El genio de la lámpara

Una mujer perdida por el desierto encuentra una lámpara...

El genio de la lámpara

La mujer reptaba sobre la ardiente arena del desierto ya sin fuerzas para caminar erguida. Hacía ya casi tres días que vagaba por las vastas llanuras, subiendo y bajando dunas, una detrás de otra en una infinita secuencia que no parecía tener fin. Cada vez que llegaba a lo alto de una, asomaba la cabeza hacia el otro lado para descubrir una nueva duna, más alta e imponente que la anterior. Y tras esa, otra. Y luego otra más. El primer día había caminado alegre aun sabiendo que eran grandes los peligros a los que se enfrentaba sabedora de que a poca distancia de donde se encontraba había un pequeño campamento de un equipo científico que buscaban ruinas enterradas en la arena.

El segundo día, ya agotada, había sido incapaz de ponerse de pie y había caminado a cuatro patas quemándose las palmas de la mano con la abrasadora arena sabiendo que ya casi estaba a punto de llegar al campamento y comenzando a preocuparse realmente un poco al agotar el agua de su cantimplora. De todas formas tenía comida para un día más, pensó antes de dormirse agotada al ponerse el sol.

Si el día anterior había parecido un caballo caminando a cuatro patas, aunque para ser más exactos habríamos de decir yegua vistas las dos enormes pechugas que se balanceaban a cada paso que daba, este nuevo día más parecía una culebra, arrastrándose por el suelo y dejando tras de sí un enorme surco sobre la arena que el constante viento se encargaría de borrar a su paso.

  • Hay que joderse, -murmuraba para sí casi sin fuerzas-, acabar de esta triste manera. Mira que lo dijo el guía, no se asomen por las ventanas, no se asomen, que pueden caerse. Y ¿qué hice yo? Pues qué cojones voy a hacer, asomarme. Me está bien empleado por no hacer caso de los consejos. Y luego no se me ocurre otra cosa que ponerme a caminar, hay que ser estúpida. ¿Qué cojones esperaba encontrar? ¿Un oasis en mitad del desierto como en los cuentos? Espabila, Pilar, espabila. Esas cosas no pasan en la vida real.

Y a pesar del enorme sufrimiento y de sus angustiosos pensamiento continuaba reptando bajo el sol que caía a plomo sobre ella sin apenas proyectar nada de sombra, lo cual hasta le resultó gracioso y todo.

  • Hace tanto calor que hasta mi sombra se ha acojonado y no tiene valor para salir. –pensó-. Y como no encuentre el puto campamento detrás de esta duna la que me voy a acojonar soy yo.

Y tras arrastrarse un poco más asomó la cabeza sin atreverse a mirar por temor a lo que iba a encontrar.

  • Vega, coño, échale huevos y abre los ojos. –se dijo para sí misma.- ¿Qué es lo peor que puedes ver, más arena? Después de toda la que has visto durante estos días deberías estar acostumbrada, ¿no?

Y abriendo lentamente los ojos echó un rápido vistazo para encontrar que efectivamente lo único que se veía en el horizonte era arena y más arena. Los cerró y los volvió a abrir para volver a ver de nuevo el monótono paisaje.

  • Ya está. Se acabó. –gritó sintiendo su garganta arder.- No puedo más. Si me tengo que morir aquí, qué más me da hacerlo en esta duna o en la siguiente.

E irguiéndose sobre el borde en un supremo esfuerzo agotando las pocas fuerzas que le quedaban, alzó los brazos al cielo y gritó, esperando tal vez de esa manera lograr algo de compasión de Dios, de los ángeles o quien coño viviera allá arriba. Y agotada cayó al suelo y rodó colina abajo, hasta el hueco entre su duna y la siguiente y permaneció ahí quieta, llorando sin verter una sola lágrima. Lloró y lloró hasta agotar todas sus fuerzas y hasta que el sol fue descendiendo hasta rozar la arenosa línea del horizonte. Y las arenas del desierto lo engulleron con asombrosa rapidez igual que iban a hacer con ella misma.

Quedó todo en la más absoluta oscuridad. Tan solo las estrellas brillaban en el cielo, todas menos una que había caído al suelo, y brillaba a escasos metros de donde Pilar se encontraba. Sí, ya sé que es absurdo pensar que una estrella pueda desprenderse del cielo para caer a tierra, pero eso es lo que pensó en su agonía viendo aquel titilante punto de luz brillar. Y en su alucinación se arrastró hasta el lugar en el que se rompía la oscuridad de la noche pensando que sus ruegos habían sido escuchados y algún piadoso ángel le había lanzado esa estrella para que montara en ella y la llevara a los cielos.

Pero al acercarse más vio que lo que en realidad brillaba era un objeto semienterrado en la arena, y haciendo un supremo esfuerzo logró alcanzarlo. Con trémulas manos cavó alrededor de tan extraño hallazgo dejando al descubierto una especie de tetera bastante grande que brillaba con luz propia, débil pero suficiente para alumbrar en un radio de un metro. La tomó entre sus manos y la observó con curiosidad. Parecía estar hecha de oro, y una serie de grabados cubrían su superficie, incrustada con piedras preciosas hábilmente engarzadas en una trabajada montura. Se fijó con detenimiento en los grabados, al parecer de estilo hindú a juzgar por la imagen de la diosa Vishnú tendiendo sus cuatro brazos al aire y por los elefantes que la rodeaban.

  • Qué curioso, -pensó Pilar tendida en el suelo mientras daba vueltas a la tetera de oro entre sus manos-. ¿Qué estará haciendo esto en mitad del desierto del Sahara? No será,… no, no, no puede ser… Es una locura. Eso no existe.

Y como queriendo confirmar lo erróneo de su ocurrencia levantó la tapa de la tetera. Y a pesar de no esperar nada anormal vio estupefacta como una azulada nube salía del interior en turbulentos remolinos. Asistió entonces al más sorprendente espectáculo que sus ojos habían visto nunca al ver como la nube se iba condensando de forma gradual en una figura con forma humana. Al principio era difícil distinguirla pero no tardó en ver un brazo por aquí, una pierna por allá, de nuevo otro brazo, y así elemento tras elemento como piezas de un puzle quedó montada ante ella la figura de un hombre vestido con un pantalón bombacho, de torso amplio y desnudo. Calzaba unos curiosos zapatos, una especie de zuecos con las puntas curvadas hacia arriba y hacia atrás, retorciéndose sobre ellas mismas. Sobre los musculosos brazos brillaban una serie de brazaletes, al parecer todos de oro y sobre los que también brillaban infinidad de piedras preciosas.

Estupefacta levantó la cabeza y observó la curiosa aparición y rió. Rió con carcajadas que la hacían retorcerse de dolor cada vez que el aire atravesaba su reseca garganta, rió hasta que no pudo más y quedó tendida en el suelo con la cabeza levantada sin poder apartar la vista del hombre de la tetera.

  • Hay que joderse, -dijo el hombre indignado- En los trescientos años que llevo de genio me ha pasado de todo, pero que se descojonen en mi cara nada más sacarme de la lámpara es la primera vez que me ocurre.

  • ¿Eres un genio? –preguntó Pilar sin dejar de mirarle- Es que pensé que eras Mr. Proper.

Y volvió a estallar en un nuevo acceso de risa hasta que no pudo más mientras el genio la miraba extrañado. Efectivamente, el genio se parecía al peculiar personaje anunciante de una conocida marca de detergentes. De hombros anchos como un levantador de pesas y brazos con tantos músculos que casi se podían contar a simple vista. Un cuello recio igual de ancho que sus bíceps soportaba una cabeza enormemente grande, con dos pequeños ojos de extraña luminosidad bajo dos pobladas cejas de color blanco. Y parece ser que todo el pelo que había en la cabeza estaba concentrado en esos dos densos arcos que delimitaban sus ojos, ya que era completamente calvo.

  • ¿Mr. Proper? –le preguntó con cara pensativo- No conozco a ningún genio que se llame así. Como no sea de los nuevos

  • Es el genio de los detergentes. –le dijo ella entre carcajada y carcajada-. ¿Has venido para limpiar todo esto?

  • Basta ya, -dijo él malhumorado logrando callarla con su tono de voz- déjate de tonterías. Yo estaba en la lámpara y me has sacado, así que ya sabes lo que viene ahora. Si no quieres nada, me vuelvo a meter y te aseguro que ni aunque me lo pidas de rodillas vuelvo a salir antes de una década. Así que tú verás lo que te apetece.

Esta vez ella le miró con semblante serio, todavía con cierto aire dubitativo en su mirada.

  • ¿En serio eres un genio? ¿El genio de la lámpara maravillosa?

  • Bueno, maravillosa, maravillosa no es. ¿Has intentado encerrarte alguna vez en una vivienda de apenas cuatro litros? Antes cualquiera podía tener una lámpara de veinte o treinta litros, pero al precio que se pusieron hay que conformarse con esto. –le dijo mostrándole con la mirada la lámpara que reposaba a sus pies, apagada y ya sin brillo. Ahora toda la luz parecía emanar de él-. Pero en fin, no hablemos de lámparas que me enciendo.

  • Y ahora es cuando tengo que pedirte los tres deseos, ¿no? –le preguntó ella con los ojos iluminados por esa nueva esperanza de salvación que se presentaba ante ella.

  • ¿Tres? –le preguntó el genio con ceñuda expresión-. Me temo que te han informado mal.

  • Pues es lo típico de todas las historias –contestó ella con-. Todo el mundo sabe que Aladino pidió tres deseos

  • ¿Aladino? –rugió el genio-. ¿Te refieres a aquel tipejo enclenque y cobarde que se llevó todo el mérito por lo que hizo un compañero mío? Además, ese era un exagerado. Donde había un enemigo contaba veinte, y donde había un riachuelo él veía un impetuoso y turbulento río imposible de vadear. No me extraña que fuera por ahí contando lo de los tres deseos

  • Perdón, no sabía que le tenían en tan poco aprecio. –se disculpó tímidamente-. ¿Qué tengo que hacer entonces?

  • Perdona, no quería gritarte, pero es que cada vez que me hablan de ese energúmeno me cabreo. Ya veo que es la primera vez que te encuentras con un genio, así que te lo voy a explicar y luego decides qué quieres hacer, ¿vale?

Ella asintió y se dispuso a escuchar lo que tenía que contarle el genio, pensando lo diferentes que son los cuentos de la vida real, y empezando a preguntarse si el lobo se comió realmente a Caperucita o sería ésta la que se lo comió a él.

  • Verás, -empezó el genio.- Si me hubieses encontrado hace cincuenta o sesenta años habría sido diferente. Entonces teníamos otro convenio y los asuntos se llevaban de otra manera. Pero con el nuevo sindicato de genios las cosas cambiaron bastante y no tardó en publicarse el nuevo "Convenio general de genios y magos de Oriente". En principio parecía beneficioso para todos, pero luego resultó igual que todos, mucho blablabla y poco más. Ya ves la mierda de lámpara en la que tengo que trabajar.

  • Bueno, tampoco está tan mal –se atrevió a comentar ella.

  • Bah, tendrías que haber visto cómo se trabajaba antes. Aquello si que era bueno. Pero no nos desviemos. Con el nuevo convenio se reguló el tema de los deseos en función de las circunstancias particulares de cada caso. Así que tú entrarías, a ver, déjame confirmarlo,

Y como por arte de magia un grueso libro apareció entre sus manos. Con rapidez comenzó a repasarlo, pasando las hojas a toda velocidad hasta que se detuvo en una hoja en concreto.

  • A ver, a ver, mmm,… Accidentados, asaltados, náufragos, aquí está. Apartado 6, punto cinco. Perdidos en el desierto. Te cito: "en esta categoría entran todas aquellas personas que tras vagar por el desierto un máximo de cinco días y un mínimo de dos, bla, bla, bla, que hayan sacado al genio según el procedimiento contemplado en el párrafo 7 del artículo seis del estatuto de los genios, bla, bla, bla, y que no incurran en ninguna de las claúsulas restrictivas de prestación de servicios contempladas en el párrafo nueve, punto cinco del mencionado artículo, se contempla, bla, bla, bla, aquí está. Por razones humanitarias y según la Declaración de los Derechos Humanos, se les dará la ración de agua necesaria para su subsistencia. A petición del interesado se concederá un deseo, ¿ves?, solo uno, nada de tres, según la tasa de cambio vigente en cada momento, pudiendo ser dichas tablas consultadas en el Boletín Oficial de Genios de Oriente.

Pilar escuchó atenta al genio mientras leía el aburrido texto sin entender nada de lo que decía, salvo lo del agua.

  • Está bien –le interrumpió-. Dame el agua.

Y automáticamente apareció ante ella una botella de agua de litro y medio, con su precinto de seguridad e incluso la fecha de caducidad bien clara sobre la etiqueta. "Aguas de Oriente", ponía en grandes letras, "Agua de mineralización débil", rezaba en letras más pequeñas un poco más abajo. Pero ella sin hacerle caso, abrió la botella y bebió y bebió hasta que no pudo más. Curiosamente, por mucho que bebía la botella siempre mantenía el mismo nivel.

  • ¿No se gasta nunca? –le preguntó curiosa al genio, que observaba atento cómo bebía.

  • Cuando hayas saciado tu sed y tu organismo se haya repuesto, gracias al sensor que lleva incorporado, se cerrará el suministro.

Y efectivamente llegó un momento en el que la botella se agotó en sus manos, y levantándose descubrió que su cuerpo volvía a estar fuerte. Caminó un poco y dio varios saltitos, probando las renovadas energías de su cuerpo.

  • Joder, genio, qué pasada esto que hacéis. ¿Nunca os habéis planteado comercializarlo? Seguro que os sacaríais un buen pastón. Me siento de puta madre, como si volviera a tener veinte años.- Y echándose en el suelo hizo unas cuantas flexiones para demostrarlo.

  • Se hizo un estudio de mercado que recomendaba esperar quinientos o seiscientos años más. Con estas cosas no hay que precipitarse.

  • Bueno, ¿y ahora? ¿Es ahora cuando te pido el deseo? –preguntó ella entusiasmada.

  • Primero habrá que ver la tasa de cambio en el Boletín Oficial de Genios de Oriente. Es una ley nueva en la que se fijan las compensaciones para los genios. Antes de esta regulación nadie se acordaba de nosotros, y una vez concedido el deseo los afortunados que nos habían encontrado desaparecían olvidándose por completo de nosotros y haciéndonos regresar a nuestras oscuras lámparas, así que tras unas cuantas protestas por parte del sindicato se llegó a la aprobación de una tasa de cambios. Yo te ofrezco un deseo y tú a cambio me das algo. De esta forma, todos ganamos y todo el mundo tan contento.

  • Ahhh. La verdad es que no sabía que los genios estuvieseis tan bien organizados. –se asombró Pilar ante tal cúmulo de leyes y normas.

  • Ya ves, chica. Renovarse o morir. A ver, ¿qué deseo pedirías?

  • Ya que solo puedo pedir uno, me gustaría volver a estar en casa, sana y salva. Con eso creo que tengo más que suficiente. –respondió ella tras una breve reflexión.

  • Muy bien elegido, muy bien. Veamos la tabla –respondió el genio volviendo a consultar el libro en su mano-. Puesto que no estás pidiendo nada material entraría en la categoría cinco, a ver, cinco, aquí está. Te leo: El contratante de los servicios (esta eres tú) en virtud de los estatutos, bla, bla, bla, esto me lo salto,… , se comprometerá a, punto uno, felación no inferior en tiempo a cinco minutos y en ningún caso superior a media hora. Punto dos, mantenimiento de relaciones sexuales con el genio oferente de los servicios arriba pactados en la forma por ambas partes acordada y por un tiempo mínimo de diez minutos y nunca superior a las dos horas, en la forma

  • ¡Para! ¡Para! –gritó Pilar estupefacta-. ¿Pero qué coño es esto? ¿Se supone que tengo que follar contigo? Ni loca.

  • No pasa nada. –dijo el genio un poco triste-. Pero en el gimnasio se van a acordar de mi. Me dijeron que con estos musculitos se ligaba un montón, pero ya veo que era todo mentira.

  • No te ofendas, genio –contestó Pilar, un poco avergonzada-. No es por ti, pero la verdad es que esto no me lo esperaba. Es la primera vez que me encuentro una lámpara con genio. La verdad es que tus musculitos están muy bien, pero no sé, no acabo de verlo muy claro. –le dijo repasando el enorme cuerpo del genio con su mirada, y dándose cuenta de que estaba realmente cachas, casi más que el primo de Zumosol-. Explícame esto un poco mejor.

  • Está bien claro. Tú quieres un deseo. Yo te lo concedo y tú me la chupas y luego te follo. Y luego, según el artículo nueve que regula las partes sobre las que se puede eyacular y las que

  • Ya vale, ya vale. ¿Y si no hago nada de eso?

  • Pues nada, me vuelvo a meter dentro de mi lámpara y a matarme a pajas durante otros cincuenta o sesenta años, y tú te quedas aquí y te buscas la vida tú solita. Igual la próxima vez tengo más suerte. Ya sabía yo que a pesar de la nueva normativa seguiríamos sin follar.

Y dijo esto con tal cara de pena que hasta Pilar se conmovió al notar el sufrimiento del genio.

  • Bueno, acepto el trato –le dijo Pilar tras una corta cavilación-. Pero que conste que lo voy a hacer por ti que me has caído simpático, y no por esa estúpida normativa de los dichosos estatutos.

La cara del genio se iluminó con una amplia sonrisa y todo su cuerpo se tornó de un bonito color azulado, ya que todo el mundo sabe que un genio azul significa un genio alegre. Comenzó a aplaudir, emocionado, como un niño, y dando saltitos de alegría gritaba.

  • Por fin voy a follar, por fin. Gracias, gracias, gracias

  • Lo haré por ti, pero luego quiero mi deseo cumplido, ¿eh?

  • ¿Por quien me tomas? –preguntó ofendido-. ¿Cómo ibas a pensar que me saltaría un artículo del estatuto? Eso iría en contra del reglamento, tal y como describe el artículo tres

  • Basta ya –le gritó un poco indignada Pilar-. Basta ya de normativas y de estatutos. Te la voy a chupar y luego me follarás durante el tiempo que marquen tus malditas normas. Solo quiero que cuando acabemos me hagas regresar a casa.

  • Perdona, mujer, pero es que a los genios nos gusta ser estrictos con las normativas. Cuando quieras empezamos –respondió sacando no se sabe muy bien de dónde un gran reloj con un botón rojo en la parte superior, y colocándolo sobre la arena a sus pies.

  • ¿Así sin más? –le preguntó Pilar con tono ciertamente irónico.- ¿No vas ni a invitarme a una copa?

  • No se contempla nada de alcohol, según el párrafo tres

  • Vale, vale, vamos directos al tema –dijo Pilar con resignación mientras se arrodillaba a los pies del genio.

Y con decisión agarró los pantalones del genio por la cintura y los bajó en un hábil movimiento hasta el suelo. Miró asombrada la azulada polla, pequeña como un minúsculo botón perdido entre los fuertes muslos y levantó la cabeza, mirando al coloreado genio con expresión de asombro.

  • ¿Esto es todo lo que tienes? Yo te la chupo, pero de verdad que no entiendo como quieres luego follarme con este juguetito. No sé, pensé que los genios estaríais mejor dotados. Pero bueno, qué le vamos a hacer. Vamos para allá.

  • Ay, casi se me olvidaba decírtelo. Esto es una cuestión de economía y rentabilización de espacios. Como la lámpara es tan pequeña es preferible tener una polla diminuta a fin de estar más cómodos ahí dentro. De todas formas no te preocupes, que para algo soy un genio. Puedes ponerla al tamaño más adecuado para ti.

  • ¿Ah, sí? –preguntó Pilar con un extraño brillo en sus ojos-. ¿Y cómo se hace eso?

  • Muy sencillo. Primero la agarras con la mano y la mueves hasta ponerla dura, y cuando ya esté dispuesta, agarrándome por los huevos la vas sacudiendo con energía y verás como va creciendo. Puedes regular longitud y grosor. Cuando alcance el tamaño adecuado para ti, pues sueltas los huevos y ya está. Si te pasas y quieres rebajarla un poco, haces igual, me agarras los huevos, metes un dedo en el culo e inmediatamente la polla se deshincha.

-Joder, que inventos. Pues si comercializáis el sistema este seguro que os hacéis de oro.

  • Mira por donde nunca se nos había ocurrido. Hablaré con el sindicato. Venga, empieza ya que voy a poner el cronómetro.

Y alargando la mano pulsó el botón rojo del reloj, que comenzó a latir con un lento tic tac. Pilar echó una rápida mirada al cronómetro antes de volver a girarse hacia la diminuta polla. Siguiendo las indicaciones que le había dado el genio, cogió la pichita en la mano no sin cierta dificultad ya que se resbalaba continuamente entre sus dedos y la movió de forma mecánica sintiendo como aquel diminuto botón iba convirtiéndose en un botón a secas, sin el diminuto, hasta que alcanzó una consistente dureza. Y curiosa por ver aquel extraño mecanismo de regulación agarró los huevos del genio, grandes y pesados totalmente desproporcionados al tamaño del resto del sistema, y comenzó a mover rápidamente la mano que sostenía la reproducción de polla que sostenía su mano.

  • ¡Oh! –Exclamó sorprendida al sentir como dentro de su mano aquel trocito de carne empezaba a estirarse e hincharse-. ¡Qué pasada! Te aseguro que si patentáis esto os hacéis millonarios.

Y siguió meneando hasta que una sonrosada punta comenzó a asomar entre los dedos, que ya encontraban cierta dificultad para rodear aquel grueso tronco. Retiró la mano y observó asombrada el resultado conseguido. Ante ella lucía una hermosa verga, gruesa y fuerte sin ser excesivamente grande, de una longitud más que suficiente para cualquier mujer, luciendo tan poderosa erección que su sola vista le producía un ligero cosquilleo en el vientre.

  • Joder, -no pudo menos que exclamar-. Acabo de lograr en pocos segundos la polla perfecta.

  • Mmmm, la verdad es que me gusta como la has puesto. –le dijo el genio con amabilidad echando un vistazo hacia abajo-. Pero no perdamos tiempo y chúpamela, que el reloj no se para.

Pilar no lo pensó dos veces y agarrando aquel portento por la base lo inclinó un poco hacia debajo de tal forma que la punta quedara a la altura de sus labios, que tardaron unos cortos segundos en colocarse sobre la redondeada cabeza y rodearla. La verdad es que la polla del genio, a pesar de cierto aspecto azulado tenía un agradable sabor dulzón, por lo que no le resultó difícil metérsela en la boca imaginando que se estaba comiendo una piruleta.

Pero las piruletas no gritan, y los genios sí, descubrió Pilar mientras comenzaba a lamer aquella cosa en su boca. El genio gritó a todo pulmón, perdiéndose su voz en la inmensidad del desierto.

  • Sí, sí, por fin –gritaba sin poder contenerse-. Por fin consigo que me la chupen.

Pilar no entendía mucho de genios y como podéis suponer era la primera vez que estaba tan cerca de uno, así que no sabía muy bien como reaccionan ante una mamada, pero aun así, le resultaba bastante claro que al pobre nunca le habían hecho nada así. Se la sacó de la boca y mirándole le preguntó con dulce voz.

  • Es tu primera vez, ¿verdad?

  • Sí, sí, -tartamudeó él-. La última persona que me sacó de la lámpara se negó a chuparla.

  • Ah, ¿pero se podía uno negar? –preguntó enfadada.

  • Mierda, ya la jodí –dijo el genio entre dientes. Y luego más claro-. Sí, lo de chuparla era opcional. ¿No te lo había dicho?

  • ¡Qué cabrón estás hecho! Claro que no me lo habías dicho, y bien que lo sabes.

  • Bueno, pues lo dejamos y pasamos a lo de la follada –le contestó resignado.

  • Y una mierda. Si te piensas que voy a dejar ahora esta maravilla estás loco.

Y volvió a meterse aquel sabroso caramelo en la boca, saboreándolo con fruición, recreándose en la agradable sensación cada vez que lo sacaba y lo volvía a meter, deslizando la lengua a lo largo de la tersa superficie toda recubierta de gruesas venas que palpitaban al más mínimo roce.

  • ¿Todos los genios tenéis la polla tan rica? –le preguntó una de las veces que se la sacó.

  • Y yo qué coño sé –le respondió indignado-. ¿Acaso te piensas que se la voy chupando a todos los genios? Pero calla y chupa.

Y se la volvía a meter en la boca muy despacio, disfrutando de los gemidos del genio al sentirse complacido de esa tierna forma. La verdad es que había acertado de lleno en la regulación del tamaño. Había logrado una polla lo suficientemente gruesa para poder mamarla sin que se le desencajara la mandíbula y con la longitud adecuada para poder meterla toda en su boca haciendo un pequeño esfuerzo. Cuando así lo hacía sentía como tan sabroso glande rozaba su garganta y había de apartarse un poco para que no le produjera arcadas, pero aún así volvía a la carga de nuevo, una y otra vez, agarrando las duras nalgas del forzudo genio, quien había comenzado a gemir de forma un tanto exagerada cual coyote del desierto.

  • Mmmm, qué rica polla tienes, mi genio –le decía ella de vez en cuando al sacársela para tomar una bocanada de aire- ¿Cómo vamos de tiempo? ¿Falta mucho?

  • ¡Pero quieres callarte y chupar! –gritaba airado-. Iríamos mejor si no te preocuparas tanto por él.

Y ella volvía a la carga, lamiendo aquella sabrosa verga y haciendo que se olvidara por completo del resto del mundo. Bueno, la verdad es que a su alrededor tampoco había mucho de lo que olvidarse, tan solo arena y un techo estrellado. Pero si hubiera habido algo estoy seguro que ella se habría olvidado. Bastaba ver la pasión con la que la lamía, con la que acariciaba la tensa piel del glande utilizando la puntita de la lengua. Y en ello estaba cuando el reloj comenzó a emitir un estridente zumbido.

  • ¿Ya está, mi genio? ¿Ya pasó la media hora? –le preguntó con cara decepcionada. Y la verdad es que le parecía mentira que ya llevara tanto tiempo chupando aquella cosa.

  • ¡A tomar por culo el puto reloj! –exclamó de repente el excitado genio soltando un manotazo que lo envió a unos cuantos metros de distancia haciéndolo callar

  • Pero, ¿y el tiempo? ¿Y las normas de los estatutos?

  • A la mierda con los putos estatutos de los cojones. Me la sigues chupando y punto –rugió con fuerza.

Y creo yo que más por vicio que por temor ante la ira del genio, Pilar se la volvió a meter en la boca y se aplicó de tal manera en chuparla que pronto el hermano gemelo de Mr. Proper comenzó a temblar y a gemir de una forma bestial. La mamaba con tal pericia que los gritos de placer se encadenaban uno tras otro en una rítmica cadencia que acompañaba el movimiento de su cabeza.

  • Sigue, sigue, no pares –gemía el genio-. No pares, no pares. Voy a correrme, voy a correrme

Y a Pilar le habría gustado decirle que no pararía por nada del mundo, pero claro, con la boca llena no podía hablar y no estaba dispuesta a sacarla para decirle esa chorrada, así que siguió chupando y chupando, cada vez más rápido hasta que sintió como aquella verga se tensaba dentro de su boca preparándose para lanzar su carga. Y deseosa por catar la leche de genio se agarró fuerte a sus nalgas y con un par de embestidas de su cabeza que hicieron que la enorme polla se clavara en su garganta recibió su primer chorro.

Pero había cometido una terrible equivocación. Todos sabéis que las papilas que nos transmiten la sensación de los sabores se encuentran distribuidas en la lengua, así que con aquel chorro de semen directo a su garganta era incapaz de percibir el sabor, por lo que con extremada rapidez se sacó del todo aquella borboteante polla que continuaba disparando tiro tras tiro de tal forma que pronto su cara se vio cubierta por enormes gotas de leche que resbalaban por la suave piel, y abriendo bien la boca recibió en ella las últimas descargas directas sobre la lengua. Esta vez sí pudo saborearla, sintiendo aquel sabor tan especial y que a ella tanto le gustaba. Abarcó con la boca aquella hermosa y chorreante polla y chupo con fuerza intentando sorberle hasta la última gota que le quedara.

  • Joder, joder, qué bueno –decía el tembloroso genio-. La verdad es que tantos años de espera han valido la pena.

  • ¿Te ha gustado? –Le preguntó Pilar, la cara todavía llena de leche-. Pues espera a ver esto.

Y levantándose frente a él comenzó a desnudarse lentamente. Primero fue su blusa, que de un color blanco que había sido originalmente había pasado a un indeterminado gris. Fue quitando los botones uno a uno, demorándose a propósito en los de su escote y bajando luego hacia los que cubrían su vientre. Se quitó la blusa y la lanzó al suelo con un sensual movimiento del brazo.

  • Espero que los genios no tengáis mucho olfato –dijo un poco avergonzada-, porque la verdad es que apesto.

  • Tranquila mujer, no te preocupes. Me basta la visión de tu hermoso cuerpo para excitarme- la consoló el genio.

En efecto Pilar tenía un hermoso cuerpo. Para su estatura, que no era muy alta, pesaba unos pocos quilos más de lo adecuado por lo que su aspecto era más bien rollizo. Aunque bien mirado, todo ese peso que le sobraba lo debía tener concentrado en las tetas, hinchadas como globos dispuestos a elevar el vuelo. Y ciertamente era asombrosa la forma que tenían de elevarse desafiando a su propio peso, erguidas con altanería. Pero claro, eso el genio no lo sabía, así que cuando la vio con aquellos portentosos pechos rebosando del sujetador lo único que acertó a decir con cara embobada fue.

  • ¡Madre mía vaya par de tetas! ¿Las puedo tocar?

  • Claro que sí, claro que sí.

Y se acercó hacia él quien extendió la mano y sopesó cada una de aquellas maravillas. Pero mientras el genio le soba las tetas dejadme que os describa un poco mejor a Pilar. Como os he dicho pesaba un poco más de lo recomendable, pero no vayáis a creer que era una mujer gorda, todo lo contrario. De carnes prietas y duras, con curvas escondidas por todo su cuerpo, curvas sinuosas para enmarcar la innegable belleza del cuerpo femenino, especialmente a la altura de las caderas, donde las curvas se abrían haciendo destacar todavía más la cintura, coronada por una suave curva sobre su vientre. Sus nalgas, anchas y bien redondas, duras y tersas habrían servido para partir nueces sobre ellas. Sus piernas también eran fuertes pero deliciosamente torneadas, con muslos musculosos y unas pantorrillas rozando la perfección. De hombros anchos ligeramente echados hacia delante, sobre los que caía una espesa cabellera de color castaño cuyas puntas se rizaban de forma rebelde. Y en el colorido marco de sus cabellos brillaba un hermoso rostro en el que lo más destacable, claro está aparte de las gotas de semen que todavía estaban por ahí esparcidas, eran sus dos grandes ojos, dulces y amables, sobre una pequeña boca delineada por dos sensuales labios que prometían mil y un besos al que supiera arrancarlos. Pero volvamos al genio, que estaba ya tocándole descaradamente y con delicia las tetas, maravillado ante la dureza de las mismas. Ella se llevó la manos hacia atrás y soltó el broche de su sujetador que inmediatamente cayó al suelo, dejándolas erguidas en su estado natural.

  • ¡Oh! –se limitó a exclamar el genio extasiado ante el hermoso espectáculo-. Qué bonitas tetas, qué redondas. Y esos pezones están para comérselos a bocaditos.

Pilar se sonrió y sin decir nada desató la cuerdecilla que aguantaba sus pantalones de lino, que cayeron al suelo dejándola tan solo con las sandalias y una braga de esas normales de diario de color negro. No esperaríais que fuera al desierto vestida con su mejor lencería, ¿verdad?

El genio alargó las manos y bajó las bragas, mientras ella se descalzaba con un ágil movimiento de sus pies, quedando por fin desnuda frente al genio, que pudo contemplar a su antojo lo que antes os describí.

  • Bueno, genio, ¿follamos o no? –le suelta de repente Pilar-. Habías dicho hasta tres horas, ¿no?

  • Todavía no ha pasado el tiempo de descanso marcado por el convenio, pero, ¿a quién le importa contigo delante?

Y la estrechó entre sus gruesos y fuertes brazos, apretujándola contra su cuerpo y sintiendo como aquellas adorables tetas se aplastaban contra su pecho de una forma deliciosa y restregándole él mismo su incipiente erección contra el vientre.

  • ¿Os gusta a los genios que os besen? –le preguntó ella mirándole a la cara.

  • Bueno, no ponemos pega ninguna si alguien lo quiere hacer.

Y ella se fundió con él en un caliente beso largo y apasionado, abrazándole y sintiendo la fuerza que transmitía aquel fabuloso genio. Fuerza que mostraba básicamente con la dureza ahora ya completa presionando sobre su vientre, como si lo quisiera agujerear con ella, hasta que ella pensó que si la había de taladrar con aquella sensacional verga mejor hacerlo cuanto antes y sin tener que abrir ningún nuevo agujero. Mejor utilizar los existentes, pensó. Así que sin soltar su presa rodeó el robusto cuerpo con una pierna, y colgándose del cuello del poderoso genio le rodeó luego con la otra, comenzando a trepar como si de una cucaña se tratase, con la salvedad de que en este juego el premio no estaba en lo más alto, sino a media altura.

El genio decidió hacer un poco de trampa y darle un pequeño empujón cogiéndola por las nalgas y elevándola con asombrosa facilidad hasta enterrar su enorme y calva cabezota entre aquellas también enormes y calvas tetas.

  • Mmmm, qué lisa y suave es tu cabeza –le dijo ella acariciándole la calva.

  • Mmmmm, que hermosas y sabrosas son tus tetas –le respondió él mordisqueándola.

  • Pero sabes que no es esta cabezota la que quiero acariciar, ¿verdad? Necesito acariciar la otra, para poder volver a casa.

  • A qué cabeza te refieres, ¿a esta? –le dijo el genio con voz entrecortada bajándola un poco hasta que la punta de su polla rozó su sexo, haciéndola estremecer mientras se aferraba a él en un fuerte abrazo.

  • Síiiiii, esta misma, esta misma –jadeando por la pasión.

Y el genio aflojó la presión de los brazos y la dejó caer de tal forma que a medida que bajaba aquella erecta daga se le iba clavando, abriéndole las carnes de forma tan placentera que hasta le temblaba todo el cuerpo.

  • Joder, genio, joder, qué bueno –le susurraba al oído-. Parece que me vaya a partir en dos. Qué gozo sentirse tan llena.

Y el genio la zarandeaba de arriba a bajo como si ella no pesara nada. A fin de cuentas era un genio, y como todo el mundo sabe son excepcionalmente fuertes. Y cada vez que la movía aquella fabulosa verga se salía del elástico coño de Pilar quien se quejaba por la ausencia que dejaba dentro de ella, para volver a emitir un gemido de alegría al volver a sentirse completamente llena cuando la volvía a dejar caer.

-Joder, genio, fóllame más fuerte –le gritaba al oído-. Hazme explotar con tu fantástica polla.

El genio cumplía los deseos de ella y la movía con auténtica violencia de arriba abajo, agarrándola por el culo con tal fuerza que hasta a Pilar le dolía, pero claro, no iba a quejarse en ese momento tan crucial en el que sentía como estaba a puntito de correrse. Y el genio, tal vez leyendo sus pensamientos, por que nadie nunca ha sido capaz de averiguar si pueden hacerlo, soltó la presa de sus garras sobre sus nalgas y con rapidez las subió hasta los omóplatos de Pilar de tal forma que ahora todo su reposaba sobre aquella vibrante verga. La echó hacia atrás sujetándola por la espalda hasta dejarla en posición horizontal mientras ella rodeaba su cintura con los gruesos muslos de tal forma que repartía el peso entre el abrazo de sus piernas, las manos del genio en su espalda y la polla clavada en su coño. Es una postura solo apta para genios, os lo advierto, así que no intentéis hacer eso mismo en vuestras casas so pena de daros un buen batacazo o de acabar en el hospital con una luxación en la espalda. Pero el genio nada, dale que te pego dale que te pego, machacando aquel jugoso coño con brutal insistencia mientras veía frente a él aquellas gloriosas tetas moverse firmes de lado a lado cada vez que él empujaba, temblando como un flan.

Pilar unía sus gritos a los del genio sabiendo que nadie los podía oír en aquel apartado rincón del desierto, y aunque le hubiesen dicho que había gente alrededor habría sido incapaz de dejar de hacerlo. Y se movía con todas las fuerzas que la extraña posición le permitía arrancando nuevos gritos cada vez más escandalosos.

  • Más, joder, dame más fuerte, cabrón –gemía desesperada notando que no le llegaba el orgasmo y deseosa de correrse-. Venga, fóllame, fóllame, dame hasta que me corra.

Y el genio embestía y embestía sin cesar haciendo rebotar los huevos contra su culo con tal fuerza que hasta le debía de doler, hasta que en un agónico grito el cuerpo de Pilar se tensó en un violento orgasmo que la dejó inerte en los brazos del forzudo genio, quien con su acostumbrada fuerza la meneó con furia como si fuese una muñeca hasta terminar corriéndose él también y haciendo rebosar el estrecho coño con auténticos ríos de leche.

En fin, podría contaros como luego volvieron a follar de nuevo para cumplir con los plazos estipulados por el convenio de los genios, pero creo que sería ya caer en el aburrimiento, así que terminaré la historia diciendo que el genio regresó a su lámpara y Pilar se vio transportada a su hogar, despertando en su cama con el chocho escocido de tanto folleteo. Y cuando su amiga le preguntó al día siguiente qué le había ocurrido para tener esa cara de felicidad no pudo mentirle y le dijo que había echado un polvo genial.