandes aureolas húmedas bajo sus brazos y volvió sobre sí mismo pensando, cuánto tiempo hacía que no veía a alguien transpirar de ese modo, en su círculo, las exudaciones no estaban muy bien vistas, todo se solucionaba con antitranspirantes y aire acondicionado, mientras hilvanaba estos pensamientos notó que el joven prácticamente se le había pegado casi como una estampilla.

Pero en éste lugar, apretujado, las posibilidades de cambiar de lugar eran nulas, con la humedad ambiente y los 35 grados de temepratura, todo se veía diferente, miró nuevamente de reojos al joven sin que éste acusara su mirada, pudo ver con total nitidez las características de su piel en la zona del cuello, notó el color algo más oscuro del cuello de la camisa en la parte de atrás donde rozaba su piel, sintió un casi ireflenable deseo de oler a ese hombre, se contuvo, ante un nuevo movimiento debió subir rápidamente su mano izquierda y prenderse también con ella para no caer, su ocasional compañero de viaje también realizó un movimiento.

Klaus comenzó a perder conciencia de los otros pasajeros, el movimiento sin dudas realizado ex profeso por el joven lo dejó con su verga palpitante y endurecida apoyada en el costado de Klaus, ahora éste tomó conciencia ya sin ningún tipo de dudas, que todo lo ocurrido hasta ese momento no había sido obra de la casualidad.

La primer intención de Klaus fue apartarse, nunca había tenido inclinaciones homosexuales, pero algo lo hizo detenerse, pensó en todo lo que no había vivido por hacer lo que se esperaba de él, consideró accionar de este modo era como un acto de rebeldía a todo lo que le habían impuesto, decidió asumir la responsabilidad de sentir esa poronga instalada en su flanco, apoyó todo su cuerpo en la pierna izquierda, esto hizo que, naturalmente, cadera de ese lado quede algo más expuesta y por lo tanto apretaba más la verga del desconocido.

Súbitamente Klaus miró a su alrededor y se dio cuenta que esta en el barrio de su empresa y que en la siguente parada debía bajar, entro en una disyuntiva; inentaría algo más o bajaría del ómnibus y olvidaría el tema?. Optó por la segunda alternativa.

Una vez en su empresa conversó con su secretaria, una joven hermosa, de atuendo y maquillaje impecable, como correspondía, le dio las indicaciones para preparar las reuniones de negocios que figuraban en su agenda y se enfrascó en el trabajo, aunque cada tanto el olor de la gente del ómnibus, especialmente del joven de aspecto tan particular le volvían a la mente, pensó si no se había equivocado al bajar sin dejar ninguna señal, así transcurrió ese día.

Volvió a su casa, cenó con su esposa, miró algo de televisión, se dirigió al dormitorio, tomó una ducha y se metió a la cama desnudo como acostumbraba, su esposa lo siguió, pero cuando ella se introdujo bajo las sábanas Klaus simuló dormir, no quería sexo esa noche.

A la mañana siguiente tomo en BMW para ir a trabajar, pero a último momento cambió de idea y optó nuevamente por el 60 y, aunque los apretujones fueron los mismos, el joven no estaba, Klaus sintió una enorme decepción, ya en su oficina, pudo darse cuenta del estado de desncanto demesurado en el que se encontraba para una situación tan poco importante y entonces se preguntó por primera vez en su vida ¿Siento algo por ese joven desconocido?, la respuesta en su mente no se hizo esperar, sí se sentía enormemente atraído.

Al tercer día volvió a la para del 60, con la misma ansiedad del día anterior pero con mejores resultados, en la parada siguiente ascendió el joven, solo que no lo hizo solo, con él estaba otro muchacho de similares características, solamente que esta vez ambos llevaban pantalones negros con sus camisas muy desabrochadas según las reglas del buen gusto y las tres o cuatro cadenas que ambos llevaban colgadas del cuello tampoco eran signos de distinción, de cualquier modo a Klaus dejaron de importarle estos detalles y su pija se excitó con la visión.

Lentamente los jóvenes se fueron acercando a él, el que ya Klaus conocía se paró exactamente atrás suyo, el otro un poco por delante, las situaciones fueron similares a las de dos días antes, solamente que el joven hoy le apoyaba el paquete, caliente y abultado directamente entre las nalgas y se lo fregaba casi con descaro, sin ningún disimulo.

Klaus se empalmó al momento y junto con la calentura le entró una desesperación pensando que los pasajeros podrían darse cuenta, pero rápidamente las sensaciones de su cuerpo se apoderaron de su mente y ya no pensó más en el tema. El segundo joven, con un movimiento de lo más natural, aprovechando un barquinazo del colectivo se apoyó de espaldas, sobre él, por lo que su tranca quedó también ubicada como la del joven de atrás en la zanja del culo del de adelante.

Klaus recordó haber leído alguna vez un relato sobre sexo subrepticio, se le vinieron a la memoria los detalles del relato, se excitó aún más, los recuerdos se mezclaban como en un torbellino con las sensaciones totalmente reales que estaba viviendo con estos jóvenes.

Estaba ya terriblemente cachondo, el de atrás empujaba cada vez más y a Klaus no le quedaba más que hacer lo mismo con quien tenía adelante, solamente que éste, en esos momentos, empujaba hacia atrás para lograr sentir la verga de Klaus en toda su extensión justo en la raja del culo.

En un determinado momento, el que tenia adelante bajó la mano y se le prendió de la verga, Klaus dio un respingoo que no pudo contener, el de atrás, a la vez, lo tomó por los cachetes y separó sus nalgas hasta donde su fino pantalón lo permitía, acomodó lo suyo de una manera perfecta a la vez que le respiraba profundamente cerca de la oreja, tan cerca que Klaus podía sentir el calor del aire que expulsaba, ya no podía manejar la situación.

El roce fue tan intenso y la sensación tan nueva y vibrante que en pocos minutos más, sin siquiera tocarse, Klaus se vino, mojando sus boxer y sus pantalones que al ser de tela fina y de un color gris claro, evidenciaban de manera grotesca lo que había sucedido, no encontraba el modo de conducirse para salir de la situación a pesar de que ninguno de los pasajeros parecía haber notado lo ocurrido.

Siguieron así hasta que en un momento el de atrás apoyó su mano sobre la de Klaus queagarraba el pasamanos del techo, esto hizo que la calentura volviese a resurgir, lo ponía muy cachondo la aspereza de esa mano de trabajador no precisamente de escritorio.

Pudo pensar por un momento, metió una de sus manos en un bolsillo del pantalón, sacó una tarjeta personal, garabateó el número de su teléfono movil en ella y la introdujo en el bolsillo delantero del pantalón de quién tenía adelante, al hacerlo pudo sentír su verga a la cual no había tenido acceso ya que por la posición que tenían no había posibilidades de sentirla.

Era de colosal tamaño, estaba totalmente empalmada, la manoseó por un rato desde el bolsillo del pantalón hasta que este joven corrió también, no pudo darse cuenta si quien estaba atrás había acabado, en medio de un terrible sofocón y con la verga totalmente empalmada nuevamente se bajó rápidamente del colectivo sin fijarse siquiera dónde lo había hecho.

Caminó unas cuadras y se encontró frente a una plaza, buscó un banco que estaba a la sombra de un frondoso arbol, se sentó en él tapando la mancha de semen con su chaqueta, se tomó el rostro con las dos manos y la desesperación se apoderó de él, había hecho en tres días algo que nunca pensó que se atrevería a hacer, tuvo sexo con dos hombres, en un lugar público y además le había producido sensaciones nunca antes experimentadas, presintió que su vida desde ese momento ya no sería la misma.

Las disyuntivas eran tremendas, la actitud que adoptara tendría enormes consecuencias, sus posibilidades se limitaban a tres opciones: estaría preparado para enfrentarse con su familia y su entorno y mostrar sus recientemente descubiertas inclinaciones?, llevaría de ahora en más una doble vida con los riesgos que eso implica?, se reprimiría para siempre?

El sonido de las chicharras lo volvió a la realidad, pero eso ocurría al caer la tarde y la tarde efectivamente estaba cayendo, había pasado más de seis horas sentado a la sombra de ese arbol, pensó solo yo puedo elegir qué camino tomar.